Roberto Valencia's Blog, page 6
September 21, 2023
Trece años sin Manyula
Desde febrero del año pasado no visitaba el Zoológico Nacional. Demasiado tiempo sin saludar a Manyula, la elefanta. Hoy es 12 de agosto de 2010 y la necesidad de un lugar discreto para entrevistar a una joven sobre la que estoy escribiendo una crónica se convirtió en la excusa ideal para el rencuentro. Ahora, de hecho, estoy junto a su recinto, ofensivamente verde por la estación lluviosa, tomándole unas fotos que serán las últimas. El director del zoo, Raúl Miranda, me ha dicho que está enferma, pero no se veía muy preocupado y hasta me ha hablado de los preparativos de la fiesta que le están preparando para octubre. Manyula, en efecto, la veo algo más delgada que la última vez, con más piel cayéndole sobre las patas traseras, pero aún camina con soltura. Vestido con un uniforme de empleado, se acerca un señor delgado y envejecido que más tarde me dirá que se llama Francisco Morán.
—Manyula está enferma, ¿veá? –pregunto.
—Pues así se ve. Hace unos días que se ve malita. La edad ya…
Manyula en su recinto, el 5 de diciembre de 2007.Francisco da un paso al frente y eleva su voz rasgada.
—¡Vení vos! ¡Venga, paracá! ¡Vení! ¡Venga! ¡Feya!
Manyula camina junto al foso a 20 metros de nosotros. Al escuchar a Francisco, levanta la trompa y golpea el extremo contra el cemento. Lo hace una, dos, tres veces. El resultado es un sonido seco y fuerte.
—¿Ve? Me responde. ¡Venga paracá! ¡Vení! ¡Venga! –me dice la misma voz rasgada de Francisco.
Manyula repite una y otra vez los golpes sonoros.
—¿Y eso lo hace por usted? –lo cuestiono, incrédulo aún.
—Es su respuesta.
—¿De hace cuántos años trabaja usted aquí?
—A trabajar –gira la cabeza y me mira por un instante– yo vine en el 73. ¡Feya!
Manyula comienza a caminar hacia nosotros a pasos lentos pero firmes, y sin dejar de dar golpes sobre el cemento. Francisco se acerca a la malla.
—Hola, niña, ¿cómo estás? Dame la pata, dame la pata.
Manyula no le da la pata ni hace ademán de dársela, pero responde con un barrito y con más golpes secos.
—Es la respuesta que da –me dice Francisco, la satisfacción en su mirada–. Y según los biólogos y los zoólogos, con las orejas también dan respuestas, cuando las mueven.
—Le garantizo que me ha sorprendido usted, Francisco. A la Manyu la he visto muchas, pero muchas veces, pero eso de dar golpes al suelo nunca se lo había visto.
—Ya vio que desde allá se vino, ¿veá? A mí bien me conoce.
—¿Y usted por qué cree que está hora tan enfermita?
—Pues primero… primero… por los años. Igual que el ser humano, pues, en la medida que uno envejece, pues todo va menguando.
Los años, pues. 58 desde que nació en algún lugar de la India. Más de 55 los que lleva en este país. Es uno de los elefantes asiáticos más longevos de todo el continente, aunque pronto dejará de serlo. Mes y medio después de esta conversación con Francisco, el 21 de septiembre de 2010, Manyula morirá.
Esta fotografía de Manyula la tomé el 12 de agosto de 2010, 40 días antes de su muerte.[Esta es una nueva versión de una entrada publicada en mi blog el 18 de septiembre de 2010, tres días antes del fallecimiento de Manyula]
[image error]September 19, 2023
La conquista de Amerika
Tiene la torre de Pisa rendida a su pies. Hace cinco días que comenzó a ensamblarla en el suelo del salón de nuestra casa y, justo ahora, las 7:29 de la mañana del domingo 17 de septiembre de 2023, está a punto de terminarla.
—¡Daddy, están todas! –me dice Amerika, plena y radiante.
Acaba de hacer una pausa mínima para contar primero las piezas huérfanas que quedan en el suelo y, después, los vacíos en la torre.
—¡Quince y quince, daddy!
