Roberto Valencia's Blog, page 4
August 30, 2024
Esta pañoleta te podía costar la vida cuando las maras controlaban El Salvador

Esta pañoleta roja pasión no debería estar aquí. Su mera existencia era —¿es?— un insulto para los homies tanto de la Mara Salvatrucha (MS-13) como de la 18. Tener a la venta algo así, aquí, era como pintarse una diana en la frente.
Aquí es el Mercado Central de San Salvador, más concretamente un puesto humilde en el que una anciana vende ropas diversas, la mayoría ya ceñidas con anterioridad a otros cuerpos. Hoy es sábado, 24 de agosto de 2024, y acabo de desayunar un par de pupusas revueltas en el pabellón 7. Al dirigirme hacia el 10, pabellón en el que acostumbro a hacer mi compra semanal de verduras, frutas y lácteos, la pañoleta roja me ha cacheteado.
Algunos las llaman bandanas. Son esos pañuelos con un color dominante y un ligero estampado blanco que le da un aire piratesco. La anciana tiene a la venta pañoletas verdes, grises y cianes, pero la que está encima de todas es la roja pasión. Y eso es lo extraño.
Intentaré resumir algo que requeriría más espacio. Ahí va: tanto la MS-13 como la 18 son originarias del área de Los Ángeles, en Estados Unidos. Se trata de pandillas latinas y sureñas ambas, es decir, que operan bajo el paraguas de la Mexican Mafia, la eMe. Pues bien, todas las pandillas sureñas son fieles al color azul y enemigas del color rojo, que representa a las pandillas norteñas, implementadas sobre todo en la mitad norte del estado de California. Al cuello, en la cabeza o amarrada en la muñeca, estas pañoletas azules identificaban —e identifican— a los homies sureños en Los Ángeles, algo que se importó a El Salvador cuando el fenómeno de las maras comenzó a echar raíces a inicios de la década de los noventa. Las personas de 40 o más que crecieron en las calles salvadoreñas saben a lo que me refiero cuando digo que esta pañoleta roja —que terminaré comprando y regalando a mi hija mayor— no debería estar a la venta en el mercado Central, uno de los lugares en los que el control que impusieron la Mara Salvatrucha y la 18 Revolucionarios fue más férreo.
Antes de marzo de 2022, antes del régimen de excepción implementado en El Salvador, les garantizo que esta pañoleta roja no estaría aquí. Con el régimen de excepción, el Gobierno ha encarcelado a miles de personas inocentes, como Johana, como Wilfredo, pero solo un antibukelista recalcitrante negaría que esa arquitectura jurídica también ha reducido a la mínima expresión el control, la influencia y el terror que las maras amasaron durante décadas. La práctica desarticulación de estos grupos criminales en amplias zonas del país es el pilar de la popularidad inaudita del presidente Nayib Bukele, un respaldo a la figura presidencial que es, si cabe, más acentuado en los estratos sociales en los que las pandillas hacían y deshacían a su antojo.
Yo, sorprendido por el hallazgo, he preguntado que cuánto cuesta la pañoleta roja, la he soltado del gancho y he pagado a la anciana el dólar que me ha pedido.
— Esto antes no se podía vender acá, ¿veá?
Mientras me recibe la moneda, ella gira la cabeza de un lado a otro, en silencio.
Mucho más que los discursos inflados y por lo general desinformados del oficialismo, son estos cambios sutiles, inadvertidos para el ojo profano, los que más invitan al optimismo en un tema como el de las maras.
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Made in El Salvador (Spanish Edition)
[image error]August 14, 2024
Dipurratas
Imagen digital generada por Leonardo.AIRecién comienza el trienio 2024–2027 de la Asamblea Legislativa de El Salvador, y sus diputados y diputadas ya apestan a enchufismo, a mentira, a trato de favores, a falsedad, a plazas fantasma. Apestan a corrupción. Y toda esa hediondez y podredumbre ha cuajado en las redes sociales en una palabra que había caído casi en desuso: dipurrata.
Dudo que esa mancha vaya a borrarse así nomás, como ocurre cuando el óxido encochina una camisa blanca radiante. Ni el silencio inicial ni el perifoneo sincronizado de excusas después han servido siquiera para disimular el mal olor; más bien está ocurriendo lo contrario. Houston, esta Asamblea que está bajo el control obsceno del partido Nuevas Ideas (54 de las 60 curules, sin contar a los aliades) tiene un problema.
Que esto esté pasando ahora no deja de ser curioso por múltiples razones, pero subrayaré dos. La primera es que los dipurratas actuales, sus rostros más visibles al menos, también fueron diputados en la legislatura 2021–2024, y las prácticas sinvergüenzas por las que están siendo cuestionados las han ejercido desde que asumieron como padres —y madres— de la patria. Bien dice la Biblia que los caminos del Señor son inescrutables.
La segunda razón que métele sazón a esta reventazón es que la mayoría de los señalados hoy usaron la palabra dipurrata para defenestrar a los diputados de la 2018–2021, la legislatura previa a la irrupción del bukelismo, poblada por el binomio ARENA-FMLN y sus partidos satélite. Los salvadoreños les están llamando lo que ellos llamaban a sus predecesores.
El caso más paradigmático quizá sea el del diputado Christian Guevara, jefe de la bancada de Nuevas Ideas desde su creación. “A todos mis compañeros de la @BancadaCyan les garantizo que siempre vamos [a] hacer lo justo, lo legal y lo correcto”, reza el tuit escrito el 4 de mayo de 2021 que, mientras escribo estas líneas, tiene fijado en su cuenta.
El diputado Guevara sabe de redes sociales y de comunicación. Durante años fue periodista de El Faro y luego del área multimedia de La Prensa Gráfica, experiencias que le valieron, en las elecciones de 2009, para comandar la campaña en internet del presidenciable Rodrigo Ávila (ARENA). Además, está ligado a agencias de publicidad y medios de información tendenciosos, como Última Hora.
El diputado Guevara debería saber, por su currículum y por sus prácticas, que contratar a un camarógrafo con un salario de 2250 dólares es indefendible en estos tiempos de escrutinios feroces, y que está en las antípodas de “lo justo, lo legal y lo correcto”. Su camarógrafo personal (¿Un diputado necesita que le paguemos un camarógrafo personal?) gana más del triple que un policía, un maestro o un médico. Es un comportamiento propio de un dipurrata.
Tanto Guevara como el resto de desconcertados creyeron que, por haber puesto bajo reserva la información que debe ser pública, estaban a salvo de que conociéramos sus mezquindades. Y esto, me temo, apenas comienza. Aún desconocemos el personal contratado a dedo por la mitad de los diputados, nada sabemos de sus viajes internacionales, dietas, bonos, fiestas, ni sabemos nada del personal de seguridad asignado, ni tampoco de los familiares, edecanes, sobalevas y vividores con salarios desorbitados en las cientos de plazas laborales que aún no tienen nombre y apellidos. A los hackers aún les queda mucho por hacer en favor de la transparencia.
Hay que reconocer que la diputada de la oposición Claudia Ortiz es la responsable de que hoy los salvadoreños sepamos que al diputado Guevara le pagamos un camarógrafo desde 2021 o que a la diputada Suecy Callejas le paguemos un “enlace de prensa”, un diseñador gráfico y un “generador de contenido” personales que nos cuestan más de 5000 dólares cada mes. La propia diputada Ortiz ha salido escaldada de este destape: la cantidad asignada para contratar a dedo se redujo de 20 000 dólares a 11 000, y se ha comprobado que, en las plazas bajo su cargo, también se peca de exceso de autobombo. Pero lo que le ha metido un golazo a la bancada cian es un hecho refutable.
