Breve reseña de «Return to Big Nothing», por Steven Grant y Mike Zeck

A mediados de los ochenta, un personaje que había aparecido como villano en las páginas de la colección principal de Spider-Man alcanzó una fama inusitada, en el marco de la marea de justicieros solitarios que anegó el cine estadounidense en ese momento. Se trataba del Castigador, un soldado que, ya como civil, vio cómo su familia moría en medio de un tiroteo entre bandas. En un universo de ficción donde los héroes no mataban, este vengador de la calavera en el pecho resultaba tan peligroso como los villanos habituales. Sin embargo, durante la era Reagan esta figura pasó a ser tomada en consideración como parte del colectivo de anti-héroes dispuestos a tomarse la justicia por su mano. Una exitosa miniserie dejó paso a una serie regular que llegó a ser la piedra angular de una franquicia que se mantendría durante los siguientes diez años. Aquí tenemos uno de los mejores productos que vieron la luz bajo la escudería castigadora.

«Retorno a Gran Nada» supone la reunión del equipo que realizara la práctica totalidad de la miniserie que dio a conocer al Castigador a la mayor parte del público. Aquella empresa se había cerrado con un número adicional realizado por autores circunstanciales, de ahí que el resultado final tuviera un regusto agridulce. Esta novela gráfica viene a ajustar cuentas, contando una historia del pasado de Castle en Vietnam -cuando ese conflicto estaba más cerca en el tiempo marveliano y era factoría de generación de tipos duros, expeditivos y con problemas psicológicos- y la enlaza con el presente.

Grant y Zeck dan lo mejor de sí mismos contando una historia que presenta un tiempo en el que Castle era más inocente y descubre la parte oscura del uniforme que ha vestido, contrastando con el implacable ejecutor que conocemos bien. Sus oponentes y, con ellos la parroquia lectora, descubren el cambio, para desgracia de los primeros e impresión de la segunda, en un tebeo de contenido un poco más duro de lo que era habitual en la casa de las ideas en aquellos días.

La obra marca el prólogo de lo que será la primera parte de los noventa en el género superheroico: anti-heroísmo, fines que justifican cualquier medio, cazadoras, barbas de tres días y armas, muchísimas armas. Aquí tenemos una historia donde la dureza viene dada precisamente por su plausibilidad en el mundo real, como corresponde o correspondía a cualquier historia que estuviera ambientada en un conflicto que es, todavía hoy, la mayor derrota de los Estados Unidos de América.