Pedro Cayuqueo's Blog, page 26

December 6, 2017

Una expresión, dos significados

Recientemente el Congreso de Estados Unidos aprobó la reforma tributaria enviada por el presidente Donald Trump, quien obtuvo la primera gran victoria legislativa de su administración.


Más allá de las diferencias propias de sistemas y tradiciones legales, que responden a historias y herencias culturales diversas, el contrataste entre la reforma de Estados Unidos y la reforma tributaria de Chile no puede ser más evidente. La expresión “reforma tributaria” deja de ser una expresión neutra, y adquiere en la opinión pública un contenido que refleja la idiosincrasia política de cada nación. En Estados Unidos, hablar de reforma en materia impositiva implicó claramente hablar de disminución de impuestos, mientras que en Chile casi siempre implica precisamente lo contrario: un aumento de la carga tributaria.


¿A qué se debe esta diametral diferencia en torno a un mismo concepto político?


Un primer factor es que, en Estados Unidos, existe plena conciencia en parte importante de la población en cuanto a que los llamados “los recursos públicos” son en la práctica, los dineros de los contribuyentes. Desde una perspectiva histórica, los impuestos y su impacto en las personas se encuentran en el corazón de la identidad estadounidense: la revolución americana, el nacimiento de Estados Unidos mismo, está marcado por una disputa relativa a la carga tributaria. En el fondo, el votante estadounidense tiene una mayor auto comprensión de sí mismo, pues se reconoce ciudadano y contribuyente, mientras que el votante chileno parece reconocerse exclusivamente como ciudadano. A menudo los chilenos no advierten que son contribuyentes, pues hay amplios sectores que no pagan impuesto a la renta; olvidando que pagan un cuantioso IVA, impuesto específico a los combustibles y una serie de otros impuestos. Al considerar este aspecto, en la cultura norteamericana hay claridad en cuanto a que el dinero que se obtiene por impuestos, más allá del legítimo y buen uso que se pueda dar, es dinero que deja de ingresar a los bolsillos de los ciudadanos. Se trata de recursos que no pueden ser disfrutados ni administrados directamente por las personas, y de ahí la preocupación para que sean usados responsablemente.


Un segundo factor, tan relevante como el primero, es la adhesión de la derecha política norteamericana a esta visión, es decir, la convicción de que menos impuestos significan más libertad para las personas al poder disponer de más recursos a discreción. En Estados Unidos los republicanos tienen este elemento como uno de sus motores electorales y, en consecuencia, es una parte central de sus programas de gobierno y de su actividad política, y cada cierto tiempo libran batallas épicas con la izquierda por este asunto. El tema de fondo no es que un aumento de impuestos afecte la inversión y la creación de empleos, sino que un incremento de impuestos aumenta el poder del Estado sobre las personas, y en última instancia, disminuye su libertad. El prisma con el que se observa el asunto en Estados Unidos es distinto, sin quedar reducido a un criterio meramente económico y un argumento de orden práctico. Este crecimiento del Estado se ha podido ver con claridad en Chile en los últimos años, con más contrataciones y burocracia que eficiencia y mejor calidad de vida (si pensamos en salud o la situación de los niños, por ejemplo).


A pesar de las profundas diferencias, lo que sí es igual en ambas latitudes es la pasión que desata este asunto. Al terminar cargada de sentido y significado, la expresión “reforma tributara” despierta rápidamente un intenso debate, agrupando en bandos a los partidarios y detractores. Esta situación solo se entiende al considerar que el debate no es sobre un aspecto económico, sino que, por el contrario, es una discusión eminentemente política.


Para resumir: la reforma tributaria de Bachelet fue el mayor aumento de impuestos en Chile desde 1989, complejizó el sistema tributario -al punto de necesitar otra ley-, afectó considerablemente la inversión y ralentizó la economía. De otro lado, la reforma de Trump es la mayor reducción de impuestos en Estados Unidos, simplifica el sistema tributario y busca inyectar dinamismo a la economía.


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Published on December 06, 2017 21:10

¿Somos ingenuos?

Los chilenos quieren un país tranquilo, ordenado, que no cambie de un plumazo todo lo que se ha construido, lo que se ha realizado con tanto sacrificio. La gente desea modificar aquello que siente que no funciona bien, pero tomando el debido tiempo para estudiar los asuntos y de esta manera no cometer los errores del pasado reciente.


Se puede decir sin temor a equivocarse que las grandes mayorías son prudentes, que están satisfechas con el sistema. A esa mayoría silenciosa, que se va a expresar en las urnas el próximo 17 de diciembre, le interesa mantener la actual economía de mercado pues le ha permitido adquirir una serie de bienes materiales que han incrementado su bienestar personal. Quienes intentaron retratar a los chilenos como unos revolucionarios dispuestos a desbaratar este sistema, se equivocaron medio a medio pues la gente no votó por los planteamientos rupturistas; todo lo contrario, los rechazó. Una cosa es querer realizar cambios para mejorar y progresar, y otra muy diferente es pretender destruir lo que funciona bien, o bastante bien.