Made in El Salvador (Spanish Edition)
No menos importante es el hecho de que el escándalo de los dipurratas ha estallado apenas unos meses después de que el líder máximo del bukelismo, Nayib Bukele, leyera la cartilla a sus subordinados por el tema de la corrupción. El 28 de noviembre de 2023, el presidente Bukele les dijo lo siguiente: “Hay algo a lo que yo sí la tengo miedo, y es a dejar un mal legado. Y hay presidentes… algunos presos, otros fugitivos, pero la mayoría son recordados como ladrones. ¡Yo no quiero ser recordado como ladrón!”.
Luego recordó a José Napoleón Duarte, presidente salvadoreño entre 1984 y 1989, de quien comentó que “la gente decía en ese entonces: ‘El presidente no es ladrón’. ¡Pero se rodeó de ladrones! Y en algún momento representó una esperanza para el pueblo salvadoreño, pero si acaso es verdad que él no robó, ¡qué tonto fue! Porque era la esperanza del pueblo, no tocó un centavo, y manchó su legado por rodearse de ladrones”.
“Yo no voy a ser el presidente que no robó, pero se rodeó de ladrones —remató— . Quiero que me recuerden como el presidente que no robó y que no dejó que nadie robara, y que al que robó lo metió en la cárcel.”
Si el presidente Bukele fue honesto cuando aquel día se comprometió a dejar “el legado correcto” en el tema de la corrupción y el despilfarro, y una vez destapada la caja de Pandora, es más que obvio que tiene mucho que descontaminar no solo en la Asamblea Legislativa, sino también en su gabinete de gobierno y, en definitiva, en los tres poderes del Estado que, directa o indirectamente, él controla desde mayo de 2021.
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[image error]August 7, 2024
Guillermo Reales, aka Fanfarria
— ¡Fanfaaaaarria!
Grita Guillermo Reales. Pero su voz, áspera y envejecida, apenas se alza sobre el murmullo que hay en este chupadero. Guillermo Reales es Fanfarria. Así lo llaman, dice con orgullo, porque es pura alegría, porque sabe reírse de sí mismo y de la vida miserable que le ha tocado vivir.
Fanfarria entró hace unos minutos y va de mesa en mesa a ver qué caza. Tiene la piel tostada, una nariz poderosa, los ojos pequeños y una verruga que separa sus dos cejas, pobladas y encanecidas, como también lo están su cabello y su barba. Se trae un aire a Bin Laden, un Bin Laden que viste a lo John Travolta en Saturday Night Fever. Zapatos blancos y limpios, pantalón beige, camisa estampada imitación a seda, chaleco abotonado y una boina de cuadros en su cabeza. Carga un pequeño maletín de madera y una mochila negra. La combinación es calle pero elegante. Es un dandi del bajomundo, un veteranísimo dandi del bajomundo. En julio se cumplirán 59 años desde que Fanfarria nació en la calle San Sebastián de Ciudad Delgado.
— ¿Y aún vives en Ciudad Delgado?
— No, ahora mi techo es el cielo –dice, satisfecho de su ocurrencia.
Es media tarde, y esto es la Bazooka –o bazuca, o bazuka, quién sabe–, un chupadero del Centro Histórico de San Salvador. Mesas y bancas de madera, ventiladores, una rocola y meseras jóvenes que miran con desprecio a los clientes que las miran con deseo. Fanfarria vuelve a gritar.
— ¡Fanfaaaaarria!
Foto: Francisco Campos.Quiere llamar la atención. Es su estrategia. Cuando algún grupo le ríe la gracia, como don Chico Campos y yo hacemos ahora, se acerca. De la mochila negra saca un vaso de plástico y lo coloca sobre la mesa a la espera de que se lo llenen de cerveza. Platica y bebe, bebe y platica, y cuando el vaso se vacía, ensaya otras formas para mantener la atención y obtener su premio. A veces canta, a veces saca una caja de cerillos y se esfuerza por encender un cigarrillo haciendo una pirueta con su mano, que de repente aparece extendida y con el fósforo erguido y en llamas sobre su dedo índice.
Los fósforos los trae en su mochila negra, donde también le caben unos papeles, un plato, dos cucharas y un tenedor. Todo lo que ha podido juntar en una vida. Fanfarria vive en la calle y va a chupaderos como la Bazooka a llamar la atención para alimentar su alcoholismo. Parece un buen tipo, pero tener que rellenar su vaso cada vez que lo vacía termina hostigando. Para merecerlo, Fanfarria eleva la espectacularidad de sus números hasta la repulsión.
Agarra la cabuya del cigarrillo aún encendido y se la restriega en la lengua sin inmutarse. Y vuelve a gritar.
— ¡Fanfaaaaarria! ¡Viva yo y todos usteeeeedes!
Esta es una versión actualizada de una entrada publicada en mi blog el 14 de febrero del año 2010.
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[image error]July 22, 2024
Los que lidian con la mierda que sale de la megacárcel de Bukele
Félix Laínez me ha citado en su hogar, en el cantón San Francisco Angulo de Tecoluca (San Vicente), a las 8 de la mañana de este sábado. El río que bordea al poniente la comunidad El Milagro 77 es el que 500 metros abajo baña este cantón, el más pegado al municipio de Zacatecoluca.
No me ha costado dar con la casa porque acá todo mundo –unas 125 familias– lo conoce. Félix es, en el sentido más limpio de la palabra, un líder comunitario. Nacido, criado y madurado en este rincón del país, peina canas desde hace tiempo; tiene 55.
Félix Laínez, líder comunitario del cantón San Francisco Angulo, en Tecoluca, San Vicente.Me he presentado puntual, hace unos cinco minutos, y su pareja me ha ofrecido agua y silla en el porche, aunque esa palabra resuena pedante para esta vivienda que transpira ruralismo y sencillez. A seis metros de donde me he sentado, una vaca rumia, y salpimentará con sus mugidos nuestra larga conversación.
Félix aparece ahora sudado y vestido de faena, con botas de agua, un gorro pescador que se quita para saludar y el corvo envainado al hombro. Es agricultor –maíz, maicillo, frijol; arroz ya no, desde que el precio se desplomó– y ganadero, pero en pequeño, aclara. Viene de hecho de alimentar a sus vacas… a las vacas que le quedan.
— Ya se me murieron dos por la cuestión de lo del agua –me repite lo que me comentó ayer vía WhatsApp.
Sus terrenos quedan junto al río ahora tóxico, otrora lleno de vida. Cangrejonas hermosas salían, dice. Antes de que empezaran los vertidos de heces desde el el Centro de Confinamiento del Terrorismo, el CECOT , Félix tenía 20 vacas y una yunta de bueyes. Ahora sólo tiene tres vacas; una de ellas, esta que está con nosotros. Los bueyes los vendió la semana pasada.
Félix sabe lo básico de veterinaria, se esfuerza e invierte en la salud de sus reses y se jacta de haber tenido siempre un ganado robusto, sano, bien alimentado.
— Las dos vacas que se me murieron las fui a dejar al potrero en la tarde y, al día siguiente, muertas –me dice.
