Raúl Portero's Blog, page 2
September 17, 2016
El otro día recibí un mensaje: <<Solo quiero decirt...
El otro día recibí un mensaje: <<Solo quiero decirte que espero que, si alguna vez tienes la tentación de escribir sobre mí, no lo hagas>>. La gente, mucha gente, piensa que su vida es susceptible de ser novelada o escrita en un guión. Se equivocan. Ni siquiera la mía lo es, y eso que escribo y podría sacar de mi propia vida un montón de cosas. La inspiración siempre la he encontrado en otros lugares. Nunca he necesitado inspirarme en una persona para escribir un libro, o un guión. Lo más gracioso de todo es que la vida de la persona del mensaje en cuestión es una vida bastante gris, pero supongo que estamos en un momento en que hemos empezado a vivir más la vida que tenemos en internet que la vida que tenemos cuando no nos encontramos delante del ordenador. Y da la casualidad de que a mí las redes sociales me aburren muchísimo. Quizá sean ciertos los estudios que determinan que las personas que se pasan todo el día colgando selfies tienen un problema. No me cabe duda. A menudo pensamos que nuestras vidas o nuestras experiencias son únicas pero que, sin embargo, pueden ayudar a los demás que están en una situación parecida pero es mentira: no sirven absolutamente de nada. Por mi parte estoy cansado de todo ese narcisismo, de toda ese querer llamar la atención. "No escribas sobre mi vida". No pensaba hacerlo. Hay vidas a mi alrededor muchísimo más interesantes, y ninguna de ellas las usé para ganar un premio literario o levantar dos películas (Grímsey, que ya está rodada, y la adaptación de mi primera novela, que ya está escrita para la productora que compró los derechos). Resulta que a mí, como a muchísimos más que no lo dicen, a lo mejor, porque nadie les hace caso o es bastante de Perogrullo, lo que me interesa de las vidas que me parecen interesantes es vivir junto a ellas.
Published on September 17, 2016 17:06
August 7, 2016
Eran las dos de la mañana y no acaba de ser de noche. Est...
Eran las dos de la mañana y no acaba de ser de noche. Estoy en Islandia desde hace un par de días porque hoy empezamos a grabar "Grímsey", una película de bajo presupuesto que se rodará en régimen de cooperativa durante las dos próximas semanas en diversas localizaciones de la isla. Es un guión co-escrito con Richard García, el director del corto Tabulé.Todos hemos puesto dinero para poder hacer esta película, y, por supuesto, de momento no cobramos pero le hemos echado, sobre todo, mucha ilusión. Ha sido un camino largo hasta llegar hasta aquí (y ruinoso).
Volver a lugares a los que ya había estado cuando mi vida la de otra persona, ha sido extraño. La ciudad me ha recibido extrañamente, pero bien. Algunos lugares que me gustaban han cerrado; otros han cambiado de lugar; han abiertos otros; es curioso cómo Reykjavík es capaz de cambiar de piel tan a menudo. La última vez que estuve en la isla mi estado anímico era uno. Ahora, dado de alta desde hace tiempo y después de mucho tiempo trabajando para estar mejor –y asumir que esa persona que eras en el pasado ya no lo serás más–, la percepción que tengo de la ciudad ha cambiado también. Seguiría viviendo en ella (de cabeza, me parece la mejor ciudad del mundo para vivir y estar) pero ha perdido el encanto. Pero supongo que eso ocurre porque el mundo, en general, también lo ha perdido.
"Grímsey" es una historia sobre una búsqueda: aquella que comporta descubrir que hay que irse al lugar donde nos dan cariño, y puede que eso implique ir a buscar una persona. No es una película de amor.
Published on August 07, 2016 03:16
October 21, 2015
Y al festival de cine de Sitges que nos fuimos el fin de ...
Y al festival de cine de Sitges que nos fuimos el fin de semana. Conclusión: tengo unos amigos muy frikis. Y tengo unos amigos con unas ganas de fiesta como los de un veinteañero. Y yo, que ya no soy persona si no duermo seis horas, aún acumulo el cansancio. Con lo que me gustaba a mí cerrar los bares.
