Pedro Cayuqueo's Blog, page 36
November 23, 2017
Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica de Santiago: Hasta al mejor cazador se le va la liebre
Contraloría General de la República ha tomado razón del nuevo Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica de Santiago, con lo cual está casi listo para su implementación a partir de 2018, incorporando medidas nuevas para mejorar los niveles de calidad del aire por Material Particulado 2,5 (MP fino), entre otros contaminantes y precursores, y otras no tan nuevas, pero más estrictas, como la restricción vehicular o la norma de emisión de fuentes fijas, que la colocan como una estrategia similar a las anteriormente conocidas.
Los principales medios del país han hecho eco de las medidas más noticiosas, sobre todo la restricción vehicular, cuya implementación no será la responsable en el mediano plazo de la disminución de la contaminación, ya que sólo corresponde a una medida estacional. Dicha medida se inserta en el período de Gestión de Episodios Críticos, que se aplica entre mayo y agosto de cada año, en los momentos en que por las condiciones de ventilación de la ciudad de Santiago empeora más frecuentemente la calidad del aire, sometiendo a las personas a exposiciones agudas de contaminación.
Aboquémonos a los datos duros: de acuerdo con el Inventario de Emisiones, que corresponde al principal insumo para generar el Plan, los sectores que más aportan en la contaminación por MP fino corresponden al residencial, mayormente por la combustión a leña, y el transporte, con un 37% y 32%, respectivamente; áreas que constituyen el foco donde se deben concentrar los esfuerzos para recuperar el cumplimiento de las normas de calidad del aire.
Destaca como innovación respecto del PPDA anterior, la prohibición del funcionamiento de artefactos de calefacción residencial que utilicen leña en las comunas de la provincia de Santiago, incluidas San Bernardo y Puente Alto. Por tanto, no podrán funcionar chimeneas, estufas doble cámara o cocinas a leña en todo este territorio. No obstante, el enfoque territorial de esta medida no es del todo correcto, dado que el mismo inventario señala que si bien estas emisiones se concentran en las comunas de Las Condes, Lo Barnechea, La Florida, Puente Alto y Maipú, otro gran responsable corresponde al anillo externo de Santiago, que incluye comunas como Talagante, Melipilla, Curacaví, Lampa o San José de Maipo, entre otras, que queda fuera de esta regulación.
Respecto del transporte, se observan medidas vinculadas a los límites de emisiones a través de normas de producto, restricción de accesos a ciertas zonas de la ciudad, o estrategias para la llegada de vehículos de baja, escasa o nula emisión, que complementan la citada restricción permanente para vehículos anteriores al 2012. Se echa de menos otras medidas estructurales, como incentivar la movilidad multimodal para fortalecer el transporte público, elevar las restricciones al transporte particular diferenciando por combustible, cilindrada y antigüedad, y subsidiar la compra de vehículos eléctricos o híbridos. Es más, si efectivamente nuestro Estado (incluyendo todos los gobiernos desde el año 1994) hubiese dado cumplimiento al artículo 48 de la Ley N° 19.300, desarrollando la legislación sobre permisos de emisión transables, o incluso sobre impuestos a las emisiones o tarifas a usuario considerando el costo ambiental implícito, se facilitaría mucho la recuperación del cumplimiento de las normas de calidad, insertándolos dentro de estos planes.
Mientras tanto, como cualquier otro instrumento regulatorio, el futuro Plan requiere asegurar su eficacia por la vía de un apropiado sistema de fiscalización y sanciones, sobre todo si queremos que no pase lo mismo que anteriores versiones del PPDA de Santiago, cuyas metas no se alcanzaron. La supervisión debiese ser parte de las funciones directas de la Superintendencia del Medio Ambiente, de acuerdo a la normativa vigente, no obstante, se ha optado por diseñarlo manteniendo gran parte de las competencias sectoriales, siendo otros servicios públicos los encargados de fiscalizar y sancionar, es decir, tal como sucedía antes de la reforma ambiental. Esta interpretación asume la realidad del déficit en el financiamiento de la fiscalización ambiental de la SMA, y aunque parece aumentar la capacidad fiscalizadora, no se traducirá necesariamente un mejor estándar, el que debe ser propuesto y asegurado por la citada SMA.
