Miguel Ángel Hernández's Blog, page 2

February 5, 2023

Anoxia

En este regreso al blog, imagino que debería comenzar diciendo que terminé una novela hace unos meses y que se ha publicado este 25 de enero: Anoxia, en Anagrama. Lleva dos semanas de vida y de momento me está dando muchas alegrías. La primera y más importante: haberla conseguido terminar. Se me atragantó la cosa después de El dolor de los demás, y no tenía claro que el proyecto fuese a llegar a buen puerto. Me siento orgulloso sobre todo de haberla logrado sacar adelante. Con ninguna novela, ni siquiera con la primera, he tenido tantas dudas y desvelos. Y tampoco con ninguna he estado tantas veces tentado a abandonarla. Lo que quería hacer necesitaba muchísimo trabajo. Y a veces uno desfallece porque no ve el final, y todo naufraga una y otra vez. Pero al final, a fuerza de trabajo –de oficio, diría–, ha salido algo bastante digno. Mucho más de lo que creía que podría salir. Es curioso, mientras uno escribe duda de todo. Cuando termina, sigue dudando. Pero hay un momento –y no sé claramente identificar cuándo acontece– en el que comienzas a creer del todo en lo que has hecho, en el que lo ves desde fuera y te das cuenta de que, de verdad, eso funciona y ya lo puedes defender. Eso me ha sucedido con esta novela más que con ninguna otra. La duda constante por si lo que se hace tiene sentido. Y luego, al final, el convencimiento, ya venido desde el exterior, de que lo tiene. 

Y en esas estamos ahora, convenciéndonos de que el trabajo ha merecido la pena. En la web de Anagrama está toda la información y algunas reseñas (aunque como decía en el post anterior) iré poniendo por aquí alguna cosa y alguna reflexión sobre ellas. 

Que no he dicho nada, pero que, por supuesto, sigue siendo un sueño de crío grande lo de publicar en Anagrama, la editorial que ocupa para mí un lugar esencial en mi educación intelectual y emocional, en lo que yo pensaba que era la literatura. Así que cada vez que veo un libro mío ahí (van cuatro novelas y un ensayito), me sigo pellizcando para ver si es verdad y por qué un payo de la huerta de Murcia tiene ese honor y ese privilegio.

Aquí tenéis toda la información de la novela: https://www.anagrama-ed.es/libro/narrativas-hispanicas/anoxia/9788433901668/NH_704

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Published on February 05, 2023 11:27

Regresando en uno, dos, tres...

 Hace casi un año que no entro aquí. En el último post, de marzo de 2022, decía que, tras un tiempo de silencio y de fatiga, iba a retomar este "No (ha) lugar". Evidentemente no fue así. Ya no lo anuncio más. Porque luego nunca se cumple. Pero, bueno, en este último año han pasado muchísimas cosas. De todo lo que uno se pueda imaginar. Así que no vamos a hacer resumen. Entre otras cosas, porque tampoco sé para quién tendría que resumir nada. Solo sé que esta tarde, después de meses y meses, por fin he tenido un momento de tiempo absolutamente libre. Y en un hotel de Barcelona, recién llegado de una semana en Grenoble y unos días en Ámsterdam, he dicho: mira, me apetece escribir algo en el blog, aunque no tenga nada especial que decir.

Y así, simplemente, sin comerlo ni beberlo, recomenzar. Y lo mismo utilizar este blog, que sigue zombi pero sigue, como repositorio también de noticias, entrevistas, reseñas y cosas varias. Aunque sea sobre todo para mí. Luego todo se me pierde, desaparecen las páginas, desparecen las entrevistas, las cosas que uno va diciendo y, al final, nada se guarda. Así que utilizaré este espacio como repositorio. De lo que vaya escribiendo y también de lo que vaya saliendo sobre lo que escribo. Lo hice bien –creo– con Intento de escapada. Pero después me olvidé. Y salen muchas cosas –reseñas, entrevistas, notas– sobre las novelas o los ensayos y está todo desperdigado por ahí.

Me lo propongo y a ver lo que dura la propuesta. Pero allá voy. Regresando en uno, dos, tres...

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Published on February 05, 2023 11:11

March 15, 2022

Fatiga

 Dos meses y medio sin escribir por aquí. Demasiado. Pero, bueno, nunca es tarde para retomar. Además, aquí escribe uno cuando puede, cuando le apetece, cuando lo necesita. Y ahora puedo, me apetece y lo necesito. O eso pienso. O da igual. Escribo y ya está. Creo que, aparte de mis cuadernos secretos, este es el espacio en el que con más libertad escribo. También en el que lo hago con más rapidez. Sin mirar un segundo hacia atrás a corregir erratas y sin planificar tampoco un segundo lo que me da por escribir. 

Son días extraños estos. La locura de la guerra, por supuesto. Disparate incomprensible que acaba tiñéndolo todo de gris. Pero también días extraños en lo personal. La sensación de que todo se repite. De un acabamiento y también de vuelta a comenzar. Supongo que tiene que ver con que he vuelto a pillar el COVID. La segunda vez notificada (aunque por en medio hay más de una sospechosa). La primera fue hace justo ahora dos años, nada más comenzar el estado de alerta y el primer confinamiento. Lo recuerdo como un cansancio infinito, y también como una sensación de fatiga del mundo que, imagino, tendría que ver con la sobresaturación de información del momento. 

