Pedro Cayuqueo's Blog, page 32
November 28, 2017
Piñera: el precio del pan con palta
Podría decirse que las cuentas que hoy día saca el comando de Piñera suma sus votos de la primera vuelta más una buena parte de los obtenidos por José Antonio Kast, con lo que supera el 40%, con un techo del 44% aproximadamente. Sin embargo, la captura de la votación que falta se advierte difícil.
Por lo pronto, es tradicional que la abstención aumente en la segunda vuelta, con lo cual no necesariamente se replican los cálculos producidos con anterioridad.
En segundo lugar, entre Piñera y Guillier no existe una lucha profunda por grandes ideas que despierten un debate entre sus respectivos partidarios, ni menos que augure un renovado interés por acudir a las urnas el 17 de diciembre próximo. Más bien reina cierta confusión. En los hechos, la estrategia de Piñera ha consistido en ir a escudriñar en los programas de Ricardo Lagos y de Carolina Goic. Así visto, Piñera se coloca peligrosamente cercano a la indiferencia de votar por él o por Guillier, sin fijar identidad ni mensaje propio dirigido a la juventud, al trabajador, al empresario. A nadie. Agréguese que Guillier, por su parte y con cierta astucia, no se ha tentado con el estatismo propuesto por el Frente Amplio, que ha prometido ser oposición a ambos, lo que le habría llevado votos a Piñera y nos tendría a todos opinando si existe o no un germen de nueva Unidad Popular.
En tercer lugar, Piñera debió enfrentar una negociación sabidamente compleja con Manuel José Ossandón. En sus territorios, ganó su hermana y arrasó Beatriz Sánchez. Para obtener el apoyo del senador, fueron necesarias dos claudicaciones expresas y serias: la gratuidad en la educación y la afectación al fondo de la Ley de Pesca. Ambos son principios para Ossandón y ha comentado el carácter de exigencia en tales temas para comprometer su respaldo al candidato. Es cierto que el senador Ossandón es fuerte en una determinada zona y que los adherentes que lo apoyan creen en él por su carisma y dedicación personal por muchos años. De hecho, el sábado pasado, Ossandón llevó a Piñera a Puente Alto y comieron pan con palta en la casa de una señora. Una hora en las calles. Ni un discurso en favor de Piñera. En lugar de exigir mejoras para su territorio y las necesidades de sus habitantes, impuso ideas incorporadas a un eventual programa de gobierno por las cuales fue derrotado en las primarias. A nuestro modo de ver, ello es un abuso de su parte y aceptarlas es una debilidad del candidato. Hasta donde había dicho Piñera, la gratuidad parcial constituía para él un principio y lo defendió insistentemente en la primera vuelta. Respecto a la Ley de Pesca, estaba dispuesto a discutir modificaciones sin alterar los derechos adquiridos garantizados por la Constitución. En la nueva estrategia de captura de adherentes, estos cambios de postura resultan sorprendentes y confunden.
Más aún, provocan tal desconcierto que puede terminar por generar abstención en personas que han sido sus partidarios. Por la sencilla razón que no saben con certeza lo que su candidato piensa. En otras palabras, Piñera ha pagado muy caro por el pan con palta.
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Quién entiende la política chilena
No, no me voy a referir al sorpresivo resultado de las elecciones, lo que quiero hacer es evidenciar algunas de las paradojas de la política actual que, al menos para mí, resultan desconcertantes. Me cuesta entender a nuestra propia Presidenta. Su primer gobierno terminó con un altísimo nivel de aprobación, del orden del 80% de la ciudadanía se manifestaba satisfecha con lo logrado, apoyo que le permitió luego una cómoda reelección. Pues bien, pareciera ser que ella, a diferencia del sentir general, quedó frustrada con su gobierno, quizás con la sensación que hizo más lo que otros le sugerían que lo que ella realmente quería, con lo que terminó avalando una ácida crítica a los gobiernos de la Concertación, entre los cuales se encuentra el de ella. Y ahora, al término de este mandato en que apenas llega al 25% de aprobación, sorprendentemente se la ve muy satisfecha con sus logros, al punto de demandarle a quien la reemplace que continúe en la misma senda.