Vimos Love, de Gaspar Noé. Que no nos gustó. Un dramón con un par de escenas de sexo que se había vendido como cine porno de arte y ensayo, claro que hay películas que van mucho más lejos sin necesidad de montar un circo alrededor de la cinta en sí misma. El mismo día vimos La cara de un ángel, de Winterbottom, de la que no sabíamos nada excepto que era una película de Winterbottom y que sí que nos gustó y mucho, aunque estábamos muy cansados y a ese director siempre es mejor mirarle despejado. Unos días más tarde vimos Victoria, que no acabamos de entender del todo aunque la película estaba bastante clara. Me cuesta mucho mantener la atención de una película sobrepasados los 90 minutos, y no por influencia televisiva: soy demasiado despistado como para ver una serie de televisión entera, así que no me vale eso de que me he acostumbrado a que me cuenten una historia en 45 minutos. El resto del tiempo lo pasamos en el Montroig comiendo hamburguesas, gofres de chocolate caliente y nada e intentando ligar con el camarero de turno que nunca nos hacía caso excepto cuando consideraba que necesitábamos más café. Yo me quise comprar un par de rarezas en DVD en las paraditas, pero fui a sacar dinero y olvidé la tarjeta en el cajero así que no pude comprármelos. El año que viene quiero ir a Sitges habiendo perdido algunos kilos, que desde que no entreno y me dedico a comer todo lo que se pone por delante he engordado un poco –dejémoslo en poco, no hay que ser cruel con uno mismo–. Quiero ir a la playa y quitarme de encima este blanco nuclear: podría anunciar una marca de lejía.
Eso sí, esta vez no pudimos colarnos en ninguna fiesta.
Published on October 21, 2015 13:47
October 2, 2015
Hace unas semanas me encontré en una tienda de segunda ma...
Hace unas semanas me encontré en una tienda de segunda mano un ejemplar de "La aldea de las viudas" de mi amigo James Cañon. Corrí a comprarlo porque seguro que a James le haría ilusión conservarlo -¡un libro fuera de circuito! ¡revendido! Uno no es un autor publicado del todo hasta que no encuentra uno de sus libros en una tienda de segunda mano– y a mí me encantó la idea de encontrarlo allí, entre tantos libros. La gente los lleva a la tienda y ahí los deja, como a un perro en la cuneta. Yo siempre he pensado que quien se desprende de un libro de esa manera se desprende de una parte de sí mismo sin importarle lo más mínimo. Pero el caso no es lo que yo piense. Es que el libro de James estaba dedicado. ¡Un libro dedicado por el autor, en una tienda de segunda mano, cuyo autor es amigo mío! La gracia de todo es que sé quién ha dejado el libro ahí... porque la dedicatoria estaba a nombre de una persona que conocí... y a la que yo mismo le regalé el libro. La vida tiene círculos muy pequeños, al fin y al cabo. El libro, por cierto, se lo acabé regalando a Antonina. La dedicatoria de James sigue ahí, para qué le vamos a arrancar la página.
Published on October 02, 2015 16:25
September 18, 2015
Llamemos las cosas por su nombre. Hace dos años dejé de e...
Llamemos las cosas por su nombre. Hace dos años dejé de escribir. Hace un año empecé a tratarme un trastorno de ansiedad generalizada. El trastorno de ansiedad generaliza no es sentirse nervioso cuando se acerca la temporada de exámenes o cuando el jefe te aprieta las tuercas en el trabajo. El trastorno de ansiedad generalizada te impide coger el tren, tomarte un café, ir al cine; estás permanentemente preocupado; te sientes cada vez más cansado. Eso en la superfície. Hace un año era una persona que en lo único que pensaba era en tirarse al tren para acabar con todo esto. Siete segundos –como la canción– era el tiempo que tardaría el levantarme del banco, cruzar el andén y terminar debajo del convoy. El día que fui a pedir cita en un especialista fue uno de los días que más vergüenza habré pasado en mi vida, pero afortunadamente gracias a ese día estoy aquí hoy. Supongo.