Ahora algo de eso ha vuelto. Ha sido leve, pero el cansancio y la sensación de fatiga del mundo ha vuelto. Y ahora que estoy saliendo me planteo seriamente una pequeña retirada, un apagón de redes, una vuelta a mis aposentos, a la penumbra de lo privado. Lo pide el cuerpo y lo pide el alma. Silencio, oscuridad, recogimiento. 

Como en el confinamiento, los días son ahora también grises (bueno, en Murcia son naranjas por la calima), el cielo encapotado, el ambiente denso, como si todo se estuviera agrietando. Tal vez eso también influye en el ánimo, en esa necesidad de retirada. 

Decir que no a todo. Acabar con los compromisos adquiridos y decir que no. Eso es lo que quisiera hacer. No presentar más libros ajenos. En menos de dos meses tengo que presentar cinco. Es tiempo, pero también es desgaste. La gente ya me tiene muy visto. Demasiado. Y entre la lectura y la preparación, se van los días y las horas. 

La dirección del departamento la llevo como puedo. Tiene picos. Semanas en las que no puedes hacer otra cosa y semanas en las que, salvo algunas rutinas burocráticas, apenas se nota. Pero es un peso continuo. 

Al menos he logrado terminar la novela y estoy contento. Es, creo, la que más me ha costado escribir. Por salir de El dolor de los demás, pero también por escribirla en medio de la vorágine diaria. Y he acabado cansado. Como si hubiera subido una piedra a una montaña más de mil veces. 

Quizá se juntan ahora demasiados cansancios. El físico, el mental y el emocional. Y quizá haya llegado también el momento de descansar. Al menos de preparar el espacio para eso. Sé que será difícil. Pero lo voy a intentar. Decir que no. Darle la vuelta al MOFO, a ese miedo a perderse cosas. Celebrarlo. Celebrar estar fuera del mundo, perderse cosas, quedarse con uno mismo. Perdérselo todo para poder encontrarse. Al menos intentarlo. Fracasar mejor. Todo lo mejor que uno pueda. 


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Published on March 15, 2022 06:42

December 31, 2021

Mis 10 libros de 2021


Este año he leído muchos libros buenos. Antes llevaba la cuenta; un pequeño diario de lecturas. Luego lo dejé y me pasé a Goodreads; también lo dejé y subí fotos a Instagram, que funcionó como una especie de memoria. Pero ahora sólo subo algunas cosas y otras se me olvidan, o directamente no las subo para no dar la brasa. Así que solo me queda la memoria del buen sabor de boca que me han dejado algunos libros. Por eso, este año voy a escribir esta lista de memoria, con las cosas que he leído y recuerdo con un gusto especial. Por supuesto, no es una lista de lo mejor del año. Entre otras cosas, porque sale de lo que he leído. Y es cierto que he leído mucho, pero en comparación con lo que se ha publicado, es apenas una cata, algo anecdótico. 

Me dejo fuera de la lista los ensayos. La lista entonces sería interminable. 

1. Recuerdo haber disfrutado muchísimo con los diarios de Rafael Chirbes (Anagrama). Si me piden el libro del año, puede que diga que es ese. Al menos, para mí. Escribí esto para el suplemento Ababol: "He vivido varias semanas dentro de este libro. Los cuadernos íntimos de Chirbes, escritos entre 1984 y 2005, el periodo comprendido entre la gestación de su primera novela y los inicios de su consagración como uno de los grandes autores de la literatura contemporánea. Encontramos aquí varios Chirbes: el observador desencantado del mundo moderno, el hombre en lucha constante contra su propia sexualidad, el lector incansable y crítico, pero sobre el escritor inteligente que reflexiona sobre su propia obra. Esto es, sin duda, lo que más me ha fascinado del libro, las dudas y vacilaciones de Chirbes. Ahí es donde uno reconoce a un grande, en su capacidad de hacerse pequeño e insignificante frente al desafío de la escritura."  

2. También disfruté mucho con Huaco Retrato, de Gabriela Wiener (Random House). Me interesó especialmente la reflexión sobre el colonialismo y la herencia del pasado. Incluso más que la parte del poliamor. Y eso que yo soy mucho de poliamar. 

3. Otro libro que mantengo vivo en mi recuerdo es Llévame a casa, de Jesús Carrasco (Seix Barral). Un libro honesto y duro sobre la relación de los hijos con los padres. Tal vez me gustó tanto porque, mientras lo leía, no podía evitar ponerme en su lugar, pensar en mis padres, también en los espacios del pasado. Hay descripciones que no se me han ido de la cabeza. Creo que lo voy a releer. 

4. También sobre la responsabilidad que tenemos con los que nos han querido o criado reflexiona Las gratitudes, de Delphine de Vigan (Anagrama). De ella me gusta hasta los andares. Y este libro me tocó de lleno. La vejez, la pérdida, pero también la amistad, el cuidado, hasta el final.

5. Otro libro para leer en bucle es La canción de NOF4, de Raúl Quinto (Jekyll&Jill), quizá uno de los mejores de este año. Una indagación en los límites de la locura. Un libro extraño, inteligente y hermoso. 

6. En este mismo sentido, el de libros extraños e inesperados, me ha interesado especialmente Membrana, de Jorge Carrión (Galaxia Gutemberg), sobre el que ya escribí aquí. Su propuesta de una museología del futuro y de un arte-ficción marca un antes y un después en las relaciones entre arte y literatura. 

7. He disfrutado también como un crío con Nola, de Antonio Jiménez Morato (Jekyll&Jill). Un viaje a Nueva Orleans que es también una visión crítica del mundo académico y del mundo literario. Ácido y desencantado. Me ha recordado a ese Chirbes ácido de los diarios, pero en tiempo presente, sin guardarse nada y a pecho descubierto.