Escuchó de otras vacas muertas en otras comunidades también por haber tomado de los ríos que bajan de la megacárcel de Bukele, cavó al inicio de la estación lluviosa una gran zanja para almacenar agua, pero, sabiendo que está encima la seca y que volverá a depender del río, ha optado por venderlas, una tras otra.
Le preocupaba también que en los mercados principales donde venden los ganaderos y agricultores locales –San Vicente y sobre todo Zacatecoluca– ya se ha corrido la voz de que todo lo que proviene de la zona más afectada por el CECOT está contaminado.
— Acá tenemos agua todo el año y siempre ha salido mucha hortaliza: pepinos, rábanos, ejote, chile dulce, loroco… Pero en el mercado de un tiempo están preguntando de dónde viene el producto y, si uno responde que del 77, porque así nos dicen, o no lo compran o se lo quieren bajar a uno.
Como líder comunitario, ha presentado una queja formal en la unidad de salud de Tecoluca, dependiente del Ministerio de Salud, pero no les han hecho caso; ni siquiera han accedido a sus peticiones de que analicen el agua que están consumiendo, que es de pozos, y Félix teme que toda la podredumbre que emana la cárcel esté infiltrándose.
Félix es pesimista, muy pesimista. Cree que es cuestión de tiempo que la contaminación se extienda a todas las tierras comprendidas entre el CECOT y el océano Pacífico. Un triángulo de unos 300 kilómetros cuadrados en los que hay importantes núcleos poblacionales, como Santa Cruz Porrillo, El Playón, Los Marranitos o San José de la Montaña.
— Y tiene valor estar defendiendo en estos momentos a tu comunidad, con esta carambada del régimen –me dice con un tono a medio camino entre el enojo y la dignidad.
Tras una plática que he sentido enriquecedora, me despido de Félix y voy a almorzar al Pollo Campestre de Zacatecoluca. Apenas salgo de San Francisco Angulo y me alejo lo suficiente del CECOT, caen de un solo en mi teléfono todos los mensajes y sonidos acumulados durante tres horas. La señal intermitente o inexistente, en función de la comunidad y la compañía que uno tenga, es otra de las consecuencias que afectan a la vecindad.
Almorzado, manejo ahora hacia el caserío Cantarrana, cantón El Perical, siempre en Tecoluca. Este asentamiento son apenas una treintena de viviendas desperdigadas, partidas en dos por uno de los ríos pestilentes que bajan de la megacárcel de Bukele. Hay una sola calle de acceso a Cantarrana, que ahí muere; sin asfaltar, por supuesto.
Justo antes de llegar, una anciana camina con un huacal lleno de maíz en la cabeza; va al molino. Saludo, me presento, pregunto.
— ¿Y acá en Cantarrana el río también está contaminado?
— Así dicen. Hoy nadie lava ahí, nadie se baña; sólo en la casa se bañan.
En el caserío, una pasarela peatonal permite atravesar el río. En todas las comunidades que he visitado me han comentado que el CECOT hace descargas antes del amanecer y/o entrada la noche; ahora, a media tarde, el agua corre turbia, con parches de espuma blanca, y el olor es fuerte.

En un predio en la ribera, Fátima Alvarenga y Carlos Ernesto Pineda, de 22 y 27 años de edad, están trabajando en un frijolar. Fátima me repite escenas que vengo escuchando desde ayer: pestilencias, algún que otro perro muerto, aguas inútiles para lavarse o para lavar…
Carlos Ernesto escucha atento a unos metros y deja por un momento la pala dúplex con la que agujerea la tierra para contar algo que considera gracioso.
— La semana pasada vino a Cantarrana un vendedor de sandías y, como vio el agua correr, la agarró con las manos para lavarse la cara… ¡Jeiiiiin! ¡Hasta que sintió el patín! Ya le había pasado antes a otros, pero a este no le dio pena y nos pidió pasar a la casa para quitarse el mal olor.
Este texto es un fragmento reeditado de una crónica titulada ‘ Los vecinos contaminados y oprimidos de la megacárcel de Nayib Bukele ’, que se publicó el 30 de noviembre de 2023 en en Divergentes .
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[image error]July 16, 2024
Alejandro Gutman: “Es necesario que los pobres te pidan, que te incomoden”
Ya se han pronunciado las palabras de bienvenida, se ha cantado el himno nacional, ha discursado el vicepresidente de la República… Ahora, la voz de mujer que hace de maestra de ceremonias nos presentará a nosotros.
“Para profundizar más sobre la Cultura de la Integración –dice la voz, enérgica y solemne–, el presidente de la Dirección Nacional de Integración, Alejandro Gutman, sostendrá una charla íntima e histórica con el presidente Roberto Valencia, a quienes damos la bienvenida. Los invitamos a vivir este momento único e inédito.”
Alejandro y yo subimos al escenario del auditorio principal de la Biblioteca Nacional de El Salvador, nos acomodamos en los sillones, y yo me coloco el micrófono de diadema.
Alejandro, ¿también escuchaste “el presidente Roberto Valencia”?
Je, je, je.
Pues todavía no, todavía no, je, je, je. Bueno, fuera bromas y a lo nuestro, que usted me ha pedido 40 minutos techo porque ha venido gente importante hoy. Gracias a todos y ojalá la conversación les resulte amena. La primera, Alejandro, es sencilla: ¿puedo tutearte?
¿Cómo nos llevamos en la vida cotidiana, Roberto? Pues igual.

Te llevo entrevistando al menos desde hace 14 años, cuando te busqué para una crónica que terminé titulando Vivir en La Campanera . Fíjese si ha llovido desde 2010, y lo primero es que usted siempre…
¿Pero me vas a tutear o no?
Ups, OK, lo siento. Tú siempre has sido bastante huraño para hablar de ti; sin embargo, acá estamos, en esta “charla íntima e histórica”, ante cuatrocientas personas. ¿Por qué? ¿Por qué charlar sobre ti y tus motivaciones en 2024 y no en 2013 o 2020?
Gracias por aceptar mi invitación, Roberto. Te invité por el respeto profesional que te tengo y porque has sido testigo de muchas cosas durante muchos años. ¿Por qué hablar sobre uno en estos momentos, cuando me negué por 20 años? Primero y principal, por no desperdiciar un solo minuto hablando en primera persona, porque resta tiempo y hay mucho que hacer en el tema de la pobreza. Por otro lado, siento que ahora estamos en una situación excepcional. Hoy nos acompañan el vicepresidente Félix Ulloa, ministros, ministras, diputados, alcaldes, gobernadores, directores de autónomas, embajadores, organizaciones internacionales… y quisiera aprovechar para que conozcan la lucha que tuvimos que hacer para llegar a este momento. Siento esta entrevista como una oportunidad magnífica para que se entienda por qué siempre fui tan crítico con los intelectuales, con las organizaciones.
Alguna vez dijiste que es fácil encontrarse con tentaciones de todo tipo y que hay que evitar las medallas, la adulación. ¿Por qué es tan importante no despegar los pies del suelo y por qué, de alguna manera, hoy lo estás haciendo?
Me alegra haber cumplido con dos de las tres promesas que me hice el primer día que puse un pie en El Salvador. Me dije: primero, que no me iba a llevar un dólar; y segundo, que tampoco una sola medalla, un reconocimiento. También me propuse no dar entrevistas, pero después de algunos años, consideré necesario que la gente entendiera de qué se trataba todo esto y no tuve otra opción que aparecer en los medios. Es muy fácil caer en la tentación de personalizar la cosa y, si uno elige eso y va por los laureles, empezás a perder fuerzas, conocimiento, te alejás de la realidad… Y es tanto lo que hay que hacer para lograr una verdadera transformación que es absolutamente imposible si uno no se entrega al 100 %.
