EL CUENTO DE NAVIDAD DE AUGGIE WREN: PAUL AUSTER



Un día, Paul Auster recibe el encargo del New York Times de escribir un cuento navideño. Abrumado por la tarea («¿Qué sabía yo acerca de la Navidad?», se pregunta), decide que la narración que escriba huirá de la común sensiblería que impregna esa época hibernal. En busca de inspiración, sale a pasear y acude al estanco de Brooklyn regentado por su amigo Auggie Wren, un peculiar fotógrafo que retrata, diariamente, la misma esquina del barrio y el paso del tiempo. Será él quien ofrezca al autor esta peculiar historia, que comienza con el hallazgo casual de una cartera perdida, y que fue la semilla del guión de la película Smoke.


Hace un tiempo que leo reseñas maravillosas para los libros de Paul Auster, pero no me animé a ponerme con algunos de sus libros hasta hace pocos meses y quería compartir con ustedes el primero de ellos que leí, uno cortito y maravilloso que me enamoró por completo. Es fantástico cuando te decides a empezar con un autor en el que tienes puestas muchas expectativas y no solo no te defrauda sino que las supera con creces.
Algo que me fascina de la prosa de Auster es que tiene una forma muy sencilla y al mismo tiempo profunda de llegar al lector. Este cuento de Navidad es una muestra magnífica de ello, porque con una facilidad increíble nos vemos de pronto envueltos en una historia conmovedora y en cierta medida mágica, porque hay magia en la vida diaria, eso es algo muy importante a tener en cuenta, y Auster sabe plasmarlo en las palabras. 
Cuando Auster acepta escribir un cuento navideño por encargo, se ve en un serio problema; escribir de un tema como este no siempre resulta sencillo, y aún menos si es por obligación, así que da vueltas a la idea, un poco agobiado, y en su necesidad de relajarse un poco, da de pronto con la solución a su problema, porque decide ir al estanco de un viejo conocido; Auggie Wren.
Entre charlas, Auggie le muestra el proyecto en el que lleva trabajando ya doce años y que le toma unos cuantos minutos cada día; cada mañana toma una fotografía de la misma intersección de dos calles, y tiene ya miles de fotografías, por supuesto. En un primer momento, Auster no comprende bien qué tiene de particular este proyecto, pero ante la insistencia de Auggie, ve con atención, y es entonces cuando comprende cuál es el fin de su amigo; el fotógrafo constante ha logrado capturar el paso del tiempo, y la sola idea es fascinante.
Y luego, tras conocer el problema que agobia a su amigo escritor, Auggie decide contarle una historia, una de la que él es protagonista y que narra el origen de su proyecto. Esta historia no la voy a compartir aquí porque me encantaría que se animaran a ir por el libro y lo lean, es cortito, no llega ni a las cincuenta páginas y la edición que muestro al inicio en esta entrada es sencillamente preciosa. Lo que sí les contaré es que la historia en cuestión les dejará, tal y como me pasó a mí, y como le pasó a Auster, preguntándose qué tanto de verdad hay en ella, de tan fantástica que resulta, pero es el mismo autor quien nos aclara el panorama y, una vez más, como en toda su obra, da en el clavo respecto a lo que verdaderamente importa, porque en sus palabras:
“Estuve a punto de preguntarle si me había tomado el pelo, pero enseguida comprendí que nunca me lo diría. Había conseguido que le creyera, y eso era lo único que importaba. Mientras haya una persona que se la crea, no hay ninguna historia que no sea verdadera"
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Published on May 11, 2014 19:57
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