Hugo García Michel's Blog, page 182
June 29, 2016
Ford Theatre y el disco que nunca existió
A fines de los años sesenta, la frecuencia 590 de amplitud modulada (AM) de la radio en el Distrito Federal era una de las pocas alternativas para escuchar buen rock. La estación que se hiciera famosa con el sobrenombre de La Pantera de la Juventud (o simplemente La Pantera) tenía un programa nocturno llamado Proyección 590 (no recuerdo si pasaba de lunes a viernes o una vez a la semana), en el cual se presentaba lo más vanguardista de la escena roquera de habla inglesa (de hecho, era la competencia directa de Vibraciones, la legendaria emisión de Radio Capital, en el otro extremo del cuadrante). Grupos de nombres larguísimamente psicodélicos como Quicksilver Messenger Service, Big Brother and the Holding Company (con Janis Joplin como vocalista), The Incredible String Band, The Jimi Hendrix Experience o Creedence Clearwater Revival (recuerdo con claridad haberlos escuchado ahí por primera vez en 1969, a mis catorce años de edad, con su alucinante versión a “Suzie Q”, cuando todavía no se convertían en Los Cridens) eran presentados con un respeto tan solemne que llegaba a lo ridículo, pero que en ese entonces a los jóvenes radioescuchas nos parecía sublime. El tema de presentación y despedida era una pieza de rock cuasi sinfónico intitulada “Theme for the Masses”, del grupo bostoniano Ford Theatre, la cual abría con un misterioso órgano de aires semi barrocos que provocaba una atmósfera un tanto gótica (cuando el goth rock aún no existía). El ritmo era pausado y pronto se incorporaba una guitarra que lanzaba acordes de dos cuerdas, lentos y contrapunteados. Sólo podíamos escuchar unos treinta o cuarenta segundos antes de que entrara la voz del locutor y se iniciara el programa. Para oír la obra completa –aunque tengo la idea de que alguna vez llegaron a programarla en la misma emisión–, era necesario comprar el álbum (importado) Trilogy for the Masses, el cual únicamente se podía adquirir (carísimo) en la tienda de discos Hip 70 de San Ángel, localizada junto a la extinta Pistahielo Insurgentes, a un lado del también desaparecido supermercado Minimax (hoy se levanta ahí Plaza Inn).Debo confesar que en aquellos tiempos nunca tuve ese disco, editado en 1968, hasta que al año siguiente apareció una edición mexicana que llegó a manos de mi hermano Sergio. La portada no era la misma que la del álbum gringo (en México usaron la carátula del segundo trabajo discográfico de Ford Theatre, Time Changes, de 1969), pero la música sí. Se trataba de una obra completa que ocupaba prácticamente los dos lados del vinil y que abría y cerraba con el maravilloso “Theme for the Masses”. Al final venía una canción a manera de coda, una melodía folk llamada “Postlude: Looking Back”.
Trilogy for the Masses es una obra espléndida creada por un grupo que en muy poco tiempo fue por completo olvidado, al igual que lo fueron sus dos únicos discos. La obra fue compuesta por el violinista Wally Magee y el guitarrista Harry Palmer. Los otros integrantes del grupo eran Joey Scott (voz principal), Arthur “Butch” Webster (guitarra líder), James Altieri (bajo), John Mazzarelli (teclados) y Robert Tamagni (batería). Curiosamente, Wally Magee no pertenecía al grupo, pero su violín se deja escuchar como contraparte del órgano al inicio de “Theme for the Masses”.
Como ya anoté párrafos atrás, el sexteto de Boston sólo grabó dos álbumes y desapareció en 1969. Algunos de sus miembros formaron la agrupación Joyful Noise que no trascendió en absoluto. Lo demás, se lo tragó el tiempo.
Como vemos, Ford Theatre existió y sin embargo…
Durante años pregunté a gran cantidad de amigos –algunos de mi generación, otros de generaciones posteriores– si recordaban o conocían Trilogy for the Masses o cuando menos el “Theme for the Masses”. La respuesta siempre fue negativa, aun cuando les decía que era el tema de Proyección 590 (programa al cual tampoco recordaba persona alguna). Nadie tenía noticia de la existencia de Ford Theatre. Incluso, por un tiempo busqué información en la red y nada. Llegué a pensar que todo era producto de mi imaginación o que había escuchado al grupo en una vida paralela o que –peor aún– me había vuelto loco. ¿Y si realmente esa agrupación y sus discos jamás existieron? Imposible: yo tenía (tengo) el álbum (lleno de scratch, por cierto, pero audible; lo conseguí, usado, a fines de los años ochenta). ¿Entonces? ¿Por qué nadie se acuerda de esa banda que tomó su nombre del teatro donde fue asesinado Abraham Lincoln? ¿Por qué nadie puede tararear la melodía altamente memorable del “Tema para las masas” o de la emotiva “101 Harrison Street (Who You Belong To)” o de la sardónica “Back to Philadephia”? Misterio.
