EL FANTASMA QUE VIVE EN MI ARMARIO
El fantasma que vive dentro de mi armario me ha hablado esta noche. No me da ningún miedo, lo prometo. Es una sombra alta casi como la puerta, de color blanco y con los ojos muy grandes.
Por lo general no me molesta que esté ahí, y lo prefiero mil veces a los monstruos. Se limita a salir, sentarse en mi cama, sonreír, y luego se marcha. Nunca antes me había dicho nada.
No es lo normal, lo sé. ¿Qué me de las buenas noches? ¡No! Me refiero a que los fantasmas vivan dentro de los armarios.
¿Te cuento cuándo me enteré de que estaba ahí? Fue hace dos meses, me acuerdo perfectamente porque era la noche de mi cumpleaños. Me fui a dormir supercontento porque me habían regalado una bici. ¡Llevo desde los cuatro años queriendo una sin ruedines y por fin la tenía! Chulísima, de color rojo y la más veloz del mundo. Ni mi primo Luís pudo alcanzarme con la suya de marchas de niños mayores. Y eso que él me lleva cinco. Pero juega conmigo y me deja ir con su pandilla. El tito dice que soy la mascota, y que me hacen bromas tontas que no deberían, pero a mí me da igual. La tita alguna vez incluso lo ha castigado.
Pues lo que te decía, que me enrollo y no avanzo con lo que quería contarte. Esa fue la primera vez. Y a partir de ese día, cada noche hace lo mismo. Se sienta en la esquinita de la cama, me mira, me sonríe, y se va. Confieso que al principio a lo mejor si me asusté un poquito. Pero enseguida se me pasó. No hace nada.
A lo que iba. Esta noche el fantasma abrió la boca y habló.
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Me dijo “Te quiero”. Justo antes de meterse otra vez en su armario. Y a mí me dio un sentimiento muy grande en el pecho, muy adentro. Un calor especial provocado por esa voz. Creo que la reconozco.
Por la mañana, cuando me he despertado, he corrido a la habitación de mi primo Luís. Él tiene fotos guardadas en un álbum. Tengo que aprovechar que es sábado y se ha ido al fútbol con mi tito, si no se enfada porque le remuevo las cosas. Pero es que es el único que tiene las que quiero ver, al menos que yo sepa. En casa de mis titos no tienen en ninguna parte, dicen que les duele. Y tampoco me hablan de ella. Ya no pregunto aunque la echo de menos.
Encuentro justo la que buscaba. Me veo con ella en una especie de parque, rodeados de verde, y yo soy el bebé regordete en sus brazos, ¡vaya pinta tengo! Con pantalones bombachos y medias, ¡pero si soy un chico! Dicen que era cosa de modas de niños pequeños. Menos mal que ya tengo seis años y no me tengo que poner eso, ¡menuda vergüenza! Está muy guapa con su pelo suelto y sus enormes ojos verdes. Nos miramos y sonríe exactamente igual. Sí, es ella.
“Yo también te quiero, mamá”
Ya tengo ganas que sea otra vez de noche, y creo que estoy más contento que aquel día, el de la bici.