En ese sentido, una reciente presentación de José Hernández y Juan Carlos Monckeberg, en un seminario sobre este tipo de regulación, identifica serios problemas de financiamiento de la fiscalización de la SMA. Indican que el año 2015, la SMA informó al Ministerio del Medio Ambiente mediante Of. Ord. 1288/2015 que tramitar las sanciones de todas las infracciones del PPDA RM costaría 1.080.000 de horas profesionales, lo que equivaldría a 511 funcionarios adicionales a los 200 actualmente en funciones, con un costo de $ 12.264 millones que deberían sumarse a su presupuesto anual, que de acuerdo a la última ley de presupuesto en trámite es de $ 9.946 millones. Todo esto para apenas sancionar, ni siquiera fiscalizar. Pero el Ministerio no solicitó a la SMA que estimará los costos de fiscalización, y señaló que la fiscalización costará apenas $130 millones de acuerdo con el análisis económico del plan disponible en la página web del Ministerio, valor claramente insuficiente.
Además, hay que tener presente que gran parte de las medidas de esta regulación son de ejecución e implementación de diversos ministerios y servicios públicos. En ese contexto, la fiscalización de la SMA resulta ilusoria respecto de los ministerios, particularmente sobre el Ministerio de Medio Ambiente, debiendo entonces pedirse esfuerzos adicionales a Contraloría General de la República, para que, anualmente coteje, informe públicamente y tome las medidas necesarias para obtener el cumplimiento de estas obligaciones que la misma Administración se impone.
Finalmente, dado que la responsabilidad de cumplir y hacer cumplir este Plan recaerá en el próximo gobierno, esperamos que este no se trunque en su propia implementación, producto de que no destinamos los recursos necesarios para cumplirlo y hacerlo cumplir. Total, como dicen en el campo, “hasta al mejor cazador se le va la liebre”.
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November 22, 2017
Una elección histórica
La segunda vuelta electoral no solo es diferente a la elección presidencial del pasado domingo, sino también de las elecciones presidenciales de los últimos 28 años. Porque a diferencia de lo que ocurría cuando el país elegía entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín o Eduardo Frei y Sebastián Piñera, esta vez Chile se encuentra en una encrucijada donde se enfrentan dos alternativas casi diametralmente opuestas, encarnadas por el expresidente Sebastián Piñera y por Alejandro Guillier.
Digo esto por las siguientes razones. En primer lugar, las biografías de los candidatos. Piñera cuenta con la vasta experiencia de haber dedicado los últimos 27 años al servicio público, como senador, presidente de partido y Jefe de Estado. Una trayectoria que contrasta con la reciente llegada a la política de Guillier en 2013 como senador y su actual incursión como candidato presidencial.
Como expresidente, Piñera tiene muchos logros: bajo su gobierno se puso de nuevo en pie un país, materialmente devastado por el terremoto del 27-F, se redujo casi a la mitad la pobreza, disminuyeron las desigualdades y se crearon más de un millón de empleos, 60 Liceos Bicentenario de Excelencia, entre otras obras. Esa capacidad ya demostrada para dirigir un país también se contrapone con la inexperiencia de Guillier.
En segundo lugar, Piñera y Guillier representan proyectos de futuro muy diferentes. Mientras Piñera propone un desafío republicano y convocante como es llevar adelante una segunda transición, ahora para alcanzar definitivamente el desarrollo, Guillier no solo reivindica las reformas de la Nueva Mayoría -rechazadas por el 70% de los chilenos- sino que además manifiesta su voluntad de continuarlas y profundizarlas, lo que todos sabemos que significarían cuatro años más de estancamiento.
En tercer lugar, los resultados de las elecciones parlamentarias cambiaron profundamente la correlación de fuerzas entre los partidos oficialistas. La caída de la DC y de los partidos exconcertacionistas junto al significativo crecimiento del Frente Amplio, se traducen en el debilitamiento de las posiciones más moderadas y de centro, y en el consecuente fortalecimiento de la izquierda más radical, sector que sin duda tendrá la llave de la gobernabilidad en caso de triunfar Guillier.
Por lo anterior, aunque el Frente Amplio se excluyera de un eventual gobierno Guillier, presionará por imponer su agenda refundacional que no es otra que la sustitución del actual modelo social de desarrollo por el “otro modelo”, es decir, aquel donde el Estado se empodera socavando las libertades de la sociedad civil y aumentando su control sobre la educación, la salud, la economía y la cultura.
Más que un cambio de gobierno, el 17 de diciembre Chile se juega la posibilidad de ser un país con más y mejores oportunidades de progreso social para chilenos e inmigrantes o de convertirse en uno más de aquellos donde cada vez hay menos expectativas de futuro para sus ciudadanos.
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Entre la pena y la preocupación
Estoy triste. Es un momento difícil para mi partido y particularmente incierto para el país. Una vez más las encuestas han sido derrotadas por la realidad y los analistas quedan desorientados. Lo que ha ocurrido en Chile, con la alta e imprevista votación del Frente Amplio y José Antonio Kast es parte de un fenómeno mundial, que ya se constató en la cuestión del Brexit, en el proceso de paz de Colombia o en el triunfo de Trump: una curiosa mezcla entre personas que prefieren quedarse en sus casas incluso cuando se están jugando cosas importantes y otras que deciden apoyar a quienes están, en mayor o menor medida, en contra del sistema.