Otro ejemplo: ¿No parece el mundo al revés que en este país la izquierda se corte las venas pidiendo que los ricos no paguen por los servicios que reciben y que la derecha haga otro tanto para que les dejen a esos mismos ricos seguir solventándolos? La gratuidad universal no es otra cosa que eso: una demanda intransable de los sectores más progresistas para que todos, incluidos los ricos, reciban una educación gratis y una férrea oposición de los más conservadores a que se les exonere a los pudientes de tal pago.
Un tercer botón está relacionado con el sistema electoral. Durante años escuchamos que había que cambiar el sistema electoral por ser injusto, dado que permitía que un candidato con el 30% de los votos pudiera no resultar electo y sí serlo otro con bastante menor votación. Hasta que se logró cambiarlo por otro que, según hemos visto en esta última elección, permite que candidatos ganen con algo más del 1% de los votos, desplazando a otros que reciben 10 veces más votos. Se podrá retrucar que en todo sistema proporcional con cifra repartidora se producen distorsiones; pero en el nuestro, gracias a la existencia de los subpactos, se generan situaciones en extremo absurdas, como que dentro de un mismo pacto resulte electo alguien con 4.452 votos y pierda otro con 25.299.
Por otro lado, ya es común cargarle las culpas al voto voluntario por la muy baja participación, sin tomar en cuenta que ésta desde antes, venía sistemáticamente bajando. Hay que considerar que entonces nos regíamos por el absurdo sistema en que la inscripción era voluntaria, pero el voto obligatorio. Al final del binominal eran muy pocos los nuevos votantes que se inscribían (en el 2009 solo el 20% de los menores de 24 años estaban inscritos), a lo que hay que agregar que disminuían los inscritos que votaban, por lo que todo indica que el problema de la baja participación tiene causas más profundas, que lo que tenemos ahora es mejor que lo anterior y que la simple obligatoriedad del voto no soluciona el problema.
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Data Science, una fuente de productividad y generación de valor
En el escenario en que nos encontramos, con bajos niveles de crecimiento y productividad, es necesario identificar palancas que nos ayuden a mejorar nuestra eficiencia comercial y operacional. Es aquí donde surge la importancia de la ciencia de los datos y la democratización de su uso para tomar decisiones con una mayor probabilidad de éxito. Para ello es necesario reconocer tres elementos fundamentales. El primero es la existencia de datos que no son usados para la gestión y que reflejan el desempeño de los negocios. El segundo, la necesidad de utilizar los datos y transformarlos en información para tomar mejores decisiones tácticas (aquí es cuando se empieza a generar conocimiento concreto). Y el tercer elemento -y el más complejo- es incorporar este conocimiento en los procesos de decisión, con la finalidad de tangibilizar el valor y obtener los beneficios esperados. Esto, mediante la construcción o integración de soluciones analíticas que permitan abordar con inmediatez las decisiones tácticas.
Para Data Science se utilizan técnicas de modelación analítica de datos conocidas como Business Analytics, las cuales tienen un uso muy intenso en la industria del retail (muchos clientes, productos y canales) que ayudan a entender lógicas de comportamiento del consumidor y, con ello, tomar decisiones asociadas a definiciones de mix de productos, precios y promociones, entre otras, con mayor certidumbre y velocidad (dado lo competitivo y concentrado del mercado). Este proceso de toma de decisiones ágil y apoyada en hechos concretos (Data Science) genera lealtad a través de una experiencia de compra customizada y mayores niveles de eficiencia, lo que se traduce en rendimientos superiores al promedio.
Es importante tener presente que nuestro país tiene su matriz productiva apalancada en la explotación de recursos naturales, con bajos niveles de agregación de valor. Este foco desarrollado exitosamente en décadas anteriores ya no es tal, pues nos encontramos en un proceso continuo de pérdida de competitividad que ha frenado nuestro crecimiento. Los mercados y las industrias se han ido sofisticando a una velocidad distinta a la nuestra y son las llamadas olas de innovación, con fuertes componentes tecnológicos, las que nos están reventando en la cara sin darnos cuenta. Es aquí, para ir desarrollando nuevas formas de generación de valor y productividad, que las soluciones analíticas basadas en Data Science tienen algo concreto que aportar.
