Miguel Ángel Hernández's Blog, page 11
July 27, 2017
Aquí y ahora, 35
Lunes 20 de marzoDespiertas con sueño y la boca seca. Anoche se te hicieron más de las cuatro terminando la conferencia de Oslo. El traductor te contesta que tendrás la revisión del texto mañana por la mañana. Muy justo, pero a tiempo para preparar el Power Point y ensayar la pronunciación.En la universidad, consejo de departamento. Te lían para estar en la comisión de una plaza de profesor. Dicen que serán dos semanas de gestiones y revisión de currículums, pero que alguien tiene que hacerlo y que ahora no puedes escaparte.En pleno ataque de ansiedad, te compras una bici. La última te la robaron de la cochera y llevas ya un tiempo con la idea en la cabeza. Por alguna extraña razón, piensas que hoy es buen día para hacerlo y pierdes lo que queda de mañana en la tienda.Por la noche, quedas con Leo para hablar de tu novela. Hace ya un mes que terminaste el primer borrador y es momento de comenzar la corrección. Quieres llevarte algunas impresiones de lectura para tenerlas en la cabeza mientras estás en Oslo.A Leo le ha gustado y te devuelve el manuscrito anotado y lleno de sugerencias. Dice que ya la tienes y que está mucho más adelantada de lo que había pensado. Te confirma muchas de tus intuiciones. Te alegra la noche y brindáis por el nuevo libro. Disfrutas del momento, aunque en el fondo sigues inquieto por todo lo que tienes que hacer antes de ponerte con la novela.Al llegar a casa, comienzas a pensar que aún no has preparado nada del viaje y que sales en un día. En la cama, piensas en lo que te vas a llevar, en cómo vas a preparar la presentación, en que al día siguiente te va a dar el tiempo justo, en que no llegas, no llegas, no llegas, no llegas.
Martes 21 de marzoTe levantas extraño. Te duele todo el cuerpo, sobre todo la mandíbula. Después de desayunar intentas contestar unos correos y notas que apenas ves por el ojo izquierdo. No ves el texto. Es como si las gafas no funcionaran. Ya se pasará, piensas. Pero no se pasa y sigues viendo borroso. Bajas al óptico del pueblo y, después de unas pruebas, te dice que vayas corriendo a urgencias. No sabe lo que es, pero no es normal que de un día para otro dejes de ver. Puede ser un desprendimiento de retina. En urgencias pasas la mañana –esa mañana que ibas a dedicar a preparar la conferencia– y el médico no llega a saber lo que te pasa. Todo parece normal, pero tú sigues sin ver. Al final de la mañana te envía a la clínica oftalmológica, donde tienen todos los instrumentos para explorar el ojo en profundidad. A las cuatro, Raquel te lleva a Oftalvist y allí comienzan a hacerte todo tipo de pruebas. Parece que todo está bien. No es desprendimiento de retina. Ni tensión en la vista. Ni nada neurológico, al menos eso es lo que parece. Sólo después de varias exploraciones el oftalmólogo se da cuenta de que el ojo está inflamado y que esa puede ser la causa. El estrés, dice. El cuerpo ha buscado la manera de decirte que lo estabas poniendo al límite. Te ha avisado antes del colapso. Ahora, reposo. Y colirio y antinflamatorio cada cuatro horas. Así, diez días. Diez días con la pupila dilatada. ¿El viaje a Oslo?, preguntas. Cancélalo, dice el médico. Ahora no estás en condiciones de viajar.Escribes como puedes un mail a Mieke Bal excusándote y le envías la ponencia para que vea que, al menos, has trabajado. Dice que no te preocupes, que la salud es lo primero y que ella la leerá por ti.Pasas la tarde apesadumbrado y preocupado. Pero también, lo confiesas, relajado. Es como si te hubieras quitado un peso de encima. A pesar de ver borroso y no poder hacer nada, te sientes liberado. En el fondo, el cuerpo te ha hecho hacer lo que deseabas.Esa misma noche, escribes para cancelar algunos de los próximos compromisos que tenías. Cancelas el viaje a Chile, cancelas varios textos a los que te habías comprometido y que te iban a hacer alejarte de lo que realmente quieres hacer. En la cama, comienzas a pensar que se ha acabado la tontería, que el cuerpo es sabio y que no tienes necesidad de decir que sí a todo, que en realidad lo que estás haciendo es perder tiempo y vida, que nada sirve para nada si no lo disfrutas, que ya has trabajado bastante por cosas que tenías que hacer y que a partir de ahora sólo vas a hacer las cosas que quieres hacer, las que te interesan, las que el cuerpo te pide sin rebelarse.
Miércoles 22 de marzoSigues sin ver. No puedes leer, ni escribir. Intentas escuchar algún podcast. Tocas el piano, sales a caminar. Te aburres.
Jueves 23 de marzoAburrido todo el día. No sabes qué hacer sin leer o escribir. Paseas con gafas de sol. Te escriben algunos amigos. Déjatelo todo, dicen. Todo menos lo suyo, claro.
Viernes 24 de marzoComienzas el día con un paseo. Al final la felicidad va a estar también en estos pequeños momentos.Retomas la novela. Aunque no ves bien, revisas las anotaciones de Leo y empiezas a tenerla en la cabeza. En el fondo, es lo que más deseas ahora, poder entrar de nuevo en ella. Sientes que ha llegado el momento. La historia reclama su lugar, una vez más.
Sábado 25 de marzoSigues sin ver bien, pero si sitúas los libros a una cierta distancia, puedes llegar a leer tapándote un ojo. De lejos, sí que ves. Así que decides salir a dar un paseo en bicicleta y compras algunos libros en Diego Marín. Te sientas en una terraza con un café y comienzas a leer Canción triste, de Leila Slimani. Es la primera vez que eliges un libro por el tamaño de la letra. Te atrapa desde el principio, pero no puedes aguantar más de quince minutos seguidos sin marearte.
Domingo 26 de marzoSigues igual. Visión borrosa. Intentas escribir, pero no puedes hacerlo como quisieras.Sales a dar un paseo en bici por la huerta. Pedaleas despacio como si estuvieras descubriendo un mundo nuevo. Llegas hasta el Yeguas y encuentras allí a tus hermanos, que te invitan a un café. Les cuentas lo que te ha pasado en la vista. Eso te pasa por leer tanto, dice tu hermano Juan. Haz el favor ya de dejarte esa tontería y cuídate, añade tu hermano Emilio. Yk, después, tu hermano Pepe, por teléfono, sigue en la misma línea: ¡No leas más! ¿Es que no has leído ya suficientes libros en toda tu vida? Comprendes que para ellos leer es algo que haces por curiosidad, por placer o por vicio y que, desde luego, no pueden concebir que sea un trabajo. No leas más. Como si eso fuera posible para ti. No pueden imaginar que pedirte eso a ti es lo mismo que pedirte que dejes de vivir: “No respires más, ¿es que no has respirado ya lo suficiente a lo largo de tu vida?”
Martes 21 de marzoTe levantas extraño. Te duele todo el cuerpo, sobre todo la mandíbula. Después de desayunar intentas contestar unos correos y notas que apenas ves por el ojo izquierdo. No ves el texto. Es como si las gafas no funcionaran. Ya se pasará, piensas. Pero no se pasa y sigues viendo borroso. Bajas al óptico del pueblo y, después de unas pruebas, te dice que vayas corriendo a urgencias. No sabe lo que es, pero no es normal que de un día para otro dejes de ver. Puede ser un desprendimiento de retina. En urgencias pasas la mañana –esa mañana que ibas a dedicar a preparar la conferencia– y el médico no llega a saber lo que te pasa. Todo parece normal, pero tú sigues sin ver. Al final de la mañana te envía a la clínica oftalmológica, donde tienen todos los instrumentos para explorar el ojo en profundidad. A las cuatro, Raquel te lleva a Oftalvist y allí comienzan a hacerte todo tipo de pruebas. Parece que todo está bien. No es desprendimiento de retina. Ni tensión en la vista. Ni nada neurológico, al menos eso es lo que parece. Sólo después de varias exploraciones el oftalmólogo se da cuenta de que el ojo está inflamado y que esa puede ser la causa. El estrés, dice. El cuerpo ha buscado la manera de decirte que lo estabas poniendo al límite. Te ha avisado antes del colapso. Ahora, reposo. Y colirio y antinflamatorio cada cuatro horas. Así, diez días. Diez días con la pupila dilatada. ¿El viaje a Oslo?, preguntas. Cancélalo, dice el médico. Ahora no estás en condiciones de viajar.Escribes como puedes un mail a Mieke Bal excusándote y le envías la ponencia para que vea que, al menos, has trabajado. Dice que no te preocupes, que la salud es lo primero y que ella la leerá por ti.Pasas la tarde apesadumbrado y preocupado. Pero también, lo confiesas, relajado. Es como si te hubieras quitado un peso de encima. A pesar de ver borroso y no poder hacer nada, te sientes liberado. En el fondo, el cuerpo te ha hecho hacer lo que deseabas.Esa misma noche, escribes para cancelar algunos de los próximos compromisos que tenías. Cancelas el viaje a Chile, cancelas varios textos a los que te habías comprometido y que te iban a hacer alejarte de lo que realmente quieres hacer. En la cama, comienzas a pensar que se ha acabado la tontería, que el cuerpo es sabio y que no tienes necesidad de decir que sí a todo, que en realidad lo que estás haciendo es perder tiempo y vida, que nada sirve para nada si no lo disfrutas, que ya has trabajado bastante por cosas que tenías que hacer y que a partir de ahora sólo vas a hacer las cosas que quieres hacer, las que te interesan, las que el cuerpo te pide sin rebelarse.
Miércoles 22 de marzoSigues sin ver. No puedes leer, ni escribir. Intentas escuchar algún podcast. Tocas el piano, sales a caminar. Te aburres.
Jueves 23 de marzoAburrido todo el día. No sabes qué hacer sin leer o escribir. Paseas con gafas de sol. Te escriben algunos amigos. Déjatelo todo, dicen. Todo menos lo suyo, claro.
Viernes 24 de marzoComienzas el día con un paseo. Al final la felicidad va a estar también en estos pequeños momentos.Retomas la novela. Aunque no ves bien, revisas las anotaciones de Leo y empiezas a tenerla en la cabeza. En el fondo, es lo que más deseas ahora, poder entrar de nuevo en ella. Sientes que ha llegado el momento. La historia reclama su lugar, una vez más.
Sábado 25 de marzoSigues sin ver bien, pero si sitúas los libros a una cierta distancia, puedes llegar a leer tapándote un ojo. De lejos, sí que ves. Así que decides salir a dar un paseo en bicicleta y compras algunos libros en Diego Marín. Te sientas en una terraza con un café y comienzas a leer Canción triste, de Leila Slimani. Es la primera vez que eliges un libro por el tamaño de la letra. Te atrapa desde el principio, pero no puedes aguantar más de quince minutos seguidos sin marearte.
Domingo 26 de marzoSigues igual. Visión borrosa. Intentas escribir, pero no puedes hacerlo como quisieras.Sales a dar un paseo en bici por la huerta. Pedaleas despacio como si estuvieras descubriendo un mundo nuevo. Llegas hasta el Yeguas y encuentras allí a tus hermanos, que te invitan a un café. Les cuentas lo que te ha pasado en la vista. Eso te pasa por leer tanto, dice tu hermano Juan. Haz el favor ya de dejarte esa tontería y cuídate, añade tu hermano Emilio. Yk, después, tu hermano Pepe, por teléfono, sigue en la misma línea: ¡No leas más! ¿Es que no has leído ya suficientes libros en toda tu vida? Comprendes que para ellos leer es algo que haces por curiosidad, por placer o por vicio y que, desde luego, no pueden concebir que sea un trabajo. No leas más. Como si eso fuera posible para ti. No pueden imaginar que pedirte eso a ti es lo mismo que pedirte que dejes de vivir: “No respires más, ¿es que no has respirado ya lo suficiente a lo largo de tu vida?”
Published on July 27, 2017 02:42
January 3, 2017
Aquí y ahora (diario de escritura), 23
[Publicado en
Eñe. Revista para leer
]
Lunes 19 de diciembreSigue lloviendo. Pasas todo el día escribiendo, sin salir de casa. No avanzas demasiado. Vuelves sobre lo escrito. Planificas a sabiendas de que no cumplirás tus propios propósitos. Pero no importa. Planificar es necesario. Aunque sea para fracasar.Asesinato del embajador ruso en Turquía. Internet se llena de imágenes. Algunos las banalizan inmediatamente. Comienzan los memes. El terrorista en la pose de Fiebre del sábado noche. El terrorista como el protagonista de una película de Tarantino. El terrorista como dj. Y también, claro, el terrorista como un performer. Una obra de arte político, dicen algunos. La imagen ya entra en el flujo de todas las imágenes que tenemos en la cabeza. Liberada de lo que significa –más allá del crimen, del nombre, de la vida real– la imagen es intercambiable. La imagen se desactiva. La realidad muere.Te preocupa esa desactivación, pero te preocupa aún más la inmediatez con la que todo sucede. Necesitas tiempo. El tiempo que ahora ha desaparecido, el tiempo para pensar y digerir la tragedia. Todo tiene que ser ya. Si no opinas en el mismo momento en que suceden las cosas, has perdido tu posicionamiento en el timeline. Necesitas retuits, likes, estados compartidos. Acción-reacción, tiempo-cero, pura actualidad.Acabas el día convencido de que Twitter y las redes sociales no son una herramienta de pensamiento, sino una herramienta de reacción. Es necesario un tiempo de demora, de desfase. Necesitas desincronizarte. Retrasar el reloj. Buscar espacios de silencio. Y, después, más tarde, a contratiempo, escribir, decir, opinar, quizá callar.
Martes 20 de diciembreSale el sol. Escribes el diario. Vas al gimnasio. Te preparas para lo que se avecina.Comienzas a ver The OA. Es una serie extraña, pero te enganchas al misticismo que desprende.
Miércoles 21 de diciembreHoy no tienes un minuto libre. Temprano, subes al campus de Espinardo a una reunión con la vicerrectora de comunicación. Terminas justo para una tutoría de TFG. En clase hablas de la Historia Social del Arte y del modo en que el arte se relaciona con el contexto socioeconómico en el que surge. Te detienes en la obra de Michael Baxandall y en el concepto de “ojo de la época”. Su Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento sigue siendo uno de los libros que mejor explican cómo los modos de ver, sentir e interpretar se construyen en el ámbito de la vida cotidiana. El arte está en medio de las cosas.Al terminar la clase, pasas un rato por el aperitivo del Departamento y te despides de los compañeros. Coges la moto y subes otra vez a Espinardo a la reunión de la comisión del Centro de Estudios Visuales. Bajas a Murcia y te acercas a la presentación del libro de Ana Vidal en el café Ficciones. Llegas a casa y te tiras sobre la cama. Ni siquiera tienes fuerzas para preparar la clase del día siguiente.
Jueves 22 de diciembreA las cinco ya estás despierto. Hoy es día de celebraciones. Dieciocho años que estás con Raquel. En un viaje a Madrid comprasteis un décimo que no os tocó. Una amiga te marcó su teléfono y tú te quedaste sin habla. “Como no nos ha tocado la lotería, te apetece ir al cine esta tarde”. Eso fue lo que dijiste. Y lleváis juntos ya casi una vida.Último día de clase. Feminismo e Historia del Arte. Al final no ha dado tiempo a nada. Siempre te ocurre lo mismo. No sabes planificarte. Aun así, crees que la asignatura ha servido de algo. Sientes que han acabado con más preguntas de las que tenían al principio. Y eso es lo importante. Las certezas que se han roto. Las verdades que se han traqueteado. Eso es lo único que pretendías. Mostrar que las herramientas con las que piensan el mundo también debe ser pensadas. El aplauso al final de la clase lo dota todo de sentido. No es tu vocación la docencia, pero intentas hacerlo lo mejor que puedes. Como otros años, fotografías la pizarra. Allí han quedado las últimas palabras.Miras los periódicos y ves las noticias sobre Diario de Ithaca. El titular de La Verdad te arranca una sonrisa: “Os mataría, vecinos”. Y, en grande, tu foto con cara de malvado. Esperas que nadie se lo tome en serio.Por la tarde es la presentación del libro. El año pasado presentaste El instante de peligro. Mismo día y mismo lugar. Parece que todo se repite. Aunque hay diferencia en la repetición. Eres y no eres el mismo de hace un año. No sabes explicarlo, pero es posible que ahora estés más cerca de ti. En la mesa están Javier y Leo. Os lo pasáis en grande. Cuentas chistes y anécdotas. No puedes aguantar la risa. Cada vez te diviertes más cuando hablas sobre literatura. Será porque, en el fondo, no haces otra cosa más que hablar sobre ti mismo.Después, en el Pura Vida, sigue la fiesta con cervezas y algo de picoteo. Los alumnos del taller de literatura continúan hasta el final. Acabáis en la Yesería. Y después en el Bizz’art. Una vez más, Murcia es una fiesta. La literatura es una fiesta. El instante de peligro se ha convertido en el relámpago de la felicidad.
Viernes 23 de diciembreTodo el día sesteas. Instalas programas en el nuevo Macbook Pro y pierdes casi todo el día explorando posibilidades. Te hipnotiza la tecnología.Por la noche, ves Incendies y te quedas sin habla. Denis Villenueve es un genio. Logra introducirte en la experiencia de la guerra incluso a través de la abstracción. Cualquier lugar, cualquier guerra, cualquier vida. Es un director que tiende a la universalidad. Igual que en La llegada. Las pequeñas historias construyen siempre la gran historia. Lo imperceptible está en la base de las grandes transformaciones. Y el ser humano es un colector de traumas invisibles.