Llamemos las cosas por su nombre. No hay nada romántico en la depresión. La depresión no es levantarse triste un día que llueve. Un libro no puede salvarte de estar deprimido, ni ahorrarte un dinero en psicólogos. Puede ayudarte a organizar tus pensamientos pero nada más. No hay que darle un valor o una utilidad que no tiene. Es arriesgado e incierto.
Llamamos las cosas por su nombre. Aún no tengo el alta. Pero he hecho un esfuerzo tan grande en cambiar mi vida y en dejar toda esa mierda atrás que merece la pena reabrir de nuevo este sitio y seguir expresándome.
Llamemos las cosas por su nombre. No hay nada romántico en la depresión. La depresión no es levantarse triste un día que llueve. Un libro no puede salvarte de estar deprimido, ni ahorrarte un dinero en psicólogos. Puede ayudarte a organizar tus pensamientos pero nada más. No hay que darle un valor o una utilidad que no tiene. Es arriesgado e incierto.
Llamamos las cosas por su nombre. Aún no tengo el alta. Pero he hecho un esfuerzo tan grande en cambiar mi vida y en dejar toda esa mierda atrás que merece la pena reabrir de nuevo este sitio y seguir expresándome.
Published on September 18, 2015 11:34
August 13, 2014
Definitivamente, lo divertido de los blogs es decir que t...
Definitivamente, lo divertido de los blogs es decir que tienes uno. Mantenerlo, es un rollo.
Published on August 13, 2014 14:22
August 4, 2014
Nunca tuvimos realmente la oportunidad de comprarnos una ...
Nunca tuvimos realmente la oportunidad de comprarnos una casa. Ahora tenemos treinta, treinta y dos, treinta y cuatro años y estamos prácticamente igual que con dieciocho. Claro que por entonces creíamos que las cosas iban a ser diferentes porque no se vislumbraba el horizonte que vendría. Se suponía que íbamos a ser como nuestros padres, que íbamos a encontrar un trabajo siendo jóvenes y que nos íbamos a quedar en él para toda la vida, y que ese trabajo nos iba a permitir pagarnos una vivienda y, por lo tanto, obtener el espacio para empezar a andar por nosotros mismos. Sí, esa cantinela de formar una familia aunque sólo la compongan dos personas. Ahora solemos bromear con qué pasaría si una noche se nos acerca alguien más joven que nosotros (mucho más joven que nosotros) porque cuando teníamos veinte y veíamos al treintañero que nos hacía hervir la sangre, normalmente éste tenía casa propia (o en su defecto una habitación de hotel porque estaba de vacaciones). Pero ahora, ¿qué?El trabajo, la casa, los estudios, la familia, los hijos (para quien los quiera), el coche, todo eso ha sido una mentira. O una burbuja. No sólo de burbujas inmobiliarias se ha nutrido este país. Miren si no la estudiantil. Todo el mundo con dos carreras y sin trabajo y sin embargo estudiando unos másteres carísimos que saben de antemano que no les van a servir de mucho pero ahí están, por si las moscas, no por adquirir una serie de conocimientos que les haga una personas sabias (que también, a veces. En realidad, sólo a unos cuántos). Todo es por lo que nos dijeron antes, lo que nos dijeron sobre el ahora, sobre ahora mismo, sobre este preciso momento en que acabas de pagar el aquiler y las facturas y te quedan 89 euros para pasar el mes. 31 puñeteros días por delante. Seguramente tenías más dinero con dieciocho años. ¿Y para qué tanto esfuerzo? Y sobre todo ¿por qué seguir creyéndose algo que es mentira?Posiblemente habrá que aceptar que no vamos a tener un trabajo fijo en nuestra vida. Eso se acabó, si es que alguno lo tuvo alguna vez. Asimilemos también que jamás vamos a trabajar a jornada completa, ni a cobrar un sueldo digno. La Constitución sólo se modifica para amparar a los bancos que arruinaron –en parte– el país, y no para las cosas realmente importantes. Pero no voy a entrar en este debate, me asusta volverme demasiado radical y acabar siendo de derechas, que es donde acaban muchos de aquellos izquierdistas decepcionados con el sistema y con los gobiernos. Supongo que tendremos que aceptar que el suelo que pisamos (que pisaremos) nunca será sólido, y que hasta aquí hemos llegado. Esto es todo lo que se podía dar, y aún queda que pagar la fiesta que han disfrutado otros. Con treinta, treinta y dos, treinta y cuatro años, pero incluso con veinticinco, veintiocho, se supone que es cuando deberíamos empezar a encauzar nuestra vida. Las consecuencias de no hacerlo las veremos, todos, de aquí a veinte años. No soy creyente pero me encanta decir eso de: que Dios nos coja confesados.La incertidumbre, sí. Ahí viene. Ya está encima.
