Grace Lloper's Blog, page 3

September 9, 2015

Cántame... una canción de amor (Capítulo 05)

CANCIÓN 05
Lucía
Estaba paralizada. Mis piernas temblaban y recé para no desplomarme contra el suelo por culpa de las plataformas que llevaba. Nada me podía haber preparado para lo que acababa de pasar. Jared Moore me había besado… de nuevo. Bueno, no solo me había besado sino que me había arrastrado literalmente hasta el hall de acceso y me había arrollado allí mismo.Los labios aún me hormigueaban debido a la sensual invasión. Me los acaricié apoyándome contra la puerta. Estaba mareada. Completamente borracha. Era como estar totalmente intoxicada. Colocada. Y no había bebido tanto, por lo que supe perfectamente bien que no estaba reaccionando al alcohol. Era a ÉL, simple y llanamente. Ese hombre era letal para mis sentidos.¡Oh, por Dios! Le di un rodillazo… ¡en donde más podía dolerle! Me llevé las manos a la cabeza, ¿por qué había hecho eso? ¿Qué mierda estaba mal en mí? Podía simplemente haber entrado y dejarlo plantado. No tenía que golpearlo.Suspiré.Y su aroma llenó mis sentidos de nuevo.¿Su aroma?Oh, maldición… todavía llevaba puesta su chaqueta de cuero. Cerré mis ojos e inhalé su perfume. Tonta, tonta… tonta. Me la saqué de un tirón y la colgué en el perchero del acceso en el mismo momento en el que sentí los ruidos que mi familia hacía al ingresar a la casa por el costado de la cocina desde el garaje.Tambaleante aún, fui en busca de mi bebé.Estaba durmiendo en los brazos de mi madre. Ella no dijo nada, pero mis hermanas empezaron con las preguntas: «¿Dónde estabas?», «Desapareciste, me preocupé… ¿qué te pasó?». Puse los ojos en blanco, mi mamá también porque sabía que no les respondería. Levanté a Jamie, le agradecí y las dejé con las preguntas en el aire.Cambié dormido a mi niño y lo acosté. Por suerte Alice había traído un corralito desarmable para acostar a Shirley a su lado, así que Jamie tenía la cuna para él solo. Sus primos dormían en las camas cuchetas a su lado. Luego fui a la habitación que compartía con mi madre, ella ya estaba en la cama.Me cambié, apagué las luces y me acosté a su lado.Estaba hipersensible, todo parecía quemarme, incluso las suaves sábanas de algodón. No encontraba acomodo, volteé y volteé de nuevo. Luego me quedé quieta porque no quería despertar a mi madre que roncaba a mi lado.Si no fuera tan idiota podía estar en sus brazos ahora.¿Eh? ¿Es que estaba loca? No debía pensar en esa posibilidad, ni en mil años. Agité mi cabeza y me abracé a mí misma.Recordé nuestro encuentro hacía casi dos años, la forma en que me miró confundido cuando fingí el orgasmo contra la puerta, me había dicho que mi placer impulsaba el suyo, y yo quería que llegara, así, sin condón… como estaba.Era un hombre sensible, sin duda alguna, estaba pendiente de cada una de mis reacciones. Quise engañarlo, pero no fue tan fácil como con otros.
—Vete al centro de la habitación y quédate de pie, Candy —fue su orden.Tragué saliva y respiré hondo antes de hacer lo que me decía con tanta gracia como podía, decidida a estar serena y tranquila. Y segura de sí misma. Ese hombre me deseaba y ya era hora de que le diera lo que quería para yo obtener lo que ansiaba.Caminé con los tacones repiqueteando en el suelo de madera, lo que contrastaba con el silencio que reinaba. Cuando llegué al centro de la habitación, me giré lentamente y vi que Jared estaba dirigiéndose hacia el sillón situado al lado del sofá de cuero.Se hundió en el asiento y cruzó las piernas en una pose informal que indicaba lo relajado que se encontraba. Deseé poder decir lo mismo de mí, pero me sentía como si estuviera en una audición y me hubiera quedado en blanco ahí de pie frente a él mientras me devoraba con la mirada.—Desvístete para mí —dijo con una voz que hizo vibrar todo mi cuerpo.Le devolví la mirada con los ojos abiertos como platos mientras procesaba la orden que me había dado. Ok. Haría lo que fuera para cumplir mis objetivos.Jared arqueó una ceja.—¿Hetera?Y amagué con quitarme los zapatos pero él me detuvo.—Déjate los zapatos puestos. Solo los zapatos.Entonces llevé mis manos a los tres botones delanteros del vestido y lentamente los desabroché. A continuación, lo deslicé por mis hombros y dejé que la prenda se resbalara por mi cuerpo hasta caer al suelo, quedándome únicamente en bragas y sujetador.A Jared se le dilataron las pupilas, noté que un hambre primitiva prendió fuego en su interior y las facciones se le volvieron toscas. Un escalofrío incontrolable recorrió mi cuerpo y se endurecieron mis pezones que ahora presionaban la sedosa tela del sujetador. El hombre era devastador y esa mirada… era como estar siendo acariciada con fuego mientras me comía con los ojos.—¿Las bragas o el sujetador primero? —le pregunté con voz ronca.Jared sonrió.—Vaya, muñequita. Te gusta provocar, ¿verdad? Las bragas primero.Metí los pulgares por debajo de la cinturilla de encaje y lentamente fui bajándolas. Intentar cubrirme con las manos para conservar el poco pudor que me quedaba era casi instintivo, pero me obligué a dejar que el pequeño trozo de tela cayera hasta el suelo; entonces di un paso hacia el lado y las retiré con la punta del zapato.A continuación desabroché el sujetador y las copas se aflojaron, dejando que los senos quedaran casi a la vista. Mi cabello cubrió parcialmente mi rostro.—Échate el pelo hacia atrás —murmuró Jared.Obedecí con una mano, mientras aguantaba el sujetador sobre los pechos con la otra. Después lo bajé con cuidado y dejé que los tirantes se deslizaran por mis brazos hasta que finalmente cayeron al suelo junto a las demás prendas.—Preciosa —dijo con aprecio, su voz baja sonó más como un gruñido.Me quedé ahí, de pie y vulnerable mientras esperaba la siguiente orden. Estaba claro que él no tenía ninguna prisa y que gozó con la intención de saborear el momento de verme desnuda.Instintivamente llevé los brazos hasta la cintura y de ahí hasta mis pechos.—No, no te escondas de mí —dijo con suavidad—. Ven aquí, Hetera.Di un paso torpe hacia delante, y luego otro, y otro hasta que estuve apenas a unos pocos centímetros delante de él.Jared bajó la pierna que tenía cruzada y abrió las rodillas para dejar un espacio vacío entre ambos. El bulto que tenía entre las piernas y que le oprimía la cremallera de sus pantalones de cuero era bastante evidente. No obstante, alargó su mano hacia mí y me animó a acercarme.Avancé entre sus muslos y le tomé la mano, él tiró de mí hacia delante y me hizo señas para que me subiera a su regazo. Hinqué las rodillas a ambos lados de su cuerpo encajándolas perfectamente entre él y los reposabrazos del sillón, me senté sobre sus muslos y esperé. Sentía que no podía respirar y que tenía todos los músculos tensos y agarrotados mientras intentaba anticipar cuál sería su siguiente movimiento.Al instante me sujetó por la nuca, me atrajo hacia él y estampó su boca en la mía, a pesar de mi pedido anterior. Sentía cómo la ardiente y acelerada respiración masculina me acariciaba el rostro, y cómo su mano se enredaba en mi cabello para tenerme sujeta contra él con mucha más fuerza.No fue suave, más bien fue una advertencia: «Aquí se hará lo que yo diga».Y entonces me separó de él tan rápido como antes. La mano aún la seguía teniendo hundida en mi cabello, el pecho le subía y le bajaba en un intento vano de recuperar el aliento y, además, los ojos le ardían y le brillaban llenos de lujuria. Esto último era más que suficiente como para hacer que yo temblara al sentir un calor primitivo emanando de él.—Me pregunto si te haces una idea de lo mucho que te deseo ahora mismo —murmuró.—Yo también te deseo —susurré.—Me tendrás, muñequita. De todas las maneras imaginables.La promesa que denotaban sus palabras, roncas y tan pecaminosamente sugerentes, me poseyó de forma sensual y seductora.Me soltó el pelo y posó las manos en mi vientre para poder acariciar mi cuerpo antes de llegar a mis pechos. Con los senos en las manos, se inclinó hacia delante y metió un pezón en su boca.Gemí y me estremecí de placer bajo sus caricias. Me sujeté a los reposabrazos del sillón y eché la cabeza hacia atrás mientras él pasaba la lengua por la rugosa aureola. Alternándose entre los dos montículos que tenía aún en las manos, me provocó y jugueteó conmigo. Chupó y succionó mis pezones a la vez que los mordía con suavidad hasta conseguir que estuvieran completamente enhiestos y pidiendo más de sus caricias.Liberó uno de mis pechos que tenía agarrados y, pasándome las puntas de los dedos por las costillas y el vientre, se desplazó hacia abajo hasta llegar finalmente a la zona entre mis piernas. Sus manos se movían con delicadeza mientras ahondaba entre los rizos bien recortados de mi entrepierna y llegaba a la sensible carne. Me rozó el clítoris con uno de sus dedos y mi cuerpo entero se tensó a modo de respuesta.Jugueteó con la húmeda entrada con un dedo mientras acariciaba con el pulgar todas las pequeñas terminaciones nerviosas concentradas ahí. Yo me sentía desfallecer. No había venido a esto, mis planes eran otros… no, no… debía resistir, tener el control. Él me lo estaba quitando.—Jared —susurré. El nombre sonó más como un gemido.Bajé la cabeza lo suficiente para poder mirarlo con los ojos entrecerrados. La imagen de su boca pegada a mi pecho succionándome el pezón era excitante y erótica a la vez que solo consiguió alimentar más mi ya descontrolado deseo.Un dedo se deslizó dentro de mí y solté otro gemido. Él presionó el pulgar con mucha más fuerza a la vez que lo movía en círculos y hundía más profundamente el otro en mi interior. Y a continuación, mordió de nuevo mi pezón.Apoyé las manos sobre sus hombros y me agarré a él con mucha más firmeza a la vez que hincaba los dedos en su piel. No paraba de revolverme mientras el orgasmo comenzaba a formarse bajo mi piel. Era imposible quedarme quieta, el cuerpo entero lo sentía tenso y la presión se estaba concentrando en mi bajo vientre.No lo entendía, no… ¿cómo era posible?—Déjate llevar, Hetera —dijo Jared—. Quiero sentir cómo te corres en mi mano.Deslizó el dedo mucho más adentro en mi cuerpo, presionando justo un punto G que no sabía que tenía. Respiré entrecortadamente mientras él seguía acariciándome el clítoris y volvía a chuparme el pezón con la boca una vez más. Cerré los ojos y grité su nombre cuando la primera oleada de placer me atravesó de forma tumultuosa y abrumadora.—Eso es. Mi nombre, muñequita. Dilo otra vez. Quiero escucharlo.—Jared —susurré en un suspiro.Me arqueé con frenesí mientras él empujaba el dedo dentro de mí sin descanso, llevándome mucho más al límite. Me revolví entre sus brazos y un momento después me desplomé sobre sus hombros y, agarrándome con fuerza, intenté recuperar el aliento.Lentamente Jared retiró los dedos, me atrajo hasta la calidez de su cuerpo y me rodeó con los brazos. Posé la frente en su hombro y cerré los ojos, agotada por la intensidad del orgasmo. Él me pasó la mano suavemente por mi espalda desnuda varias veces en un intento de tranquilizarme y relajarme.
Todavía no lo entendía.Casi dos años después era imposible para mí comprender cómo un perfecto desconocido consiguió descontrolarme tan fácilmente. Algo que nadie había podido lograr desde que… desde… bueno, no quería recordarlo.Y me quedé dormida… a mitad de la noche.
*****
Jared
