Roberto Valencia's Blog, page 2
June 27, 2025
Gustavo Villatoro: «Que el tema de seguridad sea de dominio público no dio buenos resultados»
Creo haber investigado lo suficiente el fenómeno de las maras — desde hace demasiados años — como para poder afirmar que esta entrevista con Gustavo Villatoro, el ministro de Seguridad del Gobierno de Nayib Bukele, aporta información novedosa e interesante, algo que sabrán valorar, sobre todo, las personas que tienen conocimientos previos sobre el fenómeno. Y me atrevo a calificar la entrevista como interesante a pesar de las circunstancias.
Como es sabido, la Administración Bukele ha hecho del hermetismo una bandera, lo que representa un obstáculo casi insalvable para el periodismo independiente y dificulta el derecho de la ciudadanía a estar informada. La entrevista con el ministro Villatoro la gestioné a mediados de abril para obtener una versión oficial en un reportaje que trabajé para BBC Mundo y que aspiraba a responder a esta pregunta: ¿Qué queda de las maras en El Salvador tras tres años de régimen de excepción?
Hice la gestión ante la Secretaría de Comunicaciones con la convicción de que me la denegarían, pero así podría dejar constancia del intento. Para mi sorpresa, el ministro Villatoro me recibió en su despacho del Centro de Gobierno la mañana del 28 de abril de 2025.
La concesión de la entrevista se condicionó a que todas las preguntas se circunscribieran al tema propuesto — ¿Qué queda de las maras tras tres años de régimen? — , y cumplí mi parte. Aun así, la hora larga de conversación con el ministro Villatoro generó información que, reitero, juzgo novedosa e interesante: pandillas juveniles, régimen de excepción, asesinato del Trece de Teclas en Zacatraz…
Las citas que mis editora de BBC Mundo y yo consideramos más sonoras e impactantes se incluyeron en el reportaje publicado el 22 de mayo, y ahora ve la luz el resto de la entrevista, con la edición indispensable.
¿Cuándo el Ministerio de Seguridad considera que una clica ha sido desmantelada, que una colonia se ha liberado del fenómeno de las maras?
Creo que es bien difícil manejar esos verbos tan victoriosos con este fenómeno, porque tú sabes bien la contaminación mental que genera el hecho de ingresar en una pandilla. Yo no puedo decirte que la Teclas Locos o la Villa Mariona Locos estén desarticuladas; ni que la misma Witmer Locos Salvatruchos, que fue la que nos llevó a imponer el primer cerco en Comasagua, esté desarticulada. Yo puedo decirte que en las colonias ya no hay homeboys, ¿pero saber a ciencia cierta si esas clicas están desarticuladas? No, porque tenemos chequeos, tenemos paros y no sabemos lo que pasará mañana.

Su prudencia ahora choca con el discurso oficial, ¿no? El presidente incluso ha ido a la sede de Naciones Unidas a decir que El Salvador es el país más seguro del hemisferio , y que esa seguridad se ha logrado porque las maras están desarticuladas.
Estamos hablando del fenómeno de las pandillas y tú me preguntas si podemos declarar a una clica en particular desarticulada. Eso es lo que no se puede hacer. Lo que sí sabemos es que ya no hay actividad criminal, o las órdenes que antes bajaban desde las 15 sillas, desde los penales… Eso ya no existe. El gobierno criminal de la MS-13 en El Salvador está destruido, y esto lo puedo decir con mucha propiedad. Quedan esos remanentes. Son clicas que, en muchos casos, están desconectadas de sus programas, pero nosotros tenemos que seguir luchando.
¿Qué se hizo diferente esta vez respecto a otros embates del Estado previos, como el Plan Mano Dura, la Ley de Proscripción de Maras o las Medidas Extraordinarias?
El conocimiento del fenómeno es una de las grandes diferencias respecto a todos los esfuerzos realizados en el pasado. El entendimiento de qué pasa en una comunidad cuando se separa al tiburón. Quizá no te acuerdes, pero en los años 2000 había una plaga de bandas de secuestradores desde México hasta Colombia. Y fuimos el único país de América Latina que se liberó del secuestro. Yo trabajaba en crimen organizado en esa época, cuando se fundó la DECO (División Élite contra el Crimen Organizado) en la Policía Nacional Civil (PNC).
Tengo entendido que fue asesor de la ANEP, la Asociación Nacional de la Empresa Privada.
Sí, pero eso fue en los 10 años que quedé fuera de todo, cuando gobernó el FMLN. De hecho, me ofrecí por el tema del bus que quemaron… Pero el punto es que, al desmantelar las bandas de secuestradores, aprendimos que, si retiro al tiburón, aparecen otros depredadores. Las bandas no dejaban prosperar a los pandilleros en las comunidades, ¿y qué pasó cuando retiramos al tiburón? Pues que crecieron las pandillas. Entonces, ahora nos preguntamos: ¿qué pasará cuando retiremos al tiburón en el que se habían convertido las pandillas? Ahí se visualiza el tema de las agresiones sexuales, el tema de los rateros y el tema de la droga, porque cualquiera podría pensar: «El mercado está libre y el que me mataba ya no está; voy a aprovechar». Por ahí es donde estamos centrando los esfuerzos.
Hablemos del régimen de excepción. ¿Cuál es la cifra actualizada de detenidos?
Cercano a 86 000.
Un informe confidencial de la Subdirección de Inteligencia de la PNC cifra en 8548 los pandilleros sin capturar. ¿Se refiere a homeboys o a cualquier grado de participación en la estructura?
A la luz de las acusaciones que se están preparando en las sedes judiciales en contra de todas estas clicas — y canchas, en el caso de la 18 — es que, si bien es cierto que tú y yo quizá conocemos bien las diferencias entre homeboys, chequeo, paro, los postes…
Incluso mascotas.
Sí, pero para efectos muy prácticos, nosotros acá nos hemos quedado. ¿Por qué? Porque a raíz del régimen de excepción se genera una desconexión de la actividad, ¿ya? Y ya no tienen gobierno. ¿Qué hacen estas clicas internamente? No se sabe, ¿ya? Lo que sí sabemos es que nosotros tenemos pandilleros, que se entiende el homeboy, y vamos a definir al pandillero no brincado, asumiendo en ese bolsón a los postes, paros y chequeos de los que nosotros ya teníamos un registro de actividad criminal desde la pandemia.
Entonces, esos casi 8600 son…
Son pandilleros brincados y pandilleros no brincados.
¿Dónde creen ustedes que están esas 8600 personas? ¿En El Salvador?
El régimen de excepción tiene un impacto directo en uno de los elementos principales de la esencia pandilleril: el territorio. Básicamente, se les destruye ese elemento, y ahí radica la razón de los cercos, las operaciones, etc., destinados a anular el elemento territorial. La evidencia que tenemos es que muchos pandilleros, por ejemplo los de la Sailor Locos, del oriente del país, han sido detenidos en Santa Ana. Y es porque han perdido el territorio. Digamos que hay una migración interna y que tratan de ocultarse porque ya no tienen territorios. Algunos han quedado en las comunidades, pero poco a poco vamos recibiendo información y, cuando nos llega, procedemos. Es como el juego del gato y el ratón, con lo poco que ha quedado dentro del territorio nacional. Luego, muchos pandilleros han huido a Guatemala y a México. Bueno, también tienes que saber que la MS empezó a preparar el programa México antes del régimen de excepción y, durante el último gobierno del FMLN, empezaron a establecer sus bases en la parte sur de México. Otros siguieron hacia Estados Unidos.
¿Usted se atreve a estimar cuántos de esos 8600 pandilleros están en El Salvador y cuántos fuera del país?
Yo creo que lo que queda en el país es inferior al 40 %.
Y sobre la cifra de 86 000 detenidos durante el régimen de excepción, ¿cuántos han sido liberados porque se demostró que eran inocentes?
Poco más de 8400.
¿Por qué sigue siendo necesario el régimen de excepción?
Por la misma naturaleza del fenómeno, y tú mejor que nadie sabes que esto a nosotros nos llegó con un homeboy deportado. La figura del régimen de excepción, aunque para algunos es cuestionada, para el salvadoreño común ha representado pasar de un régimen terrorista a estar bajo la sombrilla de un Estado fuerte, y mantenerlo a la fecha es justamente por el mismo respeto y seriedad que hay que tenerle al fenómeno de las pandillas, porque una pandilla no es una organización criminal común y cualquiera, como las operan en otros lugares del mundo. Esto va más allá de una simple organización criminal. Es algo que, en principio, no se puede comparar con una organización criminal común y corriente. A veces digo que es como una religión negra. Siempre está ahí, latente, y lo que se escucha de los que están fuera es que ya va a pasar… Obviamente, después de tres años, ya no se escucha esa cantaleta de que van a regresar, ni siquiera en las propias comunidades. Pero recuerda que a finales de 2022 y principios de 2023 eso era lo que se escuchaba mucho en las comunidades, pero digamos que la esencia del mantenimiento del régimen consiste en mantener siempre esa guerra permanente.
A corto o medio plazo, ¿no vislumbra razones para dejar de prorrogarlo?
No, aunque es algo que analizamos día con día. Es cierto que se ha dicho que acabará cuando agarremos al último homeboy en territorio salvadoreño, pero como ministerio tenemos que estar preparados para cualquier decisión del presidente.
Antes del régimen, la MS-13 era la pandilla más extendida y mejor estructurada, mucho más que las dos facciones de la 18 sumadas. ¿La MS-13 sigue siendo en la actualidad el principal motivo de preocupación para el Ministerio de Seguridad?
Las tres pandillas son motivo de preocupación, con la salvedad de que no hay una estructura nacional en las dos facciones de la 18 y de que tampoco hay un gobierno criminal en la MS.
¿No existe una estructura de mando en la MS-13 a día de hoy? ¿Así de tajante? ¿No hay una ranfla nacional ahora?
En el país, no. Y la que estaba, nadie la escucha. Unos están fuera del país, y desde ahí pretenden, pero nadie está escuchando.
O sea, los remanentes están descabezados.
Completamente descabezados.
¿Y a escala local, en las colonias? Me extraña que no haya una jerarquía…
Pero no pasa más de respetar al homeboy, digamos.
¿Por qué al inicio del régimen de excepción, en abril y mayo de 2022, se actuó con mayor severidad contra programas específicos de la MS-13, como la Hollywood Locos o la Teclas Locos?
Y la Stoner Locos también.
¿Por qué?
Al principio se quisieron golpear estos programas… [segundos de silencio]

Ok. Y sobre las dos 18, ¿se han desdibujado por completo en El Salvador?
No tenemos evidencia de que haya una estructura de mando nacional.
¿Cuál de las dos 18 está más desdibujada: Sureños o Revolucionarios?
Me atrevería a decirte que los Sureños. Es que la Revolucionarios siempre fue como más informal, más escurridiza, más de negocios.
Si no le estoy entendiendo mal, la 18-Revolución nunca necesitó de esa estructura nacional tanto como las otras dos pandillas.
No.
Y para esto en particular les ha venido mejor que sus canchas sean más autónomas.
Correcto.
El referido informe advierte de que se está reclutando a menores de edad, y habla de una conexión con las pandillas estudiantiles . ¿Se ha reactivado la noventera disputa entre nacionales y técnicos?
El tema de las estructuras estudiantiles, que yo creo que no debería sorprendernos, ya que la asociación es algo innato al ser humano y todos nos asociamos por temas sociales, deportivos o religiosos. Lo que no vamos a tolerar es la actividad de estas estructuras estudiantiles, que no debería tener una esfera criminal como la de las pandillas. Por eso estamos poniendo énfasis en los institutos. De hecho, ha habido incluso operativos para capturar a miembros de La Raza que querían levantar…
¿Tiene algo que ver con la viejo pandilla carcelaria de La Raza, que prosperó en Mariona?
No, nada que ver.
¿Y esa nueva La Raza con base en el Inframen tiene algo que ver con la 18?
No.
El Inframen siempre ha sido un instituto controlado por la 18.
Era, era, era. Correcto. Pero la alerta no se debe a la vinculación de La Raza con las pandillas MS o 18, es que esta estructura estudiantil no se vaya a convertir, ¿ya?
He oído que hay cierto problema con la Ley Crecer Juntos, que es garantista, aunque se aprobó durante la Administración Bukele. ¿Sabe algo de ese aparente choque de intereses?