Sábado 24 de diciembreAperitivo de Navidad en Murcia. Intentas aparcar y un policía te grita de muy malas maneras. Raquel te tranquiliza. Si fueras otro te bajabas del coche y le pedías explicaciones. No se te va el cabreo en todo el día.Llegáis los primeros al Bar de Antonio y comenzáis con los vermuts. Luego llegan Ginés, Elisa, Leo y José Manuel. Cambiáis de lugar y os metéis en un bar que apesta vuestra ropa. Al salir te encuentras a Belén y la besas para una foto. Ya no te importa ni el qué dirán. Después, entráis al tardeo del Black Tag y no puedes aguantar tu olor. Tanto anuncio de perfume esta Navidad para acabar oliendo fritanga. Te escapas un momento sin decir nada a nadie y vuelves a casa a ducharte y cambiarte de ropa. Regresas oliendo a persona.La cena de Nochebuena es en casa de Mercedes. Está ella, tu suegra, Raquel, Rosa y tu sobrino. Apenas se te nota el Jägermeister. Al menos eso crees. No manchéis el mantel, dice Mercedes. Pedro tira el agua. Tú tiras el vino. Raquel tira la sidra. Rosa también tira algo. No queda un milímetro limpio.Se os olvida el discurso del Rey y lo buscas en Youtube. Para qué se habrá afeitado, dice alguien. Habla de España, de los españoles, de las elecciones…, no le prestas demasiada atención, la verdad. Sólo más tarde, cuando ves en un tuit una foto del discurso, te das cuenta de que has puesto el discurso del año anterior. Sólo cambiaba la barba. El discurso era intercambiable. No habéis advertido nada raro. Eso es la Monarquía en España. Un señor que dice siempre las mismas cosas. Y unos súbditos que las escuchan como quien oye llover. Una institución zombi. Zombi y tremendamente cara.Os acostáis temprano. Mientras cierras los ojos recuerdas todo lo que pasó esta noche hace veintidós años. Te esfuerzas en recordar. Es curioso; creías que no ibas a poder dejar de pensar en ello durante toda la noche. Pero no. Sólo ahora, mientras intentas dormirte y sigues con el regusto dulzón del Jäger en la garganta, te viene todo a la cabeza. Pasa rápido. Después, sueñas que vuelas y que el Clark Institute es la casa de tus padres. Está vacía. Ellos hace tiempo que partieron. En el centro hay un hueco profundo que decides no mirar.
Domingo 25 de noviembreComida de Navidad en casa de tu hermano Juan. No te cabe nada más en el estómago. Eso es lo que te dices al comenzar. Pero en cuanto abren el vino comienzas a comer. Después, pruebas todos los dulces de la bandeja. No tienes fuerza de voluntad. Pero es Navidad. Ya habrá tiempo para adelgazar.Por la tarde, lees casi de un tirón Piel de Lobo, la última novela de Lara Moreno. A partir de la mitad del libro ya no lo puedes soltar. Está lleno de verdades. Una pérdida, una historia oscura, la relación entre dos hermanas… No puedes evitar que en la lectura reverbere todavía Incendiesy el recuerdo de Nada se opone a la noche, dos historias que te han acompañado estas semanas. Los libros nunca se leen solos. Las lecturas son porosas. Y, por alguna razón, Piel de lobo acaba condensando todo aquello pensado durante los últimos días. Por eso te eriza la nuca en algunos momentos concretos. Porque habla de las historias que se quedan y te acompañan. Las historias reales. Las tangibles. Las que pesan. Las que atraviesan el papel y rajan la piel como una cuchilla afilada.
Lunes 19 de diciembreSigue lloviendo. Pasas todo el día escribiendo, sin salir de casa. No avanzas demasiado. Vuelves sobre lo escrito. Planificas a sabiendas de que no cumplirás tus propios propósitos. Pero no importa. Planificar es necesario. Aunque sea para fracasar.Asesinato del embajador ruso en Turquía. Internet se llena de imágenes. Algunos las banalizan inmediatamente. Comienzan los memes. El terrorista en la pose de Fiebre del sábado noche. El terrorista como el protagonista de una película de Tarantino. El terrorista como dj. Y también, claro, el terrorista como un performer. Una obra de arte político, dicen algunos. La imagen ya entra en el flujo de todas las imágenes que tenemos en la cabeza. Liberada de lo que significa –más allá del crimen, del nombre, de la vida real– la imagen es intercambiable. La imagen se desactiva. La realidad muere.Te preocupa esa desactivación, pero te preocupa aún más la inmediatez con la que todo sucede. Necesitas tiempo. El tiempo que ahora ha desaparecido, el tiempo para pensar y digerir la tragedia. Todo tiene que ser ya. Si no opinas en el mismo momento en que suceden las cosas, has perdido tu posicionamiento en el timeline. Necesitas retuits, likes, estados compartidos. Acción-reacción, tiempo-cero, pura actualidad.Acabas el día convencido de que Twitter y las redes sociales no son una herramienta de pensamiento, sino una herramienta de reacción. Es necesario un tiempo de demora, de desfase. Necesitas desincronizarte. Retrasar el reloj. Buscar espacios de silencio. Y, después, más tarde, a contratiempo, escribir, decir, opinar, quizá callar.
Martes 20 de diciembreSale el sol. Escribes el diario. Vas al gimnasio. Te preparas para lo que se avecina.Comienzas a ver The OA. Es una serie extraña, pero te enganchas al misticismo que desprende.
Miércoles 21 de diciembreHoy no tienes un minuto libre. Temprano, subes al campus de Espinardo a una reunión con la vicerrectora de comunicación. Terminas justo para una tutoría de TFG. En clase hablas de la Historia Social del Arte y del modo en que el arte se relaciona con el contexto socioeconómico en el que surge. Te detienes en la obra de Michael Baxandall y en el concepto de “ojo de la época”. Su Pintura y vida cotidiana en el Renacimiento sigue siendo uno de los libros que mejor explican cómo los modos de ver, sentir e interpretar se construyen en el ámbito de la vida cotidiana. El arte está en medio de las cosas.Al terminar la clase, pasas un rato por el aperitivo del Departamento y te despides de los compañeros. Coges la moto y subes otra vez a Espinardo a la reunión de la comisión del Centro de Estudios Visuales. Bajas a Murcia y te acercas a la presentación del libro de Ana Vidal en el café Ficciones. Llegas a casa y te tiras sobre la cama. Ni siquiera tienes fuerzas para preparar la clase del día siguiente.
Jueves 22 de diciembreA las cinco ya estás despierto. Hoy es día de celebraciones. Dieciocho años que estás con Raquel. En un viaje a Madrid comprasteis un décimo que no os tocó. Una amiga te marcó su teléfono y tú te quedaste sin habla. “Como no nos ha tocado la lotería, te apetece ir al cine esta tarde”. Eso fue lo que dijiste. Y lleváis juntos ya casi una vida.Último día de clase. Feminismo e Historia del Arte. Al final no ha dado tiempo a nada. Siempre te ocurre lo mismo. No sabes planificarte. Aun así, crees que la asignatura ha servido de algo. Sientes que han acabado con más preguntas de las que tenían al principio. Y eso es lo importante. Las certezas que se han roto. Las verdades que se han traqueteado. Eso es lo único que pretendías. Mostrar que las herramientas con las que piensan el mundo también debe ser pensadas. El aplauso al final de la clase lo dota todo de sentido. No es tu vocación la docencia, pero intentas hacerlo lo mejor que puedes. Como otros años, fotografías la pizarra. Allí han quedado las últimas palabras.Miras los periódicos y ves las noticias sobre Diario de Ithaca. El titular de La Verdad te arranca una sonrisa: “Os mataría, vecinos”. Y, en grande, tu foto con cara de malvado. Esperas que nadie se lo tome en serio.Por la tarde es la presentación del libro. El año pasado presentaste El instante de peligro. Mismo día y mismo lugar. Parece que todo se repite. Aunque hay diferencia en la repetición. Eres y no eres el mismo de hace un año. No sabes explicarlo, pero es posible que ahora estés más cerca de ti. En la mesa están Javier y Leo. Os lo pasáis en grande. Cuentas chistes y anécdotas. No puedes aguantar la risa. Cada vez te diviertes más cuando hablas sobre literatura. Será porque, en el fondo, no haces otra cosa más que hablar sobre ti mismo.Después, en el Pura Vida, sigue la fiesta con cervezas y algo de picoteo. Los alumnos del taller de literatura continúan hasta el final. Acabáis en la Yesería. Y después en el Bizz’art. Una vez más, Murcia es una fiesta. La literatura es una fiesta. El instante de peligro se ha convertido en el relámpago de la felicidad.
Viernes 23 de diciembreTodo el día sesteas. Instalas programas en el nuevo Macbook Pro y pierdes casi todo el día explorando posibilidades. Te hipnotiza la tecnología.Por la noche, ves Incendies y te quedas sin habla. Denis Villenueve es un genio. Logra introducirte en la experiencia de la guerra incluso a través de la abstracción. Cualquier lugar, cualquier guerra, cualquier vida. Es un director que tiende a la universalidad. Igual que en La llegada. Las pequeñas historias construyen siempre la gran historia. Lo imperceptible está en la base de las grandes transformaciones. Y el ser humano es un colector de traumas invisibles.
Sábado 24 de diciembreAperitivo de Navidad en Murcia. Intentas aparcar y un policía te grita de muy malas maneras. Raquel te tranquiliza. Si fueras otro te bajabas del coche y le pedías explicaciones. No se te va el cabreo en todo el día.Llegáis los primeros al Bar de Antonio y comenzáis con los vermuts. Luego llegan Ginés, Elisa, Leo y José Manuel. Cambiáis de lugar y os metéis en un bar que apesta vuestra ropa. Al salir te encuentras a Belén y la besas para una foto. Ya no te importa ni el qué dirán. Después, entráis al tardeo del Black Tag y no puedes aguantar tu olor. Tanto anuncio de perfume esta Navidad para acabar oliendo fritanga. Te escapas un momento sin decir nada a nadie y vuelves a casa a ducharte y cambiarte de ropa. Regresas oliendo a persona.La cena de Nochebuena es en casa de Mercedes. Está ella, tu suegra, Raquel, Rosa y tu sobrino. Apenas se te nota el Jägermeister. Al menos eso crees. No manchéis el mantel, dice Mercedes. Pedro tira el agua. Tú tiras el vino. Raquel tira la sidra. Rosa también tira algo. No queda un milímetro limpio.Se os olvida el discurso del Rey y lo buscas en Youtube. Para qué se habrá afeitado, dice alguien. Habla de España, de los españoles, de las elecciones…, no le prestas demasiada atención, la verdad. Sólo más tarde, cuando ves en un tuit una foto del discurso, te das cuenta de que has puesto el discurso del año anterior. Sólo cambiaba la barba. El discurso era intercambiable. No habéis advertido nada raro. Eso es la Monarquía en España. Un señor que dice siempre las mismas cosas. Y unos súbditos que las escuchan como quien oye llover. Una institución zombi. Zombi y tremendamente cara.Os acostáis temprano. Mientras cierras los ojos recuerdas todo lo que pasó esta noche hace veintidós años. Te esfuerzas en recordar. Es curioso; creías que no ibas a poder dejar de pensar en ello durante toda la noche. Pero no. Sólo ahora, mientras intentas dormirte y sigues con el regusto dulzón del Jäger en la garganta, te viene todo a la cabeza. Pasa rápido. Después, sueñas que vuelas y que el Clark Institute es la casa de tus padres. Está vacía. Ellos hace tiempo que partieron. En el centro hay un hueco profundo que decides no mirar.
Domingo 25 de noviembreComida de Navidad en casa de tu hermano Juan. No te cabe nada más en el estómago. Eso es lo que te dices al comenzar. Pero en cuanto abren el vino comienzas a comer. Después, pruebas todos los dulces de la bandeja. No tienes fuerza de voluntad. Pero es Navidad. Ya habrá tiempo para adelgazar.Por la tarde, lees casi de un tirón Piel de Lobo, la última novela de Lara Moreno. A partir de la mitad del libro ya no lo puedes soltar. Está lleno de verdades. Una pérdida, una historia oscura, la relación entre dos hermanas… No puedes evitar que en la lectura reverbere todavía Incendiesy el recuerdo de Nada se opone a la noche, dos historias que te han acompañado estas semanas. Los libros nunca se leen solos. Las lecturas son porosas. Y, por alguna razón, Piel de lobo acaba condensando todo aquello pensado durante los últimos días. Por eso te eriza la nuca en algunos momentos concretos. Porque habla de las historias que se quedan y te acompañan. Las historias reales. Las tangibles. Las que pesan. Las que atraviesan el papel y rajan la piel como una cuchilla afilada.
Published on January 03, 2017 06:19
Aquí y ahora (diario de escritura), 22
[Publicado en
Eñe. Revista para leer
]
Lunes 12 de diciembreTemprano, escribes. Dudas con el tono. Pasas el día probando de todas las maneras. Primera persona, segunda, tercera. Cada cambio supone una posibilidad. Cada cambio es una nueva novela. Al final del día, después de no levantarte de la silla explorando opciones, regresas al mismo lugar. La primera intuición, lo que está escrito en sucio en tus cuadernos, es lo que acaba valiendo.
Martes 13 de diciembreEscribes el diario por la mañana. Después, reunión de la comisión del Centro de Estudios Visuales. Te ilusiona el proyecto, pero ya intuyes la cantidad de trabajo que se te viene encima.Por la tarde, charla con los alumnos de primero de Historia del Arte. Javier ha recomendado Intento de escapada y hablas sobre el proceso de gestación. Muestras algunas imágenes que te inspiraron y comparas a Jacobo Montes con artistas reales. Te sientes cómodo y, por momentos, te gusta estar ahí, en el lugar del profesor, pero actuando de escritor.Al terminar te acercas al gimnasio y pruebas la clase de Radikcal Extreme. A la media hora tienes que bajarte de la elíptica.Le pegan a un Youtuber por insultón y pesado. La violencia nunca está justificada. Ni la de las manos, ni la de los insultos. Violentos contra violentos. Las redes sociales las carga el diablo. No cabe un tonto más.
Miércoles 14 de diciembreEn clase hablas sobre la Escuela de Frankfurt y la crítica al progreso. Utilizas las ideas de Adorno y Horkheimer para mostrar cómo la modernidad también acaba en la barbarie. La razón y la técnica contienen su reverso oscuro. Se forma una discusión sobre la parcialidad de tu discurso, sobre qué es izquierda y qué es derecha. Observas a los estudiantes defender sus posturas. Mejor o peor, pero intentando legitimarlas. Al final, eso también es una clase. El arte es también política. No está más allá del mundo. Por eso te alegra que en una clase de Teoría del Arte se acabe hablando sobre formas de gobierno y modos de cambiar las cosas. Mientras, en la primera fila, una alumna busca Pokémons.Por la tarde, intentas ir al gimnasio. No lo consigues.Al llegar a casa, preparas la maleta para el viaje del día siguiente. Comienzas a leer Nada se opone a la noche, la novela de no-ficción de Delphine de Vigan. Te entusiasmó Basado en hechos reales. Allí escribía: “La escritura es un deporte de combate. Conlleva riesgos, te hace vulnerable. Si no, no vale de nada.” Esta novela, inmediatamente anterior, es aún más arriesgada. Cruda, dura, en el límite de la obscenidad. Escribir es jugárselo todo. Y ella es consciente: “Disparo a quemarropa y lo sé.”
Jueves 15 de diciembreTe despiertas a las cinco y media de la mañana. Llueve. Viajas a Madrid en el autobús con los alumnos. Estás cansado pero no consigues dormir durante el viaje. Llegáis a medio día. Leo te acompaña. En la habitación del hotel veis cómo gana el Madrid. Después, coméis rápidamente una pizza en el Don Giovanni y te encuentras con los alumnos en el Museo del Prado. No recordabas lo cansado que era visitar museos. Terminas reventado y sales directamente hacia Tipos Infames, donde presentas tu Diario de Ithaca. Allí ya están Sergio del Molino y Javier Castro, que hacen de maestros de ceremonias. En la presentación te sientes cómodo. Estás rodeado de amigos y todo pasa en un abrir y cerrar de ojos. Hace seis años presentaste en ese mismo lugar Cuaderno […] duelo. No podías imaginar entonces que, tiempo después, Madrid sería una fiesta y que los escritores y artistas que admirabas acabarían convirtiéndose en amigos a los que quieres. Aunque sólo fuera por eso, tendría sentido la literatura.Tras la presentación, la noche se alarga. Está Sergio, Leo, Javier, Nere, Paco, Irene, Melca, Rubi, Jordi, Eduardo, Paula… Unos se van y otros se unen. Mar, Isabel, Pablo, Aurelia… Llega Marina, a quien echas de menos este año. Natalia te dice que no le ha gustado tu novela. Pasáis por La Realidad, después por José Alfredo. Y acabáis en el Berlín hasta el fin de la noche. Allí encuentras a un doble tuyo. El mahn de AliExpress, dice Leo. El de Avellaneda, añade Eduardo. Estás reventado, pero no importa. Celebras la amistad. Una vez más.
Viernes 16 de diciembreTe despiertas con menos resaca de la que imaginabas. Compras libros en La Central, comes con Leo e Isabel en un Burger y tomas un café un Luciano Concheiro, a quien ya tenías ganas de conocer. Después, sales corriendo hacia Gestiona Radio para la entrevista con Antonio Martínez Asensio. Intentas disimular la resaca. Parece que al final no se nota. Nada más terminar, te encuentras con Rubi y Jordi en la librería Alberti, donde Elvira Lindo presenta la recopilación de sus Tinto de verano. La lectura es amena y divertida. Llegan Pablo y Nere y os tomáis unas cervezas en un bar cercano. Llega entonces el resto del grupo de la presentación, incluidos Elvira y Antonio Muñoz Molina. Jordi te los presenta y hablas durante unos minutos con Antonio. Le das un ejemplar de tu Diario de Ithaca y te quedas prendado de su timidez y bonhomía.De la noche anterior, solo quedáis Jordi y tú. Decidís continuar y os encontráis en el Érase una vez con Lara Moreno y otros escritores que vienen de la presentación del libro de Manuel Guedán. Te quedas allí hasta que cierran. Elisabeth te pregunta por tu parte favorita del cuerpo y tú, que dices “la nariz”, acabas enseñándole el ombligo. A ella y a todo el que se acerca. Después llega Anna y os abrazáis con la fuerza de la amistad y el recuerdo. Cuando os echan de allí, vagáis durante un rato buscando un bar abierto. A Jordi le cobran cuarenta céntimos por un cigarro y se le cae el mundo al suelo. Regresas al hotel andando, feliz, saboreando el fin de otra noche mágica.
Sábado 17 de diciembreQuedas temprano con Alejandro en la puerta del hotel. Os reunís con Jesús para hablar de la colección que dirigís en Akal y de algunos proyectos más. La reunión es agradable y productiva, pero tu alergia a los gatos acaba por cerrarte la garganta. Se te pasa en el viaje de regreso a Murcia. No cesáis de hablar en todo el camino. Cuando acabaste la carrera, Alejandro fue el primer profesor con quien fuiste a hablar para que te recomendase alguna lectura. Él te habló de Mieke Bal. Ése es el camino, dijo. Ahora, trabajas con él y con Mieke. Una vez más, personas que quieres y admiras.Llegáis a Murcia y os encontráis el diluvio universal. No para de llover. Todo está inundado. El cansancio te llega de pronto. Caes a la cama y te duermes antes de que tu cuerpo toque el colchón.