Me habría dado por vencido y quizá jamás me hubiera atrevido a escribir este artículo, de no ser porque el crítico y musicólogo Richie Unterberger al fin incluyó a Ford Theatre en la página de All Music en internet. O sea: el grupo existió, grabó dos álbumes para ABC Records, usted debería hacer lo imposible por escucharlo… y yo no estoy demente. Bueno, no del todo.
(Publicado hoy en mi columna "Memorias de un melómano sarnoso", primera entrega para "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)
Published on June 29, 2016 16:10
June 28, 2016
Garbage y la devastadora belleza
Seis discos en 21 años, un promedio de un álbum cada tres años y medio parece algo razonable. Sobre todo si en todos ellos se mantiene un grado de calidad más que aceptable y en algunos casos de excelencia. Hablo de Garbage, el proyecto de pop electrónico del productor Butch Big, engalanado con la presencia y la voz de la estupenda cantante escocesa Shirley Manson, el cual grabara su homónimo disco debut en 1995 y que acaba de dar a luz su opus No. 6: el impecable Strange Little Birds (Vagrant, 2016).Estamos ante un trabajo elegante, suntuoso, con una producción perfecta. Big, al igual que sus compañeros Duke Erikson y Steve Marker, son músicos de estudio (de estudio de grabación, quiero decir) y es en ese ambiente que se sienten a sus anchas y lo saben explotar hasta sus últimas consecuencias, para dar como resultado un rock que sigue en deuda con el movimiento noise de los años noventa (permanecen los ecos de Sonic Youth y My Bloody Valentine), pero suavizados –por decirlo de algún modo– por la sabia utilización de ganchos del más fino rock pop.
El sentido melódico de Garbage es notable y la voz de Manson juega un papel esencial en ello. Las canciones atrapan gracias a sus riffs y sus estribillos, pero también a las atmósferas que se van creando, en las que la sensualidad y la cachondería forman parte principalísima de un estilo más que reconocible.
Once son los cortes que conforman a este Extraños pajaritos, un disco sin desperdicio, con temas que destacan entre lo mejor de Garbage en sus poco más de dos décadas de intermitente existencia. Composiciones como la misteriosa “Sometimes” que abre el plato, las contundentes “Empty”, “Blackout” y “We Never Tell”, las envolventes y fascinantes “If I Lost You” y “Night Drive Loneliness”, las electrizantes “Magnetized” y “So We Can Stay Alive” o la concluyente y emotiva “Amends” hacen de este larga duración una obra tan imperdible como irresistible.
Alguien por ahí calificó a Strange Little Birds como un álbum de devastadora belleza. Concuerdo a plenitud con tan precisa definición.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
Published on June 28, 2016 14:00
June 27, 2016
Quadrophenia
Este nuevo intento de Pete Townshend por escribir una ópera rock no resultó tan afortunado, desde el punto de vista de la popularidad, como Tommy. Musicalmente, Quadrophenia (1973) es un excelente álbum doble, con canciones magníficas, un homenaje a los orîgenes mods de los Who y con una historia más realista y mucho menos fantasiosa que la de Tommy Walker. El disco fue escrito en su totalidad por Townshend, en un momento en el cual las tensiones dentro del grupo eran fuertes y amenazaban con una ruptura. No hay, por ejemplo, un solo tema de John Entwistle, quien además se quejaría (al igual que Roger Daltrey) de haber sido menospreciado, incluso a la hora de mezclar las cintas de grabación (no se entiende por qué: hay partes en las cuales su bajo suena de manera asombrosa, como en “The Real Me”). Menospreciado por buena parte de la crítica, Quadrophenia debe ser revalorado como un trabajo de estupenda factura, con composiciones de un nivel tan alto como la ya mencionada “The Real Me”, la bellísima y conmovedora “I’m One”, la sardónica “Bell Boy” (cantada por Keith Moon), “I’ve Had Enough”, “5:15” y la esplendorosa “Love, Reign o’er Me”. Una producción limpia e impecable, con un uso de los sintetizadores tan bueno como en Who’s Next.(Reseña que escribí originalmente para el Especial No. 11 de La Mosca en la Pared, dedicado a The Who y publicado en marzo de 2008)
Published on June 27, 2016 12:00
June 26, 2016
The Tudors
Hace algunos años, vi en la tele algunos capítulos y quizá hasta una temporada completa, pero con las facilidades que da Netflix, pude servirme con la cuchara grande y ver de principio a fin y a lo largo de un mes las cuatro temporadas de The Tudors, la gran serie de Showtime que pasó originalmente entre 2007 y 2010.La historia del reinado de Enrique VIII, monarca de Inglaterra durante 38 años (de 1509 a 1547), y todos los avatares políticos, sociales y amorosos (vemos con detenimiento la historia de sus seis esposas: Catalina de Aragón, Ana Bolena, Jane Seymour, Ana de Cleves, Catalina Howard y Catalina Parr) son presentados de manera impecable, gracias a la fastuosa producción, los estupendos guiones, un casting de primer orden, lo mismo que la fotografía, la escenografía (las escenas de exteriores se hicieron en Irlanda) y las soberbias actuaciones.