Bueno, la verdad que nosotros, desde nuestro planteamiento, la lucha sigue y lo que queremos es erradicar toda esta cultura, todos estos remanentes de pandilleros. Obviamente en eso hay menores de edad. Muchos que fueron procesados con ese sistema de risa, del Código Penal Juvenil, y que precisamente por la alerta que tenemos a nivel de Inteligencia, y que no es alerta, es decir, ya no es un tema de miren, puede ocurrir. ¡No! Lo estamos viendo, estamos visualizando algunos casos del año pasado que salieron de estos sistemas de risa y, el mismo día, tomaban un vehículo e iban a Guatemala, donde ya aparecían reportándose, activos, trabajando muy cerca con los centrales de Guatemala. Estamos claros de que esa generación la tenemos que erradicar. Nos va a costar y nos va a doler, pero ahora estamos recapturando a estos menores cuando salen. Porque siguen siendo pandilleros y siguen teniendo esa…
¿Recapturando en el portón del centro en el que cumplieron su privación de libertad?
Son menores que por lo general ya salen como adultos.
Hay una referencia explícita en el informe que asegura que de los centros de resguardo salen con lineamientos de parar la pandilla.
De levantar el barrio, según ellos. Sí, ese es el pensamiento. Acuérdate de la edad en la que están, pues todos pasamos por esa edad y nos creemos revolucionarios y que somos los supermanes, etcétera, etcétera.
El informe también consigna que la MS-13 y la 18 están debilitadas, pero no implica abandono del ejercicio de la violencia. ¿Existe una preocupación real de que las brasas que quedan puedan volver a agarrar fuego?
Yo creo que es algo que no se puede dejar de valorar, y menos desde una perspectiva de inteligencia, precisamente por la naturaleza de este fenómeno de las pandillas y, más concretamente, de la MS, que básicamente llegó a ser el gobierno criminal paralelo de este país y era la que realmente mandaba. Por eso, no podemos restar importancia a esa organización. A veces, yo comparo con organizaciones terroristas, sobre todo las de Oriente Medio, que son temas de fe y creencia, y esto no es religioso, pero el vínculo es fuerte. Y destruir un vínculo, incluso con estos jóvenes que entraron antes del régimen en los centros de protección juvenil y que todavía piensan que van a salir a rescatar el barrio.
¿Cuál es el rol de las mujeres en la actualidad? ¿Las están volviendo a brincar?
No, no, no.
El informe de Inteligencia policial asegura que quedan 32 programas y 230 clicas en la MS-13; y sumadas las dos estructuras del Barrio 18, 38 tribus y 288 canchas. Me suena demasiado. ¿Con qué criterio borran del listado de activa una clica?
A ver, es que no es que las borremos. Ese informe ya viene siendo un trabajo coordinado entre inteligencia, investigaciones y Fiscalía General de la República, ¿ya? Eso no es que estén pendientes o que se hayan quitado, no, sino que esto básicamente es la orientación judicial del Estado salvadoreño en contra de todas estas clicas. Recuerda que el gobierno criminal ya está acusado. La acusación del Estado se extiende a las 15 sillas, la ranfla histórica, la ranfla en la libre, los corredores de los 32 programas, hasta ahí llega la acusación. Ahora, todo lo que son las clicas, los palabreros, los corredores de clica, eso ya es competencia del territorio. Han terminado siendo 239 causas, porque en la zona oriental, por ejemplo, la Sailor Locos era un programa, pero lo castigan internamente y lo degradan a clicas, y las tenemos en los cuatro departamentos de Oriente. Entonces, no íbamos a enfrentarlo desde una sola Fiscalía. Por tanto, se va una causa por cada departamento, pero es la misma clica.
Grupos armados. Llegó a haber 95 al principio y ya se habla de 39. ¿Cuándo se considera que una clica sigue siendo un grupo armado para el Ministerio de Seguridad?
Para entender la temática de los grupos armados, tienes que entender la razón por la que se fueron a a enmontañar, ¿ya? Y esto es incluso antes del régimen, cuando ya algún homeboy acumulaba demasiadas órdenes de captura en su contra o con ese sistema judicial de risa que les habían puesto, que los liberaban a los 24 meses y el romántico esperaba que ese asesino serial se llegara a presentar a la vista pública. Ya no se presentaban, entonces ahí se iban al monte. Entonces, estos grupos armados nacen de un colectivo de homeboys que ya eran reclamados por la justicia desde antes de 2022. A esos es a los que se ha estado golpeando. Generalmente se separaron de una clica, pero nunca dejaron de ser de ella. No es que sea una clica nueva, sino que era un grupo de prófugos que se enmontañó.
¿Esos 39 son estructuras que ustedes consideran que tienen armas escondidas y esperan recibir órdenes para utilizarlas?
No. Están en modo de supervivencia. No esperan recibir órdenes porque no tienen a nadie que les dé órdenes. Ya simplemente siguen ahí porque la historia los cogió enmontañados y ahí se quedaron.
O sea, sigue habiendo enmontañados.
Cuando se refiere al grupo armado, se refiere a eso; no es que sea el grupo armado de una clica, sino gente que se fue a la montaña porque ya tenía demasiadas órdenes de captura.
Me interesa hablar sobre el asesinato de Saúl Antonio Turcios, el Trece de Teclas , en Zacatraz. Por este caso parece que sí existe una estructura de mando capaz de tomar estas decisiones.
Esa orden vino de fuera del país.
¿Por qué ocurrió este asesinato en Zacatraz? ¿Por qué líderes históricos como el Trece o el Diablito de Hollywood no estaban en el CECOT en agosto de 2024?
Yo creo que esos son de los temas que, digamos…, acuérdese que nosotros pasamos de un sistema penitenciario que tenía una capacidad, vamos a decirlo, de 36000 ya con alguna, con…
Hace 10 años, la capacidad era de 12 000.
Me refiero a los privados de libertad, que eran unos 36 000 antes del régimen de excepción. Y para recibir todo esto del régimen es que se empiezan a generar los movimientos, siempre para respetar la finalidad del CECOT, ¿verdad? Es para terroristas, para asesinos seriales, y entonces empezamos a quitar presión de Izalco, de Ciudad Barrios, de Mariona, y en esa coyuntura ocurre el homicidio del Trece.

¿Dónde están hoy en día el Diablito, el Sirra, Tiberio, Zachary?
En el CECOT.
¿Esos traslados se aceleraron precisamente por el asesinato del Trece en Zacatraz?
Sí.
Yo he visitado dos veces el CECOT, los módulos 3 y 4, y todas las celdas son inmensas, con capacidad para 80 reclusos. ¿Están los líderes históricos conviviendo o cómo los están gestionando?
No lo sé. Eso es puro manejo y entendimiento de las autoridades penitenciarias.
Hay sectores de la oposición que opinan que el CECOT es un hotel, la cárcel en la que mejor se trata a los reclusos. ¿Falsedades de ese calibre no se desplomarían con una mayor apertura de la Administración Bukele hacia la prensa y la academia? El hermetismo es sospechoso y contraproducente.
Mira, yo creo que hay que ser muy responsables con lo que pasó en este país en los últimos 30 años. Y esa misma responsabilidad nos lleva a tomar algunas medidas como parte de nuestras estrategias. Este país estuvo abierto como un libro en materia de seguridad durante 30 años. ¿Y qué ganamos? No estoy diciendo que no haya gente experta, claro que la hay, y la respetamos. Es parte incluso de los equipos de trabajo que tenemos: gente experta, policías formados en esto. Pero que esto sea de dominio público y que cualquiera pueda opinar no dio buenos resultados. Ya está probado.
Pareciera que las maras son ya cosa del pasado, que están desarticuladas y que se van a tener que abordar en libros de historia. Incluso desde sectores de oposición se ha alimentado esa idea , pero siento que usted ha matizado hoy ese triunfalismo. ¿Qué queda a partir de ahora? ¿Está justificado el optimismo?
Mire, cuando se habla de desarticular, se entiende que esto no se hacía si no venía la autorización desde arriba, y tú lo sabes muy bien. Entonces, cuando desarticulas a la persona que da las órdenes o a los que toman las decisiones, el impacto en la organización es completamente desarticulador, porque te quedan solo los que nosotros llamamos «hijos». A ver, si los programas fueran las familias de las mafias italianas, estos serían los hijos.
¿Pero por qué personas que estaban habituadas a asesinar y que tenían armas en las manos no respondieron ante una detención que se les venía?
¿A qué estaban acostumbrados? ¿Ellos mataban porque querían o porque venía la orden y había que cumplirla?
¿Y no se podría interpretar que salió de alguna manera una orden tipo ‘cálmense de momento, aguantemos’?
No.
¿No?
Lo que no hubo fue chance de que salieran las órdenes a los territorios. Y ahí es donde tú percibiste que pegamos primero a algunos programas en específico de la MS.
No me puedo ir sin preguntarle algo que casi es una cuestión personal. Si le pregunto ahora cuántos homicidios hubo en 2015…
Tres mil seiscientos y algo.
Usted ahí me está contabilizando los homicidios que ahora se llaman intervenciones legales: los enfrentamientos entre policías y soldados con delincuentes.
Sí.
¿Por qué dejaron de contabilizarse a partir de 2021?
Porque lo cierto es que era bien perverso y rompía con la esencia misma de la autoridad. Yo entiendo de dónde viene el cuento y fue perverso quien lo puso. Y con esto no quiero decir que cuando la fuerza pública mata, y mata por error, no haya consecuencias, ¿verdad? Lo que no puedes asumir, Roberto, es que un policía sale a matar. Porque no… Homicidio, homicidio… Entonces quiere decir que hay intención.
Sí, pero eso está en el Protocolo de Bogotá, no se trata de mi opinión ni de la suya.
Pero no es Naciones Unidas. Eso lo financió Soros.
Cuando se compara El Salvador con Guatemala, con Perú, con la inmensa mayoría de los países, se contabilizan ese tipo de homicidios porque son homicidios. Es como si en un accidente de tráfico alguien atropellara a alguien, que en ese caso no debe ser contabilizado como homicidio para determinar la tasa de homicidios, pero es un homicidio. Mi percepción es que abrieron ahí un elemento, quizás suponiendo que iba a haber un volumen importante de cifras…
No, no fue así, no fue así.
Pero ¿por qué no se ajustaron las cifras de los gobiernos anteriores? Sería muy fácil delimitar y excluir si así lo decidieran, si ese fuera el criterio técnico de 2015, 2016 o 2017, no cuesta nada, está tabulado ya. Yo tengo esas tablas.
Sí, pero tú bien sabes lo que pasó en el 2015.
¿Qué pasó en 2015?
Se institucionalizaron los grupos de exterminio. Yo no puedo meterme en ese juego, fue la época de fuego contra fuego de Sánchez Cerén.
Yo creo que como Gobierno se han pillado los dedos, porque ahora dan un argumento legítimo porque en Canadá están contando esos homicidios de intervenciones legales como homicidios.
Pero, digamos, se reconoce, se contabiliza, se declara el hecho.
Lo sé, pero el Gobierno lo excluye del registro oficial.
Lo que pasa es que a mí, desde mi entendimiento académico dogmático del derecho penal, no me cumple. Porque eso implicaría que yo desde la formación le dije al policía que fuera a matar, porque es que el tema es la intencionalidad. Ahí es donde entra en juego ese… y no es un argumento para mirar, creo que vamos a tener muchos… Si ya tienes a Naciones Unidas que lo establecen.
Si en un bus ahora mismo sube alguien con una navaja, y alguien lo dispara y lo mata, ¿ese homicidio se están incluyendo?
No…
¡Y ese es un homicidio!
Porque, ¿dónde está la intención? Incluso cuando quieres reaccionar para salvar una vida, no estás reaccionando con la intención de matar. Lo que quieres es neutralizar la amenaza. Es decir, cortar la continuidad. Sí, pero eso queda para otra sentadita que tengamos, pero académica.
Vaya… No quiero molestar más, ministro. Gracias por su tiempo y por la conversación.
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[image error]June 15, 2025
Visita a la colonia 10 de Octubre, la cancha del Crook
—¿Está calmada la colonia? ¿Hay zonas por las que me recomiendan no pasear?
—Ahora puede ir adonde quiera, gracias a Dios.
Este intercambio sería banalidad pura en otras circunstancias, en otras latitudes, pero no en esta colonia llamada 10 de Octubre, en el distrito de San Marcos, en El Salvador.
