Roberto Valencia's Blog, page 5
January 20, 2024
El Mágico, el fútbol, la vida
Jorge Alberto González Barillas nació en San Salvador el 13 de marzo de 1958, hijo de Óscar Ernesto y de Victoria, benjamín entre ocho hermanos. El primogénito, Mauricio Pachín González, despuntó en las filas de Atlético Marte y fue seleccionado nacional; quizá por ahí se explica la tempranera pasión del niño Jorge. A los 18, Mágico debutó en la máxima categoría del fútbol salvadoreño con la camisola de ANTEL. Destacó de inmediato y en noviembre de 1976 vistió de azul y blanco para sendos choques amistosos contra el Vitória Setúbal (Portugal) e Independiente de Medellín (Colombia). Marcó un gol. Pero aún le quedaban seis años en el terruño, en los que se enfundó las camisolas de Independiente de San Vicente primero y de Club Deportivo FAS después.
Lionel Messi y Jorge ‘Mágico’ González en el preámbulo del partido que el 19 de enero de 2024 enfrentó al Inter Miami contra la selección nacional de El Salvador.La selección de El Salvador obtuvo su boleto para el Mundial de España-82 porque se lo ganó al México de Hugo Sánchez. El desempeño de Mágico en la fase de clasificación fue determinante, con actuaciones sobresalientes ante Panamá, Honduras y México. Pero el tarro de las esencias más preciadas lo destapó en los partidos preparatorios primero, y en el escaparate mundialista después. Mágico brilló en el Mundial como un diamante entre el carbón, se llegó a escribir, por el triste papel desempeñado por la Selecta.
Dicen que el Atlético de Madrid se mostró interesado, pero Mágico se dejó engatusar por Camilo Liz, el secretario técnico del Cádiz CF, modestísimo equipo andaluz que acababa de descender a Segunda. Fichar por el cuadro amarillo lo alteró todo, quizá para bien.
Mágico aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Jerez (en Jerez de la Frontera, provincia de Cádiz) el 27 de julio de 1982, dos semanas después de que la Italia de Paolo Rossi ganara el Mundial, y abandonó la ciudad algún día de mediados de 1991. Con el Cádiz CF disputó dos temporadas en Segunda y seis en la máxima categoría. Sus números no explican ni justifican idolatría alguna: de sus 150 partidos en Primera –25 en promedio por temporada–, sólo en 92 disputó los 90 minutos, y anotó 42 goles.
La más productiva de sus temporadas –la 1983–84, con 14 dianas en 31 partidos, tercero en el Trofeo Pichichi– despertó el interés real del Atalanta (Italia), del Hellas Verona (Italia) y del París Saint Germain (Francia), y el presunto del Fútbol Club Barcelona. Pero ninguna negociación cuajó.
La 1984–85, la que debía haber sido la de la consagración, resultó un vía crucis, con gravísimos problemas disciplinarios que condujeron a una abrupta ruptura con la dirigencia y desembocó en un traspaso-despido al Real Valladolid CF, donde deambuló tres meses para el olvido.
La temporada 1985–86, cuando tenía la edad talismán de 27 años, huyó de España y se desvaneció en California, en Baja California, en El Salvador. No practicó fútbol profesional.
Pero en Cádiz la semilla había germinado. Querido con creciente locura por la afición, el Mundial de México-86 sirvió de excusa al presidente cadista Manuel Irigoyen para viajar a San Salvador a buscarlo y redimirlo. “Pese a su genio futbolístico, una descuidada vida personal le llevó al pozo del fracaso y el anonimato. Ahora ha vuelto”, escribía el periodista Carlos Funcia en el diario El País, pocas semanas después de su aclamado retorno. Remachaba: “La trayectoria deportiva y personal de Mágico González tiene tintes de leyenda. De difícil personalidad, parece que ni los éxitos ni los fracasos dejan huella en su ánimo y está como ausente cuando se le felicita”. Eso y así se escribía sobre él en septiembre de 1986.
Salvo el enigmático paréntesis, Mágico estuvo ligado al Cádiz CF entre 1982 y 1991. En esos años marcó goles imposibles, dribló, se emborrachó, durmió, soñó, confesó que su mejor sueño era ser feliz, alternó con Camarón de la Isla, se metió a una hinchada en la bolsa, comió pescaíto frito, bailó flamenco, obvio que no se tomó el fútbol como un trabajo, derrochó cuanto pudo, erró penales, macheteó culebras, enamoró, se drogó, gozó, fue condenado a seis meses y un día por abusos deshonestos, goleó al Barça, goleó al Real Madrid, forjó una leyenda a su pesar, rehuyó a los periodistas siempre que pudo, hizo méritos suficientes para entrar en el Salón de la Fama y triunfó como triunfan los que no miden la felicidad por los ceros en la cuenta bancaria.
Mágico jugó al fútbol y vivió la vida. O quizá vivió el fútbol y jugó la vida.
Casi un cuarto de siglo después de su salida del Cádiz, y aunque lo hizo por la puerta de atrás, quienes más lo disfrutaron no lo olvidan. Fotografías de Mágico decoran docenas de tabernas y cafeterías gaditanas, los DVD con sus hazañas se guardan como joyas de la abuela, su rostro sigue omnipresente en las gradas del Ramón de Carranza. Y en la calle Pelota, a 50 metros de la catedral, hay una tienda que vende a cinco euros camisolas con su caricatura. Y en la plaza San Juan de Dios, el Bar Los Pabellones imprime calendarios de bolsillo con su imagen y la de Camarón. Y en la tienda oficial del club aún hay quien compra la elástica amarilla y pide que le estampen ‘Mágico’ en la espalda. Y en un negocio llamado Deportes Bernal tienen… Y en…
Casi un cuarto de siglo después, Mágico sigue vivo en Cádiz.
Este texto es un fragmento de una crónica de más de 6600 palabras titulada ‘La ciudad del Mago’, que es uno de los 16 perfiles y crónicas que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto impreso en papel como en formato eBook . Si vives en El Salvador, puedes adquirir el libro firmado y con dedicatoria; el DM de mi cuenta de X/Twitter está abierto.