La gran clase media chilena no es ingenua, no comulga con los discursos que demonizan a los que se esfuerzan, a las personas que por su empeño y trabajo han acumulado una cierta fortuna. Son millones los compatriotas que han experimentado un auge económico en las últimas décadas, y están dispuestos a compartir una parte del mismo para ayudar a los más vulnerables. Pero, ellos saben que los políticos que vociferan contra “los ricos” no van a generar mejores empleos, tampoco van producir aumentos en las remuneraciones, mayor equidad o derrotar la pobreza de esa manera. Esto último se logra mediante la implementación de buenas políticas públicas, con gobiernos competentes que ejecutan eficientemente sus programas y que no saltan de manera temeraria al vacío, como lo propone y hace la izquierda ideologizada que hoy es gobierno.


La prosperidad nacional depende del liderazgo positivo proveniente de un estadista que capture aquello que la gente y el país necesitan, precisamente en estos momentos cruciales de nuestra historia. Un líder con experiencia comprobada y exitosa, no en dos o tres años de participación política y pública, sino con varias décadas de contribución real y eficaz al desarrollo integral del país. Un líder que incentiva el trabajo personal de cada uno de nosotros, de todos los chilenos; que evita emitir juicios arbitrarios y sanciones morales absurdas contra las personas de esfuerzo cada vez que tienen éxito gracias a un quehacer honesto y laborioso, como suelen manifestar tantos revolucionarios de escritorio que ahora intentan dominar la escena pública. Vamos en Chile a cambiar esta mentalidad negativa, abrazando la oportunidad que se nos presenta de volver crecer y progresar – después de cuatro años perdidos-, para transformarnos más temprano que tarde en un país fuerte y desarrollado.


Ayudar y proteger a los que tienen menos es una necesidad país, nadie se restaría de ese tipo esfuerzo; acá todos somos solidarios y concordamos en términos generales con una agenda social. Sin embargo, no se debe confundir lo anterior con un apoyo real y tangible a la gestión del actual gobierno, situación que dista mucho de ser efectiva, a pesar de todos los intentos por manipular la opinión pública que realiza el oficialismo. Ellos no entienden que el país ya cambió, al elegir el camino del crecimiento personal y colectivo como base para la futura grandeza de Chile.


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Published on December 06, 2017 20:29

Reformas que aportan mayor transparencia

Tal como señala el profesor Daniel Chasquetti de la Universidad de la República del Uruguay, la democracia chilena ha tomado el rumbo correcto, con reformas que la fortalecen y le otorgan sustentabilidad. Esto, gracias a la visión de Estado con que la Presidenta de la República, Michelle Bachelet, decidió dar un enorme salto para modernizar la manera en que concebíamos la política y cómo ésta se relacionaba con los ciudadanos.


Aquello está nítidamente reflejado en el libro Reformas Políticas en Chile: 2014-2016 -y que ha sido presentado por nuestra Mandataria- el cual nos permitirá entender por qué las elecciones 2017 resultan inéditas, luego de introducirse transformaciones que moldearon al sistema electoral, los partidos políticos y al Servel, entre otros pilares de nuestro sistema democrático.


El diagnóstico inicial daba cuenta que la confianza hacia la política venía en una curva descendente. Los datos del Informe de Auditoría de la Democracia 2014 reflejaban una baja confianza ciudadana en instituciones claves para el funcionamiento del régimen democrático.


Esto requería corregir los defectos del diseño institucional (baja competencia, dineros privados en la política, campañas desreguladas, partidos solo enfocados en lo electoral y ausencia de transparencia), para relegitimar el sistema político. Así, durante los últimos años, la necesidad de fortalecer la democracia se hizo patente, y como gobierno llevamos a cabo estos cambios gracias al compromiso de los partidos políticos y el Congreso Nacional, quienes alcanzaron acuerdos y brindaron un sólido apoyo.


Las reformas tienen como finalidad aportar mayor competencia, representatividad, y transparencia al sistema político. En primer lugar, se amplió la ciudadanía con la incorporación del voto de los chilenos en el exterior, donde incorporamos al padrón electoral más de 39 mil compatriotas que antes no podían ejercer su derecho a sufragio por residir fuera del país. Asimismo, se definieron mecanismos para una participación efectiva de las mujeres en la política por medio de la ley de cuotas, que permitió aumentar el número de candidatas de 91 en 2013 a 397 en 2017.


En segundo lugar, se instituyó el rol público de los partidos políticos con el establecimiento de derechos -financiamiento público-, y obligaciones -transparencia y democracia interna-. En la práctica, los aportes reservados y anónimos se terminan, dando paso a un financiamiento principalmente fiscal, lo que ayuda a emparejar la cancha.


En tercer lugar, se agregó mayor representatividad y competencia al sistema político mediante nuevas reglas electorales de representación. Los efectos más visibles de estas medidas han sido la aparición de nuevas fuerzas en el Congreso, ajenas a los partidos tradicionales.


Por último, se otorgó más transparencia a las actividades políticas con el fortalecimiento de las capacidades fiscalizadoras del Servicio Electoral, al cual se le otorgó autonomía constitucional, lo que conlleva la independencia en su actuar respecto a otros órganos del Estado.


En conclusión, destaco el esfuerzo por resignificar la democracia y reencantar a los ciudadanos. Sin embargo, son ellos quienes deben evaluar si las reformas han sido efectivas para alcanzar una democracia más madura y así devolverles la confianza en sus instituciones.


