Hugo García Michel's Blog, page 177
August 17, 2016
A Roma con amor
Creo que el mayor problema de To Rome With Love (2012), la película No, 41 de Woody Allen, es que un año antes el director había filmado la maravillosa Midnight in Paris. Esto hace que inevitablemente las comparemos y que la cinta romana resulte minimizada por la parisina.Sin embargo, si evitamos esta comparación, en realidad A Roma con amor resulta un filme amable, grato y divertido, con sus cuatro historias paralelas que jamás se entremezclan (un poco a la manera de aquellas grandes películas del neorrealismo italiano -como Bocaccio 70 o Ayer, hoy y mañana, que contaban tres o más cuentos por separado).
La había visto en el cine, en su momento, y no me gustó tanto (quizá justamente por su inmediato antecedente que me fascinó y me sigue fascinando), pero esta segunda visión me hizo justipreciarla de mejor manera y debo decir que la disfruté mucho, gracias a lo deliciosamente absurdo de algunas de sus situaciones. Cierto que hay una especie de visión turística y promocional de la bellísima capital italiana (conocerla es un pendiente que tengo en la vida), pero lejos de incomodar, nos hace disfrutarla por su estética fotografía toda llena de ocres. Imagino que hubo una especie de trato con las autoridades romanas para facilitar la filmación a cambio de ese retrato preciosista de la ciudad, lo cual no estorba al desarrollo de las historias que se narran y en las que interviene un casting de actores que incluye a Alex Baldwin, Penelope Cruz, Roberto Benigni, Judy Davis, Jesse Eisenberg, Ellen Page y Greta Gerwig, entre otros.
No es una obra maestra, pero tampoco un fallo dentro de la filmografía de Allen. Ahora me gusta más.
Published on August 17, 2016 18:05
August 16, 2016
Ruta 61
La Ruta 61 (Highway 61, como diría Bob Dylan) es el camino que recorrieron muchos de los grandes maestros del blues estadounidense para trasladarse del sur profundo a ciudades más al norte, como Memphis y Chicago. Es la ruta que representa la evolución del blues rural al blues eléctrico, la simbólica senda iniciática para todo bluesman que se respete.
El Ruta 61, en cambio, es un bar blusero enclavado en la colonia Hipódromo Condesa, en avenida Baja California casi esquina con Nuevo León, en plena Ciudad de México, y desde hace más de una década representa un bastión para todos los amantes del blues y un lugar en el que grupos y solistas dedicados a ese género primordial han tenido oportunidad de mostrar cada noche sus muy diversos proyectos musicales.
Dirigido desde un principio por su propietario, el entusiasta Eduardo Serrano, el Ruta 61 ha vivido instantes de gloria y hoy pasa por momentos difíciles que amenazan con su desaparición.
Amo este lugar en lo particular, porque durante seis años (de 2004 a 2010) toqué ahí con mi grupo Los Pechos Privilegiados y los recuerdos acumulados son muy gratos. Eso en cuanto a lo meramente personal. Pero en otros aspectos, ahí se han presentado no sólo las mejores agrupaciones del blues nacional, sino muchos grandes bluseros de otros países, incluidos Argentina y, por supuesto, los Estados Unidos.
Decorado como un verdadero blues bar y con un ambiente irresistible, el Ruta 61 merece permanecer abierto y seguir adelante con su magnífica labor en pro del arte y como fuente de empleo para músicos y empleados. Las autoridades de la delegación Cuauhtémoc harían bien en apoyarlo y dar facilidades para su sobrevivencia. Mas en tanto ello sucede, los amantes del blues y de esa fantástica sede podemos apoyarla económicamente por medio del sitio Fondeadora. En la siguiente dirección de internet puede usted conocer los detalles: https://fondeadora.com/projects/salvemos-la-casa-del-blues-en-mexico.