Con todo, hay algunos puntos que conviene destacar, y el primero de ellos tiene un nombre: Carolina Goic, que no tuvo temor a la hora de hacer una propuesta distinta y responsable. Ella planteó al país iniciativas programáticas audaces, pero bien estudiadas y viables desde el punto de vista financiero. Lamentablemente, el panorama interno de la Democracia Cristiana no le fue propicio. Tuvo que enfrentar innumerables obstáculos, cuando no verdaderas estocadas de parte de personas que se estaban postulando para ocupar cargos parlamentarios, que veían como una debilidad el hecho de que el Partido Demócrata Cristiano se atreviera a ofrecer algo propio al país. Por ello, ¡gracias Carolina Goic!
Pienso también que, en momentos de crisis, la reflexión resulta absolutamente necesaria. Era el momento para que la DC sufriera su propio duelo y viese con calma cuáles eran los caminos que correspondía seguir, con fraternidad y escuchando a nuestros militantes. (Es lo que está haciendo el Frente Amplio en estos días). En vez de eso, se han tomado decisiones precipitadas, que no le hacen bien al partido.
Así las cosas, no solo la Democracia Cristiana parece estar especialmente confundida, sino que en Chile nos encontramos enfrentados a un escenario de inquietante polarización. Nuestro país parece haberse quedado sin centro político y eso es grave, porque ese sector político ha sido desde siempre la clave de la estabilidad de nuestra democracia. Allí, como DC, tenemos un trabajo importante que realizar, con un diagnóstico adecuado y trabajo de diálogo con el país y propuestas renovadas de acuerdo a nuestros principios.
Es de esperar que, como en otros momentos difíciles de nuestra historia, termine primando la racionalidad, que, más allá de quién resulte elegido presidente, los nuevos parlamentarios entiendan que, a pesar de sus diferencias, hay un país que necesita su acuerdo para resolver problemas graves y urgentes: la situación de nuestros niños vulnerables, de los adultos mayores, el combate a la pobreza. No tenemos derecho a desperdiciar lo que Chile ha construido durante décadas, con la altura de miras de quienes supieron iniciar un nuevo camino una vez acabada la dictadura. Dios nos ayude a contar con esos hombres y mujeres, porque los necesitamos. Los necesitamos con urgencia.
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Rebobinando
El 19 de noviembre el país pudo verse de una forma muy distinta a como creíamos vernos. De pronto, aquello que sugerían las encuestas con mayor visibilidad, que proclamaban los columnistas más renombrados y lo que relevaban como consensos “transversales” los organismos empresariales y los centros de pensamiento de la centroderecha, colapsó abruptamente. La voz de las urnas dejó en evidencia que solo un 44% de la población repudiaba las reformas, que un 35% estaba en lo fundamental a favor y más de un 20% quería llevarlas adelante con más fuerza. La tesis del “diagnóstico equivocado” (el malestar de la sociedad chilena interpretada como rechazo al modelo) y el contraargumento de que la pasión por el consumo se había convertido en el norte único de los sectores medios emergentes que la izquierda ideologizada no terminaba de entender, han sido arrasadas por los resultados electorales. Un grupo de analistas se resiste a entender que en la izquierda no hay un rechazo genérico a la “modernización capitalista”, sino a su modalidad nacional que al contrario de los países del norte de Europa no permite que la idea de los derechos sociales universales se constituya en la idea matriz de la salud, la educación y las pensiones. Ese capitalismo que, además, genera condiciones favorables a una economía dinámica, tiene más apoyo que el imaginado.
En la segunda vuelta presidencial Piñera no la tiene fácil. Muchos de los votantes de Kast están presos del antipiñerismo (muy extendido en el país) y tienen muchas y diversas razones para no votar por él. Pero incluso esos votos son insuficientes. Además, el ala más de derecha de la DC ya votó por Piñera en la primera vuelta. La mayoría de la DC, como muestra su resultado electoral parlamentario, tiene su corazón junto a la izquierda.
Sumar al 55% que votó por la centroizquierda tampoco es tarea fácil. Los votos que requiere Guillier no están en el centro político (en su gran mayoría ya han optado por la derecha o la izquierda); están entre los que votaron por Beatriz Sánchez en la primera vuelta. En tal sentido, es clave levantar un programa que busque acuerdos en torno al fin del rol central de las AFP en el sistema de pensiones; en torno a una educación de calidad y estructurada, como la salud, sobre la base de los derechos universales, que apueste por un Estado emprendedor, una economía basada en el conocimiento y en la articulación positiva con el medioambiente y la atención al cambio climático. Ello es, sin embargo, insuficiente. El Frente Amplio (FA) tiene razón de que la NM no ha involucrado a los actores sociales en la definición e impulso de las reformas en marcha; es una rectificación indispensable. El FA ha señalado con claridad que Piñera representa un retroceso. Esa es una base suficiente para impulsar tres o cuatro reformas claves que un acuerdo parlamentario puede hacer aprobar.