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Published on December 06, 2017 04:49

Constitución: responsabilidad

Chile necesita y merece una Constitución nacida en democracia, deliberada y aprobada por los representantes del pueblo en el Congreso  y ratificada luego mediante un plebiscito. Esta nueva Constitución no puede ni debe nacer a partir de una página en blanco sino que debe tener en cuenta toda la evolución constitucional que ha experimentado nuestra patria desde los albores de su independencia aprendiendo también de las lecciones de la historia.


Los asuntos a ser discutidos en el marco de la elaboración de nuestra nueva Carta Fundamental son bien conocidos, a saber, entre otros, los principios constitucionales, los derechos y libertades fundamentales, la organización de los poderes públicos a partir del sistema democrático y el respeto del estado de derecho, dentro de ello el sistema de gobierno, el rol del Presidente de la República y el Parlamento, el proceso de formación de la ley, la recepción del derecho internacional, los órganos que ejercen jurisdicción, los órganos constitucionalmente autónomos, el gobierno y administración regional y local además de las normas de reforma constitucional. Sobre ello ha habido un nutrido desarrollo en los últimos años. En este sentido cabe mencionar el proceso participativo, en el que participaron muchos ciudadanos. También el debate constitucional ha estado presente en el programa presidencial de los distintos candidatos y candidatas a la Presidencia de la República, entre los que destaca el de Carolina Goic, el que aboga por una nueva Constitución que nos represente a todos, constituyendo un instrumento eficaz que resguarde y promueva de mejor manera posible los valores de la dignidad humana, la democracia y el derecho.


Tan importante como los contenidos es el mecanismo para elaborar esta nueva Constitución. En este sentido es claro que la elaboración de una nueva Constitución debe respetar las disposiciones que contempla la actual Constitución para su reforma integral y ello conlleva lograr un acuerdo de los 2/3 de los senadores y diputados en ejercicio. Un eventual llamado a plebiscito sobre estas materias también requiere de una reforma constitucional aprobada por igual mayoría calificada de 2/3. Digamos la verdad siendo responsables, no se trata de que el Presidente llame por sí a un plebiscito.


Lo anterior implica emprender un decidido esfuerzo para lograr un acuerdo político transversal entre todos los sectores políticos respecto de la Constitución. No olvidemos que ella es el “rayado de cancha” compartido por todos, en el cual se desenvolverá nuestra institucionalidad democrática. Es por ello que la Constitución debe ser, como lo ha dicho la DC, la casa común en la que todos nos sintamos que formamos parte.


Solo de esta forma lograremos contar con una Carta Fundamental nacida en democracia en la que todos nos sintamos interpretados, que sea el marco comúnmente compartido a partir del cual podamos desarrollar libremente nuestras visiones de país para llevar a cabo nuestros ideales.


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Published on December 06, 2017 04:27

La decisión de Beatriz

Hace una semana me preguntaron en una entrevista de radio qué ocurriría con el apoyo del Frente Amplio y me atreví a aventurar que terminarían respaldando a Guillier. Y así fue. Aunque Beatriz Sánchez manifestó que su decisión era a “título personal”, la comunicó públicamente ante los medios de prensa y en compañía de dirigentes del Frente Amplio. De esta manera, junto con dejar atrás la inicial neutralidad fijada por los militantes de esa agrupación, produce una enorme frustración entre aquellos de sus votantes que, ilusionados con su discurso de renovación y cambio, ahora ven la incongruencia que significa respaldar la continuidad de un gobierno que ha adolecido de muchas de las prácticas que hoy la juventud rechaza.


Este apoyo muestra también la ambigüedad de un conglomerado que dice querer renovar la política, pero esta contradicción no es nueva. Recordemos que mientras algunos de sus líderes criticaban a la Presidenta Bachelet, al mismo tiempo, otros formaban parte del equipo directivo del Ministerio de Educación.


Para obtener ese respaldo el candidato oficialista entregó varias señales, entre las cuales destaca la promesa de llevar adelante la Asamblea Constituyente, lo cual significa persistir en una aventura de enorme riesgo para la democracia y el progreso de Chile. Recordemos que los adalides de este mecanismo constitucional fueron hace pocos años Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa.


El discurso pronunciado anteayer por Guillier en Concepción reafirma lo anterior. En un claro guiño a las demandas del Frente Amplio sobre aumentar los impuestos, el candidato señaló: “Les meteremos la mano en el bolsillo a quienes concentran el ingreso, para que ayuden a hacer patria alguna vez”.


Esas palabras -que incluso cerró con un “hasta la victoria siempre” tal como lo hacía el Che Guevara- me recuerdan la prepotencia y el populismo de las intervenciones de Chávez como aquella en la que señaló “los ricos no trabajan, son flojos”. Pero esto no quedará solo en discursos, Guillier sabe que si llega a La Moneda no podrá gobernar ni aprobar sus leyes sin los votos de los veinte diputados del Frente Amplio. Son ellos quienes tienen las llaves de la gobernabilidad, las mismas con las que abrirán la puerta para implementar las medidas del programa de Beatriz Sánchez.  


De esta manera, se acentúa la encrucijada histórica ante la cual nuevamente nos encontramos los chilenos, al tener que decidir entre el Chile con oportunidades de trabajo y desarrollo social que encarna Sebastián Piñera, o el Chile que avanza gradualmente hacia el populismo y el estatismo, profundizando con lo que han sido los cuatro años del actual gobierno, los peores desde la perspectiva del progreso y la justicia en los últimos 30 años.


