Raúl Portero's Blog, page 7

December 6, 2012

Así que estos días son los días en que todo cambia un poc...

Así que estos días son los días en que todo cambia un poco. Escasamente soy consciente de que algo está a punto de cambiar, nunca lo he tenido tan claro como hasta ahora. No lo digo por decir: dentro de dos meses ya no viviré en España, al menos por un tiempo, y cuando vuelva, si es que vuelvo, ya no seré el mismo. Y está bien claro que si finalmente me quedo fuera, realmente tampoco seré la misma persona que llegó con dos maletas llenas de ropa de abrigo, un ordenador portátil y un Kindle.

No buscaré que alguien me prometa que en el fondo todo lo que quiero es verte amanecer, como dice la canción. Porque no es verdad. Como yo, siempre buscamos algo más. También es verdad que quien buscar el hogar en un espacio físico está condenado al fracaso. Así que veremos qué pasa al final.

Mientras tanto, estoy teniendo la oportunidad de volver a estar largo tiempo con mis amigos. Y de ir a sitios a los que apenas podía ir por falta de tiempo. Como el Federal en Barcelona, que descubrí apenas hace un año y en el que se han escrito casi del tirón varios capítulos de Reykjavík Línea 11. He vuelto a pasear por los soportales escondidos del Borne y entre sus desordenadas calles. Normalmente siempre me quedo en el Raval, que lo tengo más a mano y que lo conozco mejor, aunque si lo pienso la penúltima vez que pasé frente al Macba o que me detuve a mirarlo fue hace bastante.

El Raval, mi querido Raval de Barcelona, es un poco James. Y lo digo porque es por donde siempre paseábamos. Incluso le vi fumar a veces, y eso que él casi no fumaba nunca y además fumaba una marca rarísima. Creo que nunca fuimos juntos a La Central porque, claro, para qué iban a ir dos escritores a mirar libros juntos si no era para buscarse a ellos mismos entre las estanterías, pero lo cierto es que yo nunca le devolví un par de libros que me dejó. Que el barrio me recuerde a él no es que venga a cuento porque sí, sino porque creo que hay ciertos lugares donde siempre me acuerdo de él al pasar. Porque ahí era dónde tanto nos gustaba tomar el café, porque ahí era dónde quedábamos para dar un paseo, porque ese día también vino mi hermano con nosotros.

Es como La Paloma, que además de ir unida a una persona, Anto, también va unida a una época. Fue en la etapa inminentemente anterior a que echara el cierre y Anto y yo fuimos por primera vez porque queríamos verla por dentro. Con lo que no contábamos era con la música tan buena que se ponía allí dentro. Algunas veces ella me venía a buscar al trabajo y bajábamos hasta allí solo para beber una cerveza y sentarnos en la planta de arriba para ver a la gente bailar. Después la cerraron y qué quieres que te diga, pero Barcelona no ha sido la misma desde entonces.

Josep y María, de la librería Antinous -que no está en el Raval, está en el Gótico-, me dijeron el otro día que les daba pena que me fuera. Tampoco me voy al fin del mundo ni me voy para siempre. Y ellos están más que invitados a venir a verme.

La foto, por cierto, me la hizo Juanma en Islandia.
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Published on December 06, 2012 16:58

November 30, 2012

Tengo un sueño recurrente que ocurre en un país con nombr...

Tengo un sueño recurrente que ocurre en un país con nombre, pero que cuando despierto nunca recuerdo. Es un país plagado de rascacielos, con una gran avenida. Se parece a Japón. Incluso diría que es un país asiático aunque al mismo tiempo como está rodeado de desierto podría estar situado en el oriente próximo. Sea como sea, si sigo una avenida y un camino de tierra llego a otro país. Están pegados como Terrassa de Barcelona. Y desde allí se ven unas vistas increíbles del mar y de los edificios. Un vez soñé que iba solo de excursión. Otra, que llevaba a mis padres. Otra, que se convertía en mi pequeño país secreto y allí me escapaba cuando necesitaba encontrarme a mí mismo. Anoche volví al país a visitar a amigos, con mis amigos, y nos perdíamos por uno de sus barrios. En el otro país, el grande, nos alojábamos en el Hyatt. Tenían un buen desayuno.
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Published on November 30, 2012 16:50

November 26, 2012

Conozco a Marina desde hace un tiempo y puedo decir que e...