Mi hija Amerika (así escrito, sin tilde y con k, como se escribe nuestro continente en euskera) tiene nueve, pero acumulamos años en esto de los rompecabezas, y nos ha pasado que, después de días de trabajo, al rompecabezas de turno le faltan una o dos piezas. En esta ocasión, no.
Es segunda vez que le entramos a este de la torre inclinada de Pisa. Es una imagen photoshopeada hasta los tuétanos, pero linda, la verdad. Mil piezas.
Yo estuve en Pisa una vez. Fue algún día de julio del 2000, cuando con mis amigos Esteban, Isra e Iker decidimos coronar nuestro año de estudios en el sur de Italia –seguramente, el período de mi vida del que mejores recuerdos guardo– con un regreso a Euskadi pausado y inolvidable en mi viejo Citroën BX rojo, deteniéndonos donde y cuando queríamos, en un país de bellezas infinitas. La Piazza dei Miracoli de Pisa era parada obligatoria, con su catedral sublime, con su baptisterio ídem y con la torre que mi hija Amerika está a punto de finalizar.
Y he escrito antes “segunda vez que le entramos”, pero estaría siendo injusto si no aclaro que ella habrá colocado unas novecientas, y yo, apenas una centena. Amerika tiene ya los fundamentos de una buena puzzlera: sabe que lo primero, el marco; luego, elementos fácilmente reconocibles que permitan ir desgastando la montaña de piezas; y más luego, agrupar las piezas iguales en forma –incluso ha bautizado algunas: los hombrecitos, las cuatro flechas, las eles…) para la ofensiva final.
Mientras tomo apuntes de este momento que quiero inmortalizar en mi resucitado blog, Amerika no se ha detenido, cautivada. Quince piezas, trece, nueve, seis, cuatro… hasta que sólo queda una. Es del tipo hombrecito y hay que colocarla en el quinto nivel de la torre de Pisa. Amerika me mira a los ojos, tan buena gente como es.
—Ponela tú, daddy.
—No, hija, ponla tú.
—No, daddy, tú –dice, pura diosa de la generosidad.
—¡Tú!
—¡Túúúúú!
—Tú, Ame. Si esta vez has hecho casi todo el rompecabezas.
—Túúúúúúúúúúúúúúú.
—Ame, yo prefiero que las pongas tú, es tu primero de mil piezas.
Mi hija Amerika sabe lo necio que puede ser su padre y se rinde. Agarra con sus deditos la última pieza, la más satisfactoria, y la coloca con dulzura entre las otras 999.
—Pero tomale una foto y se la enviás a Katya –dice, con una sonrisa en su rostro que me ciega.
Amerika a punto de conquistar la torre de Pisa (Italia), el primer rompecabezas de mil piezas que se echa prácticamente sola.[image error]
September 15, 2023
Yo depresivo (ft. Shakira & Piqué)
Una noche inolvidable en la Casa de la Chicha Fuerte de Gardi Sugdub, una pequeña isla del Caribe panameño.Estoy borraaaaacho, compas. Llevo un par de horas tomando chicha de a galán en una islita del Caribe panameño llamada Gardi Sugdub, entre cientos de indígenas del pueblo guna. Estoy con Sergio y Betzander; bueeeeena gente este dúo, muy buena gente. Ey, ¿saben cómo se dice amigo en idioma guna? Ai o aya. Buenos ayas Sergio y Betzander. Pues sí, estamos en la Casa de la Chicha Fuerte, la innanega, o algo así, y casi todos los adultos de la isla estamos acá ahora. A veeeeerga todos, perdónenme el francés. Creo que soy el único no indígena en este fiestón, el único waga. Puya, está duro esto; ya sacaron a rastras a dosquetrés; también a una señora. Los sacaron mummud, mummud… Borrachos, pues, inconscientes. Pura verguera grupal acá, pero sana sana, sin peleas ni vainas del primermundismo. ¿Y qué estoy haciendo yo acá? Pues pura casualidad, porque ayer nomasito llegué a Gardi Sugdub, a reportear para una crónica, y hoy estoy emborrachándome a pura chicha, con Sergio y con Betzander… bueeeeenos panas. Ey, ¿saben cómo se dice chicha en guna? Inna, también gaibir, pero me llega más la palabra inna. Así se llamaba una jefa que tuve, rusa ella, del