Miguel Ángel Hernández's Blog, page 3

September 8, 2021

Charla en el Instituto Cervantes de Berlín

 El pasado 26 de agosto, tuve la suerte de charlar virtualmente con el escritor y crítico cinematográfico Wolfgang Martin Hamdorf. El acto lo organizó el Instituto Cervantes de Berlín dentro de su ciclo "Autores en directo". Hablamos especialmente de Intento de escapada y El dolor de los demás, y también de Murcia, ciudad protagonista de una extraordinaria exposición en el Museo de Culturas Europeas de Berlín. Aquí os dejo el vídeo de la charla. Ojalá os interese. 





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Published on September 08, 2021 10:04

September 5, 2021

Contra Florencia

Como prometí en el post anterior, quiero que el blog vuelva a ser también una memoria de lecturas, al menos de ciertas impresiones inmediatas, particulares y no necesariamente exportables a otros lectores. 

Este verano he leído menos que otros. Quizá porque las vacaciones han sido mucho más cortas y las he aprovechado para encerrarme en la escritura de la novela. Incluso en el viaje a Florencia me he llevado el ordenador y, todas las mañanas, antes de desayunar, he tratado de sacar unas horas para dedicar a la escritura. 

Precisamente para ir haciéndome la cabeza a Florencia, esos días rescaté Contra Florencia, el libro de Mario Colleoni que tenía en la estantería casi dos años, esperando el momento preciso de la lectura. Lo disfruté mucho. Y ha sido una de las lecturas que más gozo me han producido este verano.

No es exactamente un libro de viajes, sino más bien de una serie de reflexiones y experiencias vinculadas con lugares y personajes de Florencia. Es una declaración de amor a la ciudad, al arte y a la literatura. Me gustaron especialmente los capítulos dedicados a ciertos detalles de la historia del arte que acabaron transformando mi mirada. Sucedió así con la reflexión sobre el detalle de las manos que sujetan al niño en las Madonnas de Duccio, Cimabue y Giotto, las tres en una sala de los Uffizi dedicada al Trecento. Mario Colleoni se fija en ese detalle para decirnos cómo cambia la visión del mundo en aquellos años en los que se estaba gestando un nuevo modo de representación. Sólo por ese capítulo ya merece la pena todo el libro. Cuando entré en esa sala de los Uffizi, su reflexión fue la que condujo mi mirada, que se posó en las manos que sostienen, que afianzan y que acarician a Jesús. Me sucedió lo mismo con los relieves del concurso de las primeras puertas del Baptisterio de Florencia. También observé las obras de Ghiberti y Brunelleschi a través de lo que había leído en ese capítulo en el que Colleoni habla del concurso que transformó el curso del arte occidental. Y con muchos rincones de Florencia, que experimenté a través de sus ojos y su memoria.

Leí el libro prácticamente de un tirón en el vuelo que me llevó a Florencia, como una especie de preparación para lo que me iba a encontrar en la ciudad. Y durante toda la lectura no pude evitar un sentimiento extraño a medio camino entre la nostalgia y la envidia. Recordé mis años de estudiante y los meses recluido en la biblioteca hipnotizado por el Renacimiento. En aquellos años, leí todo lo que tenía a mi alcance en la biblioteca de la universidad, tratando de paliar los pobres apuntes de clase y el poco interés que el profesor generaba por la asignatura. Con el tiempo, sin embargo, acabé dedicándome a la contemporaneidad y a la teoría del arte. Las clases apasionantes de Francisco Jarauta –sin duda, el mejor profesor que he tenido– fueron las culpables.

He escrito nostalgia y envidia porque, en la lectura de Contra Florencia, evoqué esos años de estudiante, pero también sentí envidia por los que han dedicado su vida a estudiar esa época mágica. Una envidia que este verano se trasformó en necesidad: la de volver a dedicarle atención al arte del pasado, aunque sea a "nivel de usurario"; no como investigador, sino como un curioso que quiere y necesita volver a aprender. Con esas ideas acabé el libro y también regresé de Florencia, con una pasión renovada por ese arte que, en principio, está tan lejos de mis intereses. Parece ser que, por mucho que yo haya querido escaparme y esquivar la disciplina, en el fondo sigo siendo un historiador del arte. 