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January 13, 2024
Wilfredo, un padre atormentado por el encarcelamiento injusto de su hijo
Wilfredo Escobar Portillo tiene 47 años, padece de insuficiencia renal crónica, es pobre y vive en El Milagro 77, a poco más de un kilómetro en línea recta de la megacárcel de Bukele. Los dos riachuelos que demarcan esta comunidad de Tecoluca (San Vicente) a oriente y poniente son hoy más caudalosos y nauseabundos por las descargas fecales crudas o mal tratadas que bajan del CECOT.
—Fíjese que antes acá se cangrejeaba, se agarraban chimbolos y pescaditos, pero ahora, si un chucho toma ese agua, a los días comienza a enflacarse, hasta que se va. Como que trae químico fuerte el agua que baja –me dirá Wilfredo en un par de horas, junto a la pasarela peatonal del fétido río El Perical.
Ahora llevamos más de una hora de conversa fuera de su casa, y me ha convencido de que ni la contaminación ni su enfermedad en fase terminal –cuatro diálisis peritoneales al día– es lo que más le preocupa. Tampoco la megacárcel en sí. Lo que está quitando el sueño a Wilfredo desde el 15 de marzo de 2023 es la detención arbitraria de su hijo Winston Alexis Escobar Urbina, un joven encarcelado bajo el régimen de excepción.
Wilfredo Escobar padece de insuficiencia renal en fase terminal, y daría todo por poder despedirse de su hijo, encarcelado injustamente bajo el régimen de excepción.Son miles los inocentes encerrados por la Administración Bukele en El Salvador, pero el de Alexis es uno de esos casos que claman al cielo.
A sus 18 años, Alexis ya era el sostén económico familiar. Es –¿era?– uno de esos jóvenes arrechos que no se resignan a la pobreza que marcó su infancia. Trabajaba como peón para un contratista de Zacatecoluca –lo detuvieron y lo golpearon cuando venía de trabajar–, había ahorrado para comprar una colmena y producir miel, y para adquirir una modesta cantidad de pollos, reproducirlos y venderlos en el mercado. Y todo esto mientras estudiaba bachillerato a distancia. Un joven al que costaría nada adjetivar como ejemplar, pero que el Gobierno de Bukele considera un terrorista.
Alexis es inocente no sólo porque así me lo están diciendo Wilfredo y María Norma Urbina, su madre. Lo respaldan su patrón, sus vecinos y hasta el alcalde de Tecoluca, que es de Nuevas Ideas, el partido de Bukele. La inocencia de Alexis también la avala, en una declaración jurada ante el notario Natividad Argueta, el agente policial J. F. M. G., que estuvo tres años asignado en el área, en una unidad antipandillas.
A pesar de ser advertido por el notario de que mentir lo exponía a incurrir en el delito falso testimonio, el policía antipandillas fue rotundo: “Me declara el deponente que si supiera que el joven Winston Alexis Escobar Urbina fuera miembro, colaborador o pariente de estructuras pandilleriles, no se expondría ni se arriesgaría a meter sus manos por él, pero [lo hace porque] está consciente y le consta que es una persona honrada, laboriosa y respetuosa con toda clase de autoridades”.
Copias de este y los demás documentos exculpatorios que Wilfredo ha venido recopilando los conoce el Estado salvadoreño, pero mientras yo escribo esto, Alexis sigue encarcelado e incomunicado en el Centro Penal La Esperanza, Mariona. Diez meses ya.
—Si yo hasta me alegré cuando los soldados llegaron a la casa aquel día a preguntar –me dice Wilfredo, casi apenado.
Alexis quiere –¿quería?– ser soldado. Había presentado la documentación en la Fuerza Armada, había pasado todos los filtros y requisitos, y a inicios de abril esperaba ser llamado a filas en la 5ª Brigada de Infantería, en San Vicente. Por eso, incluso a pesar del régimen de excepción vigente, Wilfredo se alegró cuando un pelotón se presentó en su casa y preguntó por su hijo.
Surrealismo en estado puro.
—Desde que se construyó la cárcel, los soldados pasan frente a mi casa a diario; unos bajan, otros suben… y así noche y día –me dice Wilfredo.
La militarización es desmesurada en los cantones y caseríos aledaños al CECOT. En El Milagro 77 –se llama así por el kilómetro de la carretera en la que está el desvío– Alexis no es el único joven detenido, a pesar de que desde muchos años antes del régimen no había presencia de pandillas. Algo tiene que ver con que la mayoría de quienes fundaron este asentamiento en 1998 –Wilfredo es uno de ellos– eran exguerrilleros de las FPL, las Fuerzas Populares de Liberación.
Para Wilfredo, me dice con una cadencia entristecida y resignada, la construcción de la megacárcel y la detención arbitraria de su hijo –que lo está consumiendo, literalmente– tienen una relación causa-consecuencia. Por eso, la contaminación y hasta su enfermedad han pasado a un segundo plano.
Este relato es un fragmento retocado de una crónica publicada el 30 de noviembre de 2023 en Divergentes, bajo el título de “ Los vecinos contaminados y oprimidos de la megacárcel de Nayib Bukele ”.
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[image error]January 3, 2024
Nayib y la Muñeca azul
Nayib Bukele es muchas cosas. Entre ellas, impulsivo.
—Le voy a pedir, ministro, que desmantele ese monumento, por favor; es un insulto al pueblo salvadoreño –dijo Bukele.
Imagen de mi archivo del Monumento a la Reconciliación, desmantelado el 3 de enero de 2024.La noche del 4 de junio de 2020, El Salvador escuchaba la cadena nacional de Nayib Bukele, convocada para informar sobre los estragos generados por una tormenta tropical de nombre Amanda, estragos superpuestos a los de la pandemia de Covid-19. Las casi dos horas de cadena terminaron siendo una especie de consejo de ministros al aire en el que el presidente pedía reportes a los titulares de cada cartera. A media exposición de su ministro de Obras Públicas, Romeo Rodríguez, a Bukele se le ocurrió –cual epifanía– demoler el Monumento a la Reconciliación.
—Así haremos, presidente –respondió sumiso el ministro Romeo.
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Inaugurado el 15 de enero de 2017, el Monumento a la Reconciliación es un conjunto escultórico con el que el gobierno anterior (en manos del FMLN, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) quiso conmemorar el 25.º aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz, una de las fechas trascendentales en la historia del país.
