La camisa de la selección



Papá, ya no odio el futbol, porque mañana va a jugar México y lo tenemos que apoyar. Me dijo saliendo del salón y después de que preguntara a la maestra cuál era la tarea: no hay, mañana hay que traer lonche y su playera de la selección porque vamos a ver el partido de México.Camino a casa le pregunto qué quiere llevar para compartir con sus compañeros mientras miran el futbol. Mientras conduzco pienso en que nunca he visto un partido con mi hijo, no he sabido inculcarle el amor por ese deporte ni por su selección. Cerca de casa hay un tienda de uniformes deportivos, allá vamos, sobre las paredes cuelgan montones de casacas y jerséis multicolores, en el local hay otros padres y niños comprando, miran ilusionados las camisas de sus héroes, le pregunto a mi hijo si quiere el verde o el blanco, elige sin mucho entusiasmo el verde, está más preocupado por saber si puedo comprarle un Lego en el puesto del mercado.Mañana le inculcarán el amor a la camiseta y su padre no estará con él. Mañana convivirá con sus compañeros y echará porras a quienes representan a su país. Mañana va a aprender algo sobre el inasible fulgor abstracto con que la Patria se deposita en los movimientos de una oncena, pienso en que es hora de compartirle mis placeres culposos y transformarlos en convivencia, es decir, a mí el futbol no me dice nada, pero veo los partidos de la selección nacional, sin sonido, mientras me dedico a cualquier otra cosa, miro el futbol como un invitado que no alcanzó silla en la mesa principal y espera en una esquina un segundo turno, sonriendo de cuando en cuando al remate de un chiste, asintiendo tranquilo a una conversación… quizá es hora de que festejemos juntos una anotación, no sólo que le compre un jersey de México, también uno de los Raiders, uno de los Yankees, uno de los Pumas para darle gusto a su mamá, o uno del Necaxa que es el equipo de la ciudad en que nació; quizá es hora de que lo lleve al estadio Victoria, pertinentemente acompañado, para contagiarnos de la emoción del aficionado.Pertenencia, identidad, espíritu de equipo… no había pensado que son mi responsabilidad y, mal que bien, la estoy depositando en la escuela. Le mido la camiseta verde, cuando le pido que se la quite reitera que ya no odia el futbol, que ahora sí le va a ir a México y a los Pumas. Me sorprende su memoria, hace unos meses pasamos por la misma tienda, en un intento por darle una felicidad a su madre, le dije que le iba a comprar un uniforme de los Pumas. Nos detuvimos frente al local y cuando se lo dije un hombre se paró ante nosotros: No le haga eso señor, no le compre el de Pumas, yo se lo pago, pero compre uno del América. Nos reímos los tres. Al final no compré nada porque no había de su talla, pero pasé la tarde convenciendo a mi hijo que no repitiera que le iba al América, que eso le iba a hacer daño a su madre.Comemos, tenemos cosas más importantes que platicar y olvido sintonizar un partido de futbol para explicarle lo poco que entiendo, dejo la televisión en el canal de noticias. Repasamos los días de la semana, le prometo que el sábado vamos al cine después de la natación y le pido que el domingo me acompañe a votar, me mira como si tuviera que explicarle que es un fuera de lugar, le explico que el domingo todos tenemos que elegir quién va a ser nuestro gobierno, que te dan unas hojas y con una tachita eliges a quién prefieres. Rápido se desinteresa y vuelve a su plato, me pide que le cambie a la televisión y ponga uno de sus programas.Creo entender lo que está mal conmigo y cómo tengo que modificar mi forma de compartir mis intereses, es decir, yo puedo decir No amo mi patria. Su fulgor abstracto es inasible, pero no tengo derecho a imponerle esa creencia; puedo decirle que no creo en Dios, pero no negarle el conocimiento de la Fe; eso y muchas cosas más, es mi responsabilidad. La mesa del comedor está llena de libros, la casa está llena de libros… algunas tardes, mientras él me pide ver videos nos sentamos en el sillón y mientras él descifra lo que Thano, el titán loco, puede lograr si reúne las gemas del infinito, yo leo, nunca lo obligaría a tomar un libro, quiero que sea un placer y así se acerque a la lectura, me autoaplico una palmadita en la espalda: bien muchacho, así se hace, con el ejemplo… pero la victoria es pírrica pues recuerdo lo de la Patria, Dios y la Selección Nacional.Su madre llega por él. Le muestro el uniforme de la selección de futbol, mi hijo se pone la casaca, la porta orgulloso, algo encuentra en la mirada de su madre que ya no se la quiere quitar, me dice que la va a traer puesta hasta mañana que vaya a la escuela. Me despido, mientras miro alejarse el automóvil pienso en que el domingo voy a ir por él y le voy a pedir que me acompañe a votar, sobre el partido de mañana, tiene a su mamá y es un niño afortunado por ello.
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Published on June 26, 2018 20:44
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