8. No quiero olvidarme de El país de los otros, de Leila Slimani (Cabaret Voltaire). Una novela como las de antes. No me ha tocado tanto la fibra como Canción dulce, que me deslumbró, pero he reconocido ahí a una escritora sólida, capaz de afrontar una historia compleja, la realidad de una historia (la del colonialismo francés) vista desde un ángulo (el de las mujeres) que ha permanecido en los márgenes de lo contado.

9. He llegado tarde a Tres, de Dror Mishani (Anagrama). Casi se me escapa en el año. Pero me ha parecido de lo mejor que se ha publicado en España. Una novela redonda. Un prodigio de tono. Y unas historias entrelazadas que funcionan como un puzzle perfecto. Hacía mucho tiempo que no me levantaba temprano y me ponía a leer incluso antes de desayunar. Esta novela lo ha conseguido.

10. El último libro que he leído este año ha sido Hamnet, de Maggie O'Farrell (Libros del Asteroide). También un libro hermoso. Una prosa increíble. Un libro sobre el duelo y la necesidad de contar el pasado. Aunque se me ha hecho un poco bola a la mitad, luego ha conseguido remontar y cerrar con un final emocionante. Las primeras páginas y las últimas son puro arte narrativo.




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Published on December 31, 2021 02:53

November 21, 2021

Finalizando cosas

 Voy utilizando este blog últimamente como lo comencé a hacer en su origen, como una especie de cuaderno de cosas, un no(ha)lugar que recoge todo aquello que no cabe en otro lado. Cuento cosas, pero no todas, no con la obligación de un diario, al menos de los diarios públicos que he escrito y que se publicaban semanalmente. Por ejemplo, no he escrito aquí que he logrado poner fin a un borrador de la nueva novela. Subí la foto a Instagram, las poco más de 60.000 palabras, pero aquí no escribí nada. 

Aunque mientras escribes una novela tienes momentos de todo (una montaña rusa de emociones), lo cierto es que estoy contento. Si no con el resultado (eso aún no tengo la distancia para juzgarlo), sí al menos con el hecho de haber conseguido terminarla. No las tenía todas conmigo, la verdad. He dudado mucho y he estado tentado a abandonar en más de una ocasión. Como he dicho ya más de una vez, esta novela me ha resultado especialmente difícil porque tenía que salir de la anterior. Pero también porque en mi cabeza late ya la historia de la siguiente, que busca ya comenzar. Eso nunca me ha sucedido. Que una novela quiera comenzar antes de acabar la anterior. Pero esta vez es así. Intuyo que lo que he escrito era necesario para cerrar algo anterior. Yo quería escribir una novela que se alejar de El dolor de los demás, pero en realidad lo que hace es retomarla y continuar explorando algunas cuestiones que ya estaban ahí latentes (especialmente, la reflexión sobre sobre la imagen última y la memoria). Así que en el fondo entiendo esta nueva novela como una especie de reverberación de lo ya escrito. Un coletazo antes de emprender algo que sí es (al menos si continúo la imagen que tengo en la cabeza) radicalmente diferente. 

No sé. Eso pienso ahora, cuando aún no está perfilada y queda todavía mucho trabajo. Pero ya hay algo. Y ahora lo que falta es pulir y corregir.

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Published on November 21, 2021 04:34

November 4, 2021

Membrana: la novela como exposición

Viene bajo la forma de una novela –al menos, gana un premio de novela y se publica en una colección de narrativa–, pero lo que ha escrito Jorge Carrión es un libro inclasificable –tal vez novela sea, en efecto, el marco más amplio para entenderlo–. Un ensayo-ficción sobre el futuro que vendrá, pero también sobre el futuro que ya está aquí. El tiempo por venir, pero también el que ya ha venido, incluso el que vino hace algún tiempo. Es un libro de historia prospectiva. De historia fáctica, pero también de historia ficción. Es un catálogo de arte. De arte real, pero también de arte imaginado. Un libro de museología-ficción. Un discurso curatorial. El escritor como comisario. El escritor como museólogo. Es la imaginación en estado puro. Es un libro inteligente. Un libro red que en sí mismo cuestiona el libro y, a la vez, lo legitima como forma de transmisión. Un libro múltiple e inagotable. 

Desde ya, ocupa un lugar fundamental en mi estantería de "novela/arte", el espacio en el que guardo los libros imprescindibles para un ensayo que tal vez algún día pueda escribir. Abre la categoría de "novela/exposición" y, a la vez, me hace tener que replantearme el resto de categorías que he esbozado. Eso es lo que hacen los buenos libros –y también las buenas obras de arte–, ponerlo todo patas arriba. Y eso, entre otras cosas, es lo que hace Membrana.



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Published on November 04, 2021 03:29

November 1, 2021

Tomar aire

 Me queda un capítulo para llegar al fin del segundo borrador de la novela (en realidad no es el segundo, es el cuarto, pero lo llamo segundo porque las otras dos versiones apenas fueron esbozos). Vengo sacando tiempo de donde no lo hay para escribir. Momentos robados, madrugones, tardes largas. Voy imprimiendo todo lo que escribo. Acaba un capítulo y lo imprimo. Es la manera de ver ir creciendo poco a poco el manuscrito. De ser consciente de lo que falta pero también de lo que llevo. Hoy, después de imprimir la página 260 y colocarla en la carpeta de anillas en las que voy encuadernando el manuscrito, me he quedado un momento viendo el grosor, las páginas escritas. Sé que es una tontería, pero me he llenado de satisfacción. No sé si esto llegará a buen puerto –si es mejor o peor novela que las anteriores–, pero ahora que emprendo la recta final –al menos la de esta versión– me he dado cuenta de todo el trabajo que hay detrás, del proceso constante, de desvelos y de cómo poco a poco se ha ido formando algo que antes no existía. Incluso sin terminar lo celebro. No la novela, sino el esfuerzo, el trabajo. A veces hay que pararse y también reconocerlo. Aunque sea solo para alentarnos, para animarnos a seguir. Otear al fondo la meta, intuirla, pero también mirar el camino recorrido. Parar en el último repecho, cuando todavía la meta no está y lo único que tenemos es el camino. En ese repecho estoy hoy, tomando aire, respirando, dando gracias por continuar de pie.