Domingo 18 de diciembreSigue la lluvia. Con ese ruido de fondo, pasas el día escribiendo un texto para el libro de Concha Martínez Barreto que edita Micromegas. Reflexionas en torno a una foto de la infancia en la que apareces montado en un carrito tirado por un poni. La foto abre todos los recuerdos. Y el pasado que regresa se queda contigo. Sobre todo porque en la foto hay también otra presencia. Una figura sobre la que escribes en tu novela. Una mancha en tu memoria. Una sombra que, por la noche, vuelve a aparecer en tus pesadillas.
Lunes 12 de diciembreTemprano, escribes. Dudas con el tono. Pasas el día probando de todas las maneras. Primera persona, segunda, tercera. Cada cambio supone una posibilidad. Cada cambio es una nueva novela. Al final del día, después de no levantarte de la silla explorando opciones, regresas al mismo lugar. La primera intuición, lo que está escrito en sucio en tus cuadernos, es lo que acaba valiendo.
Martes 13 de diciembreEscribes el diario por la mañana. Después, reunión de la comisión del Centro de Estudios Visuales. Te ilusiona el proyecto, pero ya intuyes la cantidad de trabajo que se te viene encima.Por la tarde, charla con los alumnos de primero de Historia del Arte. Javier ha recomendado Intento de escapada y hablas sobre el proceso de gestación. Muestras algunas imágenes que te inspiraron y comparas a Jacobo Montes con artistas reales. Te sientes cómodo y, por momentos, te gusta estar ahí, en el lugar del profesor, pero actuando de escritor.Al terminar te acercas al gimnasio y pruebas la clase de Radikcal Extreme. A la media hora tienes que bajarte de la elíptica.Le pegan a un Youtuber por insultón y pesado. La violencia nunca está justificada. Ni la de las manos, ni la de los insultos. Violentos contra violentos. Las redes sociales las carga el diablo. No cabe un tonto más.
Miércoles 14 de diciembreEn clase hablas sobre la Escuela de Frankfurt y la crítica al progreso. Utilizas las ideas de Adorno y Horkheimer para mostrar cómo la modernidad también acaba en la barbarie. La razón y la técnica contienen su reverso oscuro. Se forma una discusión sobre la parcialidad de tu discurso, sobre qué es izquierda y qué es derecha. Observas a los estudiantes defender sus posturas. Mejor o peor, pero intentando legitimarlas. Al final, eso también es una clase. El arte es también política. No está más allá del mundo. Por eso te alegra que en una clase de Teoría del Arte se acabe hablando sobre formas de gobierno y modos de cambiar las cosas. Mientras, en la primera fila, una alumna busca Pokémons.Por la tarde, intentas ir al gimnasio. No lo consigues.Al llegar a casa, preparas la maleta para el viaje del día siguiente. Comienzas a leer Nada se opone a la noche, la novela de no-ficción de Delphine de Vigan. Te entusiasmó Basado en hechos reales. Allí escribía: “La escritura es un deporte de combate. Conlleva riesgos, te hace vulnerable. Si no, no vale de nada.” Esta novela, inmediatamente anterior, es aún más arriesgada. Cruda, dura, en el límite de la obscenidad. Escribir es jugárselo todo. Y ella es consciente: “Disparo a quemarropa y lo sé.”
Jueves 15 de diciembreTe despiertas a las cinco y media de la mañana. Llueve. Viajas a Madrid en el autobús con los alumnos. Estás cansado pero no consigues dormir durante el viaje. Llegáis a medio día. Leo te acompaña. En la habitación del hotel veis cómo gana el Madrid. Después, coméis rápidamente una pizza en el Don Giovanni y te encuentras con los alumnos en el Museo del Prado. No recordabas lo cansado que era visitar museos. Terminas reventado y sales directamente hacia Tipos Infames, donde presentas tu Diario de Ithaca. Allí ya están Sergio del Molino y Javier Castro, que hacen de maestros de ceremonias. En la presentación te sientes cómodo. Estás rodeado de amigos y todo pasa en un abrir y cerrar de ojos. Hace seis años presentaste en ese mismo lugar Cuaderno […] duelo. No podías imaginar entonces que, tiempo después, Madrid sería una fiesta y que los escritores y artistas que admirabas acabarían convirtiéndose en amigos a los que quieres. Aunque sólo fuera por eso, tendría sentido la literatura.Tras la presentación, la noche se alarga. Está Sergio, Leo, Javier, Nere, Paco, Irene, Melca, Rubi, Jordi, Eduardo, Paula… Unos se van y otros se unen. Mar, Isabel, Pablo, Aurelia… Llega Marina, a quien echas de menos este año. Natalia te dice que no le ha gustado tu novela. Pasáis por La Realidad, después por José Alfredo. Y acabáis en el Berlín hasta el fin de la noche. Allí encuentras a un doble tuyo. El mahn de AliExpress, dice Leo. El de Avellaneda, añade Eduardo. Estás reventado, pero no importa. Celebras la amistad. Una vez más.
Viernes 16 de diciembreTe despiertas con menos resaca de la que imaginabas. Compras libros en La Central, comes con Leo e Isabel en un Burger y tomas un café un Luciano Concheiro, a quien ya tenías ganas de conocer. Después, sales corriendo hacia Gestiona Radio para la entrevista con Antonio Martínez Asensio. Intentas disimular la resaca. Parece que al final no se nota. Nada más terminar, te encuentras con Rubi y Jordi en la librería Alberti, donde Elvira Lindo presenta la recopilación de sus Tinto de verano. La lectura es amena y divertida. Llegan Pablo y Nere y os tomáis unas cervezas en un bar cercano. Llega entonces el resto del grupo de la presentación, incluidos Elvira y Antonio Muñoz Molina. Jordi te los presenta y hablas durante unos minutos con Antonio. Le das un ejemplar de tu Diario de Ithaca y te quedas prendado de su timidez y bonhomía.De la noche anterior, solo quedáis Jordi y tú. Decidís continuar y os encontráis en el Érase una vez con Lara Moreno y otros escritores que vienen de la presentación del libro de Manuel Guedán. Te quedas allí hasta que cierran. Elisabeth te pregunta por tu parte favorita del cuerpo y tú, que dices “la nariz”, acabas enseñándole el ombligo. A ella y a todo el que se acerca. Después llega Anna y os abrazáis con la fuerza de la amistad y el recuerdo. Cuando os echan de allí, vagáis durante un rato buscando un bar abierto. A Jordi le cobran cuarenta céntimos por un cigarro y se le cae el mundo al suelo. Regresas al hotel andando, feliz, saboreando el fin de otra noche mágica.
Sábado 17 de diciembreQuedas temprano con Alejandro en la puerta del hotel. Os reunís con Jesús para hablar de la colección que dirigís en Akal y de algunos proyectos más. La reunión es agradable y productiva, pero tu alergia a los gatos acaba por cerrarte la garganta. Se te pasa en el viaje de regreso a Murcia. No cesáis de hablar en todo el camino. Cuando acabaste la carrera, Alejandro fue el primer profesor con quien fuiste a hablar para que te recomendase alguna lectura. Él te habló de Mieke Bal. Ése es el camino, dijo. Ahora, trabajas con él y con Mieke. Una vez más, personas que quieres y admiras.Llegáis a Murcia y os encontráis el diluvio universal. No para de llover. Todo está inundado. El cansancio te llega de pronto. Caes a la cama y te duermes antes de que tu cuerpo toque el colchón.
Domingo 18 de diciembreSigue la lluvia. Con ese ruido de fondo, pasas el día escribiendo un texto para el libro de Concha Martínez Barreto que edita Micromegas. Reflexionas en torno a una foto de la infancia en la que apareces montado en un carrito tirado por un poni. La foto abre todos los recuerdos. Y el pasado que regresa se queda contigo. Sobre todo porque en la foto hay también otra presencia. Una figura sobre la que escribes en tu novela. Una mancha en tu memoria. Una sombra que, por la noche, vuelve a aparecer en tus pesadillas.
Published on January 03, 2017 06:14
Aquí y ahora, 21
[Publicado en
Eñe. Revista para leer
]
Lunes 5 de diciembreToda la mañana escribiendo. Avanzas en la última parte de la novela. Imaginas un final. Aunque aún tendrás que esperar bastante para llegar a él, el solo hecho de haberlo visualizado te hace pensar en la novela ya como algo cerrado que adquiere realidad y peso. En un zoom de Word ves todas las páginas, incluso las que están en blanco, y el final posible (que ni siquiera sabes si mantendrás). Te quedas un momento mirando la pantalla. Queda camino aún, pero ya vas viendo dónde está la cima.Con esa imagen, vas al gimnasio y haces una hora de elíptica.Por la noche, fin de temporada de Westworld. No acaba de convencerte. El giro final te parece demasiado artificial. Te interesan muchas cosas de esa serie, pero sigue sin resolver problemas básicos de narración. No estás seguro si verías una segunda temporada.
Martes 6 de diciembreTerminas de leer No voy a pedirle a nadie que me crea, la novela con la que Juan Pablo Villalobos ha ganado el Herralde. Es espléndida. Disfrutaste las tres novelas anteriores y esta es incluso mejor –algo que era bastante difícil–. No te suele gustar demasiado el humor en literatura, pero las obras de Villalobos son una excepción. Consigue lo más difícil de una narración: la naturalidad. Y eso hace que uno sea capaz de escuchar a sus personajes, de acompañarlos en sus odiseas tragicómicas o de sentir la textura de sus voces. Aparte de esto, tiene una rara maestría para integrar la teoría y lo banal. Eso, que ya pasaba en Te vendo un perro, ahora es aún más palpable: algunos personajes hablan con total naturalidad sobre temas académicos y literarios y en ningún momento resulta artificial o impostado –como, por ejemplo, sí que sucede con la última novela de Laurent Binet–. Sin duda, es uno de los grandes.Por la noche, capítulo de The Affair. Aparece Irène Jacob. Y tú te vuelves a enamorar de ella como ya hiciste en Rojo y La doble vida de Verónica.
Miércoles 7 de noviembreReunión con Theor y Bernardo para preparar una futura tesis sobre el silencio. No sabes en lo que podrás ayudar, pero te interesa el tema y ofreces algo de bibliografía. Después, en clase, reflexionas sobre Lukács y el realismo crítico. Todo suena a trasnochado, pero algunas ideas todavía son aplicables, sobre todo esa que critica el sentido del arte y la literatura como mero entretenimiento y defiende la necesidad del compromiso de cambio. La catarsis, dice Lukács, a través de la mímesis.Por la tarde, conferencia de Patrick Hamilton en el Cendeac. Presentas su trabajo y lo encuadras dentro de eso que has llamado “arte de historia”. Sigues su obra desde hace un tiempo. Sus investigaciones sobre los mitos del oro nazi en Chile y Argentina son un ejemplo de trabajo con la historia y el mito, y con los límites entre realidad y ficción. Pura historia especulativa, donde se pone en cuestión cualquier certidumbre y el pasado oculto regresa para hacer hablar al presente. Su obra es la trasposición al arte visual de lo que Bolaño intentó hacer en La literatura Nazi en América. Algún día escribirás sobre él con detenimiento.
Jueves 8 de noviembreBarbacoa en casa de tu hermano Juan. Visitas la huerta y piensas en tu novela. Cada visita ahora es un regreso al pasado. Ya no puedes escapar de él. Llegas a casa hasta arriba de comida y te acuestas a dormir. Te levantas para la cena y ves Ha Vuelto, la película basada en el libro de Timur Vermes. Es una locura absoluta. Pero demuestra que la llama de las ideas fascistas sigue más viva que nunca. La situación actual de Europa –en este caso, Alemania– es un caldo de cultivo para el surgimiento de nuevos salvadores de la patria. No estamos tan lejos de los años treinta del siglo XX.
Viernes 9 de noviembreTemprano, escribes. Sigues avanzando. Un capítulo más. Llegas hasta donde puedes con el material que tienes. Ahora te toca esperar a que la realidad mueva ficha. Mientras eso sucede, comienzas a trabajar en una parte de la novela que habías dejado para el final, algunos recuerdos de la infancia que se van a mezclar con la trama de investigación. Tienes que cambiar de tono y de narrador, y en los próximos días intentarás afinar la escritura.A finales de la mañana, vas a la nutricionista y entras pidiendo perdón. Has adelgazado medio kilo en dos semanas. Con suerte no has engordado tres. Te enseña los resultados del análisis de sangre y los miras como si fueran los del control de alcoholemia. ¿Cuántos puntos me quitan?, preguntas. Nada, dice la médica, todo perfecto. Compras varios libros para celebrarlo.Acabas de leer La bella Annabel Lee, la última novela de Kenzaburo Oé. Es lo primero que lees del japonés. No te llega a fascinar, aunque te interesa el juego con la autoficción. E inmediatamente sabes que debes leer Renacimiento.Después de cenar, ves Spotlight. No te entusiasma. A Raquel tampoco. Demasiada superficialidad. Personajes sin conflicto. No entiendes como puede haber ganado un Oscar.Te acuestas con la sensación de que a veces no disfrutas de lo que ves o de lo que lees porque no dejas de fijarte en la narrativa, en cómo está construido lo que se cuenta. Te cuesta relajarte y mirar para otro lado. A veces, lo sabes, puedes llegar a ser insoportable.
Sábado 10 de noviembreSueñas que puedes viajar en el tiempo. Llegas al futuro. Veinte años. Y lo primero que haces es googlearte, aunque Google ha desaparecido y el buscador del ordenador se llama 100100 –lo recuerdas perfectamente–. Buscas los resultados de la novela que estás escribiendo, pero te cuesta trabajo encontrarla. Quieres leerla para saber lo que has escrito. Piensas –siempre dentro del sueño– que esa capacidad de viajar en el tiempo puede ser la clave para tu literatura. Viajar al futuro para leer lo que has escrito y así poder escribirlo.Con el cuerpo todavía recuperándose del sueño, sales unos minutos a correr. Quieres hacer sitio para la comilona a la que estás invitado en casa de Diego y María Luisa. Se celebra el Premio Setenil de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino. Y cualquier precaución es poca.La ocasión merece la pena. Y el libro, también. Vas leyendo poco a poco los relatos. Hay uno que te fascina especialmente: “Gemidos”. Te recuerda a una obra de arte, una performance, alguien que se excita con el vacío, con el eco, con los susurros… Como el resto de relatos, es perturbador e inteligente. Es una especie de Black Mirror erotizado que acaba dejándote con un sabor extraño y amargo en la boca. Un sexo desencantado, enfriado, con una excitación áspera y viscosa.No es eso lo que sentís en su casa, rodeado de amigos, comida y bebida. Allí tocas el piano, cantas en el karaoke y te caes de una silla que tú mismo te quitas sin saber muy bien por qué. Celebráis la literatura, pero sobre todo celebráis la amistad. Ese es el verdadero premio de todo esto.
Domingo 11 de noviembreHoy hace doce años que te casaste con Raquel. Bodas de seda –o de hilo–, dice ella, que siempre busca el significado de cada uno de los años. Seda, hilo… costura. Algo de eso sí que hay en vuestro matrimonio. Es un tejido construido a lo largo del tiempo. Un abrigo cálido, protector, placentero, feliz. Un vestido sin el que ya no te entiendes. Una piel que se ha unido con la tuya y sin la cual todo se viene abajo.Pasáis todo el día en casa. Leéis, veis la tele, coméis juntos, celebráis los doce años. Es el día perfecto.
Lunes 5 de diciembreToda la mañana escribiendo. Avanzas en la última parte de la novela. Imaginas un final. Aunque aún tendrás que esperar bastante para llegar a él, el solo hecho de haberlo visualizado te hace pensar en la novela ya como algo cerrado que adquiere realidad y peso. En un zoom de Word ves todas las páginas, incluso las que están en blanco, y el final posible (que ni siquiera sabes si mantendrás). Te quedas un momento mirando la pantalla. Queda camino aún, pero ya vas viendo dónde está la cima.Con esa imagen, vas al gimnasio y haces una hora de elíptica.Por la noche, fin de temporada de Westworld. No acaba de convencerte. El giro final te parece demasiado artificial. Te interesan muchas cosas de esa serie, pero sigue sin resolver problemas básicos de narración. No estás seguro si verías una segunda temporada.
Martes 6 de diciembreTerminas de leer No voy a pedirle a nadie que me crea, la novela con la que Juan Pablo Villalobos ha ganado el Herralde. Es espléndida. Disfrutaste las tres novelas anteriores y esta es incluso mejor –algo que era bastante difícil–. No te suele gustar demasiado el humor en literatura, pero las obras de Villalobos son una excepción. Consigue lo más difícil de una narración: la naturalidad. Y eso hace que uno sea capaz de escuchar a sus personajes, de acompañarlos en sus odiseas tragicómicas o de sentir la textura de sus voces. Aparte de esto, tiene una rara maestría para integrar la teoría y lo banal. Eso, que ya pasaba en Te vendo un perro, ahora es aún más palpable: algunos personajes hablan con total naturalidad sobre temas académicos y literarios y en ningún momento resulta artificial o impostado –como, por ejemplo, sí que sucede con la última novela de Laurent Binet–. Sin duda, es uno de los grandes.Por la noche, capítulo de The Affair. Aparece Irène Jacob. Y tú te vuelves a enamorar de ella como ya hiciste en Rojo y La doble vida de Verónica.
Miércoles 7 de noviembreReunión con Theor y Bernardo para preparar una futura tesis sobre el silencio. No sabes en lo que podrás ayudar, pero te interesa el tema y ofreces algo de bibliografía. Después, en clase, reflexionas sobre Lukács y el realismo crítico. Todo suena a trasnochado, pero algunas ideas todavía son aplicables, sobre todo esa que critica el sentido del arte y la literatura como mero entretenimiento y defiende la necesidad del compromiso de cambio. La catarsis, dice Lukács, a través de la mímesis.Por la tarde, conferencia de Patrick Hamilton en el Cendeac. Presentas su trabajo y lo encuadras dentro de eso que has llamado “arte de historia”. Sigues su obra desde hace un tiempo. Sus investigaciones sobre los mitos del oro nazi en Chile y Argentina son un ejemplo de trabajo con la historia y el mito, y con los límites entre realidad y ficción. Pura historia especulativa, donde se pone en cuestión cualquier certidumbre y el pasado oculto regresa para hacer hablar al presente. Su obra es la trasposición al arte visual de lo que Bolaño intentó hacer en La literatura Nazi en América. Algún día escribirás sobre él con detenimiento.
Jueves 8 de noviembreBarbacoa en casa de tu hermano Juan. Visitas la huerta y piensas en tu novela. Cada visita ahora es un regreso al pasado. Ya no puedes escapar de él. Llegas a casa hasta arriba de comida y te acuestas a dormir. Te levantas para la cena y ves Ha Vuelto, la película basada en el libro de Timur Vermes. Es una locura absoluta. Pero demuestra que la llama de las ideas fascistas sigue más viva que nunca. La situación actual de Europa –en este caso, Alemania– es un caldo de cultivo para el surgimiento de nuevos salvadores de la patria. No estamos tan lejos de los años treinta del siglo XX.