Ad honorem. Eres el director ad honorem de la Dirección Nacional de Integración, algo que suena pomposo, incluso tramposo diría, pero… ¿Qué significa en tu caso?
Durante 20 años en la Fundación Forever siempre me he pagado hoteles, pasajes, comidas, todo. Cuando el presidente Nayib Bukele me invitó a sumarme al Gobierno, le dije que con mucho gusto, pero que seguiría siendo de la misma manera: sin salario y pagándome yo todo. Tal vez a muchos les resulte curioso y a otros no tenga sentido, porque no soy multimillonario y podría aceptar siquiera los pasajes o el hotel, pero decidí ese camino porque, en una sociedad que descree de tantas cosas, la transparencia me parece algo importante. La gente necesita volver a creer.
Pero sabes que, por cómo es esta sociedad, hay quien nunca te creerá que trabajas sin cobrar, por más que jures y perjures.
Algunos me creerán, otros no; he tenido batallas mucho más serias que esa. Recuerdo haberme peleado mucho en las comunidades cuando se decían cosas parecidas; la gente habla. Hay de lo bueno, hay de lo malo, hay de los que no tienen nada más que hacer, hay de los que no entienden nada… Como todo en la vida, uno debe esforzarse y estar convencido; después, lo demás…
He leído difamaciones de ese tipo en redes sociales.
No tengo redes sociales. Apenas sé manejar el teléfono.
Hay quien cree que aceptaste estar al frente de la Dirección de Integración por algún hueso.
Bueno…
¿Has sacado número de cuánto dinero te ha costado involucrarte con este país?
Sí, pero ni loco te lo voy a decir. Seguro que, si hubiera ahorrado ese dinero, podría dar una vida mejor a mis hijas y a María.
¿Y qué hay de las renuncias en el ámbito familiar, las amistades y el crecimiento profesional? Eres un empresario de éxito, siempre involucrado con el fútbol; tu empresa y tú cubren los mundiales desde 1994 .
No es suficiente con dar las gracias a mis hijas, a María, a mi socio Andrés Cantor, a quien le pido perdón. Fui un padre medio ausente. Para María debo de ser el marido más aburrido, pues paso doce horas al día hablando de El Salvador, poniéndome nervioso, leyendo, escribiendo, yendo a las comunidades… Tuve cáncer de piel y ni siquiera me pongo crema; tengo diabetes y mi salud depende en gran medida de lo que como. Yo me quedé prisionero de este país, y María y mis hijas también, de alguna manera. Tengo un socio maravilloso, Andrés Cantor, mucho más generoso que yo y que es el periodista deportivo número uno de Estados Unidos. Nunca me llama para no molestar, porque sabe que estoy full con esto, pero me sigue dando a fin de mes la mitad de lo que genera nuestra empresa. Debe de ser ingrato tener un socio que apenas ha hecho nada durante 20 años, ¿no? Es ingrato tener un marido que no habla de otra cosa. Es ingrato tener un padre que no está o está poco. Mis hijas son gemelas y tienen 25 años. Imaginate: cuando apenas iban conociendo, ya su papá iba viajando; cada vez que tomaba un avión era una angustia. Es difícil explicar una entrega de vida. Estoy drenado.
Made in El Salvador (Spanish Edition)
¿Y qué has recibido a cambio? ¿Cuál es la compensación para que sigan valiendo la pena tantas renuncias, hasta el punto de estar embarcándote en el proyecto más ambicioso desde que llegaste?
Yo empecé a los 15 o 16 años en Argentina, con los chicos de la calle. Después de muchos años, me becaron en Estados Unidos, donde trabajamos con los homeless. Después fui a trabajar a Sudáfrica y a Zambia, y luego recalé aquí. El premio es que hoy la integración es parte de esta tendencia política; el premio es que miles y miles de jóvenes han encaminado sus vidas; el premio es ver a abuelos, a vecinos y a comunidades agradecidas. Pero yo hice muy poco, y ¡ojo!, no es falsa modestia. Ahora vamos a poder hacer mucho más por las comunidades empobrecidas. Posicionar una temática que estaba invisibilizada no es poca cosa, pero requiere una entrega absoluta, que alguien tiene que pagar. Y lo paga uno, pero, en realidad, lo pagan más los cercanos, porque son más terrenales. Uno es más loco. Pero que la gente tenga hoy una posibilidad de transformar sus vidas no tiene precio. No hay medalla, ni cantidad de dinero ni nada que pueda compensar, solo la posibilidad de que los salvadoreños florezcan.
Me vas a permitir contar una anécdota. Yo escribí un perfil sobre Alejandro hace unos años, y el hilo conductor era un viaje que hicimos en octubre de 2015 a La Unión y San Miguel . En un Hyundai modesto, fuimos a una escuela de Conchagua a dar una charla, luego a la Universidad de El Salvador y después a hablar con empresarios locales. Entre una actividad y otra, nos recuerdo comiendo en el carro unos sándwiches que nos regalaron. Hoy estamos en este edificio majestuoso de la Biblioteca Nacional. Uno diría que han cambiado muchas cosas, pero entiendo que las esencias se mantienen. Lo planteo como pregunta.
Se mantienen, se mantienen. En el contacto directo con la gente se encuentran las causas, las justificaciones y las razones. Si perdés eso, que es la esencia, no encontrarás respuestas, estarás confuso, tomarás otros caminos, serás blanco de merecidísimas críticas y habrás traicionado a los tuyos, porque esto es el resultado de un enorme trabajo que construimos entre muchos. La verdad es que poder hablar con las instituciones y con las personas es una posibilidad magnífica, que yo me tomo muy en serio. Siento que estamos en un momento de inflexión. Hay veces que he querido tirar la toalla, pero al final el rompecabezas siempre se termina armando.

Has logrado involucrar al Gobierno en algo en lo que has trabajado dos décadas, y uno de los peajes son las críticas de corte político-partidario. ¿Cómo digieres todo eso? Porque no creo que vaya a cambiar.
No todas las fuerzas políticas emanan del poder político. Hace muchos años, le dije a mis hijas y a María: “Chicas, tal vez en algún momento alguien me acuse de que ando en drogas o algo peor aún”. Lo que quiero decirte es que cuando uno toca fibras íntimas de la política de los países, de los poderes, más que de la política, uno está expuesto a que digan cualquier barbaridad sobre uno, porque cualquiera puede inventar lo que quiera. Las críticas son bienvenidas si son buenas. Yo debo dar explicaciones, quiero dar explicaciones, pero es una lástima que ni se tomen el tiempo para escuchar, mucho menos para venir a los lugares. No vinieron antes y probablemente no vengan ahora. Nosotros hemos construido nuestra credibilidad durante 20 años y seguramente habrá gente que intente confundir gratuitamente… Es inevitable.
Llevas más de 20 años en El Salvador. Te has reunido con Tony Saca, con Mauricio Funes, con Sánchez Cerén y con Nayib Bukele. ¿Por qué crees que va a ser distinto esta vez?
