DIALOGANDO CON LAS NUBES II

Pero acabo de afirmar que abandonaré mi magnífico boli de tonos plateados y granates para salir a dar una vuelta. ¿Realmente lo haré?. Estoy empezando a pensar que preferiría emular La inmortalidad de Milan Kundera e inventar a un personaje a partir de un gesto, e iniciar así toda una historia que me permita reflexionar acerca de los temas que más me preocupan ahora mismo… ¡Qué gran historia la de La inmortalidad! Imposible mejorarla. Mejor me resignaré y saldré a tomar el aire con toda la humildad posible.
Y sin embargo, es la melodía del móvil, el Capricho nº 24 de Paganini, lo que por fin me obliga a dejar mi magnífico boli a un lado, el molesto sonido de una tonada que, por mucho que elija de entre mi música preferida, siempre acaba resultándome molesta porque, me arranca de mi ficticia realidad para trasladarme a otra realidad quizá más ficticia, si cabe. Y en el proceso oigo mi propia voz, enajenada, como emergiendo de una profunda fosa abismal, tratando de responder a la llamada. Invoco las palabras adecuadas pero, éstas se resisten y por mucha nitidez que les exija, brotan de forma atropellada, casi inarticulada.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es images-1.jpg

-¿Hola?
(…)
-No lo sé, no tengo muchas ganas de ir al recital – contesto desganado, tropezando un poco con las palabras.
(…)-Tienes razón. Hay que intentar abrirse más – me oigo decir en una mezcla de resignación e intento de parecer más animado.
(…)-De acuerdo. A las 19:15 estaré esperando a que me pases a recoger.
(…)
-Hasta luego.
Apreto por fin el botón de finalizar la llamada con alivio. Realmente el móvil ha alterado mi estado de ánimo lo indecible. Siento como una gotita de sudor resbala por una de mis axilas. ¿Cómo es posible que me altere tanto por una simple llamada amistosa?
Aunque, no es nada comparable con el estado de nerviosismo extremo que me sobrecoge durante las pocas ocasiones en las que he ido a presentar en público alguna de mis escasas obras. ¿Miedo escénico? ¿Pavor ante la terrible sensación de quedarme como una página en blanco, de la que es imposible hacer brotar siquiera una mancha de tinta? No importa que la obra la haya escrito yo. De repente no sé nada de lo que he querido plasmar en ella, no me acuerdo de nada y si lo llevo todo anotado, preparado, no mejora mucho la cosa. Todo suena extremadamente envarado, acelerado en mi empeño por acabar y escapar cuanto antes de la situación embarazosa en la que me siento preso. Por mucha pasión que sienta por el tema, brota todo como una oleada irrefrenable, embargado por la ansiedad de alcanzar la orilla y disolverme en ella, desaparecer y dejar de ser el centro de tantas miradas expectantes. Sé que en realidad esas miradas están pidiendo que les hable de mí y no de lo que escribo. Pero en realidad no hay ninguna diferencia entre mi yo o mis yoes y lo que escribo, por mucho que trate de disfrazarlos y envolverlos en las ficciones más inverosímiles.

Continuará…

© Maite Mateos

 •  0 comments  •  flag
Share on Twitter
Published on February 07, 2021 04:03
No comments have been added yet.