—¿Te pasa algo, Rulitos? —preguntó mi madre esa mañana cuando estábamos desayunando.¿Qué si me pasaba algo? ¿Cómo decirle…? «Sí, estoy nervioso, malhumorado. Una mujer me rechazó anoche de la peor forma posible, y si no me hubiera hecho la vasectomía años atrás, ella hubiera logrado que de hoy en más no pudiera tener descendencia».¡Tuve que dormir con una bolsa de hielo en mis pelotas, por Dios!—No, Caroline… todo bien —y probé las tortitas que había hecho—. Mmmm, esto está delicioso —me lamí los labios.—¿Qué vamos a hacer hoy? —Cambió de tema.—Lo que quieras, madre… te llevaré donde desees ir siempre que no sea lejos, mañana es la boda.—Quisiera ir a visitar a Marie y Jenny —¡Oh no! Volver a Compton… ¡odiaba eso!— Tengo unos regalos para ellas. Por cierto… —tomó una caja envuelta en papel— ¡Feliz Navidad, cariño! —me la entregó.—Gracias, mamá. No debiste comprarme nada, que estés conmigo ya es un regalo suficiente —me movilicé detrás de la barra del desayunador y le di un gran abrazo, la estrujé, besé su cuello y la giré varias veces. Ella reía a carcajadas cuando le hacía cosquillas con mi boca.—Yo también tengo algo para ti —dije bajándola al piso. Y saqué una cajita alargada del bolsillo trasero de mis jeans. Lo abrí frente a ella—. ¿Te gusta?—¡Oh, Rulitos! —vi que sus ojos se pusieron vidriosos y posó sus dedos sobre la pulsera con reverencia.—No te pongas a llorar —le advertí.Odiaba que una mujer llorara, no podía resistirlo.Saqué el brazalete de oro de la caja y se lo puse, le di una vueltitas en su muñeca y sonreí. ¿Cómo no iba a gustarle si de él colgaban todo lo que ella más valoraba? Había tomates, zanahorias, brócoli, berenjena y un montón de pequeñas verduritas en piedras de colores.—Es lo más bello y original que vi en mi vida —dijo emocionada—. Gracias, cariño… gracias —repitió.Y me dispuse a abrir el mío.Era la representación completa en metal de la orquesta de un grupo como el mío, tenía guitarra eléctrica, batería, saxofón, amplificadores, micrófono y otras cosas más. Pero parecía tener otro fin. Sonreí y la miré interrogante.—Es un perfumador de ambientes —explicó al verme tan perdido—. Lo pones en tu habitación, lo enchufas y cada vez que pasas frente a él, suelta un aroma maravilloso por el micrófono.—Es genial… ¿cómo conseguiste justo una orquesta?—Se hace a pedido —sonrió.—Gracias, Caroline… —dejé el regalo sobre la mesada y volví a abrazarla, le besé la mejilla— me encanta —y era cierto.—¡Es tan difícil regalarte a ti, cariño! —aceptó resignada.Terminamos de desayunar y partimos hacia Compton.Hicimos el trayecto de aproximadamente 40 millas en una hora porque no había mucho tráfico. Volver a mis raíces no era algo que a mí me gustara. En ese lugar pasé toda mi niñez y adolescencia, que no fue la mejor. Vivir en un barrio casi marginal, donde debías cuidar tu retaguardia a cada paso que dabas no era lo más recomendable para nadie, menos para un niño sensible y romántico como yo… que quería ser artista. Tuve que cubrirme de una coraza para poder sobrevivir.Pero bueno, era parte de mi pasado y lo que me hizo ser la persona que soy en este momento, así que de alguna forma debía darle las gracias a esa realidad lejana.Nos recibieron con bombos y platillos, como cada vez que íbamos.La gente que vivía en la cuadra donde me crie parecía no avanzar en el tiempo. Las mismas caras, las mismas expresiones, los mismos diálogos, la misma tonada… visitarlos era como volver al pasado. Fuimos a la peluquería de la esquina a ver a Marie, una amiga de mi madre y luego a la panadería a media cuadra para ver a Jenny, que fue la jefa de Caroline durante años y ahora eran grandes amigas.A pesar de que le avisé que nos esperaban en la casa de Geraldine, mi madre no pudo evitar que nos agasajaran con un almuerzo, así que tuve que llamar a mi amiga y avisarle que llegaríamos más tarde, para el postre.Cuando lo hicimos, ya todos los integrantes de la familia Logiudice y demás estaban esparcidos por toda la planta baja tomando café, té o comiendo el postre. Caroline y Geraldine se saludaron con un enorme abrazo. Mi madre adoraba a mi amiga, y viceversa. Siempre pensó que terminaríamos juntos, pero ella y yo sabíamos que eso no ocurriría. Geraldine necesitaba otro tipo de hombre más casero, más permanente… como Phil, no un nómada como yo.Mientras ellas se saludaban y Geraldine le presentaba a su suegra y cuñadas yo eché un vistazo al entorno buscando a… ¿a quién quería engañar? Buscando a la imbécil de Lucía. Y la vi sentada con las piernas cruzadas en el piso de la galería, estaba con Paloma y sus dos sobrinos jugando a algo que tenían esparcido alrededor.Sentí que mi corazón se aceleró. Noté que ella estaba tensa, como si ya me hubiera visto pero estuviera simulando no mirarme. Se volteó un poco y quedó de espaldas.La conversación a mi alrededor giraba en torno a la boda, por supuesto.—¿Va a ser aquí? —preguntó mi madre.—Sí, bueno… en la playa —respondió Geraldine señalando el horizonte—. Algo sencillo e íntimo al atardecer. La organizadora de eventos ya tiene todo listo, yo no tengo que preocuparme por nada. Ahora está armando la tarina y el camino en madera. Vendrá a primera hora de la mañana a decorar, incluso traerá el altar y las flores. Solo estaremos nosotros y una docena de amigos. Nadie más.—Es lo mejor que pudieron haber hecho. Las bodas íntimas son las más hermosas. ¡Ay, mi bella Geral! Estoy tan contenta por ti —y le acarició la mejilla.Mi amiga la tomó de la mano y sonrió emocionada.—Yo estoy feliz, Caroline. Phil… —lo miró de reojo y sus ojos se aguaron— fue lo mejor que me pasó en mi vida.—¡Oh, no llores pelirroja! —supliqué abrazándola— Sabes que no puedo resistirlo —y besé su frente.—Voy a poner una orden de restricción contra ti, amigo —me regañó Phil bromeando y acercándose a nosotros—. Desde mañana y en adelante solo yo podré tocarla.Todos reímos a carcajadas.—¡Tío Jared! —gritó Paloma al darse cuenta que yo estaba. Se levantó de un salto, corrió hasta mí y se lanzó a mis brazos.—¿Cómo está mi noviecita, la única, la más hermosa? —pregunté levantándola y llenándola de besos. Ella rio feliz y me abrazó muy fuerte— ¿Y la dinamita de tu hermano, mi ahijado… dónde está?—Durmiendo la siesta, tío… con Jamie y Sheyla —levanté la ceja, no sabía quiénes eran.—Los hijos de mis cuñadas, de la edad de Maurice —me explicó Geraldine.—¡Ah, claro! —y ahí recordé que había visto un bebé en el aeropuerto— ¿Y tú por qué no duermes, princesa?—Yo ya soy graaaaande, tío —anunció orgullosa.Todos reímos a carcajadas.En ese momento los primitos de su edad pasaron corriendo a nuestro lado y me pidió que la bajara. Fue detrás de ellos.Mi madre se quedó conversando con Geral y Stella mientras Phil me llevaba hasta la mesada del desayunador porque quería mostrarme algo. Me entregaron una carpeta y entre él y Aníbal me explicaron a grandes rasgos un nuevo proyecto de inversión que incluía ejes de desarrollo para los dos países de Sudamérica que no tenían costas en el mar, o sea Bolivia y Paraguay y también se sumaba el norte de la Argentina. La idea era convertirlos en polos de desarrollos regionales para que esos dos países y parte del otro dejaran de ser observadores de productos que pasaban por sus tierras y se convirtieran en participantes útiles que intercambiaban cargas en puertos secos estratégicamente ubicados.—Como siempre me preguntas en qué puedes invertir tu dinero, se me ocurrió que quizás podría interesarte este tema —dijo Phil—. No será solo un puerto seco, abarcan más de 100 hectáreas, digo… algo así como 250 acres de infraestructura de servicios de todo tipo.—Bueno, tendría que conocer mejor el proyecto. Cómo surgió, quiénes lo manejarán, la parte económica, el retorno a largo, mediano o corto plazo… —los miré fijo— ¿ustedes van a invertir?—Sin duda alguna —contestó Phil.—Eso ya habla muy bien a favor del proyecto —aseguré—. ¿Cuándo podríamos conversar con más tranquilidad? Tú te vas de luna de miel mañana…—¡Ah! Pero no soy yo el que conoce detalladamente el proyecto —miró hacia atrás mío— ¡Lucía! —la llamó.Oh, mierda.—¿Sí? —preguntó ella acercándose, sin saludarme.—¿Recuerdas a mi hermana, no? —preguntó Phil completamente despistado.—¿Cómo olvidarla? —dije con sorna— Todavía me debes un pantalón de cuero, Luciérnaga, esa mojada en la piscina fue épica —luego pensé: y un par de pelotas.—Si no quieres que te empuje de nuevo y destruya otro de tus estrafalarios atuendos, deja de llamarme así —me retrucó enojada.—Siempre tan cálida… —y miré a Phil— ¿con ella es con quién tengo que tratar el negocio? Empezamos mal, hermano —le dije.Phil y Aníbal nos miraban con las bocas abiertas.—Pero, eh… Lucía es el cerebro de esto —explicó Phil—. Fue la que contactó con los bolivianos en una Bienal de Negocios hace unos meses. Es la que está organizando todo en Asunción, está capacitada… tiene un Master en Negocios de la Universidad de Harvard.—¡Basta, Phil! —dijo ella levantando la mano— No me interesa en lo más mínimo explicarle nada ni exponer lo idónea o no que soy para el puesto. Tenemos que buscar inversionistas serios —y me miró altanera—, no cantantes de pacotilla.Mierda, eso fue suerte. Una daga directa al corazón.—¡¡¡Lucía, por favor!!! —la regañó su hermano.En ese momento escuchamos un llanto proveniente del monitor para bebés que estaba apoyado en la mesada.—Es Sheyla —dijo la maldita mujer—, mejor haré algo más productivo, como atender a mi sobrina.Se dio media vuelta y se fue hacia las escaleras seguida de la mamá de la niña.Mientras yo la miraba embobado subir los peldaños contorneando las caderas, Phil intentaba por todos los medios disculpar a su maleducada hermana. Más bien… mal aprendida, porque estaba segura que su madre la educó muy bien.Cuando desvié la vista vi que Caroline, Stella y Geraldine me miraban con el ceño fruncido y una expresión que reflejaba tres enormes signos de interrogación sobre sus cabezas.—No te preocupes, Phil… —dije tranquilizándolo— hablaremos de esto cuando vuelvas de tu luna de miel. Yo confío en tu criterio, y si Geraldine y tú van a invertir, esa es suficiente carta de presentación para mí. Leeré este informe y tendré preparadas mis preguntas cuando vuelvas.—Estaremos de vuelta antes de año nuevo, solo nos escaparemos cuatro días aprovechando que tenemos muchos niñeros y niñeras —sonreímos—. Hay un cd dentro, con explicaciones muy detalladas.—Lo veré todo, me interesa —le sonreí y le palmeé la espalda—, no quiero hablar con tu hermana. Contigo es suficiente, y si necesito preguntar algo, tengo a Aníbal. ¿Te quedas hasta año nuevo, no?—Sí, soy parte de los niñeros —todos reímos.Al rato mi madre y yo nos despedimos y volvimos a mi casa.Me juré a mí mismo que no volvería a mirar a esa mujer insoportable. Podía ser bella, más que eso… preciosa, pero su mal carácter la convertía en una espantosa bruja. ¿Un cantante de pacotilla? Eso dolió. Miré la enorme cantidad de discos de oro y platino que adornaban una de las paredes de mi casa y deseé que ella los hubiera visto. ¿No era esa una prueba de mi valía como cantante y compositor?En todo caso… ¿por qué tenía que demostrarle algo a ella?¡Que se fuera a la mierda!—¿Qué quieres cenar esta noche, Rulitos? —Caroline me sacó de mi ensoñación.Sí, ya era hora que dejara de pensar en esa… imbécil.—Lo que tú quieras, mamá —le respondí como autómata—. Si no quieres cocinar, no lo hagas. Seguro habrá bocaditos en la fiesta que iremos más tarde.—Ay, mi vida… sabes que amo cocinar, y darte el gusto es lo que más disfruto —me pasó la mano, se la tomé—. Ven conmigo. Tú te sientas en el desayunador mientras yo preparo la cena de esta noche, y de paso… me cuentas tus actividades —dijo mientras caminábamos.Caroline adoraba mi cocina, yo nunca la usaba, pero la equipé con todo lo que a ella le gustaba a propósito, para que cuando me visitara, se sintiera cómoda y feliz. Sacó las verduras que necesitaría, el pescado para que se descongelara y empezó su romance con los cuchillos.—Y dime, cariño… ¿qué pasó en la casa de Geral? Esa chica morena… ¿por qué discutieron? —y siguió cortando verduras a una velocidad alucinante.—No preguntes, Caroline… al parecer esa mujer saca lo peor de mí, y yo de ella. No podemos estar cerca, somos como los imanes que tienen el mismo campo magnético… nos repelemos.—¿O se atraen demasiado? —indagó levantando una ceja— Es bellísima, no puedo creer que no te guste.—¡Ah, pero su belleza me atrae! Es una diosa… el problema es que "ella" no me gusta. Es una mujer insoportable, tiene un pésimo carácter.—A veces hay que indagar un poco para saber el motivo, mi vida…—¿Y tú lo hiciste? —pregunté asombrado. Mi madre era sumamente curiosa con los temas que le interesaban, sobre todo cuando se refería a su único hijo y la verdad, tenía un don especial para sonsacar información de las personas sin que siquiera se dieran cuenta.—Le pregunté a Geral, al parecer tampoco se lleva bien con esa cuñada en particular. Ella cree que es así por una experiencia que tuvo cuando era más joven.—¿Q-qué? ¿Qué le pasó? —balbuceé.—En resumidas cuentas, su novio de la adolescencia la dejó plantada en el altar luego de estar comprometidos algo así como siete años.Me quedé mirando fijamente a mi madre, sin saber qué decir.Visualicé en mi mente a la hermosa Luciérnaga vestida toda de blanco, llena de sueños y planes para el futuro, parada frente a una iglesia, esperando…Me olvidé de sus malos tratos, de su patada a mi mejor amigo, de todo. Mi estúpido y romántico corazón se ablandó de nuevo. Su actitud defensiva ante los hombres –aunque injustificable e intolerable– se volvió más comprensible para mí.¿Cómo alguien pudo ser capaz de hacerle eso?
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Published on September 09, 2015 11:39