Salvar al Ruta 61 de la desaparición es sin duda una muy buena obra que su buen oído y su buen gusto musical agradecerán. Porque como decía Gary Moore: “The blues is allright”.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio" de la sección ¡hey! de Milenio Diario)
Published on August 16, 2016 18:00
August 15, 2016
London Calling
La obra maestra de The Clash y quizá del punk entero. London Calling (1979) es un álbum doble (algo inusual entre los grupos punks) y a pesar de su extensión y de sus diecinueve temas, se trata de una grabación que jamás decae en intensidad y calidad musical. Luego de un disco relativamente flojo como Give ’Em Enough Rope (1978), resultaba en extremo difícil pronosticar que el grupo pudiera hacer no sólo un trabajo fuera de serie sino siquiera algo cuando menos bueno. Por fortuna, lo que Strummer y compañía lograron fue un gran plato, exquisito, amplio, lleno de frescura e inventiva. Esta vez los aciertos comenzaron desde la elección del productor. En efecto, a diferencia del metalero Sandy Pearlman, Guy Stevens (Mott the Hoople) era un tipo mucho más abierto y creativo y supo cómo llevar el sonido de The Clash a un punto de absoluta originalidad y lograr, como dijo alguien, que la estética del punk se incorporara de manera definitiva al rock. Hay en London Calling una enorme variedad de referencias a los más diversos géneros musicales, desde –por supuesto– el punk puro y el reggae, hasta el ska, el rock duro, el rockabilly, el blues, el jazz a la Nueva Orleans, el swing, el rhythm & blues e incluso el pop, todo unido por un muy saludable eclecticismo. En cuanto a las letras, la mayoría mantiene la posición crítica que lo mismo cuestiona a los políticos que al sistema económico generador de violencia, miseria, desempleo, racismo y toda clase de discriminaciones. Hay rabia, sí, pero también ironía y humor. Es como si de pronto, a fines de los años setenta, The Clash resumiera musical y letrísticamente toda la rebeldía contenida en el rock and roll desde sus orígenes cincuenteros. Veinticinco años de rocanrolear resumidos de manera genial en un solo álbum. Vistos de manera individual, los diecinueve cortes son magníficos. Desde el inicial “London Calling” –con su inquietante y angustiosa atmósfera, su cortada guitarra en staccato, su ritmo hipnótico– hasta el concluyente y esplendoroso “Train in Vain” –con sus preciosas armonías cuasi poperas (existe un cover maravilloso de Annie Lennox, por cierto)–, pasando por el desafiante rocanrolerismo surfero de “Brand New Cadillac”, el blues acompasado de “Jimmy Jazz”, el encanto contradictorio de “Hateful”, la divertida celebración reggae de “Rudie Can’t Fail”, el sardónico jugueteo (partes “en español” incluidas) de “Spanish Bombs”, el ebrio festejo a la memoria de Montgomery Clift de “The Right Profile”, la fina delicia melódica de “Lost in the Supermarket”, el pop setentero a la british de “Clampdown”, el misterio sensual y rastafariano de “The Guns of Brixton” (con un sonido que muchos años más tarde tomaría “prestado” Gorillaz), la gracia al mismo skasera y nuevaorleandesa de “Wrong ’Em Boyo”, el entusiasta himno rocanrolero de “Death or Glory”, el burlón infantilismo de “Koka Kola”, los ecos a la Motown (pared de sonido incluida) y a la Beach Boys (en Pet Sounds) aunque también tijuaneros (pero por Herp Albert y sus Tijuana Brass) de “The Card Cheat”, la ternura stoniana de “Lover's Rock”, la alegría desmadrosa de “Four Horsemen”, los rastros kinkófilos de “I'm Not Down” y el retorno al reggae jamaiquino de “Revolution Rock”. Un gran álbum y, como la cereza del pastel, una gran portada, con Paul Simonon en el trance de destruir su bajo contra el piso. Cuenta la leyenda, por cierto, que en la edición original, “Train in Vain” no venía anotada en la lista de canciones, debido a que los integrantes de The Clash la consideraban demasiado comercial y por lo mismo, indigna de figurar en el forro: con el tiempo se convertiría, literalmente, en la joya escondida de London Calling.
(Reseña que escribí para el Especial de La Mosca en la Pared No. 20, dedicado a The Clash y publicado en mayo de 2005)
Published on August 15, 2016 19:48
August 14, 2016
Un poema de Sabines
¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla,con mi pierna tan larga y tan flaca,
con mis brazos, con mi lengua,
con mis flacos ojos?
¿Qué puedo hacer en este remolino
de imbéciles de buena voluntad?
¿Qué puedo con inteligentes podridos
y con dulces niñas que no quieren hombre sino poesía?
¿Qué puedo entre los poetas uniformados
por la academia o por el comunismo?
¿Qué, entre vendedores o políticos
o pastores de almas?
¿Qué putas puedo hacer, Tarumba,
si no soy santo, ni héroe, ni bandido,
ni adorador del arte,
ni boticario,
ni rebelde?
¿Qué puedo hacer si puedo hacerlo todo
y no tengo ganas sino de mirar y mirar?