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Published on November 01, 2021 09:18

September 26, 2021

El artista como juguetero (notas para una conferencia)

En septiembre de 2017, tuve la suerte de impartir una pequeña conferencia en la Escuela de Verano Walter Benjamin en Portbou. Ese año el programa de la escuela giraba en torno a Infancia en Berlín hacia 1900, uno de los textos más fascinantes de Benjamin, y yo planteé una reflexión preliminar sobre una posible relación entre esas memorias de la infancia, el arte y el mundo de los juguetes. Hace unos días, rebuscando en el disco duro, encontré el archivo con las notas para esa conferencia. Hay párrafos elaborados y muchas notas sueltas e intuiciones apresuradas. Me gustaría sacar tiempo algún día para desarrollar esas ideas y escribir algo más elaborado. Pero mientras tanto –tampoco sé si ese día llegará–, y aprovechando que hoy es 26 de septiembre y se cumplen ya 81 años del fallecimiento de Benjamin en Portbou, aquí os dejo estas notas apresuradas sobre la infancia, el arte y la nostalgia del paraíso. 


Walter Benjamin es para mí una referencia central. Su pensamiento me ha influido de modos que ni siquiera puedo intuir. Muchas veces me sorprendo al leer y encontrar en sus textos pensamientos míos –no, por supuesto, porque Benjamin me copie a mí, sino porque he interiorizado su modo de pensar y sus ideas de una manera que ha llegado a ser inseparable del modo en que veo el mundo–. Es, en ese sentido, no un autor que estudie, sino un pensamiento que me conduce y me posee. No soy un estudioso de Benjamin. Sino un apasionado. No soy un experto. Sino alguien a quien la figura lo ha seducido y obsesionado, y sobre todo alguien a quien el pensamiento lo ha atravesado. Por eso estar aquí en Portbou esta tarde es un placer y un honor tremendos. Es el viaje siempre pospuesto, la peregrinación que antes o después sabía que tenía que hacer. Que haya sido con motivo de este coloquio y de esta Escuela de Verano –ya de Otoño– no me puede alegrar más. Cuando Pilar Parcerisas me comentó el texto en torno al que iba a girar este año el Simposio, tuve que dar varias vueltas hasta encontrar un modo de abordarlo desde el arte contemporáneo, que es a lo que me dedico, al menos parcialmente.

 

Mi acercamiento a Benjamin se inició sobre todo a través de sus textos sobre la historia, en especial las Tesis sobre el concepto de historia y todos los textos relacionados, especialmente la parte N (Teoría del conocimiento) de El libro de los pasajes.  Partiendo de sus ideas en esos textos, en algunos ensayos he intentado observar la influencia de su pensamiento histórico sobre algunas prácticas artísticas contemporáneas, aquellas que he llamado “arte de historia”. Prácticas que formarían parte de lo que algunos críticos, como Dieter Roelstraete, han denominado “el giro historiográfico” del arte contemporáneo, a saber, el modo en que ciertos artistas trabajan con la historia como si fueran virtuales historiadores. Pero historiadores materialistas, parecidos al historiador imaginado por Benjamin en sus tesis. Historiadores que entienden la historia como algo abierto, que trabajan con residuos y fragmentos cortados, que intentan rescatar lo perdido, construir un presente a partir de un pasado. Historiadores que, como Benjamin, entienden que el pasado no es pasado y que, por tanto, puede redimirse. Historiadores que entienden al final que hacer historia, recordar, despertar, es también hacer política. 


Infancia en Berlín hacia 1900 (o Infancia berlinesa hacia mil novecientos, según la reciente traducción de Richard Gross, publicada por Periférica) es un texto que no he transitado demasiado como investigador. Igual que Calle de dirección única Historias y relatos, que los he leído más con una intención recreativa que analítica, para disfrutar de la escritura de Benjamin y visualizar esas historias e imágenes del pasado. Al volver estas semanas a ese texto para tomar impulso para esta charla, he descubierto que, en realidad, en esos recuerdos fragmentarios del pasado infantil está condensado gran parte del pensamiento de Benjamin que me había interesado. La memoria, la rememoración, la nostalgia, la ciudad moderna, la vida de las cosas, la materialidad de la experiencia…, y la distancia entre el presente desde el que se recuerda y ese mundo que ya se ha perdido. Que se ha perdido porque el tiempo ha pasado sobre él (uno ha crecido), pero que se ha perdido sobre todo porque ya ha desaparecido, porque aquel mundo del pasado, de hecho, ya lo estaba haciendo (desaparecer). Aquella infancia imposible de recuperar del todo, aquel paraíso perdido, es también, de alguna manera, una modalidad de experiencia que poco a poco ha ido dejando de existir. Es el quiasmo entre dos mundos. Es la nostalgia de aquel paraíso en el que las cosas tenían vida, en el que un mundo naciente y un mundo en ocaso se estaban entrecruzando. 