El presidente Saca me puso en contacto con cuatro organizaciones y, después de 16 reuniones, vi que no podíamos mover el vaso de un lugar a otro, porque tres de esas organizaciones no querían trabajar. Eran tres vagos. Le dije: “Presidente, pasó esto…”. Es lo mejor que tengo, me dijo. Bueno, agarré mi bolso, pregunté cuáles eran las comunidades más estigmatizadas y me fui allí. Así arranqué, con un bolsito. Luego, con el presidente Funes, no pasó nada; tampoco sentí ninguna vocación política por la transformación de su pueblo. Y con el presidente Cerén tuve varias charlas, pero recuerdo una en especial. Le dije: “Presidente, ustedes mataron por esto”. Ahí me di cuenta de que tampoco había vocación. Con el presidente Bukele me había encontrado varias veces antes y siempre se había portado de una manera respetuosa. Es un hombre inteligente, humilde y cordial. Y ahí había quedado un poco la cosa, hasta que estuve cerca de irme del país y él me llamó por teléfono. Fue la llamada que esperé durante 20 años. Me citó en su casa y, en una charla extraordinaria que duró tres o cuatro horas, con humildad me dijo: “Alejandro, usted conoce de estos temas, usted ha estado 20 años…”. No se puede ir, vamos a apoyarlo. Y desde esa conversación nunca me ha condicionado; es más, como ya he dicho en algún momento, si fracasamos será porque no estoy a la altura, no por la falta de apoyo del presidente.
¿No es un acto de fe confiar en este gobierno?
¿Qué fe? ¡No, Roberto! Yo tengo fe en el pueblo salvadoreño, pero no es una fe religiosa. Es una fe interior, porque he estado junto a ellos en esta transformación. Yo no dirijo desde una oficina. A propósito, en 20 años no tuve oficina, ni escritorio ni silla. Ahora, por suerte, tenemos una oficina. Como los alquileres están muy altos, estamos en lo que era el Injuve, en Mejicanos, y nos ahorramos unos 20 000 dólares. Hoy tengo oficina, pero no dejo de ir nunca a los eventos, a los lugares, a hablar con la gente. El día que deje de hacerlo, me habré equivocado profundamente.
La Dirección de Integración está en la colonia Zacamil. ¿Por qué es importante estar presente en comunidades empobrecidas?
Primero, porque te ahorraste $20,000 al mes que puedes usarlos en proyectos. Segundo, porque es donde está el pueblo más sufrido y hay que estar ahí. Uno de mis grandes maestros, quizás el más grande, fue Carlos Bilardo, campeón del mundo con Argentina en 1986 y subcampeón en 1990. Un gran maestro, como un segundo padre para mí. Él decía tres palabras: “Hay que estar”. Quien no está en los lugares no puede conocer, quien no está en la esencia de lo que desarrolla se equivoca. Podrá construir porque le parece que es así, y así es como pasan los proyectos, las políticas públicas, las organizaciones internacionales, etcétera. Les parece que tienen lógica y que a los pobres les va a venir bien. Hay que conocer, hay que tener ganas de estar al sol, con los mosquitos, con los pobres, con la tierra. Es necesario que los pobres te pidan, que te incomoden. Hay que ir un sábado o un domingo. Hay que ir de noche, de madrugada.
Estuviste viviendo un tiempo en la Santa Eduviges, en el sector de Las Campaneras.
Ese lugar… ni siquiera las vacas pastaban ahí. Ahí los pandilleros tiraban los muertos. Me prepararon un cuarto en la Casa de la Integración, en la Santa Eduviges. Me pusieron un ventilador que era como estar metido en la turbina de un avión. Los mosquitos, el calor, la camita tan pequeña, los gatos que maullaban y hacían el amor, autobuses que rugían sus motores desde las 4 de la madrugada, iglesias que empezaban los cultos a las 5. Me bañaba en una pila afuera, pasaba una gallina con el cuello largo y pensaba que me podía… qué sé yo… Descansé muy mal, pero ahí me di cuenta, porque fui a aprender también, de lo mal que descansan los salvadoreños que viven en comunidades. Es todo un tema, invisibilizado también, que tiene que ver con la pobreza.
Que conozca yo, hay una vez en la que sí estuviste a nada de tirar la toalla.
Una vez.
Dijiste que harías una huelga de hambre.
Lo dije, pero a nadie pareció importarle. Voy a decir algo que ni María sabe: lo de la huelga de hambre iba tan en serio, Roberto, que a un grupo de nuestros jóvenes que se estaban graduando de enfermeros les dije: “Miren, yo tengo una enfermedad muy rara que se llama CPT2, y tal vez sea el único deportista que ha jugado profesionalmente con esa enfermedad genética2. De hecho, estuve un mes en diálisis. Pues les dije a los del IEPROES que iba a iniciar una huelga de hambre, pero no podía durar mucho porque tengo esta enfermedad por la que, si no desayuno, si no descanso, si hace mucho frío, etcétera, te puedes morir, los músculos se te paran, se endurecen, duele todo, es como si uno fuera de vidrio. Mi cuerpo no produce una enzima, pero si hago una vida más o menos normal, se puede sobrellevar. Y añadí: “Les ruego que averigüen sobre esta enfermedad y que me suministren lo que necesito para pasar la mayor cantidad de días posible”. Así que fue cierto eso: los chicos ya estarán graduados, pero fueron testigos cinco o diez de ellos. Eso me decía Bilardo siempre: “Alejandro, siempre con testigos”. ¡Sabio Bilardo, sabio! Y, en ese momento, a finales de 2021, sí sentí que ya había tantos resultados que estaban a la vista, que había todo un material escrito que nadie leía, miles de jóvenes graduados, vecinos que habían participado en cantidad de proyectos y que iban transformando la vida de la gente… pero que nadie parecía prestarle atención. En ese momento pensé: «Si en algún momento alguien quiere, que toque la puerta, yo no la cierro, pero me voy y empiezo otra vida». Y fue ahí cuando recibí la llamada del presidente Bukele.

La Dirección de Integración surge en un contexto de mayor seguridad en las comunidades. Ese cambio tan radical, ¿cómo puede explicarse a personas de estratos sociales que no han conocido de cerca el fenómeno de las maras?
A mí me gusta mucho hacer analogías, pero para eso todavía no he encontrado una. Uno puede hacer una aproximación a algo equivalente que signifique para las personas que vivimos bien lo que representó para las comunidades. No he encontrado todavía una, sigo buscándola, pero tal vez no la encuentre nunca. ¿Cómo explicar lo que significaba respirar violencia, acostarse y despertarse en violencia, preocupados día y noche por sus hijos y amigos? Generaciones que tuvieron que crecer hacia dentro, introspectivamente, que fueron contra la propia naturaleza humana, porque el hombre es un animal social que busca relacionarse, desarrollarse… Pero cientos de miles de salvadoreños crecieron hacia dentro durante décadas. Fue contra natura. ¿Cómo le explicas a quien no ha vivido eso que estamos en un momento fértil para florecer? ¿Qué hay en la vida de los que vivimos bien que pudiera hacer comprender esa transformación? No puedo imaginarlo todavía..
Los precios de las viviendas en lugares como La Campanera se han disparado, más del doble en pocos meses. Algo así suscita múltiples interpretaciones. ¿Cuál sería la de Alejandro Guzmán?