September 8, 2015

Cántame... una canción de amor (Capítulo 04)

CANCIÓN 04
Lucía
¿En qué momento llegó el semental a la casa de Phil? Yo no lo había visto entrar.Bueno, hacía más de media hora que estábamos hablando con Aníbal y no presté atención a nada más que a él. De repente me estremecí y mi amigo me preguntó si tenía frío. ¡Por supuesto que sí! Solo llevaba un pulóver fino de lanilla, mi campera estaba al lado del bolso de Jamie en el dormitorio de huéspedes donde mi bebé estaba durmiendo junto con Sheyla, su primita, esperando que lo lleváramos a casa cuando volviéramos.Entonces Aníbal me abrazó para que entrara en calor.Y allí lo vi. A Jared. Me miró ceñudo.Me apreté más a mi amigo y simulé que estaba riendo, totalmente ajena a su presencia. Sin embargo mi corazón estaba a punto de salir de mi pecho. Pero yo era una experta actriz, sabía disimular muy bien mis sentimientos. Adquirí esa habilidad muchos años antes, cuando… cuando… bueno, no quería recordarlo.Aníbal pasó sus manos por mis brazos varias veces, como para que entrara en calor mientras seguíamos conversando, pero debió haber visto algo en mi mirada, porque volteó y vio al famoso cantante.—¡Hey, mira, llegó Jared! —anunció contento.—Ve a saludarlo —dije con una sonrisita falsa.—Vamos —me tomó de la mano.—Ve tú —lo empujé con cierta delicadeza, aunque con firmeza—, voy a fumar un cigarrillo —y busqué en mi bolsito.Rogué por tener uno, porque aunque no era asidua fumadora, necesitaba huir en este momento. ¡Bingo! Lo encontré. Mientras Aníbal se alejaba seguí hurgando en mi carterita en busca de un encendedor.Vi que Phil salió a la galería en ese momento.—¿Qué haces, sis? ¿No tienes frío? —preguntó.—Un poco, pero se aguanta —me acerqué a él—. ¿Tienes fuego?—No… no fumo, ya lo sabes. Deberías dejar esa mierda —me reprendió.—¡Ay, bro! Lo hago cada muerte de un obispo… no te preocupes —miré hacia la playa, llegar a casa era más cerca por ahí… podía escabullirme sin que nadie se diera cuenta—. Phil, voy a caminar un poco. Si no vuelvo, ¿puedes enviar a Jamie con mamá o Karen?—¡No puedes irte a casa por la playa de noche! —Me regañó— Yo te acompañaré.—Vamos, macho cabrío… —lo empujé y cayó sentado en el sofá— soy lo suficientemente adulta para saber cuidarme sola. No jodas, nada me pasará. Hay luces en la playa.—Muy pocas. Lucy, por favor…—Está bien, solo iré a fumar cerca de la escalera —mantuve mis dos manos en sus hombros—. ¿Ok?—Bien, pero no bajes sola a la playa… ¿me lo prometes?Sonreí como tonta, sin contestarle.Pasé cerca del grandulón guardaespaldas y recordé que lo había visto fumar más temprano. Le pedí fuego, y continué hacia la escalera.Phil estaba observándome, así que me quedé apoyada en la barandilla que daba al océano, mirando hacia la casa. Di unas cuantas pitadas lentas, de modo que mi querido hermano se cansara de controlarme y entrara. Cuando eso ocurrió tiré el cigarrillo y me escabullí tan rápido hacia la escalera, que estaba segura que ni el guardaespaldas tuvo tiempo de darse cuenta.Pero al pisar la arena, vi que un cuatriciclón avanzaba despacio en línea recta por la mitad de la playa, venía hacia la casa. ¿Sería realmente peligroso, como Phil decía? No tenía idea, pero por cualquier cosa, me escondí detrás de uno de los pilares estructurales que sostenían la terraza de mi cuñada.Esperé a que los motoqueiros nocturnos en cuatro ruedas pasaran de largo. ¡Oh, mierda! Era la policía de la playa… y después Phil se quejaba de la inseguridad. Bufé y salí de mi escondite justo en el mismo momento en el que un hombre bajaba apresurado las escaleras de la casa de Phil. Volví a mi lugar detrás del pilar cuando lo vi tropezar y blasfemar.¡Maldición, era Jared! Me escondí más aún.Primeramente pensé que había bajado a buscarme, pero su actitud me sorprendió, porque de repente lo vi como asustado, perdido. Estaba a solo dos metros de mí, pero no parecía verme, y actuaba como un sonámbulo, levantando ambas manos frente a él, como buscando apoyo… ¿qué le pasaba?Me asusté.—Jared… ¿te pasa algo? —indagué alarmada, saliendo de mi escondite.—¿ Luciérnaga? —preguntó mirando hacia donde venía mi voz, pero no parecía poder enfocar su vista en mí.Era la primera vez que no me importaba que me llamara así.—S-sí… soy yo… —me acerqué y le tomé la mano. Evidentemente algo malo le pasaba, o era un gran actor— ¿qué ocurre?—No… no tengo… puestas mis gafas nocturnas… —me buscó desesperado, sentí perfectamente que no había atisbos de segundas intenciones en su toque, estaba claramente asustado— lo siento, necesito que me ayudes.—Cla-claro —y me metí debajo de su axila, pasándole un brazo por la cintura y con el otro asiéndole la mano.—Llévame a casa, por favor —pidió.Caminamos lentamente los pocos metros que separaban la casa de Geral de la suya, cuando llegamos a la escalera le di las indicaciones y subimos sin problema. Avanzamos por la terraza sin que nadie nos viera desde la casa de mi hermano y llegamos a la galería de su casa. Lo acerqué al sofá y se dejó caer en él.Suspiró, llevó ambas manos a sus ojos, tapándolos y apoyó los codos en sus rodillas.—¿Podrías, eh… encender alguna luz, por favor? —me pidió.Busqué el interruptor de la galería y lo hice.Tardó un par de minutos en ir despejando las manos de sus ojos, lo hizo paulatinamente, como para no dañar su vista, al menos eso suponía yo.¿Qué mierda le pasaba?—Hola, Luciérnaga —saludó desenfadado cuando me miró.Yo estaba parada frente a él, fruncí el ceño, abrí los brazos y le hice un gesto con las manos como diciéndole: «¿Y? ¿Qué fue todo eso?».—Gracias por la ayuda, olvidé mis gafas en casa —y sonrió pícaro— ¿Quieres sentarte? ¿Te sirvo un trago?—No, ya me voy —dije estremeciéndome por la brisa nocturna.Se sacó su campera de cuero, se levantó y me la puso en el hombro.—Por favor, déjame servirte algo fuerte para que puedas entrar en calor —y sin esperar mi respuesta, abrió la puerta vidriera y entró a su sala.Yo ya estaba absolutamente intoxicada por el olor que despedía la suave prenda de piel que me cubría. Un aroma inconfundible, a él… a Jared. Suspiré, metí mis manos en las mangas y me abracé a mí misma. Por supuesto, era gigante, yo flotaba dentro, pero de todas formas era maravilloso sentirme cobijada por su ropa, como si fuera él quién me estuviera abrazando.¿Cómo si fuera él? Bufé.Al rato volvió y puso una bandeja frente a nosotros en la mesita. Me tendió una copa pequeña, parecía licor.—Ten, te hará entrar en calor —anunció.—Gracias… ¿qué es? —pregunté.—Un apricot de almendras, Amaretto Di Saronno —y él se lo tomó de un trago, hizo un ruido ronco, de satisfacción—. Vamos, pruébalo.Y lo hice, de un trago, como él.Primero fue como si me quemara la garganta. Sacudí mi cabeza, y cerré fuerte mis ojos porque sentí el calor propagarse por todos lados. Él sonrió satisfecho. Al final resultó ser dulce y delicioso.—¿Más? —y no esperó a que le respondiera, me sirvió otro trago.—¿Qué te pasó en la playa, Jared? —le pregunté realmente interesada, dando un pequeño sorbo a la bebida.—Tengo un problema en la vista. No te voy a dar el nombre científico, pero se le conoce como ceguera nocturna, o lo que es lo mismo, una lenta capacidad para que mis ojos se adapten a oscuridad.Abrí los ojos como platos.—¿Te vas a quedar, eh… ciego? —pregunté desesperada.Él rio a carcajadas.—No, claro que no. No es progresiva, y es congénita, por lo tanto… estacionaria. Solo me afecta cuando no hay suficiente luz. Por eso casi no manejo a la noche, y cuando lo hago, debo llevar unas gafas especiales.—Y eso… ¿es hereditario? —indagué aún más interesada.Me miró de forma rara, como preguntándose «¿Y a esta eso qué le importa?».—Pues creo que sí… pero solo le afecta a los varones, es mucho más común en hombres que en mujeres.Mi corazón dio un vuelco. ¡Jamie! ¡Jamie!Volví a beber el licor de un solo trago. Mi pobre bebé, podía tener "eso" y yo ni estaba enterada. Debió ver mi cara de angustia, porque preguntó:—¿Qué te pasa, Luciérnaga?—Nada —me levanté de un salto—. Me voy —anuncié.—Espera, busco mis gafas y te acompaño.—No es necesario.—Claro que sí —y se puso de pie.—¿Qué mierda les pasa a los hombres? —pregunté enfadada— ¿Acaso piensan que las mujeres somos idiotas y necesitamos un caballero de armadura dorada para hacer unos escasos 200 metros a pie?—¿Qué carajo te pasa a ti, Lucía? —contestó más enfadado aún— ¡Solo quiero ser amable, y siempre me saltas con tus garras de gata! ¿Eres así con todos los hombres en general o conmigo en particular? Si es lo segundo… ¡¿qué coño te hice?!—¡No tengo que darte ninguna explicación!Y volteé como para irme hacia la playa, pero en ese preciso momento sentí una sacudida en mi brazo. Jared me estiró y me empujó hacia adentro. ¡Qué mieeeer…! Trastrabillé y casi me caí de bruces al suelo, si no fuera por sus firmes brazos, que me tomaron de la cintura y me metieron a la casa.Cerró la puerta vidriada, la llaveó y volvió a empujarme más adentro.—¡¿Qué carajo te pasa, idiota?! —le pregunté altanera, gritándole.—¡Shhhh, silencio… mi madre duerme en la habitación de huéspedes! —y me señaló un pasillo al costado.Llevé mis manos a la boca y asentí, avergonzada.Él tomó sus gafas de la mesita del palier, se puso una campera que colgaba al costado en un mueble, abrió la puerta de acceso y esta vez me empujó hacia afuera.—Te mereces unos buenos azotes —avanzó refunfuñando.Y siguió blasfemando una cantidad infinita de cosas que no podía entender bien, algo así como castigarme con unos varazos, colgarme del techo, o esposarme a una cruz… ¿acaso de repente se había vuelto religioso? Mmmm, todo eso mientras me estiraba de la mano y prácticamente me arrastraba hacia mi casa.Al parecer estaba realmente enojado.¡Que se fuera a la China!
*****
Jared
¡Mujer insoportable!Eso es lo que era Lucía, sin duda alguna.¿Y por qué entonces lo único que deseaba era tomarla en mis brazos y besarla hasta que me suplicara que la follara duro contra una pared? Fruncí el ceño… ¿tenía condones? Me toqué el bolsillo trasero de mis vaqueros en busca de mi billetera.Bien, ahí estaba… por si acaso.—¡Jared, más despacio! —se quejaba detrás de mí— No puedo seguirte el ritmo, llevo tacones —no le hacía caso—. ¡¿Eres imbécil o algo así?! —me gritaba, en su voz se notaba el esfuerzo que hacía por avanzar a mi ritmo—. ¡Suéltame, estúpido! —e intentaba zafarse de mi agarre.Cuando llegamos frente a su casa aminoré el paso y la empujé frente a mí. La metí en el porche –que parecía como la entrada a una gruta–, no había luz directa, pero dos faroles franqueaban la entrada.—¡No tengo llave desde aquí! —me increpó— Yo había pensado entrar desde la terraza, dejé una de las puer…Tecleé el código de acceso. La puerta se abrió.—¿Có-cómo es que tú…?—Soy un buen vecino —me encogí de hombros—. Tu hermano también tiene el código de mi casa, y yo las de él… nos cuidamos —y le guiñé un ojo.—Bu-bueno… gra-gracias —balbuceó, y amagó con entrar.La estiré del brazo en el mismo momento en el que guardé mis gafas en el bolsillo de mi chaqueta.—¿Por qué eres tan desagradable conmigo? ¿Qué te hice, Luciérnaga? —le pregunté realmente interesado.—No lo tomes como algo personal —respondió con altanería—, no significas nada para mí… ¿por qué tendría que tratarte de forma diferente?—¿Significa eso que te comportas con todos los hombres de la misma forma? —asintió con el mentón levantado y el ceño fruncido— No es eso lo que vi con Aníbal…—Él es como mi hermano —se defendió.—No te miraba como un hermano —abrió sus ojos como platos.—¡Eres un imbécil! Quieres hacerme dudar del único hombre en el cuál confío… eres un desgraciado hijo de…—¡No lo digas! —la interrumpí enojado— No metas a mi madre en esto.Y la empujé contra la pared.Tomé sus manos y se las levanté arriba de la cabeza sosteniéndolas firmemente con una de las mías. Anclé su cuerpo con el mío y entrelacé nuestras piernas. La otra mano la puse en su cuello e hice que me mirara. Noté que su respiración se aceleró, yo sabía que le gustaba el juego rudo. Me miró con sus ojazos verdes, sin atisbo alguno de temor, al contrario… estaba excitada.Sonreí, pícaro.—Eres una muñequita preciosa —le susurré al oído—, lástima que seas como un cactus y tengas tantas espinas —mordí el lóbulo de su oreja. Oí un gemido suave, casi lastimero.Mi cerebro se desconectó en ese momento, lo único que podía hacer y lo hice, fue… sentir. La besé como si estuviera hambriento de ella, como si la hubieran mantenido separado de mí y por fin me la devolvieran. Era la clase de beso que ocurría solo en mis fantasías. Y ella me respondió de una forma tal, que más tarde llegué a la conclusión de que nadie me había hecho sentir tan… devorado, nunca.Mantenerla con las manos asidas no era simplemente una muestra de dominación de mi parte. Era una súplica para que se rindiera. Yo la quería, en mi cama, entre mis brazos y le estaba demostrando exactamente cuánto. Si antes había alguna duda respecto a si realmente la deseaba o si solamente estaba aburrido y por eso buscaba nuevos retos, ya no. Estaba seguro que ahora tenía pleno convencimiento.Mi mano se apartó de su rostro mientras solté sus brazos que se agarraron de mis hombros y el mío se enroscó alrededor de ella, la envolví con determinación y la estreché con fuerza contra mí. Mi brazo parecía una banda de acero adherida a su espalda.Con seguridad podía sentir mi erección contra su vientre. Estaba rígido y duro como una roca, presionando contra los caros pantalones que llevaba puestos. Mi respiración la golpeó en la cara cuando rompí el contacto y ambos jadeamos en busca de aire.Sus ojos brillaban mientras me miraba fijamente.—¿Lo sientes, no? Dime que te das cuenta de la poderosa atracción que hay entre nosotros… —suspiró entrecortada y gimió.No le di tregua, ni siquiera tiempo de responderme.La poseí con otro beso. En ese pequeño período de tiempo Lucía me perteneció por completo, estaba seguro que cualquier otro hombre que la hubiera besado se había quedado inevitablemente entre las sombras.Ella volvió a suspirar y se permitió derretirse por entero entre mis brazos. De repente no sentía ninguna estructura ósea en su cuerpo, y buscaba más. Más. Más de mí. Más de mi calor, de mis caricias y de mi boca pecaminosa. Le estaba dando todo lo que ella hubiera soñado alguna vez y más. Y sabía que sus fantasías e imaginación no eran nada en comparación con la realidad.Le rocé los labios con los dientes y los mordí con ganas. Se quejó, la punzada de dolor que sintió era suficiente como para hacerle entender quién era el que estaba a cargo de la situación. Pero entonces suavicé mis movimientos y reemplacé sensualmente los dientes por la lengua, a lo que le siguieron pequeños y suaves besos sobre todo el arco de su boca.—Luciérnaga… —susurré.En ese momento una potente luz nos alumbró y giró.Ambos volvimos a la realidad bruscamente, la camioneta de la familia de Lucía estaba entrando en la cochera.La miré y sonreí.—Ven conmigo a casa —susurré, casi fue como un ruego.Yo supliqué…Y ella me lo cobró…De repente vi que su ceño se frunció.Luego sentí un punzante dolor entre mis piernas.Caí al piso del palier de acceso gimiendo y quejándome de dolor intenso con las manos cubriendo a mi mejor amigo, aquél que había sufrido el peor de los males: un potente rodillazo.No podía pensar, ni siquiera abrir los ojos.Escuché el ruido de una puerta cerrarse con fuerza, y las luces de la entrada apagarse. Luego nada. Oscuridad, silencio… y dolor.¡Perra de mierda! Me las pagaría…
Continuará...
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Published on September 08, 2015 05:18

September 4, 2015

Cántame... una canción de amor (Capítulo 03)