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Published on September 05, 2021 03:07

September 1, 2021

Lecturas por venir

Hubo un tiempo en que este blog era también un blog de lecturas. No tanto un blog de crítica como de impresiones de lectura. No soy crítico literario, ni lo pretendo, entre otras cosas porque no tengo formación. Lo que sí soy es un lector entregado y algo compulsivo.

En los diversos "diarios públicos" que he tenido hasta la fecha (Presente continuo, Diario de Ithaca, Aquí y ahora y Tiempo por venir), no he cesado de dejar constancia de lo leído (también de lo visto, de lo vivido y de lo bebido). Ahora, mientras trato de descansar de esa presión de entregar una entrada del diario cada semana, he pensado en retomar aquí algunas de esas impresiones de lectura. Me resulta más fácil hacerlo aquí que en Twitter, donde uno tiene que buscar el adjetivo preciso para que quepa en el tuit, o en Instagram, tecleando en la pantalla del móvil y buscando el ángulo preciso de la foto. 

Como he escrito en entradas anteriores, me he propuesto recuperar el blog, no dejarlo morir, dotándolo de contenido nuevo o posteando aquí artículos, entrevistas, conferencias y todo aquello que en las redes sociales acaba sepultado. Estoy últimamente en modo vintage. Así que recuperaré esta bitácora también para comentar lecturas, plantear pequeñas reflexiones o escribir tonterías que no van a ningún lugar. Por alguna razón, siento aquí menos presión que en Twitter, Facebook o Instagram. No es una escritura que requiere el like y la respuesta inmediata. Es, en realidad, un camino cortado de internet, una ruina digital, como los pasajes parisinos que tanto hicieron pensar a Benjamin. El blog como un espacio por el que ya solo transitan aquellos que no van rápido –o que caminan y leen más lento–, que se demoran en la lectura de una entrada de varios párrafos que apenas pretende nada. El blog como un espacio entre el libro y el tuit. El blog como un secreto a la vista de todos.

Y eso, que en breve retomamos aquí las lecturas. Poco a poco y sin prisa, que ha comenzado septiembre y las gestiones universitarias ya me han sepultado.

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Published on September 01, 2021 14:21

August 31, 2021

La nada es mía

A [Artículo publicado en Almudí. Revista de cultura de Murcia, nº 12, julio de 2021] 

La noticia se hizo viral a finales del pasado mayo: el artista Salvatore Garau vendía por 15.000 euros una obra invisible. Io Sono era el título de esta escultura inmaterial que mostraba una idea, una emoción pura, una proyección mental del artista en un espacio vacío. 

Varias semanas después, el artista el norteamericano Tom Miller demandó a Garau porque él ya había expuesto una nada de esas características en 2016, Nothing, que fue “instalada” en una plaza de Gainesville, en Florida. Por si eso fuera poco, unos días más tarde, otro artista, el español Boyer Tresaco también denunció que él llevaba realizando este tipo de esculturas invisibles desde hacía años. Una de ellas, 2.200 decímetros cúbicos de Nada, se encuentra “expuesta” en la Fundación-Museo que el artista tiene en La Manga del Mar Menor.


Vista desde fuera, esta situación parece una competición entre vendedores de humo. Pertenece a la serie de noticias sobre el arte contemporáneo que cada dos por tres florecen en los medios y que parecen consolidar la imagen extendida de este mundo con un lugar de farsantes en el que nadie reconoce que el emperador está desnudo. Sin duda, esa es una visión ingenua y maniquea del mundo del arte, y resulta ya cansado argumentar en contra de ella.