Llegó el momento de correr nuestras propias olas. Tenemos la tecnología, competencias profesionales, un creciente nicho de innovación apoyado fuertemente por el Estado a través de Corfo y un ecosistema que acelera los procesos de innovación tecnológica para los sectores claves de nuestra economía.
¿Qué nos falta entonces? Creer que podemos ser competitivos no solo en la extracción de recursos naturales, sino también en el desarrollo y/o implementación de tecnología para rediseñar procesos productivos, automatizar decisiones tácticas y así tener mayor certidumbre y velocidad al momento de planificar el futuro.
En este contexto, el desafío de democratizar la analítica para todos los sectores de nuestra economía es crucial. Las oportunidades están y los beneficios son insospechados de cara a conseguir mejorar nuestro desempeño operacional y comercial. La ingeniería chilena es de alto nivel, sin embargo, tenemos que ser capaces de vincularla mucho más con las empresas para ir aterrizando la teoría a la práctica. Solo así podremos seguir construyendo soluciones analíticas para resolver problemas complejos que mejoren nuestro nivel de competitividad y también estaremos en condiciones de exportarlas a Latinoamérica.
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La tragedia del ARA “San Juan”
A pesar de que aún no se ha suspendido oficialmente la búsqueda del submarino ARA “San Juan” —desaparecido el pasado miércoles 15, mientras navegada entre Ushuaia y Mar del Plata— ni se ha encontrado alguna pieza perteneciente a él, la Armada argentina sí confirmó que hubo una explosión en el área en que había desaparecido la nave.
Esto, a partir de la información entregada por la Organización del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares, que monitorea permanentemente grabaciones submarinas, y que detectó una “anomalía acústica” consistente con un estallido bajo el mar, solo tres horas después del último contacto del “San Juan”. Precisamente, el momento en que reportaron problemas eléctricos a bordo.
Considerando que solo habría tenido oxígeno para siete días y que su casco puede resistir la presión hasta los 700 metros de profundidad, todo parece indicar que la Armada trasandina enfrenta su peor tragedia en tiempos de paz.
Diferentes autoridades políticas sostienen que este episodio demuestra la precariedad de las Fuerzas Armadas argentinas. Una situación que se extiende desde la década de 1980, específicamente tras la derrota en la Guerra de las Malvinas/Falkland, y que comprometió gravemente el prestigio militar de este país.
Un ejemplo de eso sería el hecho de que los posteriores gobiernos democráticos argentinos han priorizado otros sectores al momento de la asignación de presupuestos, dejando relegadas a las FF.AA. Un tema que paulatinamente ha ido afectando la dotación, la compra de equipamiento y su mantenimiento regular.
Sin ir más lejos, en el proyecto de presupuesto que presentó el Gobierno de Mauricio Macri para 2018, el 87% de ese monto está destinado a gastos de personal, mientras que apenas un 4,5% está considerado para mantenimiento y reparaciones.
El ARA “San Juan” era un submarino alemán que databa de 1985 y si bien había sido sometido a una “reparación de media vida” en 2008 —programada originalmente para 2005 y que duró siete años—, ya se hizo pública una filtración de agua y problemas con los planos en 2014, así como denuncias de irregularidades en la asignación de los contratos para mantenimiento.
Y aunque este es el episodio más grave —de este tipo— vivido por la Armada, no es el primero. En 2007 un incendio dejó casi inservible el rompehielos “Almirante Irízar”, que recién volvió a navegar en septiembre de este año. Y en 2013, el destructor “Santísima Trinidad” se hundió amarrado al muelle en la base naval de Puerto Belgrano, por la rotura de una válvula; la nave permaneció tres años bajo el agua hasta que pudo ser reflotada, con la idea de convertirla en un museo.
Pero la tragedia también tiene una faceta comunicacional, en la medida que la información —que debía ser clara y oportuna— muchas veces ha resultado parcial e incluso contradictoria. Y la indignación de los familiares de los 44 tripulantes, precisamente, ha dado cuenta de eso.