CANCIÓN 03
Lucía
El día siguiente amaneció fabuloso.Nos habíamos despertado temprano, y aunque nuestros relojes internos nos indicasen que ya era cerca del mediodía, en California no eran más de las ocho de la mañana. Estaba famélica.Karen entró a la habitación que yo compartía con mi madre y me invitó:—¿Qué tal un paseo por la playa?—¿Hace frío? —pregunté curiosa, para saber cómo vestir a Jamie.—No. Se supone que estamos en la más cruda etapa del invierno norteamericano pero hace más de 16 grados, es un día increíble. Mateo y Lucas ya están jugando fútbol en la playa con Orlando.—Perfecto, termino de vestir a mi precioso —le hice cosquillitas en la pancita, el rio feliz—, desayunamos y podemos salir a pasear.—Pasaremos por la casa de Geral y Phil para ver si ya despertaron —le dio un beso en la frente a mi bebé—, los espero abajo.Asentí y abrigué a Jamie.—Mami, tete —me pidió con impaciencia, quería su leche.—¡Claro! Arriba, campeón —le dije. Él me extendió sus bracitos, sonriendo.Mamá ya estaba en la cocina preparando el desayuno. Por suerte Phil había llenado la heladera, así que no teníamos que ir al supermercado, por lo menos por unos días.—¿A qué hora llega Alice? —pregunté sentándome en el desayunador para darle el desayuno a Jamie.Mi hermana venía de Utah con su marido Peter y la pequeña Sheyla de 20 meses. Estábamos llenos de bebés en nuestra familia, al parecer todos nos habíamos divertido casi al mismo tiempo. Maurice tenía 19 meses y Jamie 15.Habíamos dejado vacía la habitación de planta baja para ellos. Los tres dormitorios de planta alta los ocupábamos: mamá y yo, Karen y su marido, y el último todos los niños, incluyendo a Jamie, porque había varias camas cuchetas y una cuna, que probablemente tuviera que compartir con su prima.Era la primera vez en años que esa casa estaba tan llena.—Me imagino que habrán salido bien temprano, así que llegarán cerca del mediodía— contestó mi madre, y me sirvió gofres.Gozamos de una preciosa mañana al aire libre.La primera vez que pasamos frente a la casa de Geral y Phil un taciturno guardaespaldas nos informó que todavía no habían bajado de los dormitorios, así que seguimos caminando. Cuando volvimos de nuestro paseo una hora después, la familia entera estaba desayunando.Disfrutamos del encuentro entre los dos primitos. Los sentamos en la alfombra de la sala con algunos juguetes, y fue fantástico verlos reconocerse, tocarse las caritas y balbucear incoherencias entre ellos, como si de verdad tuvieran una conversación de adultos. Eso duró exactamente cinco minutos, porque a continuación empezaron a pelear y a lloriquear por un dinosaurio que los dos querían.Yo estaba deleitándome con mi princesa, hacía meses que no la veía. Nos sentamos en el sofá frente a los niños, ella en mi regazo, y abrazadas conversamos sobre todo lo que había hecho. Paloma iba a un colegio especial en California, para estudiantes con "altas capacidades", era algo así como una niña genio. Inteligentísima.Phil tuvo que intervenir en la segunda pelea entre los dos bebés. Se sentó en la alfombra con ellos y con dulzura, palabras simples y suaves los regañó por pelear. Jamie lo miraba con sus ojazos pardos abiertos como platos, ya que no estaba acostumbrado a la autoridad masculina. Maurice al instante se subió a su regazo.—Tento, papi —se disculpó.Aparentemente Jamie no quiso quedarse atrás.—Papi —anunció él también y se subió a la otra pierna de mi hermano, quién lo acogió con ternura y lo llenó de besos.Me paralicé. Nunca, nunca antes había dicho esa palabra.—¡Papi mííío! —se enojó Maurice.—Vamos, Mauri… no seas malo con tu primo —lo regañó Phil—. Papi tiene un corazón muy grande —le dio un beso ruidoso en su cuello—, y los ama a tooooodos por igual —anunció besando de la misma forma a Jamie, que rio feliz.—¡Papi! —anunció de nuevo mi bebé abrazando a mi hermano.De repente toda la atención estaba fija en mí. Llevé mi mano a la boca. Sentía que mis ojos me pesaban, que estaba a punto de llorar, pero yo no hacía eso, no lloraba frente a mi familia… nunca. Me levanté, y disimuladamente salí a la galería. Si alguien se dio cuenta, no dijo nada… ni siquiera me siguieron, menos mal.Caminé hacia la piscina, y lagrimeando me apoyé en la barandilla de madera mirando hacia el horizonte. Suspiré, pensando en que tenía que idear una historia verosímil que contarle a mi niño sobre su padre, quizás pronto empezaría a hacer preguntas… y yo aún no tenía respuestas.Un ruido llamó mi atención al costado.Miré hacia la casa del vecino y vi salir a un hombre al balcón, solo vestía un bóxer blanco de algodón ajustado al cuerpo. Me quedé muda e inmóvil.¡Por Dios, era Jared! ¿Jared era vecino de Phil?Ni siquiera me di cuenta que lo miraba embobada, se desperezó sin pudor alguno y bostezó. Luego miró su reloj y abrió enormemente sus ojos, al parecer asustado por la hora. Sin percatarse de mi presencia, volvió a entrar a la habitación corriendo y lo perdí de vista.Recién ahí pude reaccionar, pero en vez de entrar a la casa caminé apresurada hacia la escalera que daba a la playa y me senté allí. Estaba demasiado alterada como para ver a mi familia en ese momento. Mi hijo acababa de llamar «papi» a mi hermano y el «papi» de mi hijo hizo su aparición segundos después como por arte de magia… ¿no era eso algún tipo de advertencia del destino?Cerré mis ojos, y como la idiota que era, volví a recordarlo desperezándose en el balcón, con su tatuaje moviéndose junto con los músculos de su pecho, en perfecta sincronía. ¡Oh, Santo Cielo! Tenía un físico perfecto. Era alto y delgado, pero totalmente esculpido, como si fuera de mármol. Esa imagen se mezcló de repente con otras del pasado, y por primera vez desde nuestro encuentro hacía dos años, me permití rememorar lo que había pasado:
«No me beses», empecé con exigencias. Frunció el ceño.«Fóllame duro y rápido», seguí con mis exigencias. Al parecer esta última le había gustado. Me levantó del piso y salió del ascensor riendo y casi embistiendo a una pareja que iba a entrar. Si no hubiera estado tan nerviosa, habría incluso disfrutado de su apuro.—Hola, Hetera —saludó al entrar a la habitación—. ¿Estás lista?—Ho-hola… —balbuceé— lista y…No me dejó continuar, simplemente me tomó en sus brazos, cerró la puerta con uno de sus pies y me empujó contra ella. Me aferré a sus hombros con las mismas ansias y correspondí a su pasión, metiendo una de mis manos entre las suaves hebras de su pelo y con la otra le acariciaba la espalda sobre la camisa.Él levantó mi falda y bajó mis bragas, hundiendo sus dedos dentro de mi calor, uno, luego otro, sacando y metiendo, excitándome, comprobando que estuviera preparada.—Ay nena, estás tan mojada y caliente. Déjame tomarte ahora.—Por favor, hazlo… no puedo aguantar más —mentí.¿Iba a ser tan fácil? Apuro = olvido = no condón. Sonreí feliz.No necesité pedírselo dos veces, sacó su duro miembro y se introdujo en mí con un solo movimiento rápido y certero. Entonces empujó profundamente sin que en ningún momento sus manos dejaran de tocar mis pliegues. Yo grité contra su cuello mientras un profundo gemido escapaba de él.Me tenía atrapada contra la puerta de acceso, y nos movíamos al unísono, levanté una de mis piernas para darle mayor acceso y lo apreté contra mí con el talón, mientras metía las manos dentro de su camisa, acariciaba la piel de su espalda y lo arañaba con mis uñas.La lengua de él recorría mi cuello y mi oreja, sus dientes me mordisqueaban y sus manos se movían apretando, acariciando mis pechos sobre el vestido y alrededor de mi cintura. Me arqueé contra él, había logrado que incluso mis muslos se mojaran. ¿Cómo lo hizo? Negué con la cabeza, porque las sensaciones eran extrañas para mí. Él empujó hacia arriba, y yo gemí cuando me elevó contra la puerta. El pulso palpitante entre mis piernas se intensificó, ahogándose con el latido de mi corazón.¿Qué mierda ocurría?Sus ojos me miraron sonrientes, y ardieron en los míos, él empujó otra vez, acariciando con sus dedos mi pequeño capullo de nervios. Mi cuerpo entero comenzó a sacudirse y abrirse. Sentí que todo dentro de mí iba a romperse.Me asusté.
—¿Estás bien, cielo?—¡Oh! —me sobresalté y casi me resbalé del escalón donde estaba sentada—. Aníbal, me asustaste —lo regañé.Suspiré y cerré mis ojos, porque todavía estaba excitada solo con recordar esa noche hacía dos años. Mi amigo se sentó a mi lado y me abrazó, apoyé la cabeza en su hombro y volví a suspirar.Aníbal era el mejor amigo de Phil, y siempre fue mío también, incluso cuando éramos niños. Pero desde que mi hermano se había trasladado a los Estados Unidos a vivir y él se hizo cargo de suplirlo en la agro-ganadera fuimos estrechando aún más nuestra amistad, hasta llegar al punto de ser la única persona a la que permitía ciertas libertades como opinar sobre mis decisiones –aunque no le hiciera caso– o… tocarme.—¿Te sorprendió, no?—¿Qu-quién? —balbuceé, creyendo que hablaba de Jared.—Jamie, al decirle «papi» a Phil.—Mmmm, en teoría debería estar preparada, pero sí… me tomó de sorpresa —él besó mi pelo, cerca de mi frente—. No sé qué voy a hacer el día que tenga que enfrentarme a sus preguntas.—Ya sabes mi parecer al respecto.Sí, lo sabía… él quería que le contara la verdad, incluso al donador de esperma.Su opinión era importante para mí, porque era el único amigo varón que tenía. Pero no estaba de acuerdo, así que me levanté de un salto y caminé hacia la casa. Me volteé para ver si me seguía y no reconocí la expresión de su mirada. ¿Acaso era… reproche? ¿Crítica?Me encogí de hombros. Como siempre, no tomaba en cuenta la opinión de los demás, así que… ¡que se fuera al infierno!Yo sabía lo que tenía que hacer.Meta a corto y largo plazo: evitar la casa de Geral y Phil, en lo posible.
*****
Jared
¡Oh, por Dios! Caroline era divertidísima.Luego de una espectacular cena temprana en casa, preparada por ella, la llevé a una fiesta en la casa de un amigo. Una de esas reuniones llenas de glamour y sofisticación, repleta de estrellas de Hollywood y otros rostros anónimos pero con tanta influencia y poder, que uno solo de sus movimientos o palabras podían hundir a más de un ilustre astro del firmamento hasta convertirlo en… estrellado.¿Y qué hizo ella? Los tuvo comiendo de su mano toda la noche… con su gracia, simpatía y desenfado.Podía haber llevado a Caroline a la casa de Geral, ellos festejaban lo que Phil llamaba la "Nochebuena", al parecer era una costumbre sudamericana cenar esperando la medianoche. Incluso creo que uno de ellos se disfrazaba de Papá Noel para entregarles los regalos a los niños. Preferí dejar que los Logiudice disfrutaran de su intimidad.La verdad, me hubiera gustado estar allí, la calidez de esa familia me hacía sentir bien, como si fuera uno de ellos. Pero yo tenía un efecto negativo en Lucía –no sabía el motivo–, y no quería incomodarla, no cuando era tan poco lo que se veían, dos o tres veces al año.—Jared… estoy cansada —dijo mi madre en mi oído—. Si deseas quedarte yo tomaré un taxi.—Pensé que te estabas divirtiendo —retruqué abrazándola.—Claro que sí, cariño… pero fue un día agotador —me miró sonriente—, ya no tengo tu edad, dame un respiro —acarició mi mejilla.—Te llevo, Caroline…—No hace falt….—Te llevo y punto —la interrumpí mirándola muy serio.Bien. Se calló. Menos mal, me conocía.Hicimos en trayecto desde Hollywood Hills hasta Malibú casi en silencio, escuchando la suave melodía de Queens de fondo. Primero nos reímos del despiste de muchos, que creyeron que ella y yo éramos pareja y comentamos que no sería la primera vez que sacaran una foto nuestra en los periódicos o revistas publicando estupideces como: «La nueva conquista "antigua" de Jared Moore», o… «¿A Jared Moore le gustan las maduritas?». Luego Caroline bostezó y se quedó callada, entramos al garaje con ella cabeceando de sueño.Vi al llegar a mi casa que la de Geral y Phil estaba todavía completamente iluminada. Uno de sus mastodontes estaba en la puerta, y suponía que el otro en la terraza, esperaba que no me prohibiera la entrada, porque iría a saludarlos.Despedí a mi somnolienta madre con un beso y salí a la calle, sentía mi corazón latir descontrolado al acercarme. ¿Por qué? No tenía idea, pero una imagen apareció en mi subconsciente: Lucía. Cuando llegué a la puerta de entrada vi que era Enzo el que estaba allí. Todo bien, era el guardaespaldas más accesible. Lo saludé, le deseé feliz Navidad y entré.Geraldine –que estaba sentada en una butaca del desayunador al lado de Phil– pegó un gritito, se levantó y corrió hacia mí cuando me vio. La recibí gustoso en mis brazos, se colgó de mi cuello y me abrazó, riendo le di una vuelta entera y la bajé al piso.—¡Feliz Nochebuena, mi pelirroja!Y empecé a saludar a todos, la familia en pleno estaba allí, menos los niños, supuse que ya habían ido todos a dormir. Algunos de los adultos estaban sentados en la sala, otros en la galería y los demás conversando en la terraza. Fruncí el ceño. La que estaba en la terraza era Lucía, muy cerca de… de… enfoqué la vista para ver bien… ¿Aníbal? ¿Era él quién la estaba abrazando?Lo admito, verla tan cerca de otro hombre aunque fuera su supuesto "casi hermano" me cayó mal, muy mal. ¿Por qué? No reconocí el sentimiento y tampoco quería hacerme esas preguntas, porque nada referente a ella tenía coherencia para mí. Era una harpía, insoportable, desagradable, con un pésimo carácter. La antítesis de lo que a mí me gustaba en una mujer, sin embargo… me atraía como una flor a una abeja.Resistí la tentación de acercarme a ella.Después de saludar a Geral, a Phil, a Karen y su esposo Orlando continué hacia la sala para hacer lo mismo con la madre de mi tormento.—¡Stella! Que gusto verte… —la abracé fuerte y le llené de besos. Adoraba a la mamá de Phil, era una mujer madura, hermosa, de carácter fuerte pero a la vez amorosa. Una madre moderna que supo educar a sus hijos. La había conocido dos años atrás cuando fui de gira a su país. Y nos habíamos visto un par de veces más aquí en California cuando vino a visitar a sus hijos y nietos.Su hija menor, Alice, estaba con ella junto a su esposo Peter. También los saludé a ambos y me senté al lado de ella para conversar.—¿Cómo estás, cariño? —preguntó acariciándome la mejilla— ¿Cómo te trata la música? ¿Siempre triunfador?—Eso espero —y sonreí—, te mandé unos discos compactos... ¿los escuchaste?—¡Ahhh, claro que sí! Me sé las letras de memoria… ¿quieres que te las cante? —y empezó a tararear La muchacha de ojos grises, una de las melodías, la que le había hecho a Geral hacía unos años. Era una de las más lentas que tenía y la preferida de las mujeres.Todos reímos a carcajadas.—Mi madre está aquí, Stella… —le conté— mañana te la presentaré. Bueno, hoy —dije mirando mi reloj. Ya era más de las una de la madrugada—, cuando se despierte. Estaba muy cansada por el viaje, y además la llevé a una fiesta. Así que… se fue a la cama apenas llegamos.—¡Ah, qué bueno! Geral habla maravillas de ella… me encantaría conocerla.—Estoy seguro que se llevarán muy bien.Y seguimos conversando entre todos. Geral se acercó en ese momento y se sentó a mi lado, la abracé también a ella y empezamos a bromear.Pero mis ojos se disparaban a cada rato hacia la terraza. ¡Idiota! Lucía seguía allí conversando íntimamente con Aníbal. Al parecer no me había visto todavía. Suspiré al verla tan relajada, incluso sonriente. ¿Por qué no podía conseguir que se sintiera así conmigo? Yo era un tipo alegre, simpático, las mujeres por lo general caían rendidas a mis pies.Menos ella. Mierda.En ese momento mandó su cabeza hacia atrás y rio a carcajadas. Observé embobado su cuello de cisne y recordé otro momento y otro lugar en el cuál ella hizo lo mismo, aunque sin reír.
Yo la tenía apretada entre mi cuerpo y la puerta de acceso a la habitación del hotel, envolviéndola con uno de mis brazos en su cintura y con la otra mano acariciaba su clítoris mientras mi polla entraba y salía de ella a un ritmo frenético. Una de sus piernas me envolvía, apretándome las nalgas sobre el pantalón.—¡Oh, Jared… sí, sí…! —y envió su cabeza hacia atrás.Vi su precioso cuello rogándome que la besara y no pude resistirlo, pasé mi lengua a lo largo y la llevé hasta su oreja, mordí su lóbulo y respiré en ella, susurrándole suaves palabras al oído.—Eres tan hermosa, tan cálida, tan apretada. Córrete para mí, quiero verte. Necesito tu placer, que será el mío.En ese momento me miró confundida y gimió, se balanceó, tembló e hizo todo lo correcto, menos lo que realmente debía hacer.¿Acaso pensaba que yo era un idiota?
Alguien me sacudió. Me sobresalté.—¡Jared! Estás en la luna —dijo Geral riendo y volteó a observar hacia donde yo aparentemente estaba mirando. Frunció el ceño.—Lo siento… —carraspeé— ¿qué decías, pelirroja?Vi que Lucía también nos miró desde la terraza. Parecía sorprendida. Aníbal también volteó hacia donde estábamos y sonrió, le dijo algo a su amiga, ella negó y lo empujó, como mandándolo hacia donde yo estaba.Mientras Aníbal se acercaba, me levanté del sofá para saludarlo.Nos dimos un gran abrazo, el mejor amigo de Phil me caía muy bien. Habíamos viajado juntos dos años atrás y varias veces se coló conmigo en alguna fiesta que me invitaron durante la gira, él estaba con su novia de turno y yo solo. Geraldine y Phil cuidaban a Paloma, así que no podían salir con nosotros, pero recuerdo una o dos locuras que llegamos a hacer juntos, incluso compartir a su amiga colorida, que si mal no recuerdo se llamaba, mmmm…—¿Qué tal, amigo? ¿Y… eh, Macarena? —menos mal que recordé su nombre.—Bien, todo bien. Maca también, aunque jugando a "tener novio" —lo enfatizó con los dedos—, nos vemos menos que antes… ¿y tú?Seguimos conversando mientras yo no perdía de vista a Lucía. La vi caminar disimuladamente hacia Phil que había salido a la terraza y decirle algo al oído. Su hermano lo negó, ella se resistió ceñuda, le puso las manos en los hombros y lo hizo sentarse en el sofá de la galería. ¡Oh, esa mujer sí tenía carácter!Se acercó hacia la baranda de madera del lado opuesto a donde anteriormente estaba y le pidió fuego al guardaespaldas. Encendió un cigarrillo y se alejó de él.La gente a mi alrededor hablaba… ¡quién sabe de qué! Yo solo sonreía sin escuchar, asentía como idiota y no dejaba de mirar de soslayo a esa diosa vestida con jeans ajustados que avanzaba despacio hacia las escaleras.Aunque disimuladamente… ¡se iba!Tardó unos diez minutos –lo que le duró el cigarrillo– para decidirse a bajar las escaleras. Y la perdí de vista.Me excusé rápidamente con todos alegando cansancio, le prometí a Geral pasar al día siguiente para darles los regalos a la princesa y a mi ahijado, y prácticamente corrí hacia la playa.Eran 200 metros hasta su casa, así que no debía estar lejos.Bajé las escaleras tan rápidamente que casi tropecé, por suerte eran los últimos escalones, salté, me arrodillé y me así de la baranda. Al instante me puse de pie y la seguí.¡Oh, mierda… yo y mi ceguera nocturna!No veía un carajo.
Continuará...
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Published on September 04, 2015 13:36