El FA enfrenta el desafío de gestionar políticamente su fuerza parlamentaria. Sería un desperdicio que se ocupara solo para levantar las ideas de reforma y no para concretarlas. Guillier debe constituirse en el articulador de un complejo pacto político; primera prueba de su capacidad de impulsar reformas y asegurarle al país la gobernabilidad democrática.
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Un congreso nuevo y de geometría variable
Un nuevo esquema de gobernabilidad se deberá fraguar en Chile a la luz de los resultados de las recientes elecciones parlamentarias y presidenciales. La estructuración de dos grandes bloques políticos monolíticos y antagónicos es hoy parte del pasado. El nuevo mapa del poder legislativo debe trazarse siguiendo una geometría que es variable, con múltiples bifurcaciones y vectores programáticos difíciles de alinear bajo un mismo patrón de referencia.
Por de pronto, el amplio arco de la izquierda parece desmembrado en a lo menos tres identidades. Una primera, frenteamplista, revisionista y crítica del modelo de transición política que está impregnado en las paredes, pasillos y la memoria del Congreso Nacional. A este hemiciclo, de la mano del envión electoral de Beatriz Sanchez y del peso específico de sus referentes como Vlado Mirosevic, Giorgio Jackson y Gabriel Boric, entrará una bancada parlamentaria de 20 diputados, a quienes se suma en el Senado Juan Ignacio Latorre como representante de la región de Valparaíso.
Pero el avance del Frente Amplio se produce a costa de la Nueva Mayoría, una identidad socialdemócrata corroída, no por nada, la coalición retrocede desde el control de un 56% de los escaños de la Cámara en 2013 a un 36% (agregando a Fuerza de la Mayoría y Convergencia Democrática). Frente a esto, la Nueva Mayoría sin duda que se verá condicionada a la inercia de tender puentes hacia su izquierda.
Mientras tanto, la identidad socialcristiana se encuentra en agonía, retrocediendo desde 21 a 14 diputados. Con esto, a la DC sólo le queda un pulso político vital de subsistencia,que le permite, pese a su precariedad, desempeñar algún papel, nunca trascendental, pero quizás coyuntural en alguna transacción de legislativa
Por la vereda contraria, el resultado es cuantitativamente muy superior para Chile Vamos respecto de 2013, pasando desde el 41% de los escaños a un 47%, misma tónica en el Senado, donde la centro derecha eleva su representación desde un 34% a un 44%.
Sin embargo, los números pueden distorsionar la realidad, configurando un escenario legislativo que en la práctica puede ser no tan alentador para la centro derecha en la eventualidad de ser gobierno en 2018. La razón es simple. Mientras la correlación de fuerzas parlamentaria apunta a un peso relativo mayor de la centro derecha, su capacidad de incidencia y eficacia legislativa podría inhibirse frente a la presencia de una oposición cuyo centro gravitacional estará hoy mucho más a la izquierda.
Frente a estas circunstancias la máxima de que un buen gobierno también requiere de una buena oposición será, sin duda, un anhelo que demandará mucha capacidad de diálogo, negociación y entendimiento, el nuevo Ministro de la Secretaría General de la Presidencia en cualquiera de los casos, resultando electo Piñera o Guillier, deberá aplicar sofisticada ingeniería legislativa, a fin de lograrcuadrar el círculo de la tan anhelada eficacia gubernamental.
Finalmente, la sabia ciudadanía ha estimado que frente asignos de fatiga de material de confianza de nuestro Poder Legislativo, ya era tiempo de mediante su voto, diseñar un trazo que permitiera renovar sus cimientos. En efecto, dela nueva legislatura, 92 serán diputados nuevos.
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Argentina: una reforma tributaria pro crecimiento
En marzo de 2016 el presidente de Argentina, Mauricio Macri, se comprometía a publicar todos los datos sobre el estado de la Administración Pública Nacional a diciembre de 2015. Así revelaría la herencia recibida por el gobierno anterior. Razones para hacerlo no faltaban: Macri era el tercer presidente no peronista desde el retorno a la democracia en 1983. Los dos anteriores tuvieron algo en común: abandonar su cargo de manera anticipada en medio de un caos social y económico.