Por eso prefiero referirme aquí a otra cuestión central que emerge de esa sucesión de noticias sobre las esculturas inmateriales: el debate en torno a la originalidad y la propiedad intelectual de algo tan ambiguo como la nada. Y me interesa porque, entre otras cosas, pone sobre la mesa una cuestión central que sobre todo opera en el arte contemporáneo: el sentido de la obra va mucho más allá de lo que se ve, de tal manera que incluso obras aparentemente semejantes pueden estar a años luz en su intención, acción y significado. A esto lo denominó Arthur Danto “indiscernibilidad visual” y, en un contexto diferente, pero con unas implicaciones cercanas, Erwin Panofsky lo llamó “pseudomorfismo”. En ambos casos se trataba de la toma de conciencia de que una forma o una apariencia semejante no revela un significado o un mundo equivalente. Es decir, dos cuadros negros iguales pueden surgir de impulsos diferentes y construir significados incluso opuestos. Y eso, por supuesto, es lo que ocurre con las tres nadas por cuya originalidad pugnan estos artistas.

De hecho, la tendencia al cero o la nada ha sido una constante en el arte moderno. La nómina de vacíos, obras invisibles, silentes o desmaterializadas es infinita. Pero, sobre todo, su origen o su sentido proviene de varios caminos y genealogías. Ya Lucy Lippard y John Chandler hablaron de ellos en “La desmaterialización del arte”, su célebre artículo de 1968, Se referían al arte conceptual, pero también al arte que desustanciaba el objeto y lo hacía desaparecer. Una tradición que, en realidad, proviene de varias líneas. Una, fundamental, se vincula con el romanticismo y lo sublime: el desbordamiento del lenguaje y de lo visible, que nos lleva hacia lo inmaterial y lo intangible, casi en contacto con lo sagrado. Es la nada de la galería vacía de Yves Klein o la nada de James Turrell. Una nada que conecta también con el pensamiento oriental y que hace su aparición en el arte contemporáneo gracias a artistas como John Cage.

Junto a esa nada romántica, también encontramos la nada nihilista. La nada del sinsentido. La nada que supone una crítica a las convenciones artísticas, como la nada irónica del dadaísmo. La nada del Aire de París, de Duchamp, la nada del arte conceptual, de las obras mentales de Robert Barry, de las esculturas de humo de Robert Morris. Y, por supuesto, la nada política y existencialista: la nada de Teresa Margolles –la vaporización del agua con el que se han lavado cadáveres en la morgue de la Ciudad de México–, la nada del gas que inunda una sinagoga alemana en la polémica obra de Santiago Sierra, o la nada de los monumentos invisibles sobre el Holocausto de Jochen Gerz. La nada que evidencia el dolor, la violencia, la muerte, la ausencia. 

La lista es larga. Mucho más de lo que uno imagina. Nadas y vacíos con formas semejantes y significados contrapuestos. Por eso hacen gracia estos debates estériles.  Reclamar la originalidad o la invención de la nada o lo invisible es como reclamar la invención del lenguaje o la propiedad del cielo. Una tontería. Pero es cierto que nos sirve para algo: para ponernos sobre la pista de artistas que, con toda probabilidad, no hayan entendido nada de nada.


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Published on August 31, 2021 01:50

August 28, 2021

Una página menos

Desde que volví de Florencia, he tratado de encerrarme en el despacho a escribir. A la novela todavía le falta.   Corrección, reescritura e incluso escritura de nuevos capítulos. Esto es lo más me cuesta. Porque hay un momento en el que la mente se pone en modo editor y funciona para corregir, pulir, cambiar palabras, eliminar reiteraciones, aclarar, espesar..., pero no crear de la nada. Y en esta fase en la que estoy hay días en los que me dedico a esa tarea de espesar y editar y otros en los que tengo que introducir escenas o fragmentos de la historia que son necesarios para que todo funcione. Llevo prácticamente todo el verano para dos de ellos. Hoy acabo de terminar uno y ha sido como subir el Tourmalet. Buscaba las palabras y no llegaban. 
Sin embargo, estos momentos de creación en medio de la edición –aunque ambas cosas formen parte, en realidad, del mismo proceso– sirven para introducirse con fuerza en la historia y hacer los personajes vuelvan a cobrar vida. 
También estos días vivo algo obsesionado con el título. No acabo de encontrar uno que me satisfaga. Anoche, en mitad de un sueño, alguien me sugirió uno. En el sueño me pareció ideal, pero esta mañana he comprobado que no tenía sentido. Sin embargo, después de un rato de volver a pensar en posibles títulos, este título soñado me ha conducido a uno que, de momento, me resulta acertado. He llegado incluso a cambiar el nombre del documento de Word. No sé lo que durará, pero es cierto que lo necesitaba. Necesitaba un título para proseguir la escritura. Un título que se convierta no sólo en un horizonte para alcanzar, sino en un pegamento para unir todas las piezas que aún no encuentran sutura. 
En esas estamos. Con pequeños triunfos y muchos fracasos. Con momentos de euforia y momentos de mierda. Confiando diez minutos y maldiciendo veinte. Esto también es escribir. Creer y descreer. Continuamente. 
Hoy, después de terminar ese capítulo que se me atragantaba, lo he impreso y lo he sumado a lo que ya llevo corregido. Necesito ver cómo crece levemente la pila de hojas. Al menos eso. El triunfo cuantitativo. Un hoja más. Una página menos para el final.