Lo primero que diría es que en comunidades como La Campanera había muchas casas desmanteladas y abandonadas que difícilmente se podían vender; ni regaladas las querían. Para los propietarios, el aumento de los precios es positivo, porque ahora tienen un patrimonio más importante. Es malo para quienes quieren comprar. Ahí tendrá que intervenir el Estado para ver de qué manera concede préstamos o formas de pago. Sin duda, el cambio que está experimentando el país en todos los niveles requiere la intervención del Estado para que todo tenga cierta lógica.
Alejandro, vas a cumplir 64 años en septiembre…
¡Yo tengo 63!
Y con un cuadro de complicaciones de salud desde hace décadas. Tengo entendido que por eso dejaste el fútbol profesional.
El fútbol me dejó a mí… Cada vez que piso una cancha extraño tanto el fútbol… Yo tuve la suerte de jugar lo que hoy es la Champions League, en 1983. Pero luego me dediqué a todo esto.
Pero en esos 63 años, casi 64, ha habido un desgaste y tu nueva labor en la Dirección de Integración se me antoja muy exigente tanto a nivel físico como intelectual. ¿No deberías estar pensando en tu jubilación?
Es una tentación, Roberto. El otro día María y yo fuimos a Madrid. Está tan lindo Madrid. Viajar siempre resulta tentador, así como disfrutar. Es muy tentador y ya no tengo 40 años, tengo 63 muy gastados. Debería tener una vida más ordenada, ir al gimnasio de vez en cuando, comer mejor, acostarme más temprano y tomarme un descanso un sábado o un domingo. Debería, debería, debería… Pero la realidad manda. Lo positivo es que hoy me siento acompañado por mucha gente. He tenido la suerte de contar, primero, con la voluntad política del presidente Bukele, que es fundamental; segundo, he conocido a gente maravillosa, como el ministro de Salud, el ministro de Educación, la gente de CONAPINA (Consejo Nacional de la Primera Infancia, Niñez y Adolescencia), la de CONAMYPE (Comisión Nacional de la Micro y Pequeña Empresa), la Procuraduría General de la República, el despacho de la Primera Dama… y perdón por los que he olvidado. Me siento respetado, querido, y siento que esto lo tenemos que construir entre todos. Es difícil posicionar una temática en un país, pero hubo un visionario que lo vio desde el punto de vista político. Y me siento motivado, pero sí, también me canso más que cuando tenía 40 años.
Supongo que es la piedra angular, pero igual te pregunto: ¿qué rol ocupa María, tu pareja, en esta estructura de apoyo?
Me voy a poner a llorar… No hay manera de explicarlo… No sé… A veces creo que soy un tonto por no estar más con María. ¿Por qué no puedo dar un paso al costado y dejar que lo hagan otros? Porque siento que todavía no es el momento. Cuando sepa que el país está encaminado, daré ese paso al costado.
Alejandro, ¿para cuándo un libro sobre tus vivencias en El Salvador?
Durante muchos años me lo preguntaron: “¿Para cuándo un libro?”. Primero, yo ya tengo miles de páginas escritas y tengo un libro de unas 140 páginas que está ahí, para mí. Hasta hice una síntesis de 33 páginas que he repartido y que casi nadie lee. Voy a ver si hago un resumen de media página, para que alguien lo lea… ¿Vos decís un libro que lleve todo de mi vida, no? Pero, ¿hoy lee la gente esas cosas? Difícil… Pero sí, alguna vez habrá que hacer ese libro. ¿Vos me lo vas a hacer?
¿¡Eh!?
Si me ayudas, lo hacemos.
Made in El Salvador (Spanish Edition)
Siguiente pregunta… La última, por cierto: ¿a qué indicadores sociales o económicos deberíamos estar atentos en 2027 o en 2029 para saber si la Dirección de Integración está teniendo éxito?
Si, como Dirección de Integración, pero sobre todo como país, logramos que la gente participe en la construcción de su propio futuro, habremos dado un paso gigantesco. Esa es la mejor medida: que los vecinos de las comunidades empobrecidas participen en su desarrollo emocional, intelectual, artístico, laboral, económico, familiar, político… Si logramos entre todos construir eso, y estoy seguro de que lo vamos a lograr, habremos dado un paso gigantesco. Y después, si ves que aumenta el número de jóvenes de esas comunidades en las universidades, si ves que se establece y se mantiene una relación fluida entre universidades y escuelas, si ves que los medios de comunicación incorporan la palabra de maestros, de abuelos y de vecinos, si ves que los abuelos empiezan a convertirse en recursos maravillosos del país, si ves… Las organizaciones internacionales y los intelectuales siempre hacen mención a la temática de la pobreza, pero es mucho piripipí y poca realidad. Ha llegado el momento de que, desde El Salvador, aportemos un sistema de medición de la pobreza mucho más acorde a la realidad, y no basado en si una persona vive con más de $1.90, $2.00 o $2.50 al día.
Bueno, Alejandro, pues yo llego hasta aquí. Gracias a todas las personas que nos han acompañado.
Espera, dejame decir algo a Mari: Mari, si no te lo digo más seguido, perdón, pero te amo con todo mi corazón. Te seguiré pidiendo mil disculpas, hasta que me echen. Por ahí tenés suerte y algún día me echan y nos vamos a pasear.
Bueno…
Roberto, mil gracias a ti también.
Muchas gracias, Alejandro.
¿Te gusta el periodismo de largo aliento? La semblanza titulada ‘Quijote Gutman’ es uno de los 16 perfiles y crónicas que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto en formato impreso como en formato eBook .
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[image error]May 15, 2024
Jorge es Cádiz y Cádiz es Jorge
El cadismo es como la salvadoreñidad. Cuesta definirlo. Se puede escribir una frase deslumbrante, un párrafo sentido y sonoro, un ensayo brutal, pero no dejarán de ser palabras, palabras que aspiran al imposible de retratar los sentimientos. No me gusta tomarme el fútbol como un trabajo, dicen que Mágico alguna vez dijo. Y no se lo tomó.
Hugo Sánchez, contemporáneo de Mágico, materializó 189 goles para el Real Madrid en siete temporadas, pero, ¿qué representa hoy para el madridismo? ¿En cuántos bares de la capital de España se le rinde pleitesía? ¿Lo idolatran los niños del nuevo milenio?
Mágico en Cádiz fue, es y será. En apenas un par de días mi libreta ha quedado plagada de frases que evidencian lo inigualable de su relación:
“Mi hermano mayor en su cartera lleva siempre una foto del Mágico”.
“El futbolero gaditano se conformaba con verlo saltar al campo”.
“Se le quiere porque tiene la misma personalidad que la gente de acá: era campechano y daba todo lo que tenía”.

“A las instituciones les preocupa elevar donde ya lo tiene la afición a una persona con comportamientos que no son el mejor ejemplo”.
“Era como uno normal de Cádiz, como si hubiera nacido en Loreto o en La Línea, sólo que un máquina jugando al fútbol”.
Y la más poderosa de todas, que merece ser atribuida. Me la ha dicho Joaquín Revuelta, el director de la Escuela de Entrenadores de la ciudad: “El tema es que Jorge es Cádiz, y Cádiz es Jorge. No hay otra manera de explicarlo”.
El colega Daniel Herrera, jefe de redacción del periódico deportivo El Gráfico y alguien que ya ha estado en esta ciudad en calidad de periodista salvadoreño para preguntar sobre Mágico, me dijo antes de venir a Cádiz algo que me sonó bien, pero que yo juzgué exagerado e irreal. Ahora estoy convencido de que tiene razón.