Published on August 14, 2016 20:00
August 13, 2016
Ellos, los corruptos
La corrupción es un fenómeno histórico profundamente arraigado en la sociedad mexicana y casi podríamos decir que existe desde que Hernán Cortés fundó el primer Ayuntamiento español, en la Villa Rica de la Veracruz, hace 497 años.A lo largo de esos prácticamente cinco siglos de historia nacional, la corrupción ha campeado y se ha escurrido como un líquido negro y espeso hasta humedecer y empapar no sólo a las élites gobernantes, desde la Colonia española hasta la actualidad, sino a la enorme mayoría de los novohispanos, primero, y los mexicanos, después.
No deja de ser paradójico y hasta un tanto cínico que, a pesar de eso, nadie se asuma como corrupto. Los corruptos siempre son ellos, los otros, no nosotros que somos impolutos y por eso podemos acusarlos con dedo flamígero y sin remordimientos de conciencia.
Lo vemos en el caso de los dos gobernadores de Veracruz, el que todavía está en funciones y el que acaba de ser electo, quienes se encuentran en un torneo de acusaciones mutuas para ver quién es el más corrupto de los dos y ambos tienen argumentos contundentes para atacarse. Mientras tanto, nosotros los miramos con vergüenza e indignación, al tiempo que damos mordidas al policía de tránsito para librarnos de que se lleve el carro al corralón o compramos mercancía pirata en los puestos callejeros.
Se dirá que no es lo mismo robar del erario que adquirir la más reciente película de moda por 20 pesitos. Por supuesto que no es lo mismo..., cuantitativamente hablando. Pero ambos son casos de corrupción, aunque busquemos justificarnos.
Corrupción es hacerse rico desde los puestos públicos o los partidos políticos, pero también lo es heredar plazas sindicales; corrupción son las mansiones de los funcionarios gubernamentales o el obtener títulos “profesionales” en los portales de Santo Domingo; corrupción son las casas blancas, pero también presumir de honestidad y entregar declaraciones 3de3 de risa loca.
¿Podrá erradicarse algún día la corrupción en nuestro país, no sólo la de los dineros sino, sobre todo, la corrupción como fenómeno cultural? Habrá que seguir con el tema.
(Publicado hoy en mi columna "Cámara húngara" de Milenio Diario)
Published on August 13, 2016 19:55
August 12, 2016
Un revólver de medio siglo
El tiempo pasa con sorprendente rapidez y este mes de agosto se celebran los primeros 50 años de la aparición de uno de los discos más importantes de los Beatles: el genial Revolver.“Prefiero morir antes de cumplir los 30 años”, cantaba The Who hace cinco décadas en “My Generation”. No deja de ser irónico que tanto el cantante como el compositor de esta emblemática canción de 1965 sean hoy orgullosos setentones, con ninguna gana de morir.
Pues así como los roqueros siguen cumpliendo años, también lo hacen los grandes álbumes clásicos que aquellos produjeron y uno de los ejemplos más preclaros es el de Revolver, el grandioso disco de los Beatles que vio la primera luz el 5 de agosto de 1966 y que acaba de cumplir medio siglo de feliz e inspiradora existencia.
Ese año, el cuarteto originario de Liverpool, Inglaterra, se encontraba en la cúspide de su popularidad, aunque todavía llegaría más alto. Un año antes había grabado el estupendo Rubber Soul y un año después haría lo propio con el que muchos consideran su mejor trabajo: el revolucionario Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band.
Pero Revolver no fue menos trascendente y significo un gran cambio en la carrera de los Beatles, así como su ingreso pleno en la era de la psicodelia. No por nada, en ese mismo 1966 se grabaron discos grandiosos y hoy clásicos como Blonde on Blonde de Bob Dylan, Freak Out de Frank Zappa, The Piper at the Gates of Dawn de Pink Floyd, Aftermath de los Rolling Stones, Pet Sounds de los Beach Boys, Face to Face de los Kinks, A Quick One de The Who, Sunshine Superman de Donovan, Fresh Cream de Cream, Takes Off de Jefferson Airplane, If You Can Believe Your Eyes and Ears de The Mamas & the Papas, Over Under Sideways Down de los Yardbirds y el Sounds of Silence y el Parsley, Sage, Rosemary and Thyme de Simon y Garfunkel, además del homónimo álbum debut de Buffalo Springfield. Un año más que productivo y generoso en buena música.
Si bien Rubber Soul (1965) había apuntado un cambio en el desarrollo de los Beatles como compositores e intérpretes, fue con Revolver que dieron el paso definitivo hacia su transformación en un grupo eminentemente de estudio. Todavía no abandonaban las giras y los conciertos masivos, pero estaban a punto de hacerlo y este disco les dijo que tenían que pasar a un nuevo estadio cualitativo.