El padrino político de la obra es Gerson Martínez, ministro de Obras Públicas entre los años 2009 y 2019. El objetivo, me dice el exministro Gerson, era dejar como legado una escultura “que recordara a las futuras generaciones que la manera de resolver las diferencias tiene que ser de una manera democrática, civilizada”.
Lo que Bukele ha pedido desmantelar es el elemento central del monumento. Una escultura de bronce bautizada como la ‘Civis’, media mujer que irrumpe del suelo y supera los 12 metros de altura. Desnuda y pintada de un azul chillón, estaba destinada a ser el centro de atención.
Delante de Civis, entre sus brazos y sus pechos, caminan entrelazados y sonrientes las estatuas de un soldado de la Fuerza Armada y de una guerrillera, precedidas por una bandada de palomas. Ocho metros de bronce ella y otros ocho él, sólo que a ellos no los pintaron de azul.
La polémica rodeó la obra desde antes de la inauguración. En dos palabras, no gustó. Apenas se filtraron las primeras imágenes, fue motivo de ácidas burlas y sobrenombres en redes sociales: la Michy, la Chichuda, la Pitufina, la Muñeca, Avatar…
Incluso el escultor que hizo la maqueta-base, un salvadoreño radicado en Italia llamado Napoleón Alberto, se desvinculó del resultado. “El monumento es tosco, lleno de rigidez y tiene defectos de anatomía y proporción”, dijo cuando se desveló la obra. “Como artista, me siento irrespetado y este objeto no refleja mi propuesta”, sentenció.
El exministro Gerson está consciente del revuelo, pero lo zanja con que en el arte “todo es opinable y la crítica es bienvenida porque justamente de eso se trata el arte”. Él apela al simbolismo de la obra y a la legalidad: “Es un patrimonio cultural protegido por el Código Penal”.
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El anuncio de demolición no estaba en el guion de la cadena nacional del 4 de junio. A Bukele se le ocurrió cuando su ministro de Obras Públicas le informó que la tormenta Amanda generó 45 derrumbes en la carretera que une la capital con el puerto de La Libertad, una obra ejecutada durante la gestión del exministro Gerson.
—¿Y qué hizo el ministro de Obras Públicas durante 10 años? ¿No era el ministro de la transparencia, el mejor ministro de toda la historia del país? ¡45 derrumbes en una calle!.
—Creo –respondió el ministro Romeo– que lo de la transparencia quedó más que todo en monumentos, presidente.
—Monumento horrible, por cierto –replicó Bukele.
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“Sí está fea, la verdad”, dice el escultor salvadoreño Néstor Hernández.
Las tres figuras centrales se fundieron y moldearon en México. Se trajeron por partes y se ensamblaron en El Salvador. Pero el conjunto monumental incluye otros elementos, como un relieve escultórico de 4 por 16 metros que trata de condensar la historia de El Salvador. Está detrás de la Civis, a apenas una treintena de pasos.
El escultor Hernández es el responsable directo de ese relieve. De hecho, en un principio creyó que el desmantelamiento afectaría también a esa obra complementaria. “Ya fui a investigar y parece que el relieve no lo van a botar; sólo la Muñeca”, dice.
Como escultor, certifica el aluvión de críticas: “La figura está desproporcionada; las personas de la fundición allá en México como que no tenían muchos conocimientos de proporción”. También tiene serias objeciones a cómo el gobierno del FMLN ejecutó toda la obra; cree que pesaron más los criterios políticos que los artísticos.
Como escultor también, no le hace gracia la idea de que al presidente de turno se le ocurra que tal o cual estatua debe ser eliminada, porque sí. El anuncio de Bukele en la cadena nacional le parece “un berrinche” y “una falta de respeto a los artistas”.
Pregunta obligada: ¿la quitaría si de usted dependiera? La respuesta del escultor Hernández: “En parte sí, porque la verdad es que a nadie le gusta la escultura; pero por otra parte sí la dejaría, como símbolo del mal trabajo que han hecho los gobiernos”.
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Cuando el ministro Romeo finalizó su reporte pos-Amanda. Bukele se dirigió después a su ministra de Vivienda, Michelle Sol, y le pidió lo mismo: el balance preliminar de las viviendas afectadas por las crecidas de ríos y quebradas.
La ministra Michelle habló cuatro minutos, tiempo en el que alguien sopló a Bukele que hay un Monumento a la Reconciliación y una plaza de la Transparencia, las dos ejecutadas en la gestión del exministro Gerson. El matiz le pareció lo suficientemente importante como para tener que aclararlo. Interrumpió a la ministra Michelle y se dirigió de nuevo al ministro Romeo.
—Ministro, me dicen que el monumento a la Transparencia es un parque; yo pensé que era la señora azul. Es la señora azul la que hay que… pero eso es después de la… del inventario y de resolver el problema. Es la señora de azul la que hay que desmantelar, no el parque.
—Así haremos –respondió sumiso el ministro Romeo.
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Al día siguiente de la cadena nacional, un comunicado del partido FMLN calificó como “barbarie” el anuncio de Bukele. “La destrucción de monumentos es la expresión irracional en contra de la patria, es la intención materializada de destruir a los adversarios”, reza el pronunciamiento.
En términos similares se expresa el exministro Gerson: “El patrimonio público no se puede manejar como si fuera una finca; eso de destruir monumentos y plazas no lo han hecho en El Salvador ni los más feroces dictadores”.
Cree con firmeza que la obra es un bien tutelado por la ley, pero intuye que eso no será suficiente para evitar que termine en una fundición. “El presidente ocupó militarmente la Asamblea y no acata fallos de la Sala de lo Constitucional; yo no puedo predecir lo que hoy por hoy es impredecible”, dice.
Bukele no ha vuelto a expresarse en público sobre el Monumento a la Reconciliación desde que ordenó su demolición. Para esta crónica, le ofrecí la posibilidad de expresar algo al respecto, de reafirmar o rectificar, pero prefirió no dar declaraciones.
“Lo que no se vale es no hacer y destruir”, remata el exministro Gerson.
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La mañana de este 3 de enero de 2024, casi tres años y medio después de la sentencia de muerte y sin decir agua va, el país ha despertado con las fotografías del desmantelamiento del Monumento a la Reconciliación. Las redes sociales están hirviendo ahora mismo. El Ministerio de Obras Públicas ha anunciado “un nuevo espacio que contará con áreas públicas, senderos peatonales, ciclovías, arborización, anfiteatro, zonas recreativas y espacios comerciales”. A la Muñeca azul, al militar y a la excombatiente los han mutilado con rotaflex, y se los han llevado por partes. Me temo que será fundidos.