 

Y todo ello a través de lo afectivo, del yo que recuerda, del sujeto que se muestra porque no puede ser puesto a un lado. Creo que de todos los textos de Benjamin es el más literario. Ahí, un yo se muestra. El mundo se abre a un yo –ese yo que Benjamin renunciaba a pronunciar en sus ensayos críticos–. Esta es una de las cosas que más me interesan de este texto. Cómo el yo se formula. El yo concreto a través del cual se traduce la época. Pero para esta charla me interesa rescatar sobre todo el potencial de la infancia como lugar en el que también se encuentran las energías de la revolución y del cambio. En cierto modo, al menos esa es mi lectura, la infancia aquí es para Benjamin el pasado, es la historia misma –como dirá también Agamben en Infancia e historia–. La infancia como aspiración y como lugar de libertad y construcción de sueños. Pero también la relación que, en la infancia, según Benjamin, tenemos con los objetos, con esa materialidad viva, casi mágica, de las cosas.

 

Tanto en este texto como en otros dedicados a los juegos y los juguetes, Benjamin se refiere a ese mundo de la infancia como un lugar mágico y con un potencial desmedido. Recordarlo, revivirlo, en cierto modo es reforzar una aspiración cortada, es intentar prolongarlo al presente. 

 

La tesis que quería esbozar –ya no digo ni siquiera defender– es que ese mundo de la infancia y los juguetes, perdido para siempre, pervive –y el propio Benjamin lo intuye en más de una ocasión– en el arte. En el sentido lúdico de la práctica artística, pero también en la materialidad no transparente de las cosas, la objetualidad no meramente instrumental de los objetos. El artista, como el niño, miran el mundo de nuevo.

 

En Benjamin hay una nostalgia de ese no poder aprender a hacer las cosas de nuevo. De esa primera vez que ya nunca más se repite. “Ahora sé caminar; no podré aprenderlo nunca más” (IB1900, 49).

 

La lectura del texto de Benjamin me ha hecho repensar la relación entre el arte y la infancia, el arte y la experiencia del juego y su objeto, el juguete. Dedicaré una parte de la conferencia a esbozar algunas ideas sobre el juego y el arte y a mostrar algunos ejemplos, que comenzarán en el arte moderno y las vanguardias, pero que intentarán centrarse en el arte más contemporáneo, mostrando algunas vías de trabajo de los artistas de hoy, que exploran ese universo trazado por Benjamin. 

 

La influencia de Benjamin en el arte y la teoría modernas y contemporáneas no es novedad. Sus textos han sido una presencia constante, utilizados una y otra vez como referencia. Sus teorías sobre la obra de arte en la época de la reproducción técnica han informado décadas de pensamiento sobre la fotografía, el cine y los media. A partir de su ensayo seminal, se han introducido diferentes cuestiones indispensables en el desarrollo de la relación entre el arte y la tecnología: la célebre “pérdida del aura”, las posibilidades emancipadoras de las nuevas técnicas o el peligro de la estetización de la política y los usos perversos por parte del poder, cuestiones que siguen aún constituyendo puntos centrales hoy, incluso en la era digital.  

 

En el terreno del arte contemporáneo, la crítica postestructuralista reclamó su pensamiento como central, sobre todo para articular la relación entre arte y política.  Y, por otro lado, con la entrada de los medios mecánicos en la esfera del arte de vanguardia, comenzaron a utilizarse toda una serie de categorías de análisis que aún siguen vigentes y que provienen directamente de los textos de Benjamin: conceptos tales como “interrupción”, “percepción distraída” o “desnaturalización temporal”… se han convertido en criterios maestros a través de los que una obra de arte se “juzga” como políticamente avanzada o conservadora

 

Por supuesto, los estudios visuales han contribuido a la consolidación de su figura. En la creación de una disciplina de corte crítico frente a los regímenes de visión hegemónicos, el pensamiento de la sospecha visual de Benjamin ocupa un papel central. Es el Benjamin crítico de la cultura de masas, que observa que dentro de las formas visuales de la modernidad, las artes tradicionales ocupan un papel secundario. Este Benjamin que se ocupa de analizar las otras visualidades de lo moderno es, en esencia, el del Libro de los pasajes. Una obra que, gracias sobre todo a interpretaciones como la de Susan Buck-Morrs, se ha posicionado como un modelo central de análisis de la cultura y la visualidad.  

 

Este Benjamin de los pasajes, pero también de sus ensayos sobre Fuchs y el coleccionismo, ha sido la figura central que se ha reclamado desde la museología o el pensamiento de la memoria. Las reflexiones en torno a la figura del coleccionista y la noción de archivo han sido solicitadas por la crítica institucional y por la museología contemporánea. Las ideas del archivo, como las del Atlas de Warburg, son fundamentales en esta noción de hacer historia.  Una concepción de la historia que rompe la linealidad y lo diacrónico para introducir lo sincrónico: una visión del tiempo en la que todo está dado a la vez, como un despliegue. Es ahí donde entra en juego, por supuesto, la noción de “imagen dialéctica” como condensación y tensión de temporalidades y significados. La obra de Georges Didi-Huberman ha sido fundamental en el rescate de este Benjamin del montaje y lo anacrónico. Ante el tiempo es un rescate del modo de hacer y pensar la historia. 