La invitación a caminar sin recelos me la han hecho, justo después de desayunar, las señoras que atienden el humilde comedor ubicado en la parte alta de la colonia, junto al redondel que los microbuseros de la Ruta 11 usan como punto.

La 10 de Octubre de San Marcos es la colonia en la que paró el barrio el que seguramente sea el líder de la MS-13 salvadoreña que más titulares ha acaparado en los últimos años: Élmer Canales Rivera, el Crook de Hollywood.
El Crook es, por así decirlo, una prueba viviente de las negociaciones y acuerdos que el Gobierno del presidente Nayib Bukele mantuvo con la Mara Salvatrucha desde finales de 2019 hasta marzo de 2022, negociaciones que Bukele aún niega.
Fue liberado en noviembre de 2021 a pesar de que acumulaba más de 40 años de condena, y una investigación del periódico digital El Faro comprobó con audios incriminatorios que un alto funcionario de la Administración Bukele lo ayudó a escapar a Guatemala.
El Crook fue capturado en México, extraditado a Estados Unidos en noviembre de 2023, y permanece encarcelado en Nueva York, acusado de varios delitos de terrorismo por su rol como integrante de la ranfla nacional de la MS-13, el máximo órgano de dirección de la pandilla en El Salvador.
La 10 de Octubre de San Marcos era la cancha base del Crook. Acá vinieron a vivir sus padres a finales de los ochenta, en plena guerra civil salvadoreña.
En el polígono 5, donde se topan las sendas 8 y 9, aún se distingue un placazo de más de cuatro metros de largo que explicita quién fue la autoridad acá por más de un cuarto de siglo: Hollywood Locos.
Rosa Amelia Mejía nació en 1957 y vive en el polígono 5 desde 1987, cuando la 10 de Octubre era poco más que una lotificación improvisada, sin agua ni luz. La colonia le debe su nombre al terremoto que el 10 de octubre de 1986 arrasó San Salvador: 3500 muertos, 200,000 damnificados.
«A todos los muchachos se los llevaron cuando empezó lo del régimen», dice Rosa Amelia, quien vive con su hijas y nietos, y se dedica a echar tortillas.
Nunca pagó renta a la pandilla, porque su negocio es de estricta subsistencia, y porque en el bajomundo surgen iniciativas para garantizar la sobrevivencia: «Bendito sea Dios, pero yo nunca les pagué. Lo que sí hacía es que si venían a mí y me decían: véndenos tortillas; yo algún día les decía: ‘Tomen, llévenselas gratis’».

Mientras echa tortillas en la plancha que tiene en su casa, Rosa Amelia cuenta con naturalidad pasmosa cosas que no son — que no deberían ser — naturales: la noche de Navidad de 1995 la MS-13 mató a su hermano; desde 1998 uno de sus sobrinos devino persona con discapacidad porque los muchachos lo balearon; y en febrero de 2024, bajo el régimen de excepción, la PNC detuvo a su nieto y no ha vuelto a saber de él.
«Yo no confío ni en los unos ni en los otros; solamente en mi padre celestial», dice Rosa Amelia.
Las maras son un fenómeno criminal muy particular, que en El Salvador alcanzaron su máximo desarrollo. No son estructuras criminales al uso, creadas por y para el enriquecimiento.
Importadas desde el área de Los Ángeles a inicios de los noventa, prosperaron como en ningún otro país en la sociedad descompuesta de la inmediata posguerra, al punto de lograr una extraña simbiosis con las comunidades en las que se implantaron.
Tras incontables embates estatales desde aquel primer Plan Mano Dura anunciado por el expresidente Francisco Flores en julio de 2003, erradicarlas parecía un imposible.
«No podemos faltar el respeto a esa organización criminal; a veces yo la comparo con organizaciones terroristas, más que todo las de Medio Oriente que se mueven por temas de fe, de creencia… Y lo de la MS-13 no es religioso, pero es el vínculo es fuerte», me dirá en unos días en su despacho Gustavo Villatoro, el ministro de Seguridad.
Este texto es un fragmento de un reportaje de 3000 palabras publicado el 22 de mayo de 2025 la edición en español de la BBC británica, bajo el títular ‘ Qué queda de las maras en El Salvador después de más de tres años de régimen de excepción de Bukele ’.
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[image error]June 10, 2025
Pasión y orines en el Estadio Cuscatlán
Goooool.
Se conocieron hace apenas unas horas y ahora míralos, abrazados como amigos de toda la vida. Son abrazos sentidos, de esos que quizá ni se atreven a dar a sus madres. El grupito lo integran cuatro. Uno es un aspirante a filósofo del fútbol, huesudo, cuarentón y ojeras perpetuas; otro es un joven alto, gordo y con lentes, con cara de no haber roto un plato; hay también un periodista treintañero de ojos claros y gesto serio, de esos que viven obsesionados con su trabajo; y el cuarto es un alguien con camisola azul que subió de la fila de delante. Extraños abrazándose. Y no son los únicos. Todos alrededor gritan saltan celebran animan enloquecen. El Salvador ha marcado gol.
Foto: Salomón Vásquez—¡¡¡Increíble!!! ¡¡¡Sin palabras!!! ¡¡¡Increíble!!! ¡¡¡Increíble!!!
El aspirante a filósofo se desgañita, bandera en mano. Es el más expresivo. Tiene los ojos desorbitados y la lengua azul.
La catarsis colectiva confluye de a poco en gritos unánimes de El Salvador, El Salvador, El Salvador, que remiten de a poquito. Continúan las sonrisas, los arrumacos, las miradas de complicidad, mientras cada quien trata de recuperar su pedazo de concreto. También los cuatro. Por megafonía se escucha la Voz. Anuncia el autor del gol salvadoreño y el resultado. Un nuevo rugido.
El estadio entero celebra, pero la celebración es más en este sector conocido como Vietnam. La grada es ahora en una gran hermandad. Reina esa sensación que llaman felicidad. Nadie diría que son las mismas personas que hasta hace unos minutos estaban tirándose orines unos a otros, rifándose, vejando a las pocas mujeres que llegan, insultándose, irrespetando el himno contrario, humillando a los jugadores negros o descamisando a quien comete el pecado de no ir de azul o blanco.
***
Hasta se parece a la oficial. Las había desde dos dólares, pero por siete he conseguido una camisola que incluso trae —bordado— el escudo en el pecho. Tiene la corona de laurel, los cinco volcanes, el gorro frigio y el arcoíris encima, aunque sólo de cuatro colores. Meritorio si se tiene en cuenta que quien lo bordó quizá no podría ubicar El Salvador en un mapa. La camisola, más blanca que azul, es Made in China, y espero que sea mi salvoconducto en Vietnam. De casa salí con una que tiene grandes letras que dicen EL SALVADOR en lo ancho del pecho, pero es de color añil. Casi una provocación, me hace ver Wilson Carranza.
Wilson —48 años, bigote, oscuro como café— es compañero de trabajo y amigo. Los partidos de la liga local de fútbol no le entusiasman, pero es asiduo de las grandes citas de la selección. Podría decirse que es un veterano de Vietnam. Hoy tendré la suerte de ir con él, con su hijo homónimo y con su padre, Ángel. Tres generaciones que en Vietnam forman una escena familiar atípica. Después comprenderé que no es lo único atípico en el comportamiento de Wilson.
Faltan dos horas y media para que el partido empiece, pero los cuatro sabemos que llegamos tarde. Los 400 metros desde el microbús hasta el estadio los hacemos raudos, con la única y efímera parada para comprar la camisola.
A la carrera, entre humos de carne asada y hot-dog, nos ofrecen camisolas, cervezas, banderas, pintura para la cara, más camisolas, entradas ‘Prohibida la reventa’ al triple, cachuchas, más camisolas… A Wilson incluso le han regalado un pase de cortesía para una barra-show. Me lo da. Tiene impresas dos mujeres ligeritas de ropa, las banderas de los equipos que se enfrentan y una sugerente invitación: “Hoy sábado cerveza al 2x1 para toda la afición. De 10:00 a 12: p. m. Después del partido te esperamos para compartir! Habrán rifas de bebidas, privados y masajes eróticos. Use este volante como pase de cortesía y sea ud. bienvenido a Kara’s”. Lo guardo.
Mientras caminamos, pienso en el detalle de que no esperan a los aficionados para celebrar, sino para compartir. Parece que mucha fe en una victoria de El Salvador no hay.
Subimos la escalinata, mostramos los tiquetes, manos a la nuca para el cacheo policial, y adentro.
Vietnam.
***
Seguro que el ‘Che’ Guevara no estaba pensando en esto cuando en abril de 1967 incitó a que florecieran dos, tres, muchos Vietnam. La consigna hacía referencia a la más mediática de cuantas guerras se libraron en las décadas de los sesenta y setenta. Un conflicto a más de 16 000 kilómetros de El Salvador fue, pues, el que hizo que el sector de Sol general de este estadio se comenzara a llamar así. En los ochenta lo quisieron rebautizar desde algunas radios como Guazapa, el cerro en eterna disputa durante la guerra civil, pero la idea nunca cuajó.
En la actualidad, Vietnam es toda la grada oriente del Monumental Estadio Cuscatlán, frente a Tribuna. También se conoce como Solón. Son las entradas más baratas. Para este partido internacional, cinco dólares, precio por el que el espectador obtiene, con suerte, un pedazo de concreto en el que poder sentarse, a merced del sol primero y de la lluvia si cae.
Determinar cuánta gente cabe en Vietnam no resulta tan sencillo. Los diarios esta mañana hablaban de 12 000 entradas vendidas. Pero la página electrónica de la empresa propietaria del estadio consigna que la FIFA permite casi 14 000 espectadores. Y la empresa eleva la cifra a 18 000. Esta tarde se llenará tanto que muchos verán el partido de pie.
¿Y desde cuándo Vietnam se llama Vietnam? Pues depende de a quién se le pregunte. Ni siquiera hay consenso entre los periodistas deportivos veteranos. Roberto Águila (70 años, El Gráfico) y Sergio Gallardo (59 años, Telecorporación Salvadoreña) creen que el nombre se comenzó a utilizar con el Estadio Cuscatlán ya en uso, es decir, a partir de 1975. Raúl Beltrán Bonilla (59 años, Radio YSKL) e Ismael Nolasco (66 años, Canal 12) dicen que el nombre se importó del Estadio Flor Blanca, donde desde finales de los sesenta ya se utilizaba el concepto de Vietnam. “Cuando el Alianza derrotó en enero de 1966 al Santos, con Pelé incluido, fue que escuché por primera vez la palabra”, me dirá desde Houston Ernesto Callejas, un salvadoreño que emigró hace 21 años a Estados Unidos.
En lo que hay coincidencia absoluta entre periodistas y aficionados veteranos es para señalar que el comportamiento ha ido de mal en peor. Del reporteo para esta crónica surgirán declaraciones como estas: “Meterse ahí es un atentado a la cordura”. “Se arman auténticas bacanales”. “No respetan ni a la madre de ellos mismos”. “Los salvadoreños nos comportamos como tribu todavía”. “Juré que no volvería a ese sector”. “A Vietnam van los mareros”.
¿Será para tanto?
***
El partido comenzará pasadas las 7 de la tarde. Aún no son las 5, pero Vietnam está ya cubierto por un agitado mar azul y blanco. Muchos llevan acá desde la mañana.
Mañanear tiene un codiciado premio: uno elige dónde ubicarse. Aunque a priori atente contra la lógica, los aficionados madrugadores ocupan primero las gradas más alejadas del terreno de juego, una elección basada en pura lógica medieval. Apelan al mismo principio que se usaba para ubicar los castillos: desde lo alto se puede lanzar de todo y no recibir de casi nada.
Con el estadio tan lleno como lo está hoy no conviene caminar mucho, ni siquiera enfundado en el salvoconducto. Nos sentamos en el primer claro que vemos. Wilson, hijo y padre, detrás. Yo, delante, entre un joven alto y gordo y un personaje llamado William Quijano. De 42 años y huesudo, Quijano lleva zapatillas tipo All Star, jeans, bandera amarrada al cuello y una cachucha con los colores de El Salvador. Viene a Vietnam desde los partidos clasificatorios para el Mundial de 1982 y dice conocer a Jorge ‘Mágico’ González. A Quijano le gusta filosofar sobre el fútbol.