[Este texto se publicó el 16 de mayo en Hippocampus Erectus]
Published on August 04, 2014 03:44
August 3, 2014
De verdad, esa gente que cuando está por la calle ni te s...
De verdad, esa gente que cuando está por la calle ni te saluda, que no te avisa cuando viene a tu ciudad y se pasa el día entero colgando fotografías con sus amigos –que tú también lo eres, pero no estás de moda–, esa gente que guarda silencio cuando le escribes para quedar porque hace tiempo que no la ves, pero que sin embargo no tarda apenas un minuto en ponerle un "Me gusta" a tus fotos de Instagram o a tus estados de Facebook, de verdad, reitero, puede dejar de seguirme. Es más, pueden olvidarse de mí, por mí como si tragan cianuro. Ocurre que mi vida personal me gusta más que mi vida virtual. De hecho, mi vida virtual casi ni existe –que, por otro lado, es como debe ser, por mucho que a la larga se haya llevado por delante a algunos buenos amigos.Cuando era pequeño, la gente coleccionaba sellos, monedas, postales. Los niños coleccionábamos cromos de equipos de fútbol, de Bola de Drac o de Parque Jurásico, incluso los fascículos de inglés con Big Muzzy, de fantasmas o de dinosaurios. Actualmente hay gente que se dedica a coleccionar personas, o contactos, quizá para sentirse menos vacíos o más queridos. Decía Bryce Echenique que por eso escribía él. Pero, ¿queridos por quién? Por nadie, en realidad. Todo es una ilusión, como dijo David Lynch. Amigos hay pocos, a veces te sobran dedos de una mano para contarlos.
Published on August 03, 2014 11:12
July 31, 2014
Resulta extraño. Lo primero que hice cuando me lo dijeron...
Resulta extraño. Lo primero que hice cuando me lo dijeron fue subir las escaleras a ver si se trataba de una broma, pero no. Habían atropellado al perro. Piqui era una perra de caza, si se alzaba a dos patas era casi tan alta como yo y tenía mucha fuerza, además de una manía: siempre quería perseguir trenes, pero se lo impedíamos. Ayer consiguió soltarse y salió corriendo detrás de uno, y la mató. Lo peor, o lo que me parece peor de todo, es que mi padre estaba delante. Yo pasaré mañana, y todos los días, por el lugar donde la arrollaron. Supongo que subiré la música, cerraré los ojos y apretaré los párpados con fuerza.Resulta extraño. Una devastación interior tan grande por algo tan pequeño como un perro. Al salir de casa, la casa, y también la calle, ya no eran las mismas. Se habían deformado, pero no sé exactamente de qué manera. Se debía, supongo, a que andaba curvado por la calle. Una mañana Piqui cazó un conejo, y no hubo manera de que lo dejara en el bosque. Mi padre tuvo que traerse a la perra del bosque con el conejo en la boca, y cuando llegó a casa nos venía a buscar uno por uno para que viéramos lo que había hecho. Movía el rabo, y se supone que nosotros debíamos de decirle que muy bien mientras le dábamos palmaditas en el lomo y le acariciábamos el hocico. En realidad, lo que quería es que después le diéramos un trozo de jamón. El conejo se lo terminó dando mi padre al vecino. Lo cocinó como quiso, supongo.
