When Harlie was one

David Gerrold es un autor apenas conocido en español, con tan solo seis cuentos (y todos ellos hace alrededor de cuarenta años) y apenas un libro propio, el relato largo ganador de los premios Hugo, Nebula y Locus «El niño marciano», traducidos. A decir verdad, tampoco es que en los EE.UU. hay sido especialmente relevante durante las cuatro últimas décadas, después de irrumpir en el género a finales de los sesenta, primero como el guionista del famoso capítulo de Star Trek «Los tribbles y sus tribulaciones», y después con una serie de innovadoras novelas que le supusieron un puñado de nominaciones a los grandes premios del género (aunque no consiguió ninguno hasta 1994, con el ya mencionado cuento semiautobiográfico «El niño marciano»).

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Lo cierto es que su producción, sin ser ni mucho menos escasa o insignificante, resulta un poco decepcionante a tenor de lo que puso sobre la mesa prácticamente de inicio. Pues fue en diciembre de 1969, con su primer cuento publicado (en Galaxy), que dio inicio a la historia de Harlie con «Oracle for a white rabbit». A lo largo de los meses siguientes (hasta julio de 1972) publicó otros tres relatos largos en la misma revista: «The god machine», «Trouble with G.O.D.» y «For G.O.D.’s sake», y fueron estos cuatro los que combinó en ese mismo mes para conformar una de sus primeras novelas, «When Harlie was one», que lo hizo finalista de Hugo, Nebula y Locus (en un año brutalmente competitivo).

Posiblemente nunca hayáis oído hablar de ella. Era tan increíblemente adelantada a su tiempo que, paradójicamente, quedó obsoleta en seguida… aunque paradójicamente sigue siendo relevante hoy en día (una relevancia que quizás ha recuperado este mismo 2023). Esto es así porque el Harlie del título es básicamente una inteligencia artificial. No exactamente la primera inteligencia artificial del género (los robots positrónicos y Multivac de Asimov, por ejemplo, son bastante anteriores), pero sí que podría ser la primera abordada desde una perspectiva realista de futuro cercano, apoyada en la informática de la época (aunque sustituyendo los circuitos integrados binarios por un nuevo sistema fluídico que imita el funcionamiento de las neuronas al permitir resultados intermedios al 1 y 0).

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«When Harlie was one» podría definirse como protocyberpunk, en el sentido de que podría ser la primera novela que describe protocolos de conexión entre ordenadores (algo que comenzó en 1969 con la creación de ARPANET) y todo lo que esto hizo posible, como la actividad de los hackers, la difusión de virus informáticos (la primera mención en la ficción había sido en el cuento de Gregory Benford «The scarred man», de 1970… Benford había participado en 1969 en la creación del primer virus y la primera vacuna informáticos) y, por supuesto, la integración de todos los componentes informáticos de una empresa en una intrarred controlable desde un único dispositivo. Por otro lado, está todo ello tan en mantillas que resulta hasta ridículo establecer comparaciones con el cyberpunk. Porque la revolución de internet no arrancó en serio hasta 1973 y en la década que media hasta que Gibson, Sterling y compañía empezaron a imaginar sus universos virtuales todo eso que apenas era un esbozo había explotado hasta cambiar radicalmente el mundo.

A eso me refería con que era una novela tan adelantada a su tiempo que quedó obsoleta en unos pocos años. En 1988, Gerrold sacó al mercado «When Harlie was one: Release 2.0», actualizando los protocolos informáticos, aunque no creo que pudiera competir con títulos como «Mona Lisa acelerada» o «Islas en la red» con su enfoque realista (por no hablar de que la política empresarial y otras cuestiones sociológicas que aborda son todavía muy de los años sesenta).