Asimismo, se cuestiona el desempeño del Alto Mando naval, que delegó toda la comunicación sobre el destino del submarino en un simple vocero. Y por lo cual ya se habla de un “descabezamiento” de la Armada ordenado por la Presidencia.
¿Salpicará este episodio también la imagen de Mauricio Macri? Es muy posible, porque a pesar de haberse reunido con los familiares de los tripulantes durante los primeros días de búsqueda, así como con el Alto Mando de la Armada, ante una tragedia de estas proporciones todo se vuelve poco.
En ese contexto —teniendo presentes las múltiples diferencias—, resulta imposible no hacer comparaciones con el hundimiento del submarino nuclear “Kursk”, en agosto de 2000, en el mar de Barents. Considerado como una de las joyas del poder naval ruso de la época, su desaparición también estuvo marcada por la confusión y la polémica.
¿Los hechos? Durante unos ejercicios navales, una explosión en el compartimiento de torpedos inutilizó al submarino, que tras precipitarse al fondo marino, sufrió un segundo estallido que acabó de inundarlo.
En ese entonces, Vladimir Putin fue fuertemente criticado por su demora en hacerse presente en la zona de la tragedia; por las versiones que aseguraban que había sobrevivientes, lo que después resultó falso; y por la sospecha de que la demora de Moscú en aceptar la ayuda internacional se debía al temor de que se conocieran ciertas tecnologías navales secretas.
Tragedias como la del ARA “San Juan” demuestran que los equipos más complejos también fallan y que por lo mismo exigen mantenimiento de manera regular, capacitación constante de sus operadores y que la rutina siempre atenta contra los protocolos de seguridad. Pero sobre todo, que lo importante son las vidas y, por lo mismo, “el manejo de crisis” debe tener siempre en el foco de su trabajo a las familias de los involucrados. Sobre todo, porque la incertidumbre y la falta de respuestas pueden ser aún más dolorosas que la misma muerte.
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No es radicalidad … es profundidad
La complejidad del panorama político chileno no es tal, más bien son los medios –y los intereses políticos que allí se entretejen- los que abusan enredándolo. La disyuntiva del país no está entre el extremismo de izquierda o el de derecha, como sueñan Kast y Artés; es entre una modernidad viciada o un futuro que la supere.
Dos candidatos se acomodan para la segunda vuelta … y pareciera que la historia les prepara acertijos que tal vez no se vean a simple vista.
Piñera no está en condiciones de soltar amarras de aquella modernidad viciada, de la cual es uno de sus íconos. Del mismo modo que la gente de Guiller da la impresión estar atrapada en ella, contra su voluntad, con el miedo a que desenredarse sea no más que un salto al vacío “populista o revolucionario”.
Imaginen los próximos cuatro años con uno u otro gobierno: Todo indica que habrá un alto porcentaje de la población – votantes y pueblo movilizado – que pedirá respuestas en las calles y el Parlamento a sus postergadas demandas, por lo demás, claras como el agua. Es evidente que ese 55 % que votó por la centroizquierda es como los músculos de un parto que habrá de producirse más temprano que tarde. Disculpas por la metáfora, pero la tentación es más grande; aunque no, no se trata otra vez de la revolución con empanadas y vino tinto, como quisieran pintar los “cavernarios”.
La modernización viciada tiene a Chile empantanado. Pero el cambio es inevitable: las nuevas generaciones, que no pidieron permiso y que simplemente se tomaron la política, habrán de sacar al país del atolladero y encaminarlo a una sociedad civilizada, decente, normal. A una sociedad de bienestar, culturalmente libre y abierta, con una economía modernizada.