—Independientemente de si gana o no, siempre hay que apoyar a la Selecta.
Una pancarta que vi hace un rato parece darle la razón. Decía: “La afición es el apoyo de los que no pueden solos”.
Mientras hablo con el filósofo, noto que algo cae sobre mi espalda. El calor es el elemento que con mayor precisión permite determinar el origen de los fluidos que tiran desde más arriba. Como la sensación suele ser compartida por un grupito, incluso genera conversación. “Está caliente”. “¡Puuuuuta madre!” “¡Guácala!”. Siempre hay algún optimista: “Era agua, ¿no?”.
De todas maneras, este no es mi primer partido en Vietnam, y ya sé que levantarse, girarse y mirar desafiante para buscar a los culpables es contraproducente. “Tiran de todo porque al salvadoreño le encanta la patanería, joder al vecino, pasarla bien a costa de su hermano”, me escribirá días después Ángel Rivera desde Edmonton, Canadá, un salvadoreño que se fue del país en 1990.
Un pequeño helicóptero de la Policía está suspendido a poca altura. Vietnam responde: “Culeeeeeros, culeeeeeros”. Es uno de los gritos que más escucharé hoy. Se lo gritarán al que lleva una camisa que no sea azul o blanca, a los que toman fotografías desde la grama, a los antidisturbios, al árbitro, a los linieres, al presidente de la República cuando saluda en la pantalla, al grupo de bailarinas y bailarines, al delegado de la FIFA, al equipo contrario, al que no se sumerge en la ola.
La ola.
La Voz se asoma desde su cabina, cree que falta pasión, y pide por megafonía que inicie la ola. La Voz es alguien al que pocos ven pero muchos escuchan. Su nombre es Álvaro Magaña —43 años, chele, amplia sonrisa— y es la persona que desde 1987 recita las alineaciones, los goles y las sustituciones en el Estadio Cuscatlán. Hoy ha llegado a las tres de la tarde al estadio, vestido con camisa azul. Frente a frente, la Voz es muy elocuente cuando habla, como si se hubiera tomado un termo de café. Le cuesta mantener quietas sus manos.
—¿Y qué haces para animar? —le preguntaré otro día.
—Metemos música, metemos la de la Selecta, ¿verdad? ¡Arriba con la selección, arriba con la selección…! Y le metemos ánimo, ¿verdad? Grito: ¿cómo están los ánimos de El Salvador? ¿Ganamos hoy? ¡Que se vea la ola!
La ola impresiona. Es el orgullo de Vietnam. A veces, como hace unos minutos, la Voz da la orden de salida. Otras, se desencadena de forma espontánea.
Empieza en la esquina sur, debajo de la pantalla, y se desplaza en sentido contrario a las agujas del reloj. A esta que están queriendo organizar ahora, cuando falta más de una hora para el inicio del partido, le está costando dar la vuelta entera. Cuando llega a Tribuna y Platea, donde se pagan las entradas más caras, se deshace como terrón de azúcar. “Culeeeeeros”. Ser los promotores de la ola genera cierto tipo de orgullo de clase. Y da la razón a los que creen que en Tribuna y en los palcos privados el fútbol se ve, pero para vivirlo, sólo Vietnam.
—El partido hay que verlo aquí, no en casa, porque hay que apoyar a la Selecta —dice el filósofo.
—Para mí, en Vietnam están los más fieles a la selección — me dirá la Voz.
***
Ni siquiera depende de la indumentaria del rival. Algo tan inocente como vestir de cualquier color que no sea azul o blanco es interpretado como una provocación en Vietnam. Con suerte, al despistado le llueven bolsas de agua y orines hasta que se quita la camisola. Sin suerte, sobran los voluntarios que se la arrancan ante el aplauso colectivo o el silencio cómplice.
La misma escena se repite y se repite y se repite durante las horas previas, y uno no deja de preguntarse por qué sigue llegando gente vestida de otro color cuando es vox pópuli lo que aquí dentro ocurre.
Algo parecido sucede con las mujeres. Minoría absoluta, pero las hay. Vietnam por lo general las recibe con agua, con orines, con gritos ensayados de ¡Cuuuuulo!, ¡Cuuuuulo! Hay acosadores que aprovechan para manosearlas, para tocarlas, sin importarles siquiera que estén acompañadas por sus amigas o sus parejas. “No dejaría ir a mi hija porque manosean a las mujeres y, si uno se opone, la turba lo lincha”, me escribirá desde Ciudad de Guatemala Fernando Sánchez, salvadoreño emigrado hace ocho años.
La psicología social tiene un nombre para explicar estos comportamientos: estado de desindividualización. Es más simple de lo que suena. Se resume en que cuando las personas integran grandes grupos aumentan las posibilidades de que incurran en conductas inmorales o agresivas, algo que no harían si estuvieran solos.
Aplicado a Vietnam, la multitud es lo que ha institucionalizado actitudes como lanzar orines o violentar a las mujeres. Dicen los que saben, y suena bastante lógico, que detrás si no estuviera el grupo que tolera e impulsa la conducta rebañega, pocos se comportarían así.
***
Falta poco más de media hora, y el equipo contrario sale a calentar. Vietnam hierve.
—Parecen gladiadores —dice el filósofo.
Al poco se levanta y comienza a saltar bandera en mano. Todos lo hacemos. La luz artificial se ha impuesto ya en el estadio. Apenas se reconoce el perfil del volcán de San Salvador. “Vamos, salvadoreños, esta noche tenemos que ganar…” Hay batucada, saltos, olas, tumbos. Vietnam hierve. Justo enfrente, sobre los palcos, la luna creciente forma una sonrisa cómplice. Ambiente mágico, anoto en mi libreta.
—Está full —comento.
—Sí, es porque bajaron los precios. Así me gusta ver a mí el estadio —me responde el filósofo, y se mete en la boca una especie de caramelo azul.
Para llegar hasta sus clientes, los vendedores hacen malabares. En términos generales, ellos sí son respetados, aunque sean mujeres o no vayan de azul o blanco. Es una regla no escrita de Vietnam.
En lo que llevo aquí nos han ofrecido dos panes por el dólar, maní con chile, paletas Sabrosita a cincuenta centavos, y unas sospechosas hamburguesas de a dólar. Es la economía de Vietnam. Pero como si pretendiera remarcar que el estadio alberga mundos paralelos, la Voz anuncia al ganador del sorteo de un boleto aéreo. El afortunado es el 405 sur palco.
—Si has ido a Solón, te felicito, porque yo quisiera estar ahí —me insistirá la Voz.
Ahora, muy a su pesar, él está en una espaciosa cabina blanca, con aire acondicionado y silla reclinable. Allá arriba raro es que haya menos de cuatro personas, y celebran cuando hay que celebrar, pero no se tiran orines ni se insultan. La Voz parece echarlo de menos. Antes de ser la Voz, Álvaro Magaña fue un auténtico vietnamita.
—¿Y se lanzaban los orines?
—¡Claro! ¡Definitivamente! Si yo tengo hasta experiencia… —ríe— ¿Y sabés qué es lo cómico? Que cuando a vos te agarran, papá, no es sólo una bolsa la que te cae, te quiero ser sincero. Yo llegaba al extremo de que llevaba mi cachucha y debajo de la cachucha llevaba mi plastiquito.
De todas las personas con las que hablé para esta crónica, la Voz será el único que cree que Vietnam con los años cada vez es más respetuoso. Ha cambiado para bien, dice.
Los cánticos decaen un poco cuando faltan unos 20 minutos para comenzar, pero es algo así como dar un paso atrás para tomar impulso, para los himnos nacionales.
El de El Salvador, obvio, se canta a pleno pulmón, pero igual o más energías se gastan mientras suena el del equipo contrario. Vietnam —casi— entero da la espalda: patalea abuchea abronca silba vocifera protesta insulta. Por el maldito estado de desindividualización resulta difícil ir contra el comportamiento rebañego. Yo aprovecho para simular que estoy tomando notas, pero el que más me sorprende es Wilson. Al girarme veo que se mantiene de cara a la grama, respetuoso. Atípico.
Cervezas hoy ni se han vendido ni se venderán. Y menos cervezas significa menos orines. Incluso el acceso al agua ha estado y estará restringido. Supongo que esto, unido a lo vibrante del marcador, la amenaza de cierre sobre el estadio y los más de 520 agentes armados de la Policía Nacional Civil harán de este un partido más seco y menos violento que de costumbre. Al menos en mi sector no hubo grandes peleas entre aficionados, y la Unidad de Mantenimiento del Orden de la Policía sólo tuvo que llevarse a dosquetrés ebrios. “Hoy en día me parece que el nombre de Vietnam ya no le va, tengo amigos vietnamitas y son gente muy pacífica”, me escribirá desde Cheongju Galileo Romero, un salvadoreño que en 2008 se trasladó a Corea del Sur.
Va a arrancar el partido.
—Para mí Vietnam es la zona más importante de un estadio, te quiero ser sincero. Si yo fuera futbolista, yo fuera a celebrar primero a Solón —me dirá la Voz, sonriente.
***
Nos hemos conocido hace unas horas. No lo sabemos aún, pero el grupito de abrazados como amigos de toda la vida lo formaremos William Quijano, el filósofo del fútbol; un joven alto y gordo con el que no he intercambiado palabra; un alguien con camisola azul que saltará desde la fila de delante; y yo, el periodista de gesto serio. Por la cercanía, hemos compartido cánticos, tumbos, olas, orines y el otro gol que celebré, sí, pero a la europea.
Vietnam lleva mil horas sin callar.
—Es el alma del Cuscatlán —me dirá la Voz.
Minuto veintiséis con dieciséis segundos de la segunda parte. El volante Julio Martínez saca de banda, Rodolfo Zelaya controla. El joven delantero se zafa de su marca a trompicones, avanza por banda derecha y logra un centro preciso. Cristian Castillo salta como gacela muy cerca del área pequeña y cabecea con todo…
Goooool.
Castillo corre como poseído hacia Tribuna, mira al cielo y se arrodilla. A su espalda, Vietnam se abraza.
Este texto es una de las 16 crónicas y perfiles que integran mi libro Made in El Salvador. La obra está a la venta en Amazon, tanto en formato impreso como en formato eBook.
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[image error]May 29, 2025
Boda civil en un país ‘súrdico’
El alcalde de San Salvador, don Norman, está casando. ¡Shhh…! Silencio, por favor. A ver qué dice…
—Esos países, europeos sobre todo, de sociedades más avanzadas podríamos decir, no tienen muchos miramientos de tipo moral sobre este tipo de cosas. Imagínense que un bichito de cinco años que, a la salida de la escuela, se va a su casa a ver a su papá y su mamá, y está viendo un hombre y una mujer, ¡y lo ve normal! Pero si ese niño ha sido adoptado y llega a una casa en donde la mujer se operó y se convirtió en hombre y se casó con otra mujer, entonces ese niño ¿qué es lo que puede pensar? Pues ese niño indudablemente crecerá con problemas…
Hoy es día de bodas colectivas en la Alcaldía de San Salvador. Sucede una vez al mes y casi siempre aquí, en la modesta Sala de Sesiones del concejo municipal, donde ahora se amontonan 22 parejas de extracción humilde, 44 testigos y algunos invitados, pocos. También hay un trío de voces vestidas con tonos claros y que cantan canciones románticas por cortesía de la municipalidad. Y también hay calor, mucho calor.
Foto: Roberto ValenciaNorman Quijano es desde mayo del año pasado el alcalde de la capital del país. Tiene 63, pero la vida le ha tratado bien y luce más joven. Es un político campechano, accesible, de esos que intentan caer bien a todo el mundo y que no tienen reparos en chinear a un bebé ajeno si hay cámaras delante, como ocurrió hace unos minutos con el hijo de William y Marilyn, la primera pareja a su izquierda.
—Siempre se cree que labor social es hacer una cancha o construir un muro, pero esto también lo es: la integración de la familia, la unidad de la familia —me dirá Norman al final de esta ceremonia, sentados los dos en su despacho.
A Norman le gusta que le llamen Norman o doctor. Por ese don de gentes que parece tener y por cómo están las cosas en su partido político, no sería raro que terminara siendo candidato presidencial en 2014. Milita en Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), una agrupación de derecha en uno de los países más conservadores del continente. En El Salvador el aborto no se permite bajo ninguna circunstancia, y las uniones civiles entre personas del mismo sexo están prohibidas por ley. Pero eso parece no bastar, y las iglesias y los grupos de presión más conservadores —ARENA entre ellos— quieren que la prohibición se consigne también en la Constitución. La izquierda política salvadoreña, consciente de que opinar en esos temas es pisar campos minados, prefiere callar.