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Published on December 06, 2017 04:25

La pastilla del día después para el VIH

Este primero de diciembre se conmemora una nueva versión del Día Mundial del VIH. Si bien en Chile nadie diagnosticado con esta enfermedad debiese morir, las cifras de este año nos dieron una pésima noticia:


Los casos de contagiados han aumentado un 44.6 %, entre los años 2010 y 2015 en todos los grupos de adultos, hombre y mujeres y muy especialmente en el grupo entre 20 a 29 años. La única buena noticia ha sido el descenso de la inoculación de madre a hijo en el embarazo.


Así, mientras aprobamos con buena nota gracias al tratamiento universal garantizado por la salud pública, reprobamos en lo más importante: la prevención.


Y es que en Chile, tendencias un tanto atávicas y cavernarias aun se oponen a la educación masiva respecto, por ejemplo, al uso de preservativos, lo que sin duda ha contribuido a que esta enfermedad se siga propagando.


Este dramático escenario, ha hecho pensar en distintas estrategias para hacer frente a esta pandemia . Una de ellas, es la píldora del día después para el VIH: una vez expuesto a una relación sexual de riesgo, existe hoy un medicamento que previene el contagio. Este funciona y debe ingerirse dentro de las siguientes 72 horas luego de ocurrido el acto sexual, durante 28 días.


La alternativa de una píldora “mágica” para prevenir el contagio luego del coito suena tentadora. Sin embargo, es la forma más cara y menos efectiva de prevenir.


Pero revisemos todas las opciones que ayudarían a tener una estrategia moderna y eficiente. La primera más económica, efectiva y realista sigue siendo el uso de preservativo. Sin embargo, y estando ad portas del 2020, aun existe mucha desinformación al respecto. Desde la falta de educación desprejuicida en jóvenes y adultos para aprender a usarlo, hasta ingenuidades dadas en ciertos colegios de clase alta donde se evita el tema confiando en que hombres y mujeres se mantendrán vírgenes hasta el matrimonio. Realidades diversas que sólo inducen al error. Escenario que se ve agravado incluso con candidatos presidenciales que promueven la castidad como método preventivo.


La segunda opción, también económica, es el diagnóstico precoz de la enfermedad, y es aquí donde fallamos los médicos. ¿Cuántos pacientes salen de una consulta con una orden para controlarse el colesterol y no con una para hacerse el examen del VIH?


Una tercera forma es el tratamiento, o sea, pacientes tratados con carga viral indetectable, que obviamente contagian mucho menos que aquellos sin terapia.


La cuarta estrategia es la profilaxis pre exposición. Es decir, seleccionar grupos de pacientes de alto riesgo como trabajadores sexuales o parejas donde sólo uno de ellos tiene VIH y ofrecerles el uso permanente de un medicamento preventivo. Usado en forma consistente, reduce hasta un 70% el riesgo de contagio. Si bien es un tratamiento caro, se aplica a grupos acotados con un riesgo fuerte.


Por último, y en quinto lugar según mis sugerencias es la ya mencionada “píldora del día después”, la que si bien suena atractiva, es por lejos la más cara, dado que implica el uso en un número potencialmente ilimitado de pacientes. Además, conlleva el riesgo de exponer a muchas personas a los efectos adversos de los medicamentos, pudiendo aumentar la resistencia a antivirales, tanto a pacientes que adquieren la infección mientras están aplicándose el tratamiento, o que, sin saberlo, ya tenían VIH cuando empezaron la terapia. No previene además el embarazo, ni otras muchas enfermedades como la gonorrea, la sífilis, etc.


En este nuevo día del VIH, Chile debe entonces renovar sus esfuerzos por hacer lo que es más efectivo y más barato: no escatimar en esfuerzos frente a la educación respecto al uso del preservativo y por sobre todo el acceso al examen, ofreciendo incluso tomas de muestras móviles que puedan ir a colegios y universidades o  aumentando el acceso a test rápidos auto administrados en farmacias: Protección y detección precoz no son recetas mágicas, pero para ganarle al VIH, no existen atajos: ese es el camino y no otro.


 


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Published on December 06, 2017 03:30

Piñera: la postverdad y su enemigo íntimo

A esta década en política se le ha llamado de la Post Verdad, que el diccionario Oxford define como: “Circunstancias en las que los hechos objetivos tienen menor influencia en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”; en otras palabras, le creemos más al show que a la realidad. El ícono de la Post Verdad fue la campaña presidencial de Donald Trump.


En Latinoamérica la dictadura de Maduro ha recurrido constantemente a ello, acusando de todo al “imperio mismo yanqui” para justifica los males que azotan Venezuela.


Existen varias características en la demagogia en política que dan base a la PostVerdad:



Omisiones: se ofrecen informaciones incompletas.
Estadísticas fuera de contexto:Utilizar datos que no reflejan la realidad.
Demonización:identificar a un grupo o persona, con valores negativos.
Discurso digerible:oratoria simplista como estás conmigo o contra mí.
Táctica de despiste:si preguntas “A”, respondo “B”.

 


Cuando llevamos esto al plano nacional y observamos la reciente declaración de Sebastián Piñera sobre un hipotético fraude electoral -aunque después haya minimizado su comentario- se revive una de las mejores armas de la PostVerdad: la campaña del terror (demonización).