Este relato es una versión actualizada de una crónica publicada el 21 de julio de 2020 en RT, bajo el título de “ Bukele contra la muñeca azul: La anunciada demolición de un “monumento horrible” que levanta hurras y antipatías en El Salvador ”.
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[image error]November 16, 2023
Los salvadoreños escribimos con las patas

El sábado 29 de septiembre de 2012, el partido ARENA celebró la asamblea general en la que ratificaron a Norman Quijano como candidato para las presidenciales de 2014. Parafernalia tricolor, buses desde el interior del país, sonrisas y abrazos fingidos, fotógrafos por doquier, discursos grandilocuentes… Todo normal hasta ahí.
El lunes siguiente, la página de Facebook llamada Sociedad Civil [por aquel entonces profundamente efemelenista, con años devino bukelista] publicó en su muro una fotografía tomada durante el evento en la que se aprecia a un humilde simpatizante arenero (supuestamente originario de Armenia, en Sonsonate) con una bandera tricolor en la que hay manuscrita una frase con no más de una docena de palabras en la que se cuentan aberraciones gramaticales como “precente” o “róverto”.
Esas faltas se van a los penales con las que a diario se leen en cualquier foro en el que participemos salvadoreños, y quizá por eso me sorprendió la virulencia con la que se atacó al pobre hombre que cargaba la bandera. La foto fue comentada por más de 250 lectores y compartida burlonamente por casi un centenar. Y aunque es cierto que hubo algunas intervenciones apelando a la racionalidad, la inmensa mayoría –repito: inmensa mayoría– de los comentarios fue para denigrar al simpatizante arenero. Aquí un ramillete de intervenciones elegidas al azar, no por ser los casos más sonoros ni mucho menos.
Un tal Walter Flores escribía: “tiene como 2 millones de errores de ortografia…. pero que importa si puede votar…” [Sin tildes en la I de “ortografía” y en la E de “qué importa”]
Un tal Carlos Valle: “La ignorancia de el, es el fruto de los gobiernos de arena, el es victima de ese partido” [él, Arena, víctima, coma para separar sujeto y predicado, coma en vez de punto y coma].
Marina Lara Marroquin: “Ellos se enfocan en la gente mas humilde al cual puden engañar facilmente…” [Ni siquiera su apellido está escrito correctamente].
Franz Joseph Angel, el racista: “campesino tenian q ser!!!! weno hasta donde llega la ignorancia full” [Cabal, hasta dónde llega la ignorancia].
Un tal Rubén Cañas: “El Humano sin Educacion es facil de Controlar” [Humano, Educación y Controlar deberían ir sin mayúscula, y faltan las tildes en educación y fácil].
Miguel Sandoval: “Q lastima me dan esas Personas q ni saben leer y votan sin SABER!!!” [Sin comentarios].
Un tipo llamado Mario Posada: “Como decia el finado que el poder mas grande de los partidos políticos es el voto de los ignorantes.. y de los ignotantes es el poder mas grande que es el voto…” [Un tipo inteligente, pues].
John Rivera: “claro ejemplo de como este partido politico se aprovecha de la ignorancia de las personas mas humildes para conseguir votos, no olvidemos que la gente sin eduacion es mas facil de manipular, la gente sin educacion es mas facil de engañar” [¿Y este personaje se atreve altaneramente a medir la educación en función del número de faltas de ortografía?]
Una tal Claudia Chita: “que imagen mas triste…” [Le faltan las tildes a dos palabras y las frases deben iniciar con mayúscula].
Raphael Alfaro: “Los politicos se valen de la ignorancia del pueblo y es facil manipularlos. Por Eso en el pasado Estaban en contra de la education . La education es la mejor arma para combatir la ignorancia” [Y si nos podemos tan bien la teoría, ¿por qué no lo ponemos en práctica?].
Frank Vilorio, el absolutista: “Viejo pendejo innorante” [Vaya pues…].
En El Salvador escribimos con las patas. Da pena ajena que incluso al expresidente de la República de la época, el funesto Mauricio Funes, sea víctima del ‘creo de que’ y del ‘pienso de que’, por citar un par de ejemplos. Y me consta que pocos escapan al mal de escribir mal: ni siquiera mis alumnos de último año en la Licenciatura de Comunicación Social de la UCA (una carrera de las llamadas de letras) redactaban bien, y me refiero a cuestiones estrictamente ortográfico-gramaticales.
Y si eso es así, si además en teoría la gente que tenemos acceso continuo a internet y a redes sociales somos la vanguardia cultural, ¿por qué nos exaltamos para burlarnos de un pobre hombre del interior del país? ¿Arrogancia? ¿Clasismo? ¿Ceguera con matriz política? ¿Estupidez? Es más: ¿por qué vos te estás sintiendo ofendido por este post?
[Esta es una versión actualizada de una entrada publicada en mi blog el 12 de noviembre de 2012]
[image error]November 5, 2023
¡Felices 101, doctora María Isabel Rodríguez!
El 5 de noviembre de 1922 fue domingo. Ese día se proyectó la película ‘Jilmy’ en el salón Orozco de Santa Tecla. Filomena Peña de Brown puso a la venta su casa en San Martín, situada a una cuadra de la estación del ferrocarril, y la pierna de Modesto Valdés se fracturó tras ser atropellado por uno de los pocos automóviles que recorrían el barrio Santa Lucía. Ese día no fue uno más en la vida de la doctora María Isabel Rodríguez. Ella nació aquel día en la casa familiar del barrio Concepción, en San Salvador. La Primera Guerra Mundial había finalizado apenas cuatro años antes.
Cuando llegó al mundo, Quezaltepeque era el interior del país. Por eso venirse a San Salvador, “a la civilización”, fue toda una aventura para Concepción Rodríguez –su madre–, Isabel Rodríguez y Elena Rodríguez. Esas tres mujeres –tres hermanas– marcaron los primeros años de María Isabel. De la persona que embarazó a Concepción sabe que era “un señor abogado muy distinguido” casado con una tía de las tres. De él ni siquiera heredó el apellido. Fue hija de una madre soltera en el San Salvador de 1922.