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El problema de todo esto es que para apreciarlo de verdad hay que contextualizar los textos (publicados originalmente entre 1969 y 1972) y eso es difícil. Por suerte, nos queda la trama, que sigue siendo relevante en su exploración de la creación de una IA de propósito general (aunque se expresa en la novela como la capacidad de autoprogramarse para resolver problemas nuevos). El punto de vista es el de David Auberson, un psicólogo al frente del proyecto HARLIE (Human Analog Robot Life Input Equivalents). La historia avanza a través de las conversaciones que hombre y máquina mantienen (por medio de impresoras), acerca de cuestiones como la ética, el propósito, la humanidad de la máquina, las capacidades que adquiere, su desarrollo emocional (que se estima como de adolescente) y, un poco más adelante, la amenaza que pende sobre ella por culpa de la junta de gobierno de la compañía, que quiere cerrar el proyecto al considerarlo demasiado costoso.

Al contrario que muchas otras inteligencias artificiales anteriores (se menciona explícitamente el de caso de HAL 9000, de «2001: Una odisea espacial«), HARLIE es esencialmente un dios benigno (algo que se deriva de la teoría de juegos, aunque no hay mención explícita de ello en el texto), pero ello no evita que sus creadores (y amigos, en el caso de David) no sientan de vez en cuando dudas, porque todo ello depende de algo imposible de probar: que los procesos lógicos del ordenador corresponden a los de una mente sana. Las apuestas, además, suben hasta el infinito cuando HARLIE propone su propia ampliación a través de un sistema llamado G.O.D. (Graphic Omniscient Device): una construcción carísima (emplearía todos los recursos de la compañía durante quince años) que le proporcionaría la capacidad de simularlo todo y, por tanto, obtener la respuesta a cualquier pregunta que se le pueda plantear.

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Los tira y afloja con la junta directiva (formada parcialmente por tiburones que solo buscan un beneficio rápido) constituyen la columna vertebral de la novela, intercaladas con discusiones sobre las capacidades de HARLIE, reflexiones en torno a cuestiones informáticas, conversaciones filosóficas… y también problemas amorosos diseccionados con la fría herramienta de la lógica (otra faceta en la que se notan los años, porque mucho de lo que nos cuenta se fundamenta en planteamientos sociales que hace años que han sido superados… por no hablar del tufillo a pedantería que desprende).

«When Harlie was one» (título que puede traducirse tanto como «Cuando Harlie tenía un año» o como «Cuando solo había un Harlie» o «Cuando Harlie era solo un dispositivo») es una novela fascinante. Muchas de las cuestiones que plantea en torno a la inteligencia artificial las estamos viendo eclosionar justo ahora (aunque todavía no existe ninguna IA de propósito general… y ni siquiera es seguro que pueda llegar a existir). Otros elementos que han quedado extraordinariamente obsoletos provocan cierta disonancia cognitiva, aunque en general, si no se les presta mucha atención, pueden soslayarse.

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El mayor problema quizás resida en una estructura extraña, producto sin duda de sus orígenes como relatos independientes, que no termina de proporcionar un arco dramático totalmente satisfactorio (en particular, la resolución del conflicto principal resulta un tanto anticlimática).

Si se pueden soslayar estas cuestiones, «When Harlie was one» se revela como un título injustamente olvidado (sin llegar al extremo de recomendar realmente su lectura a un público amplio; es una novela para lectores pacientes a los que no les importe escarbar para sacar a la luz las pepitas de oro). No resulta difícil ver por qué fue finalista de los premios Hugo, Nebula y Locus (cuarta posición), aunque en los tres casos fue derrotada por el regreso triunfal de Isaac Asimov con «Los propios dioses«.

1972 fue un año excelente, que produjo también dos obras maestras de Silverberg («El libro de los cráneos» y «Muero por dentro«, finalistas igualmente de Hugo y Nebula), así como «A choice of gods» de Clifford D. Simak y «There will be time» de Poul Anderson (finalistas del Hugo) y «El sueño de hierro» de Norman Spinrad, «El rebaño ciego» de John Brunner y «What entropy means to me» de George Alec Effinger (finalistas del Nebula).

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Published on July 22, 2023 03:39
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