September 2, 2015

Cántame... una canción de amor (Capítulo 02)

CANCIÓN 02

Lucía
Miré a mi bebé con ternura.Hacía horas que estaba durmiendo en mis brazos. En California podía ser solo las 20:00 hs. pero para nosotros ya era más de medianoche. Miré a mi familia desperezándose, algunos se habían quedado dormidos y despertaron cuando la azafata anunció que estábamos aterrizando.—Arriba, hija —dijo mi madre sonriendo.—Mmmm, sí —acepté y me levanté para tomar el bolso de bebé que estaba guardado en el maletero arriba nuestro. Era lo único que había subido a la cabina, le pasé a mi madre su cartera. Jamie ni se inmutó con el movimiento, siguió durmiendo de lo más campante en el morral para bebés sobre mi pecho.Luego de hacer los trámites de aduana mi cuñado recogió todos nuestros tiquetes de las maletas y fue en busca de ellas.—Vayan, chicas… seguro Geral y Phil están esperando afuera. Yo me encargo —dijo el buenazo de Orlando, marido de Karen. Aníbal lo acompañó.Ok. A veces… y solo a veces… los hombres podían servir para algo. Lucas y Mateo, sus hijos, nos siguieron, se los veía somnolientos y malhumorados.Karen pegó un gritito y se escabulló a un costado en un free shop. Sonreí y la seguí, sabía perfectamente qué era lo que había encontrado. Se volvía loca por los caramelos Jelly Belly Dr. Pepper que en Paraguay no llegaban. Mientras los estaba comprando miré hacia la puerta de salida y vi a lo lejos a Phil y a Geral con Maurice en brazos… ¿y mi princesa dónde estaba?Me quedé muda y estática, como si por mi cuerpo hubiera circulado un frío polar que me dejó helada. Las puertas corredizas se cerraron detrás de mi madre y mis sobrinos, pero la imagen de ÉL… –sí, era él con Paloma sobre sus hombros– todavía perduraba en mi retina.Cuando pude recuperarme del susto solo atiné a desatar a mi bebé de mi pecho.—Karen, por favor… toma a Jamie —se lo di temblando, él siguió durmiendo como si nada—, voy al baño.Y me escabullí bajo la mirada atónita de mi hermana.Llegué al sanitario como una autómata, creo que hasta tropecé con dos maletas, no lo recuerdo. Entré a un box y me apoyé en la mampara respirando entrecortada.Sabía que volvería a verlo alguna vez, y estaba segura que estaría en el casamiento, pero no me imaginaba que el encuentro sería tan rápido, apenas al llegar. ¡Oh, Dios Santo! No estaba preparada.No sé cuánto tiempo estuve dentro del box, pero me obligué a salir.Me miré en el espejo.Madre Santa, parecía un cadáver, estaba blanca pálida, sin nada de color en mis mejillas… probablemente del susto. Me salpiqué un poco de agua en la cara, me sequé con las toallitas de papel y busqué mi lápiz de labios en el bolso de Jamie. Me los pinté… ¡oh, era peor! El rojo de mis labios hacía que mi piel pareciera más pálida aún. Me pasé el papel en los labios y lo esparcí por mis mejillas.Quedó mejor.Pero… ¿qué mierda estaba haciendo? ¿Arreglándome para quién? ¿Es que de repente me había vuelto loca? Bufé y salí del baño enojada conmigo misma. Ese sentimiento reemplazó a mi desconcierto, por suerte.Caminé más segura de mí misma.Nada pasaría, nada… era imposible.No vi a nadie al salir, todos se habían ido… ¿eh? ¿Se olvidaron de mí? Caminé hacia la salida, pero en ese momento Lucas me estiró del pantalón.—Te estamos esperando afuera, tía —dijo mi precioso sobrino de 10 años.Le di la mano sonriendo y me llevó hacia donde estaban tres camionetas estacionadas. Paloma bajó de una de ellas y corrió hacia mí gritando:—¡Me voy con tía Lucy! —saltó encima mío y se prendió de mi cuello.Luego de llenarla de besos, me acerqué a la primera camioneta y saludé a Phil, a Geral, vi a Aníbal y a Maurice a punto de dormirse en la sillita pata bebés. Con el guardaespaldas no había lugar, estaba llena. Fui a la segunda y también estaba llena, vi a mi bebé en brazos de Karen. Perfecto, allí estaría mejor.¡Y ocurrió lo que me temía! Miré con los ojos entornados al tercer vehículo de la fila y vi que ÉL se bajó y me abrió la puerta del acompañante sonriendo con cara de pícaro. Típico.—Bienvenida, Luciérnaga… su carruaje las espera, princesas.Y nos hizo una reverencia exagerada.Paloma aplaudió contenta y seguida de Lucas subieron detrás, no pude evitar ocupar el asiento del acompañante. Si me negaba solo pasaría por una maleducada y además le daría demasiada transcendencia al asunto.Jared me tomó de la mano para que pudiera subir, sentí una corriente eléctrica solo con ese ligero toque. Por lo visto, él también lo percibió, porque me apretó los dedos y sonrió complacido. Luego llevó mi mano a su boca y la besó.Ok. Me mojé, lo sentí… percibí el flujo entre mis piernas… ¿qué mierda tenía este hombre que podía lograr ese efecto instantáneo en mí?Miedo, me dije a mi misma. No, en realidad era terror, ese era el poder que Jared Moore tenía sobre mí. Me aterrorizaba. Pero él no lo sabía, y no permitiría que lo supiera, no podía dejar que tuviera ese poder sobre mí.Suspiré y cerré los ojos.De repente sentí que me sacudían ligeramente.—¿Dónde estás, en la luna? —preguntó Jared— Ponte el cinturón, Luciérnaga.Lucas y Paloma rieron detrás al escuchar el apodo.—No me llames así —le ordené altanera.Los chicos empezaron a conversar y a reír. Mi niña me hizo preguntas, estuvimos hablando un rato, y de repente nos quedamos en silencio. Podía escuchar susurros y risitas detrás, pero nada más.Jared conducía en silencio. Aproveché para mirarlo de reojo.Se había sacado el gorro con el cuál pretendía pasar desapercibido en el aeropuerto y tenía su cabello recogido en una coleta baja. ¡Y llevaba gafas! Incluso con ellas y su nariz aguileña, su perfil era perfecto… sin duda alguna era un hombre muy atractivo sin ser excesivamente guapo. Podía ver una porción del tatuaje de su pecho debajo de la camisa semi abierta. Nunca me gustaron los tatuajes, pero el suyo era especial, lo recordaba perfectamente.Cerré mis ojos y pensé en la única vez que estuvimos juntos, la sensualidad al recorrer los dibujos de su cuerpo con mis manos, sus gemidos cuando lo rocé con la lengua, sus suspiros cuando mis uñas lo acariciaron. El extraño tatuaje le cubría uno de los pechos, un brazo hasta cerca de la muñeca y la mitad de su espalda. Era un intrincado dibujo arabesco, creí ver un nombre escrito en él, pero no recuerdo bien.Agité mi cabeza y suspiré.—¿Te pasa algo? —preguntó.—No —y miré hacia atrás—. Mmmm, se durmieron —dije observando a los niños y sonriendo con ternura.—Tienes una sonrisa preciosa… ¿por qué será que solo la he visto cuando miras a tu sobrina?—Ella es mi sol —susurré y cambié de tema—. ¿Falta mucho para llegar?—¿Acaso no conoces Los Ángeles? —preguntó asombrado.—Hace como 9 años que no vengo… ya ni me acuerdo —me encogí de hombros.—El Aeropuerto está en Inglewood, son cerca de 30 millas hasta Malibú, no hay mucho tráfico… en media hora llegamos.A partir de ahí el pobre hombre intentó conversar, realmente hizo el esfuerzo pero mis respuestas eran monosilábicas. A los diez minutos se cansó y se quedó en silencio. Puso una suave música de fondo.Cuando llegamos frente a casa Phil y Geral solo estaban esperando a Paloma para irse. La levantaron dormida y se despidieron. Todos ya habían entrado, incluso mi hermana con Jamie. ¡Bendición! Orlando levantó a Lucas en brazos y lo llevó dentro.—Eh, bueno… —amagué con entrar— gracias por traernos.Me tomó de la mano para evitar que me moviera mientras se sacaba las gafas y las guardaba en el bolsillo de su camisa. ¡Oh, no! De vuelta la corriente eléctrica. Balbuceé algo… ¡quién sabe qué! Mi corazón se paralizó. Cuando me di cuenta, estaba a dos centímetros de su cuerpo. ¿Cómo llegué allí?—Parece que hay sobre población en tu casa… —acarició las palmas de mis manos con sus pulgares— ¿habrá lugar para ti?¿Eh? Oh… no… sí… qué se yo… ¡auxilio!—¿Te comió la lengua el gato? —acercó su cara y me susurró al oído— En mi casa hay lugar de sobra, tengo una cama muy amplia. ¿Te imaginas la fabulosa semana que podríamos pasar juntos? —mordió mi oreja. Casi me derrito— ¿Alguna vez piensas en nuestra noche juntos, Candy? —y subió sus manos por mis brazos.Candy. Todas las alarmas se encendieron.Yo respiraba agitada, pero tomé aire y lo empujé con todas mis fuerzas.—Ve a masturbarte solo en tu amplia cama —me alejé de él—. Y nunca, nunca más vuelvas a tocarme… ¡¿escuchaste?!Di media vuelta y me metí a la casa.Antes de cerrar la puerta en sus narices lo vi apoyado sobre su camioneta con las manos cruzadas, y sonriendo… ¡sonriendo!
*****
Jared
¡Oh, mierda! Esa mujer era fascinante.Se hubiera derretido en mis brazos si no cometía la estupidez de pronunciar ese nombre ficticio con el que se presentó la noche que nos conocimos.Suspiré y pensé en ella durante el camino hasta casa.Y seguí pensando en ella mientras me desnudaba para acostarme.Mi capricho con Lucía no era solo por el hecho de haberme rechazado. No era la primera que lo hacía, y no sería la última, aunque tampoco fueron muchas. En definitiva no era solo «algo que no podía conseguir», sino que era algo que ya había conseguido y deseaba más… no podía entender por qué no quería volver a experimentar lo mismo siendo que nuestra noche juntos fue realmente fabulosa, memorable… inolvidable.No era fácil que una mujer o una situación me sorprendieran, había vivido tantas experiencias y tan diferentes que ya todo me sabía igual. Y ella tampoco lo hizo… no me sorprendió, pero sí me conmovió profundamente. ¿Por qué? Porque vi una mezcla increíble de antípodas en ella. Por un lado tenía una técnica impecable como si hubiera estudiado sus movimientos, sin embargo en ciertas situaciones la noté casi… inocente. Parecía como si quisiera empezar y terminar rápido, pero cuando logré descontrolarla –algo que no fue fácil– fue como si me hubiera entregado su alma entera en cada gemido, cada suspiro, cada beso… que en un principio –hace ya casi dos años– me negó.
—¡No lo hagas!
—¿Q-qué? —le pregunté confundido en el ascensor camino a mi habitación.
Estábamos solos, y la tenía apoyada contra el espejo, con mi cuerpo entero cubriéndola como un manto.
—No me beses —susurró volteando la cara.
—Bien, sin besos —acepté frunciendo el ceño.
Y le recorrí el cuello con mi boca hasta llegar a su oreja, sentí su estremecimiento al respirar en su oído y mordisquearle el lóbulo. Subió las manos por mis hombros y me abrazó, la envolví en mis brazos completamente y la levanté ligeramente del piso presionándola contra la pared, haciendo que mi entrepierna coincidiera con la suya, restregándome contra ella.
La otra mano la subí por su pierna hasta llegar a sus nalgas, la metí dentro de sus pequeñas bragas y acaricié esos dos perfectos y firmes montículos. Luego las deslicé hacia adelante y llegué a los suaves pliegues de su sexo. Estaba mojada, no… estaba empapada, sus jugos humedecieron mis dedos mientras dos de ellos se introducían dentro con una facilidad espantosa.
—¡Demonios…! Estás tan caliente y húmeda —le susurré en el oído. La miré, saqué mis dedos de su centro y los metí en mi boca, chupándolos—. Y tienes un sabor increíble, eres como el rocío de primavera.
—Qué romántico —¿se burló?—. No necesitas seducirme con frases bonitas, Jared… ya me tienes, necesito que me folles —se restregó contra mí—. Duro y rápido.
Oh, mierda… ¡sí!
Las puertas del ascensor se abrieron en ese momento.
La levanté del piso y bajo la mirada atónita de una pareja que iba a entrar salí riendo de allí con ella en brazos.
¡Duro, duro, duro! Era todo lo que podía procesar mi mente, como un eco.
Mi especialidad.
Debí haberme quedado dormido apenas me acosté en la cama, porque ya no recuerdo nada más, solo la molesta erección que me provoca rememorar lo vivido con esa insoportable y preciosa mujer a la que no podía encasillar en ninguna categoría.Ok, sí. Para mí había tres categorías de mujeres.Uno. Las que respetar, en ella estaban mi madre y mis amigas. Y no tenía muchas: Geraldine y Ximena. Quizás también podía incluir a Susan, la socia de Geral. Y a Sarah, la esposa de Hugh, un amigo muy querido. ¡Ahhh! Y otras tres amigas con las que normalmente tenía sexo: Kim, Anne y Megan. Ese círculo era muy, muy pequeño.Dos. Las follables, cualquier mujer de más de 18 años que no fuera mi amiga y que lograba despertar mis instintos animales, pero que una vez cumplido el objetivo pasaban a la categoría siguiente.Tres. Las descartables, cualquiera que no me interesara.¿Dónde mierda meto a la Luciérnaga?No era mi amiga, así que en la categoría uno no entraba. Ya la había follado, pero quería volver a hacerlo, así que en la dos tampoco encajada. Y no era descartable, sin duda alguna.Acaricié mi erección gimiendo y suspirando.Necesitaba una mujer… ¡urgente!Mmmm, tenía unos días de vacaciones, pero algo había olvidado, con seguridad… ¿qué era? Normalmente tenía un séquito de personas detrás de mí recordándome mis obligaciones, así que no había desarrollado esa cualidad. Me desperecé en la cama pensando, luego mi mejor amigo me recordó que tenía que complacerlo… ¿a quién llamar? En otra época la respuesta hubiera sido clara, pero desde que Phil apareció en la vida de mi pelirroja muchas cosas cambiaron, empezando porque ella dejó de lado los servicios de plomería que solía brindarle. Y Ximena, bueno… a ella le gustaban los juegos de a tres, normalmente con Geraldine, así que de vuelta Phil me cagó el expediente.Pero todo bien, era parte de la vida y sus cambios impredecibles. Y si mi pelirroja era feliz, yo también lo era. Abrí los ojos y me levanté, tambaleante salí al balcón de mi habitación. Me volví a desperezar y estiré los brazos bostezando. Pude ver que el sol ya estaba bastante alto en el horizonte.¡Oh, por Dios! Sol, día, cielo, avión… ¡buscar a Caroline!Miré la hora. Ya eran más de las diez de la mañana. Corrí hacia la ducha. ¡Mi madre llegaba al mediodía!Apenas llegué a tiempo al aeropuerto.Ella ya estaba esperando en la vereda de la entrada de la terminal aérea repiqueteando sus tacones de aguja con plataformas al lado de una impecable maleta con rueditas fucsia fosforescente. Toda vestida de rosado, estaba seguro que no era por querer llamar la atención, ¿o sí?Sí, sin duda alguna… Caroline Moore era muy especial.Me miró con los ojos entornados, frunciendo el ceño y negando con la cabeza cuando estacioné frente a ella. Su cabello platinado ondeaba al viento. Mi madre tenía 52 años, y no los aparenta. Yo fui un desliz adolescente en su vida, me tuvo con apenas 17 años. Nunca supe quién fue mi padre, no me lo dijo y tampoco me interesó saberlo… ¿para qué? No creo en la paternidad solo por haber proveído un poco de semen en un momento de calentura, para mí un padre es aquel que cría un niño, se preocupa por él y le provee todo lo necesario para que crezca sano y feliz. Mi madre había hecho todo eso, ella era mi padre también.—Lo siento, mamá… perdona la tardanza —me excusé bajando de la camioneta.—Caroline, mi nombre es Caroline —recalcó ofreciéndome su mejilla.Ok, era mi madre y padre… aunque ella lo negara.¿Quién creería que soy su hijo, de todas formas?Sonreí y le di un beso. Más que eso, la abracé, la levanté del piso, le di una vuelta entera y la besuqueé por todos lados. Recién ahí, riendo los dos, la ayudé a subir a la camioneta.Llegamos a casa después de las cuatro de la tarde. ¿Por qué? Fácil… mi madre es chef y bajo la excusa de que estoy muy delgado me hizo desviar a una pescadería –donde según ella los frutos del mar eran más frescos–, luego a un mercado callejero donde vendían especias raras y por último terminamos en un hipermercado donde tardamos exactamente dos horas en hacer las compras para cuatro días de estadía, ella volvía a Nueva York el día después de la boda.¿Por qué vivimos tan lejos uno del otro?Porque en el mismo momento en el que empecé a tener éxito en mi carrera y compré la casa en Malibú, ella también despegó en la suya, le ofrecieron ser el jefe de cocina de un carísimo y renombrado restaurant en Soho. Sin dudarlo aceptó la propuesta, y desde entonces vivíamos separados.Nos veíamos cuatro o cinco veces al año. Pero hablábamos casi todos los días, aunque sea un «hola y chau, estoy ocupado», o un «hola, te llamo luego». Los dos teníamos un temperamento muy especial, éramos bastante… desamorados, por decirlo de alguna forma.La adoraba, amaba a mi madre con todo mi corazón, pero no la necesitaba permanentemente en mi vida, y eso me ocurría con todos los que me rodeaban. Nunca me aferré a nadie ni a nada, mi desarraigo es lo único estable de mi existencia. Mi casa en Malibú es todo lo que tengo además de mi camioneta, ni siquiera sé qué mierda hacer con todo el dinero que gano. Allí está, en un banco, acumulando intereses… esperando algún día encontrar "algo" en qué invertir que no implique demasiado riesgo y que me guste.Ya había hablado con Phil al respecto. Él era un excelente hombre de negocios, al parecer todo lo que tocaba lo convertía en oro, me ofreció varias alternativas que implicaban invertir en los rubros que él manejaba bien: la carne, la soja y la hoja de moringa. O bien, me sugirió el negocio inmobiliario que también era uno de los rubros en los que su familia confiaba. Todavía estaba pensándolo.—Caroline —le dije a mi madre de repente cuando estábamos llegando a casa— deberíamos hacer algo juntos…—¿Algo como qué, Rulitos?Oh, Rulitos… solo a ella le permitía llamarme así. Lo hizo siempre, desde que era un bebé lleno de rizos incontrolables.—Poner un restaurante, o una confitería, una rotisería, lo que quieras… yo invierto, tú lo administras. Quizás con el tiempo podamos hacer del nombre de nuestro negocio una franquicia famosa y tener una cadena completa de locales en todo los Estados Unidos.—¡Ay, mi amor! Ya te dije que no sé nada de administrar cosas… a mí solo me gusta cocinar —se quejó.Y de nuevo el asunto quedó en la nada.—Es que… necesito encontrar algo que hacer cuando me retire —metí el vehículo en mi cochera y cerré el portón—, algún día me haré viejo, mamá.—Mmmm, Caroline —se quejó.—Estamos solos, Caroline —le dije fastidiado, y reímos.—Lo encontrarás, Rulitos… —me abrazó— pero debe ser algo que a ti te guste, que te apasione… no invertir en tu madre, porque eso es lo que realmente quieres, asegurar mi futuro, ¿no?—Tú me diste tu juventud entera, mamá… ¿por qué no invertir en algo que a ti te haría feliz? Tengo el dinero para hacerlo…—Yo soy feliz, te tengo a ti —me dio un beso y se bajó de la camioneta.Hice lo mismo, tomando su maleta de la valijera, y cuando estaba por seguirla, se volteó y me dijo:—Hay algo que me haría muy feliz —me miró pícaramente.—¿Q-qué? —balbuceé expectante.—Quiero un nieto… —y rio— pero por favor, seré la tía Caro.Dio media vuelta y se metió a la casa.¡Oh, mierda!Lo único que me pidió en toda su vida y no podría complacerla.¿Cómo explicarle a mi madre que en un momento de locura hacía 6 años atrás me había hecho la vasectomía?
Continuará...
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Published on September 02, 2015 09:51