 

Todos estos Benjamin han sido determinantes para generaciones de artistas visuales. En los últimos años, también se ha reclamado el Benjamin teórico de la historia. Aquí es donde he intentado hacer mi aportación, como expliqué al principio, tanto en un librito sobre el arte de historia (Materializar el pasado: el artista como historiador (benjaminiano), Micromegas, 2012) como en una serie de ensayos sobre el arte y el tiempo reúnidos en El arte a contratiempo: historia, obsolescencia, estéticas migratorias (Akal, 2020).

 

La importancia para las artes de Infancia en Berlín no ha sido tanta como para el ámbito de la literatura, igual que Calle de dirección única, una obra de la que toda una faz de la narrativa actual es deudora. No obstante, lo que Benjamin despliega en ese texto condensa, como he comentado anteriormente, un imaginario y una reflexión sobre el mundo de la infancia y sobre la memoria del paraíso que tiene mucho que ver con el desarrollado por gran parte del arte moderno y contemporáneo. 

 

La relación entre el arte y las actividades de la infancia ha sido bien estudiada y es bastante conocida. De Platón hasta Kant, el mundo de los niños estuvo vinculado con el mundo de las percepciones puras, en un sentido que tenía mucho que ver con la actividad artística. A menudo se comparaba la acción improductiva de los artistas con el juego de los niños. O incluso a las obras de arte con los juguetes. La importancia del juego, la relación con el rito y con el mito, ha sido también una constante en la antropología. El texto de Giorgio Agamben “El país de los juguetes”, incluido en Infancia e historia, ilustra bastante bien esa complejidad. 

 

Pero fue la modernidad, sin duda, la que vio en la infancia el verdadero lugar de la pureza, de la esencia y de la naturaleza del hombre libre. Influidos por la Ilustración y especialmente por Rousseau y las teorías en torno a lo primitivo, la infancia comenzó a verse como el lugar de verdadero contacto con la esencia íntima de lo humano. 

Los poetas y los artistas, a la búsqueda de esa pureza y de la verdad íntima más allá de las convenciones culturales, no tardarían en observar a la infancia como modelo. 

 

Aunque esto sea generalizar mucho, se podría decir que el hambre de realidad del arte moderno (de tocar una cierta verdad) tiene que ver con el intento de volver a verlo todo con los ojos del niño, volver a esa primera vez en la que la mirada no estaba embotada de cultura. 

 

Esto es una constante desde el texto fundador de la estética de la modernidad, El pintor de la vida de moderna, donde Baudelaire habla del pintor como hombre-niño que quisiera limpiar sus pupilas de todo lo que ha visto, hasta todas las tendencias vanguardistas que intentan romper con los modelos y sistemas de representación aprendidos. “Me gustaría ser un niño”, dijo una vez Cézanne en 1904 a Emile Bernard. 

 

El cubismo, el expresionismo, el dadaísmo o el constructivismo se edifican en el fondo sobre ese retorno primitivo a la infancia –a la infancia de la mirada–, a la libertad del niño, y también a la magia de los objetos y el mundo material.

 

En realidad, estos trabajos se parecen bastante al sentido que Benjamin da a los juguetes primitivos. Juguetes en los que el niño ejercita la semejanza, pero que también puede manipular. Cuanto más atractivos son los juguetes, menos útiles para jugar. Hay un recelo de los juguetes sofisticados e industrializados. La mano del constructor de alguna manera empatiza con la mano del niño. La máquina, sin embargo, impone un orden sobre él. Y el niño ya no puede hacer nada con el objeto. No puede dominarlo. 


“El efecto del juguete llega al niño “a través de la configuración de su muñeco o perrito, en tanto puedan imaginarse cómo fueron hechos” “El espíritu del que surgen los productos, es decir, todo el proceso de fabricación y no solo su resultado, está presente para el niño en el juguete, y naturalmente comprende mucho mejor un objeto producido de manera primitiva que otro procedente de un complicado proceso industrial. Ahí reside, dicho sea de paso, el justificado núcleo del afán moderno por producir juguetes infantiles “primitivos” (Benjamin, “Juguetes rusos”). 

 

De algún modo, los objetos de arte pertenecen a esta lógica del juguete primitivo. Al juguete sobre el que se proyecta la semejanza. El juguete en el que es la imaginación y la potencia de la creatividad la que se ejercita. 

 

Se podría hacer una historia del arte moderno a través del acercamiento de la infancia. A los sistemas de representación de la infancia, a la reducción del lenguaje; pensemos en Paul Klee, en la abstracción de Kandinsky, en Matisse, en Miró, en Picasso, en Dubuffet… o incluso al modo de trabajo de los niños con los objetos, la construcción, el mecano, el bricolaje, la construcción, el propio montaje. Algunos autores, como Norman Brosterman, llegan a sugerir que el arte moderno no sería lo que es sin la importancia de los kindergarten, teorizados por primera vez por Friedrich Fröbel, y los instrumentos pedagógicos utilizados en esos lugares para fomentar la creatividad, los famosos veinte “dones” o juguetes artísticos. La idea de enseñar a los niños a reconocer patrones y formas fue para Brosterman una las piezas básicas a partir de las que se construyó la modernidad artística. 

 

La relación entre los juguetes y la vanguardia fue objeto de una exposición fascinante hace unos años en el Museo Picasso de Málaga (4 octubre 2010 - 30 enero 2011): Los juguetes de las vanguardias. Allí se exploraban tanto los juguetes diseñados por los artistas como los objetos que, siendo obras de arte, partían de juguetes. O esos objetos cuyo carácter nunca estaba claro del todo, juguetes u objetos. 