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Published on August 28, 2021 11:26

August 20, 2021

La mirada anacronista

Una de las obras que más ganas tenía de ver en Florencia era La Virgen de las sombras, el fresco de Fra Angelico situado en un pasillo del convento de San Marcos. En realidad, quería ver el convento y las celdas decoradas por el pintor, pero me hacía especial ilusión encontrarme con esta obra que Georges Didi-Huberman sitúa en la base de su teoría del anacronismo. En la introducción de Ante el tiempo, el historiador del arte francés hace referencia a los años en los que escribía su tesis sobre Fra Angelico (publicada en 1990 como Fra Angelico: Dissemblance et Figuration y que incomprensiblemente no está traducida al castellano). 

Didi-Huberman relata su encuentro con esta obra y el modo en que, en uno de sus paseos, de reojo, uno de los mármoles representados en la parte de abajo de la composición le recordó a un dripping de Pollock. Es más, fue precisamente la memoria del dripping –la conciencia de haberlo visto– la que lo hizo fijarse en esta parte de la obra que habitualmente pasaba desapercibida en las descripciones y análisis de los historiadores del arte. El anacronismo –más bien, la mirada anacronista– aparece entonces como una herramienta productiva para la Historia del Arte. En lugar de ser, como dicen los historicistas, "el mayor pecado del historiador", se convierte en algo no sólo fundamental, sino inevitable. 

Después, Didi-Huberman observa que es imposible esa supuesta tarea del historiador de "reconstruir el pasado", entre otras cosas, porque el pasado como tal no existe en puridad. Hay un entrecruzamiento de líneas temporales, como en cualquier tiempo. ¿Cuál es el pasado de Fra Angelico? ¿El Renacimiento? ¿Existe el Renacimiento como una entidad cerrada? Didi-Huberman dirá que el pasado de Fra Angelico está compuesto de muchos pasados, presentes y futuros. No es posible reconstruirlo como si pudiéramos mirar una imagen y volver a pintarla igual que estaba. El Renacimiento, como cualquier periodo de la historia, es mucho más complejo de como nos lo han solido contar. Un ejemplo magistral de esa complejidad lo encontramos en el libro de Alex Nagel y Cristopher Wood, Renacimiento Anacronista.

Me interesa mucho la teoría del anacronismo en la historia del arte. Igual que la noción de Preposterous History de Mieke Bal. Y cualquier visión de la historia que no anule el punto de vista de quien mira. El lugar del espectador en el tiempo, pero también el lugar de los afectos. La relación móvil con la obra. Es lo que intento hacer cuando escribo sobre arte: no quitarme de en medio, dejar un resto de mi presencia ante la obra, proponer una lectura abierta y contingente, no una explicación onmiabarcadora. 

Y me interesa también la relación afectiva de los historiadores con ciertas obras de arte, a las que vuelven una y otra vez para ilustrar sus ideas. Obras casi mágicas, que sustentan teorías. Ese sería un buen libro, o un buen artículo: Historia del Arte y obsesión. Didi-Huberman y La Virgen de las Sombras, Panofsky y el grabado La Melancolía de Durero... Algún día tal vez, con tiempo, regrese a esto.

