Días violentos en 1839

El 27 de junio de 1839, el presidente de la Cámara de Representantes, Manuel Vicente Maza, fue acuchillado en su despacho mientras escribía una carta al gobernador, Juan Manuel de Rosas. En la carta le rogaba que perdonara a su hijo Ramón Maza, quien había sido detenido luego de que se descubriera que participaba en una conjura contra Rosas. Ramón Maza fue fusilado al día siguiente. Sobre este episodio, el Restaurador de las Leyes escribió a su amigo Vicente González, apodado el Carancho del Monte, lo cual permite conocer su relato de los hechos.


La carta, a la que añadimos aclaraciones entre corchetes, está fechada en la Quinta de Palermo el 19 de julio de 1839 y dice:


Ya habrá usted sabido de la maldad inaudita feroz sin ejemplo de los Vándalos Asesinos de lesa Nación, Ramón y Manuel Vicente Maza. Yo todo Io sabía, como también el proyecto del casamiento con la Rosita Fuentes para asegurar mejor el loco infernal golpe, que solo podía caber en cabezas deslumbradas y embriagadas por disposición de Dios para que así pagasen con una muerte trágica sus enormes inmundos procedimientos de ingratitud y de traición.


Al fin llegó el caso de asegurar [detener] al Ramón. Luego se hizo transcendental el motivo a los Federales, y como ya estaban en sospechas, creció a tal punto su irritación que esa noche fueron a la Quinta del Padre [la de Manuel Vicente Maza] en tumulto, la asaltaron para sacarlo y degollarlo, y no encontrándolo, pasaron a lo de la Salomé (mujer de Guerrico) [se refiere a Salomé Maza, hija de Manuel Vicente, casada con Manuel José de Guerrico] la que también hablaba de Encarnación, de mí y de los Federales con tanta libertad como el Padre, el hermano, y la madre [Mercedes Puelma de Maza], acaso con licencia, o gusto del marido, o sea como sea, el hecho es que era una condenada en contra nuestra, y de la Santa Causa Americana que sostenemos. [Dijo que "era" una condenada porque había muerto. Mercedes Puelma, al enterarse de la ejecución de su hijo y el asesinato de su marido, se suicidó tomando veneno].


Allí en la casa de la Salomé hicieron otro tanto, pidiendo la cabeza del Padre así como gritaron deseando la cabeza del hijo.


Por supuesto que nadie se animo a contener un tumulto semejante desde que era tan justificado el motivo y yo callaba por la misma razón.


Corrió en fin esa noche, y al siguiente día, ¿qué le parece a usted que haría el tal Dr. Maza? (…) El Dr. pues en vez de esconderse se fue al día siguiente a la Cámara [de Representantes] y después a la Junta. Varios federales se entraron a las Salas de aquella, sacaron el retrato de Maza y lo patearon, rompieron, y quemaron públicamente.


Era singular la irritación de los Federales, desde que vieron a clara luz que el plan era asesinarme vendido al oro francés. Como no quedo uno de los que vieron para el Plan, de los que eran federales, que no se me presentase a comunicarme todo, y entregarme el dinero que le habían dado, todo era ya tan sabido, que naturalmente la irritación era tremenda entre los que aman nuestra Santa Causa. En fin, el resultado es que esa noche a las siete y media encontraron muerto al Dr. Maza en la Casa de Representantes con dos tremendas puñaladas que le habían dado en el corazón. El Ramón que estaba en la cárcel con dos barras de grillos ya convicto y confeso, lo mandé fusilar al día siguiente porque así era de justicia, y porque no podía ser de otro modo en desagravio de la ofensa a la vindicta pública, y a los federales que se sacrifican por el honor y libertad de la América.


Así han terminado estos dos Asesinos singulares en su ferocidad, y rudeza. Mas la irritación de los federales contra los unitarios sigue, y si se descuidan la sangre de ellos ha de correr, no ya con conversaciones sino con hechos.


Están tan cagados que por una parte aumenta la ira, y por otra tienta a una grande risa. ¿Pero hay gente más cobarde que los hombres feroces? En Manuela mi querida hija tienen ustedes una heroína. ¡Qué valor! Sí, el mismo de la Madre. ¿Ni que otra cosa podría esperarse de los hijos de una señora la esencia de la virtud, y del saber adornados de un valor sin ejemplo? ¿Y Juan? Está en el mismo caso, son dos dignos hijo de mi amante Encarnación [había muerto meses antes de esta carta], y si Yo falto por disposición de Dios, en ellos han de encontrar usted quienes puedan sucederme.


El Carancho del Monte envió a sus subordinados este extracto de la carta. Los oficiales leyeron el texto a la tropas. Fue motivo de festejo en Buenos Aires y en los cuarteles rosistas. Salomé Maza de Guerrico, quien perdió a sus padres y a su hermano, pintó su casa de negro, desafiando la algarabía callejera.

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Published on July 30, 2013 07:00
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Daniel Balmaceda
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