Lo que sorprende es que una estrategia así se usa habitualmente por quién va perdiendo y recurre a estas prácticas para una eventual justificación. Independiente de las encuestas que han salido -y que como experiencia país sus proyecciones son de dudosa credibilidad- lo que todo indica es que, aunque el resultado sea estrecho, Sebastián Piñera debiera ser electo presidente el próximo domingo 17. Las razones de ello radican principalmente en el tibio apoyo que le han dado los partidos del Frente Amplio al abanderado de la Nueva Mayoría, varios los partidos que han dado libertad de acción, otros han condicionado su apoyo y el resto ha optado por decir que no votará por el candidato de derecha, rememorando en muchos aspectos lo vivido el año 2009 dónde Marco Henríquez-Ominami (ME-O) sólo se limitó a confirmar que no apoyaría a Piñera, pero nunca que respaldaría a Frei.


Ahora, y pese a que la Democracia Cristiana fue el primer partido en entregarle su apoyo, todavía queda en la nebulosa saber cuál es la DC que comprometió el voto: La de los hermanos Rincón o la de los Walker? Confirmando que el traslado del 100% de los votos se sólo una utopía. Los únicos partidos 100% cuadrado son el PRO de ME-O, y el PAIS de Navarro, pero con eso a Alejadro Guillier no le alcanza.


El resto de los partidos tanto regionalistas y del centro liberal, como Todos y Ciudadanos, ha preferido marginarse de un apoyo institucional; es cierto que algunos del partido de Andrés Velasco han decidido cruzar al comando de Piñera, son los menos dentro de los 90.000 votos que recibió Ciudadanos en la última elección.


Dicho eso, dónde está el riesgo para Piñera? Su programa es sólido, sus equipos de trabajo están liderados por gente competente, basta recordar que el ex presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, comanda los temas económicos; y a su vez, el doctor Enrique Paris, ex presidente del Colegio Médico, lidera Salud. Como ellos hay varios destacados personajes que trabajan en el aterrizaje de Piñera en la Moneda.


El riesgo es otro y se potencia con el paso de los días: el gran adversario de Piñera no es Alejandro Guillier, sino él mismo. Cicerón ya lo había vaticinado en la Roma antigua “el hombre no tiene enemigo peor que él mismo” y el ex presidente cae en esa definición. El nerviosismo mostrado en los últimos días, sus salidas involuntarias de libreto, como sembrar la duda sobre un hipotético fraude electoral; su intento de mostrarse como estadista y caer en una burda comparación de Guillier con Maduro; o su afán por ser cercano subiéndose a una micro o entregando volantes en las esquinas no sólo lo transforma en foco de burlas y manifestaciones, sino que también lo aleja del rol por el que ya fue electo una vez. Eso está bien para Ossandon, Felipe Kast o Lavín, pero a Piñera le juega en contra, lo expone y da cabida para que los medios festinen de ello y las redes sociales lo destruya; obligando con ello a que alguien de su comando salga a explicar lo que muchas veces es inexplicable. Ya sus últimos comentarios envalentonaron a Beatriz Sánchez a expresar su apoyo explícito a Guillier; le dio la justificación que necesitaba la abanderada del Frente Amplio para respaldar a su colega periodista, y de paso confirma esta teoría del enemigo íntimo.


Tampoco le conviene caer en el juego de Guillier, el periodista tiene la destreza para llevarlo a su terreno -no por nada el candidato de izquierda cuenta con una exitosa carrera en radio y televisión, y que és la que lo tiene hoy en esta competencia-, porque digamos las cosas como son, no es su rol en el parlamento el que lo catapultó como presidenciable, sino que al igual que Beatriz Sánchez, son sus años en los medios de comunicación los que lo tienen en segunda vuelta.


Siendo así, Piñera debiera volver a encarnar ese perfil, que aunque poco empático y simpático, es el que lo hizo presidente 8 años atrás. En la medida que recoja, como lo ha estado haciendo, las propuesta de sectores aledaños al de él y ello se pueda comunicar oportunamente, su éxito debiera estar bastante más asergurado. Lo hecho con los programas de Goic y Kast van exactamente en esa línea.


Pero, si quiere mostrarse como lo que no és o si continúa con frases desafortunadas, logrará que su actuar lo termine traicionando, volverá a ser portada por sus “piñericosas” y el triunfo se le puede escapar. “Ni tus mayores enemigos pueden hacerte tanto daño como tus propios pensamientos” decía Buda y en este caso se ajusta perfectamente a la realidad.


 


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Published on December 06, 2017 03:26

La democracia plebiscitaria de Guillier

En una campaña que destaca por la mediocridad de propuestas e ideas, donde el esfuerzo por el voto fácil da paso a la cuña y eslóganes, donde se perdió el pudor más básico en caricaturizar al otro (Chilezuela, Piñerachet, y la guinda de la torta: Chilenduras) el candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, propuso que: “las grandes reformas deben plebiscitarse”(La Tercera, 30/11). La idea fue lanzada después de reunirse con la organización NO+AFP. Supondré que no es una ocurrencia oportunista (del tipo “traeré de vuelta a Harold y Bielsa”) sino fruto de una reflexión, meditada, sobre la forma de ensanchar nuestra democracia. Además, no es su único defensor como mecanismo de participación, NO + AFP lo hace, Revolución Democrática, la ocupó como medio de consulta a sus bases sobre si apoyar o no al mismo Guillier. Pero existe una diferencia, de todos los anteriores, Guillier es el único que aspira a ser el máximo representante del estado y sus ciudadanos, justamente, eso asigna relevancia a su declaración, defiende una forma de participación y legitimización de las decisiones políticas, opuesta a la misma forma representativa que el busca encarnar como presidente de la Republica.