“Yo fui la única hija de mi madre quien, una vez que yo nací, por esa sensación de vergüenza que uno tiene, se aisló para cuidar de mí, muy sometida por sus hermanas”, recuerda.
Estatua de la doctora María Isabel Rodríguez ubicada en el campus de la Universidad de El Salvador, de la que fue rectora entre los años 1999 y 2007.Le gusta decir que es hija de tres mamás, aunque en ese ambiente familiar, Concepción tenía un papel muy dócil, ante las fuertes personalidades de Isabel y Elena. Si Chabelita –así la llamaban de niña– recibía algún premio en la escuela, no era su madre quien la acompañaba, sino cualquiera de las hermanas: “Mi mamá tuvo que aprender a manejar la situación de ser yo su hija para ella, pero no para el público”.
Con una tienda en el barrio La Vega como principal sostén económico de esta atípica y matriarcal familia, a los ocho años María Isabel inició sus estudios en una escuela pública. Terminó la primaria y tuvo que afrontar su primera gran batalla por prevalecer su pensamiento. Fue en 1936, cuando decidió estudiar secundaria en el Instituto Nacional General Francisco Menéndez, el Inframen.
— Solicité la admisión a escondidas de mi familia, y entonces, un día de tantos, el primer telegrama en mi vida que recibo fue para decirme que me habían aceptado.
— ¿Ese instituto es el mismo Inframen que ahora?
— El mismo, pero en aquella época –matiza María Isabel– era un instituto de una calidad académica altísima. Era un colegio militarizado, con las muchachas vestidas de militares y todo eso.
El instituto lo dirigía un coronel francés que años atrás había participado en la colonización africana, y que mantenía como obligatoria una asignatura de tiro al blanco. Además de disciplina y de aprender a disparar, dice haber encontrado en los cuatro años que estuvo allí a los mejores profesores del país.
Lograr el ingreso supuso primero superar los prejuicios existentes en la estructura familiar: “Hubo consejo de familia, y mi tía mayor hizo una conclusión muy rápida: ‘Si dejan ir a esta muchacha es por ser la más feíta del grupo y porque quieren perderla; es un lugar donde hay mujeres y hombres juntos’. Fue una discusión terrible, pero triunfé”.
Gracias a ese triunfo, además de garantizarse un futuro, supo cuál era su nombre. Hasta 1937 creyó que se llamaba Isabel a secas, como su tía. Pero al llegar al Inframen, donde tuvo que llevar la partida de nacimiento, vio que al pasar lista la nombraban María Isabel Rodríguez.
“En ese tiempo –mueve sus manos con uñas pintadas de un rojo muy vivo– me dolió horrores que me cambiaran el nombre en el instituto, porque yo era Chabelita. En mi casa aún me llaman Chabelita, aunque para toda la chiquitinada soy la Tía Lita.”
[Este texto es un fragmento de una semblanza de más de 7400 palabras titulada ‘Estudió, educó, batalló, naufragó, rio’, que es uno de los 16 perfiles y crónicas que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto impreso en papel como en formato eBook .]
[image error]October 28, 2023
Johana, la ‘terrorista’
Johana y su hija.Dalila Johana Flores Flores se convirtió en una terrorista la mañana del 17 de enero de 2023. Hasta ese día, era una joven de 24 años, sin antecedentes policiales de ningún tipo, madre de una niña de tres años, y que se ganaba la vida moliendo maíz en un molino de nixtamal, preparando la masa para las tortillas que comían casi todos los vecinos del cantón El Maneadero de Zacatecoluca, la cabecera departamental de La Paz.
En una historia demasiado repetida en el área rural salvadoreña, su pareja y padre de su hija, Boris Escobar, migró a Estados Unidos por falta de oportunidades. Había trabajado en el rastro de la Alcaldía de Zacatecoluca, pero perdió el puesto durante la pandemia. Desde el Norte está ayudando a hacer frente a los gastos onerosos que está generando la detención de su compañera de vida.
Aquel 17 de enero, en torno a las 9 de la mañana, un grupo de unos diez soldados se presentó en la casa de la familia Flores. Johana molía maíz, como casi todos los días a esa hora. Al mando del pelotón estaba una sargento que luego supieron que se llamaba Raquel Nohemí.
Los soldados se acercaron de buenas maneras, y le pidieron el DUI. En esas, regresó a la casa Francisco Antonio Flores Murillo, de 58 años y padre de Johana. Venía de encerrar unas vacas de su propiedad. “A mí me extrañó y le pregunté a ella: ‘¿qué pasa?’ ‘El DUI me han pedido’. ‘¿Y por qué?’, le dije yo. ‘A saber’, me dijo”, recuerda Francisco.
Johana siguió moliendo maíz y atendiendo a los vecinos que llegaban por su corita de masa. Un grupito de soldados se alejó con el DUI de Johana, a una casa que está a cuadra y media, en la que vive la madre de el Chucky del Maneadero, uno de los palabreros de la pandilla 18-Revolucionarios en Zacatecoluca, encarcelado desde 2018.
“Este cantón ha tenido fuerte presencia de pandilleros, y nosotros nos organizamos, tratamos de ampararnos entre nosotros, porque somos siete hermanos. Defendernos, pues, y creo que por temor… porque yo he sido guerrillero… pero ganas no les faltaron, y así hemos pasado años, una lucha seria”, dice Francisco.
“Los soldados se fueron allá abajo, donde viven los familiares de pandilleros que hicieron la llamada para acusarnos de esto, por venganza. Yo pienso que fueron a enseñarle el DUI de mi hija, porque un día antes habían estado los soldados en esa casa, y ahí malinformaron sobre mi hija y más personas, porque compusieron como una pandilla que opera aquí”, dice Maribel Flores, la madre de Johana, de 49 años.
“Los familiares de los verdaderos pandilleros acusaron a mi hija de pandillera”, remata indignada.
Al rato, la sargento dijo que se la llevarían a la Delegación de la PNC en Zacatecoluca, “sólo para verificar”. Francisco trató de impedirlo. Les pidió órdenes de arresto que no tenían. Les entregó el teléfono de Johana, para que lo revisaran, y lo devolvieron porque no hallaron nada sospechoso. En casa lo tienen. El intercambio de palabras fue tenso, pero cordial.