Cuando se habla de nueva Constitución, de una sociedad de derechos, de libertad para pensar y vivir, de cambiar el modelo neoliberal rentista, de no más AFP, de negociación por rama productiva; al menos yo, no estoy escuchando “patria o muerte … venceremos”. Sino, tan sólo atisbo el reclamo profundo de quienes buscan una vida sencilla, razonablemente acomodada y con un futuro amable para sus hijos, un país pujante, “como existe en otras partes”, como dirían los del Frente Amplio. El parto: “cambiar Chile, no es fácil”, dijo Beatriz Sánchez;
Cierto es que la modernidad viciada tiene olor a cadáver. Sin embargo, alrededor de un 40% aún la añora y la vota. No es fácil y puede tomar tiempo, lo importante es la dirección, el sentido profundo de los cambios, insistiría Beatriz. Hay que quebrar huevos para superarla. Tal vez eso hoy signifique abrirse a pensar que el sorprendente resultado electoral reciente no es sino una manifestación de que algo está muriendo, aunque se resista, y que algo está por nacer, aunque le cueste. Tal vez sea preciso levantar la vista y observar que nada muy traumático hizo posible esas sociedades más civilizadas, allende los mares. Advertir, que unir voluntades y esfuerzos requiere botar anteojeras y prejuicios, (¡que tan bien alimenta el conservadurismo político y mediático!) para que, la mayoría que está disponible y presta a la acción, pueda desplegarse con convicción y alegría y, quizás, dar una nueva sorpresa este próximo 17 de diciembre.
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El senador Huenchumilla
Uno de los hitos de la pasada elección parlamentaria fue el triunfo, épico en la madrugada del lunes, de Francisco Huenchumilla sobre Fuad Chahín. Ello transformó al ex intendente regional en el primer senador mapuche en la historia de Chile. El dato no es trivial, da cuenta del verdadero “apartheid” que han debido enfrentar los pueblos indígenas por largas décadas allí donde se legisla y toman las verdaderas decisiones. Un apartheid que pese a la apertura de espacios y el fin del binominal, pareciera en nuestro caso mantenerse intacto.
Fueron más de treinta los candidatos mapuche al Congreso Nacional y solo dos conquistaron un cupo en la Cámara de Diputados; Emilia Nuyado (PS) por Llanquihue y Aracely Leuquén (RN) por Aysén. Las dos mapuche y mujeres. ¿Símbolo de un cambio de época? No en lo relativo a su condición étnica, si tal vez en lo concerniente a luchas de género. Es claro que ambas vieron fortalecidas sus opciones por la ley de cuotas. Esta cuadriplicó el número de candidatas mujeres respecto de 2013. Y obligó a los partidos, machistas por tradición, a posicionar en primera línea sus liderazgos.
Es a todas luces lo mismo que se necesita a nivel de pueblos originarios para terminar con esta ausencia en el Poder Legislativo; una ley de cuotas o bien escaños reservados en el Congreso. Hoy existe aparente consenso en la derecha y el oficialismo sobre su conveniencia. Permitiría canalizar por vías institucionales un reclamo que cada día se expresa con mayor violencia. Y resolver el eterno dilema del interlocutor válido, el “con quién” se conversa. Pero sigue siendo otra eterna promesa de campaña. De esas que jamás se cumplen.
Pero volvamos al senador electo Francisco Huenchumilla. Su triunfo escapa por completo al escenario de exclusión parlamentaria del cual les hablaba antes. Y es que lo suyo más que el triunfo de un “candidato mapuche” es el triunfo de una trayectoria brillante en política. Diputado, subsecretario, ministro, alcalde y hace poco intendente regional, su llegada al Senado es un claro reconocimiento de los votantes de la Araucanía a su calidad de hombre público y líder político de alcance nacional. Pudo llamarse Francisco Sepúlveda y el resultado, sospecho, hubiera sido el mismo.
Pero, para suerte nuestra, esto no es así. Huenchumilla es un hijo del pueblo mapuche. Y el encuentro ya adulto con su identidad indígena es tal vez uno de los fenómenos más fascinantes que me ha tocado investigar como periodista. Hasta un libro escribí sobre ello. Los invito a todos a leerlo. Allí la vida de un niño mapuche que perdió la mitad de su familia por la tuberculosis, que fue educado para ser cura capuchino y terminó formando parte -junto a Aylwin, Lagos e Insulza en la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile- de una verdadera generación dorada de políticos chilenos.
Créanme lo que les digo; los mapuche no podíamos quedar mejor representados en el Senado que por Francisco Huenchumilla. Un verdadero lujo.