Viernes 9 de noviembreTemprano, escribes. Sigues avanzando. Un capítulo más. Llegas hasta donde puedes con el material que tienes. Ahora te toca esperar a que la realidad mueva ficha. Mientras eso sucede, comienzas a trabajar en una parte de la novela que habías dejado para el final, algunos recuerdos de la infancia que se van a mezclar con la trama de investigación. Tienes que cambiar de tono y de narrador, y en los próximos días intentarás afinar la escritura.A finales de la mañana, vas a la nutricionista y entras pidiendo perdón. Has adelgazado medio kilo en dos semanas. Con suerte no has engordado tres. Te enseña los resultados del análisis de sangre y los miras como si fueran los del control de alcoholemia. ¿Cuántos puntos me quitan?, preguntas. Nada, dice la médica, todo perfecto. Compras varios libros para celebrarlo.Acabas de leer La bella Annabel Lee, la última novela de Kenzaburo Oé. Es lo primero que lees del japonés. No te llega a fascinar, aunque te interesa el juego con la autoficción. E inmediatamente sabes que debes leer Renacimiento.Después de cenar, ves Spotlight. No te entusiasma. A Raquel tampoco. Demasiada superficialidad. Personajes sin conflicto. No entiendes como puede haber ganado un Oscar.Te acuestas con la sensación de que a veces no disfrutas de lo que ves o de lo que lees porque no dejas de fijarte en la narrativa, en cómo está construido lo que se cuenta. Te cuesta relajarte y mirar para otro lado. A veces, lo sabes, puedes llegar a ser insoportable.
Sábado 10 de noviembreSueñas que puedes viajar en el tiempo. Llegas al futuro. Veinte años. Y lo primero que haces es googlearte, aunque Google ha desaparecido y el buscador del ordenador se llama 100100 –lo recuerdas perfectamente–. Buscas los resultados de la novela que estás escribiendo, pero te cuesta trabajo encontrarla. Quieres leerla para saber lo que has escrito. Piensas –siempre dentro del sueño– que esa capacidad de viajar en el tiempo puede ser la clave para tu literatura. Viajar al futuro para leer lo que has escrito y así poder escribirlo.Con el cuerpo todavía recuperándose del sueño, sales unos minutos a correr. Quieres hacer sitio para la comilona a la que estás invitado en casa de Diego y María Luisa. Se celebra el Premio Setenil de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino. Y cualquier precaución es poca.La ocasión merece la pena. Y el libro, también. Vas leyendo poco a poco los relatos. Hay uno que te fascina especialmente: “Gemidos”. Te recuerda a una obra de arte, una performance, alguien que se excita con el vacío, con el eco, con los susurros… Como el resto de relatos, es perturbador e inteligente. Es una especie de Black Mirror erotizado que acaba dejándote con un sabor extraño y amargo en la boca. Un sexo desencantado, enfriado, con una excitación áspera y viscosa.No es eso lo que sentís en su casa, rodeado de amigos, comida y bebida. Allí tocas el piano, cantas en el karaoke y te caes de una silla que tú mismo te quitas sin saber muy bien por qué. Celebráis la literatura, pero sobre todo celebráis la amistad. Ese es el verdadero premio de todo esto.
Domingo 11 de noviembreHoy hace doce años que te casaste con Raquel. Bodas de seda –o de hilo–, dice ella, que siempre busca el significado de cada uno de los años. Seda, hilo… costura. Algo de eso sí que hay en vuestro matrimonio. Es un tejido construido a lo largo del tiempo. Un abrigo cálido, protector, placentero, feliz. Un vestido sin el que ya no te entiendes. Una piel que se ha unido con la tuya y sin la cual todo se viene abajo.Pasáis todo el día en casa. Leéis, veis la tele, coméis juntos, celebráis los doce años. Es el día perfecto.
Published on January 03, 2017 06:13
Aquí y ahora, 20
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Eñe. Revista para leer
]
Lunes 28 de noviembreTe levantas con sueño. Anoche apenas pudiste dormir buscando la solución a un problema con la novela. Esta mañana lo revisas todo de nuevo y parece que funciona. Aunque intuyes que hay algo que es necesario introducir para que se muevan los engranajes. Tarde o temprano, acabará apareciendo.A media mañana, reunión con Alejandro para planificar el Centro de Estudios Visuales. Esta semana pasa por Consejo de Gobierno y hay que dejar todos los papeles preparados. Comienzas a temer la burocracia que se te viene encima.Por la tarde, consigues terminar La séptima función del lenguaje, lo último de Laurent Binet. Es una novela excesiva. Hay que ser valiente para entrar a cuchillo contra la intelectualidad francesa y el postureo postmoderno. No se salva nadie. Las escenas con Derrida, Foucault, Sollers o Kristeva son hilarantes. En especial te gusta el pasaje en el que todos viajan a Ithaca, a la Universidad de Cornell, a un congreso filosófico. No puedes evitar cierta nostalgia al imaginar las calles y los espacios descritos. Te ha interesado, pero no tanto como HHhH, la anterior novela de Binet. Lo que allí era pura genialidad aquí está algo más forzado. Hay algo que no consigue funcionar del todo.
Martes 29 de noviembreToda la mañana en tutorías de TFG. Intentas buscar temas que tengan sentido y que puedan ser realizables, pero sobre todo que sirvan de algo a quien los hace. Si pudieras reformar el grado, sería lo primero que eliminarías, el TFG. Lo cambiarías por una asignatura que se llamase LDL: “Lectura de libros”. Ahí es donde se aprende, leyendo. Cuando los alumnos te preguntan que dónde has aprendido, que cómo se llega a conocer lo que conoces, sólo tienes una respuesta: leyendo. Nadie, nunca, te ha enseñado más que un libro. El buen profesor es el que señala los mejores libros para leer. El buen estudiante es el que los busca y descubre ahí la sabiduría. Lo demás son maneras de perder el tiempo.Por la tarde, gimnasio. Te cansas antes de la cuenta. En tu cabeza sigue la novela. Después, acabas de ver la segunda temporada de The Affair. Agradeces haberte reenganchado.
Miércoles 30 de noviembreSigues recomendando libros para leer en las tutorías de TFG. Alguien, valiente, se atreve a intentarlo con Mieke Bal. Después, en clase de teoría, continúas con la Historia Social del Arte y el concepto de Ideología. Gramsci, Althusser y Zizek. Algunos rostros comienzan a despertar. Ese es el sentido de la asignatura: hacer pensar, no dejar nada en su sitio.Comes con Marta y le cuentas lo que has escrito. Le falta un conflicto al final, dice. Te hace pensar.Por la tarde, te escribe Javier para decirte que acaba de llegar el Diario de Ithaca. Pasas por su casa y te llevas unos cuantos ejemplares. Al llegar a casa, te quedas unos segundos mirando el libro y le haces una fotografía. “Pequeños momentos de inmensa felicidad”, escribes en Facebook. Un año de vida, condensado en ciento sesenta páginas. No puedes ser más feliz.
Jueves 1 de diciembreTemprano, al gimnasio. Quieres bajar lo que vas a engordar hoy en la celebración de San Eloy, la fiesta grande de Historia del Arte en Murcia. Nació como tradición precisamente mientras estudiabas la carrera. Pero tú estabas en otras cosas. Nunca has ido a la procesión, ni a la misa, ni a los actos protocolarios. Siempre te enganchas a la comida y, por supuesto, a las copas. Este año sigues esa rutina.En el restaurante os condenan a una de las esquinas. Pero ni así consigues librarte de bailar “la pelusa”. Después, en el bar, llega el desmadre. Nadie conoce a nadie. Es un estado de excepción, una especie de Nochevieja adelantada. Intentas mantener el tipo todo lo que puedes. Sobre todo en las conversaciones con los estudiantes. Algunos de ellos, que en una asignatura han leído Intento de Escapada, te preguntan por los personajes de la novela. ¿Qué le hizo Montes al pobre Omar? ¿Por qué hiciste eso con Helena? ¿Tú eres Marcos? Te das cuenta de que la historia tiene vida propia, y también de que nadie ha conseguido separar al narrador del autor.Con una copa en la mano, Rocío dice que lee tu diario y a ti se te cae la cara de vergüenza. A veces no eres consciente de que todo lo que escribes aquí es leído por tus estudiantes y que debe de ser extraño conocer la intimidad más íntima del profesor. Hablas con ella de literatura y de escritura. Después, con Marina, con Patricia, con Rafael, con David… Estás afectivo. Besas a Jonatan y a Isabel, y a todo el que se cruza en tu camino. Últimamente has decidido que a los amigos los vas a abrazar y besar como si fuera el fin de los días. En el fondo, siempre es el fin de los días.Acabas con Leo en Revólver. Tu cuerpo ya no aguanta más. Quizá porque no has cenado. No es demasiado tarde, pero la fiesta ha durado demasiado tiempo. El Jägermeister comienza a pasar factura.
Viernes 2 de diciembreMilagrosamente, te despiertas sin resaca. Preparas la presentación de No lejos, el libro de Antonio Moreno que ha publicado Newcastle Ediciones. Es una pequeña delicia. Un viaje hacia lo cercano, una serie de caminatas por el paisaje que nos rodea, una flânerie silenciosa y liviana, pero cargada de sentido. Moreno escribe con delicadeza. Cada frase está llena de sabiduría. Uno tiene la sensación de estar frente a un clásico. El tiempo se detiene en la lectura igual que en la escritura. Una escritura que es mirada, contemplación, poesía. “No lejos” es la distancia que permite ver lo cercano. Es la ventana que permite mirar al mundo como si fuera un cuadro. Y, al revés, la cercanía que convierte el cuadro en un mundo. No cesas de subrayar frases: “escribir es una forma de mirar; y las palabras, una parte más –y una consecuencia– de la silenciosa atención necesaria para mirar de veras”; “Pintar –lo mismo que escribir– es seguir el camino de los solitarios”; “la cercanía del paisaje concede realidad, hace que el hombre sea más concreto, como concretos son un árbol, una piedra o una hormiga”.Cierras el libro maravillado. Por la tarde, en la presentación, compruebas que Antonio es alguien especial. Te quedas embobado escuchando sus palabras. Has descubierto en él a un verdadero escritor. Alguien que habita el mundo a través de las palabras.
Sábado 3 de diciembreTe levantas temprano y planificas algo la escritura. A media mañana, te acercas al concierto de Onda Regional en el Auditorio. La voz de Paco Neuman te eriza la nuca. Después, con Marta, Alicia, Paula, Yolanda y Jaime te saltas la dieta. Varias veces. Llegas con el tiempo justo para ver el clásico en el Parlamento. Allí te esperan Leo y Raúl. Sergio Ramos vuelve a obrar el milagro y el Madrid empata en el último minuto. Lo celebráis en con la Sr. Tarde en Black Tag. De nuevo, no contienes los besos.Recoges a Raquel y celebráis su cumpleaños en el Hispano. Sigue pareciendo una niña. Hace tiempo que los años dejaron de pasar para ella. Tras la cena, tomáis una copa tranquilos y regresáis a casa. El día no puede acabar mejor.
Domingo 4 de diciembreEscribes durante todo el día. A finales de la tarde, logras terminar el capítulo que te habías propuesto para esta semana. Te levantas para celebrarlo. Pero justo cuando ibas a apagar el ordenador, una frase aparece en tu cabeza. Vuelves a abrir el archivo y comienzas a apuntarla para continuar la escritura al día siguiente. Cuatro horas después, a media noche, sigues ahí sentado y de esa frase ha nacido un capítulo que no esperabas. Un capítulo que equilibra la novela y termina de dar sentido a uno de los problemas que habías intuido al principio de la semana. Al acostarte, cansado y con la mirada borrosa, piensas en lo extraña que es la escritura. Una frase, una idea, un párrafo…, surge cuando menos te lo esperas. Escribir es también estar atento a lo inesperado. Es sobre todo eso. Porque lo inesperado, precisamente por inesperado, es lo que activa y moviliza lo que habías planificado en tu cabeza.
Lunes 28 de noviembreTe levantas con sueño. Anoche apenas pudiste dormir buscando la solución a un problema con la novela. Esta mañana lo revisas todo de nuevo y parece que funciona. Aunque intuyes que hay algo que es necesario introducir para que se muevan los engranajes. Tarde o temprano, acabará apareciendo.A media mañana, reunión con Alejandro para planificar el Centro de Estudios Visuales. Esta semana pasa por Consejo de Gobierno y hay que dejar todos los papeles preparados. Comienzas a temer la burocracia que se te viene encima.Por la tarde, consigues terminar La séptima función del lenguaje, lo último de Laurent Binet. Es una novela excesiva. Hay que ser valiente para entrar a cuchillo contra la intelectualidad francesa y el postureo postmoderno. No se salva nadie. Las escenas con Derrida, Foucault, Sollers o Kristeva son hilarantes. En especial te gusta el pasaje en el que todos viajan a Ithaca, a la Universidad de Cornell, a un congreso filosófico. No puedes evitar cierta nostalgia al imaginar las calles y los espacios descritos. Te ha interesado, pero no tanto como HHhH, la anterior novela de Binet. Lo que allí era pura genialidad aquí está algo más forzado. Hay algo que no consigue funcionar del todo.
Martes 29 de noviembreToda la mañana en tutorías de TFG. Intentas buscar temas que tengan sentido y que puedan ser realizables, pero sobre todo que sirvan de algo a quien los hace. Si pudieras reformar el grado, sería lo primero que eliminarías, el TFG. Lo cambiarías por una asignatura que se llamase LDL: “Lectura de libros”. Ahí es donde se aprende, leyendo. Cuando los alumnos te preguntan que dónde has aprendido, que cómo se llega a conocer lo que conoces, sólo tienes una respuesta: leyendo. Nadie, nunca, te ha enseñado más que un libro. El buen profesor es el que señala los mejores libros para leer. El buen estudiante es el que los busca y descubre ahí la sabiduría. Lo demás son maneras de perder el tiempo.Por la tarde, gimnasio. Te cansas antes de la cuenta. En tu cabeza sigue la novela. Después, acabas de ver la segunda temporada de The Affair. Agradeces haberte reenganchado.
Miércoles 30 de noviembreSigues recomendando libros para leer en las tutorías de TFG. Alguien, valiente, se atreve a intentarlo con Mieke Bal. Después, en clase de teoría, continúas con la Historia Social del Arte y el concepto de Ideología. Gramsci, Althusser y Zizek. Algunos rostros comienzan a despertar. Ese es el sentido de la asignatura: hacer pensar, no dejar nada en su sitio.Comes con Marta y le cuentas lo que has escrito. Le falta un conflicto al final, dice. Te hace pensar.Por la tarde, te escribe Javier para decirte que acaba de llegar el Diario de Ithaca. Pasas por su casa y te llevas unos cuantos ejemplares. Al llegar a casa, te quedas unos segundos mirando el libro y le haces una fotografía. “Pequeños momentos de inmensa felicidad”, escribes en Facebook. Un año de vida, condensado en ciento sesenta páginas. No puedes ser más feliz.
Jueves 1 de diciembreTemprano, al gimnasio. Quieres bajar lo que vas a engordar hoy en la celebración de San Eloy, la fiesta grande de Historia del Arte en Murcia. Nació como tradición precisamente mientras estudiabas la carrera. Pero tú estabas en otras cosas. Nunca has ido a la procesión, ni a la misa, ni a los actos protocolarios. Siempre te enganchas a la comida y, por supuesto, a las copas. Este año sigues esa rutina.En el restaurante os condenan a una de las esquinas. Pero ni así consigues librarte de bailar “la pelusa”. Después, en el bar, llega el desmadre. Nadie conoce a nadie. Es un estado de excepción, una especie de Nochevieja adelantada. Intentas mantener el tipo todo lo que puedes. Sobre todo en las conversaciones con los estudiantes. Algunos de ellos, que en una asignatura han leído Intento de Escapada, te preguntan por los personajes de la novela. ¿Qué le hizo Montes al pobre Omar? ¿Por qué hiciste eso con Helena? ¿Tú eres Marcos? Te das cuenta de que la historia tiene vida propia, y también de que nadie ha conseguido separar al narrador del autor.Con una copa en la mano, Rocío dice que lee tu diario y a ti se te cae la cara de vergüenza. A veces no eres consciente de que todo lo que escribes aquí es leído por tus estudiantes y que debe de ser extraño conocer la intimidad más íntima del profesor. Hablas con ella de literatura y de escritura. Después, con Marina, con Patricia, con Rafael, con David… Estás afectivo. Besas a Jonatan y a Isabel, y a todo el que se cruza en tu camino. Últimamente has decidido que a los amigos los vas a abrazar y besar como si fuera el fin de los días. En el fondo, siempre es el fin de los días.Acabas con Leo en Revólver. Tu cuerpo ya no aguanta más. Quizá porque no has cenado. No es demasiado tarde, pero la fiesta ha durado demasiado tiempo. El Jägermeister comienza a pasar factura.
Viernes 2 de diciembreMilagrosamente, te despiertas sin resaca. Preparas la presentación de No lejos, el libro de Antonio Moreno que ha publicado Newcastle Ediciones. Es una pequeña delicia. Un viaje hacia lo cercano, una serie de caminatas por el paisaje que nos rodea, una flânerie silenciosa y liviana, pero cargada de sentido. Moreno escribe con delicadeza. Cada frase está llena de sabiduría. Uno tiene la sensación de estar frente a un clásico. El tiempo se detiene en la lectura igual que en la escritura. Una escritura que es mirada, contemplación, poesía. “No lejos” es la distancia que permite ver lo cercano. Es la ventana que permite mirar al mundo como si fuera un cuadro. Y, al revés, la cercanía que convierte el cuadro en un mundo. No cesas de subrayar frases: “escribir es una forma de mirar; y las palabras, una parte más –y una consecuencia– de la silenciosa atención necesaria para mirar de veras”; “Pintar –lo mismo que escribir– es seguir el camino de los solitarios”; “la cercanía del paisaje concede realidad, hace que el hombre sea más concreto, como concretos son un árbol, una piedra o una hormiga”.Cierras el libro maravillado. Por la tarde, en la presentación, compruebas que Antonio es alguien especial. Te quedas embobado escuchando sus palabras. Has descubierto en él a un verdadero escritor. Alguien que habita el mundo a través de las palabras.
