Impostores
Uno de los momentos estelares del fracaso de nuestro sistema de partidos fue cuando comenzaron a importar más las personalidades que las ideas, ante la evidente carencia de credibilidad de quienes se presentaban como políticos, los partidos comenzaron a repartir, estratégicamente, candidaturas entre miembros del espectáculo y deportistas de alto rendimiento.
Esta práctica fue desarrollada desde el siglo XX por el Partido Revolucionario Institucional, repartía candidaturas como premio, grandes figuras, sobre todo literarias, recibían ese tipo de reconocimiento, sólo tres ejemplos: Carlos Pellicer y Martín Luis Guzmán, fueron senadores; Jaime Sabines, diputado federal; a principios de este siglo, cambió el sentido de la candidatura como recompensa, ante la incapacidad de representar a sus electores, los partidos comenzaron a dar entrada a las figuras públicas, a quienes venían del espectáculo, con el propósito de recuperar la simpatía del electorado, así fue la rendición, la incompetencia para acompañar causas la volvieron una oferta de una personalidad reconocida; en esta acción incidió el marketing político, como los políticos tradicionales no lograban posicionarse, mejor apostarle a un actor, actriz o “artista” a quienes los votantes ya reconocían, no que se identificaran con ellos, simplemente que ya ubicaban.
Del reconocimiento al reconocido hay una distancia enorme, nuestras estrellas del espectáculo suelen ser superficiales, generadores de contenido para revistas de chismes, gente simpática, pero que no destaca por sus ideas o ideales, ante la dispensa de candidaturas a ese sector, los nuevos suspirantes entendieron que la forma más rápida de lograr atraer la atención del electorado era copiar las mismas actitudes, alejarse del modelo de político de siempre y generar empatía.
La forma en que muchos eligieron fue aludiendo a los sentimientos más básicos, a mi consideración, de manera errónea, los aspirantes a un cargo copiaron la banalidad antes que la ligereza, la payasada antes que la levedad, lo corriente antes que lo popular, comenzaron a abundar los Panchos Cachondos y los Juanitos. Payasos de la política que anteceden a la ola de actores, cantantes e influencers que ya se apuntaron a un cargo público para esta elección.
Félix Salgado Macedonio es uno de esos payasos, un impostor que se disfraza de luchador social y que saltó de las filas del PRI para sumarse al Frente Democrático Nacional y, desde entonces, ser un parásito de la “izquierda” mexicana, candidato perdedor a la gubernatura de Guerrero en varias ocasiones, personaje vergonzante que al asumir un cargo público se encargó de ejemplificar qué es ser naco: posando como cantantes y grabando discos, presumiendo sus carencias en grandes motocicletas, empleando un lenguaje vulgar para despertar la misma simpatía que los peladitos.
La vulgaridad de Salgado Macedonio siempre estuvo visible, no así su peligrosidad, de ser verdad las acusaciones de las que es objeto, si se comprueban las denuncias de violación, nadie debería estar apoyando a un agresor de esa calaña, porque a sus violencias y agresiones se deben sumar que las hizo desde el abuso de una posición política. Los testimonios de las mujeres atacadas pintan a un delincuente que emplea su cargo para ejercer con la máxima violencia sobre los desamparados su poder. Se dice del pueblo para engañar y abusar. Un asco.
Ninguna rebeldía, ningún origen del pueblo ni simpatía o reconocimiento merece ser protegido en nombre del pueblo o la transformación.
Coda. Yo te creo, ese llamado ha acompañado en múltiples ocasiones a las mujeres violentadas que se atreven a denunciar, en el caso de Salgado Macedonio ahí están las investigaciones y pruebas, es una vergüenza que la diputada local por Morena en Guerrero, Erika Valencia, acompañe a una marcha de mujeres en apoyo a este impostor, que declare que calumniar, difamar y acusar sin fundamento “también es violencia por razones de género”, lo primero que suelen hacer los impostores es enarbolar las banderas y ondearlas para cubrir su rostro.
@aldan
Bajo presión, mi columna en LJA.MX

