Cómo comportarse en un tranvía (1931)

En 1931, la Revista Para Ti publicó una nota sobre las conductas a seguir en la calle, en el transporte y también en el ascensor. Su título: Código social en la calle, en el ascensor, en el ómnibus. Aquí, el texto:


Además del comportamiento y la buena educación de que debemos hacer gala en los salones, existe una urbanidad de la calle, una corrección para todos aquellos que encontramos a nuestro paso, que llevan el mismo camino, que ocupan el mismo medio de transporte y a los que por fuerza estamos obligados a tratar mas o menos directamente.


En medios de transporte como tranvías, ómnibus y autos colectivos, hay que resignarse a sufrir ciertas incomodidades, pero esas pequeñas molestias son del todo ajenas a las impertinencias y faltas de los pasajeros.


El carácter y, más aún que el carácter, la educación, se manifiesta en los lugares en que todos los concurrentes tienen iguales derechos, pero cada uno considérase superior a los demás y con más derechos, con mayores atribuciones.


El precio del boleto no es ciertamente tan considerable como para exigir comodidades sin número. Parte de las molestias que soportamos nos las hemos buscado deliberadamente, puesto que hemos visto el tranvía lleno de pasajeros, ocupados todos los asientos y, a pesar de ello, hemos subido.


Ya es una falta penetrar en el ómnibus protestando contra los mil inconvenientes de viajar en común. Es hacer una confesión de la que todos estamos persuadidos, todos los que carecemos de medios para trasladamos de un punto a otro en nuestro soñado auto particular. Pero a su vez, los que lo poseen no pueden proceder a su antojo; tienen que sujetarse a la reglamentación del tráfico, no excederse en la velocidad, no ir a contramano, no detenerse sin avisar a los que marchan detrás.


La vida en sociedad es forzoso que esté sujeta a reglamentaciones, a ordenanzas, a leyes y a multas y castigos. ¡Qué admirable sería que la educación de los ciudadanos fuera tal que estuvieran de más indicaciones propias para los alumnos de una escuela, pero innecesarias para personas adultas!


Sin embargo, en el tranvía, en el ferrocarril, en el ómnibus, encontramos personas que ponen los pies en el asiento delantero y que sólo los retiran si alguien se acerca a ocuparlo. Y no suelen ser patanes ni palurdos, sino gentes bien vestidas, con zapato de charol, puestas de guantes, con sombrero y bastón.


Más frecuente que ensuciar el asiento del vecino, porque tal es la aglomeración que no hay tiempo para hacerlo…, es ocupar el mayor espacio posible sin preocuparse del que necesite sentarse. Para las personas mal educadas, de nada sirve hacer una leve inclinación de cabeza y solicitar permiso; miran con desdén y siguen inmóviles, sin molestarse lo más mínimo.


La buena conducta el comportamiento correcto y cortés en el interior de un ómnibus o de un tranvía, está librado a la educación de los pasajeros. Estas cortesías, estas pequeñas atenciones, deben ser tan concisas, tan sumamente breves, que supone una perfecta inteligencia, un acuerdo tácito entre quien va a expresar un deseo y quien acceda a él, casi antes de formularlo. Esta comprensión rápida nace de un mismo concepto de obligaciones y derechos, de exigencias y deberes. Para el ciudadano de la gran urbe, media palabra debe bastar para percatarse de lo que se desea. Esa vivacidad de imaginación es propia de las grandes ciudades.


Sería improcedente en el interior de un tranvía, gastar los mismos cumplidos que en un salón de baile. Con la misma brevedad que hacemos una señal al vendedor de diarios recibimos el periódico, pagamos y hacemos un gesto de satisfacción por la solicitud con que hemos sido atendidos, debemos proceder en nuestros actos de cortesía en la calle en el tranvía y en el ómnibus. No debe hacer falta solicitar ni decir que deseamos sentarnos; basta el aproximarnos al asiento para suponer lo demás y para conducimos con toda cortesía y corrección.


Son muchas las personas que saben comportarse en público sin alardear de distinción ni dar importancia a su proceder cortés y circunspecto. Pero las incorrecciones de los insolentes, las faltas de los descorteses y mal educados son tan imperdonables que fuerza es insistir. Es ineludible deber de cortesía ofrecer nuestro asiento a las personas de mayor edad, ancianos, inválidos, a las señoras y sobre todo a la madre que lleva su hijito en brazos. Al ofrecer el asiento a un lisiado a un inválido debemos hacerla con cierta delicadeza pues no todos sufren el que se les considere inferiores a los demás. Es prudente evitar la ofensa.


La señora o señorita que acepta el asiento ofrecido agradecerá con una leve inclinación de cabeza y una casi imperceptible sonrisa. Acto seguido debe desentenderse de esa manifestación, y si el caballero desciende antes que ella, debe pasarle el hecho inadvertido, y si es la mujer la que se apea antes que el caballero, deberá abstenerse de toda manifestación de simpatía, no reiterando otra vez con nueva sonrisa su agradecimiento.


En otros tiempos, las mujeres jóvenes, casadas o solteras, carecían del derecho a detenerse frente a los escaparates de las grandes tiendas. ¿Quién se animaría en la actualidad a censurarlo si está perfectamente admitido? Ahora bien: es mucho más correcto y distinguido huir de las aglomeraciones. Nada bueno se aprende ni aun se escucha y mucho se arriesga. La mujer que conoce bastante a un caballero para detenerlo en la calle, puede hacerla sin desdoro, siempre que antes haya sido saludada por él. Cambiará breves palabras con él y se despedirá.


En cambio, una señorita deberá abstenerse de hacerlo. Y en cuanto a los hombres, no les está permitido dentro de la corrección detener ni interpelar a una mujer casada o soltera, si ella no le ha autorizado previamente con discreto ademán.


En el ascensor, el hombre debe permanecer con el sombrero en la mano si se encuentra con alguna mujer aunque sea desconocida.


Son pequeñas muestras de cortesía a las que obliga la buena educación: facilitar en estas ocasiones algún antecedente, una dirección, el mismo manejo del ascensor si fuera ignorado

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Published on June 26, 2013 06:09
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Daniel Balmaceda
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