—En otros países —dice Norman en tono condescendiente— , sobre todo países nórdicos, se casan hombres operados como mujeres… ¡Se operan pues! Las mujeres se hacen hombres, y los hombres se convierten en mujeres. Lo permiten las leyes en Noruega, en Suecia… Aquí se ha hecho una lucha para que la Constitución prohíba reconocer esas uniones incluso cuando se casan en esos países, pero aún no se ha podido. Es cuestión de moral cristiana.
Esta boda, además de ser colectiva, es civil, obvio. Y es, obvio también, entre hombres y mujeres, como consigna en su artículo 11 el Código de Familia salvadoreño. Es ese artículo el que dio pie a Norman para hablar sobre las uniones civiles entre personas del mismo sexo, que él tanto aborrece.
—La moral cristiana esas cosas realmente no las acepta, porque Dios no permitió eso ni dijo que eso es lo que se tenía que hacer. Así es que vamos a proceder a preguntarles uno por uno. Bien… Don William Edgardo Rodríguez Portillo, ¿queréis por esposa a Johanna Marilyn Rodríguez Maravilla?
Entre los novios presentes hay una embarazada, hay parejas de evangélicos, otras con hijos, las hay de jóvenes, de no tan jóvenes y de maduritos, hay hombres que parece que acaban de llegar del trabajo y hasta hay algunas mujeres maquilladas. Norman lee los nombres de todos y les pregunta si quieren a su pareja por esposo o esposa. Cuando ya tiene los 44 síes, procede.
—Bien… En nombre de la República quedan unidos solemnemente en matrimonio, y están obligados a guardarse fidelidad y a asistirse mutuamente en todas las circunstancias de la vida. Muchas felicidades, muchísimas bendiciones, y hoy ya se pueden abrazar y besar.
Se oye un aplauso y al aplauso le sucede un murmullo. Y Norman comienza a posar para una fotografía tipo Polaroid con las 22 parejas y sus testigos. Un detalle de la alcaldía para los contrayentes que se entrega en un sobrecito que reza así: “El matrimonio es el viaje de descubrimientos más importante que el hombre y la mujer pueden hacer”.
Y el próximo mes, más.
Esta es una versión ligeramente modificada de una entrada publicada en mi blog el 10 de febrero del año 2010.
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[image error]May 13, 2025
Juan Pablo II, el papa que ninguneó a Monseñor Romero
La casita en la que Monseñor Romero vivió sus últimos años es hoy un pequeño museo que alberga muchas de las pocas pertenencias de su inquilino. Junto a la cama hay un archivero que cumple funciones de mesita de noche y, sobre el archivero, un pequeño retrato del papa Pablo VI. No deja de ser curioso verlo ahí si uno sabe que para cuando asesinaron a Monseñor Romero el papa Juan Pablo II iba camino de cumplir 18 meses de pontificado.

No es ningún secreto que Pablo VI y Juan Pablo II tuvieron actitudes radicalmente distintas hacia Monseñor Romero. A cada uno los visitó en un par de ocasiones, y mientras en Pablo VI encontró apoyo y sosiego, de Juan Pablo II recibió cuestionamientos e incomprensión. Pablo VI lo animó cuando convirtió a los pobres en el motor de su línea pastoral. Juan Pablo II le dio la espalda cuando más amenazado estaba, y algunos incluso creen que desde el Vaticano se movieron los hilos para que en 1979 no le concedieran el Premio Nobel de la Paz. Es más, hay quien sostiene que Monseñor Romero no habría muerto en marzo de 1980 si Pablo VI hubiera vivido unos años más. Orlando Cabrera, el obispo de la diócesis de Santiago de María entre 1983 y 2016, no ve descabellada esa opinión.
—¿Y en qué se basa usted para creer algo así? —pregunto.
—Porque Pablo VI lo hubiera ascendido. Él lo estimaba mucho y le dio mucho ánimo la primera vez que lo visitó, cuando fue a explicar lo de la misa única.
Quizá tenga razón. Quizá la muerte de Pablo VI evitó un cardenal Romero con una jubilación dorada en Roma. Quizá. Pero lo cierto es que Pablo VI falleció en agosto de 1978 y Juan Pablo II fue nombrado papa en octubre. Que uno lo apoyó más y el otro lo apoyó menos. Y que cuando asesinaron a Monseñor Romero, en su habitación aún permanecía el retrato del papa que más lo apoyó.

Ligeramente modificada, esta es la entrada de uno de las semblanzas que integran mi libro Hablan de Monseñor Romero ; en concreto, la semblanza del obispo Rodrigo Orlando Cabrera Cuéllar (1938–2022), quien acompañó la labor pastoral de Romero en Santiago de María.
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[image error]May 6, 2025
Borromeo Henríquez, el Diablito de Hollywood Locos (MS-13)
No todos los días uno almuerza con la Mara. Arroz en salsa, carne, tomate y lechuga y un par de tortillas; para tomar, Pepsi y Mirinda al gusto. Un almuerzo similar en sabores y cantidad al que se vende por un par de dos dólares en cualquier mercado salvadoreño, pero en el penal de Ciudad Barrios, y cortesía de la ranfla nacional de la Mara Salvatrucha.
Foto: Roberto Valencia.Hoy es 27 de septiembre de 2012. Dos semanas han pasado desde que finalizó mi carrusel de entrevistas en Zacatraz a Gustavo Adolfo Parada Morales (a) el Directo. El último día que hablamos, el Directo me contó algo fascinante y verosímil sobre su relación con la Mara Salvatrucha: que el mismísimo Borromeo Henríquez, (a) Diablito, le propuso reintegrarse a mediados de 2004, cuando ambos coincidieron en el penal de Apanteos. Me sonó al ejemplo perfecto para retratar el maquiavelismo en las relaciones de una pandilla, pero creí que terminaría siendo una de esas informaciones imposibles de contrastar. Por eso cuando José Luis Sanz y Carlos Martínez, dos compañeros de la Sala Negra de El Faro, me comentaron que tenían amarrada una entrevista en Barrios con la ranfla —en la que la voz del Diablito pesa— , intuí que era una oportunidad única y me les pegué como garrapata.
Los emeeses son huraños con los periodistas, mucho más desconfiados que los dieciocheros, pero la coyuntura juega a nuestro favor. En marzo pasado, Mara Salvatrucha y Barrio 18 alcanzaron una tregua histórica, auspiciada por el Gobierno de Mauricio Funes y apadrinada por la Organización de Estados Americanos y la Iglesia católica. A las pandillas les interesa que el tema se airee, y el Ministerio de Seguridad Pública lo está permitiendo: en los últimos seis meses, los palabreros más connotados de la MS-13 y el Barrio 18 han brindado media docena de conferencias de prensa dentro de las cárceles, además de un sinfín de entrevistas a periodistas locales y extranjeros. La gestionada por Carlos Martínez y José Luis Sanz está pactada de hecho para hablar sobre la Tregua, pero me les he sumado con la idea de poder apartar al menos unos minutos al Diablito, para preguntarle por el Directo.
El control del Estado en esta penitenciaría —como en todas las entregadas a las pandillas— se limita a las áreas administrativas y al muro perimetral. Los internos dominan el interior y, cuando uno entra, sabe que lo hace bajo su propio riesgo, y esto no es apelar a una frase hecha. Los custodios te llevan hasta el portón de alguno de los sectores, lo abren, y ahí te abandonan.
Este centro se construyó para albergar a ochocientas personas y ahora hay más de 2300, todos activos que viven en condiciones infrahumanas, aunque los que están en los peldaños más altos del escalafón salvatrucho tienen sus privilegios. Las cuatro horas que llevamos adentro se han estirado para dar un tour por la cárcel, luego para almorzar con los palabreros más entusiastas de la Tregua, y más luego para la plática — larga y muy tensa — con una veintena de ranfleros, algunos cuarentones o casi. Justo ahora estamos terminando.
El Diablito de la Hollywood Locos es de largo quien más ha hablado. La Mara Salvatrucha se ha esforzado por vendernos la idea de que en la ranfla todas las voces pesan idéntico, pero la realidad es tozuda. El Diablito tiene aura. Su hablar es tajante coherente intimidante, pero sabe envolverlo en un velo de conciliación, de empatía incluso. La Asamblea Legislativa y los despachos ministeriales están repletos de oradores más torpes.
Damos por finalizada la entrevista sobre la Tregua cuando el contador de mi grabadora indica 83 minutos. Yo aprovecho la distensión para acercarme al Diablito antes de que se levante de su silla.
—Borromeo, no tiene que ver con lo que hemos hablado en la entrevista, pero quisiera hacerle unas preguntas… Son sobre el Directo.
—A ver, dale.
Y le cuento la esencia de lo que el Directo me contó hace dos semanas.
***
El Directo lo dijo como si la historia de la humanidad estuviera llena de tratados de Versalles.
—Los de la Mara me quisieron incorporar de nuevo.
—¿¡Regresar a la Mara Salvatrucha!? ¿¡Cómo fue eso!?
—En Apanteos. En ese tiempo el Diablito también estaba preso allá y controlaba toda la Mara, más que ahora. Un día vino y me dice: «Mirá, la onda está en que se ha hecho un “borrón y cuenta nueva” para arreglar las broncas entre las clicas de Sanmaicol. Hay gente hablando por vos, y quieren que se te ofrezca la posibilidad de regresar. Te doy palabra por la Mara de que no te va a pasar nada».
El Directo y yo justo antes hablábamos sobre su primera noche en el viejo cuartel de San Francisco Gotera, cuando le confirmaron la luz verde, y que eso no cambió a pesar de que lo corrigieron con saña, que una cosa no quita la otra. «Y eso así sigue siendo: en la Mara pasa que homies que llevan años con una bronca, encerrados como si nada con los demás, un día van a hacer limpieza o cualquier cosa, y ahí los matan, cinco o siete años después», me dijo. Parece que detonó sus recuerdos de cuando la Mara quiso reincorporarlo.
—¿Usted le creyó al Diablito? —pregunto— . ¿Le sonó honesto el ofrecimiento?
— Él me dio palabra. Y lo consideré, porque acababan de condenarme por lo de la cadena. Le dije que si regresaba a la Mara, sería con los panas, no con otra clica. Me respondió que no, que tenía que ser con la Hollywood, porque la Pana Di nunca nadie ya podría levantarla. Luego supe que los sailors fueron los que más se opusieron a que yo regresara.
El manodurismo desatado por el presidente Francisco Flores y refinado por el presidente Elías Antonio Saca fomentó la cohesión interna en las pandillas, hasta entonces atomizadas y desarticuladas. Con la represión, el Estado logró encerrar a la mayoría de los palabreros, luego los segregó en cárceles exclusivas, y no pudo impedir que la comunicación fluyera; la medida ayudó a que el crisol de clicas comenzara a unificar criterios. Los liderazgos de los tavos se fortalecieron, y se creó algo así como una gremial, una junta directiva de la Mara Salvatrucha que pasó a llamarse ranfla nacional. Para aquel nuevo alto mando emergente, acabar con la guerra fratricida de San Miguel, que acumulaba un lustro de emeeses asesinados por emeeses, fue una prioridad.
—¿El «borrón y cuenta nueva» sólo a usted se lo ofrecieron?
—No, fue general en San Miguel, y cabal, con eso se paró la guerra entre clicas.
Aquella guerra migueleña no puede explicarse sin mencionar la Pana Di Locos; era inevitable que el nombre de la clica y el de su último ranflero se pusieran sobre la mesa.
El Directo le dio muchas vueltas. La oferta del Diablito era tentadora para alguien en su situación: luz verde, 11 años, Mayra, Rosa, la nostalgia hacia las letras, la posibilidad de ganar el respaldo de la pandilla más poderosa.
—Al Diablito le dije que regresaba, pero con dos condiciones: poder quitarme las manchas de la cara, y volver a parar la Pana Di Locos.
***
Diablo o Diablito es la taka de Borromeo Enrique Henríquez Solórzano, palabrero de la Hollywood Locos, una de las clicas de mayor abolengo en la Mara Salvatrucha, con label angelino, con su propio programa, uno de los más influyentes dentro de la pandilla.