“Mire –le dijo Francisco a la sargento–, yo que conozca, eso es mentira, porque ¿sabe? Así se están llevando los soldados a la gente de este y otros cantones de alrededor, con engaños, y cuando llegan a la delegación, ya no la dejan salir. Mi hija, le digo yo, no tiene ningún vínculo de pandillas”.
El molino de nixtamal con el que se ganaba la vida Johana.Pero la decisión estaba tomada. El pelotón todavía esperó a que Johana terminara de moler, a que se bañara, y luego se la llevaron en un pick-up blanco que la Fuerza Armada tiene asignado, y que guarda en el puesto militar ubicado junto al Centro Penal de Seguridad Zacatecoluca –el famoso Zacatraz–, que está a poco más de seis kilómetros de El Maneadero.
Francisco agarró en brazos a su nieta y se fue con ellos. Maribel, que había salido a Zacatecoluca por unos mandados, se presentó en la delegación policial, pero todo fue demasiado rápido. En cosa de 15 o 20 minutos, una policía les dijo que quedaba detenida “por agrupaciones ilícitas”. Hubo algunos quejas y algún que otro grito, pero ni siquiera pudieron despedirse. Hasta hoy. Aquella misma tarde Johana fue enviada al Centro Penal Apanteos, en Santa Ana, y durmió en su nueva condición de terrorista –si es que pudo conciliar el sueño.
***************
Encarcelada y aislada desde hace nueve meses, Johana es una terrorista, según el Gobierno del presidente Nayib Bukele. Pero no lo es. Y no lo es no porque su familia lo niegue, que por supuesto.
Un veterano agente de la Fuerza Especializada de Reacción de la Policía Nacional Civil (PNC), una unidad antipandillas creada en 2016, juró ante notario que durante tres años investigó la presencia de pandillas en el cantón El Maneadero de Zacatecoluca (La Paz), donde viven Johana y su familia, y concluyó que son “personas honradas y trabajadoras, respetuosas con toda clase de autoridad”.
No sólo eso. El agente confirmó que la familia “fue víctima de amenazas y extorsiones” de parte de la 18-Revolucionarios, y que incluso la vivienda familiar fue tiroteada porque los pandilleros sospechaban que la madre de Johana era informante de la PNC.
No sólo eso. El director del Centro Escolar Cantón El Maneadero, Giovanni Ayala, firmó y selló un documento en el que “da fe” de que la joven Johana es “una persona amable, honesta y de buenos principios, la cual realizó sus estudios de primero a noveno grados”.
No sólo eso. El responsable local de la Renovación Carismática Católica, Juan Carlos Barahona, también firmó y selló una constancia en la que define a Johana como “una persona muy entregada y servidora de nuestra congregación católica”. Toda su adolescencia formó parte del coro.
Y quizá lo más surrealista, un alcalde de Nuevas Ideas, el partido del presidente Bukele, defiende en una carta membretada la inocencia de Johana. “He conocido de ella desde que era una niña y siempre ha sido una persona dedicada al hogar y al estudio”, dice Nicolás Antonio García Alfaro, alcalde de Tecoluca.
Pero para la Administración Bukele, Johana es una terrorista.
Este relato es una versión compactada de un reportaje publicado el 23 de octubre de 2023 en InSight Crime, bajo el título de “ Retrato de una ‘terrorista’ en El Salvador ”.
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La hija de Johana, de apenas 4 años, pide que liberen a su madre.[image error]
October 20, 2023
Encañonado por un militar en el portón de Zacatraz
Dentro de unos tres minutos, cuatro lo más, un militar de la Fuerza Armada de El Salvador me tendrá encañonado con su fusil ARAD, y luego me interrogará y me amenazará con ser detenido, pero ahora, justo ahora, todo en mí es satisfacción, casi felicidad. Vengo de entrevistar largo a una familia en un cantón ignoto en el límite entre La Paz y San Vicente, y manejo jubiloso mi carrito, la música recia, canturreando yo, convencido de que el drama infinito que acabo de escuchar pronto se convertirá en un reportaje poderoso.
Hoy es 21 de septiembre de 2023, son las 11:19 de la mañana, y estoy regresando a Zacatecoluca, donde he venido a reportear por unos días. Llevaba algunos años sin manejar por esta carretera, la que viene de San Vicente. Y casi feliz voy cuando, de pronto, el primer túmulo frente al Centro Penal de Máxima Seguridad, ese que todos conocemos como Zacatraz.
Alguno sabrá: yo escribí un libro muy querido que lleva por título Carta desde Zacatraz, y me tocó entrar seguido en esta cárcel. Supero el túmulo, veo que hay algunos cambios estéticos en la entrada del penal y se me ocurre tomar una fotografía, como hice más de una vez años atrás. ¿Qué malo podría pasar?
Enciendo las luces de emergencia, detengo mi Kia en el concreto de la plataforma de acceso al penal, bajo del carro –aún– contento, y camino como si nada hacia el portón, celular en mano. Justo enfrente hay una especie de cubículo rudimentario y, dentro del cubículo, un agente de la Policía Nacional Civil sentado, pero tan concentrado en su teléfono que ni se percata de que estoy a unos seis metros de su espalda, quizá menos. Tomo una foto, doy unos pasos, tomo otra.
Me giro hacia el policía y le doy los buenos días; sólo así logro que deje de mirar sus redes sociales. Le pregunto si puedo tomar unas fotos del portón. Me dice que no, razonablemente amable, que necesito un permiso. Me despido, media vuelta y desando los 25 metros hasta mi carrito. Me subo y es justo ahora cuando el militar me encañona con su fusil ARAD.
— ¿Qué está haciendo?
— Me paré para ver si podía tomar unas fotografías.