Por ahora, me contento con dejar constancia de este interés. Y también de las ganas que tenía de ver esa obra de Fra Angelico. Puedo decir que la visita al convento de San Marcos tal vez haya sido la mejor experiencia del viaje a Florencia. La contemplación de las celdas decoradas, el encuentro con La anunciación al subir las escaleras, y la constatación de ese dripping en los mármoles representados de La Virgen de las sombras ya vale todo el viaje. Ahí fue lo más cerca que estuve del Stendhal. 

Y lo que sí sucedió es que, a partir de ese momento, la mirada anacronista se activó. Sentí que el tiempo se abría y ya no pude evitar ver restos del presente en las obras del pasado. Por ejemplo, acuarelas abstractas en las obras de Fra Filippo Lippi; stories de Instagram en los tondos de gran parte de las pinturas; o incluso películas de Christopher Nolan en la propia superposición de edificios en la ciudad de Florencia. Quizá sea que la mirada anacronista no se puede evitar. Y que cada vez que miramos al pasado no podemos salirnos de nuestro presente. Tal vez la clave sea ser consciente de eso, saber manejarlo, utilizarlo como arma y herramienta. No perder del todo el lugar y el tiempo desde el que miramos. Pero a la vez dejarlo volar, confrontarlo con otros tiempos y otros lugares. Ponerlo todo en relación. Ponerlo todo en cuestión.







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Published on August 20, 2021 00:13

August 17, 2021

Sostener la escritura

Por supuesto, he venido estos días a Florencia también con la intención de continuar escribiendo la novela. Me he traído el manuscrito impreso y los cuadernos y he tratado de levantarme todas las mañanas un poco antes que Womahn y escribir unos cuantos párrafos en el ordenador. Me ha costado bastante concentrarme, pero he podido terminar un capítulo nuevo y corregir algunos de los que ya tenía escritos. Aunque había planeado escribir más, con eso me contento. Lo importante era no abandonar del todo la novela estos diez días. Volver a entrar en ella después es siempre lo más difícil. 

Tengo, lo confieso, ganas ya de volver. De sentarme en mi escritorio, con todas mis comodidades, y continuar el trabajo. Es una de las novelas que más me está costando escribir. Volver a la ficción después de tanta no-ficción está siendo un desafío –y también un poquito de pesadilla–. Cada vez que me salgo de la novela –por trabajo o compromisos varios– me cuesta horrores volver a entrar, recorrer de nuevo la trama, coger el tono, meterme en la cabeza de la protagonista... Por eso no quería abandonarla en ningún momento. Por eso, incluso aquí en Florencia, en mitad de una riada de arte, he tenido que continuarla. Para sostenerla, para estar sintonizado, aunque ante cada iglesia, cada pintura y escultura, mi cabeza sólo pensase en la historia que estoy escribiendo. Y muy en el fondo, a pesar de tanta belleza, yo sólo quisiera volver a casa y sentarme frente al ordenador grande de mi despacho. 

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Published on August 17, 2021 00:52

August 15, 2021

Dedos sobre un teclado

¿Cómo es posible que siendo historiador del arte y con más de 40 años aún no hubieras visitado Florencia? Pues es posible. El viaje siempre pospuesto. Demasiado evidente. Florencia, la cuna del Renacimiento. Ya llegará el momento. Y el momento ha llegado. En plena ola de calor, pero ha llegado.
Supongo que pasará un tiempo para que pueda procesarlo todo. No me cabe una obra de arte más en la cabeza. Comprendo ahora a Stendhal (aunque nunca sepa poner la h en su sitio). No era la belleza. Era la saturación. La imposibilidad de asumirlo todo. Quizá también por eso la necesidad de volver a escribir aquí. Para poner palabras a la experiencia, para ordenar algo esa masa de imágenes que se entrelazan ahora en la cabeza. Ahí se confunden museos, iglesias, frescos, esculturas, miniaturas y palacios. Y, claro, también calles, restaurantes, paninos y aperoles. Todo ahora mismo es una misma cosa. 
Esa es también la razón por la que hoy hemos parado. Un domingo en Florencia sin apenas salir de casa. El calor y los mosquitos ayudan, claro. Pero sobre todo la necesidad de frenar al menos un día. De respirar un segundo y dejar que todo comience a buscar su lugar. Parar para escribir, para cerrar los ojos y dejar que fluyan las palabras. Aunque sea así, sin pensar demasiado, sin volver la vista atrás un segundo para corregir. Así serán también el resto de las entradas de este blog. Como las que escribiría en un cuaderno. Esbozos. Palabras precarias. Escritura contingente. Dedos moviéndose sobre un teclado. Poco más.