Sábado 3 de diciembreTe levantas temprano y planificas algo la escritura. A media mañana, te acercas al concierto de Onda Regional en el Auditorio. La voz de Paco Neuman te eriza la nuca. Después, con Marta, Alicia, Paula, Yolanda y Jaime te saltas la dieta. Varias veces. Llegas con el tiempo justo para ver el clásico en el Parlamento. Allí te esperan Leo y Raúl. Sergio Ramos vuelve a obrar el milagro y el Madrid empata en el último minuto. Lo celebráis en con la Sr. Tarde en Black Tag. De nuevo, no contienes los besos.Recoges a Raquel y celebráis su cumpleaños en el Hispano. Sigue pareciendo una niña. Hace tiempo que los años dejaron de pasar para ella. Tras la cena, tomáis una copa tranquilos y regresáis a casa. El día no puede acabar mejor.
Domingo 4 de diciembreEscribes durante todo el día. A finales de la tarde, logras terminar el capítulo que te habías propuesto para esta semana. Te levantas para celebrarlo. Pero justo cuando ibas a apagar el ordenador, una frase aparece en tu cabeza. Vuelves a abrir el archivo y comienzas a apuntarla para continuar la escritura al día siguiente. Cuatro horas después, a media noche, sigues ahí sentado y de esa frase ha nacido un capítulo que no esperabas. Un capítulo que equilibra la novela y termina de dar sentido a uno de los problemas que habías intuido al principio de la semana. Al acostarte, cansado y con la mirada borrosa, piensas en lo extraña que es la escritura. Una frase, una idea, un párrafo…, surge cuando menos te lo esperas. Escribir es también estar atento a lo inesperado. Es sobre todo eso. Porque lo inesperado, precisamente por inesperado, es lo que activa y moviliza lo que habías planificado en tu cabeza.
Published on January 03, 2017 06:12
Aquí y ahora, 19
Lunes 21 de noviembreTe levantas cansado y con mal cuerpo. Las pesadillas comienzan a afectarte. Corriges lo que escribiste la noche anterior y planificas la semana. Te contentas con poder acabar un capítulo, el primero de la tercera parte.A la hora de la siesta, consejo de departamento. Pérdida de tiempo absoluta. Después, dos horas de taller literario. Esta vez, por alguna razón, se te hace corto.Por la noche, nuevo episodio de Westworld. Te interesa la serie, aunque sigue habiendo algo que no está bien resuelto. Aún no sabes lo que es, pero lo intuyes. Algo no funciona del todo.
Martes 22 de noviembreEscribes el diario. Esta semana te cuesta. Al acabar, vas al gimnasio. Acabas antes de la cuenta. Compras sushi y regresas a casa.Por la tarde comienzas a leer Suicida (no profesional) busca puente, el libro de la Doctora Glas que presentas el sábado. Te sorprende la escritura. Es fresca y desenfadada. A pesar de la tragedia que cuenta.
Miércoles 23 de noviembreReunión con los alumnos del Trabajo de Fin de Grado. Este año tienes once. Aunque sólo tuvieras que hacer esto en tu vida, apenas tendrías tiempo para dedicarles la atención que merecen. Preferirías dar todas las clases del mundo a tener que dirigir tefegés.En clase, por fin, acabas con el psicoanálisis del arte y la obra de Lacan. Has sido demasiado abstruso en tus explicaciones. Es posible que no se haya entendido nada. Terminas reventado.Al salir de clase, te enteras de la muerte de Rita Barberá. Decides no entrar a Twitter porque sabes que todo se va a enfangar.En la comida te saltas la dieta, pero merece la pena. La tarde se llena de luz.Por la noche, Mari Ángeles te invita a una cena en honor de Lawrence Corby, un pintor inglés que inaugura al día siguiente en Art Nueve, y vuelves a saltarte la dieta. Te sientas frente a Pablo Genovés y no paráis de hablar de arte. Cruzas dos o tres frases en inglés con el artista. Parece que lo hablas mejor que cuando estabas en Ithaca. Regresas a casa dialogando en inglés contigo mismo. Con el casco de la moto todo suena bien.
Jueves 24 de noviembreClase la historia social del arte. Explicas los fundamentos de la metodología y examinas algunas claves del marxismo. Mientras hablas sobre El capital y El manifiesto comunista, en la segunda fila alguien no para de mover la cabeza hasta que no puede más y acaba mostrando su enfado: “Esto me está llevando a mi infancia. Lo estudiaba en todos los cursos del colegio. Es como un retorno de lo real”. Es un alumno cubano que tuvo que salir de la isla. Os enzarzáis en una pequeña discusión. Tú estás utilizando a Marx para explicar la historia materialista y cómo funciona el capitalismo. Él no puede evitar escuchar ese nombre y que todo le venga a la memoria. Lo bueno y, sobre todo, lo malo. Allí Marx, dice él, era la Biblia. No era posible pensar fuera de ese dogma. Aquí, dices tú, es sólo un paradigma más que es necesario tener en cuenta. La discusión continúa. No hay posibilidad de acuerdo.Después de varias tutorías, llegas a casa cansado. Comes, duermes una pequeña siesta y sales para el taller literario. Terminas con el tiempo justo para asistir a la inauguración de la exposición de Lawrence Corby. Su pintura abstracta es sutil y mínima. Fragmentos de lienzo pintados y pegados sobre el propio lienzo funcionan como planos de color. Está a medio camino entre el patchwork y la pintura. Los fragmentos pegados, de formas irregulares, mantienen una memoria del espacio anterior que ocuparon. Flecos y restos del recorte hacen consciente al espectador de que lo que sucede sobre el lienzo es una colisión de contextos diferentes. No es una pintura fácil; es necesario pensar sobre ella para entrar en su discurso. A veces el arte requiere un pequeño esfuerzo. En estos tiempos de prisa y facilidad, sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a hacerlo.Habías pensado volver a casa, pero Leo te convence –te dejas convencer fácil– para tomar una copa y dar una vuelta. No os liais demasiado. Has comenzado a aprender a dosificar. Antes de las dos estás en la cama.
Viernes 25 de noviembreTe levantas temprano y te sientas frente al ordenador. Vuelves a leer los últimos párrafos que has escrito. Lo necesitas para retomar la voz. Es como tomar impulso. Lo visualizas como un salto de longitud. Lo escrito es la pista; la página en blanco, el espacio del salto. Necesitas recorrer la pista para poder saltar al vacío.A finales de la mañana tienes cita con la nutricionista. Temeroso, te subes a la báscula mientras intentas excusarte por no haber seguido del todo la dieta. Pues no está mal, te responde. Has perdido dos kilos. Respiras. Al salir vences la tentación de celebrarlo comiéndote un palo de crema y te tomas un café cortado con leche desnatada.Por la tarde, asistes a la presentación de La acústica de los iglús, el libro de cuentos de Almudena Sánchez. Por lo que dice en la presentación –por cómo habla de sus relatos y de la escritura– crees que te va a gustar el libro. Lees unos cuantos párrafos y caes prendado de su lirismo.Después, con Raquel, concierto de Wim Mertens en el Teatro Romea. Es una vuelta a tu adolescencia, a los programas de Ramón Trecet en Radio 3, a las noches de estudio, a los tiempos en los que esta música –la vanguardia popular, como diría Mario Perniola– configuraba tu modo de ver el mundo. Durante un tiempo quisiste escribir sobre estas estructuras repetitivas neobarrocas. Incluso llegaste a comprar el libro de Mertens sobre la música minimalista americana. Aquel tiempo pasó, pero ahora, esta noche, vuelve todo de golpe con el canturreo en falsete y el piano armónico del compositor belga.Al llegar a casa, no te puedes dormir y ves dos episodios de The Affair. Te has vuelto a enganchar. Empatizas con el escritor y sus relaciones amorosas. Por momentos, incluso te identificas con él. Para bien y para mal.
Sábado 26 de noviembreAl despertar, te enteras de la noticia: ha muerto Fidel Castro. “El siglo XX, acabando a lo Panenka”, tuiteas. Y no sabes si tienes algo más que decir. Las redes se llenan de expertos y todo el mundo sabe de todo.Te pones con tu novela y logras terminar el primer capítulo de la tercera parte. Poco a poco va subiendo el número de palabras y te acercas a las cuarenta mil. Sabes que muchas de ellas acabarán en la basura, pero no ves ya el momento de acabar el primer borrador e imprimirlo para ver sobre tu mesa materializado todo este tiempo.Antes de comer, Raquel se prueba los zapatos de tacón que acaba de comprar y tú no puedes evitar la seducción del fetichismo.A media tarde, presentas en Ítaca el libro de la Doctora Glas. Habláis del fin del amor romántico, de la sexualidad abyecta y del mal. Tú preguntas y ella responde. Después, el editor, que se ha referido a ti todo el rato como “el profesor”, te dice que tus preguntas eran demasiado largas. Tú le contestas que se debe a que has preparado la presentación a conciencia. Luego alguien te pregunta si tú también escribes. Alguna cosa, sí, contestas.Mientras vuelves a casa, lo piensas: te revienta que te presenten como “profesor” en lugar de como “escritor”. Es cierto, eres profesor, cobras de eso; es lo que te da de comer. Pero tu cabeza está todo el día pensando en la escritura. Eso es lo que te da la vida.
Domingo 27 de noviembrePasas casi todo el día en una matanza en la huerta. Como cada año, una de las primas de Raquel compra un cerdo y reúne a la familia, los vecinos y los amigos. Morcillas, lomo, tocino, longaniza, vino, cerveza, arroz, dulces, tartas…, es una especie de celebración de la abundancia. Intentas contenerte, pero en el segundo vaso de vino te abandonas y te unes a la fiesta. A la mierda la dieta, escribes en Twitter. Y es lo que haces.Por la noche, te quedas hasta la madrugada con la novela. Te has dado cuenta de que algo no funciona. Estás escribiéndola en pasado y tienes que buscar el modo de que en un momento determinado se convierta en presente. Se te hacen más de las tres de la mañana buscando la manera de efectuar esa torsión. Te acuestas aún sin saber cómo hacerlo. Antes de cerrar los ojos, aparece la solución. Te levantas y lo escribes. Son casi las cuatro.
Martes 22 de noviembreEscribes el diario. Esta semana te cuesta. Al acabar, vas al gimnasio. Acabas antes de la cuenta. Compras sushi y regresas a casa.Por la tarde comienzas a leer Suicida (no profesional) busca puente, el libro de la Doctora Glas que presentas el sábado. Te sorprende la escritura. Es fresca y desenfadada. A pesar de la tragedia que cuenta.
Miércoles 23 de noviembreReunión con los alumnos del Trabajo de Fin de Grado. Este año tienes once. Aunque sólo tuvieras que hacer esto en tu vida, apenas tendrías tiempo para dedicarles la atención que merecen. Preferirías dar todas las clases del mundo a tener que dirigir tefegés.En clase, por fin, acabas con el psicoanálisis del arte y la obra de Lacan. Has sido demasiado abstruso en tus explicaciones. Es posible que no se haya entendido nada. Terminas reventado.Al salir de clase, te enteras de la muerte de Rita Barberá. Decides no entrar a Twitter porque sabes que todo se va a enfangar.En la comida te saltas la dieta, pero merece la pena. La tarde se llena de luz.Por la noche, Mari Ángeles te invita a una cena en honor de Lawrence Corby, un pintor inglés que inaugura al día siguiente en Art Nueve, y vuelves a saltarte la dieta. Te sientas frente a Pablo Genovés y no paráis de hablar de arte. Cruzas dos o tres frases en inglés con el artista. Parece que lo hablas mejor que cuando estabas en Ithaca. Regresas a casa dialogando en inglés contigo mismo. Con el casco de la moto todo suena bien.
Jueves 24 de noviembreClase la historia social del arte. Explicas los fundamentos de la metodología y examinas algunas claves del marxismo. Mientras hablas sobre El capital y El manifiesto comunista, en la segunda fila alguien no para de mover la cabeza hasta que no puede más y acaba mostrando su enfado: “Esto me está llevando a mi infancia. Lo estudiaba en todos los cursos del colegio. Es como un retorno de lo real”. Es un alumno cubano que tuvo que salir de la isla. Os enzarzáis en una pequeña discusión. Tú estás utilizando a Marx para explicar la historia materialista y cómo funciona el capitalismo. Él no puede evitar escuchar ese nombre y que todo le venga a la memoria. Lo bueno y, sobre todo, lo malo. Allí Marx, dice él, era la Biblia. No era posible pensar fuera de ese dogma. Aquí, dices tú, es sólo un paradigma más que es necesario tener en cuenta. La discusión continúa. No hay posibilidad de acuerdo.Después de varias tutorías, llegas a casa cansado. Comes, duermes una pequeña siesta y sales para el taller literario. Terminas con el tiempo justo para asistir a la inauguración de la exposición de Lawrence Corby. Su pintura abstracta es sutil y mínima. Fragmentos de lienzo pintados y pegados sobre el propio lienzo funcionan como planos de color. Está a medio camino entre el patchwork y la pintura. Los fragmentos pegados, de formas irregulares, mantienen una memoria del espacio anterior que ocuparon. Flecos y restos del recorte hacen consciente al espectador de que lo que sucede sobre el lienzo es una colisión de contextos diferentes. No es una pintura fácil; es necesario pensar sobre ella para entrar en su discurso. A veces el arte requiere un pequeño esfuerzo. En estos tiempos de prisa y facilidad, sin embargo, no todo el mundo está dispuesto a hacerlo.Habías pensado volver a casa, pero Leo te convence –te dejas convencer fácil– para tomar una copa y dar una vuelta. No os liais demasiado. Has comenzado a aprender a dosificar. Antes de las dos estás en la cama.
Viernes 25 de noviembreTe levantas temprano y te sientas frente al ordenador. Vuelves a leer los últimos párrafos que has escrito. Lo necesitas para retomar la voz. Es como tomar impulso. Lo visualizas como un salto de longitud. Lo escrito es la pista; la página en blanco, el espacio del salto. Necesitas recorrer la pista para poder saltar al vacío.A finales de la mañana tienes cita con la nutricionista. Temeroso, te subes a la báscula mientras intentas excusarte por no haber seguido del todo la dieta. Pues no está mal, te responde. Has perdido dos kilos. Respiras. Al salir vences la tentación de celebrarlo comiéndote un palo de crema y te tomas un café cortado con leche desnatada.Por la tarde, asistes a la presentación de La acústica de los iglús, el libro de cuentos de Almudena Sánchez. Por lo que dice en la presentación –por cómo habla de sus relatos y de la escritura– crees que te va a gustar el libro. Lees unos cuantos párrafos y caes prendado de su lirismo.Después, con Raquel, concierto de Wim Mertens en el Teatro Romea. Es una vuelta a tu adolescencia, a los programas de Ramón Trecet en Radio 3, a las noches de estudio, a los tiempos en los que esta música –la vanguardia popular, como diría Mario Perniola– configuraba tu modo de ver el mundo. Durante un tiempo quisiste escribir sobre estas estructuras repetitivas neobarrocas. Incluso llegaste a comprar el libro de Mertens sobre la música minimalista americana. Aquel tiempo pasó, pero ahora, esta noche, vuelve todo de golpe con el canturreo en falsete y el piano armónico del compositor belga.Al llegar a casa, no te puedes dormir y ves dos episodios de The Affair. Te has vuelto a enganchar. Empatizas con el escritor y sus relaciones amorosas. Por momentos, incluso te identificas con él. Para bien y para mal.
Sábado 26 de noviembreAl despertar, te enteras de la noticia: ha muerto Fidel Castro. “El siglo XX, acabando a lo Panenka”, tuiteas. Y no sabes si tienes algo más que decir. Las redes se llenan de expertos y todo el mundo sabe de todo.Te pones con tu novela y logras terminar el primer capítulo de la tercera parte. Poco a poco va subiendo el número de palabras y te acercas a las cuarenta mil. Sabes que muchas de ellas acabarán en la basura, pero no ves ya el momento de acabar el primer borrador e imprimirlo para ver sobre tu mesa materializado todo este tiempo.Antes de comer, Raquel se prueba los zapatos de tacón que acaba de comprar y tú no puedes evitar la seducción del fetichismo.A media tarde, presentas en Ítaca el libro de la Doctora Glas. Habláis del fin del amor romántico, de la sexualidad abyecta y del mal. Tú preguntas y ella responde. Después, el editor, que se ha referido a ti todo el rato como “el profesor”, te dice que tus preguntas eran demasiado largas. Tú le contestas que se debe a que has preparado la presentación a conciencia. Luego alguien te pregunta si tú también escribes. Alguna cosa, sí, contestas.Mientras vuelves a casa, lo piensas: te revienta que te presenten como “profesor” en lugar de como “escritor”. Es cierto, eres profesor, cobras de eso; es lo que te da de comer. Pero tu cabeza está todo el día pensando en la escritura. Eso es lo que te da la vida.
Domingo 27 de noviembrePasas casi todo el día en una matanza en la huerta. Como cada año, una de las primas de Raquel compra un cerdo y reúne a la familia, los vecinos y los amigos. Morcillas, lomo, tocino, longaniza, vino, cerveza, arroz, dulces, tartas…, es una especie de celebración de la abundancia. Intentas contenerte, pero en el segundo vaso de vino te abandonas y te unes a la fiesta. A la mierda la dieta, escribes en Twitter. Y es lo que haces.Por la noche, te quedas hasta la madrugada con la novela. Te has dado cuenta de que algo no funciona. Estás escribiéndola en pasado y tienes que buscar el modo de que en un momento determinado se convierta en presente. Se te hacen más de las tres de la mañana buscando la manera de efectuar esa torsión. Te acuestas aún sin saber cómo hacerlo. Antes de cerrar los ojos, aparece la solución. Te levantas y lo escribes. Son casi las cuatro.
Published on January 03, 2017 06:09
Aquí y ahora, 18
Lunes 14 de noviembreEsta semana intentas hacer la dieta. Mides el aceite, pesas las raciones, miras los dulces de reojo. No sabes cuánto vas a poder aguantar.Se te va la mañana preparando el taller literario de por la tarde. El tono y la voz. Buscas ejemplos de textos. Te gusta hablar de literatura. Sientes que tienes cosas que decir y que puedes aportar algo. Pero no es posible estar en todos los lugares sin que el cuerpo se resienta. Tendrías que haberlo sabido antes de comprometerte. Al final creías que te iba a quitar menos tiempo. No puedes llegar a todo. Demasiadas losas sobre tu cabeza. Afortunadamente, aún quedan espacios para que se frene el tiempo. Son esos instantes los que te dan la vida.
Martes 15 de noviembreEscribes el diario y te cuesta más de lo previsto. Todo sucede a cámara lenta. Incluso la escritura.Te emocionas con el anuncio de la lotería. Te sorprende con las defensas bajas y dejas caer unas lágrimas. Es pura manipulación de las emociones. La música, los afectos, la nostalgia…, saben dar en el lugar en el que más duele. Capitalismo emocional destilado.Ves durante unos minutos el nuevo programa literario de Mercedes Milá: Convénzeme, con z de Zweig. Te convences rápidamente de que no debes volverlo a ver. Es la forma televisiva de la dictadura del like. “Me gusta/no me gusta. Y me da igual lo que diga el sanedrín.”