Este texto es un fragmento de una crónica de más de 6600 palabras titulada ‘La ciudad del Mago’, que es una de las 16 crónicas y perfiles que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto impreso en papel como en formato eBook .
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Made in El Salvador (Spanish Edition)
[image error]May 4, 2024
Isabel, Cristóbal y el Palacio Nacional
Raúl Contreras es un periodista salvadoreño de 28 años que desde Madrid, España, envía esporádicamente notas a un diario de su país llamado La Prensa. Estamos a mediados de 1924, y Contreras ha sabido que un escultor español llamado Lorenzo Coullaut Valera tiene en su estudio dos magníficas estatuas que el Gobierno de El Salvador ha adquirido para que a partir del próximo 12 de octubre estén frente a la fachada principal del Palacio Nacional de San Salvador. Se trata de obras de más de dos metros de altura que representan a Cristóbal Colón, el europeo al que se le atribuye el descubrimiento de América, y a Isabel la Católica, la reina que sufragó los gastos del viaje de las tres carabelas.

El 6 de julio será la entrega oficial, un pomposo acto con champagne incluido al que acudirán, entre otras autoridades, el dictador Miguel Primo de Rivera, presidente del Directorio Militar que gobierna España; el encargado de Negocios de la Embajada de El Salvador en Madrid, Ismael Fuentes, y su esposa; y, en representación del rey Alfonso XIII, estará su secretario particular, el marqués de las Torres de Mendoza.
Pero Contreras, fiel a su intuición, ha acudido hoy al estudio de Coullaut Valera para conocer las esculturas, cuando aún faltan unos días para la entrega. Coullaut Valera lo recibe con amabilidad, al punto que Contreras saldrá de aquí convencido de que no ha estado sólo ante un gran artista, sino que ha conocido a una gran persona, sencilla y modesta a pesar de ser uno de los autores con más renombre. El joven periodista salvadoreño se sabe profano en la materia, pero la belleza de las estatuas, aunado al hecho de saber que algún día estarán en San Salvador, lo ha impresionado. Además, Contreras infiere de la plática que el autor tiene un cariño especial a estas obras, ya que son las primeras de este tamaño en las que combina bronce y mármol como materiales. Isabel la Católica luce seria y joven, con una imponente corona en su cabeza, y carga en su mano izquierda un cofre abierto. Cristóbal Colón viste traje de época, tiene la mirada triste y perdida, y en su mano derecha sostiene un legajo de hojas.
— Ni el paso de los años hará que estas obras pierdan su color –le dice Coullaut Valera a su invitado.
No solo hablan de Cristóbal e Isabel. Coullaut Valera le cuenta a Contreras que, tras resultar ganador en un concurso nacional, está inmerso en la creación de una obra de esas que inmortalizan a su autor: se trata de un conjunto monumental que se levantará en la madrileña plaza de España, la más grande de todo el país, en homenaje a Miguel de Cervantes y a los personajes de sus principales obras. Entre las esculturas destacan, obvio, Don Quijote y Sancho Panza. Coullaut Valera le muestra satisfecho la maqueta en yeso de todo el proyecto. Obras suyas ocupan ya lugares destacados en distintas ciudades de España, como la escultura de Gustavo Adolfo Bécquer en el sevillano parque de María Luisa o el monumento a Ramón de Campoamor que hay en el madrileño Parque del Retiro.
Ahora también frente al Palacio Nacional de San Salvador tendremos dos obras suyas, piensa orgulloso Contreras. En la nota que enviará al diario La Prensa explicitará su satisfacción. Así arranca: “El Salvador poseerá, sin duda, las más bellas estatuas de Isabel la Católica y Cristóbal Colón que hasta ahora se hayan hecho por manos de artista alguno”.

Coullaut Valera morirá en 1932, y con el paso de los años terminará como uno de los infaltables cuando se habla de la escultura española del siglo XX. Raúl Contreras, después de unos años en Europa, regresará a El Salvador y tendrá una destacada carrera como funcionario público (llegará a presidir en 1950 la Junta Nacional de Turismo) y como poeta. Cristóbal Colón e Isabel la Católica seguirán, un siglo después, frente al Palacio Nacional de San Salvador, en el mismo lugar en el que los ubicaron el 12 de octubre de 1924, expuestos al vandalismo y a la incultura –ya han sido remendados en distintas ocasiones–, y sin que nadie entre las miles de personas que cada día pasan a sus pies sepan que un día, antes de emprender su viaje en barco hacia América, fueron la razón que juntó en Madrid a un escultor español llamado Lorenzo Coullaut Valera y a un joven periodista salvadoreño llamado Raúl Contreras.
Esta es una versión actualizada de una entrada publicada en mi blog el 24 de febrero del año 2011.
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[image error]April 28, 2024
Una proposición indecente

Este relato no permite muchos detalles, así que a su protagonista lo llamaremos Whisper, a secas. Whisper fue niño de la calle, pandillero, ganó respeto en la 18 y, ya talludito, decidió coquetear con el narco. Ahora mueve lo suficiente como para llevar una vida holgada, con caprichos. Está ya cerca de los 40, pero se mantiene en forma, y eso y su manera informal de vestir aún le dan un aire juvenil. Ninguna de mis mujeres tiene más de 25 años, dice orgulloso.
Trató de impresionarme desde la primera vez que lo conocí. Y lo consiguió. Pasadas las 2 de la madrugada y con unas cervezas de más, quiso demostrarme que él se las puede, que mueve y maneja, que la autoridad come de su mano. Sin apenas tráfico, Whisper paró su carro en mitad de la calle, lo llevó contrasentido un par de cuadras y lo puso enfrente de tres patrullas de la Policía Nacional Civil –la de Guatemala– que estaban estacionadas junto a una tienducha que vendía comida y café toda la noche. Bajamos del auto, los policías lo miraron, pero ahí quedó todo.
Eso fue hace ocho meses. Hoy irá más allá. Hace apenas unos minutos Whisper y su amigo me han presentado un revólver que es paisano mío. Tiene una inscripción que anuncia su lugar de construcción: Guernica. “Pues de estas no hay muchas aquí”, dice el amigo, casi como si fuera una excusa para celebrar algo. Sin embargo, conocer al revólver paisano se convierte en el preámbulo de la despedida. Hay agradecimientos, hastamañanas. Whisper se ofrece para llevarme. Subimos a su vehículo, telefonea a una de sus amantes y después comienza a hacerme un repaso de sus carros hasta llegar a una camioneta blindada que compró hace poco.
—¿Y para qué necesitás una camioneta blindada?
—Hay cosas que son peligrosas… Por cierto, ¿querés tomar fotos el sábado? Voy a ir a darle a alguien.
Creo conocerlo lo suficiente como para saber que habla en serio.
—Si tomo fotos me convierto en cómplice.
—No, porque vos dirás que pasabas por ahí. Ya sabes, hay cosas que… tenés que mantener un nivel porque tenés que estar vivo. Y en este rollo sos vos o son ellos. ¿Y qué preferís vos, que lloren en tu casa o que lloren en la de ellos? Por la Policía no te preocupés. Ya está arreglado y se van a alejar, ya está la orden. Daré unas vueltas primero, me van a ver a mí y, cuando miren que soy yo, se van a esconder.
—¿Y si te están esperando?
—No, no, no. Sólo nosotros disparamos. Tranquilo, que no nos tiran a nosotros. Y vos lo verás todo desde la camioneta, en una esquina, con la cámara.