Daguestán-tán-tán. Pues sí, está rechula esta Casa de la Chicha. Y perate, que me han dicho que es el segundo edificio más importante en cada una de las comunidades indígenas del Gunayala. Esta innanega de Gardi Sugdub impone, compas: grandes vigas de madera que cargan un techo a dos aguas con wagaras prensadas. Las paredes, por así llamarlas, son varas y tablones. El piso es de tierra, poca luz… de película de Indiana Jones, viejos. Esto sí que no me lo esperaba. Puya, ¡y acá me traen otro huacal con inna!!! Son huacales que rulan de mano en mano, de boca en boca. Está amarga esta onda, feyita, la verdad, pero bien se le nota el guaro, bien. Puya, además tenés que empinarte la gualacada de un solo; está feo dejar algo de chicha en el huacal, es ofensivo para los gunas, me ha dicho Sergio antes del primero. Por eso estamos todos como estamos. Muchos hombres han venido con sus mejores sombreros y camisas de colores intensos: azulón, verdoso, amarillotote, morado… Guddurgwa le dicen al morado. Sergio y Betzander se engalanaron con camisas de un rosa fuerte. ¿Y las mujeres? También borrachas, faltaría más. Bailan, ríen. Pero en la otra mitad de la innanega. Cosas de gunas. Hombres a un lado, mujeres al otro. No me pregunten ahora por qué. Ellas van con coloridos trajes tradicionales, con pañuelos en sus cabezas, anaranjados, riojos… rojos… y con chaquiras en sus brazos y piernas. ¡Chaquiras!!! Jajajajá… Les explico: las chaquiras son pulseras hechas con chibolitas de colores. Muy coloridos estos gunas; para todo, locos. Y sí, chaquira, chaquira. Se pronuncia como la Shakira, la colombiana universal que en un par de meses sacará esa rola poderosa para desquitarse por los cuernos que le puso el Piqué. Eso será en enero y ahora acá es noviembre, 18 de noviembre de 2022. Pa’tipos como tú-uh-uh-uh-uh… Puya, man, yo estoy igual. Separado hace un par de meses de la madre de mis hijas. Se fue de la casa. También me puso los cuernos… con el hijo de una su amiga bolita. ¡Con el hijo de su amiga!!! ¿Cómo llamará ahora a su comadre de borracheras? ¿Suegra? Puuuuya… Pero no sólo fue eso; quizá sea lo menos importante de toda esta locura. Mi hija de 12 le descubrió hace más de un año sus infidelidades porque le miró el WhatsApp, y la pobre tuvo que cargar su propia cruz por la decepción, y cayó en depresión. También mi otra hija, la de nueve, está traumada por su madre, aunque mi Ame es tan buena y viva que se desvive por parecer que no le afecta. Yo igual, compas, muerto en vida, y estaré peor allá por mayo, junio. No es paja. La serotonina por los suelos. Terminaré en emergencias de un hospital psiquiátrico, el Arce de San Salvador, con antidepresivos hasta vete a saber cuándo. Sertralina y Trazodona. Pero bueno… ni modo… la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, dios! Tu-tururú, tutu, tu-rururú… ¿Sabés cómo le dicen los gunas a la depresión? Muigwale. ¡Pero ya estuvo!!! Ya ya ya ya ya ya ya… ¡Ya!!! Aquí y ahora es Gardi Sugdub y es noviembre, y esto es un fiestón que nunca olvidaré, nuuuuunca. ¡Ya!!! Ya la vida le cobrará a mi ex sus maldades. ¡Fuera lo negativo ahora!!! ¡Más chicha, Sergio!!! Ahora estoy reaveeeeerga en la Casa de la Chicha, compas, efímeramente feliz, hablando cualquier cosa con personas que casi seguro no volveré a ver jamás de los jamases. Me siento bien, integrado, hasta querido. Ey, ¿ya les dije que soy el único waga acá? Puya, cuando digo que de El Salvador vengo, no pocos me preguntan por Nayib Bukele. ¡Los indígenas de una islita del Caribe panameño me preguntan por Bukele!!! De locos, viejo. Ey… ey ey ey ey… Pero… pera, pera, peeeeera… aún no les he contado el porqué de esta verguera colectiva, ¿veá? Ahí me disculpan, estoy algo tomadito. Puuuuuya, mirá, ahí están sacando a rastras a otro bolito. Está