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November 27, 2017
La DC a la deriva
El ambiente en la DC está altamente crispado. A pocas horas del desenlace electoral de primera vuelta, el Consejo Nacional de la Democracia Cristiana tomó la decisión de apoyar a Alejandro Guillier, que encabeza la coalición Fuerza de la Mayoría, cuyo “eje” está conformado por el PPD, PS y PC, lo que la convierte en un partido satélite de un grupo sobre cuyas acciones y decisiones tendrá muy poco control. No solo se trata de un apoyo sin condiciones; también con la conciencia de que en caso de un eventual triunfo de Guillier, corre el riesgo de incidir muy poco en las determinaciones más relevantes que adopte ese gobierno. En otras palabras, los recurrentes matices que han subrayado la DC o algunos de sus dirigentes para diferenciarse de sus aliados de coalición en el actual gobierno, pasarán a ser una suerte de visos muy tenues que no alcanzarán a nublar, ni siquiera con suavidad, la gama de rojos fuertes que embandera la coalición de izquierda.
Esta circunstancia solo tiene agravantes. El candidato Guillier, en su afán de sumar apoyos, ha consentido con prisa y algo de aventura algunas promesas al Frente Amplio, como condonar el CAE y terminar con las AFP, posiblemente sin analizar a fondo cuál sería el costo fiscal de lo primero y reviviendo a la retroexcavadora en lo segundo. Obviamente, esto ha desatado otro conflicto al interior de la DC, entre quienes están por el apoyo irrestricto y los que pretenden defender un mínimo perfil programático. Como de costumbre, este devenir de desencuentros será incesante y posiblemente resuelto a favor de aquellos que ostentan el poder de la cercanía ideológica al candidato o, dicho de otra forma, de los que son leales al “eje”.
La debacle electoral de la DC tiene parte importante de explicación en haber abandonado el centro político para integrarse al gobierno de la Nueva Mayoría, donde su rol se reflejó en matices y no en una influencia decisiva. Esto ha sido el resultado de cohabitar en una alianza donde las diferencias con algunos de sus integrantes, particularmente el PC, son insalvables. El costo de ese viraje a la izquierda fue la pérdida de una fracción relevante del segmento de votantes ubicado en dicho centro político. La adhesión a la campaña de Guillier acrecentará la distancia con ese electorado; esto hará que cualquier futuro regreso al centro político sea altamente complejo, más aún cuando en esa tarea ya hay partidos nuevos dispuestos a disputarlo con ahínco, tenacidad y toda la fuerza de una organización más joven. Por esta razón es factible que este viraje sea, al igual que su rol satelital respecto del “eje”, sin vuelta y definitivo.
En este marco, cobran sentido y valor las palabras de Eduardo Aninat, exministro de Hacienda, contenidas en su carta de renuncia a la DC: “Empieza a apagarse lenta, accidentada e inexorablemente la llama de la opción humanista de centro, que tanto contribuyó al país. Aquella que le dio a Chile estabilidad y progreso social decidido con líderes de la talla de Manuel Bustos, Bernardo Leighton, Eduardo Frei y Patricio Aylwin”.
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¿Fallaron las encuestas políticas?
Es la primera pregunta que surge tras las elecciones. De hecho, no es la primera vez que ocurre. Baste recordar el año pasado con las estimaciones de participación en las elecciones o lo sucedido en 2009 con las estimaciones de la votación de ME-O. Ahora bien, otro factor que contribuye al descontento con la mayoría de las encuestas es el hecho de que tampoco los resultados estaban dentro del margen de error. Más aún, todos mostraban tendencias semejantes en el orden de preferencias; sin embargo, con la excepción de la encuesta Panel Ciudadano-UDD y Criteria Research, Beatriz Sánchez aparecía con una intención de voto muy alejada del resultado electoral.