August 31, 2015

Cántame... una canción de amor (Capítulo 01)

CANCIÓN 01
Asunción, Paraguaycasi dos años después… 
Lucía
—No pienso ir —negué rotundamente.—¡¿Q-qué?! —balbuceó mi madre anonadada— ¡No puedes faltar a la boda de tu hermano!—¿Por qué no? —me encogí de hombros— ¿Qué tan importante puede ser? Ya estuve en su primer casamiento. Además, viven juntos hace más de dos años. Es solo una tonta formalidad para que el romántico de Phil pueda llamar "mi esposa" —acentué con mis dedos los paréntesis— a su gringa.—¡Su gringa! —mi madre se tomó la cabeza con sus manos y suspiró— ¿Por qué te diriges a Geraldine de esa forma? Tiene un hermoso nombre y es una bella persona. Se casan porque se aman, y nos invitan porque quieren compartir con nosotros su alegría… ¿qué es lo que te pasa, hija? Hasta enviaron los pasajes con fecha abierta para que nadie tuviera excusa alguna para negarse. Y hacen coincidir su boda entre Navidad y Año Nuevo, para que podamos pasarlos todos juntos.—Pagaron los pasajes… —bufé— solo la gringa, con sus millones y sus excentricidades puede hacer semejante cosa. Como si no pudiéramos costear un puto tiquete… ¡no quiero ir, mamá! —exploté enojada— Ay, por favor… déjame en paz.—¿Van a quedarse solos? —preguntó desesperada.—¿Y qué? ¿Acaso alguien va a violarme? ¿Van a asaltarnos? Por Dios, madre… vivimos en un búnker.Me refería a que la mansión de mis padres estaba dentro de un condominio de cinco casas. Las otras cuatro eran nuestras, una de cada uno de sus hijos. Éramos tres mujeres y un varón. Mi hermana menor vivía en Utah con su esposo y su nena; y mi hermana mayor –aunque menor que Phil– en una ciudad en la periferia de Asunción con su marido y sus dos hijos. Yo alquilaba la casa que me correspondía, mi madre no quería quedarse sola en un caserón tan grande, y la verdad… no había necesidad de que me mudara. Desde que mi padre murió nos hacíamos compañía.—¿Qué hay de Jamie? —usó su último recurso.Mi bello nene levantó su cabecita y nos miró al escuchar su nombre. Estaba jugando en la alfombra al lado nuestro, rodeado de animales de granja y dinosaurios. Esa era su perdición, ni siquiera los autitos, los trenes o las pelotas le gustaban tanto. A donde íbamos tenía que llevarle su granjita, que no era más que un maletín con forma de establo, que se abría y estaba lleno de cerdos, vacas, caballos y demás. Y por si fuera poco, él había metido a la prehistoria en el paquete.—¿Qué hay con él? —pregunté sin responder.—¿No querrá pasar con su familia? Ver a sus primitos, jugar con ellos…Me reí a carcajadas.—Míralo, mami —las dos lo hicimos, mi niño sonrió mostrando sus pequeños dientecitos—. Tiene poco más de un año… ¿crees que lo recordará en unos meses?Volteé y di por zanjada la conversación metiéndome en la cocina. Era hora de la merienda de mi bello hijo, mi sol… mi vida entera.Pero no conté con la astucia de mi familia.Yo podía negarme, pero ellos tenían un as en la manga que no preví.—Tiíííííta, quiero verteeeeee —lloriqueó Paloma desde el monitor de la laptop dos días después, era la hija de Phil, mi otro sol, mi niña… a la que había criado—. Papi y mami dijeron que este año no vamos a ir, que ustedes van a venir para la boda. Y después… —sorbió su nariz y se pasó la remera por su cara llena de lágrimas— me contaron que ni tú ni Jamie vendrán… tíííííííía, nooooo —y lloró desconsoladamente.—Mi princesita hermosa, no llores, mi nena… —mi corazón empezó a latir descontrolado, no podía verla sufrir… ¡y menos por mi causa!—Pero tííííííía, no puedo callarme, quiero que vengas. Desde las vacaciones de verano que no te veo… —se refería a las suyas, en julio— y si no vienes ahora, va a pasar un año entero, tíaaaaaaaaaa.Yo ya estaba a punto de llorar, algo que solo Paloma podía lograr.Y dijo lo que no debía:—Te amo, tiíta… te amo… ven, por favor —y lloró más fuerte—, te extraño muuuuuuucho. Porfi, porfi… porfiiiiii —su preciosa boquita temblaba y su carita estaba llena de lágrimas.—Sí, sí… sí, mi amor… allí estaré mi nena hermosa —respondí desesperada—. Pero deja de llorar, por favor.—¿Lo prometes? —preguntó haciendo un pucherito.—Te lo juro, mi vida —y le hice la señal de la "V" con los dedos sobre mi corazón.Y por fin pude ver de nuevo la preciosa sonrisa de mi niña. Se acercó a la cámara y llenó de besos mi monitor. Solo por verla, solo por abrazarla, y solo por hacerla feliz merecía la pena arriesgarme a ir a California… y volver a verlo…A él… al donador de esperma.¿Qué podría pasar realmente? Nadie, absolutamente nadie sospechaba nada. El nombre del padre de mi hijo era un secreto que toda mi familia deseaba saber, pero que si de mí dependía… moriría conmigo.Él estaría en la boda, con seguridad. Volvió mi desesperación. Suspiré, me costaba respirar solo con pensar en la posibilidad de que ese hombre pudiera enterarse de la verdad. Luego negué con la cabeza… no había forma de que eso ocurriera.Y le había hecho una promesa a Paloma, debía cumplirla.¡Oh, mi niña! La desesperación por perderla me hizo cometer la locura de embarazarme dos años atrás.Todo estaba bien, hasta que mi padre murió y Philippe, mi hermano, tuvo que hacerse cargo de todo. Viajó a los Estados Unidos para enfrentarse en un juicio a un gigante: la Petrolera Vin Holden, con quien mi padre había dejado un contrato firmado y nosotros, sus hijos, no estábamos de acuerdo con algunos términos.La petrolera alquiló nuestras tierras en el Chaco paraguayo con el fin de encontrar el tan preciado crudo que ya escaseaba en las suyas. Pero mi padre no previó temas importantes como el medio ambiente, la fauna, la flora y sobre todo, la vida de los residentes indígenas. Por esas cuestiones Phil fue a pelear.Y allí en California la conoció a ella… Geraldine Vin Holden. Es nuestra vecina en la casa de verano que tiene mi familia en Malibú, donde Phil fue a quedarse.Ok. No la soporto, la aborrezco. Nunca me cayó bien, y lo peor de todo es que sé que ama profundamente a mi hermano y a Paloma, a quien trata como si fuera su propia hija, incluso mi niña la llama «mamá». Analicé mucho ese sentimiento y llegué a la conclusión de que no podía odiar a mi hermano, a él lo amo a pesar de que peleamos como perro y gato, así que la culpé a ella, era más fácil.¿Cómo no iba a hacerlo? Con esa mujer empezaron todos mis problemas. El idiota de Phil luego de más de cuatro años de viudez volvió a enamorarse, tuvieron muchos conflictos, incluso llegué a pensar que no volvería con ella, que era demasiado el abismo que los separaba. Pero lo hizo cuando descubrió que el hijo que Geral esperaba era de él. En ese tira y afloje entre los dos, en el cuál no decidían qué iban a hacer o dónde iban a vivir, seguí haciendo de madre sustituta de mi sobrina y ahijada. Pero sabía que tarde o temprano me la quitarían. Geraldine era demasiado famosa, cosmopolita y sofisticada como para marchitarse viviendo en Asunción… una ciudad perdida en el corazón de Sudamérica.Phil fue tras ella y con él… mi niña.Pero ya estaba embarazada cuando eso ocurrió.A veces me pongo a pensar en la locura que cometí y dudo seriamente si lo volvería a hacer, pero no me arrepiento… ¡NO! Tuve a mi niño… y era todo lo que siempre quise, era mi vida entera.Un mes después de que ellos se fueran nació Jamie Maurice Logiudice Girardon –lleva mis dos apellidos, por supuesto–, se adelantó porque tuve complicaciones, más específicamente: placenta previa. A las 36 semanas esa conexión vital entre el bebé y la madre me cubría completamente la abertura del útero y tuve un sangrado intenso, repentino e indoloro. Gracias a la intervención de mi madre, me practicaron una cesárea inmediata y nos salvaron, a mi bebé y a mí. Jamie apenas necesitó una semana de incubadora por precaución, estaba en perfecto estado y pesaba más de 2 kilos.Maurice también se llama el hijo de Phil y Geral: Maurice Alexander Logiudice Vin Holden. Me ganaron de mano. De la misma forma que ellos quise recordar a mi padre incluyendo su nombre en el de mi bebé, así que lo dejé en segundo lugar, como un homenaje a un hombre maravilloso.¡Lo extrañaba tanto! Aún ahora, a más dos años y medio de su muerte puedo sentir su aroma. A veces entro al que fue su despacho en casa y me siento en el sillón gerencial de su escritorio, como si todavía lo hiciera en su regazo y él me abrazara… puedo estar horas enteras sentada en posición fetal en ese lugar, añorándolo.Mi padre fue el único hombre en este mundo que nunca me defraudó.Al final me dejó sola también, como todos… pero de eso no puedo culparlo. Si alguien tiene la culpa ese fue August Vin Holden, el padre de Geraldine. El mío sufría del corazón, y tratar con un auténtico coloso como lo es la petrolera fue más de lo que su frágil órgano pudo soportar. Él fue el responsable, sin duda alguna, menos mal que también estaba muerto.Nadie culpaba a Geraldine, por supuesto que no… ¡mi familia era tan altruista! Ella era solo la hija, y se suponía que tampoco se llevaba muy bien con su padre. Al menos, esos son los cuentos que Phil nos hizo creer.¡Oh, mierda! De vuelta me estaba haciendo la paja mental con historias pasadas. Mi terapeuta me lo recalcaba cada vez que iba: deja de aferrarte al pasado, vive el presente y no pienses en el futuro. El hoy es lo importante, escarbar el ayer solo sirve para abrir viejas heridas que envenenan.¡Hoy, hoy, hoy! Era demasiado terca para hacerle caso.Y estacioné mi vehículo en el lugar asignado para mí en la oficina. Porque si bien solo tenía que pensar en el «hoy», había muchas cosas que debía organizar para que en el «mañana» la oficina siguiera funcionando sin nosotros cuando viajáramos.«Nosotros» éramos mi hermana Karen, Aníbal Ferros y yo.Aníbal era el mejor amigo de Phil, y el gerente general de nuestra Agro-ganadera. Él se hizo cargo de todas las responsabilidades de mi hermano cuando decidió ir a vivir a los Estados Unidos. Además, eran socios en un emprendimiento paralelo, algo relativo a hojas de moringa, qué se yo, nunca indagué demasiado. Lo que sí sé es que Phil ahora se dedica a la importación, con sede en Malibú distribuye nuestros productos y materias primas a todos los Estados Unidos.Los tres nos vamos a California para su casamiento, así como mi madre, el marido de Karen, sus dos hijos y Jamie. La oficina queda abierta, pero solo para recibir pedidos que serán procesados a nuestra vuelta. Se supone que estaremos 10 días fuera, desde el 23 de diciembre hasta el 2 de enero. Nada se mueve demasiado en época de fiestas de todas formas.Ya solo faltaban 15 días…Mi corazón volvió a latir con ímpetu.