paloma esto. Pues sí, la razón de esta pari desmedida es que una niña guna tuvo su primera menstruación. ¡A huevo! Sí, suena reloco pero así es. Todo Gardi Sugdub se está emborranchando por la yaaleged, porque una niña menstruó. Algo importante en esta cultura. Mi amigo Sergio lo llama la pubertación. Y la familia de la niña paga todo. Acá todo mundo estamos bolos pero no ha cambiado un dólar de mano. Y espera, que al rato empezarán a rular los chupitos de Seco Herrerano, el aguardiente insignia de Panamá. Yo supe por primera vez de este guaro de la boca de Carlos Dada, hace mil años, cuando éramos amigos. Pero… puya… fascinante, fascinante, fascinante esta noche loca. ¡Reloca!!! Soy ateo pero me siento bendecido en esta Casa de la Chicha Fuerte. El periodismo es el mejor oficio del mundo, ya lo dijo Gabo. Y sí, esto lo escribiré y lo corregiré entre julio y septiembre de 2023, nueve meses después de ahora, pero lo escribiré y lo corregiré también tomado. Promesa. Faltaría más. Ey, la espuela, pues, ¿saben cómo se dice feliz en guna? Weligwar. ¿Y saben cómo se dice nacer? ¡Gwaluleged! Pues eso, hermanos y hermanas y hermanes, que me tocará renacer de nuevo, como la rola de Kase.O. Sabed y ayagwale para todos ustedes. Amor y amistad, pues. De corazón lo digo. ¡Banmalo, bróderes and sísteres! ¡Banmalo!
Cada una de las 49 comunidades que integran el pueblo guna celebran en comunidad y con grandes cantidades de chicha el ’ yaaleged’, la primera menstruación de cada niña guna.¿Te gusta leer periodismo de largo aliento? Mi libro Made in El Salvador está a la venta en Amazon, tanto impreso como en formato eBook . Recopila 16 de las mejores crónicas y perfiles que he firmado en mi carrera.
Si vives en San Salvador o alrededores, puedo hacértelo llegar con dedicatoria y autografiado. Pregunta sin compromiso en mi cuenta de Twitter/X ; mi DM está abierto.
[image error]September 12, 2023
La muerte loca
Hace más de tres semanas que asesinaron al fotoperiodista Christian Poveda y en estos días me ha tocado escuchar de todo sobre su documental La vida loca: que si el DVD pirata cuesta cinco dólares y cuatro se los queda el Barrio 18, que si tenerlo a la venta es dibujarse una diana en la nuca, que si se está vendiendo como pan caliente.
Quizá sea la pura sugestión, pero comprar el DVD este atardecer del 24 de septiembre de 2009 me resultará un tanto complicado. Estoy en la calle Delgado, en el Centro Histórico de San Salvador, una zona controlada por la pandilla Barrio 18-Revolucionarios. Dos cuadras al oriente del Teatro Nacional, comienzo a preguntar. En los dos primeros puestos me responden que no lo tienen. En el tercero, una señora morena y con un delantal blanco que cubre su circunferencia me dice que, si la espero un rato, me conseguirá La vida loca.
Fragmento del cartel del documental ‘La vida loca’ elaborado para la promoción en Francia.La señora gesticula con la cabeza a un niño escuálido de unos 10 años que está la par, el pequeño se aleja a la carrera, y regresa a los dos minutos con una película dentro de una bolsa negra, como si fuera un cadáver.
—¿No me la va a probar? –pregunto.
—Mejor no; me la trae si está mala.
Todos los puestos del centro tienen al menos un televisor para probar la calidad del producto, y el de esta señora no es la excepción. Tiene dos, de hecho, y encendidos.
—¿Pero por qué? –insisto.
—Por la Policía que, si viene, piensa que somos mareros –me miente.
La copia La vida loca me ha costado un dólar. A su director le costó la vida.
[Esta es una nueva versión de una entrada publicada en mi blog el 7 de noviembre de 2009]
La crónica ‘¿Quién mató a Christian Poveda?’ es una de las 16 que integran mi libro Made in El Salvador. Está a la venta en Amazon, tanto impreso como en formato eBook.
[image error]