¿Cuál es la importancia del tema?


Para quienes se oponen, rápidamente, a la idea general de los plebiscitos, el problema es que darían paso a una suerte de populismo (en sentido vulgar negativo del término) donde no existiría el debido procesamiento de las expectativas de los ciudadanos, condición necesaria para que exista una democracia representativa y el estado de derecho. Esa objeción, que uno podría designar como la defensa del sistema representativo puro, si bien es atendible, tiene un inconveniente:


Hay buenas razones para suponer que la democracia representativa, entendida así, perdió su capacidad de ser la única forma de entender la democracia post Guerra Fría. El surgimiento de movimientos sociales, populismos de distinto signo, ideas identitarias, la decadencia de las fuerzas socialdemócratas, democristianas, liberales y conservadoras tradicionales, que se desarrollaron y defendieron esa forma de democracia, son señales de una pérdida de su capacidad de entregar legitimidad. La pregunta por la validez de los plebiscitos, lo es sobre el estado actual de la democracia, de ahí su relevancia. Por eso, críticas a los plebiscitos del tipo “materias complejas deben resolverse técnicamente, por los que saben”, no va al punto final más significativo: un sistema es democrático, si y solo si, los ciudadanos consideran que, en última instancia, las leyes bajo las cuales se van a someter son ellos sus autores últimos, lo que en la tradición republicana que surge con el derecho romano, se entiende como “ser su propio legislador”. El tema es si los plebiscitos pueden o no ser expresión de aquello.


Si bien Guillier, en la expresión de su voluntad política, no argumentó (más allá de un genérico: son las personas las que deben decidir) le supondremos razones. Imaginaré que es un lector, agudo, de un autor como Jeffrey Green, uno de los teóricos más significativos en la defensa de la democracia plebiscitaria. Su obra, The Eyes of the People: Democracy in an Age of Spectatorship (Oxford, 2010), es referencia obligada sobre el tema.


Para entender el argumento es de utilidad partir por un hecho histórico que nadie niega (ni Green), esto es el uso por parte del fascismo y nazismo de los plebiscitos como una herramienta central de su política. Eran movimientos de masas, donde se buscaba la identificación del líder con el pueblo. La figura carismática del soberano (fuese en este caso el Duce o el Führer) sometía a aprobación popular iniciativas significativas. Era una forma de validar su propio poder. Por eso, entre los grandes teóricos de la democracia plebiscitaria se encuentra Carl Schmitt, uno de los principales juristas del período nazi. Su valoración de la democracia plebiscitaria se enmarca en su crítica al liberalismo. Este último sería inseparable del parlamentarismo (para Schmitt un gobernar inoperante vía discusión) y una forma de entender el derecho donde éste (el derecho) limita las posibilidades de acción de los individuos, incluida la voluntad del soberano. Para Schmitt, simplificando sintéticamente su posición, esa democracia-liberal no interpreta al pueblo, lo es de grupos partidarios que hacen aparecer reuniones y comisiones como si fuese un ‘debate público’. Sería un sistema de representación solo de grupos de interés que raptan para si el concepto pueblo y que emplean el derecho para su propia perpetuación. Por eso, sería intrínseco a la democracia-liberal una despolitización de la sociedad y la promoción de un modo de vida burgués, el derecho-liberal un dispositivo a su servicio. Hoy en día, la crítica de Schmitt al liberalismo no es propiedad exclusiva de la extrema derecha, cierta izquierda la asume como propia, sumado a un interés académico en ella. En nuestro medio, Hugo Herrera es un representante de lo primero, Fernando Atria de lo segundo.


¿Qué papel jugaría la democracia plebiscitaria? Una democracia de masas sería la llamada a superar la versión liberal para lo cual se debe eliminar una distinción fundamental del liberalismo: estado y sociedad. De esa forma se podría dar paso a un estado total. La democracia real sería básicamente un proceso homogeneizador. Schmitt verá en Rousseau una fuente para indicar que el contrato social (no liberal) descansa en una voluntad general que se fundamenta en un principio de homogeneidad, eso permitiría la acción del pueblo como un todo. Ese pueblo, no podría ser ‘representado’, por tanto, la pregunta que surgiría es si puede actuar sin intermediación de un representante, para Schmitt la única opción sería por aclamación. Esta última permitiría la manifestación del poder del pueblo y a la vez permitiría la superación de su imposibilidad de autogobernarse. Es en la presentación de propuestas de un líder al pueblo, para buscar su aclamación, donde se materializaría la democracia de masas.


Por eso, no es raro que dictadores como Ferdinand Marcos y Augusto Pinochet hayan recurrido al uso de plebiscitos, nada menos democrático en el sentido representativo-liberal. Tampoco es curioso que alguien carente de talante democrático como Jaime Guzmán los promoviese. Obviamente. Eso explica también su casi prohibición en la constitución alemana actual.