En 1989, Raúl Alfonsín llamó a elecciones de manera anticipada luego de un estallido hiperinflacionario, y en 2001, Fernando de la Rúa renunció luego de un colapso del sistema cambiario que tuvo severas consecuencias financieras y económicas. Hoy Argentina está lejos de esas situaciones, pero el escenario actual no es fácil. Para que retome una senda de crecimiento sostenido necesita de importantes reformas que solo son posibles con un fuerte apoyo político y del electorado, como el que recibió el último 22 de octubre. Gracias a eso, el gobierno nacional anunció un paquete de reformas que incluye entre sus pilares más importantes la responsabilidad fiscal.
Lograr la disciplina fiscal es sin duda una de las necesidades más urgentes, ya que financiar el elevado gasto público ha resultado en altos niveles de inflación y presión tributaria. Hacia el 2015 los ingresos tributarios del gobierno general alcanzaron un 32% del PIB, un porcentaje muy superior al promedio de los países latinoamericanos (23%) y cercano al nivel de presión tributaria de los países de la OCDE (34%). Asimismo, el Banco Central debió asistir al tesoro para financiar el gasto vía emisión monetaria e inflación, que en 2015 se aproximó al 30%, una de las más altas del mundo. De acuerdo a los últimos reportes del Foro Económico Mundial, la inflación y las tasas de impuestos son el factor más problemático para hacer negocios en Argentina. Por lo que, si la reforma está apuntada a estimular la inversión y el crecimiento, esta debe lograr una rebaja considerable de la presión impositiva y la inflación. Sin embargo, para lograr esto último, el recorte en el gasto público también debe ser importante. De lo contrario, una baja de impuestos sin una baja del gasto conduciría inevitablemente al endeudamiento del estado y una eventual crisis de deuda en el largo plazo.
La reducción de la tasa corporativa contemplada en el plan de reformas es uno de los aciertos más importantes, pues sería un incentivo a la inversión, ya que disminuiría el costo de uso del capital. Aunque la rebaja se implementará de manera gradual, de 35% a 25% en un plazo de 4 años, es un avance en materia tributaria. Esto porque la actual alícuota de 35% que Argentina mantiene desde hace dos décadas es una de las tasas corporativas más altas del mundo. Así, el país se incorporaría a una tendencia mundial que se observa hace décadas: la pérdida de fuerza de la tasa corporativa debido a la creciente movilidad de capitales. Durante el 2017, siete economías OCDE bajaron su tasa en promedio 2,7%, siendo Hungría e Italia los casos más relevantes al pasar del 19% al 9% y del 31,4% al 24%, respectivamente. Más importante aún es el cambio que pretende hacer Estados Unidos: ir del 35%, la más alta entre los países OCDE, al 20%.
Lo positivo de la reforma tributaria es que actúa de forma directa sobre las principales causas que han detenido el crecimiento y la prosperidad en Argentina. Sin embargo, el éxito de la misma dependerá de que el recorte del gasto público permita eliminar impuestos y no sustituirlos por otros nuevos ni por más endeudamiento. Otro punto de cuidado es el gradualismo con que se implemente la reforma. Si bien es un aliado para mantener la calma respecto de los eventuales costos sociales, la demora en implementar las reformas puede acrecentar la desconfianza sobre su factibilidad y por ende no tener los efectos positivos esperados sobre la economía.
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November 21, 2017
Basta de dar pena
Se desangran por clasificar. Algunos lo tienen como único objetivo. Para otros es una obligación. Se suben por arrastre. Se arriman los campeones. También clasifican los supercampeones. Varios llegan. Partieron con pocos cupos, hoy sobran. Ya nos dan ocho. Para el próximo año van cuatro a la Libertadores y cuatro a la Sudamericana. Para qué tanto urgimiento si se devuelven de inmediato. Llegan a la competencia, crece la ilusión y se extingue en dos meses.
Se sacan los ojos en Chile para estar en la página de la Conmebol para luego comenzar con el discurso mediocre. “Los viajes te matan”, “el plantel es corto”, “hay que priorizar lo de casa”, “no invertimos bien”, “afuera tienen otro ritmo”, “nuestra liga es de bajo nivel”, “ellos tienen grandes nombres”, “invierten para ganar, nosotros participamos no más”. ¿Hasta cuándo vamos a tener que escuchar ese mismo disco rayado?
Cruzamos las fronteras y empezamos a temblar. Cumplimos tres años sin que un chileno clasifique a octavos. Así es de duro. Acá disputan una copa y afuera los dejan knock-out en el primer round. Penoso. La Conmebol publicó un ranking de rendimiento de los últimos diez años de la Libertadores. No aparece ningún chileno dentro del top ten. El primero que emerge es la U en el lugar 20, luego Colo-Colo (23), la UC (30), Unión Española (46) y Cobreloa (61). Arriba de los nuestros están: argentinos, colombianos, brasileros, paraguayos, ecuatorianos, uruguayos y bolivianos.