En pleno descubrimiento idealizado de las drogas psicodélicas, especialmente el LSD, el grupo se metió de lleno en la experimentación musical y letrística, sobre todo en canciones como la viajada “I’m Only Sleeping” y la extraordinaria “Tomorrow Never Knows” (ambas de John Lennon), pero también incursionó en la composición de temas que casi podríamos llamar académicos por su perfección melódica, armónica e instrumental. Desde el extraordinario arreglo de cuerdas de la maravillosamente pesimista y dramática “Eleanor Rigby” y la dulce sencillez melancólica de la bachiana “For No One”, hasta el delicado compás amoroso de “Here, There and Everywhere” y el entusiasta y restallante optimismo de “Good Day Sunshine” (las cuatro de Paul McCartney).
George Martin jugó un papel esencial como productor y arreglista en Revolver y mostró como siempre su apertura y disposición para materializar todas las ideas que surgían de las cabezas de los de Liverpool. Gracias a ello, el álbum muestra una notable variedad de estilos no sólo en la escritura de las canciones sino en la forma como fueron vestidas instrumentalmente. Así, el escucha pasa de un corte con cítaras y percusiones hindúes (“Love You To”) a uno en el cual los metales brillan en toda su potencia soulera (“Got to Get You into My Life”) o va de una tonada festiva y casi infantil (“Yellow Submarine”) a una ácida, ambigua y filosa referencia a los distribuidores de drogas (“Dr. Robert”). Pero hay otras piezas que resaltan por su singularidad. Ahí está la inicial “Taxman”, escrita por George Harrison, con su agria protesta contra los recaudadores de impuestos, o la preciosamente extraña y hermética “And Your Bird Can Sing” de la cual Lennon juraba no recordar cómo la compuso. Y qué decir de la psicodélica “She Said She Said” y la hipnóticamente harrisoniana “I Want to Tell You”, dos melodías sin mácula.
La perfección de Revolver resulta impresionante y no sorprende que para muchos críticos sea el mejor trabajo en la historia de los Beatles. Tal vez no estén del todo equivocados.
A manera de postdata: dos meses antes, en ese mismo año de 1966, en los Estados Unidos apareció el álbum Yesterday and Today (aquel con la portada de la carnicería de muñecas que tanto escándalo causó y que tuvo que ser rápidamente reemplazada). El disco contenía seis canciones tomadas de las versiones inglesas de Help! (“Act Naturally” y “Yesterday”) y Rubber Soul (“Drive My Car”, “Nowhere Man”, “If I Needed Someone”, “What Goes On”), así como los sencillos “Day Tripper” y “We Can Work It Out”. En forma de adelanto, se incluyeron tres temas del Revolver: “I’m Only Sleeping”, “Dr. Robert” y “And Your Bird Can Sing”.
(Publicado el día de ayer en la sección "El ángel exterminador" de Milenio Diario)
Published on August 12, 2016 20:00
My Bloody Valentine / Loveless (1991)
He aquí uno de esos discos que podemos llamar perfectos. La obra maestra de My Bloody Valentine, el sumum de su propuesta de oscuro noise pop a plenitud. Una obra tan sensual como sexual, tan intensa como desgarrada, tan furiosa como seductora, tan provocativa como apabullante.Mejor tema: “Only Shallow”
Published on August 12, 2016 14:00
August 11, 2016
¿Es rebelde el rock?
Uno de los grandes mitos generados por el rock es la idea de que en sus orígenes se trataba de una música rebelde y contestataria que iba contra lo establecido y peleaba contra “el sistema”. Sin embargo, si revisamos la historia del género, veremos que en realidad las cosas sucedieron de manera un tanto diferente.Si convenimos en que el rock n’ roll nació a mediados de los años cincuenta de la pasada centuria, como una fusión entre el rhythm n’ blues negro y el country & western blanco, entonces sus primeros intérpretes no fueron precisamente unos combatientes sociales, mucho menos políticos. Chuck Berry, con todo y sus letras críticas y poéticas, no tenía en la mira transformar al capitalismo sino servirse de él lo más posible. Cierto que él, como Little Richard o Jerry Lee Lewis, llegaron a romper algunas normas del convencionalismo reinante (Ricardito con su obvia homosexualidad; Jerry Lee al casarse con su prima de 13 años), pero hasta ahí. El mismo Elvis sólo revolucionó la manera de moverse en el escenario, con sus gestos provocativos y sexosos, pero en el fondo era tan conservador como cualquier miembro del Partido Republicano.