La pregunta que queda abierta es qué razones un autor como Green (en las antípodas de los anteriores) entrega en su defensa. Si bien reconoce ese uso de los plebiscitos, indicará que no es el único. Esa forma dictatorial supone un uso de todo el aparato estatal para validar la acción del líder. Son formas totalitarias de plebiscitos donde el pueblo no es lo principal. Habría que rescatar su origen romano, donde lo básico es que es una expresión de la plebe ¿Quién sería la plebe? Todos quienes no son parte del poder gobernante (entendido en sentido amplio). Sería un elemento central de la democracia la observación por parte de la plebe de sus líderes. Una democracia de masas no puede asentarse en la idea de que los individuos son los autores de las leyes sino en la existencia de un poder popular, de tipo crítico, ocular.


La democracia ocular supone al plebiscito como un medio. Es un instante en el cual el pueblo se centra en la figura de quienes gobiernan, si estamos en sociedades pluralistas, con distintos medios de comunicación (sumado a las actuales redes sociales) eso permite evaluar el carácter de los gobernantes, su franqueza o falta de ella. Un ejemplo de esto se encontraría en la tragedia de Shakespeare: Coriolano. En ella, el general romano es forzado a exponerse al pueblo, donde su ambición y soberbia quedan al desnudo. Por el contrario, otra tragedia de Shakespeare, Julio César, mostraría la primera forma plebiscitaria, donde el líder maneja al pueblo. Green indicará que la democracia plebiscitaria es una forma de observación y vigilancia de los poderosos, para que esto sea así, habría que recordar lo que indica Aristóteles respecto, no solo, de la necesidad de la virtud del que gobierna, también se requiere la virtud del que es gobernado.


Quizás, un ejemplo histórico de lo anterior sea Suiza, donde la prosperidad capitalista convive con altos grados de igualdad y una democracia que es una forma representativa, pero con elementos plebiscitarios y de asambleas locales. Cabe indicar, que la construcción de esa fórmula se empezó a gestar en el siglo 14. Una pregunta evidente es si es trasplantable.


Cuando Guillier fue nombrado candidato por el PS, Ernesto Ottone, preguntó a Elizalde: “¿Cómo el partido socialista elige a A. Guillier? de cuyo pensamiento no se tiene mucho conocimiento (…) pero dime cuáles son las ideas de una socialdemocracia moderna de Guillier (…) ilústrame”. Quizás sea el fragor que produce la lucha electoral pero la pregunta sigue abierta y cobra mayor importancia si su fórmula es que las “grandes transformaciones” se deben plebiscitar. Eso implica un cambio mayor sobre la comprensión de nuestra democracia. Por eso mismo, es importante que quien lo propone entienda la seriedad de la promesa electoral, en la cual, inclusive, el medio(plebiscito), puede conllevar tanta importancia como la materia plebiscitada.


No está demás, en época de elecciones, que los candidatos (tanto Guillier como Piñera) recuerden el inicio del fin de Coriolano en la tragedia de Shakespeare, cuando un ciudadano le increpa: “Querría ser cónsul, la costumbre antigua solo con vuestros votos lo permite. Vuestros votos, pues. Cuando se los dimos, ¿qué nos dijo? Gracias por vuestros votos, muchas gracias; vuestros muy amables votos; ahora que me habéis dejado vuestros votos, más no tengo que ver con vosotros. ¿No fue eso una burla?” Republicanamente,  más importante todavía, es que no olviden a Shakespeare y Coriolano, los mismos ciudadanos.


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Published on December 06, 2017 03:20

Cambalache: cuando las prioridades sociales se tranzan por votos

“El mundo fue y será una porquería ya lo sé, en 506 y en el 2000 también”  escribía Carlos Gardel para iniciar quizás uno los tangos más críticos de su repertorio en la primera mitad del siglo XX. Lo hacía para dar cuenta de su contexto y de la perdida de ética y de la relatividad que había alcanzado lo correcto, lo prioritario; lo urgente. Y como también lo predice su letra, 83 años después su canción toma sentido con los contextos actuales.


En el escenario local – lo anterior- se puede ver reflejado de la mejor forma en esta segunda vuelta presidencial. Debido a que a ninguno de los dos candidatos obtuvo los votos en la primera vuelta, tienen que salir a buscar a todos esos ciudadanos que, habiendo votado o no, deben conquistar para alcanzar ese 50% +1 que llevan buscando durante meses.


Pero, lo cierto es que no van a ir a su casa a golpear su puerta para preguntar “¿Qué necesita usted para que me pueda dar su voto?”  y ponerlo en su agenda de prioridades. Lo que sí hacen y harán es acercase a los organizados, a los que vociferan más fuerte, a los que están más cerca de las cámaras de televisión y es ahí donde sabrán presionar; a veces, chantajear. Los que justamente son los contrarios a los olvidados, a los sin voz, a los que no se pueden organizarse por más que quieran.


Por eso estas semanas nos han dado la razón a los que siempre argumentamos que los niños de la primera infancia, los niños vulnerados en el Sename, las familias en campamentos, las paupérrimas condiciones en las que viven los inmigrantes o las miles de familias que viven en los barrios críticos – tomados por el narcotráfico- están siempre  en la última fila de las prioridades de las políticas públicas, porque no se organizan o por que no votan. Para estos grupos sin voz es cada vez más difícil pelear contra los universitarios o contra la consigna vacía del No+AFP; “El que no llora no mama” diría el Tanguero. Por eso es más fácil ver a los candidatos mandando recados a los votantes de los candidatos derrotados que visitando alguna residencia de menores o recorriendo la población La Legua.