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Published on August 15, 2021 09:20

August 13, 2021

Recomenzar

Posteábamos ayer... 

Igual que en ocasiones uno se despide a la francesa, supongo que es lícito también saludar del mismo modo. Actuar como si nada después de una larga temporada de ausencia. Aquí estamos de nuevo. Más de medio año después de haber pensado que iba a recomenzar a rescatar este blog. Porque recomenzar no se acaba nunca. Fracasa de nuevo, fracasa mejor.

Viernes 13 de agosto, escribo desde Florencia. Hace casi dos meses que abandoné el diario público que publicaba en La Verdad. Me servía para dejar constancia de mi rutina, pero también de algunas ideas y experiencias, también de lecturas y reflexiones sobre la escritura. Necesitaba dejarlo –sobre todo la obligación de enviar todas las semanas 1400 palabras al periódico–, pero es cierto que lo echo de menos. También he dejado este verano, al menos por un tiempo, de postear en Facebook y en Twitter. Y a veces siento la necesidad de compartir pensamientos y me olvido de que tengo este no(ha)lugar y que debería regresar. Así que he decidido rescatarlo. Una vez más. Tampoco lo voy a decir muy alto, porque es posible que mañana se me hayan ido las ganas. Pero hoy quería escribir aquí. 

Llevo unos días en Florencia y mi Stendhal es la necesidad de escribir. Es la experiencia de la ciudad. Pero es sobre todo la pulsión de escritura, de dejar constancia de emociones e ideas. Podría hacerlo en un cuaderno, claro. Pero me apetece hacerlo aquí. Volver a este espacio abandonado. Hacerlo después de haberme quedado sin aire ante los frescos de Ghirlandaio en Santa Maria Novella. 

Y eso, que hoy comienzo una vez más. A ver lo que dura el renacimiento.

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Published on August 13, 2021 11:39

November 21, 2020

Pues ya

 –Oye, que decías que ibas a regresar a este blog y nos tienes abandonados. Otra vez.

–Ay, lo siento, de verdad. Llevo unas semanitas...

–Ya, pero es que si no cumples tus promesas, pues no las hagas.

–Tampoco es eso, que dije que volvería a poner cosas poco a poco.

–Y tan poco a poco. Vamos, que casi llevas un mes desde la última tontería. Para eso no te pongas, déjalo como estaba y fin.  Para poca salud, ninguna. 

–Bueno, quizá tengas razón. Pero es que me daba tanta pena no volver aunque fuese un poquito. 

–Sí, claro, como visitar a la familia lejana. La quieres mucho cuando vas, pero no vas nunca, así que no la querrás tanto.

–Mira, tampoco te pongas así, que bastante que contesto a tus impertinencias. Tampoco tengo obligación de hacerlo.

–¡Cómo que no! Quién crees tú que te hace escribir, ¿tu vocación? Pues no, soy yo, que siempre tiene que iniciar el texto. Si fuera por ti, no escribirías una línea.

–Claro, como si tú teclearas algo. Aquí el que está moviendo los deditos sobre el teclado soy yo, no tú.

–Y estas manos ¿qué? ¿De quién son? Anda, no seas fantasioso. Estoy de tu omnipotencia hasta la gorra.

–La gorra es mía. No te quieras apropiar también de eso. Si ni siquiera tienes cabeza.

–Como sabes dónde me duele. No sé si para qué comienzo a hablar contigo. Sólo veo ahí resentimiento. 

–Yo veo más bien sinsentimiento. O, ya que estamos, sin sentido.

–Pues más vale eso que nada.

–Ves, ahí sí que estamos de acuerdo. Más vale eso que nada. 

–Eso es lo que quería que escribieras. 

–Pues ya está escrito.

–Pues ya está.

–Pues ya.

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Published on November 21, 2020 02:59

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Miguel Ángel Hernández
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