 

Imágenes:

-Lyonel Feininger, La ciudad, 1925-1955

-Joaquín Torres-García, Perro, 1924-25 

-Paul Klee, Sin título (Fantasma eléctrico), 1923.

-Alexander Calder, Circo, 1926-31.

-Picasso, Guitarra

-Picasso, Babuino 

-Alexander Rodchenko, Construcciones espaciales, 1920-21

 

Sin lugar a duda, una de las grandes invenciones del arte moderno también está en la lógica del juguete. El reaprovechamiento y reapropiación del objeto que hace Marcel Duchamp en el readymade no es otra cosa que un juguete. Él mismo lo llamaba juguete filosófico. Eso era la Rueda de bicicleta, o Un ruido secreto. Un juguete para pensar. Un juguete para adultos. 

 

La importancia del juego en Duchamp es quizá más evidente que en ningún otro artista del XX. El juego mental, el juego de estrategia, el juego del niño (LOOQ), el juego de azar… (Ruleta de San Francisco)… el juego óptico (Rotorelievs).

 

La historia de los juguetes y el arte de vanguardia es fructífera. Los nombres y los ejemplos son infinitos. En el arte contemporáneo, de la neovanguardia en adelante, los ejemplos también son constantes. 

 

-La clave de un movimiento como el neodadá es precisamente la recuperación de las actitudes infantiles y la libertad creativa del niño que habían sido exploradas en las vanguardias.  El gesto radical de Rauschenberg borrando el dibujo de Willen De Kooning. Los happenings de Kaprow son un juego. Igual que las acciones fluxus, configuradas con las reglas de los juegos infantiles. Las acciones de Robert Morris. Las máquinas de performance. Las danzas minimalista en la caja. El juego del escondite, de Vito Acconci.

 

Como digo, la relación con el mundo de la infancia es una constante, la idea del arte como un juego de adultos, o un juego en ocasiones de duelo, porque ese mundo nunca es totalmente recuperable. De hecho, el museo, como la colección, es el lugar donde el juguete deja de tener todo el sentido, cuando no llega a utilizarse. En ese momento, condensa la historia, pero no explota, no es acontecimiento, puro presente, como el juguete. Esta es la tensión del arte: la tensión entre el objeto inerte y el objeto vivo. 

 

[Agamben: “Un vistazo al mundo de los juguetes muestra que los niños, esos ropavejeros de la humanidad, juegan con cualquier antigualla que les caiga en las manos y que el juego conserva así objetos y comportamientos profanos que ya no existen. Todo lo que es viejo, independientemente de su origen sacro, es susceptible de convertirse en juguete” (101) El juguete para Agamben es puro tiempo. Es la historia. Es el pasado puesto en obra a través del acontecimiento.]

 

[Benjamin: “Cuando el impulso de jugar repentinamente invade a un adulto, esto no significa recaída en la infancia. Por supuesto jugar siempre supone una liberación. Al jugar los niños, rodeados de un mundo de gigantes, crean uno pequeño que es el adecuado para ellos; en cambio el adulto, rodeado por la amenaza de lo real, le quita horror al mundo haciendo de él una copia reducida. El deseo de aligerar una existencia insoportable ha alimentado en gran medida el creciente interés que, desde el fin de la guerra, han despertado los juegos y los libros infantiles”. (Juguetes, 14)]

 

En el arte más reciente, esa relación con el juego, el juguete, la infancia… sigue estando presente de muchas maneras. 

 

-Las estéticas del trauma: El peluchismo, Annette Messager, Louis Bourgeois, Mike Kelley. 

-La escala: las miniaturas de Liliana Porter. O las obras siniestras de Ron Mueck. Ni muñeco ni humano. Grande y pequeño. Otro lugar donde la infancia entra en juego, pero en un sentido traumático. 

-La escala del juguete en ocasiones coincide con la realidad. Simulacros: Eduardo Balanza. Cultos de cargo. Construcción tecnológica con materiales precarios y frágiles. 

 -La cuestión del reciclaje, el trabajo con los restos, pero también la de la semejanza está en la obra de Tim Noble y Sue Webster. Sombras. 

-Más allá de la semejanza, esa estética precaria está también en gran parte de la estética relacional: el reciclaje y el aprovechamiento. Thomas Hirschhorn.  

-Pero también la idea de lo lúdico, el juego en la galería, la relación, la conversión del museo en un kindergarten. 

  

Y podríamos continuar ad infinitum. En realidad, en todos estas obras está presente la fantasía infantil. El sentido de imaginar mundos minúsculos, diferentes, impensables. Esa es la potencia del juego. Y ese es también el lugar del arte. El repositorio en el que esa potencia aún reside. La potencia de lo pequeño, de lo frágil, como el castillo de arena o de naipes. 

 

Hoy, en un mundo dominado por la alta definición y lo hipertecnológico, construir con restos, con lo frágil, dejar restos de lo hecho, hacer como los niños, es quizá un modo de resistencia, si no una estrategia articulada, sí al menos una táctica.

 

La influencia del pensamiento de Benjamin en estas prácticas no es siempre evidente, por supuesto. Se trata más bien de un sentido compartido del mundo. Situar en el mismo espacio estas prácticas y las ideas de Benjamin puede ser enriquecedor. El mundo del paraíso de la infancia informa estas prácticas, y al mismo tiempo la visión de estas obras nos sirve para leer a Benjamin de otro modo. Porque lo que tenemos claro es que hoy, para nosotros, ambas realidades son contemporáneas, que hablan a nuestro presente, como también nos sigue hablando y aludiendo lo escrito por Benjamin. 