Miércoles 16 de noviembreMañana de tutorías para el trabajo de fin de grado. Después, en clase, una hora de psicoanálisis del arte. Las lecturas que Freud hizo de la infancia de Leonardo y del Moisés de Miguel Ángel. Hay ahí mucho de pasado obsoleto. Pero también hay elementos rescatables: la obra como síntoma, la necesidad de observar lo menos evidente, el detalle, el lapsus, lo apenas visible. Ahí está la clave de la interpretación.Por la tarde corriges el Diario de Ithaca. En unas semanas verá la luz gracias a la Fundación Newcastle. Mientras vuelves a leerlo, revives tus días en Ithaca. Corriges palabras, pero no puedes evitar leer imágenes. Imágenes y sensaciones. Localizas el tiempo y el espacio de cada párrafo. Hay un recuerdo para cada una de las escenas. Leer el propio diario es movilizar la memoria. Te resulta curioso especialmente el pasaje en el que escribes cómo corregías las entradas de Presente continuo para su publicación en Balduque. Escribir esto ahora convierte tu diario en una especie de bucle autorreferencial. Un diario que habla de un diario que habla de un diario.Por la noche intentas ver con Raquel The Girlfriend Experience. Le dais unos cuantos episodios, pero os cansáis enseguida. No puede ser más plana. Buen sexo, pero nada más.
Jueves 17 de noviembreTe levantas con el tiempo justo para preparar las dos horas de clase de la mañana. Terminas con Freud y comienzas con Lacan. Sientes cómo se abren las cabezas de tus estudiantes cuando explicas las tres dit-mansions del sujeto, lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. Acabas exhausto, como si te hubiera pasado un camión por encima, y apenas puedes atender a la tutoría posterior, en una terraza cercana para que dé el aire.Comes, duermes la siesta y te levantas recuperado para las dos horas de taller de la tarde. Allí sientes que todo fluye. Quisieras quedarte algo más al terminar, pero tienes que volver a casa para escribir un resumen de Intento de escapada. La agencia que gestiona los derechos audiovisuales va a presentar un proyecto cinematográfico y necesitan cinco páginas que resuman la novela hasta el final. Pasas la noche escribiendo y te reconcilias con la historia. Por alguna razón, quizá porque te obsesionaste con El instante de peligro, últimamente has renegado algo de tu primera novela. Pero, mientras recorres sus páginas para buscar la esencia de la historia, te das cuenta de que ahí hay algo que merece la pena. Marcos, Montes, Omar, Helena…, retomas de nuevo la emoción de los días en que estos personajes vivieron en tu cabeza.
Viernes 18 de noviembreA las doce de la mañana quedas con Alejandro. Se ha confundido y pasas más de una hora esperando en el café. Aprovechas para leer. Disfrutas con el relato de Nere Basabe que fue finalista del Premio Cosecha Eñe. Es una delicia absoluta. Puro desasosiego.Después, te encuentras con Belén, Luis y Antonio para un aperitivo en el Luis de la Rosario. El camarero sigue sin insultarte, pero el vermú granizado merece todos los sacrificios. También las anchoas encebolladas y la torta de camarones. Ahí se te rompe la dieta. Hasta aquí has llegado esta semana. No salís de allí hasta que cierran el bar. La tarde se alarga y entráis al 609, donde os reciben con una degustación de Jameson. No sabes decir que no. Sigues un poco más con Belén y Marta, que se ha incorporado al grupo. Estás a gusto y no quisieras que se acabara el día. Exaltación de la amistad. De la amistad verdadera.
Sábado 19 de noviembrePor la mañana dormitas, lees los periódicos y acabas de ver el último episodio de Black Mirror.No es tan bueno como habías imaginado.Visitas a tu vecina Julia. Te hace sentir culpable por apenas ir a verla. Tiene razón. Le dices que aparecerá en tu novela. Pero si yo no sé escribir, dice, no me van a entender. No te preocupes, la consuelas, ya buscaré la forma de que te entiendan.Por la tarde, ves La llegada, la última película de Denis Villeneuve. Desde Encuentros en la tercera fase, te obsesionan las películas de extraterrestres y sueñas constantemente con invasiones alienígenas. Y La llegada te fascina. No es una película de ciencia ficción corriente. En realidad, es una reflexión sobre cómo el lenguaje configura nuestro modo de pensar. Como en otras ocasiones, Villeneuve muestra cómo funciona la comunicación entre sujetos de contextos diferentes. Se trata, al final, de una película acerca de la posibilidad que tenemos de entender al otro, aunque ese otro sea, aparentemente, un ser radicalmente diferente de nosotros. El lenguaje del otro abre nuestra percepción del mundo. Frente a tanto film distópico y catastrofista, Villeneuve ofrece una salida. El entendimiento es posible. Difícil, pero posible. “Encuentros en la tercera frase”, escribes en un tuit.Tras la película, el Madrid gana el derbi. El día no puede acabar mejor.
Domingo 20 de noviembreRegresas a tu novela. Te sientas frente al ordenador cuando despiertas y apenas te levantas en todo el día. Mientras escribes, evocas el pasado. En un determinado momento, te sorprende un ramalazo de nostalgia. Es fuerte. Lo sientes por todo el cuerpo. Tienes que parar unos segundos. Levantarte y tomar aire. Has punzado algo con la escritura. Como cuando un médico toca el órgano sensible al dolor. Has tocado algo dentro de tu cuerpo. Algo que duele. Por la noche, regresan las pesadillas, como un eco de la escritura. No sabes cuánto tiempo vas a poder aguantar esto. Necesitas acabar con esta novela antes de que ella acabe contigo.
Martes 15 de noviembreEscribes el diario y te cuesta más de lo previsto. Todo sucede a cámara lenta. Incluso la escritura.Te emocionas con el anuncio de la lotería. Te sorprende con las defensas bajas y dejas caer unas lágrimas. Es pura manipulación de las emociones. La música, los afectos, la nostalgia…, saben dar en el lugar en el que más duele. Capitalismo emocional destilado.Ves durante unos minutos el nuevo programa literario de Mercedes Milá: Convénzeme, con z de Zweig. Te convences rápidamente de que no debes volverlo a ver. Es la forma televisiva de la dictadura del like. “Me gusta/no me gusta. Y me da igual lo que diga el sanedrín.”
Miércoles 16 de noviembreMañana de tutorías para el trabajo de fin de grado. Después, en clase, una hora de psicoanálisis del arte. Las lecturas que Freud hizo de la infancia de Leonardo y del Moisés de Miguel Ángel. Hay ahí mucho de pasado obsoleto. Pero también hay elementos rescatables: la obra como síntoma, la necesidad de observar lo menos evidente, el detalle, el lapsus, lo apenas visible. Ahí está la clave de la interpretación.Por la tarde corriges el Diario de Ithaca. En unas semanas verá la luz gracias a la Fundación Newcastle. Mientras vuelves a leerlo, revives tus días en Ithaca. Corriges palabras, pero no puedes evitar leer imágenes. Imágenes y sensaciones. Localizas el tiempo y el espacio de cada párrafo. Hay un recuerdo para cada una de las escenas. Leer el propio diario es movilizar la memoria. Te resulta curioso especialmente el pasaje en el que escribes cómo corregías las entradas de Presente continuo para su publicación en Balduque. Escribir esto ahora convierte tu diario en una especie de bucle autorreferencial. Un diario que habla de un diario que habla de un diario.Por la noche intentas ver con Raquel The Girlfriend Experience. Le dais unos cuantos episodios, pero os cansáis enseguida. No puede ser más plana. Buen sexo, pero nada más.
Jueves 17 de noviembreTe levantas con el tiempo justo para preparar las dos horas de clase de la mañana. Terminas con Freud y comienzas con Lacan. Sientes cómo se abren las cabezas de tus estudiantes cuando explicas las tres dit-mansions del sujeto, lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico. Acabas exhausto, como si te hubiera pasado un camión por encima, y apenas puedes atender a la tutoría posterior, en una terraza cercana para que dé el aire.Comes, duermes la siesta y te levantas recuperado para las dos horas de taller de la tarde. Allí sientes que todo fluye. Quisieras quedarte algo más al terminar, pero tienes que volver a casa para escribir un resumen de Intento de escapada. La agencia que gestiona los derechos audiovisuales va a presentar un proyecto cinematográfico y necesitan cinco páginas que resuman la novela hasta el final. Pasas la noche escribiendo y te reconcilias con la historia. Por alguna razón, quizá porque te obsesionaste con El instante de peligro, últimamente has renegado algo de tu primera novela. Pero, mientras recorres sus páginas para buscar la esencia de la historia, te das cuenta de que ahí hay algo que merece la pena. Marcos, Montes, Omar, Helena…, retomas de nuevo la emoción de los días en que estos personajes vivieron en tu cabeza.
Viernes 18 de noviembreA las doce de la mañana quedas con Alejandro. Se ha confundido y pasas más de una hora esperando en el café. Aprovechas para leer. Disfrutas con el relato de Nere Basabe que fue finalista del Premio Cosecha Eñe. Es una delicia absoluta. Puro desasosiego.Después, te encuentras con Belén, Luis y Antonio para un aperitivo en el Luis de la Rosario. El camarero sigue sin insultarte, pero el vermú granizado merece todos los sacrificios. También las anchoas encebolladas y la torta de camarones. Ahí se te rompe la dieta. Hasta aquí has llegado esta semana. No salís de allí hasta que cierran el bar. La tarde se alarga y entráis al 609, donde os reciben con una degustación de Jameson. No sabes decir que no. Sigues un poco más con Belén y Marta, que se ha incorporado al grupo. Estás a gusto y no quisieras que se acabara el día. Exaltación de la amistad. De la amistad verdadera.
Sábado 19 de noviembrePor la mañana dormitas, lees los periódicos y acabas de ver el último episodio de Black Mirror.No es tan bueno como habías imaginado.Visitas a tu vecina Julia. Te hace sentir culpable por apenas ir a verla. Tiene razón. Le dices que aparecerá en tu novela. Pero si yo no sé escribir, dice, no me van a entender. No te preocupes, la consuelas, ya buscaré la forma de que te entiendan.Por la tarde, ves La llegada, la última película de Denis Villeneuve. Desde Encuentros en la tercera fase, te obsesionan las películas de extraterrestres y sueñas constantemente con invasiones alienígenas. Y La llegada te fascina. No es una película de ciencia ficción corriente. En realidad, es una reflexión sobre cómo el lenguaje configura nuestro modo de pensar. Como en otras ocasiones, Villeneuve muestra cómo funciona la comunicación entre sujetos de contextos diferentes. Se trata, al final, de una película acerca de la posibilidad que tenemos de entender al otro, aunque ese otro sea, aparentemente, un ser radicalmente diferente de nosotros. El lenguaje del otro abre nuestra percepción del mundo. Frente a tanto film distópico y catastrofista, Villeneuve ofrece una salida. El entendimiento es posible. Difícil, pero posible. “Encuentros en la tercera frase”, escribes en un tuit.Tras la película, el Madrid gana el derbi. El día no puede acabar mejor.
Domingo 20 de noviembreRegresas a tu novela. Te sientas frente al ordenador cuando despiertas y apenas te levantas en todo el día. Mientras escribes, evocas el pasado. En un determinado momento, te sorprende un ramalazo de nostalgia. Es fuerte. Lo sientes por todo el cuerpo. Tienes que parar unos segundos. Levantarte y tomar aire. Has punzado algo con la escritura. Como cuando un médico toca el órgano sensible al dolor. Has tocado algo dentro de tu cuerpo. Algo que duele. Por la noche, regresan las pesadillas, como un eco de la escritura. No sabes cuánto tiempo vas a poder aguantar esto. Necesitas acabar con esta novela antes de que ella acabe contigo.
Published on January 03, 2017 06:07
Aquí y ahora, 17
Lunes 7 de noviembreToda la mañana reunido con Alejandro. Preparáis un máster de cultura visual y no va a ser fácil el papeleo. La burocracia es disuasoria. Es la frontera para los perezosos como tú. Afortunadamente, él se maneja bien con ese lenguaje. Aun así ya imaginas el tiempo de vida que se te va a ir rellenando papeles con competencias, objetivos, pasarelas, adaptaciones, calidad, evaluaciones y cosas que no sirven absolutamente para nada. La pedagogía llegó al mundo de la educación para hacerlo inhabitable.Por la tarde, lees Elogio de la belleza atlética, el pequeño ensayo de Hans Ulrich Gumbrecht sobre el deporte. Quieres tener algo que decir el miércoles en la mesa sobre fútbol y cultura y tomas algunas notas: performance, presencia, intensidad, areté y separación de la vida cotidiana; estos son los elementos que definen la fascinación por los deportes, según el filósofo alemán. Una conciencia intensa del cuerpo, que se pone al límite, y unas reglas diferentes a las que rigen la vida. Y también una belleza, una estética, la aparición de una forma que se adueña de la experiencia del espectador. Hay belleza en el deporte, dice Gumbrecht. Y, en parte, por eso nos gusta mirar a los otros jugar.
Martes 8 de noviembreClase sobre Freud y el origen del arte para el psicoanálisis. El eros, el juego y la pérdida. Todo arte surge de una sublimación de la libido, de un recuerdo del juego infantil y de un lamento –el duelo– por la muerte del objeto de amor. Hablas también del momento en que Freud observa la tendencia del niño a jugar con el excremento y la materia fangosa que lo recuerda. Para Freud, el trabajo con el barro, la pintura, la tendencia a mancharse… tiene que ver con un recuerdo de la fase sexual anal en la que la materia fecal es el elemento clave en la producción de placer. “La mierda es lo más profundo”, dices con voz sentenciosa. Y miras cómo los estudiantes lo escriben en sus cuadernos.A media tarde, tienes cita con la nutricionista. 110 kilos son demasiados ya. Te has decidido a poner freno a esto. El método Garaulet es la única dieta que te ha funcionado en la vida. Ahí perdiste treinta y cinco kilos. Ahora necesitas perder al menos diez. En la consulta te preguntan por tus hábitos de vida y te dan la nueva dieta. Para la semana siguiente tendrás que haber perdido al menos dos kilos. Debes comenzar esta misma noche.
Miércoles 9 de noviembreDesayunas según la dieta, midiendo el aceite de las tostadas de pan integral y tomando el café con leche desnatada.Sales para Bilbao a medio día y llegas a las cuatro. Durante el viaje, has intentado no comer y seguir la dieta. Una fruta y un café a media mañana para matar el gusanillo. Sin embargo, al pisar Bilbao todo se rompe. En el restaurante te esperan Galder, Pablo, Agustín y Juan. Al llegar os abrazáis y te dicen que llevan ya cuatro platos y que aún no van ni por la mitad. Antes de que puedas sentarte, la camarera te pone un plato con chistorras, morcillas y chorizo y te dice que te comas también a las alubias, que son una delicia. Yo vengo de dieta, dices. ¿Pero eso es en serio?, pregunta alguien. Sí, contestas. Todos ríen. Después sale el chuletón para cuatro. La carne tiene una pinta tremenda. Elegí un mal día para dejar de comer, dices. Y te tiras sobre la mesa.Cuando estáis reventados, aparece el cocinero con una bandeja de postres en el límite de la obscenidad. Que no se quede nadie con hambre, dice. Es el estereotipo del restaurante vasco donde todo está delicioso y se come hasta reventar. Bendita realidad. Pero no tú no puedes evitar la culpa.Acabáis de comer con el tiempo justo para dejar las cosas en el hotel y salir para San Mamés. El estadio es impresionante. Parece una nave espacial. Vacío, en silencio, con las luces para mantener el césped caliente, parece el escenario de Encuentros en la tercera fase. Recuerdas lo que Gumbrecht decía de los estadios vacíos. Tienen algo de sublime. De belleza extrema. Una gran oquedad en medio de la ciudad. Un lugar donde se para y se condensa el tiempo.Te sientes un privilegiado por tener esa experiencia. Y también por esta invitación. La Fundación Athletic de Bilbao es algo excepcional. Y el trabajo que hace para, entre otras cosas, acercar el fútbol a la cultura es impresionante. Cuidan cada detalle. Para este ciclo de Letras y Fútbol han hecho cromos y un álbum con los participantes. Cuando Galder te da el tuyo, te invade la nostalgia de aquellos álbumes de Panini que infructuosamente intentaste completar.En la mesa redonda discutís sobre fútbol y cultura. Pablo modera. Agustín habla sobre fútbol, ciencia y complejidad. Juan argumenta hay poesía en algunos lugares que rodean al fútbol como, por ejemplo, en las locuciones de los partidos. Y tú defiendes que tu relación con el fútbol es más esencial que con la cultura. Antes de ser escritor, lector o profesor eres aficionado al fútbol. Estaba en tu casa desde niño. Sentiste la pasión futbolera antes de haber leído un solo libro. No puedes evitarlo. Y es difícil tener que explicar, con distancia crítica, por qué te gusta.Tras la charla, te encuentras con Nere, Aixa e Iván, a quien aún no habías desvirtualizado. Lo has leído y admiras lo que escribe, habéis interactuado en las redes sociales, y poder conocerlo finalmente era una de las razones por las que te apetecía venir a Bilbao.Acabáis la noche en un karaoke. Juan y tú cantáis a dúo El bacalao, de Julio Iglesias. Iván os graba. Rezas para que ese vídeo no vea nunca la luz. Después, Tandro, a quien también has desvirtualizado esta noche, pide una de Ramazzotti y comienza a cantar. Todas las miradas del bar se vuelven hacia él. No dais crédito. Parece un profesional. Al terminar, alguien se acerca y os dice: Soy el fundador de Mocedades en Bilbao y esto es una maravilla. A partir de ahí ya todo es cuesta abajo. Con los efectos del alcohol sonáis peor y peor. Cuando cantáis una de Mocedades, tenéis que pedir perdón al fundador por destrozarla a cuatro voces.Cierran el karaoke y vais todos a casa de Iván. Amistad y literatura. Te quedarías allí hasta el fin de los días. Pero el avión sale en unas horas y tienes que regresar al hotel.
Jueves 10 de noviembreDuermes apenas tres horas pero te despiertas sin resaca. En el viaje de vuelta lees el primer relato de Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, el libro de Diego Sánchez Aguilar que ha ganado el Premio Setenil. Te absorbe de inmediato y logra incluso excitarte. Sientes rápidamente una erección como la del protagonista. Al terminarlo te quedas un momento pensando, con la mirada perdida, también como el protagonista del relato. El mundo está hecho de oportunidades y posibilidades que dejamos pasar. Algunas se quedan dentro de nosotros como un virus residente y acaban rompiéndonos por dentro.En casa, se te va el día en la siesta. Recuperas el sueño perdido. Por la noche, ves un capítulo de Westworld. La serie remonta. Tú también.