Empieza lo serio. Me ordena que me parquee más adelante, junto al acceso al puesto de la Fuerza Armada que opera junto a Zacatraz. Los tonos y las formas son toscos, agresivos. Me ordena que apague el motor. Me ordena que baje del vehículo. Me ordena que le dé mi documentación. Me pregunta que qué hago, que por qué quiero fotografiar, que si tengo tatuajes, que si soy pandillero. Me ordena que me levante la camisa, que dé la vuelta. Yo, bastante tranquilo, la verdad. Prefiero no jugármela respondiendo que soy periodista y le digo que escritor, que publiqué un libro que lleva por título Carta desde Zacatraz, que estuve dentro de esta cárcel, que llevaba algunos años sin manejar por esta carretera, que los cambios estéticos, que me hacía ilusión llevarme una imagen. Nada aplaca la tosquedad. Que me puede encerrar, vocifera. Que sólo con permiso de Centros Penales se puede fotografiar, vocifera. Que ni siquiera desde el vehículo en marcha se puede, vocifera. Él ya ha fotografiado con su teléfono mi carné, a mí, las placas de mi Kia, mi Kia. Lo ha enviado todo. La tosquedad siempre, la altanería. Me amenaza con ser detenido, me deja claro que podría remitirme ya mismo, que podría cagarse en mí si así lo quisiera.
Van ya… qué sé yo, quince o veinte minutos bajo el sol. En cuanto sentí los tonos y las formas, me he limitado a hacer cuanto me ha ordenado y a responder cuanto me ha preguntado. Tranquilidad casi absoluta. Llevo puesta una réplica de la camisola que vistió el Mágico González los cuatro meses de 1985 que jugó para el Real Valladolid, y estoy convencido –por experiencias similares previas– de que mi acento extranjero esta vez juega a mi favor.
— Puede irse, pero va a quedar registrado; que no se vuelva a repetir –me dice con la altanería que da un régimen de excepción eterno.
Una de las fotografías no quedó tan maluca, dadas las circunstancias, pensaré cuando las vea al rato, tirado en la cama del hotelucho de Zacatecoluca en el que me estoy hospedando.
Fotografía del portón de acceso al Centro Penal de Máxima Seguridad de Zacatecoluca, tomada a las 11:23 de la mañana del 21 de septiembre de 2023.¿Te gusta leer periodismo de largo aliento? Mi libro Made in El Salvador está a la venta en Amazon, tanto impreso como en formato eBook . Recopila 16 de las mejores crónicas y perfiles que he firmado en mi carrera.
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[image error]October 12, 2023
Bielsa y Messi en La Campanera
Marcelo Bielsa visitó el reparto La Campanera de Soyapango la mañana del 13 de diciembre de 2009.Dónde está Messi, pregunta Bielsa en voz alta, poco antes de dar por finalizado el entreno. Se le ha visto a gusto y quiere despedirse con una prueba genuina de afecto. Bielsa y Messi no se volverán a ver en mucho tiempo, seguramente nunca más en la vida.
Bielsa es Marcelo Bielsa, el Loco, el entrenador argentino que llevó el fútbol chileno al Mundial de Sudáfrica 2010. Pero Messi no es Lionel Messi, la Pulga, sino un niño salvadoreño llamado Francis Retana al que Bielsa ha estado llamando Messi durante el improvisado entrenamiento, por calzar una imitación barata de la camiseta del futuro campeón del mundo. El Bielsa auténtico y el Messi simulado están a punto de despedirse.
Se conocieron hace apenas tres cuartos de hora en la cancha del reparto La Campanera, en Soyapango. Hoy es 13 de diciembre de 2009, un domingo, y esta es la colonia en la que el fotoperiodista francoespañol Christian Poveda rodó La vida loca, el documental sobre la pandilla 18 que le costó la vida.
La cancha está al final de la ancha carretera que atraviesa la colonia, hundida en una zona boscosa, y para llegar hay que bajar unos escalones empinados y rudimentarios. El terreno de juego es un simulacro de campo de fútbol: no es rectangular, más parece un cuadrado; el césped, si alguna vez hubo, desapareció casi por completo, y en su lugar hay una tierra tan reseca que uno se pregunta si alguna vez ha llovido aquí.
Bielsa se va a una esquina y desde ahí observa el minientreno que realizan siete niños y niñas, Messi entre ellos. Son ejercicios muy simples con conos y pelotas, y también hay charlas motivadoras. “¿Creen que el estudio nos puede sacar de donde estamos?”, pregunta Carlos, el joven que dirige la práctica. Donde estamos es La Campanera, remarco. Y por eso, además de Bielsa, de los niños, de los periodistas, de Alejandro Gutman y de un puñado de vecinos, cuatro agentes de la Policía Nacional Civil con fusiles de asalto M-16 cuidan el perímetro con gesto serio.
—¿Dónde está Messi? –ha preguntado Bielsa en voz alta, poco antes de dar por finalizado el entreno.
Cuando Messi lo escucha, corre a integrarse en el grupo. Bielsa da las últimas palabras de ánimo y se despide agarrando a todos por el cuello y soltándoles un beso en la mejilla que es recibido con hostilidad por los varones. Messi le aparta su rostro con rudeza.
—¿Acá no se usa el beso? –concluye Bielsa–. En la Argentina es la prueba más genuina de afecto… Así que si los incomodé, me disculpan.
Lo dice como si en verdad fuera él quien tiene que dar explicaciones.
—Bueno… hasta luego, chicos.
Bielsa se retira. Y Messi se queda en La Campanera.
[Esta es una nueva versión de una entrada publicada en mi blog el 14 de diciembre de 2009]
[image error]October 2, 2023
Alejandro, el quijote de la integración
Alejandro Gutman en un hotel capitalino, presentando una actividad de la Fundación Forever, el 5 de octubre de 2021.En un hotel de El Salvador, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que se hospeda un hombre de los que todavía creen en utopías.
Falta un cuarto para las seis de la mañana y ese hombre, de apellido Gutman, atraviesa la puerta de vidrio del hotel. Carga, con dificultad, tres cafés en vasos desechables y tres magdalenas. Dos y dos son una cortesía para con los compañeros de viaje. Aguardan no menos de tres horas por carreteras salvadoreñas hasta llegar a su destino: un pueblo grande llamado Conchagua, en el departamento La Unión.
— Los lugares olvidados son los que más me inspiran –dice.
La jornada infinita recién comienza, pero Gutman es un torbellino. Saluda, reparte cafés y magdalenas, pregunta-responde-bromea-sonríe, regresa al hotel, desaparece y reaparece dos minutos después con un maletín negro. Así ha sido, es y será. Es algo que va más allá del carácter. Gutman se ha convencido de que sólo con un talante volcánico logrará lo que se ha propuesto en esta vida: integrar una sociedad deshecha, construir un nuevo El Salvador, someter a treinta o pocos más desaforados gigantes.