*****
Malibú, CaliforniaDiciembre, 15 días después…
Jared
—¡¿Dónde está mi pequeña noviaaaa?! —pregunté gritando.Acababa de llegar a California y desde la terraza de mi casa en Malibú podía ver una parte de la de Geraldine y Phil –mis vecinos y amigos– y su piscina. Pero no veía a Paloma, su hija, seguro estaría jugando en la galería. Volví a llamarla mientras caminaba hacia la escalera que bajaba a la playa.—¡¡¡Tío Jared!!! —gritó mi princesa y la vi corriendo al costado de la pileta seguida por un desesperado guardaespaldas como si fuera su niñero.Geraldine salió riendo de la casa.—¡Déjala, Bruno! —le ordenó— Jared la traerá.Y mi bella princesa bajó corriendo las escaleras de su casa en el mismo momento en el que yo descendía de la mía. Nos encontramos en la playa a mitad de camino. Paloma me saltó encima a horcajadas y me abrazó fuerte, como si no me hubiera visto en años, y solo fueron dos semanas. La llené de besos en la mejilla y el cuello.—Te extrañé mucho, tío… muuuuucho —aseguró sin soltarme.Ya estaba subiendo de nuevo las escaleras de su casa con ella a cuestas contándome sus novedades cuando vi a Geraldine esperándome en la galería sonriendo y con las manos en la cintura. Pasé al lado del mastodonte y carísimo niñero con cara de pocos amigos, lo saludé con la cabeza y seguí caminando para encontrarme con mi adorada amiga.—Hola, mi pelirroja —la saludé con un beso tomándola de la cintura con una mano y elevándola del piso—. Estás tan bella como siempre.—Y tú tan zalamero —respondió riendo y abrazándome también.—Mami, tío Jared vino para la boda —anunció Paloma.—Por supuesto —le aseguré—, soy el hombre que entregará a tu mami en el altar —hice como que lo estuviera pensando—. Mmmm, creo que analizaré bien esa situación. No sé si tu papi se merece a esta hermosa mujer.—¡Claro que se la merece! —protestó la niña— Mi papilindo es el mejor.—¿No era yo el mejor? ¿Ehhhh? —y empecé a hacerle cosquillas.—¡Basta, tío, bastaaaaaa! —gritaba riendo a carcajadas.—Bueno, dejen de hacer payasadas —dijo Geraldine riendo y llamó a la empleada—. ¡Consuelo! ¿Nos traes café y masitas dulces, por favor? Y dile a Lina que es la hora de merendar de los chicos. Siéntate, cariño —me pidió.—Mmmm, tengo un regalito para mi noviecita por su cumpleaños —dije misterioso, hacía unos días había cumplido 7 años. Paloma abrió los ojos como platos, sentada en mi regazo—. Lo tengo puesto… ¿lo ves? —y abrí los brazos en posición histriónica.Mi dulce niña empezó a revisar mi cuello, mis brazos, los pendientes de mis orejas, cualquier cosa. Pero no encontró nada nuevo. Geraldine sonreía divertida. Entonces llevé mi mano a la cabeza y me saqué el gorro con visera que llevaba y se lo puse a ella.—Ahhhh… ¡gracias tíoooo! —y me abrazó.¡Oh, mi niña hermosa! Era tan demostrativa y agradecida.—Pero míralo, princesa —le pedí. Se lo sacó, lo observó. Sonrió. No entendió—. ¿Sabes de quiénes son estos autógrafos? —le pregunté.—Ohhh… ¡NOOOOOOOO! —se bajó de mi regazo y empezó a saltar en círculos—. Tío, tío… no me digas, no lo digas, me desmaaaaayo —hizo una actuación digna de Hollywood—. ¡¿De Miley y Justin?!Vi que mi amiga frunció el ceño. Esos dos jóvenes cantantes no eran el mejor ejemplo que ella deseaba para su niña, y aunque no era su madre biológica, la sentía como si fuera suya. Al final terminamos los dos riendo a carcajadas de las payasadas de Paloma. Empezó a correr por todos lados mostrándole su gorro al guardaespaldas, la mucama, la niñera y terminó subiendo las escaleras para ir a enseñárselo a su papá que estaba en la planta alta.—¿Y tú cómo estás futura señora Logiudice? —pregunté riendo.—Estupendamente bien, esperando a toda la familia que viene desde Paraguay, llegan esta noche. Y mañana también llega la otra hermana de Phil, Alice, con su familia desde Utah… ya ves. Hogar lleno.—¿Necesitas espacio? Mi casa está vacía, pelirroja.—No, claro que no… la casa de Phil está a 200 metros, y tiene 4 dormitorios. La familia Logiudice completa se quedará allí, menos Aníbal, a él le preparamos el cuarto de huéspedes aquí.—Ahhh, pero yo quiero hospedar a la Luciérnaga en mi casa… será un placer —dije bromeando pícaramente refiriéndome a Lucía, la hermana de Phil.—¿Quieres ser asesinado mientras duermes? —preguntó con sorna— Y no la llames así, es muy capaz de escupirte.Ambos reímos a carcajadas.A pesar de lo hermosa que era, los dos sabíamos que esa mujer no tenía el carácter más dulce del mundo, por lo menos con nosotros. A Geraldine apenas le dirigía la palabra, y a mí… bueno, no entiendo qué pasó con nosotros dos años atrás cuando la conocí. Un día fue todo fuego y pasión, y dos días después cuando se enteró quién era yo… por poco me ahoga en la pileta.¡Quién entendía a las mujeres!En ese momento llegó corriendo el más pequeñín de la familia, seguido por una muy cansada niñera, que realmente había que levantar un monumento en su nombre, Maurice era dinamita pura.—Tiotare, tiotareee —era una extraña forma de decir «tío Jared»— ¡Upa! —me pidió prendiéndose de mi pierna.Lo levanté riendo. Era un regordete bebé de poco más que un año y medio, idéntico a su papá, imposible negar su paternidad.—¡Hola campeón! —y le mostré mi mano. Él me chocó las cinco.—¿Degalo? —preguntó con su inocente vocecita.Geraldine me miró riendo, como diciéndome: «no puedes hacer diferencias, le traes regalo a uno, debes traerle a los dos».Pero yo había venido preparado. Metí la mano en los bolsillos de mis pantalones y saqué dos gomas de mascar. Mi amiga frunció el ceño. Desenvolví una, Maurice me miraba feliz, creyendo que le daría el dulce a él. Pero no… lo metí en mi boca. El hermoso bebé hizo pucherito.—Mami no quiere que te dé goma de mascar, así que pásame tu manito —le dije. Me la dio. Puse el envoltorio sobre el dorso y la rasqué con mis uñas mientras él observaba atento y con la boca abierta— ¡TAAA TAAAAAAAN! —grité sacando el papel—. ¡Un tatuaje igual que el de tío! —me vanaglorié.—¡Ahhhh, shiiiiii… oto, otooooo! —y me pasó su otra manito.Cuando le hice el otro tatuaje corrió emocionado a mostrárselo a su papá.Nos quedamos solos, Geraldine se apoyó en mi costado y me abrazó, poniendo su cabeza en mi hombro. La besé en la frente.—Te adoran —me dijo.—Y yo a ellos —respondí suspirando. Luego cambié de tema—: ¿Sabes que Caroline llega mañana? Viene para tu boda.—¡Qué bueno! Amo a tu madre —aceptó emocionada.—Y ella a ti… dice que como la tuya no estará contigo en tu casamiento, ella vendrá que hacer ese papel.—Nadie mejor para el puesto —respondió emocionada—. ¿Van a pasar Nochebuena con nosotros?—No, pelirroja… tenemos otro compromiso.En ese momento llegó Phil, el futuro esposo de mi amiga. Ni se inmutó al vernos abrazados, estaba acostumbrado.—Me los vas a echar a perder, a los dos —se quejó riendo. Tenía a Maurice en brazos y a Paloma de la mano—. ¿Justin y Miley? ¿Tatuajes? ¿Qué será lo siguiente, un piercing? ¿Revistas pornos?Todos reímos.—Hola, hermano —lo saludé.Me levanté y nos abrazamos.—Hola y chau —dijo riendo—. Tengo que ir a buscar a mi familia del aeropuerto —y frunció el ceño—. No sé cómo haremos para entrar todos. Bruno llevará tu camioneta —le dijo a Geraldine—, Enzo la mía… en dos entramos apretados, pero ¿y las maletas?Aeropuerto. Avión. Familia de Phil. Hermanas… ¡LUCÍA!—Les acompaño con mi vehículo si quieren —me ofrecí.—¿De verdad? —preguntó Geraldine. Asentí— Entonces sobra lugar… ¡vamos todos! Gracias, cariño.Una tarea fácil. Era capaz de cualquier cosa por ellos.¡Oh, Demonios! Adoraba a esa familia.Y la hermana de Phil… ufff, ese era otro cuento.
Continuará...
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Published on August 31, 2015 06:38

August 29, 2015

Cántame... una canción de amor (Prólogo)

Empieza la cuenta regresiva para la novela "CÁNTAME... una canción de amor" (Libro independiente, secuela de la serie Santuario de Colores). Durante un tiempo y hasta que se publique iré subiendo aquí los primeros capítulos. Espero que lo disfruten. ¡Saludos amig@s!