Viernes 11 de noviembreTe levantas como nuevo y te encierras a escribir la novela. Llegas hasta el final de la segunda parte. Ciento cincuenta páginas. Empieza a tomar forma. Escribes como un suicida, sin atender a las consecuencias. Más adelante ya tomarás decisiones. Ahora no existe la censura. Escribes lo que tienes que escribir. Cuando llegue la hora de la publicación ya medirás los riesgos. Pero en esta primera versión no hay barreras, no hay represión. Escribes a tumba abierta –en sentido casi literal–.Por la tarde, te acercas a la presentación del libro de reseñas de Manuel Moyano. Noventa libros y un film. Saludas a los amigos y, tras una cerveza, te acercas con Leo a Murcia Gastronómica. Otro mal plan para la dieta. Allí os encontráis con José Manuel. A las doce de la noche, caes de nuevo en el chuletón y en la hamburguesa de Angus. Dos gin-tonic después, piensas en lo que dirás a la nutricionista: esta semana no ha valido, restart, comenzamos de nuevo.
Sábado 12 de noviembreCuatro horas hasta Puente Genil. Esta tarde, en un festival de cortos, repetís allí la mesa redonda sobre series de televisión y literatura. Diego, José Óscar, Juan de Dios y tú. Viajas con Raquel y José Óscar en tu coche. En el otro coche van Juan de Dios, Diego y Zoraida. Salís a horas diferentes pero os encontráis a medio camino. Sincronización máxima.La mesa redonda es el teatrillo del Convento de los Frailes. Habíais pensado repetir lo que dijisteis en Alguazas la semana anterior, pero a la segunda pregunta comenzáis a improvisar. El público está entregado y se nota el buen ambiente en la sala. Juan de Dios te pregunta por tu serie favorita y, en broma, respondes Los Serrano. Algunos aplauden.Tomáis unas cervezas en un bar y seguís en la Alcabala, una especie de centro cultural autogestionado en el que habláis y bebéis hasta bien entrada la noche. En un momento determinado, sentís que es necesario comer. Lleváis toda la tarde bebiendo cervezas. Volvéis al bar en el que supuestamente cenarán los asistentes al festival y os hacéis fuertes frente a la mesa del picoteo. Son casi las doce y estáis a punto de desfallecer. No esperáis a que se acabe la gala. Coméis como si hubierais escapado de una guerra. Los modernos del cine van pensar que los murcianos son unos ansiosos que no pueden esperar hasta las doce y media de la noche para cenar y han venido a Puente Genil para dejarlos sin comida.No paráis de reír, pero te notas cansado y no puedes continuar demasiado más. Raquel te acompaña al hotel. Caes rendido en la cama. Has tomado la decisión correcta.
Domingo 12 de noviembreEl regreso a Murcia se hace liviano. La conversación con Raquel y José Óscar es amena y las cuatro horas y media se pasan en nada. No estás cansado. No tienes resaca. Pero quieres llegar a casa y recomenzar la dieta. En realidad, quieres volver a la normalidad. Esta semana no ha contado. Mañana empieza todo, te dices otra vez. Como la semana pasada. Pero esta vez de verdad. Algo más de verdad.
Published on January 03, 2017 06:05
Aquí y ahora, 16
Lunes 31 de octubreLlega el avión a París con el tiempo justo para pasar por el control de inmigración. El efecto del Orfidal con alcohol aún no ha desaparecido y deambulas por los pasillos del Charles de Gaulle arrastrando las piernas como si fueras un zombi. Llegas a la puerta de embarque del vuelo a Madrid cuando ya están a punto de cerrar. La azafata de Air France ni siquiera te sonríe.En Madrid tomas el tren hacia Murcia y logras dormir algo en el trayecto, aunque te despiertan cada dos por tres las conversaciones de los pasajeros. Comienzas a leer La séptima función del lenguaje, la última novela de Laurent Binet y no puedes reprimir la carcajada. Te fascinó HHhH, su libro anterior. Allí buscaba escribir acerca de la historia desde un posicionamiento personal. Ahora, sin escapar de ese tono reconocible, se adentra en el mundo intelectual francés de finales de los setenta, en pleno auge del postestructuralismo, a partir de la especulación sobre la muerte de Roland Barthes. Lees unas cuantas páginas y sabes inmediatamente que este libro está escrito para ti. Es el tipo de lenguaje y humor que te interesa. Piensas disfrutarlo poco a poco.Raquel te espera en la estación. Caes a la cama rendido.
Martes 1 de noviembrePasas la mañana contestando correos. “Disculpa por el retraso. Llevo una semana de locura”. Cortas y pegas. Se te acumulan los emails cuando estás de viaje. Aunque podrías contestarlos desde los hoteles o desde el móvil, salvo alguna cuestión urgente, necesitas hacerlo desde el ordenador de tu despacho, como si todavía el correo llegara a la puerta de tu casa.Justo después de comer, vas al cementerio con tus hermanos. Es el único día del año que subes a visitar la tumba de tus padres. Sentados en sillas plegables frente a la puerta abierta del panteón, parece que estéis tomando el fresco con ellos en la calle. Sus fotos desde las lápidas escuchan la conversación. Ya no lloras, ya no se te humedecen los ojos, ni siquiera un poco. Tan sólo esbozas una pequeña sonrisa amarga cuando vuelves a plegar la silla y te despides hasta el año siguiente. Es extraño. El tiempo acaba apaciguándolo todo, incluso aquello que más dolor causa. Y el tiempo es precisamente lo que parece abrirse en cada visita al cementerio. Lo has escrito en más de una ocasión: el día de Todos los Santos es también el día de todos los recuerdos. Los vecinos, el pueblo, la chica que te gustaba, los compañeros de colegio…, es una especie de regreso al origen.Antes de salir del cementerio, miras de reojo la tumba de los hermanos sobre los que escribes tu novela. No te atreves a acercarte. Se te eriza la nuca y aceleras el paso.Dejas a tu hermano en la huerta, junto a la que fue la casa de tus padres. Han limpiado las palmeras y han cortado la higuera. No reconoces nada de lo que ves. Todo parece pequeño y distante. Es una imagen del pasado.
Miércoles 2 de noviembreEn clase, hablas sobre la obra de George Kubler. La configuración del tiempo sigue siendo uno de los libros clásicos cuya lectura no dejas de recomendar. Te gusta en especial una frase: “conocer el pasado es tan asombroso como conocer las estrellas.” No hay imagen del pasado; sólo destellos de mundos que hace tiempo que ya han desaparecido.Estás cansado por la tarde. El jet lag no te abandona. Pero las estrellas siguen brillando.
Jueves 3 de noviembreDos horas seguidas de clase. Explicas a Michael Fried y después comienzas con el psicoanálisis del arte. Sientes cómo las cabezas de los estudiantes comienzan a echar humo. La tuya también lo hace. Sales de la universidad con fiebre. Estás cansado. Más de lo habitual. Aún no te has recuperado del viaje.Por la tarde, asistes a la presentación de la antología poética que ha publicado La Fea Burguesía. Después, tomas unas cervezas con Leo, Cristina y Miguel y habláis de teatro y literatura. Aguantas unas más con Miguel. Te apetece quedarte algo más, pero tienes clase al día siguiente. Regresas a casa con dolor de cabeza.
Viernes 4 de noviembreTemprano, clase práctica sobre la obra de Keith Moxey y el concepto de Renacimiento. Toda historia es una narración. El Renacimiento es un cuento, una narrativa, que ya no sirve. Es necesario buscar nuevos conceptos para la disciplina. Son dos horas seguidas de teoría en las que no estás demasiado lúcido. Sigues cansado. Trasnochar no ayuda demasiado a recuperarte. Llegas a casa y caes de nuevo sobre la cama.Por la noche, después de ver Coherence y reflexionar sobre los desdoblamientos espacio-temporales, te encierras en el despacho y escribes unas cuantas páginas de la novela. Avanzas más de lo previsto y logras acabar un capítulo. Es lo único que has escrito en la semana. Mejor esto que la semana entera en blanco.Después, como no podría ser de otro modo, pesadillas. Sueñas que descuartizas a una mujer y escondes los trozos de su cadáver. No hay sangre, pero los fragmentos del cuerpo respiran. Te despiertas sobresaltado y con miedo de ti mismo. Necesitas acabar esta novela antes de que te destroce por dentro.
Sábado 5 de noviembreSesión de Body-Pump por la mañana. Es la primera vez que entras –la última, también–. Cuando acabas, eres consciente de que las agujetas te van a hacer recordar esta mañana durante varios día.Por la tarde, I Jornadas sobre Series de Televisión en Alguazas. Raquel habla acerca de por qué nos gusta Juego de Tronos. Lleva varios días inquieta. Pero su conferencia es espléndida. Clara, concisa, imaginativa. Vale muchísimo más de lo que piensa. Podría hacer lo que quisiera. La sigues admirando. Cada día más.Después, con Juan de Dios, Diego y José Óscar, mesa redonda sobre la muerte de la novela y la era de las series. Intentas argumentar que la novela no ha muerto, ni mucho menos. Ha perdido su potencia como lugar de enunciación o de creación de imaginario (la literatura lo perdió hace mucho tiempo), pero desde luego no está exhausta, sino todo lo contrario, viva, llena de futuro y posibilidades.Volvéis a casa y veis un episodio de El exorcista. Hay algo en la serialidad que hace fácil sentarse ante el televisor y regresar a una historia que ya habitabas. Es un mecanismo de reconocimiento, de familiaridad con los relatos y los modos de narrar. Es un mundo en el que ya hemos entrado previamente. Hay también algo de adicción. Una droga dura.
Domingo 6 de noviembreTe levantas como si te hubieran pegado una paliza. Te duele todo el cuerpo. El Body-Pump. Estaba cantado. Las sentadillas, sobre todo. Apenas puedes mover las piernas.Aperitivo por la mañana con Ana e Isabel. Ana se va un año fuera de España y la despedís por todo lo alto. Comenzáis con el vermut en el Luis el de la Rosario. El camarero ya no te insulta, como sí hace con el resto de los clientes. Cuando te ve, te da la mano y notas que se alegra de saludarte. Ha perdido toda la gracia.Después de vagar por los bares durante medio día, acabáis en el 609 rodeados de gente que parece haber salido de Nochevieja. Todos y todas altos, guapos, perfectos. Vosotros, allí en medio, seguís hablando de política y arte. No es vuestro contexto. Sois el elemento extraño. Al salir de allí, notas cómo el bar vuelve a respirar.En la Plaza de las Flores os hacéis una foto con Woody y Buzz Lightyear. La subes a Instagram: “1er Escalón. Hasta el infinito y más allá.”De camino a casa, con el dolor creciente de las agujetas, respiras, resucitas y compras una hamburguesa en el McDonald’s. Sabe a gloria. Empapa las cervezas y el gin-tonic.Eres consciente de que el peso se te ha ido de las manos. Ya no te cabe nada. Afortunadamente, la báscula está rota. Mañana comienzas la dieta y cambias de hábitos. Eso te dices mientras, feliz, devoras la última onza del chocolate de sirope de arce que trajiste de Canadá. Mañana, sí. Mañana será otro día.
Martes 1 de noviembrePasas la mañana contestando correos. “Disculpa por el retraso. Llevo una semana de locura”. Cortas y pegas. Se te acumulan los emails cuando estás de viaje. Aunque podrías contestarlos desde los hoteles o desde el móvil, salvo alguna cuestión urgente, necesitas hacerlo desde el ordenador de tu despacho, como si todavía el correo llegara a la puerta de tu casa.Justo después de comer, vas al cementerio con tus hermanos. Es el único día del año que subes a visitar la tumba de tus padres. Sentados en sillas plegables frente a la puerta abierta del panteón, parece que estéis tomando el fresco con ellos en la calle. Sus fotos desde las lápidas escuchan la conversación. Ya no lloras, ya no se te humedecen los ojos, ni siquiera un poco. Tan sólo esbozas una pequeña sonrisa amarga cuando vuelves a plegar la silla y te despides hasta el año siguiente. Es extraño. El tiempo acaba apaciguándolo todo, incluso aquello que más dolor causa. Y el tiempo es precisamente lo que parece abrirse en cada visita al cementerio. Lo has escrito en más de una ocasión: el día de Todos los Santos es también el día de todos los recuerdos. Los vecinos, el pueblo, la chica que te gustaba, los compañeros de colegio…, es una especie de regreso al origen.Antes de salir del cementerio, miras de reojo la tumba de los hermanos sobre los que escribes tu novela. No te atreves a acercarte. Se te eriza la nuca y aceleras el paso.Dejas a tu hermano en la huerta, junto a la que fue la casa de tus padres. Han limpiado las palmeras y han cortado la higuera. No reconoces nada de lo que ves. Todo parece pequeño y distante. Es una imagen del pasado.
Miércoles 2 de noviembreEn clase, hablas sobre la obra de George Kubler. La configuración del tiempo sigue siendo uno de los libros clásicos cuya lectura no dejas de recomendar. Te gusta en especial una frase: “conocer el pasado es tan asombroso como conocer las estrellas.” No hay imagen del pasado; sólo destellos de mundos que hace tiempo que ya han desaparecido.Estás cansado por la tarde. El jet lag no te abandona. Pero las estrellas siguen brillando.
Jueves 3 de noviembreDos horas seguidas de clase. Explicas a Michael Fried y después comienzas con el psicoanálisis del arte. Sientes cómo las cabezas de los estudiantes comienzan a echar humo. La tuya también lo hace. Sales de la universidad con fiebre. Estás cansado. Más de lo habitual. Aún no te has recuperado del viaje.Por la tarde, asistes a la presentación de la antología poética que ha publicado La Fea Burguesía. Después, tomas unas cervezas con Leo, Cristina y Miguel y habláis de teatro y literatura. Aguantas unas más con Miguel. Te apetece quedarte algo más, pero tienes clase al día siguiente. Regresas a casa con dolor de cabeza.
Viernes 4 de noviembreTemprano, clase práctica sobre la obra de Keith Moxey y el concepto de Renacimiento. Toda historia es una narración. El Renacimiento es un cuento, una narrativa, que ya no sirve. Es necesario buscar nuevos conceptos para la disciplina. Son dos horas seguidas de teoría en las que no estás demasiado lúcido. Sigues cansado. Trasnochar no ayuda demasiado a recuperarte. Llegas a casa y caes de nuevo sobre la cama.Por la noche, después de ver Coherence y reflexionar sobre los desdoblamientos espacio-temporales, te encierras en el despacho y escribes unas cuantas páginas de la novela. Avanzas más de lo previsto y logras acabar un capítulo. Es lo único que has escrito en la semana. Mejor esto que la semana entera en blanco.Después, como no podría ser de otro modo, pesadillas. Sueñas que descuartizas a una mujer y escondes los trozos de su cadáver. No hay sangre, pero los fragmentos del cuerpo respiran. Te despiertas sobresaltado y con miedo de ti mismo. Necesitas acabar esta novela antes de que te destroce por dentro.
Sábado 5 de noviembreSesión de Body-Pump por la mañana. Es la primera vez que entras –la última, también–. Cuando acabas, eres consciente de que las agujetas te van a hacer recordar esta mañana durante varios día.Por la tarde, I Jornadas sobre Series de Televisión en Alguazas. Raquel habla acerca de por qué nos gusta Juego de Tronos. Lleva varios días inquieta. Pero su conferencia es espléndida. Clara, concisa, imaginativa. Vale muchísimo más de lo que piensa. Podría hacer lo que quisiera. La sigues admirando. Cada día más.Después, con Juan de Dios, Diego y José Óscar, mesa redonda sobre la muerte de la novela y la era de las series. Intentas argumentar que la novela no ha muerto, ni mucho menos. Ha perdido su potencia como lugar de enunciación o de creación de imaginario (la literatura lo perdió hace mucho tiempo), pero desde luego no está exhausta, sino todo lo contrario, viva, llena de futuro y posibilidades.Volvéis a casa y veis un episodio de El exorcista. Hay algo en la serialidad que hace fácil sentarse ante el televisor y regresar a una historia que ya habitabas. Es un mecanismo de reconocimiento, de familiaridad con los relatos y los modos de narrar. Es un mundo en el que ya hemos entrado previamente. Hay también algo de adicción. Una droga dura.
Domingo 6 de noviembreTe levantas como si te hubieran pegado una paliza. Te duele todo el cuerpo. El Body-Pump. Estaba cantado. Las sentadillas, sobre todo. Apenas puedes mover las piernas.Aperitivo por la mañana con Ana e Isabel. Ana se va un año fuera de España y la despedís por todo lo alto. Comenzáis con el vermut en el Luis el de la Rosario. El camarero ya no te insulta, como sí hace con el resto de los clientes. Cuando te ve, te da la mano y notas que se alegra de saludarte. Ha perdido toda la gracia.Después de vagar por los bares durante medio día, acabáis en el 609 rodeados de gente que parece haber salido de Nochevieja. Todos y todas altos, guapos, perfectos. Vosotros, allí en medio, seguís hablando de política y arte. No es vuestro contexto. Sois el elemento extraño. Al salir de allí, notas cómo el bar vuelve a respirar.En la Plaza de las Flores os hacéis una foto con Woody y Buzz Lightyear. La subes a Instagram: “1er Escalón. Hasta el infinito y más allá.”De camino a casa, con el dolor creciente de las agujetas, respiras, resucitas y compras una hamburguesa en el McDonald’s. Sabe a gloria. Empapa las cervezas y el gin-tonic.Eres consciente de que el peso se te ha ido de las manos. Ya no te cabe nada. Afortunadamente, la báscula está rota. Mañana comienzas la dieta y cambias de hábitos. Eso te dices mientras, feliz, devoras la última onza del chocolate de sirope de arce que trajiste de Canadá. Mañana, sí. Mañana será otro día.
Published on January 03, 2017 06:04
Aquí y ahora, 15
Lunes 24 de octubreSales hacia Toronto. Te han invitado al IFOA (International Festival of Authors) y vas a pasar allí una semana. Durante el vuelo, ves varios episodios de la nueva temporada de The Flash y la secuela de Independence Day. Por alguna razón, los viajes en avión son sinónimos de narraciones de ciencia ficción y aventuras. Quizá sea porque el mero hecho de volar te parece cercano a la magia. Aún no puedes comprender cómo se elevan esos bichos en el aire. En particular, el que te lleva de Ámsterdam a Toronto, con dos plantas, el más grande en el que has subido hasta ahora.Llegas cansado a media tarde y caes a la cama. El hotel es de lujo. Te pierdes entre la colección de almohadas que adornan la King size.