Alejandro Gutman nació el 24 de septiembre de 1960 en Buenos Aires, Argentina, en el seno de una familia judía acomodada. Abogado su padre y abogado su único hermano, todo parecía escrito y sellado, pero el fútbol se cruzó. “Fui un futbolista mediocre, pero era muy rápido y hacía goles –dice–; eso me sirvió para cumplir mi sueño de juventud: ser jugador profesional”.
Jugó en equipos modestos de Argentina, Israel, Sudáfrica y Malta. En este último país, con la camisola de un club centenario llamado Hamrun Spartans, disputó el 28 de septiembre de 1983 un partido de la Copa de Europa, la actual Champions League: “Nunca he tenido tanto frío en una cancha como aquel día en Escocia, cuando perdimos 3 a 0 contra el Dundee United”.
Gutman supo articular su reducida carrera futbolística con estudios universitarios en psicología, filosofía y letras, derecho y educación física, hasta que en 1987 se instaló en la ciudad californiana de San Francisco. Lo logró gracias a una beca Fullbright que obtuvo para realizar una investigación de año y medio sobre los niños de la calle.
En paralelo, le volvió a apostar al fútbol, pero como periodista radial empírico. Y le fue tan bien que a finales de la década de los ochenta creó junto a su amigo y paisano Andrés Cantor la empresa que produce Fútbol de Primera, el programa deportivo que en pocos años se convirtió en el más popular de la radio estadounidense en español, al punto de adjudicarse los derechos exclusivos de la FIFA para retransmitir el soccer en el país del baseball, el basketball y el football. El apellido Gutman se tornó un referente en el fútbol gringo, ganó lo suficiente para garantizarse una vida desahogada, y logró como locutor-empresario lo que como futbolista sólo soñó: embriagarse con las mejores esencias del fútbol, las que emanan de los Mundiales.
Gutman devino alguien exitoso, importante, y cada año más. Estuvo un par de veces incluido en esos listados de ‘los 100 latinos más influyentes en Estados Unidos’ que se sacan de la manga revistas de amplia tirada. Se casó, fue padre de gemelas –Julia y Paula–, prosperó, se separó, se enamoró de María Bedoya.
A finales de los ochenta había entrado en contacto con la bulliciosa comunidad salvadoreña radicada en Los Ángeles y alrededores. Por su rol en Fútbol de Primera, entabló amistad con buena parte del grupo de jugadores salvadoreños que disputaron el Mundial 1982, y que viajaban seguido a jugar amistosos en el Norte: “Ellos me transmitieron mucho cariño hacia el país, y luego viajé y conocí”.
Cuando en 2003 fundó una ambiciosa oenegé que bautizó Fútbol Forever, el pequeño y convulso país centroamericano emergió como el lugar idóneo para poner en práctica, en Latinoamérica, sus incipientes ideas sobre cómo revitalizar comunidades empobrecidas, que había mantenido en hibernación durante más de una década. En El Salvador arrancó en 2004, con la pelota como anzuelo. “Buscábamos enseñar a los chicos a pensar, para que salieran de la situación en la que vivían, y el fútbol era la herramienta”, dice.
Poco, muy poco tiene que ver aquella Fútbol Forever con la rebautizada como Fundación Forever de 2016. El presidente y el alma no han cambiado pero, a fuerza de tropezarse y levantarse y tropezarse y levantarse y tropezarse, de sinsabores-desilusiones-traiciones pero también de satisfacciones-éxitos-felicidades, Gutman está convencido de haber dado con la fórmula mágica que permite la regeneración social de sociedades enteras. Lo cree con una firmeza y un entusiasmo que cuesta refutárselo.
[Este texto es un fragmento de una semblanza de más de 7000 palabras titulada ‘Quijote Gutman’, que es uno de los 16 perfiles y crónicas que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto impreso como en formato eBook .
[image error]September 29, 2023
El poder de una sílaba
Dentro de nada sucederá algo que lo compense todo, pero hasta ahora, aquí parado sin saber qué hacer en este supermercado, este ha sido un día denso y complicado. A ver, dormí poco y mal, mañaneé para llevar al kínder a mi hija Alejandra, regresé a casa, levanté parte de una entrevista infinita, guionicé un relato que tengo entre manos, fui un ratito al gimnasio, afeitado, ducha, almorcé deprisa porque tenía que salir, antes escribí los correos más urgentes que obliga el freelanceo, fui al hospitalito en el que asesinaron a Romero, hablé largo con una encantadora hermana carmelita, de ahí a Catedral metropolitana para ver el mausoleo del santo, casi me peleo con un tipo que me chocó por detrás el carro en la Juampablo, aproveché la luz del atardecer para tomar una fotos en el Centro Histórico, manejé de nuevo hacia Mejicanos por la madre de mi hija y, de ahí, a Ayutuxtepeque, para luego los tres ir al Híper Europa –la tercera es Alejandra, nueve meses, que aún no habla pero que cuando le da por cantar no hay quien la calle–, llenar el carrito para la quincena, hacer cola en la caja y sufrir esos segundos eternos mientras la cajera pasa la compra y a uno no le dejan embolsarla porque hay un muchacho para eso.
En esas miro al fondo, y a unos diez metros veo a la madre de mi hija, que no ha querido hacer la cola, sentada en la repisa del escaparate, con una inquieta Alejandra en sus brazos. Doy un par de pasos y la miro, me mira, me identifica, esboza una sonrisa cholca y se anima:
—Pa, pa, pa, pa, pa, pa…
Un escalofrío muy profundo me recorre el cuerpo y se me viene el impulso reprimido del llanto, como si un dedo me apretara los ojos desde adentro. Luego me dirá la madre que ya se lo había escuchado, pero yo nunca, yo sólo le había oído el ma, ma, ma, ma, ma, ma cuando quiere sus brazos, que son los que más extraña porque son los que la alimentan. Uno se siente tan bien, tan raro, que no halla las palabras. Y el día denso y complicado se convierte en algo digno de ser escrito y recordado, para siempre.
Alejandra con nueves meses y cinco días de vida.[Esta es una versión actualizada de una entrada publicada en mi blog el 6 de octubre de 2010]
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