Basta de ser la vergüenza en América. Tómense en serio este torneo o empiecen a preparar las mismas excusas de siempre.
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Los dilemas de la mayoría
La derecha obtuvo un 44,5% en la elección presidencial, lo que reitera su condición de minoría en la sociedad y también en la esfera electoral y en el parlamento, aunque haya aumentado levemente en la elección del 19 de noviembre su representación. Esto, dicho sea de paso, revela que sus temores poco democráticos de avanzar hacia un sistema proporcional eran infundados, como lo son sus temores con una asamblea constituyente de la que emane una nueva constitución. La tríada de posturas que la caracteriza -con variantes mayores o menores- de autoritarismo como modo de resolver los conflictos, de libremercadismo que lleva a la concentración del poder económico y de conservadurismo cultural que lleva a la intolerancia, no tiene el apoyo mayoritario de la sociedad.
No es una opción de mayoría en Chile, por ejemplo, querer resolver la violencia rural en los territorios mapuches llevando tanques ni, en los diversos planos en los que la sociedad enfrenta conflictos, reemplazar la lógica del diálogo por la de la imposición, ni actuar con firmeza contra la delincuencia sin intervenir sustancialmente en paralelo sobre sus causas, incluyendo una de las desigualdades más amplias del mundo.
No es mayoría reducir al Estado en la regulación económica a un rol todavía menor que el actual. Al revés, que el Estado cumpla un rol estratégico en una economía mixta, en particular aumentando la inversión pública en los territorios y en su tejido productivo para que se acelere el crecimiento y que este sea sostenible con una más rápida transición a las energías limpias que el país posee en abundancia, le parece a la mayoría un mejor modelo económico que el libremercadismo. Esto no es, por lo demás, en absoluto contradictorio con un marco de responsabilidad fiscal. Y no es tampoco mayoritario en la sociedad pensar que la manera de crear más empleos decentes y de mejorar los salarios para que todas las familias sigan avanzando sea, como plantea la derecha y el gran empresariado, disminuir los derechos de los trabajadores y los de los usuarios y consumidores. Al contrario, en muchas partes del mundo se ha demostrado que son compatibles y que, con buenas políticas, terminan alimentándose mutuamente.
No es mayoría en la sociedad mantener una salud dual, sino más bien apoyar una mayor protección de la salud de las familias con una integración de las cotizaciones para un acceso universal a las emergencias y a la salud primaria, primero, con más centros de salud, más especialistas y equipamiento para terminar con las listas de espera, y más adelante con un sistema de protección integral que cubra también la atención hospitalaria, expandiendo el sistema GES-AUGE. El país necesita una salud pública y privada que estimule a las familias a mantener conductas saludables y fortalezca la prevención. Y que también atienda a los ciudadanos de manera oportuna impidiendo que la cobertura de los seguros privados de salud siga basada en la letra chica y las exclusiones y protegiendo suficientemente a todas las familias ante las enfermedades, haciendo complementarios y no obligatorios los aportes a las Isapres.
No es mayoría en la sociedad mantener un sistema previsional que no asegura pensiones dignas y no agradece el esfuerzo de las generaciones que han contribuido a Chile con su trabajo. Si es mayoritario apoyar un mayor esfuerzo tributario y presupuestario para subir la pensión básica solidaria y extenderla a más familias, y a partir de ese piso complementarlo con un sistema que financie con las cotizaciones obligatorias sobre los salarios las pensiones futuras según los ingresos ganados y los años y meses cotizados, con aportes solidarios a las lagunas de empleo y a las mujeres. La cotización a las AFP debe dejar de ser obligatoria y ser solo voluntaria y complementaria. Las AFP deben salir del ilegítimo lugar que ocupan en la seguridad social.
Es mayoría en la sociedad mantener el esfuerzo solidario de aumento del acceso a la educación y no volver atrás en los avances en la gratuidad de la escuela y de la educación superior técnica y universitaria. La derecha postula, en efecto, volver a un esquema de endeudamiento de las familias y de los futuros profesionales, en vez de avanzar a un sistema de financiamiento sustentado en tributos progresivos, en el que los que más tienen contribuyen a la educación de los que menos tienen, pues bien sabemos que la educación tiene un costo importante si queremos que sea de calidad. Y es mayoritario ampliar las oportunidades educacionales de las nuevas generaciones y afianzar una educación pública en la que no se ejerzan discriminaciones en la enseñanza y la investigación por creencias particulares.
