Happy hour in hell
En 2012, Tad Williams incursionó en la fantasía urbana con «Las sucias calles del cielo«, el primer volumen de su serie de Bobby Dollar, un ángel encarnado en la Tierra que trabaja como abogado defensor de los recién fallecidos. En esa primera entrega, la acción arranca con un alma que no se presenta a su juicio… y a partir de ahí las cosas se lían.
A la conclusión de «Las sucias calles del cielo», Bobby Dollar ha logrado de algún modo sobrevivir, aunque ahora no solo se ha enemistado con un gran duque del infierno, sino que guarda secretos peligrosos de los que no quiere que se enteren sus jefes celestiales y, lo que es peor, su romance incipiente con nada menos que una diablesa, la Condesa de las Manos Frías, se ha visto frustrado cuando su chica es reclamada por el Infierno. En ese punto arranca la segunda novela, «Happy hour in hell» (2013), que al contrario que su predecesora no ha llegado a ser traducida al español (y es improbable que lo vaya a ser en un futuro previsible).
El primer cuarto de la novela es a grandes rasgos continuista con «Las sucias calles del cielo» y si aquella tenía un tono muy cercano a la novela negra, con Bobby Dollar asumiendo el papel del detective solitario empeñado en desenterrar la verdad, por mucho que pudiera manchar a los poderosos, aquí el paralelismo más evidente es el de los dramas policiales. Bobby (o Doloriel, según su nombre angélico) se ha metido en tantos problemas que sus arcangélicos jefes no tienen otra opción que suspenderlo mientra se lleva a término la investigación oficial sobre los sucedido.
Es algo que le vendría bastante bien a Bobby, de no ser por la necesidad de mentir en el Cielo para cubrir a su antiguo compañero (por no hablar de mantener escondida la prueba de la connivencia entre gerifaltes de arriba y de abajo), de planear una improbable misión de rescate en el Averno y de huir de un imparable asesino revivido (al que supuestamente ya erradicó durante su tiempo con el equivalente angélico del SWAT). Es un segmento interesante, que profundiza un poco más en algunos de los personajes que ya se nos han presentado (como el hombre-cerdo) y añade alguno que otro como el Chico Roto, ampliando así el elenco preternatural de San Judas. Por otro lado, se aprecia quizás a un Tad Williams en piloto automático, lo que queda especialmente de manifiesto con el reiterado recurso del perseguidor arrollador (no solo repetido de «Las sucias calles del cielo», sino presente también en otros títulos del autor, como «The war of the flowers«).
Todo ello, sin embargo, no es sino un largo prólogo para el plato principal, la expedición de Bobby al mismísimo infierno, con la doble misión de rescatar, de algún modo, a la Condensa de las Manos Fría y entregar un misterioso mensaje de parte de un arcángel (operando al parecer muy al margen de los cauces oficiales) a uno de los condenados.
Aquí empieza una novela completamente nueva, que ocupa casi tres cuartas partes de «Happy hour in hell» y en donde Tad Williams nos ofrece, como han intentado tantos otros, su particular visión del Infierno (una visión que bebe lo justo, como no podía ser de otra forma, de «La divina comedia» de Dante). Por desgracia, pese a su inventiva no es capaz de evitar por completo los defectos que aquejan a algunos de esos intentos de los que hablaba (como «Inferno«, de Larry Niven y Jerry Pournelle), porque la historia deviene en un viaje episódico por un territorio que si bien resulta desagradable, queda lejos, muy lejos de representar fielmente la idea de un lugar de condenación eterna (supongo que una descripción más teológicamente ajustada resultaría una auténtica pesadilla… desde una perspectiva narrativa).
Otro grave problema para transmitir la idea del Infierno lo encontramos en la voz narrativa, pues «Happy hour in hell», como su predecesora, se nos cuenta en una sardónica primera persona (en pasado) y esa perspectiva entre mordaz y estoica de detective de poca monta (a lo Phillip Marlowe) no es la más adecuada para transmitir el concepto de desesperanza que tendría que evocar el Infierno (no un lugar terrible que describimos metafóricamente como tal, sino el no-lugar genuino).
Pese a todo, si nos abstraemos de esta cuestión y juzgamos el conjunto como una serie de aventuras pintorescas en un escenario cambiante e imaginativo, «Happy hour in hell» constituye una lectura apropiada, con suficientes ideas frescas como para superar ese carácter episódico que mencionaba y un puñado de personajes secundarios interesantes. Lo que finalmente sitúa la novela por debajo de la media es, por desgracia, su conclusión.
No entraré en grandes detalles. Tan solo comentaré los dos grandes problemas que presenta. El primero y hasta cierto punto salvable es que todas las experiencias de Bobby en el Infierno (y son muchas y traumáticas) no parecen cambiarlo ni un ápice. Recordatorio: está narrado en primera persona y en pasado. Es decir, el narrador, al comenzar la historia, ya la ha vivido por completo, y resulta de todo punto imposible que después de esas experiencias pueda seguir manteniendo esa voz narrativa que describía antes (y que tan bien cuadraba con tono de novela negra inicial).
Lo peor sin embargo, es que a la postre todo, absolutamente todo lo que se narra en «Happy hour in hell» resulta… irrelevante. Bobby podría haberse ahorrado por completo el viaje infernal y «Sleeping late on Judgement Day», la tercera entrega de la trilogía, podría no verse alterada en absoluto. Bobby no aprende nada, no cambia nada, no consigue nada y no descubre (casi) nada. Malgastar cuatrocientas páginas en lo que es básicamente una visita guiada al Infierno solo hubiera tenido sentido en el contexto de una exploración conceptual mucho más seria (que el enfoque de la serie previene) o quizás con una inclinación más decidida hacia el horror (de nuevo, difícil de justificar en medio de una trilogía fantástica con una voz narrativa ligera).
Supongo que, dada la premisa de la serie, la tentación de describir el Infierno resultaba demasiado jugosa para dejarla pasar. Por desgracia, hubieran hecho falta unas razones más sólidas para justificarla. Así, me temo que queda como una secuencia puente excesivamente alargada en medio de lo que, por otra parte, constituye una muy original aproximación a la fantasía urbana.
Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:
Añoranzas y pesares (1988-1994)The war of the flowers (2003)Las sucias calles del cielo (2012)The heart of what was lost (2017)Brothers of the wind (2021)