Era una perra toca cojones, pero era mi perra. Era la perra que no podía estarse quieta en el sitio, hiperactiva e insolente hasta ponerte de mal humor, pero era mi perra. Era la perra que si te descuidabas te quitaba la comida del plato, pero era mi perra. Era la perra que de pequeña destrozó cinco ejemplares de La vida que soñamos (¿Compartía conmigo la misma opinión por el libro?) pero era mi perra. Era la perra que se tumbaba encima tuyo con sus treinta y cinco kilos cuando tú dormías la siesta en el sofá y te despertada, y la perra que se ponía a lamerte el brazo y te lo cogía con sus patitas para que no lo apartaras, pero era también mi perra.
Y ya no.
Published on July 31, 2014 15:17
July 9, 2014
No se trata de tenerle miedo al futuro. Se trata de ten...
No se trata de tenerle miedo al futuro. Se trata de tener un futuro. Yo, por ejemplo, no lo
tengo, o no veo por dónde puede venir. Amigos míos tienen hechos sus planes, y saben que esos planes llegarán a materializarse tarde o temprano. Siguen estables física, económica y emocionalmente. Un amigo mío dijo que iba a casarse dentro de seis meses y yo no sé si dentro de seis meses podré ir a su boda, porque no tengo dónde caerme muerto ni una fuente de ingresos estables que me permita mirar tan adelante en el tiempo. La ausencia de seguridad es total y a menudo insoportable.
Hace unas semanas, en el programa de Évole, Évole preguntó a unos jóvenes que supuestamente representaban a esa juventud que está por venir y que se supone una muestra de la actual y de sus inquietudes –y que sólo se representaban a sí mismos, porque a mis amigos y a mí nos representaban lo mismo que pudiera haberlo hecho un hombre disfrazado de Mickey Mouse, con todos mis respetos (y de corazón) a quienes participaron en el debate, que a menudo argumentaban con bastante razón lo que decían– qué pensaban de que, por ejemplo, la juventud o el grueso de la juventud tuviera un smart-phone. ¿No era eso, acaso, síntoma irremediable de que estábamos frente a una juventud escapista, consentida, abocada al escapismo, a la vagancia? Lo grave no es eso –uno se acostumbra pronto a los golpes–, lo grave es que realmente a ninguno de los presentes se le ocurriera decir que el problema no era que pudiéramos tener smart-phones o no. Al fin y al cabo, un smart-phone te lo puedes permitir a duras penas. Una casa, no. Es como preguntarle a quien ya se ha comprado una casa por qué no se compra un avión privado, o cualquier otra chorrada que quede fuera del alcance del bolsillo. Tampoco es imprescindible tener un avión privado, o un monovolumen de 50.000 euros en el garaje pero oye, estoy convencido de que da comodidad tenerlo aparcado en casa. Es que si no, no te enteras de los planes, recuerdo que contestó alguien. Pues muy bien. Esa es la juventud hiper titulada y su capacidad argumentística a la que dan voz. A nadie se le ocurrió decir que el problema no es que todo el mundo tuviera un teléfono –como si fuera un crimen– sino que a día de hoy tengamos 30, 32 años y cobremos 300 euros en trabajos de 20 horas. El efecto culpabilización del desfavorecido. Si no cobras más, si no trabajas más, es porque no quieres. Como si uno eligiera cobrar 300 al menos porque sí. La juventud conformista. A nadie se le ocurre pensar que es la juventud que si se conforma con comerse los restos del banquete es porque no le queda otra opción. A todo el mundo le gustaría disfrutar de la fiesta mientras ésta está en auge, y no al revés.
Como le decía Adam Scott a Heather Donahue en Seven and a match: <<No más historias de éxito, por favor>>. Porque el rasero con que se mide el éxito es subjetivo dependiendo de los ojos de cada uno, como la belleza o la maldad. Y quien se encuentra en esas mieles, sólo encontrará argumentos livianos que no ayudan más que a perpetuar aquello que en un primer momento se pretende denunciar.
Este blog, mío, personal e intransferible, ha estado cerrado siete meses. Es hora de tener otra vez las ventanas abiertas, a pesar de no que no sirva de mucho.
Published on July 09, 2014 09:50
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