Es mayoritario, además, avanzar al matrimonio igualitario y fortalecer los derechos de la diversidad sexual, en vez de la búsqueda de imponer a la sociedad posturas conservadoras por encima de la voluntad colectiva de reconocer y respetar los derechos individuales en materia de opciones de vida.
Y también es mayoritaria en la sociedad la idea que Chile necesita nuevas instituciones que emanen del pronunciamiento ciudadano para que el país avance en temas como el reconocimiento de derechos sociales al margen del mercado, en las libertades y la separación de los poderes, en un gobierno semipresidencial que asegure coaliciones mayoritarias y estables de gobierno, en la descentralización, en la consagración de una función pública profesional y austera que sustente con eficiencia los servicios públicos y termine con el clientelismo. Esto solo lo podrá lograr una nueva Constitución, en acuerdo con el nuevo parlamento y con representantes directos de los ciudadanos para este efecto, para que esté representada la voz de los ciudadanos y ciudadanas de todos los rincones de Chile en las nuevas reglas del juego del siglo XXI.
Estas ideas son mayoritarias en Chile. Nos lo demostró la elección del 19 de noviembre. Es ahora deber de las representaciones políticas que se identifican con ellas tomar nota del veredicto de las urnas y aunar esfuerzos para evitar que la derecha, más cohesionada y consciente de sus intereses, vuelva al poder por una división que lleve a la desmovilización y la derrota de una mayoría social que no comparte ni sus ideas ni sus intereses. Estas representaciones están hoy divididas por la historia reciente, por intereses de grupo y de capilla. En especial se ha producido un quiebre que adopta equivocadamente ribetes generacionales por las prácticas políticas condenables que se instalaron en décadas de ejercicio del poder por los partidos democráticos, algunos de cuyos miembros se subordinaron al poder del dinero en una transición que terminó por alejarlos de la sociedad y de los intereses mayoritarios. No es aceptable que persista, en particular, una seguridad social, una salud y una educación privatizadas como en ninguna parte del mundo, con excepción de Estados Unidos en materia de salud. El compromiso con la erradicación de la corrupción y el clientelismo debe ser el primer principio de un nuevo pacto de gobernabilidad progresista que recupere la confianza ciudadana. Y también de un pacto de gobierno entre los que estén dispuestos a enfrentar la siempre difícil pero ineludible tarea de encabezar las instituciones públicas para transformar a Chile, salvo que se prefiera la siempre más cómoda posición de la vereda de enfrente sin asumir compromisos distintos que la sola queja, por justificada que sea, sobre lo existente, o situarse en la inconducente lógica del todo o nada. Concordar tareas comunes para los próximos cuatro años, desde el gobierno y/o el parlamento, entre la Fuerza de Mayoría, el Frente Amplio, la DC y otras expresiones no derechistas es un deber para con la mayoría social que sigue aspirando a una sociedad más libre y más justa.
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Cuenta sin fondos
Durante muchos años, la obsesión de Sebastián Piñera ha sido cautivar a los votantes democrata cristianos nostálgicos de Patricio Aylwin y de la vieja Concertación. Por eso, el candidato dice que quiere encabezar una segunda transición, y no tiene escrúpulo alguno en utilizar una estética noventera: allí habría estado el paraíso perdido de la política chilena y, sobre todo, los votos para ganar la elección. Sin embargo, a la luz de los resultados del domingo, lo menos que puede decirse es que ese centro simplemente no existe o, en el mejor de los casos, está reducido a su mínima expresión. La conclusión es que Sebastián Piñera lleva mucho tiempo hablándole a un país ausente.
Es difícil explicar de otro modo la profunda frustración que vivió la derecha el domingo. El primer lugar y la distancia con Guillier no significan mucho al lado del triunfalismo que había inundado al piñerismo. En el fondo, la derecha se aprestaba a celebrar una victoria cultural y electoral de proporciones, que dejaría de manifiesto los profundos errores de la Nueva Mayoría. Pero la realidad fue un poco distinta: la izquierda se fragmentó, pero no se debilitó estructuralmente. La derecha está exactamente en el mismo lugar que el 2009, a pesar de las enormes dificultades que ha enfrentado este gobierno; y sabiendo que el discurso de Beatriz Sánchez es mucho menos transversal que el de ME-O en su primer intento. Así las cosas, lo que viene se vuelve cuesta arriba para un candidato que anunciaba un evangelio de optimismo bobo carente de especificación. “Arriba los corazones, vienen tiempos mejores” puede ser una buena consigna para ganar un concurso escolar, pero es ligeramente insuficiente para hacer política en el Chile del 2017 (y nadie parece haberse dado cuenta de aquello). Es más, si la derecha gana y sigue repitiendo ese tipo de discursos, le abrirá una Alameda al Frente Amplio en la próxima presidencial.
