El poder de una sílaba
Dentro de nada sucederá algo que lo compense todo, pero hasta ahora, aquí parado sin saber qué hacer en este supermercado, este ha sido un día denso y complicado. A ver, dormí poco y mal, mañaneé para llevar al kínder a mi hija Alejandra, regresé a casa, levanté parte de una entrevista infinita, guionicé un relato que tengo entre manos, fui un ratito al gimnasio, afeitado, ducha, almorcé deprisa porque tenía que salir, antes escribí los correos más urgentes que obliga el freelanceo, fui al hospitalito en el que asesinaron a Romero, hablé largo con una encantadora hermana carmelita, de ahí a Catedral metropolitana para ver el mausoleo del santo, casi me peleo con un tipo que me chocó por detrás el carro en la Juampablo, aproveché la luz del atardecer para tomar una fotos en el Centro Histórico, manejé de nuevo hacia Mejicanos por la madre de mi hija y, de ahí, a Ayutuxtepeque, para luego los tres ir al Híper Europa –la tercera es Alejandra, nueve meses, que aún no habla pero que cuando le da por cantar no hay quien la calle–, llenar el carrito para la quincena, hacer cola en la caja y sufrir esos segundos eternos mientras la cajera pasa la compra y a uno no le dejan embolsarla porque hay un muchacho para eso.
En esas miro al fondo, y a unos diez metros veo a la madre de mi hija, que no ha querido hacer la cola, sentada en la repisa del escaparate, con una inquieta Alejandra en sus brazos. Doy un par de pasos y la miro, me mira, me identifica, esboza una sonrisa cholca y se anima:
—Pa, pa, pa, pa, pa, pa…
Un escalofrío muy profundo me recorre el cuerpo y se me viene el impulso reprimido del llanto, como si un dedo me apretara los ojos desde adentro. Luego me dirá la madre que ya se lo había escuchado, pero yo nunca, yo sólo le había oído el ma, ma, ma, ma, ma, ma cuando quiere sus brazos, que son los que más extraña porque son los que la alimentan. Uno se siente tan bien, tan raro, que no halla las palabras. Y el día denso y complicado se convierte en algo digno de ser escrito y recordado, para siempre.
Alejandra con nueves meses y cinco días de vida.[Esta es una versión actualizada de una entrada publicada en mi blog el 6 de octubre de 2010]
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