Diablito nació en El Salvador, migró a Estados Unidos y lo deportaron, aunque no es de las primeras oleadas. Su ficha en el Sistema de Información Penitencia, la #20495, asegura que nació en 1979, que terminó la educación primaria y que al momento de su detención residía en la colonia San Felipe de Ilopango, en el área metropolitana de San Salvador. Está encerrado desde 1998, y la más alta de las condenas que acumula son 30 años por homicidio doloso. Es uno de los reos que más tiempo ha pasado en Zacatraz, de febrero de 2005 a marzo de 2012, adonde lo regresarán en febrero de 2015. Pero ahora lleva seis meses en Barrios. Su traslado fue una concesión del Gobierno a su pandilla por ser uno de los líderes más involucrados con la Tregua.
—Sí, al Directo se le mencionó en su momento que podía regresar — me dice el Diablito.
—¿Y no quiso?
—Él me dijo: «Está bien». Ya cuando recapacitó, no quiso, pero eso fue a los días.
Diablito no llega al metro setenta y ronda las 160 libras. Tiene espaldas anchas y brazos poderosos, aunque no luce musculoso en exceso. Con una camisa de manga larga cubriría todos sus tatuajes, algo extraño en un palabrero con una condena tan elevada. El rostro lo tiene limpio, quizá porque cree que hay vida después del tavo, quizá porque tema el efecto impredecible de la tinta sobre una de sus señas de identidad: la mirada. Ahora lleva el pelo rapado, un arete en cada oreja y viste camisa de tirantes blanca y chores amplios azul oscuro. El uniforme de pandillero lo apuntala con unas impecables Nike Cortez negras con el logo blanco. Cuando terminemos de hablar, el fotoperiodista Pau Coll pedirá a los ranfleros que se dejen tomar un cuadro todos juntos, para ilustrar la entrevista. Diablito se irá a su celda y regresará sin el elegante reloj que carga ahora, y enfundado en una camiseta beisbolera oscura que en el pecho dice «Los Ángeles», y con una cachucha también azulona con las inscripciones MS y LA. Al Diablo le importa su imagen.
—¿Quién buscó a quién? — le pregunto.
—Él a mí no me conocía. Hicimos la consulta y se decidió darle la oportunidad para que se defendiera. Yo me presenté y se le tuvo que decir: «Vos debés esto y esto y esto y esto, y tenés a tu favor esto y esto y esto y esto otro». Como en todo proceso disciplinario, tenía cosas favorables y cosas en contra.
—¿Fue un meeting?
—No. Se le dijo: «Aquí estamos». Y él me mandó decir esto y esto y esto y esto. Hasta puso testigos de que las acusaciones que tenía en contra eran falsas, porque entre nosotros hay gente que se lo podía. Entonces, hice las consultas con los demás, y dije: «Esto y esto». Y así. A él se le dio esa oportunidad, pero se le dejó claro que no podía ser pana, porque la Mara Salvatrucha decidió que los panas desaparecían, y que, si regresaba, tenía que buscar el apoyo de otra clica.
—Entonces, es cierto que pidió parar de nuevo la Pana Di.
—Pero desde el principio se le dijo que los panas ya no iban porque habían sido los que habían derramado la sangre. Pero no es lo importante. Lo importante es que se le dijo: «Aquí está la oportunidad para que te defendás, aquí estamos nosotros, y todos vamos a escucharte». Y él dijo: «Lo voy a pensar».
El Directo lo pensó y rechazó la oferta. A las pocas semanas fue removido de urgencia de Apanteos al Centro Penal Sonsonate.
***
El 14 de abril de 2011 estuve también en el penal de Ciudad Barrios. Vine en busca de voceros válidos de la Mara Salvatrucha y nos atendieron Hugo Armando Quinteros Mineros, (a) Flaco, que hoy también ha estado en la entrevista con la ranfla, y otro homeboy que nos dijo que su aka era Viejo Bigotudo. Aquella reunión fue en una salita del área administrativa y lo mismo: apenas vi la oportunidad, puse al Directo sobre la mesa.
—Él estuvo en Sonsonate, un lugar que está lleno de ratas, gente que a nosotros quiere hacernos daño, gente que habla, pues, y eso no lo permitimos —dijo Viejo Bigotudo.
Les recordé que, cuando el boom mediático del Directo en 1999, en los diarios se llegó a publicar que llevaba la palabra de la Mara Salvatrucha en la zona oriental del país.
—A él lo tildaron de líder y de esto y de lo otro, pero nada que ver —dijo enérgico Viejo Bigotudo.
—Los periodistas le dieron una gran fama… y la verdad es que no era nada —complementó el Flaco, voz y personalidad más templadas que las de su homie— . ¿Y qué pasó con él? Él ya no es parte de nosotros. Él es parte de otra pandilla.
***
Diablo sabe que el Directo es parte de otra pandilla. Lo sabe desde hace años.
—Él está en La Mirada —me dice Diablo en Barrios con una rotundidad que no me atrevo a matizar— . No sé decirte si lleva palabra o no, pero sí sé que en algunas riñas que ha habido él ha estado delante. Recordate que tenemos amigos civiles en todos los centros, y ellos nos dicen si está liderando tal o cual problema en tal o cual penal. Lo tenemos bien identificado como un traidor.
—¿No hay acá en este penal algún sailor con el que yo pueda hablar ahorita? —pregunto, alentado por la cordialidad y por el deseo de exprimir este encuentro— . Quisiera contrastar cosas que me contó sobre el pleito entre panas y sailors.
— Sailors hay muchos, pero el Directo es un traidor, y nadie va a ayudar a un traidor, tenga o no tenga razón. O sea, aunque fuera verdad todo lo que te ha dicho, nadie va a hablar bien de él, porque para la Mara Salvatrucha es un traidor. ¿Cómo vamos a dar crédito a un traidor?
Todavía en mayo de 2010, el expediente carcelario del Directo, en la casilla que señala la organización delictiva a la que pertenece, con información recabada por el Sistema de Inteligencia Penitencia, aparece identificado como «Ex Mara Salvatrucha», y no como integrante de La Mirada Locos. Parece un detalle anecdótico, pero dice tanto sobre el desconocimiento que el Estado tiene sobre el fenómeno de las maras.
***
Para conocer interioridades de una pandilla las fuentes más solventes son los pesetas, los que tienen la luz verde prendida. Se saben muertos en vida, conscientes de que los que algún día consideraron familia hoy les desean el final más cruel. Una de las reglas de disciplina interna que implementó la Mara Salvatrucha tras el manodurismo fue establecer la pena de muerte para toda la familia del peseta — madres, hermanos, abuelas, bebés… — , medida que solo se reconsideró cuando comprobaron que estaban masacrando familias de homies que no tenían clavos, solo porque un primo o un hermano se había peseteado.
El 11 de septiembre de 2011, en el centro de detención de menores Sendero de Libertad, rebautizado como «centro de inserción social», conocí a Juan Ávila, (a) Tacua, un ex de la Mara Salvatrucha. Le faltaban dos años y medio de condena, y asistía a sesiones para quitarse los tatuajes del rostro con láser. No tenía ni idea de qué haría después de recuperar la libertad ni a dónde ir; quizá a Estados Unidos, dijo. Lo más seguro es que ya esté muerto.
Le pregunté por el Directo, como he hecho en los últimos años con cuanto marero o conocedor del tema he tenido delante.
—A él le permitieron regresar por ser de los más veteranos —me dijo Tacua —. Fue uno de los fundadores de la Mara Salvatrucha en El Salvador.
Ni fue fundador ni se reincorporó ni es de los veteranos, pero me resultó significativo que alguien nacido en 1995 lo ubicara, porque tenía cuatro años cuando el caso estalló. Tacua dijo también estupideces como que La Mirada Locos «es una de las clicas de la Mara Salvatrucha en San Miguel». Entre las nuevas generaciones, las surgidas tras los cambios que provocó el manodurismo, la realidad se ha atrofiado hasta el sinsentido. Me late que son minoría los que podrían argumentar por qué el enemigo es su enemigo, por qué están dispuestos a destazarlos, por qué el odio a las chavalas. Se mata por matar, porque una voz encarcelada lo ordena para grandeza del barrio. No queda apenas nada de la clecha que a mediados de los noventa daba cierto orden a lo inordenable, pero sobreviven los mitos.
—Hasta donde tengo entendido —dijo Tacua— , ese Directo es un hijoeputa que se crio en una clica de la Fulton en Sanmaicol, se fue criando en clicas, pasó por la Sailors, y luego vino a Sívar y estuvo con los teclas.
Casi todo es falso, pero ¿qué más da?
Tacua empezó a caminar con la Mara antes de cumplir los 10 años, se brincó a los 12, y el problema con su pandilla lo tuvo a los 13. Me sorprendió la naturalidad con la que me contó cómo destazaban a un rival.
—Estábamos haciendo un encargo, ¿va? Un chavala que habíamos agarrado. Vos sabés que si agarrás un enemigo no lo podés dejar vivo, ¿va? Pero ese día estábamos con fierros, no habían armas ni nada, solo cortopunzantes. Ni modo, ¿va?
—…
—Comenzamos a hacer lo que íbamos a hacer, y sin querer, pero a la vez con querer, le zampé un rambito aquí al bato. — Tacua se señaló su antebrazo derecho, pero se detuvo por mi cara de perplejidad — . ¿Vos sabés lo que es un rambito?
—No.
—Un rambito es un cuchillo, pero con dientitos atrás y un lado filudo. Y se lo zampé aquí. — Se volvió a señalar su antebrazo derecho.
—¿Al chavala?
—No, al chero, un bato que le dicen Sparky, de los teclas.
—Pero sin querer, por la borrachera.
—A la vez por quererlo hacer, porque me pasó en la mente que el bato andaba viendo a mi hermanita… Se lo llevaron al hospital, pero me dijo: «¡Órale, aquí mueres!». Pero yo seguí libando esa noche. Al día siguiente mi clica, la Quezaltecos, me corrigió porque esa es una de las reglas de la Mara, no levantarle el fierro a un homie: un veintiséis me hicieron, gran taleguiada. Pero al bato no le bastó y después se hizo uno de los más locos de la Teclas. Cuando caí en Tonaca alcancé a oír que me iban a matar porque tenía ese clavo pendiente y me salí para el Sector 1, ¿va? Vaya, y ahí comenzó mi vida de aislado.
La historia de Tacua suena excepcional rebuscada obtusa, pero no. Para 2008 las maras ya eran lo que son. Los pandilleros que se brincaron después del manodurismo son los más locos. Es el escudo que usan los más veteranos cuando trasciende alguna aberración especialmente aberrante, como cuando quemaron un microbús en las calles de Mejicanos y diecisiete personas murieron calcinadas. «Acordate que hay cipotes que solo matar saben y no es tan sencillo que se calmen de un día para otro», me respondió Carlos Alberto Rivas Barahona, (a) Chino Tres Colas, uno de los voceros del Barrio 18 cuando en julio de 2012 lo entrevisté en la cárcel de Izalco.
***
Agradezco al Diablito sus respuestas y su tiempo, y sale disparado a acicalarse para la fotografía. Sus homies colocan dos sofás de madera tallada, uno a la par del otro. De la veintena de palabreros que estaban, algunos se han esfumado, sospecho que consecuencia de la tensión de la entrevista. Solo once posan; seis sentados y cinco parados. Cuando regresa de su celda, el Diablo tiene reservado un hueco justo en medio, a la par de Saúl Antonio Turcios, (a) el Trece, palabrero de la Teclas Locos, y a quien le echa el brazo sobre el cuello. La mayoría hace la garra con la mano derecha, un puño con los dedos índice y meñique extendidos, al límite de la dislocación. La mayoría viste azul y blanco, como la bandera de El Salvador. La mayoría calza tenis Nike Cortez, a 70 dólares el par en una tienda. Del techo cuelga una piñata a medio hacer de Winnie the Pooh, y tirada en una esquina hay otra piñata de Bob Esponja. El fotoperiodista Pau Coll dispara su cámara.
Aquí, la Mara Salvatrucha.
Foto: Pau CollEste texto es una versión ligeramente modificada de uno de los 37 capítulos que integran mi libro Carta desde Zacatraz (Libros del KO, Madrid, 2018). La obra está a la venta en la web de la editorial Libros del KO .
