Monje y robot

La ciencia ficción es un género que proyecta (generalmente hacia el futuro) los miedos y las esperanzas del presente. Esto es cierto para cualquier título, desde el más técnico al más aventurero, pero hay algunos en los que es especialmente cierto; en los que, de hecho, se convierte en el eje central y en ocasiones único, y esto es algo que es especialmente prevalente en la ciencia ficción (y la fantasía) de la última década.

De entre los escritores que mejor ejemplifican esta tendencia, quizás la más prototípica sea Becky Chambers, quien se dio a conocer en 2014 con «El largo viaje a un pequeño planeta iracundo«, la primera entrega de la aventuras de la Peregrina y su tripulación. Se trataba de una space opera a la que se ha acusado, y con razón, de no contar nada ni ir realmente a ninguna parte, pero es que eso no podía importarle menos a la autora. El foco dramático no es objetivo, sino puramente subjetivo. Era una plasmación de deseos, una fantasía de autorrealización (como casi siempre ha sido la space opera) que ponía en foco en los anhelos de una generación muy específica, la de Chambers, los milenials.

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Otra tendencia que se puso de manifiesto por esa fechas, después del abuso de la distopía juvenil que caracterizó la década precedente, fue la búsqueda (anhelo) de la esperanza, que se tradujo en el recién acuñado neologísmo del hopepunk (ahí queda ese oxímoron), diversificado a su vez en distintos subgéneros como el ecopunk, greenpunk o solarpunk (por la fuente principal de la energía, limpia y renovable, empleada como reacción contra miedos como el cambio climático).

En medio de todo este proceso, es totalmente comprensible que Tor pensara en Becky Chambers y le encargara en 2018 la escritura de una serie de novelas cortas (otra tendencia, que podemos encontrar en autoras como Martha Wells y sus diarios de Matabot o Seanan McGuire y su serie de los Niños Perdidos). Este encargo fructificó en 2020 con la primera historia de Monje y Robot, «Salmo por quienes se construyeron en la naturaleza» («A psalm for the wild-built»), seguida en 2021 por «Plegaria por la timidez de los árboles» («A player for de crown-shy»). Juntas (una empieza justo donde termina la anterior), conforman el volumen ómnibus «Monje y robot» (específico, por ahora, de la edición española en Crononauta, aunque también se han publicado por separado en catalán por Mai Mes).

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El protagonismo de la historia recae en Dex, une monje de Allalae que, cierto día, siente la necesidad de abandonar el convento y convertirse en une monje del té, iniciando así con su carromato una vida itinerante por los distintos pueblos de Panga, en donde ofrece infusiones, consejo y, sobre todo, compañía a quienes sienten la necesidad de cualquiera de las tres cosas. Tras los lógicos tropiezos iniciales, pronto domina su nueva tarea, pero por alguna razón eso no le basta, así que empieza a dar forma al plan de visitar un antiguo santuario, abandonado doscientos años antes en la mitad de la luna que los humanos reservaron para la naturaleza tras el desastroso final de la Era de las Fábricas.

Así, de camino a ese lugar del pasado, en medio de la naturaleza de nuevo salvaje, Dex se tropieza con Onfalina (con Motas Espléndidas), un robot.

Los caminos de los robots y de los humanos se separaron cuando los primeros cobraron autoconsciencia y fueron «liberados» de sus tareas, permitiéndoles integrarse en la mitad del mundo ajena a los humanos. Nadie había visto uno en dos siglos y de repente, ahí está Onfalina, con una pregunta: ¿Qué es lo que desean los humanos?

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A partir de aquí y durante el resto de la primera novela corta y toda la segunda, se nos presenta la interacción entre Dex y Onfalina, mientras viajan hasta el santuario abandonado en pos de la necesidad inexplicable de le monje y luego de vuelta a la «civilización», donde la aparición de un robot provoca un enorme revuelo allí por donde les dos amigues pasan. De todas formas, como viene siendo la norma estos últimos años, el auténtico conflicto en ambos casos es interno, subjetivo, emocional… y milenial, muy, muy milenial.

