Quince años sin Christian Poveda

La última vez que vi a Christian Poveda en persona fue dos meses antes de que lo asesinaran, el 2 de septiembre de 2009. El 30 de junio, la Alianza Francesa de San Salvador organizó un debate titulado Violencia juvenil, ¿qué soluciones?, y él era uno de los ponentes. Llegó con su mejor sonrisa y sin recibir ni un dólar a cambio. La charla resultó un evento íntimo, con no más de 30 personas como público. Recuerdo que al terminar se acercó a pedirme prestado el teléfono para llamar a su pareja.

Foto: Reuters.

En sus intervenciones, explicitó su postura personal sobre las maras: las políticas represivas implementadas por la derecha en El Salvador fueron un fracaso, hay sectores de la sociedad que se lucran de la extrema violencia que carcome el país, los medios de comunicación locales tienen una cuota de responsabilidad importante, y la única solución a corto plazo es que el Gobierno se siente a negociar con los pandilleros y fomente las condiciones para que se dé una tregua entre la Mara Salvatrucha y el Barrio 18.

Su documental, ‘La vida loca’, está en sintonía con ese planteamiento que dibuja a los mareros más como víctimas que como victimarios. En el documental de Poveda los represores son los policías y los soldados. Los pandilleros son una joven que busca a su madre, que la abandonó a los seis días de nacer; son una madre que amamanta a su hijo; son un niño de la calle agradecido con el Barrio 18, su única familia; son jóvenes que quieren ganarse la vida amasando pan, pero que son perseguidos. En 90 minutos aparecen pandilleros que se divierten bromean bailan trabajan se drogan se redimen se tatúan, pero no hay ni un solo plano de alguno armado, como si las armas fueran algo ajeno. Ante esta selección de la realidad que realizó Poveda, no es de extrañar que la crítica de cine publicada por el diario francés Libération concluyera con esta frase: “Ha podido dibujar los contornos de los personajes, por lo que ahora es imposible negarles la condición de víctimas”.

Un aporte fundamental sobre el fenómeno que hace el documental no está en un primer plano de lectura. La pandilla que retrata va más allá del estereotipo del grupo de jóvenes tatuados con predisposición al delito y a la violencia. Poveda logra captar la complejidad del fenómeno, algo que se aprecia con claridad en los velorios y entierros. En el último que se muestra, el de la pandillera tuerta, los tatuados son minoría. Lo que abundan son rostros imberbes, adultos mayores, abuelas, niños. Todo un entramado social. Poveda con su cámara dejó sin argumentos a los que opinan que las pandillas son un problema estrictamente delincuencial.

Unas semanas antes de que se estrenara en septiembre de 2008 en el Festival Internacional de Cine de Donostia, en el País Vasco, pude preguntarle qué opinaba él sobre su obra.

— La película es, como decimos en Francia, à double tranchant, a doble corte. Realmente yo he compartido la vida de estos locos, y hay algunos que los ves vivir… y los ves vivir y los ves vivir. Y es puro documental, no es como un actor que muere, pero que ya sabes que lo vas a ver vivo en otra película. Aquí mueren de verdad. Y eso es algo impresionante y que da fuerza a la película, pero al mismo tiempo asusta mucho.

Hoy todo son elogios para ‘La vida loca’, pero hasta el día del asesinato lo cierto es que no estaba funcionando. Pasó sin pena ni gloria por los festivales en los que se proyectó, y su primer contacto con la gran pantalla fue una decepción. En España se estrenó comercialmente en diciembre de 2008, pero solo se proyectó en cuatro salas: dos de Madrid y dos de Barcelona.

— La película tuvo poca repercusión –me dijo Luis Ángel Bellaba, productor y distribuidor de la cinta en España–. Fue tan leal con el tema de su película, las maras y con el dolor que representa esa vida, que filmó exactamente eso. Y lo describió tan bien que a lo mejor resultó muy duro. La gente no está acostumbrada a ese tipo de películas.

Para el 30 de septiembre de 2009 estaba previsto el estreno en Francia, la tabla de salvación de la inversión. Además de director, Poveda era coproductor y había vendido su casa en Francia para financiar el documental. Estaba también convencido de que la viabilidad de su próximo proyecto dependía de que ‘La vida loca’ obtuviera unos números aceptables. Poveda quería dirigir una película sobre las maras, pero esta vez de ficción. El guion lo iba escribir Horacio Castellanos Moya.

Quizá por esa necesidad, Poveda recibió con inusitado entusiasmo una propuesta de la revista francesa Elle: que uno de sus equipos viajara a El Salvador para escribir un generoso reportaje sobre las pandilleras protagonistas de ‘La vida loca’, que se publicaría justo la semana del estreno en Francia. Una publicidad invaluable.

— Él quería hablar con nosotros —me dijo en el penal de Quezaltepeque Moreno, sobrenombre José Luis Rosales, dieciochero desde los 12 años y uno de los personajes que más peso tiene en el documental.

El Barrio 18 citó a Poveda en el reparto La Campanera de Soyapango. Aceptó porque ese encuentro iba a tener una doble función: por un lado, allanar el camino antes de la visita del equipo de Elle; y por otro, explicar a una parte del nuevo liderazgo de la pandilla que él no era el responsable de que el DVD se estuviera vendiendo en las calles.

El miércoles 2 de septiembre Poveda madrugó como de costumbre, y se sentó frente a su computadora. Navegó durante al menos dos horas, con constantes ingresos en Facebook, el portal al que dedicaba tanto tiempo en los últimos meses. De la casa salió con una camisa azul oscura para ser entrevistado por la inminente inauguración de una exposición fotográfica en el Photocafé que él había curado. Regresó pasadas las 10. A mediodía volvió a subirse en su Nissan Pathfinder plateada y se dirigió hacia La Campanera.

Le dispararon en el rostro dos veces, a muy corta distancia.

La revista Elle abortó su reportaje, pero Poveda logró lo que se había propuesto: publicidad invaluable para ‘La vida loca’. El documental se estrenó el 30 de septiembre en Francia con éxito de crítica y de público, se reestrenó en España un mes después y con los años quizá termine convertida en una cinta de culto.

Este texto es un fragmento de una crónica de más de 4200 palabras titulada ‘¿Quién mató a Christian Poveda?’, que es una de las 16 crónicas y perfiles que integran mi libro Made in El Salvador . Está a la venta en Amazon, tanto en formato impreso como en formato  eBook .

Si vives en El Salvador, puedo hacértelo llegar con dedicatoria y autografiado a través de Correos de El Salvador. Pregunta sin compromiso en mi cuenta de Twitter/X ; mi DM está abierto.

Made in El Salvador (Spanish Edition)

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Published on September 02, 2024 17:47
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