Luego, cabe preguntarse dónde estuvo el problema. Si bien la técnica de recolección de datos (cara a cara versus telefónica o mixta) y el tipo de muestra (probabilística) tienen incidencia significativa a la hora de estimar resultados (sesgos), la identificación del votante probable es clave y probablemente allí se encuentra el principal problema. ¿Qué significa esto? Básicamente, la fórmula para identificar a los probables votantes requiere la elaboración de una batería de preguntas, además de otras consideraciones tales como la ponderación de los individuos de acuerdo con la comuna donde viven, o la distribución por edad y sexo, lo que no es fácil. Ahora bien, en la medida en que en cada encuesta puede variar -de hecho sucede- el número de votantes probables y no se conoce quiénes cambiaron de opinión, surgen problemas de estimación. Es decir, dos encuestas perfectamente aleatorias podrían presentar variaciones en el número de votantes probables aun cuando representan adecuadamente a toda la población (votantes y no votantes).
Para minimizar este problema una alternativa son los paneles, vale decir, a una misma muestra representativa de la población se le consulta a lo largo del tiempo. Esto permite conocer con más precisión las características de una población y, sobre todo, identificar los cambios en actitudes y preferencias. De ese modo, pueden focalizarse con más precisión las razones de los cambios, volatilidad de las percepciones y, en cierta medida, el impacto que un evento determinado tiene sobre dichas actitudes. Pero en el caso de los votantes probables permite diferenciarlos de los votantes potenciales.
En los casos Panel Ciudadano-UDD y Criteria Research, junto con monitorear los cambios en las percepciones y opiniones de los encuestados, también se acumulaba un conocimiento mucho mayor de dichas percepciones. Luego, ¿fallaron las encuestas políticas? La verdad es que esta no es la pregunta que debiéramos hacernos (todo modelo predictivo puede fallar); el problema son las expectativas que nos hacemos a partir de la reputación que les asignamos. Las encuestas son un instrumento valiosísimo para conocer las preferencias de la población, pero lo que sí queda claro es que las fórmulas para estimar determinados fenómenos obligan a pensar en otros métodos como los paneles.
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Guillier a la repesca de votos
Las aspiraciones del senador Guillier de una convergencia de contenidos entre los programas de las candidaturas DC y del Frente Amplio, tan antagónicos en muchos aspectos, parecerían una quimera, salvo cuando la magia de la política, vista como afán de dominación y poder, logra convencer a los chilenos de que el agua y el aceite pueden fundirse.
En la educación superior el Frente Amplio presentó un programa de un estatismo coercitivo solo comparable con el de la Unidad Popular: expropiación de universidades que sean sorprendidas retirando excedentes, exigencias de cogobierno triestamental, exigencias de cuotas de estudiantes por carrera e institución y fijación de aranceles. Además, condonación inmediata de las deudas del CAE y su reemplazo como mecanismo de financiamiento por la gratuidad universal, alcanzada en un plazo de 10 años. Todo esto, por cierto, lejos de los principios que contenían al programa de la senadora Goic, cuyo candoroso apoyo al candidato de la Nueva Mayoría no condicionado a un proyecto que recogiera las ideas DC, ha sido lo más parecido a lanzar al partido a una piscina sin agua. El costalazo es duro al constatar que los entusiastas “coqueteos” del senador con el Frente Amplio no solo revelan dónde están sus afectos, sino que deja a la DC en una posición incómoda y risible y agudiza su crisis interna. Que el senador Guillier haga suya la condonación de la deuda del CAE, propuesta por el Frente Amplio y muy alejada de la DC, solo ratifica la ingenuidad de la dirigencia del Partido Demócrata Cristiano.
El senador Guillier debiera saber que la deuda actual del CAE por US$ 8.000 millones no se puede condonar. Su recuperación y destino es para financiar en el futuro gasto social en salud, educación escolar, pensiones, etc. Sostener que podemos de un plumazo olvidarnos de ella es lo más parecido a la demagogia.
El CAE es un préstamo que reciben los estudiantes a una tasa subsidiada del 2% y con un pago máximo al egreso de 10% del ingreso laboral, de modo que no es verdad que el CAE consuma sin límites el presupuesto familiar. El gobierno fue incapaz de enviar un proyecto de ley que perfeccionara el instrumento, atemorizado por el qué dirían los jóvenes “idealistas”, que viven de utopías y quieren simplemente que desaparezca. La reforma básica requiere permitir que el Estado pueda emitir créditos; establecer plazos máximos de amortizaciones con una condonación de cualquier saldo de deuda; separar la tarea de emisión de la de cobranza y exigir el pago como descuento por planilla del empleador.