El actor Jonathan Rhys-Meyers es el encargado de dar vida al rey Enrique, desde su juventud hasta su vejez y su muerte, y lo hace de la manera más espléndida y creíble. También las actrices que interpretan a sus esposas y a sus dos hijas, las futuras reinas María e Isabel, son magníficas, para no hablar del cuadro de actores de reparto.
Pero lo más importante de The Tudors es la forma como nos mete en la historia de Inglaterra y Europa en la primera mitad del siglo XVI. Al menos en mi caso, me motivo a leer mucho al respecto para tratar de entender más lo que fue esa época de guerras religiosas, grandes descubrimientos y ese fanatismo abyecto que llevó a tanta gente al cadalso, la horca o las piras.
Fuerte, impactante, sin maniqueísmos, elegante e inteligente, The Tudors vale la pena de ser vista una y más veces.
Published on June 26, 2016 20:00
June 25, 2016
“Estoy con los maestros”
Para Héctor de Mauléon, con afectuosa solidaridad.¡Ah, el mundo de las frases hechas y las generalizaciones arbitrarias! Tan cómodo y conveniente para mostrarse militante, comprometido y con una political correctness fuera de toda sospecha.
En las redes sociales han comenzado a pulular unos letreritos muy monos y bastante maniqueos que uno puede adoptar para mostrar su apoyo a la sección 22 de la Coordinadora Nacional de los Trabajadores de la Educación. “Soy artista y estoy con los maestros”, “Soy médico y estoy con los maestros”, “Soy periodista y estoy con los maestros” y así, cursimente ad nauseam.
Hablo de generalizaciones arbitrarias y de un reduccionismo en extremo simplista, porque nada más absurdo que convertir a los integrantes de la CNTE en “los maestros”, como si dicha coordinadora representara a la totalidad de los docentes del país y no a un grupo disidente que abarca apenas al 9 por ciento del total del magisterio nacional y sólo tiene presencia importante en cuatro estados de los 32 que conforman a la república mexicana; como si la CNTE estuviera buscando el bien de la educación en México y no el conservar los privilegios económicos que tenía; como si la CNTE fuese un grupo impoluto y no un organismo de presión que ha optado cada vez más por la violencia; como si la CNTE fuese un bloque democrático y no se hubiese dejado penetrar por una buena (o mala) cantidad de grupúsculos radicales que en sus sueños guajiros siguen proclamando la lucha armada en pos de un socialismo maoísta digno de Sendero Luminoso; como si la CNTE se preocupara por los niños de los estados del sur, que son los de menor nivel educativo, y no por seguir cobrando sus quincenas sin acudir a dar clases y por continuar heredando las plazas y comerciando con ellas.
Decir “estoy con los maestros” es una forma superficial de negarse a entender el fondo del conflicto, de tranquilizar la buena conciencia, de salirse por la tangente y salvar la corrección política desde la compu, la laptop o el celular. Es una frase hueca que en su vaguedad termina por significar nada.