UNA CANCIÓN RETRO
Ella...
Miré fijamente al hombre moreno que acababa de invitarme un trago.—Le agradezco mucho, pero ya tengo uno —me negué y volteé en la silla giratoria del bar. Le di la espalda a propósito, para que no siguiera hablándome y tomé un trago de mi copa de champagne.Reconocería al hombre correcto apenas lo viera, igual que la vez anterior.Me alisé mi falda negra de seda y descrucé mis piernas para volver a cruzarlas cambiando de extremidad. El tajo que tenía a un costado se abrió y dejó a la vista uno de mis muslos, no hice amague alguno de taparme. Agité mi cabello castaño rojizo corto, desflecado y lleno de rizos, lo acomodé con mis manos y sorbí otro poco de mi burbujeante bebida.Esperaba que a los ojos de los hombres en este bar les pareciera tan chispeante como el champagne que estaba bebiendo. En lo personal me sentía muerta por dentro, pero había descubierto con asombro que podía ser una gran actriz.Miré alrededor y me felicité por la elección del lugar. El bar tenía un ambiente íntimo, música suave, luces tenues, era muy elegante y además… la mayoría de sus clientes eran huéspedes del hotel, extranjeros que estaban de paso. Y eso era exactamente lo que había venido a buscar.Mis ojos se cruzaron en ese momento con los de un hombre que acababa de entrar impecablemente vestido. Mi corazón empezó a latir de prisa, él me sostuvo la mirada y sonrió, entorné los ojos y amagué una sonrisa. A primera vista me gustó… parecía ser un buen candidato. Alto, de piel blanca, ojos claros y cabello negro. No podía ver bien su físico pero se notaba delgado debajo del costoso traje a medida.Pero una mujer apareció detrás de él y puso una mano de uñas perfectas sobre su hombro, él le sonrió también y avanzaron hacia una mesa.¡Mierda! Estaba acompañado. La búsqueda continuaba…Ya era casi medianoche y no me había topado todavía con mi candidato perfecto. ¿Qué tan difícil podía ser encontrar un semental?Un grupo ruidoso entró en ese momento al bar riendo y hablando un inglés muy cerrado. Ni siquiera les presté atención porque estaban vestidos de cuero, llenos de piercings y tatuajes. No eran en absoluto mi estilo.Una hora después ya me sentía desanimada. Había rechazado la invitación de media docena de hombres mientras acababa mi tercer trago. Suspiré.—Señorita, esto le envía un caballero —dijo el camarero— y puso otra copa de champagne frente a mí.—¿Qué caballero? —pregunté, para ver si tenía que declinar.—No quiso identificarse —y se fue.¿Quién podía ser tan estúpido como para invitar algo por nada? Me encogí de hombros y le di un sorbo ya que no podía devolverlo.—Menos mal, temía que a mí también me rechazaras —susurró un hombre en mi espalda—. Dime que hablas inglés, por favor.Me gustó su voz aterciopelada, y también su estilo. Aun sin verlo, supuse que sería alguien interesante. Porque se tomó el tiempo para crear una estrategia que le resultara por encima de los demás. Como un depredador, analizó a su presa y actuó en consecuencia. Rogué en mi interior porque fuera lo que buscaba en el aspecto físico.—Como una nativa americana —respondí en inglés e intenté voltear.No me lo permitió. Se pegó a mi espalda y me sostuvo con ambas manos en mis brazos y su mejilla en la mía. Noté su pecho amplio y su estómago plano.—Soy Jared —dijo.—Candy —susurré.—¿Bromeas? —sentí que rio.—Sí —acepté.—¿Sí bromeas o sí te llamas Candy? —indagó divertido.—¿Importa?—No, la verdad… no. ¿Qué hace una mujer tan bella como tú sola en una noche de jueves? —preguntó e hizo a un lado mi cabello para que sus labios tocaran mi oído cuando me hablara.—Quizás lo mismo que tú —respondí estremeciéndome ante su respiración cálida en mi cuello—. Déjame verte porque esto ya no es gracioso.—Claro, pero antes te diré lo que estoy buscando. Si coincidimos, dejaré que me mires para que puedas tomar una decisión. Si no, me iré de la misma forma que vine.—Bien —asentí.—Quiero una compañía cálida y apasionada en mi cama esta noche —murmuró.—Yo también —mentí sin tapujos. La realidad era que solo quería follar.—Maravilloso. Te llamaré… Hetera.—No soy una cortesana —le aclaré recordando que ese era el nombre que recibían en la antigua Grecia.Volteó el taburete. Aspiré una gran bocanada de aire. Nos miramos fijamente.—Serás la mía esta noche —su seguridad era alarmante—. Respira.Solté el aire.Por fuera parecía seria y fría, por dentro estaba a punto de desmayarme.Él sonreía, se notaba que a pesar de sus 30 años y algo más tenía mucho mundo recorrido. Dejó que lo mirara a placer. Sus ojos pardos eran preciosos, pícaros y entornados. Tenía el cabello largo y rizado, por el hombro.No era en absoluto mi estilo de hombre, jamás me hubiera fijado en él si no hubiera hecho toda esta comedia. Pero era guapo… muy guapo, y me gustaba su confianza, su personalidad desenfadada y su actitud traviesa. Al fin y al cabo, era eso lo que buscaba, sin importar que llevara pantalones de cuero o tatuajes.—¿Vamos? —preguntó ofreciéndome su mano, muy seguro de sí mismo.Se la tomé.
Él…
Me llamó la atención desde el instante mismo en el que entré al bar.Ella dio una rápida ojeada a mi grupo y nos descartó sin pensarlo dos veces. Estaba de cacería, se notaba. Yo sabía de lenguaje corporal y todo en esa mujer indicaba acecho, búsqueda y captura de una presa. La forma en la que cruzaba sus piernas o ladeaba su cabeza mostrando su hermoso cuello de cisne.Era bellísima.Lo que más me atrajo solo al verla fue su piel olivácea en contraste con sus increíbles ojos verdes claros, casi transparentes.Y su estilo. Sin lugar a duda era una mujer fina.No acostumbraba a ir a la caza, soy un cantante famoso y las mujeres normalmente se me regalan. En este mismo momento hay un puñado de ellas gritando por mí fuera del hotel. Pero no había nada que me gustara más que convertir a una princesa en una puta en la cama. Y esa mujer lo era… de la realeza, etérea, magnífica. ¿Cómo sería observarla perder la compostura y contonearse de pasión con las piernas abiertas para mí?Mi mejor amigo reaccionó dentro de mis pantalones de cuero ante la idea.Suspiré y reí ante una de las tonterías que los muchachos de mi grupo estaban diciendo. Habíamos salido con los organizadores de nuestro evento en Paraguay, una cena aburrida, como todas las de ese tipo.Hacía un mes que estábamos de gira sudamericana, ya estaba harto de ver siempre las mismas caras de mis compañeros de viaje. Tenía "mal de barco", sin duda alguna. El equipo técnico ya estaba descansando porque debían organizar el concierto del día siguiente, pero nosotros los artistas no necesitábamos despertar tan temprano… así que decidimos tomar un último trago en el bar.Todos buscando lo mismo, una compañía cálida para pasar la noche.Ya había identificado a la mía.Vi que uno tras otro varios candidatos fueron rechazados. Eso hizo que me quedara en el molde, analizando la situación… ¿cómo conseguir a la princesa sin sufrir un humillante repudio?No fue difícil, solo una cuestión de estrategia bien planeada.Primero la seduje con la incógnita de una copa de champagne, luego con mi voz en su oído, un ligero toque a sus brazos. Todo sin que pudiera verme. Cuando por fin nuestros ojos se encontraron, no tenía duda alguna de su capitulación.Le ofrecí mi mano, no tuvo recelo alguno en tomarla.—¿Vamos? —pregunté.Y se bajó del taburete mirándome con los ojos entornados, esos increíbles ojos de gata… que me hechizaron.

Continuará...
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Published on August 29, 2015 14:04

July 11, 2015

EXTRACTOS de Cántame... una canción de amor

UN REGALITO...algunos extractos de mi nueva novela que estuve subiendo en Facebook ;-)Clic a las imágenes para verlas más grandes








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Published on July 11, 2015 10:01

January 19, 2015

SORTEO DÍA DE LOS ENAMORADOS

Y por la publicación de "PÍNTAME"
(Santuario de colores #2) en nED:http://www.nuevaeditoradigital.com/#!grace-lloper/c1442

Prepárate... el 14 de febrero se sortearán 4 (cuatro) ejemplares digitales de los siguientes libros:
* Dibújame (Santuario de colores #1) o
* Píntame (Santuario de colores #2)
Si ya leíste ambos, no importa... puedes elegir cualquiera de los 11 libros anteriormente publicados de Grace Lloper. Míralos aquí:
http://www.nuevaeditoradigital.com/#!grace-lloper/c1442

REGLAS:
1* Compartir la publicación de este sorteo en tu muro o en algún grupo de lectura desde la misma página "Los libros de Grace Lloper" (para poder verificar)...
2* Escribir "Participo" en este post.
3* Darle me gusta a estas dos páginas:
https://www.facebook.com/LosLibrosDeGraceLloper
https://www.facebook.com/editoradigital

Y si quieres seguirme aquí en mi blog, no me enojo ;-)

Es sencillo, con esto... ¡Ya estarás participando!
Se anunciarán los ganadores el 14 de febrero de 2.105 (Día de los enamorados) en esta página, el sorteo se realizará por medio de https://www.randompicker.com/ entre todos los que cumplan los requisitos.

¿Se lo van a perder?¡Suerte, amig@s!
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Published on January 19, 2015 13:33

Píntame (Santuario de colores #2)

LINKS DE COMPRA:http://www.nuevaeditoradigital.com/#!grace-lloper/c1442En breve también en:
http://www.amazon.com/dp/B00K61QMLY
(Y en todos los demás Amazon, en e-Book y en papel)
(En Createspace en papel)(Próximamente -sin fecha- en Smashwords, Barnes&Nobles e iTunes)
SINOPSIS:Soy Phil Girardon. Un redomado imbécil, lo sé. En realidad mi nombre completo es Philippe Logiudice Girardon. Nací, me crie y viví toda mi vida en una pequeña ciudad de Latinoamérica que pocos conocen. Adoro mi país: Paraguay. No hay un mejor lugar en el mundo para vivir.
Las complicaciones de la vida me llevaron a tener que ocuparme de negocios que odiaba, pero por las personas que amaba tuve que hacerlo. Mi madre y mis hermanas me necesitaban, me había convertido en la cabeza de mi familia, y eso estaba resultando un hueso duro de roer para mí.
Conocí a Geraldine Vin Holden en Malibú una tarde, de pura casualidad, y mi mundo entero volteó de repente. Además de hermosa, rica, famosa y con una personalidad explosiva y envolvente, era la hija del hombre a quien yo me tenía que enfrentar.
Ajena totalmente a mi identidad, me propuso una locura, la acepté. Deseaba estar cerca de modo a obtener información de primera mano sobre su padre y sus intenciones. Pero la verdad, me salió el tiro por la culata, resultó que ella odiaba a su progenitor tanto como yo.
Y ahora ya era tarde… ¿qué podía decirle? ¿Te mentí pero estoy loco por ti? No quiero perderla, pero no tengo idea de cómo resolveré el lio en el que yo mismo me he metido.
¿Lo intentamos juntos?
RESEÑA DE LA EDITORA:Por Bea Sylva.
Conozco a Grace desde sus primeros libros, he leído sus manuscritos y los hemos conversado supongo que podría decir que he sido parte de sus ingentes progresos en cuanto a maduración de su labor como escritora. En cada uno de ellos se ha ido superando a sí misma en una progresión geométrica que supongo no se detendrá con Píntame y eso me llena de orgullo, porque la quiero, es mi amiga y porque además tengo el honor de ser una de sus más fervientes lectoras y crítica.
Píntame es la segunda parte de Dibújame, y ya saben lo que dicen de las segundas partes. Bueno, siempre hay honrosas excepciones y Píntame es tan buena como la primera, diferente, muy diferente pero buena. Si en Dibújame lo sensorial era parte de la trama, en Píntame su eje se corre y se convierte en una novela de silencios. Supongo que quien haya leído a Dibújame lo que menos imagina es que Phil y Geraldine pueden estar callados en algún momento, pero así es. Píntame trata sobre el amor, no la pasión desbocada y desbordante del deslumbramiento, de la lujuria en expresión pura, sino sobre el amor, donde el otro es más importante que satisfacer sus propios deseos.
Contada desde la perspectiva de Phil, nos es difícil acompañar todas las decisiones que toma a partir de una sola consigna: Geraldine es la mujer que ama y por ella hará todo, y ese todo es aceptar que no siempre hablar es la mejor opción. Por eso la llamo la novela de silencios, aunque Phil y Geral se desvelen por revelarse todo. Lo que no se dice es lo que construye la novela, lo que no quiere decirse, lo que lastimará, lo que implicará una vuelta atrás, lo que puede significar el más mínimo atisbo de romper la frágil relación que los une, se callará, hasta que ese silencio se desborde por sí mismo. El amor es un acto de mutuo conocimiento, y se construye en la confianza y la aceptación de lo que somos, desnudos; esa misma desnudez que la desenfadada Geral nos mostraba en plenitud en Dibújame es la que ahora no quiere mostrar, quizás porque si lo hace deba aceptar que construir el amor es mostrarse tan íntimamente que no hay modo alguno, como la desnudez de esconder lo que realmente se es, ni de recibir sin ninguna protección las heridas que ese mismo amor trae consigo, ya saben no todo son rosas, hay espinas.
Píntame no se parece en nada a Dibújame, y eso es increíble. Phil está desesperado por recuperar su propia vida a través de Geral y ella desesperada por entender por qué ya no es la misma, y que el hombre que la volvió loca de pasión tampoco es el hombre que ella imaginó. Qué difícil será para ambos iniciar lo que no pudieron en Dibújame: conocerse. Y de este arduo camino trata la novela. Un largo viaje de un continente a otro para conocerse, toda una metáfora de viaje, ¿o acaso no es eso la vida? De California a Paraguay; de la riqueza y la vanidad al agobiante calor; del ego al descubrimiento; de la soledad emocional y existencial a la familia; de la desconfianza a su construcción, paso a paso. Todo esto pasa en Píntame. Personajes tan reales como la vida misma, esa adorable y comprensiva madre, Lucía, tan enigmática como dura, Paloma, la preciosa Paloma, la ternura y la inocencia y la sonrisa y en el medio, un personaje que no debería estar ahí, alguien que dio su vida por amor y aún desde el más allá sigue protegiendo lo que ama. No pude dejar de llorar al leer la carta que Vanesa le escribió a Geral. Sí, un toque paranormal, como para no hacer de Píntame algo tan diferente a su Dibújame.
Grace Lloper sabe moverse dentro de una trama compleja y a la vez simple, pero jamás aburrida. Le he dicho personalmente que es la primera vez que leo una novela suya y deseo pasar rápidamente sus escenas de sexo, porque la trama está tan interesante y vibrante que me molesta no poder seguirla. ¡Yo queriendo pasar por altos las escenas de sexo! Inaudito pero supongo que refleja el talento de Grace.
Eso sí, Píntame tiene dos lecturas, una siguiéndola desde Dibújame y otra sola. Espero que los lectores se tomen el trabajo de leerlas en orden, ganan mucho si lo hacen, pero si por casualidad llega a sus manos Píntame antes, no se preocupen la novela las atrapará sin retorno.
Y nos queda Lucía, por Dios, ¿es que acaso ella tendrá su libro? Vamos por más mi querida Grace.
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Published on January 19, 2015 13:21

January 15, 2015

TIPs de "Píntame" (Santuario de colores #2)

¡PÍNTAME (Santuario de colores #2) YA TIENE FECHA DE PUBLICACIÓN! Saldrá a la luz el viernes 16 de enero... en nED mientras tanto les dejaré algunos TIPs importantes de la novela que estuve compartiendo en Facebook en cuenta regresiva. ¿Les gusta la idea? OK... empecemos:
KIT de tereré artesanal recubierto en metal con complicados diseños en relieve que simulan un encaje llamado ñandutí. Será un regalo de "alguien" para "alguien", cuando lleguen a esa parte y lo lean, ya sabrán de qué se trata y cómo luce el regalo...
Ya conocíamos a Geral y a Phil, pero... ¿y a la princesa Paloma? Aquí está... ¿no es bella?
¿Por qué solo conocer a los personajes principales? Hay algunos secundarios que son muy, muy interesantes, y que incluso se prestan para otra historia, ¿no creen? Aquí les presento al desenfadado Jared, la insoportable Lucía y al mujeriego mejor amigo de Phil: Aníbal.
Esta no es solo una travesía de conocimiento personal, sino también un viaje que nos lleva desde la glamorosa Malibú hasta la calurosa ciudad de Asunción... y para que se ubiquen dentro de lo que conocerán en "Píntame" les dejo algunas imágenes que corresponden al Centro histórico, con sus construcciones coloniales.
El viaje que Geraldine y Phil emprenden juntos, no solo los lleva a conocerse más profundamente, sino que también hacen muchos kilómetros en rutas nacionales y extranjeras... ¿quieres un recorrido rápido por la triple frontera? Solo tienes que esperar tres días. Y además de esa travesía también hay otras en esta novela... incluye un poco de Argentina y Uruguay. ¿Te lo perderás?
La mayoría de las veces una imagen vale más que mil palabras, y ese es el caso de las excavaciones que se están haciendo en el Chaco paraguayo. Cuando lleguen a esa parte, ya sabrán cómo es... y bueno, les presento además al villano que lidera ese proyecto, todas odiamos a Jesús Fontaine.
Mucho pasa en San Bernardino, con el gran Lago azul de Yapacaraí como testigo... ¿no es un lugar hermoso? Ya sé, no es Malibú... pero tiene su encanto, ¿no? Geral, Phil y Paloma pasan muchos fines de semanas allí... ¿Les gusta?
Y como último TIP, no menos importante... una música.Es importante que conozcan esta melodía cuando lean "Píntame", porque los transportará en un momento dado a otra dimensión. Háganme caso, escúchenla. 
♪♫ Siempre le tuve miedo a la oscuridadPero me da más miedo no verte másEntiendo que todo cumple un ciclopero mi corazón… tal vez necesite un tiempo más.
♪♫ Te prometo mañana dejarte irTe daré un beso y te dejaré partirPero no quiero estar solo en esta nocheTe pido un favor… necesito que duermas conmigo hoy.Necesito que duermas conmigo hoy.
♪♫ Sé que al despertar nada será igualY que cuando te vayas no volverásPor eso quiero verte dormir a mi lado por última vezY quién sabe qué traerá después…
♪♫ Te prometo mañana dejarte irTe daré un beso y te dejaré partirPero no quiero estar solo en esta nocheTe pido un favor… necesito que duermas conmigo hoy.Necesito que duermas conmigo hoy.
♪♫ Quiero recordarte para siempre, síY con tus ojitos cerrados soñaréDespierto contigo a mi ladoque esta noche… nunca tenga fin.
♪♫ Te prometo mañana dejarte irTe daré un beso y te dejaré partirPero no quiero estar solo en esta nocheTe pido un favor… necesito que duermas conmigo hoy.Necesito que duermas conmigo hoy.Necesito que duermas conmigo hoy.
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Published on January 15, 2015 05:26