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Si vives en El Salvador, puedo hacértelo llegar con dedicatoria y autografiado a través de Correos de El Salvador. Pregunta sin compromiso en mi cuenta de Twitter/X ; mi DM está abierto.
[image error]April 22, 2025
De compras en el agromercado de Ayutuxtepeque
Debo ser muy básico yo. No encuentro explicación racional a lo que ahorita va a pasar. Son poco más de las 9 y media de la mañana de un viernes de marzo, desde hace unos diez minutos estoy haciendo cola para acceder a uno de los agromercados que operan en El Salvador, para comprar frutas y verduras a un precio más cómodo, y veo que sale una mujer de unos 35 o 40 años, con tres bolsotas en sus manos.

Por lo que en una media hora yo me llevaré de acá, calculo que ella habrá gastado unos 10 o 12 dólares. Y como para mí es perogrullada que quienes hemos venido a este agromercado lo hacemos porque estamos hartos de pagar tan caras la fruta y verdura, y que apreciamos sobremanera cualquier centavo ahorrado, me descoloca cuando a la mujer de las tres bolsotas se le acerca un señor desaliñado y le dice:
— ¿Taxi, señora?
— Voy a la Scandia, arribita de la Despensa. ¿Cuánto me cobra?
— Tres pesos, señora.
— Vamos.
El mentado taxi no es más que un pequeño carro desvencijado que está haciendo su agosto en marzo. Otra señora de la cola para acceder al agromercado pregunta al hombre si regresará después de ir a la Scandia. Le responde que sí, que las mañanas las pasa llevando a sus casas a personas — mujeres, en aplastante mayoría — que salen cargadas de comprar más barato.

Redundo: debo ser muy básico, porque, ¿qué sentido tiene venir acá a ahorrarse unos centavos, unas coras, si luego uno se gasta tres dólares en un taxi por no caminar con tres bolsas los 400 metros que separan el parque Bonanza — donde opera el agromercado de Ayuruxtepeque — de la colonia Scandia?
Y es que, pese a quien pese, los agromercados son los lugares en los que, hoy por hoy, se pueden adquirir frutas y verduras más cómodas. Además de este, he visitado o visitaré en las próximas semanas los agromercados de Quezaltepeque, Apopa y San Marcos, y sí, he hallado algún que otro producto más caro que en las calles del Centro Histórico de San Salvador (los lácteos y los huevos, por ejemplo), pero en general se nota la diferencia cuando se viene acá.
Un ejemplo que a la mayoría le sonará: esas tres cabezas de ajo chino de la marca ‘Mr Garlic’ que se venden en una redecilla morada acá las estoy pagando a $0.30. La última vez que se las compré a carretillero en el Centro Histórico me cobró 35 centavos. Y en el Súper Selectos las dan a $0.63, ¡a más del doble!!! Son las mismas tres cabezas de ajo, que seguramente vinieron en el mismo barco desde China, quizá en el mismo container, y que se venden a precios tan dispares por la mano visible del mercado, más visible en unos lugares que otros.

Acabo el tour por el agromercado y ya estoy pagando lo mío. Además de los ajitos, me llevo libras de arroz blanco a $0.25, libras de frijol a $0.70, un cartón de huevos por $4.00, cinco plátanos por un dólar, un piña hermosa a $1.50, seis cebollas moradas por otro dólar, tres pepinos por dos coras, y así. Cargadito, sí, pero las coras que me he ahorrado en la compra no se las regalo a ningún taxista, porque debo ser muy básico.
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[image error]April 11, 2025
Playa El Flor, Sonsonate
Antaño nacían más tortugas en esta playa salvadoreña.
Hoy nacen pocas, muy pocas, quizá ninguna. Cientos de hembras aún salen del mar y desovan en estas arenas de playa El Flor, pero los humanos se los desentierran y, con suerte, los llevan a un corral de incubación en algotra playa; sin suerte, los huevos terminan devorados con sal, chile, salsa negra y limón. Son más de cuatro kilómetros y la posibilidad de que alguna tortuga ponga sin que un tortuguero le robe su descendencia siempre está, pero es poco probable en esta playa salvadoreña.

—El Flor parece feria en temporada alta —me dice Benjamín Martínez, 45 años, líder comunitario de Las Tablas, de acá cerca.
—Hasta 100 personas podés ver tortugueando cada noche —apuntala César Rodríguez, 28 años, quien reside en el extremo oriental de la playa.
El Flor es linda, poco intervenida. Se ubica en el cantón Miravalle del municipio de Sonsonate, en la mitad occidental de El Salvador, a unos 50 kilómetros de la frontera con Guatemala. Hay basura y plásticos y porquerías que el mar devuelve, pero sobre la mera línea no hay restaurantes ni hoteles ni comunidades, casi, y pocos ranchos.
Hoy es un viernes de mayo, y faltan semanas para que arranque la temporada alta de desove, pero las primeras docenas de huevos se pagan mejor en el mercado negro. Yo estoy acá porque me pegué a Mauricio Velásquez, 45 años, biólogo de Funzel (Fundación Zoológica de El Salvador), la oenegé salvadoreña que más se involucró en la conservación de la tortuga marina. Entre 2008 y 2020, Funzel ha gestionado corrales que permitieron liberar casi 6 millones de tortugas neonatas.
Mauricio Velásquez ha venido porque Benjamín, César y otros líderes locales quieren que El Flor tenga su propio corral, regulado, asesorado y legal. Quieren que las tortugas vuelvan a nacer en esta linda playa, como antaño.

En el extremo poniente de El Flor empieza playa Los Cóbanos, más turística, más intervenida. Otra oenegé mantiene allá un corral que compra huevos a los tortugueros y los incuba. Mauricio Velásquez les pregunta por qué los de El Flor no los venden allá y así ahorran sinsabores con la Policía. Comercializar huevos de tortuga está prohibido en El Salvador desde el año 2009.
—Es por la delincuencia —responde Benjamín— ; nosotros tenemos prohibido ir a Los Cóbanos, porque allá está la otra…
Playa Los Cóbanos es territorio controlado por la pandilla Barrio 18-Sureños, y en playa El Flor controla la Mara Salvatrucha-13. Esta no iba a ser —ni será— una crónica sobre maras o sobre las fronteras invisibles que estos grupos criminales establecen. Se hablará sobre la conservación, sobre soluciones. Pero amerita explicitarse que esto es El Salvador, y que el fenómeno de las maras emerge incluso cuando uno está reporteando sobre tortugas marinas.
Este texto es un fragmento de una crónica de más de 4200 palabras publicada el 9 de julio de 2021 en la revista digital Divergentes, bajo el título ‘ De cómo El Salvador logró frenar (de momento) la extinción de sus tortugas marinas ’.
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[image error]March 31, 2025
Visita a La Campanera, una colonia en la que autoritarismo de Bukele se agradece
A Cecilia se le escapa un dejo de orgullo cuando habla de la escuela que dirige, de su labor: «El 2024 lo cerramos con 162 estudiantes y hoy tenemos 264». Una satisfacción y unas cifras que el contexto ayuda a dimensionar: el Centro Escolar La Campanera está en el que quizá siga siendo el barrio de El Salvador más estigmatizado por el fenómeno de las maras. Acá se rodó La vida loca, el documental que en septiembre de 2009 le costó la vida a su director, el francoespañol Christian Poveda, asesinado por la pandilla que aspiró a retratar.
Cecilia Mejía, directora del Centro Escolar La Campanera desde el año 2003.Recién comienza el año académico y la matrícula seguirá aumentando, contrariando incluso la reducción de la tasa de fertilidad en la última década. Cecilia tramita estos días la llegada de una familia desde un municipio del departamento de La Libertad. Adquirieron una casa en el otrora problemático barrio y buscaron a la directora Cecilia para preguntarle si todavía podían inscribir a sus hijos.
—¿Que se dispare la matrícula no le supone un problema a usted?
—No, ¡todo lo contrario! —responde.
A Martha Cecilia Mejía Sosa el Ministerio de Educación la asignó al Centro Escolar La Campanera a finales de 2003. «Mi familia me pidió que no aceptara la plaza», dice. Ubicado en la zona norte de Soyapango, en el área metropolitana de la capital, el reparto La Campanera ya era entonces un lugar cuya convivencia estaba secuestrada por las maras.
En concreto, por una pandilla llamada Barrio 18 o la 18, la antagónica de la MS-13 o Mara Salvatrucha. Una y otra importadas a inicios de la década de los 90 desde el área de Los Ángeles, en California, y que lograron echar raíces prosperar en una sociedad devastada tras 12 años de guerra civil.
Durante dos décadas, Cecilia fue primero la directora de la escuela en la que estudiaban los pandilleros; y después, donde estudiaban los hijos de los pandilleros. Pero esto comenzó a cambiar en marzo de 2022, cuando el presidente de El Salvador, el autócrata Nayib Bukele, ordenó a la Asamblea Legislativa que le aprobara un régimen de excepción para combatir a las maras como nunca antes se había hecho desde el Estado. Fiel a su estilo personal y a su pasado como publicista, incluso creó un hashtag: #GuerraContraPandillas.
Previsto para durar 30 días, el régimen de excepción impuesto por Bukele —un paso más en su deriva autoritaria— ha acumulado 35 prórrogas y sigue vigente. Dicen que no se puede echar de menos lo que nunca se tuvo y, en La Campanera, conceptos como el Estado de derecho o la democracia resultan demasiado vaporosos. El Barrio 18 impuso el ver, oír y callar con sangre y fuego durante un cuarto de siglo.
«En la fiesta navideña para los niños de este año me quedé hasta tarde y, a las 10:30 de la noche, la colonia estaba bien iluminada, la gente caminaba por las calles comiendo pupusas y tomando licuados… Algo que antes no se veía», dice Cecilia.
Caminar por la noche sin miedo a unos pandilleros puede sonar a poco leído desde otras latitudes, pero en el reparto La Campanera —en El Salvador entero, casi —es algo subversivo.
Cuando hay elecciones en El Salvador, la escuela deviene centro de votación. En las presidenciales de 2019, las que lo llevaron al poder, Bukele obtuvo el 59 % de los votos en esta colonia; en las presidenciales de 2024, en pleno régimen de excepción, el respaldo a Bukele se disparó hasta un surrealista 87 %.
El recuento de vivencias de Cecilia como directora del Centro Escolar La Campanera daría para una serie de Netflix de incontables temporadas. Docentes muertos a balazos, violaciones tumultuarias de alumnas, estudiantes asesinos y asesinados, balaceras de película, personas desaparecidas, represión estatal desmedida… Atrocidades protagonizadas con demasiada frecuencia por jóvenes de 16, 14, de 12 años.
Una unidad de la Ruta 49 atraviesa la calle principal del reparto La Campanera, en Soyapango.«Una vez estábamos esperando el bus acá —dice Cecilia— y bajaron los muchachos con las pistolas en las manos y los policías los venían siguiendo, y ellos correspondiéndoles, y nosotras que no hallamos cómo… Mire, a mí no me pregunte cómo corrí con unos grandes tacones que andaba ese día, que me salté la gradita del pasaje y yo vi una puerta balcón abierta ahí en la primera casa y le metí la mano y me metí, suerte que estaba sin doble llave. Y la gran balacera. Unas compañeras lograron abrir el portón de la escuela y se metieron».
La Campanera forma parte de Soyapango, una ciudad de poco más de 250,000 habitantes que en 2015 registró oficialmente 236 homicidios, sin contar las desapariciones, una práctica habitual entre las pandillas para deshacerse de los cuerpos. Con una población de más de 48 millones de habitantes, España contabilizó 348 homicidios en 2024.
En 2024 se registraron cuatro homicidios en Soyapango, lo que supone una reducción del 98 % en apenas una década. «Sí, ahora tenemos un mejor ambiente», zanja Cecilia.
Este texto es un fragmento de un reportaje de más de 1500 palabras publicado el domingo 30 de marzo de 2025 en la sección Enfoque, del diario español ABC, bajo el título ‘ Vivir (sin maras) en La Campanera ’. Para leerlo completo es necesario suscribirse.
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[image error]February 4, 2025
At Christmas, I had dinner with the gang members of the Bukele’s mega-jail
“No one leaves here; those who serve their sentence are recaptured immediately,” says Berlamino Garcia.
Here it is the CECOT, the acronym chosen for the Centro de Confinamiento del Terrorismo, but which on the streets of El Salvador is better known as Bukele’s mega-jail.