Aunque es muy pronto para elaborar un diagnóstico fino de lo ocurrido el domingo, todo indica que si la derecha quiere tener una oportunidad en cuatro semanas más, está obligada a recurrir a herramientas intelectuales un poco más sofisticadas que las utilizadas hasta ahora. Hay que abandonar las técnicas del retail, la técnica y la numerología, y reemplazarlas por un discurso político digno de ese nombre, capaz de convocar a ciudadanos que no responden a las viejas categorías. Piñera lleva meses apostando a no cometer errores (incluso se bajó de entrevistas días antes de la elección), pero su principal error fue precisamente no querer decir nada relevante respecto de casi nada. El desafío ahora pasa por saber leer un país nuevo, que no es tan individualista como pretenden los más liberales, ni tan colectivista como cree la izquierda. También resulta indispensable abrir la puerta para que entren caras nuevas, y darles espacio efectivo para jugar. En definitiva, hay que seguir el viejo consejo de Maquiavelo y adaptarse a los Fortuna. Piñera lleva décadas girando a cuenta de la transición, pero alguien debería avisarle que esa cuenta hace mucho tiempo dejó de tener fondos. Aunque fuera por caridad.
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La nueva izquierda
Probablemente el hecho político de mayor importancia en estas últimas elecciones generales, es la conformación de un nuevo polo en la izquierda, muy distinto a lo que habíamos conocido en la transición. El Frente Amplio eligió 20 parlamentarios. A ellos hay que sumarle, al menos, otra veintena, entre comunistas y sectores de la Nueva Mayoría más cercanos a la izquierda. En total, llegarían a acercarse al tercio de la Cámara de Diputados. Así de fuerte es hoy ese sector, al que no sólo las encuestas, sino el hecho de ir dividido, impedía estimar adecuadamente.
Esa nueva izquierda encarna, como en el primer día, en gran medida un discurso distante o condenatorio del mercado, partidario de derechos sociales universales y de la deliberación en asamblea. La socialdemocracia parece estar, entonces, siendo desplazada por una izquierda de talante revolucionario: más cercana a la preocupación igualitarista y emancipatoria que al cuidado por las formas y los equilibrios republicanos. El tiempo permitirá apreciar si la formalización de la participación política decanta allí en una mayor sensibilidad republicana. Si la utopía asambleística se deja ver alcanzable por las vías institucionales.
Al frente, lo que uno podría calificar como una centroderecha más política que económica, ha logrado avanzar posiciones. Renovación Nacional se convierte en el partido más grande en la Cámara. A lo anterior se unen los triunfos de candidaturas más moderadas en la propia UDI, lo mismo que la aparición de un incipiente grupo parlamentario en Evopoli. Todo eso permite avizorar la consolidación de una bancada de centroderecha con miembros nuevos, dotados, en no pocos casos, de mayores capacidades retóricas y políticas que las que a veces se han exhibido en ese sector.
Este relativo éxito parlamentario de la centroderecha, que se sostuvo incluso ante la irrupción del FA, el cual no hizo, en último término, más que nutrirse a costa de la Nueva Mayoría, podría servir de guía a la candidatura presidencial de Sebastián Piñera.
Lo que parecen evidenciar las parlamentarias de ese sector, con el desplazamiento hacia el centro, es que el discurso más ortodoxo (puesto en palabras de Jovino Novoa: “Chicago-gremialista”), estaría alcanzando ya sus límites. No es con un economicismo del crecimiento salpicado de alusiones morales o a la solidaridad, que se logra convencer a grandes grupos humanos que buscan mayores niveles de integración y mejor calidad de vida urbana y comunitaria.
Un discurso político responsable, apto para construir una mayoría decisiva, debiese, a esta altura, primero, invertir los términos: no poner la política bajo ideas económicas, sino la economía al servicio de la política.
Segundo, es menester perfilar con nitidez una visión nacional, en la cual se logre discernir con claridad el modo de nuestra convivencia futura, de nuestro destino común (las condiciones bajo las cuales nuestro destino podrá ser llamado “común” y “nuestra” la convivencia futura).
Dos son los aspectos axiales que debiesen componer esa visión. Por un lado, un énfasis cuidadoso en el principio republicano, que repara en la división del poder social y político, en la importancia de contar, a la vez, con un Estado fuerte (reformado, regional) y una sociedad civil apoyada en una economía privada dinámica y poderosa. Por otro lado, una atención preferente por la integración: la integración del pueblo consigo mismo, en una nación abarcante, inclusiva, que viva bajo condiciones de existencia compartidas; y la integración del pueblo con su territorio y su, muchas veces trágicamente, abandonado paisaje.
La entrada La nueva izquierda aparece primero en La Tercera.
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