¡A correr, valientes!
Siempre he hecho deporte... de baja intensidad. Dicho de otra forma: siempre he intentado hacer deporte, y lo he acabado dejando por uno u otro motivo. Hace años, con veintitantos, empecé a correr, pero descubrí que eso de sudar como un oso en el trópico no era lo mío: me dejaba literalmente exhausto, así que cambié las carreras por la natación. Descubrí que la transpiración y el cansancio bajo el agua quedaban bastante amortiguados... pero me aburría más que un burro atado a una noria. Estuve cerca de dos años nadando y al final me tragaba unos cien largos cada día. No era agotador, pero sí una pesadilla. Un suplicio: "Todavía me quedan 98, 97, 96... 74 , 73, 72... 59, 58...", y así hasta hacer los cien diarios. Insufrible.Lo dejé y me metí en un gimnasio, por probar. Y me duró lo que a la gran mayoría: uno o dos meses. La rutina de levantar pesas y sufrir en una bicicleta que para colmo no se mueve del sitio, y todo en un ambiente de neones y paredes cerradas, no era lo mío. Tras una temporada de dudas y más pruebas, terminé centrándome en el squash. Y descubrí que me encantaba. Tengo reflejos y disfruto con los deportes de competición, qué le vamos a hacer. Lo malo es que uno no encuentra fácilmente compañeros para jugar al squash que estén dispuestos a entrenar tres o cuatro veces por semana y que jueguen más o menos como tú. Así que durante unos años el squash se convirtió en una actividad de fin de semana y poco más...Y pasó lo inevitable: terminé dejando de hacer deporte. Dedicándome a lo que me dedico, a escribir, ya imagináis lo activa que terminó siendo mi vida diaria. Hasta que hace unos meses comenzaron a llegarme "señales". Qué curioso, siempre me pasa igual. Años atrás, de repente, empezaron a llegarme "señales" sobre la India, cuando nunca me había interesado especialmente ese país. De repente conocía gente que había estado allí, me encontraba con reportajes sobre el país... y terminé yendo, claro (un viaje que os recomiendo mucho, aunque esa es otra historia).Pues ahora lo mismo con correr. De repente, amigas mías que viven en lugares muy distantes, pero de edades similares y, sobre todo, que nunca antes se habían interesado lo más mínimo por el deporte, por ningún tipo de deporte (y todas mujeres, cosa curiosa, parece que esto afecta sobre todo a las mujeres), comenzaron a correr. Y, una tras otra, en el lapso de unos meses, me empezaron a contar lo bien que se sentían, lo a gusto que se quedaban... Y todas terminaron corriendo diez kilómetros al día e incluso participando en medias maratones. Y yo alucinando. ¿Qué estaba pasando? ¿Algún laboratorio súper secreto de Alabama o Kentucky, patrocinado por Nike o Adidas, había diseñado un virus que provocaba unos irresistibles deseos de correr?El caso es que he terminado cayendo. Sí, he empezado a correr. Y esta vez estoy encantado. Voy poco a poco, que no quiero terminar ahogado en sudor en la primera cuneta. Pero lo sorprendente es que disfruto. ¡Acabo de descubrir que me gusta correr! Siempre me había parecido la actividad más aburrida del mundo, pero ahora, de repente, me encanta. Para que luego digan que nunca cambiamos. Ni siquiera me importa que llueva, ¡y menos mal, que menudo año llevamos! Me he pasado años renegando de correr, y ahora me descubro midiendo tiempos y contando kilómetros con la misma cara que un crío contando caramelos. Qué cosas, demontres. ¡Y que dure!
Published on March 28, 2013 02:06
No comments have been added yet.