And Belarmino Garcia has been its director since this huge prison was inaugurated less than 11 months ago.
Luis Alonso García Flores, “El Paisa,” a gang member of Barrio 18-Sureños, is convicted of homicide.Photo: Roberto Valencia.
Today is December 24, the sun is setting and in an hour I will have rice and beans for dinner among gang members of the criminal structures Mara Salvatrucha (MS-13), Barrio 18-Sureños and Barrio 18-Revolucionarios, the cause of a spiral of violence that has left thousands dead in the Central American country.
The visit was arranged with the Secretariat of Communications to share Christmas dinner first with gang members and then with guards.
But first, Belarmino will give me an express tour.
I have been in Central American prisons for 15 years and this is something else.
To begin with, its dimensions are colossal: 236,000 square meters, the equivalent of five times the Zócalo in Mexico City. Very few prisons in the world occupy more space.
“The main wall is nine meters high, and another three meters of electrified fence; 15,000 volts,” says Belarmino, with a hint of pride. “ Just by getting close to it, one dies at a single touch. “
Belarmino is short and friendly. He speaks with satisfaction of his 17 years in the General Directorate of Penal Centers of El Salvador and of his brilliant career.
“I come from an agent,” he says.
He now runs “this monster”, with 1,000 people under his command, not counting the 250 police officers stationed there and the 600 military personnel guarding the perimeter.
A huge construction
A year and a half ago, the site where this concrete mass was erected — in Tecoluca, department of San Vicente — was farmland on the slopes of the Chichontepec volcano.
The security agents search the inmates in cell 2 of Module 3, the ones chosen by me to have dinner with me. Photo: Roberto Valencia.Located some 70 kilometers from the capital, San Salvador, since its inauguration it has been surrounded by controversy and secrecy, and allegations of abuse, isolation, torture, and deaths from beatings.
President Nayib Bukele referred to it on the social network X (formerly Twitter) as “the most criticized prison in the world”, and in recent weeks some local and international media have been allowed group entry.
Visiting at Christmas is a rarity.
Bukele himself — praised by broad sectors of his country for his achievements in security matters — announced at the time that the CECOT will be able to house “40,000 terrorists, who will be cut off from the outside world”, a rather large number for a country like El Salvador, with a population of only 6.3 million inhabitants.
By comparison, the Marmara prison in Turkey, near Istanbul, is registered in the Guinness Book of Records as the most populated prison in the world: 22 781 inmates in November 2019, but it occupies almost twice as much space as the Salvadoran prison and was designed to hold some 11 000 people.
But Turkey has 85 million and the other countries with mega-prisons listed in the Guinness Book of Records are the United States and India, with populations of 340 million and 1.4 billion respectively.
The truth is that today, 11 months after the inauguration, there are just over 12,000 inmates, less than a third. Why?
The menu is the same as any other day: rice, beans and two corn tortillas. Photo: Roberto Valencia.“It is the security strategies of the authorities; they determine when and at what time the transfers are made,” Belarmino responds evasively.
A dinner like every day
Bukele’s mega-jail has eight gigantic modules — eight independent little prisons, in Belarmino’s words — of which six are occupied by emeeses and dieciocheros.
In the other two, there are inmates in the trust phase, who are not gang members or on trial for serious crimes, and who work in the maintenance and cleaning of the facility; for every eight hours worked, they reduce their sentence by two days.
After walking 800 meters from the access gate, we arrive at Module 3, located in the northeast corner of the rectangle that is the CECOT. It is a few minutes past 6 p.m. and it is already dark outside.
As you enter the ship, dinner is being served.
The gang members do not leave their cells, nothing to do with the commonplace to which Hollywood has accustomed us, of crowded dining rooms where fights and settling of scores take place.
Food is provided by a company, three times a day.
Inmates in the trust phase ration it in another sector of the prison and deliver through the bars a plastic cup and a plastic cup for each inmate.
I thought that, because it was such a special date, the menu would have some concessions, but authorities and gang members tell me that it does not.
We will eat a fistful of tasteless rice, a broth made from beans, and two thin corn tortillas, the kind used for tacos. For a drink, a weak coffee.
They eat the same thing every day, breakfast, lunch, and dinner. The only change — Belarmino tells me and the Paisa of the 18-Sureños will confirm later — is that the rice is replaced by spaghetti.
Once a month, family members can send packages with some food products from a list prepared by Centros Penales: sugar, oatmeal, milk and powdered supplements, vitamins…
But among gang members, the percentage of inmates who have a family to support them is the lowest. “In CECOT, less than half,” says Belarmino.
The lack of animal protein and other nutrients is taking its toll.
I will interview six inmates at length tonight, face to face, and tomorrow I will find on the internet photographs taken at the time of arrest or even on their abandoned Facebook accounts: the weight loss will be evident.
News about Messi
Although this Christmas Eve dinner was going to be like any other day, my presence has altered things a bit.
Under a strict security cordon, with guards equipped as riot police, the inmates in one cell have been let out into the wide central corridor, unshackled, to sit in five rows of 16.
I was able to choose among the 30 cells of the module, cell 2, and I was also able to select the gang members to interview.
Many have been there for months. Before dinner, I introduced myself, and, to break the ice and build some trust, we talked about mundane matters.
No one here knew that Lionel Messi and his Inter Miami will come to El Salvador in January, a hot topic outside since it was confirmed at the end of November.
I have been asked which clubs have triumphed this year in the Champions League and the Libertadores and about the winners of the last two local soccer tournaments.
After a prayer in an evangelical key that has been shouted by a prisoner of the 18 tattooed from head to toe, the dinner began.
https://medium.com/media/c7f57c697346d091eb4291a6f24eaaee/hrefI sat down to eat next to Paisa, an active gang member from Barrio 18-Sureños who will be 30 years old tomorrow, Christmas Day. He looks jovial, even grateful for the conversation.
It is not at all common for them to be able to talk to people coming from abroad.
We eat the tasteless mixture of rice and beans without cutlery, using pieces of tortilla as spoons. Needless to say, I am the clumsiest.
A Barrio 18 gang member gives a prayer of thanks for the Christmas dinner they are about to enjoy. Photo: Roberto Valencia.Life inside
El Paisa is Luis Alonso García Flores, from El Refugio, department of Ahuachapán.
Since 2017 he has been serving a sentence for homicide and has never received a visit or a phone call, prohibited since March 2016 in prisons that house only gang members.
They had not been let out of the cell for several days, he tells me.
They used to have occasional outings to the corridor for Bible reading and physical stretching programs, given by inmates in the trust phase, “but in December the programs are suspended, they are over,” Belarmino will tell me later.
The CECOT does not offer training workshops and does not allow them to enter a novel.
“The truth is that we would like to have at least a small library to spend the day reading,” Paisa tells me.
I will ask him and the other people interviewed what goes through their heads on a day as unique as December 24.
El Paisa answers me this: “The wish of every prisoner is to be able to be with his family, at least to receive a visit on this day. I have a daughter, Lucero, who turned 13 on December 14; it is only by faith that I know she is still alive.
His words are repeated.
A native of El Congo (Santa Ana), Salvador Alberto Jovel Servando, 39, is an active member of the Western Locos clique of the MS-13.
José Leonardo Chicas Cortés was an MS-13 gang member in the United States; he is awaiting trial. Photo: Roberto Valencia.After a lifetime of being in and out of prisons in the United States and El Salvador, he last lost his freedom in November 2021. He has not yet been sentenced.
“I would like to see my daughter, who just turned 6 years old. Her name is Allison Yamilteh, and I hope someone can dress up as Santa Claus and give her the gift she doesn’t have from her dad,” she says.
Alberto Ramírez Torres is the Chogüi in the 18-Sureños tribu that operated — or operates? While the government claims to have put an end to the gangs, some say that vestiges remain — in the Altavista residential area in Ilopango.
He was arrested on April 22, 2022, when the regime of exception still in force in El Salvador was taking its first steps. He has not been convicted.
“I want to tell my daughter Naomy that I love her very much, that everything is a matter of time, and that in the name of Jesus Christ, what I am saying now to you I will say to her in person someday. And I wish all the Salvadoran people a Merry Christmas,” he says.
José Leonardo Chicas Cortés is 43 years old but looks at least a decade older. He is from Sensuntepeque, Cabañas, and lived in the United States for decades. He says he left the gang years ago when he was deported. He was arrested on May 3, 2022 in Honduras, deported and is still awaiting trial.
“It’s been almost two years since I’ve talked to my mother, my wife, my son…. I send greetings to my mom, whose name is María Cortés,” he shares.
Luis Alberto Paredes is the Miñaña of the 18-Revolucionarios. He is 39 years old, from the Concepcion neighborhood of San Salvador, and is a criminal in the La Tiendona market area. He has been serving a 65 year sentence for aggravated homicide since May 2008.
“My last Christmas off was 2007, and since 2016 I have not been able to see my family or my daughters; I believe in God and he has the last word,” he points out.
Williams Arnoldo Vasquez Carpio is the Angel Black, the palabrero of the 18-Sureños clique that operated in San Martin, east of the capital. He was arrested on June 29, 2022, and is awaiting trial.
Luis Alberto Paredes, el Miñaña, a Barrio 18-Revolucionarios gang member, is convicted of aggravated homicide. Photo: Roberto Valencia.“I want to send greetings to all my family, especially my mother, my brothers, my whole family in general, that they continue to persevere and that I thank them for all the help; and to my daughters, I want to tell them that I love them very much and that I always carry them in my heart,” he says.
What about the gang victims, isn’t there a message for them, I ask him. “No, I don’t know about that…” he stammers.
Figures and controversy
The existence and the dizzying construction of Bukele’s mega-jail — it was built from scratch in just over eight months — is a direct consequence of the emergency regime in force since March 2022, which has allowed the capture of almost 75,000 alleged gang members.
This is a number that is questioned by relatives and human rights organizations, which claim that thousands of innocent people are imprisoned who have no connection with the gangs.
But under that same legal tool — the regime of exception — the government has dealt the gangs an unprecedented blow.
According to its figures, the National Civil Police registered 147 homicides as of December 17 of this year.
Adjusted to the guidelines of the Bogotá Protocol, which establishes a series of technical criteria whose fulfillment reflects that homicide data in Latin America and the Caribbean present a high degree of validity, reliability, and transparency, the figure rises to 204.
Little changes.

The homicide rate in 2023 will be 3 per 100,000 inhabitants. Just eight years ago, in 2015, El Salvador counted 6,656 murders, a rate of 106 per 100,000 inhabitants.
Indicators for crimes traditionally associated with gangs, such as the disappearance of persons, femicide, and extortion, have also fallen to historic lows.
The security paradox
After having dinner with the gang members, I asked to speak with the custodians.
There were a hundred of them in a dining room so large that they were scattered. They ate roast beef, sausages, shrimp, various salads and french fries.
I sat down with five of them — I also chose the table — and asked them their opinion on how they and their families are living now.
Because of the meager salaries of the security agents, they generally inhabit the same neighborhoods and cantons that for decades have been under the control of MS-13 or 18.
They have accepted the conversation under the condition of not taking photos or publishing names and places of residence.
“This gang thing is very changeable,” one of them justifies to me. “The gangs have not been completely exterminated, there are still gang members,” adds his partner.
But the change for the better experienced with the exception regime is expressed unanimously and enthusiastically.
They say they can now arrive at 9 p.m. without fear, that new stores have opened in their neighborhoods or existing ones have been expanded. They say that delivery drivers now come in. They say their mothers and wives sleep more peacefully.
This is what the cells of Bukele’s mega-prison look like from the inside; they have 80 cots on four levels, made of metal and without mattresses or bedding. Photo: Roberto Valencia.They say, in short, that the reduction in violence can be felt, and breathed, that it goes beyond cold numbers on homicide rates that can be read from a computer or a smartphone.
This is the paradox that Salvadoran society is experiencing these days in the area of public security.
The same regime of exception that has cut short the lives of tens of thousands of innocent people and their families represents a blessing for hundreds of thousands of Salvadorans, perhaps millions.
It is a reality that in and out of prison continues to divide individuals and families in what was once the most violent country in the world.
This is the English version (thank you, DeepL and Grammarly) of a chronicle I published on December 29, 2023, on BBC Mundo, under the title ‘ La cena de Navidad en la megacárcel de Bukele ’.
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