Conozco a Marina desde hace un tiempo y puedo decir que es una guía estupenda por las mejores tascas de Madrid -irse a tapear con ella es un lujo y un placer-, pero no había leído nada de ella a pesar de lo sugerente del título de su recopilación de relatos: La vida después, publicada por Baile Del Sol en 2009. Seguía, en cambio, su blog con la intermitencia con que sigo las redes sociales.
La clave está en Turgueniev, su primera novela, no ha dejado de sorprenderme de principio a fin. En primer lugar por el encantador pulso narrativo de Marina, tan acertado, tan terrible -entendiendo "terrible" no como algo malo, sino de mayúsculo, bárbaro- en su preciosidad, en su precisión. En segundo lugar, hay ciertos pasajes tan oscuros que en nada me hacían identificar a la Marina-persona con lo que estaba leyendo, y eso es algo que agradezco muchísimo: porque de pronto no estaba leyendo "el libro de Marina", sino "La clave está en Turgueniev". A mí no me gusta encontrar a los autores dentro de sus novelas, ya que un escritor es, en el fondo, un mentiroso. Lo mismo que un actor. Ellos mienten delante de la pantalla y nosotros, los escritores, mentimos frente la página en blanco. En ese sentido, Marina ha hecho “una interpretación” magnífica. Pero no se ha quedado ahí: Marina está dispuesta ir mucho más allá: La clave está en Turgueniev es, además de una novela policíaca, una novela sobre la tristeza, sobre (quizá) cómo el paso del tiempo nos vuelve desconocidos frente a los demás e incluso para uno mismo. Sobre los secretos y el dolor, los que se ven a simple vista y los que se esconden en lo más profundo del alma. Es una novela sobre Madrid, gran personaje de la novela gracias al paseo que sus dos protagonistas realizan para enhebrar la historia donde realidad y ficción se confunden hasta dejarnos a nosotros, el lector, aturdidos y revueltos. Y entonces sabemos que la novela de Marina es de esas pocas novelas que se dan de tanto en tanto y que tan difíciles son de definir o de etiquetar dentro de un mismo género porque hay algo, un no sé qué, que se te desencaja dentro mientras lees, y que permanece después de haber acabado la novela como si fuera el resultado de un truco de magia.
Me quedo con ese personaje tan maravilloso que ha creado, Eli, con su radiografía de la cotidianidad con la precisión de un bisturí, con la descripción de ese Madrid lleno de añoranza, la manera tan genial que tiene de describir las atmósferas -¡incluso se puede escuchar el zumbido de los neones del chino del camarero Yi!- que conforman un conjunto, un conjunto que no es otro que todos los matices de ese mismo personaje tan perfectamente construido. 
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Published on November 26, 2012 17:45

November 13, 2012

Hoy he visto una de las mejores películas del año, una pr...

Hoy he visto una de las mejores películas del año, una producción autofinanciada y auto-distribuida -porque el cine independiente en España también es posible- titulada Terrados. Es la historia de un hombre de treinta y tantos que, una vez en paro, es arrastrado involuntariamente a un viaje interior que le hará plantearse algunas cuestiones, sobre todo la cuestión más importantes de todas en cualquier persona: no sólo quién es él, sino qué quiere.



Terrados sería la versión honesta (y fresca) de Los lunes al sol. Una película que sin esconder el discurso, ha conseguido emocionarme en algunos momentos. Ningún plano, ninguno, contiene el peso del irrisorio presupuesto. Una Barcelona vista siempre desde arriba, desde el lugar privilegiado donde se aprecian montañas, ventanas y atenas de televisión es el escenario en el que se mueve el personaje y sus amigos, más que dispuestos a dar lecciones a cualquiera que afronte la película -y la vida- con ciertos prejuicios. Como Nachete, que con apenas dos frases frente a un esnob con dos carreras y un máster es capaz de dejarle sin palabras. La novia obsesionada con mudarse a una casa más grande que, finalmente, termine acusando al parado de vago -algo tan de moda últimamente por el Gobierno-. Aquél que ve como nueve meses de crisis mandan al garete el trabajo de dieciséis años. Están también los escapistas, claro, porque siempre los hay y obviarlos hubiera sido un recurso demasiado manipulador.

Las interpretaciones están bien: los secundarios son de lujo. Todos ellos unos actores desconocidos (al menos para mí) que dan lo mejor de sí mismos en cada segundo de la película. Carla Pérez es muy solvente. Ella sale en una de las mejores películas de Calparsoro: Guerreros (¿alguien ha conseguido olvidar su genial banda sonora por Najwa Nimri?); ha sido una alegría verla de nuevo.

Realmente Terrados, cine social y película generacional, me ha devuelto además las ganas de volver a hacer cine. Esas ganas que se me fueron cuando yo quise hacer mi primera película de un modo muy similar y que se me pasaron más por cabezón que por otra cosa. Espero que Demian Sabini, el director, guionista y productor de la película, nos explique en el DVD los pormenores de la filmación. Ha sido uno de esos casos en que he echado de menos no conocer al director para preguntarle en qué momento se le ocurrió semejante osadía. Sea por lo que sea, me alegra que haya hecho su película.

El mes que viene la podréis ver con Filmin. Yo sé que la alquilaré. Quiero volverla a ver.

Anécdota: uno de los terrados es el de mi amigo Álex. Cuando lo he visto, me ha dando un síncope. No he podido evitar enviarle un güasap.

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Published on November 13, 2012 15:08

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Raúl Portero
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