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Published on September 26, 2021 03:52

September 17, 2021

Vingt ans plus tard

Hay pocas cosas que me hagan más ilusión que ver mis libros en otro idioma. Por alguna razón, verlos en francés me produce un placer especial. Tal vez sea porque, a pesar de que mi francés es malo, malo, malo, mi cultura literaria y filosófica es bastante francófona. Barthes, Foucault, Carrère, De Vigan, Ernaux... son mis referentes. Creo, además, que es un contexto en el que lo que escribo puede ser entendido. Eso es lo que espero con la publicación próxima (el 6 de octubre) de El dolor de los demás. Aparecerá en Éditions Globe, una editorial centrada en la traducción y con una querencia particular por la no-ficción o los libros basados en hechos reales. Es un sello relativamente joven, pero sus publicaciones ya han conseguido algún que otro premio. Y sobre todo, sus libros son serios y contundentes. Así que no puedo estar más contento.
Ahí aparecerá El dolor de los demás con el título de Vingt ans plus tard. Confieso que al principio me incomodó que no se respetase el título original. Pero he de decir que este título genera también una lectura que tiene mucho que ver con la novela: la idea de volver al pasado veinte años después, la distancia con el trauma, el tiempo del duelo... No es un título ajeno al argumento, sino todo lo contrario. 
La misma incomodidad me generó al principio la imagen de portada. Me la encontré de sopetón y tardé un tiempo en asumirla. Siempre había tenido en mente la fotografía de la portada española, esa fotografía que después ocupa un papel central en la acción. Pero las portadas de Globe siempre aparecen con una ilustración del artista Gabriel Gay. Cuando superé el primer encontronazo y me fijé en la imagen, mi relación con ella se transformó de inmediato. Y confieso que cada día me gusta más. La imagen condensa mucho de lo que sucede en la novela. Es una interpretación de uno de los momentos centrales, pero también una lectura de esa idea de acercarse al abismo para contemplar el pasado.

Me gusta la ilustración, pero también me perturba –en el buen sentido–. Sobre todo un detalle: el color violeta y azul de la chaqueta de uno de los personajes que miran al barranco. Es imposible que el artista lo sepa, pero yo tuve un chándal de tactel de ese mismo color. Y cuando recuerdo aquellos años, inconscientemente me veo vestido con ese chándal. Decía Roland Barthes que algunos detalles de la fotografía nos punzaban porque se dirigían a algo más allá de lo evidente. También la pintura nos atraviesa. Y esa mancha violeta es para mí el punctum de la imagen. El pasado, abriéndose paso y buscando su lugar en el presente. Veinte años después.
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Published on September 17, 2021 01:00

September 15, 2021

Tomar impulso

 Llevo unos días con un cansancio extraño. Más incluso de la cuenta (el nivel de inicio suele ser alto). Es una sensación como de aire pesado sobre mí, como de carga real sobre la cabeza. Hoy me visto arrastrando los pies por la universidad, como si estuviese en un viacrucis. Me lo ha dicho una compañera: hijo, parece que has salido del desierto.

Supongo que es el inicio de curso, que me ha caído encima sin apenas preparación. Lo estoy viviendo como un guantazo en la cara. El 31 de agosto estaba con la novela a tope. En dos meses, a ese ritmo, tal vez la hubiera terminado. Pero el 1 de septiembre llegó la realidad. Y la realidad es, más allá de las clases, la gestión del departamento. El inicio de curso es una puta pesadilla. Gestionar bajas, sustituciones, plazas que no llegan a resolverse, rellenar informes..., hacer frente a peticiones varias. Y, claro, las clases. Al menos ahí disfruto. 

Para continuar con la escritura de la novela y no posponerlo todo hasta navidad, la única solución que he encontrado es levantarme temprano (las seis o seis y media) y escribir unas dos horas seguidas, incluso antes de desayunar. Eso me hace llegar a la universidad con la sensación de haber aprovechado algo. Eso sí, a media mañana estoy para el arrastre. 

Supongo que el cansancio proviene de ahí. También de quedarme leyendo por las noches (porque, claro, leer hay que leer, y estudiar, y tratar de estar al día). 

Una de las cosas que más me cansan –bueno, que más me exasperan– de la gestión y de estos días de no parar es la sensación de que el tiempo se diluye y se van los días sin que en realidad se consiga nada. Se pone uno constantemente listas de tareas y trata de hacerlo todo. Hacer y tachar, hacer y tachar. Y casi nunca se piensa en lo que se ha hecho. 

Hoy he tomado la determinación de pensar también un ratito en lo que día a día he realizado: el párrafo y medio que he conseguido escribir, los mails que he contestado, los fuegos que he apagado, las gestiones que he llevado a cabo. Es la única manera de comprobar en que se emplea el tiempo, de trabajar no sólo por aquello que falta (la lista de lo que hay que hacer), sino desde aquello que está aquí (lo que se ha conseguido). Ser consciente y valorarlo. Mirar lo que uno ha hecho antes de levantarse de la mesa de trabajo. Pensar en la cantidad inmensa de cosas en las que uno ha empleado el tiempo. Celebrar también el éxito.

Sé que suena a autoayuda. Y literalmente lo es. De hecho, lo escribo ahora para intentar ayudarme a mí mismo a lidiar con la vorágine del tiempo. Instaurar también el mirar atrás y no sólo el mirar hacia delante. Pensar que también a veces es necesario frenar y contemplar lo que se ha recorrido. Aunque sólo sea para tomar impulso y saber que no se camina en falso.

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Published on September 15, 2021 22:06

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Miguel Ángel Hernández
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