Martes 25 de octubrePor la mañana, te acercas al Harbourfront Centre para recoger la acreditación. Firmas diez carteles del festival y varios libros para todo el staff. Te dan una carpeta, un cheque con los honorarios, dinero en metálico para gastar estos días y un calendario de fiestas y almuerzos. Tienes la sensación de que la cosa va en serio.Regresas al hotel y ensayas frente al espejo la lectura de la novela. Cinco minutos de lectura y, después, una mesa redonda. A las seis ya estás en el Studio Theatre, ansioso y con nervios. Todo se pasa en un abrir y cerrar de ojos. Apenas te da tiempo a mirar al público. Las preguntas de la moderadora no tienen demasiado sentido e improvisas algo sobre la marcha. Sales airoso, pero podría haber sido mejor.Después, te encuentras allí con Luisgé y Axier. Cenáis con Richard y Michael en un chino y habláis de tenistas españoles. Parece una novela de David Foster Wallace. De vuelta a casa, os pasean en coche por la ciudad y sientes que hay allí algo familiar. Aún no sabes lo que es, pero puedes percibirlo.
Miércoles 26 de octubreEl IFOA ha organizado un viaje a las cataratas del Niágara con los escritores invitados. Salís temprano en autobús y llegáis a media mañana. Durante el viaje, escuchas The National y sientes que la nostalgia te atraviesa. El otoño, el naranja inflamado de los árboles de hoja caduca, los pueblos pequeños, los carteles verdes de las carreteras, las casas de madera, los diners, los moteles, los supermercados, los coches…, has regresado a la película. Parece que estás de nuevo en Ithaca. ¿Qué tiene este lugar que provoca en ti tanta emoción? Quizá sean los sueños. Los mismos que llegaron a Williamstown varios años atrás. Los sueños, que aún no se han disuelto. Están todos ahí. Todavía. Siempre.Las cataratas no son tan impresionantes al principio. Desde fuera incluso parecen pequeñas. Una vez en el barco, sin embargo, el espectáculo está más allá de cualquier imagen.Hace frío y se te congelan las manos. El impermeable rojo que os dan no lleva bolsillos. El encuentro con la fuerza de la naturaleza es divertido y sublime. No es el drama del hombre romántico contemplando extasiado algo que lo sobrepasa. Se parece más a la sensación de un parque de atracciones. Será porque no dejas de verte desde fuera con el impermeable rojo. Será porque estás rodeado de gente. Será porque te has calado hasta los huesos, tienes frío y no dejas de dar pequeños saltitos para no congelarte.En el autobús, logras secarte un poco, aunque los pantalones aún siguen empapados. Después, en la comida, el vino blanco logra apaciguar el frío y entras en calor. Al llegar al hotel, tienes que cambiarte hasta los calzoncillos. Después, lectura de Luisgé Martín. Sientes cómo la gente se emociona al escuchar la historia del niño cucaracha. Al acabar, te quedas en el lounge del festival hasta que cierran. Conoces a varios escritores y terminas bebiendo bourbon con Susana hasta que ya no queda nadie. Son las once y media, pero parece el fin de la noche.
Jueves 27 de octubreVisitas con Luisgé y Axier la Galería de Arte de Ontario. Allí, una exposición sobre paisajes místicos muestra cómo la naturaleza, en la modernidad, se convierte en una representación del espíritu. Hay algunas obras maestras. Está El cristo amarillo y la Visión después del sermón, de Gauguin. También La noche estrellada, de Van Gogh. Y junto a ellas bastantes obras New Age de dudosa calidad. Es extraña la mezcla. Aunque bien pensado, quizá esa sea la evolución de cierto pensamiento místico de las vanguardias; hacia el New Age y la espiritualidad alternativa. Porque, salvo algunas derivas de la performance y las obras de Kapoor o Bill Viola, gran parte del arte contemporáneo es ateo y racional. Lo espiritual está ahora en otro lugar.Tras la exposición, coméis en el Village Idiot Pub y probáis por fin una cerveza que merece la pena. Por la tarde, de nuevo, más lecturas en el festival. Son profesionales del “reading”. Es una tradición que no llegas a comprender. La gente paga por ver leer al escritor. Para ti la literatura está en la página, sobre el papel. Nunca la has concebido como algo que se pueda escuchar. Sin embargo, en este lugar –también tuviste esa impresión en Alemania–, el público escucha entregado la lectura como el niño que escucha el cuento antes de cerrar los ojos en la cama.Por la noche, Harper Collins organiza una fiesta en el Hotel Ocho. Está todo el mundo editorial de Toronto. Editores, agentes y escritores. Demasiada sofisticación. A lo lejos escuchas a la editora de Touchstone Books decir que acaba de cerrar un trato esa noche. “It’s a one hundred”, dice entusiasmada. Te fascina ese vocabulario.Pasas gran parte de la fiesta con Simon y Violaine, hablando de literatura francesa. Él es editor en Quebec; ella, en París. Congeniáis desde el primer instante. Termináis los tres juntos en el taxi, deseando que no acabe la noche. Es una pena que os hayáis conocido tan tarde. Al día siguiente se marchan de Toronto. Os prometéis mantener el contacto.
Viernes 28 de octubreMañana tranquila. Paseas por Toronto y subes a la torre CN. Las vistas son impresionantes. Tuiteas un chiste malo: “Desde aquí se ve Torontontero”.Por la tarde, asistes a varias lecturas y mesas redondas. Te llama la atención cómo presentan a los escritores americanos. Igual que la biografía que pone en las solapas de sus novelas: “Vive en Nueva York con su mujer y dos hijas. Tiene una granja en Missouri. Cultiva su propio brócoli. Vive en Michigan con su perro y tres gatos…”Fiesta de Simon & Schuster en honor de sus autores presentes en el festival. De nuevo, demasiado glamour. Una chica rubia en la que te habías fijado escribe una nota en una servilleta y se la pasa a un autor de los que ha intervenido esa noche. Después, ella se marcha, y el autor, joven y atractivo, se queda mirando unos segundos la nota sin hacerle caso a las señoras mayores que lo rodean. Más tarde, en el hotel, mientras tomas unas cervezas con un escritor de novelas de ciencia ficción que has conocido en la fiesta, observas cómo la chica llega al hotel y se encuentra con el autor en la barra. Toman una copa juntos y suben a la habitación. Te quedas absorto analizando la escena. Literatura en estado puro. Ahí hay una historia.
Sábado 29 de octubreCafé con Eric y Molly. Son los escritores con los que leerás esta tarde y habéis quedado para conoceros. Vuestros libros tratan de arte y artistas. Os caéis bien enseguida y la conversación fluye.Paseas por Chinatown, comes en una hamburguesería y llegas al hotel con el tiempo justo para darte una ducha y salir para tu lectura. En el hall del hotel, te despides de Luisgé y Axier. Ha sido una suerte haber coincidido aquí con ellos. Sin duda, será uno de los mejores recuerdos del viaje.De camino hacia el Harbourfront Centre, te encuentras a una multitud corriendo. Cientos de personas que vienen de todos los lados gritando algo que no logras entender. En sus caras intuyes desesperación y ansiedad. Hay algo en el parque. Casi por inercia, comienzas a correr tras ellos. Entonces descubres lo que ocurre: un pokemon. Un dragón, junto al lago Ontario. Te quedas unos segundos observando la escena. Nadie se mira entre sí. Sólo importan las pantallas. Podías bajarte los pantalones y orinar allí mismo y nadie se daría cuenta. Jamás has visto algo semejante. Black Mirror es el presente.Luego, por la tarde, tu intervención. Te has quemado la lengua con un café y ahora parece una toalla. Tomas varias cervezas para quitarte los nervios y la sensación de incomodidad. Parece que funciona. La lectura sale milagrosamente bien. Te sientes cómodo, mucho más que de costumbre. Lees el fragmento en que Jacobo Montes visita el barrio de inmigrantes por primera vez. Al final, te felicitan por el tono en el que has leído. Con acento, pero “very emotional”, dicen. En la tertulia, se crea un clima de complicidad entre los tres autores y el moderador. La conversación de la mañana ha servido para encontrar vuestros puntos en común: el arte, el proceso de escritura, la metaliteratura… Parece que hubierais estado ensayando vuestra aparición durante semanas.Cuando la noche se acaba, después la última fiesta del festival, te quedas con Molly en el bar del hotel. Os pedís un cóctel y habláis de literatura y poliamor. Le cuentas el argumento de El instante de peligro. Ella te cuenta su vida. Se produce un momento de conexión y te olvidas de que estás hablando en inglés. Ves la escena desde fuera. Una escritora de Brooklyn y un señor de Murcia. Esbozas una sonrisa. Te invade la felicidad.
Domingo 30 de octubreRegresas con la maleta llena de libros dedicados. Autores que has conocido en el festival y que te gustaría que algún día alguien tradujese al español. Molly Prentiss, Francesca Melandri, Peter Geye, Eric Beck Rubin, Iain Reid o Kate Taylor. Hay todo un mundo de libros increíbles que merece la pena ser descubierto. Aunque sólo hubiera sido por eso, por propiciar ese descubrimiento, el viaje habría tenido sentido.El vuelo de Air France es cómodo. Salida de emergencia, espacio para las piernas, compañero tranquilo y, de nuevo, película de superhéroes, X-Men Apocalypse. Después, Orfidal y vaso de vino. Duermes durante unas horas. Sueñas que vuelves de un viaje perfecto. No puedes pedir más.
Martes 25 de octubrePor la mañana, te acercas al Harbourfront Centre para recoger la acreditación. Firmas diez carteles del festival y varios libros para todo el staff. Te dan una carpeta, un cheque con los honorarios, dinero en metálico para gastar estos días y un calendario de fiestas y almuerzos. Tienes la sensación de que la cosa va en serio.Regresas al hotel y ensayas frente al espejo la lectura de la novela. Cinco minutos de lectura y, después, una mesa redonda. A las seis ya estás en el Studio Theatre, ansioso y con nervios. Todo se pasa en un abrir y cerrar de ojos. Apenas te da tiempo a mirar al público. Las preguntas de la moderadora no tienen demasiado sentido e improvisas algo sobre la marcha. Sales airoso, pero podría haber sido mejor.Después, te encuentras allí con Luisgé y Axier. Cenáis con Richard y Michael en un chino y habláis de tenistas españoles. Parece una novela de David Foster Wallace. De vuelta a casa, os pasean en coche por la ciudad y sientes que hay allí algo familiar. Aún no sabes lo que es, pero puedes percibirlo.
Miércoles 26 de octubreEl IFOA ha organizado un viaje a las cataratas del Niágara con los escritores invitados. Salís temprano en autobús y llegáis a media mañana. Durante el viaje, escuchas The National y sientes que la nostalgia te atraviesa. El otoño, el naranja inflamado de los árboles de hoja caduca, los pueblos pequeños, los carteles verdes de las carreteras, las casas de madera, los diners, los moteles, los supermercados, los coches…, has regresado a la película. Parece que estás de nuevo en Ithaca. ¿Qué tiene este lugar que provoca en ti tanta emoción? Quizá sean los sueños. Los mismos que llegaron a Williamstown varios años atrás. Los sueños, que aún no se han disuelto. Están todos ahí. Todavía. Siempre.Las cataratas no son tan impresionantes al principio. Desde fuera incluso parecen pequeñas. Una vez en el barco, sin embargo, el espectáculo está más allá de cualquier imagen.Hace frío y se te congelan las manos. El impermeable rojo que os dan no lleva bolsillos. El encuentro con la fuerza de la naturaleza es divertido y sublime. No es el drama del hombre romántico contemplando extasiado algo que lo sobrepasa. Se parece más a la sensación de un parque de atracciones. Será porque no dejas de verte desde fuera con el impermeable rojo. Será porque estás rodeado de gente. Será porque te has calado hasta los huesos, tienes frío y no dejas de dar pequeños saltitos para no congelarte.En el autobús, logras secarte un poco, aunque los pantalones aún siguen empapados. Después, en la comida, el vino blanco logra apaciguar el frío y entras en calor. Al llegar al hotel, tienes que cambiarte hasta los calzoncillos. Después, lectura de Luisgé Martín. Sientes cómo la gente se emociona al escuchar la historia del niño cucaracha. Al acabar, te quedas en el lounge del festival hasta que cierran. Conoces a varios escritores y terminas bebiendo bourbon con Susana hasta que ya no queda nadie. Son las once y media, pero parece el fin de la noche.
Jueves 27 de octubreVisitas con Luisgé y Axier la Galería de Arte de Ontario. Allí, una exposición sobre paisajes místicos muestra cómo la naturaleza, en la modernidad, se convierte en una representación del espíritu. Hay algunas obras maestras. Está El cristo amarillo y la Visión después del sermón, de Gauguin. También La noche estrellada, de Van Gogh. Y junto a ellas bastantes obras New Age de dudosa calidad. Es extraña la mezcla. Aunque bien pensado, quizá esa sea la evolución de cierto pensamiento místico de las vanguardias; hacia el New Age y la espiritualidad alternativa. Porque, salvo algunas derivas de la performance y las obras de Kapoor o Bill Viola, gran parte del arte contemporáneo es ateo y racional. Lo espiritual está ahora en otro lugar.Tras la exposición, coméis en el Village Idiot Pub y probáis por fin una cerveza que merece la pena. Por la tarde, de nuevo, más lecturas en el festival. Son profesionales del “reading”. Es una tradición que no llegas a comprender. La gente paga por ver leer al escritor. Para ti la literatura está en la página, sobre el papel. Nunca la has concebido como algo que se pueda escuchar. Sin embargo, en este lugar –también tuviste esa impresión en Alemania–, el público escucha entregado la lectura como el niño que escucha el cuento antes de cerrar los ojos en la cama.Por la noche, Harper Collins organiza una fiesta en el Hotel Ocho. Está todo el mundo editorial de Toronto. Editores, agentes y escritores. Demasiada sofisticación. A lo lejos escuchas a la editora de Touchstone Books decir que acaba de cerrar un trato esa noche. “It’s a one hundred”, dice entusiasmada. Te fascina ese vocabulario.Pasas gran parte de la fiesta con Simon y Violaine, hablando de literatura francesa. Él es editor en Quebec; ella, en París. Congeniáis desde el primer instante. Termináis los tres juntos en el taxi, deseando que no acabe la noche. Es una pena que os hayáis conocido tan tarde. Al día siguiente se marchan de Toronto. Os prometéis mantener el contacto.
Viernes 28 de octubreMañana tranquila. Paseas por Toronto y subes a la torre CN. Las vistas son impresionantes. Tuiteas un chiste malo: “Desde aquí se ve Torontontero”.Por la tarde, asistes a varias lecturas y mesas redondas. Te llama la atención cómo presentan a los escritores americanos. Igual que la biografía que pone en las solapas de sus novelas: “Vive en Nueva York con su mujer y dos hijas. Tiene una granja en Missouri. Cultiva su propio brócoli. Vive en Michigan con su perro y tres gatos…”Fiesta de Simon & Schuster en honor de sus autores presentes en el festival. De nuevo, demasiado glamour. Una chica rubia en la que te habías fijado escribe una nota en una servilleta y se la pasa a un autor de los que ha intervenido esa noche. Después, ella se marcha, y el autor, joven y atractivo, se queda mirando unos segundos la nota sin hacerle caso a las señoras mayores que lo rodean. Más tarde, en el hotel, mientras tomas unas cervezas con un escritor de novelas de ciencia ficción que has conocido en la fiesta, observas cómo la chica llega al hotel y se encuentra con el autor en la barra. Toman una copa juntos y suben a la habitación. Te quedas absorto analizando la escena. Literatura en estado puro. Ahí hay una historia.
Sábado 29 de octubreCafé con Eric y Molly. Son los escritores con los que leerás esta tarde y habéis quedado para conoceros. Vuestros libros tratan de arte y artistas. Os caéis bien enseguida y la conversación fluye.Paseas por Chinatown, comes en una hamburguesería y llegas al hotel con el tiempo justo para darte una ducha y salir para tu lectura. En el hall del hotel, te despides de Luisgé y Axier. Ha sido una suerte haber coincidido aquí con ellos. Sin duda, será uno de los mejores recuerdos del viaje.De camino hacia el Harbourfront Centre, te encuentras a una multitud corriendo. Cientos de personas que vienen de todos los lados gritando algo que no logras entender. En sus caras intuyes desesperación y ansiedad. Hay algo en el parque. Casi por inercia, comienzas a correr tras ellos. Entonces descubres lo que ocurre: un pokemon. Un dragón, junto al lago Ontario. Te quedas unos segundos observando la escena. Nadie se mira entre sí. Sólo importan las pantallas. Podías bajarte los pantalones y orinar allí mismo y nadie se daría cuenta. Jamás has visto algo semejante. Black Mirror es el presente.Luego, por la tarde, tu intervención. Te has quemado la lengua con un café y ahora parece una toalla. Tomas varias cervezas para quitarte los nervios y la sensación de incomodidad. Parece que funciona. La lectura sale milagrosamente bien. Te sientes cómodo, mucho más que de costumbre. Lees el fragmento en que Jacobo Montes visita el barrio de inmigrantes por primera vez. Al final, te felicitan por el tono en el que has leído. Con acento, pero “very emotional”, dicen. En la tertulia, se crea un clima de complicidad entre los tres autores y el moderador. La conversación de la mañana ha servido para encontrar vuestros puntos en común: el arte, el proceso de escritura, la metaliteratura… Parece que hubierais estado ensayando vuestra aparición durante semanas.Cuando la noche se acaba, después la última fiesta del festival, te quedas con Molly en el bar del hotel. Os pedís un cóctel y habláis de literatura y poliamor. Le cuentas el argumento de El instante de peligro. Ella te cuenta su vida. Se produce un momento de conexión y te olvidas de que estás hablando en inglés. Ves la escena desde fuera. Una escritora de Brooklyn y un señor de Murcia. Esbozas una sonrisa. Te invade la felicidad.
Domingo 30 de octubreRegresas con la maleta llena de libros dedicados. Autores que has conocido en el festival y que te gustaría que algún día alguien tradujese al español. Molly Prentiss, Francesca Melandri, Peter Geye, Eric Beck Rubin, Iain Reid o Kate Taylor. Hay todo un mundo de libros increíbles que merece la pena ser descubierto. Aunque sólo hubiera sido por eso, por propiciar ese descubrimiento, el viaje habría tenido sentido.El vuelo de Air France es cómodo. Salida de emergencia, espacio para las piernas, compañero tranquilo y, de nuevo, película de superhéroes, X-Men Apocalypse. Después, Orfidal y vaso de vino. Duermes durante unas horas. Sueñas que vuelves de un viaje perfecto. No puedes pedir más.
Published on January 03, 2017 06:03
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