Por lo mismo, en este siglo XXI la prioridad nacional no tiene que ver ni con la ética ni con lo correcto sino más bien, igual que en la vidriera irrespetuosa de las tiendas de trueques, las urgencias sociales se tranzan en el cambalache entre necesidad y cantidad de votos.


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Published on December 06, 2017 02:41

December 5, 2017

El PDC y sus quiebres

Cuando en 1935 se escindió en Partido Conservador la “Falange Nacional” que hasta entonces había constituido su juventud; un grupo de muchachos de la Universidad Católica Escuela de Derecho: los Frei, Leighton, Jaime Castillo y los estudiantes de ingeniería Manuel Antonio Garretón Walker, José Ignacio Palma y otros se decidieron a emprender una carrera política como partido independiente.


Aunque católicos observantes, se mostraban críticos ante la actitud retrógrada del Partido Conservador, hasta entonces el brazo político del catolicismo chileno.


Bajo la firme dirección espiritual del padre Oscar Larson, estos jóvenes estaban convencidos de que la iglesia católica (mundial y  chilena) se había quedado muy atrás al enfrentar el “problema social”.


Constituían la juventud conservadora, pero muy pronto se enfrentaron con la directiva pelucona que los miraba con recelo.


En un comienzo fueron muy pocos, un mini partido político, pero eso mismo ayudó a que mantuvieran una férrea cohesión y espíritu.


Sin embargo, continuaba siendo un partido político pequeño y poco importante por mucho tiempo.  Apoyaron al Frente Popular y a los gobiernos radicales que los sucedieron.  La estrella de Eduardo Frei Montalva lo llevó al Senado primero por Coquimbo y La Serena,  y luego por Santiago.


Se vieron fortalecidos, además, por la fusión con los conservadores social cristianos, algunos ex Agrariolaboristas y llevar a Eduardo Frei Montalva como candidato presidencial a las elecciones de 1958.  Se habían puesto los pantalones largos.


Con el nuevo panorama, nacía el que sería el principal partido político de chile entre 1960 y 2015.


Con todo, Frei no fue elegido presidente en 1958, pero tuvo una magnífica votación y todavía el PDC aparecía como sólido y cohesionado.


Durante el gobierno de Jorge Alessandri, la DC continuó creciendo, esto significaba que Eduardo Frei Montalva sería de nuevo candidato en 1964.


En aquel año,  Frei y Salvador Allende, caudillo de la izquierda,  se enfrentaron.


Frei que podía contar no sólo con el apoyo del PDC sino también de la derecha, ganó…pero comenzaron los problemas dentro del PDC.


Sectores de la juventud,  impresionados por la Revolución Cubana de 1959, comenzaron una tendencia proclive a afirmar que las reformas prometidas  por Frei eran muy limitadas y había que avanzar hacia cambios mucho más rápidos.  Ahora se está ante una división real y difícil.


Estos críticos, sin tener en cuenta que no basta la radicalización, sino que tiene que combinarse con prudencia, se fueron constituyendo en un partido dentro del PDC ¿ingenuidad, falta de equilibrio?, pero decidieron quebrar la DC.


Me han mostrado la mesa de un café de Paris, donde, hacia 1965,  se juntaron algunos de ellos encabezados por Rodrigo Ambrosio y decidieron quebrar la Democracia Cristiana y formar el Mapu ¿será cierto?, no sé, pero poco después la quebraron.


El gobierno de Frei fue bueno, pero esto también significó la enemistad de la derecha horrorizada por la Reforma Agraria.


Más grave aún,  el PDC mostró signos de una división mayor.  Radomiro Tomic era buena persona, y quería suceder a Frei como primer mandatario, pero su programa, además de confuso y voluntarista,  recogía mucho las ideas del Mapu, y del programa que nuevamente llevaba Salvador Allende.


Desde entonces, el PDC ha tenido dos tendencias.  Una más moderada heredera del freísmo y aylwinismo,  y otra más de izquierda cercana al socialismo, e incluso,  al comunismo.


La caída de Pinochet acercó a todos los sectores del PDC en la Concertación.  Esta tendencia continuó hasta el gobierno de Ricardo Lagos después del año 2000.  Pero se volvería a la pugna centro izquierda dentro del PDC  durante el gobierno de Michelle Bachelet, una persona de izquierda, pero que, en ese, su primer gobierno,  se mostró moderada, aunque terminó en un fracaso político, pues fue elegido nuevo presidente Sebastián Piñera el año 2009, hombre de derecha, pero que antes había sido demócrata cristiano.


Fue el primer presidente de derecha  desde Jorge Alessandri, elegido en 1958.


El PDC guardó ante Piñera una oposición moderada, pero seguían existiendo profundas diferencias en su interior.  Además,  ya eran otros los hombres que lo dirigían.  Personas con menos tradición cristiana y pienso que con menos espíritu público.


Pero en definitiva,  esta nueva generación perpetuó la escisión a que nos hemos venido refiriendo, los conflictos de las últimas semanas, lo demuestran.


Por lo tanto, las rupturas dentro de la Democracia Cristiana son antiguas y creo que de difícil término.  Sumadas al notable empequeñecimiento de la colectividad hacen prever un futuro difícil para ésta.


 


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Published on December 05, 2017 23:00

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Pedro Cayuqueo
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