No lo digo con ánimo peyorativo. Muy al contrario, pienso que eso tiene que ser la ciencia ficción, el reflejo de toda una generación, un género que cambia y se adapta para dar respuesta a las inquietudes de sus lectores, aprovechando el componente fantástico para expresar libremente, sin las ataduras que a veces impone el realismo, anhelos, miedos, esperanzas, deseos, traumas, alegrías, resquemores y expectativas. Eso sí, la percepción será diferente según el lector pertenezca a la misma cohorte generacional o no. En el primer caso, habrá, supongo, una identificación empática absoluta, una conexión profunda a nivel emocional. Para los demás (yo mismo soy de los últimos Gen X, algunos estudiosos nos llaman xennials, al entender que somos una microgeneración de transición), la experiencia será más distanciada y analítica (y puede que no siempre simpática, en el sentido de compartir cosmovisión).

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Desde esa perspectiva un poco más externa, puedo apreciar subtemas como la importancia de la autoimagen identitaria, así como esa insatisfacción vital que surge de la contradicción entre una vida en la que no faltan las comodidades y la ausencia de un proyecto claro de futuro (la respuesta elusiva a esa pregunta de Onfalina: «¿Qué necesitas?»). La verdad es que sí puedo identificarme con algunas de esas inquietudes. Otras me resultan más ajenas, e incluso antipáticas (en Dex se percibe un egocentrismo brutal, en el sentido que todo parte y acaba en el yo; la identidad individual está por encima de cualquier otro condicionante grupal o comunitario).

Tampoco comparto ese optimismo que lo inunda todo y tiene un mucho de fe, porque nada se apunta del proceso, seguramente traumático, que condujo a la utopía (una utopía que me resulta, por cierto, muy poco creíble, tanto a nivel tecnológico como económico). De igual modo, se me atraganta un poco el lenguaje inclusivo. En español resulta muchísimo más disruptivo que en inglés (donde todo es cuestión de añadir unos pronombres) y se me hace artificioso y en ocasiones confuso (máxime cuando el empleo de «e» como terminación provoca casos de falso leísmo). Filosóficamente, además, no entiendo la necesidad y esa es, supongo, una de las diferencias intergeneracionales. Aun así, en el contexto de la obra es fundamental, porque es un ingrediente más de esa… podríamos llamarlo milenialidad. No sé si se impondrá o si será una moda pasajera, condenada a ser borrada por la siguiente generación, pero aquí y ahora es integral para transmitir fielmente el espíritu generacional.

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Para concluir, me gustaría apuntar que «Salmo por quienes se construyeron en la naturaleza» es quizás una novela corta más redonda, porque la visita al santuario abandonado proporciona un armazón narrativo más firme, no tan episódico. «Plegaría por la timidez de los árboles», sin embargo, me ha resultado más satisfactoria a nivel de subtexto, porque aborda a mi entender temas más profundos, como la necesidad de la transitoriedad (es decir, la justificación de la muerte) y por cómo es capaz de encontrar una metáfora perfecta (esa timidez de los árboles, que es el proceso natural por el que las copas en algunas especies no terminan de entrelazarse, sino que dejan una frontera bien delimitada, como si temieran tocarse) para la tensión entre el anhelo de individualidad y la necesidad de contacto que se haya en la base de la historia.

«Salmo por quienes se construyeron en la naturaleza» fue finalista del premio Nebula y Locus de novela corta y se alzó con el Hugo de la categoría, mientras que «Plegaría por la timidez de los árboles» repitió categoría de finalista en los Nebula y cosechó el premio Locus.

Otras opiniones:

De Consuelo Abellán en ConsuLeo Luego ExistoDe Darkor_LF en La Nave InvisibleDe Arturo Urbanos en Flights of a DreamerDe Eloi Puig en La Biblioteca del Kraken (Salmo por quienes se construyeron en la naturaleza)De Eloi Puig en La Biblioteca del Kraken (Plegaria por la timidez de los árboles)

Otras obras de la misma autora reseñadas en Rescepto:

El largo viaje a un pequeño planeta iracundo (2015)
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Published on March 14, 2024 02:45
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