(Publicado hoy en mi columna ·Cámara húngara" de Milenio Diario)
Published on June 25, 2016 16:00
June 24, 2016
Squirrel Nut Zippers / Hot (1997)
¿Swing post moderno? No exactamente. Más bien swinging jazz al estilo de las big bands de los treinta y los cuarenta, tocado por un grupo noventero lleno de energía, encanto y buen sentido del humor. Un álbum pleno de vitalidad y frescura, con canciones entrañables y perfectamente bailables.Mejor tema: “Hell”
Published on June 24, 2016 20:00
June 23, 2016
Eso que tú haces
Había visto esta película hace muchos años, en un video de VHS, y la recordaba con mucho cariño. Me preguntaba si los años habían hecho que la cinta perdiera su inocencia y me atreví a verla de nuevo, ahora por Netflix, y la verdad es que me gustó tanto o más que la primera vez.That Thing You Do, dirigida por Tom Hanks en 1996, es un filme lleno de frescura que retrata muy bien lo que era el ambiente del rock estadounidense en 1964, cuando comenzaba la beatlemanía, por medio de la historia de uno de aquellos grupos conocidos como one hit wonders (de hecho, el grupo se llama The Wonders). Desde que su protagonista principal, Guy (interpretado por el actor Tom Everett Scott), quien trabaja para su padre en una tienda de electrodomésticos en una pequeña ciudad de Pennsylvania, se integra al grupo como baterista sustituto, para participar en un concurso musical, y al ensayar la balada compuesta por el líder del conjunto (intitulada precisamente "That Thing You Do") decide tocarla con un beat más rápido y beatlesco, todo cambia: la cancioncita adquiere un sonido irresistible que los va llevando poco a poco a la fama. El ascenso será tan rápido como el descenso, pero todo está narrado con agilidad y buen humor y Tom Hanks, como realizador, sabe retratar muy bien una época del rock en la que aún campeaba cierta ingenuidad sin malicia.
Como personaje, Hanks interpreta al señor White, el representante que los lleva a grabar y los conduce a la fama, pero no consigue mantener la cohesión en el cuarteto y este se desbanda.
No cuento más. Busquen la película, seguro les hará pasar un muy buen rato.
PD: Mención especial merece la presencia de la maravillosa Liv Tyler, en el papel de Faye, la preciosa, entregada y no muy afortunada novia del front man de los Wonders.
Published on June 23, 2016 18:00
June 22, 2016
La mafia
En aquella época se le llamaba la mafia (así la bautizó Luis Guillermo Piazza en su libro homónimo), porque controlaba la difusión de la cultura en México. Bueno, en realidad no son todos los que están ni están todos los que eran... ¿o sí? En la imagen, los "capos" Monsiváis, Cuevas, Benítez y Fuentes. Pero eran buenos tiempos o al menos divertidos.
Published on June 22, 2016 18:22
June 21, 2016
RHCP: picosos pero sofisticados
Caracterizados en sus inicios por un sonido salvaje, estruendoso, hiperquinético y delirante y por su imagen sarcásticamente agresiva y divertidamente provocadora, los Red Hot Chili Peppers llevan más de 30 años (32 para ser exactos, desde la grabación de su primer disco en 1984) como una de las agrupaciones más importantes del planeta, a pesar de que siempre han mantenido una presencia pública paradójicamente discreta.Con sus tres integrantes básicos de toda la vida (el vocalista Anthony Kiedis, el baterista Chad Smith y el demencial bajista Flea) y sus talentosísimos guitarristas intercambiables (por ahí han pasado Hillel Slovak, Dave Navarro, John Frusciante y ahora Josh Klinghoffer), los RHCP son creadores de un estilo propio y más que reconocible a lo largo de su más o menos extensa discografía que llega a los once álbumes en estudio con su flamante The Getaway (Warner Music, 2016), una obra que presenta una serie de afortunadas singularidades.
Desde que el cuarteto empezó a grabar para Warner en 1992, con el sensacional Blood Sugar Sex Magik, todos sus discos habían sido producidos por el legendario Rick Rubin y es hasta ahora que optaron por prescindir de él y contratar los servicios de Brian Burton, mejor conocido como Danger Mouse. El cambio se nota a lo largo de los trece cortes que conforman el plato, con un sonido menos áspero, menos crudo, más aterciopelado y melodioso, más sofisticado y fino. Tan novedoso es The Getaway que se da el lujo de presentar la insólita e impensable colaboración ni más ni menos que de Elton John, como co-compositor y pianista en el delicioso tema “Sick Love”.
Difícil resulta resaltar alguna de las canciones, dada la alta calidad de todas ellas, pero no está por demás mencionar joyas como la homónima e inicial “The Getaway”, “Dark Necessities”, “Go Robot” y “Dreams of a Samurai”.
Los Red Hot Chili Peppers han regresado, maduros como buenos cincuentones (curiosamente, Kiedis, Smith y Flea nacieron, los tres, en 1962), para entregarnos un álbum más que disfrutable y sin traicionar su esencia. Grande cosa.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
Published on June 21, 2016 17:00
June 20, 2016
Fiona Apple a 20 años de Tidal
Para Paulina
“I tell you how I feel but you don’t careI say tell me the truth but you don’t dareYou say love is a hell you cannot bearAnd I say gimme mine back and then go there - for all I care”
“Sleep to Dream”Fiona Apple
Fiona Apple grabó Tidal (Columbia, 1996) a los dieciocho años de edad y muchos críticos la calificaron de pretenciosa. Otros dijeron que era un buen trabajo, pero que había aún demasiada inmadurez en la cantante, pianista y compositora oriunda de Nueva York. “Su voz es sorprendentemente rica para una jovencita y su piano, sofisticado y jazzero, logra disimular su edad”, decía un comentario que quería ser benigno con ella, aunque luego agregaba: “Fiona demuestra un talento considerable, pero su disco carece de uniformidad y termina por ser difuso”.