Desde los años sesenta que una disputa presidencial no adquiría tanta importancia sobre lo que está en juego: o una visión de sociedad donde las personas eligen con libertad lo que quieren y el Estado se focaliza con sentido de urgencia, pero con sensatez, en los sectores vulnerables, o toleramos una sociedad donde prima el populismo y se hacen promesas que llevan al dilema de cumplir lo prometido y fracturar al país o no ser capaces de llevarlas a cabo y generar frustración y desencanto.
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París bien vale un Ossandón
La foto, ambos de camisa blanca, de Ossandón y Piñera sentados juntos y buscando un acuerdo para sellar el apoyo del caudillo de Puente Alto a la campaña de su antiguo antecesor, será una de las postales de la campaña. Para el misterio quedará si reflexionaron sobre la famosa frase que incluía las palabras “reo” y “lindo”.
Si Piñera, como ex jugador de la Bolsa y amante de los números, aceptó dar una voltereta de carácter olímpico en materia de gratuidad y de Ley de Pesca, es porque le asustó el resultado de la comuna de Puente Alto, donde el descontento se fue hacia Beatriz Sánchez y no hacia él, como pensaba. Su escuálido 26% en una comuna que hace años es bastión de la derecha y que se repitió en muchas zonas urbanas, le abrió una repentina fe en la gratuidad. Los votantes de los barrios medios no le creyeron su promesa de crecimiento, y su crítica a las reformas la compartieron castigando al gobierno por la izquierda.
Alejandro Guillier también hizo de lo suyo. En un intento de ganarse a los dirigentes del Frente Amplio, aceptó colocar en su entorno a Fernando Atria, que volvió a vender de manera exitosa la idea de que él es un privilegiado en la relación con los ex dirigentes estudiantiles. Aquí nadie miró mucho los números, pues no repararon en el sencillo hecho de que en el distrito donde el académico iba como candidato, los votantes del Frente Amplio prefirieron al veterano Tomás Hirsch y no a él.
La pregunta que surge es si esta subasta electoral, como llamó Carlos Peña en su columna electoral a toda esta estrategia, rinde frutos para la segunda vuelta. Si así fuera, entonces los electores se comportarían más bien como masas de ganado. Bastaría convencer al pastor y listo.
Toda la evidencia de los resultados electorales y de los estudios que se han hecho sobre la sociedad hacen que dicha creencia sea difícil de sostener. Las personas son mucho más libres en sus adhesiones, y muchas veces se mueven por factores emocionales en vez de lo que diga un líder determinado, aun cuando le crean. Dicho en simple, perfectamente podría haber electores en Puente Alto que votaron por Ossandón y ahora por Beatriz Sánchez.
El clásico libro The Political Brain de Drew Westen que explica cómo se toman las decisiones electorales, plantea que las emociones son el motor fundamental de ellas. Por tanto, la temporada de liquidaciones políticas en que se ha convertido la primera semana de la segunda vuelta no tendría sentido alguno. Si algo hay que aprender del mercado de las telecomunicaciones es que WOM ganó con autenticidad, mientras que los incumbentes del mercado fracasaron pues apostaron a los ofertones.
En el día de hoy, en que muchos jóvenes rinden la PSU, sus padres se preguntarán si podrán financiar sus estudios universitarios. La voltereta de Piñera les parecerá demasiado sospechosa y la desconfianza es una emoción suficiente para espantar a las urnas. Era mejor hablarles directamente y así evitar los pensamientos sobre la letra chica de la nueva oferta.
Por otro lado, también a los votantes del Frente Amplio no les provocará ninguna pasión este amor repentino de Guillier hacia sus líderes. Sus votantes pareciera que eligieron otra manera de hacer política, distinta de la de Tancredi, el personaje de El Gatopardo.
De la misma manera que el antipiñerismo puede convertirse en una emoción profunda, como le pasó a Keiko Fujimori, el antiguillierismo es un riesgo en los votantes de izquierda si su comando insiste en la mimetización con el Frente Amplio.
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