A Whisper le seduce el protagonismo. Siempre ha querido que alguien escriba un libro sobre su vida. Y este asesinato que no dudo que ejecutará serían apenas unos pocos párrafos.
Esta es una versión actualizada de una entrada publicada en mi blog el 19 de abril de 2010
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[image error]April 22, 2024
Jon Sobrino, el obseso
El nombre de un periodista no es algo importante para Jon Sobrino. En realidad, el periodismo en sí, tal y como está concebido en la actualidad, no es importante. “No me interesa todo eso, ese mundo de los millones, de los medios que son más o menos de derecha o un poquito de izquierda”, me dijo la tercera ocasión que hablamos frente a frente.
Sentado con el padre Jon Sobrino afuera del galerón en el que oficiaba misa, en la parroquia El Carmen. Fotografía tomada en 2008 por Francisco Campos.La segunda había sido un 30 de noviembre, poco después de oírle cantar el ‘Cumpleaños feliz’. Me le acerqué una vez finalizó su misa, como habíamos acordado por teléfono.
—A ver, ¿tú eres Antonio Valencia? –preguntó, cortante.
—Roberto, padre, Roberto Valencia.
—Roberto… ah, entonces sí te conozco. Vamos a ver, ya te dije que ahora no te voy a recibir, pero ¿qué es lo que quieres tú?
Siete días después salió con lo de que aparecer en los medios no le interesa. Pero aquella tercera plática fue más cordial. Fijamos para el día siguiente una entrevista larga en su despacho, y volvió a llamarme Antonio. Se justificó diciendo que Antonio Valencia le sonaba a un portero que tuvo hace unos años el Athletic de Bilbao, el equipo de fútbol al que sigue desde joven. Pero aquel portero, que yo también recuerdo, se llamaba Juanjo Valencia.
“Yo soy diabético, de dos inyecciones diarias, para que lo pongas”. Atribuye su mala memoria selectiva –sólo para nombres y rostros– a la diabetes. Es selectiva porque Sobrino, el jesuita amonestado en 2006 por el Vaticano, supera los 70 años, pero es uno de los intelectuales salvadoreños más leídos y traducidos en todo el mundo, continúa celebrando misa en la misma iglesia donde lo ha hecho por casi 20 años, y se mantiene firme en lo que décadas atrás alguien bautizó como la opción preferencial por los pobres. Y sigue publicando cuanto puede. Y sigue con sus pensamientos enfocados en lo que él cree que es importante.
Un 24 de marzo, el del año 2008, fui testigo involuntario del rencuentro entre Jon Sobrino y Leonardo Boff, y tuve la suerte de que Francisco Campos estuviera ahí para fotografiarnos.Tras aquella larga entrevista en su despacho pedí a Sobrino que me firmara un ejemplar de uno de sus libros. Lo abrió y con letra clara y legible, de estudiante aplicado, escribió: “Para Antonio Valencia. Con agradecimiento y esperanza. Jon Sobrino”.
Este texto es la escena inicial de una semblanza de más de 6000 palabras titulada ‘Jon Sobrino, el obseso’, que es uno de los 16 perfiles y crónicas que integran mi libro Made in El Salvador . La obra está a la venta en Amazon, tanto impreso en papel como en formato eBook .
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[image error]April 10, 2024
Los firulais montañeros del Izalco y el Ilamatepec
Dos firulais han subido con nosotros el volcán de Izalco. Yo, de razas, lo mínimo, así que prefiero describir: el más grande de los perros es tamaño y plante de pastor alemán, pero de un pelaje negro –salvo unas pinceladas blancas en las patas–, brillante y que luce bien cuidado, la verdad; la menos grande es menos agraciada, más aguacatera, el pelo corto y amarronado.
—Al negro le decimos Nerón, este casi nunca falla; la otra no tiene nombre, no ha subido tantas veces –nos dice la joven y extrovertida guía que nos guía y acompaña.
El de la izquierda es Nerón. La de la derecha, una firulais más de las que se ganan la vida en el Parque Nacional Los Volcanes. Los dos y el fotógrafo estamos en el cráter del volcán de Izalco, en Sonsonate.Hoy es el último domingo de octubre de 2023, y un grupo de senderistas acabamos de coronar el Izalco, el otrora Faro del Pacífico, en el departamento de Sonsonate. Nerón ha subido como si nada, puro paseo. A la otra firulais se le ha atragantado un poquito más, pero también firme. Creo que a todos nos ha agradado su compañía, desde el Cerro Verde hasta acá arriba, y nos hemos turnado dándoles algo de comida y agua. Es por lo que suben.
Nerón y la otra firulais forman parte de un grupo de perros nutrido y cambiante, nos dice la joven guía. El Instituto Salvadoreño de Turismo, el ISTU, organiza casi a diario dos rutas desde el Cerro Verde: una al volcán Ilamatepec –también llamado el Santa Ana, el que erupcionó en 2005–; y la otra, esta al volcán de Izalco.
—Hay uno al que le decimos Tommy. Otro que es negrito le decimos Blacky. Son tantos… –dice la joven guía.
Hasta hace pocas semanas una de las más activas era la Canela, dice. Pero se la llevaron unos turistas.
—Es que como hay personas que son amantes de los animales, de los perritos, y estos son como bien cariñosos, porque si usted notó, él desde que en Cerro Verde empezamos a hacerle caricias y a hablarle, él ya no se nos despegó, y va a bajar con nosotros. Entonces, hay personas que eso les gusta, y como los ven muy bonitos, atractivos… ¡La Canela era muy bonita!
Made in El Salvador (Spanish Edition)
No lucen tan presentables y saludables por casualidad. El ISTU, me dice la joven guía, trae de vez en cuando a veterinarios y los desparasitan, inyectan a las hembras para que no se embaracen, incluso se han llevado a alguno cuando lo ven enfermo y al tiempo los regresan. Nerón es un amor, además de su prestancia. ¿Pero no tienen dueño?, pregunto.
—Pues… algunos sí tienen dueños, pero si están en la zona, entonces, y si alguien los quiere adoptar, se lo pueden llevar, porque los dueños los han dejado libres, los han dejado solos, no les dan comida. Algunos tal vez bajan a su casa para dormir, pero comida y bebida la obtienen aquí arriba, en el área turística, sobre todo en la ruta al Ilamatepec, que es la más demandada por los turistas por ser más fácil. El ISTU incluso hubo una época que traía comida para perros, para estarles dando.
Todo esto de los firualis montañeros puede sonar risueño, pero tiene un lado negativo, imprudente. Cerro Verde, el Izalco y el Ilamatepec son el alma del Parque Nacional Los Volcanes, una de las escasas áreas naturales protegidas en El Salvador. Por aquí hay venados, armadillos, zorros grises, cotuzas, pezotes, iguanas… comida en potencia para firulais hambrientos. Ya ha ocurrido.
Vista desde el cráter del volcán de Izalco; el del bastón alzado soy yo.—Sí –admite la joven guía–, los perritos son un atractivo para los turistas, pero a la vez son un peligro para la fauna.
Todo un dilema. Un verdadero dilema.
En tres horas habremos bajo el Izalco y subido Cerro Verde. Nerón el experimentado, como si nada. A la otra firulais se le atragantará más, pero subirá (re)bautizada, eso sí: Bellota. A saber si alguien la volverá a llamar así.
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