A veinte años de haber visto la luz y con la perspectiva que da el tiempo, quizás haya llegado la hora de revalorar a éste, el álbum debut de una artista en todos los sentidos del término. Porque Tidal es una obra intensa, profunda, visceral, desafiante, que muestra a una joven mujer a la vez vulnerable y dura, tierna y provocativa, a la defensiva y a la ofensiva. “Soy una persona tan estúpida e increíblemente sensible que todo lo que me sucede lo experimento con demasiada intensidad”, dijo Apple en los días en que grabó este disco. “Todo lo siento de manera muy honda y cuando sientes las cosas de ese modo y piensas mucho en eso que sientes, aprendes tanto de ti misma que logras conocerte y al hacerlo conoces lo que es la vida”.
Al contrario de lo que afirmaban los críticos de hace dos décadas, lo que a mi modo de ver demuestra Fiona Apple en Tidal es una gran madurez como creadora y como persona. Las diez canciones que conforman el álbum poseen una fuerza que ha ido creciendo con el tiempo y si bien ella es hoy una autora e intérprete más hecha y sofisticada (como lo demuestran sus apenas tres discos posteriores a éste, los fabulosos When the Pawn Hits..., de 1999, Extraordinary Machine, de 2005 y The Idler Wheel, de 2012), lo que hace de Tidal un clásico es esa visceralidad, esa crudeza y ese austero minimalismo que lo recorren de principio a fin.
Desde “Sleep To Dream”, el estremecedor tema con el cual abre el disco, entendemos que no estamos frente a una cantante más. Hay ahí una rebeldía, una fuerza volcánica que hace que la tierra se mueva bajo nuestros pies y que nos obliga a estar atentos y a no permanecer indiferentes ante esta música. La impresión se confirma, aunque en otro sentido, con el segundo corte. “Sullen Girl” es una canción tan bella como ominosa, ya que en medio de la hermosa melancolía de la música se narra con estremecedora poesía la terrible experiencia de Fiona cuando era adolescente y fue violada (“They don’t know I used to sail the deep and tranquil sea / but he washed me shore and he took my pearl / and left an empty shell of me”). El álbum crece aún más con la extraordinaria “Shadowboxer”, posiblemente uno de los dos puntos más altos de Tidal (“Once my lover/ now my friend”). Apple canta con una intensidad impresionante y su piano la acompaña con el beat exacto y la precisión necesaria para expresar lo que ella quiere. Un gran tema, al igual que el sensacional “Criminal”, al cual algunos han definido como una de las canciones que mejor reflejan la angustia juvenil de los años noventa. Una absoluta maravilla que da paso al track con que virtualmente termina la primera parte del plato, “Slow Like Honey”, otro portento, una composición que coquetea cachondamente con un jazz blueseado mientras Fiona dice cosas como “So I stretch myself across, like a bridge / and I pull you to the edge / and stand there waiting / trying to attain / the end to satisfy the story”. Sensualidad pura.
“The First Taste” es una canción que musicalmente se sale un poco del espíritu del disco, pero sólo en apariencia. Con un ritmo que de algún modo se aproxima al reggae, la melodía transcurre con una materialidad acuosa y un aire que hace recordar algunas interpretaciones de la nigeriana Sade. Por su lado, “Never Is a Promise” es otra de las joyas de Tidal, una pieza conmovedora de principio a fin que se habla de tú con la belleza. La dialéctica que se produce entre la voz de la cantante, su piano, los coros y las cuerdas la convierten en una verdadera escalera al cielo.
Los tres cortes que cierran el disco mantienen el alto nivel del mismo. Desde el majestuoso mood de “The Child Is Gone” al poético transcurrir minimal de “Pale September”, para culminar con la sorpresa de “Carrion” y su inesperado arreglo sin piano, en una melodía que Fiona Apple interpreta en forma susurrante, acompañada por una guitarra, un bajo, cuerdas, xilófono y batería. Una manera tan extraña como suntuosa de terminar este espléndido trabajo.
(Publicado hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música de la revista Nexos)
Published on June 20, 2016 20:00
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