Se dirá que en los sesenta las cosas cambiaron y sí. De hecho, pienso que la revolución más importante del siglo XX fue la de las mentalidades y los hábitos culturales que se dio entre 1965 y 1971, en la que el rock jugó un papel muy importante. Pero las causas reales de esa revolución cultural son mucho más profundas que un mero género musical. Cierto, ahí estuvieron Bob Dylan y los Beatles, los Rolling Stones y The Who, Frank Zappa y David Bowie. Todos ellos revolucionaron la música y diversos aspectos de la cultura. Mas a su lado había muchísimas figuras que se ajustaban a lo establecido y preferían conservarse en ello. El rock en general no mantenía una actitud rebelde más allá de las apariencias. Los mismos músicos mencionados, salvo Zappa, terminaron integrados al odiado “sistema”, algo que sucedería también, años después, con el anárquico punk, en un principio desafiante de todo y finalmente mediatizado por la industria. ¿Pero en México qué sucedió?
Rebeldes mexicanos con causa
A principios de los años sesenta, se utilizaba mucho la expresión “rebeldes sin causa”, para definir a jóvenes vagos y pandilleros, enchamarrados, enmezclillados, envaselinados, con cadenas y botas de charol que gustaban del rocanrol. Esto era por supuesto un estereotipo que el cine mexicano explotó hasta la náusea con películas moralistas y maniqueas, en las que los “rebeldes” eran siempre malos pero redimibles.
¿Era entonces el rock nacional primigenio una manifestación de rebeldía contra el sistema? Nada más lejos que eso. En México, el rock n’ roll nació en la segunda mitad de los años cincuenta, primero como una mera imitación de músicos adultos (como la orquesta de Pablo Beltrán Ruiz y similares) de lo que se hacía en los Estados Unidos y luego, cuando lo rescataron los jóvenes, fue más que nada interpretado por chavos de la clase media alta, con el poder adquisitivo suficiente como para comprar los caros instrumentos musicales que se necesitaban. Además, en su mayoría se dedicaron a adaptar los éxitos de gente como los ya mencionados Chuck Berry, Jerry Lee Lewis, Ricardito y Elvis Presley, con letras en español, y las composiciones propias fueron tan notables como escasas. El grito más rebelde y provocador de esos años fue del cantante de los Locos del Ritmo, Toño de la Villa, y decía: “yo no soy un rebelde sin causa, ni tampoco un desenfrenado, yo lo único que quiero es bailar rocanrol y que me dejen vacilar sin ton ni son”. Nada, pues, como para poner a temblar al sistema.
Tal sería el destino del rock que se haría en nuestro país a lo largo de las décadas siguientes. A fines de los sesenta y durante los setenta, por ejemplo, los rocanroleros y la izquierda estuvieron más que divorciados, ya que ésta tendía más hacia la llamada música latinoamericana y consideraba al rock como una manipulación perversa del “imperialismo yanqui” para enajenar a la juventud mexicana, etcétera.
Las cosas cambiarían diez años más tarde, mas sólo en apariencia.
Rebeldes de telenovela
Se me podrá argüir que a fines de los sesenta y principios de los setenta el rock que se hace en México adoptó una posición contracultural, como se vio en el festival de Avándaro en 1971, y aun concediendo que algunos grupos cantaban contra la represión y la guerra, en realidad sus posturas no eran sólidas y pecaban de una ingenuidad jipiteca que hoy más bien provoca ternura.
Tampoco el surgimiento del rock marginal y los tristemente famosos hoyos fonkis (Parménides García Saldaña dixit) eran precisamente manifestaciones de “la rebeldía originaria del rock”, rebeldía que como ya vimos es más un mito que una realidad.
Llegamos entonces al México de los años ochenta, cuando surgen fenómenos como el rock rupestre (que en muchos casos era rock pedestre) y el rock militante, los cuales pervivirían también en el siguiente decenio. En el primer caso, cuando menos existía una conmovedora sinceridad y un intento por escribir letras poéticas y “con mensaje”, pero nada más; en el segundo, los grupos que lanzaban consignas políticas en años como 1988 o 1994, eran los mismos que se acogieron alegremente a la oportunidad de aparecer en la tele, en programas tan revolucionarios como Siempre en domingo, las emisiones nocturnas de Verónica Castro o el show de Paco Stanley (y sí, hablo de Caifanes, La Maldita Vecindad, Café Tacuba, etcétera).
De lo que sobrevino a partir de eso y hasta el presente, mejor ni hablemos. Si el rock nacional, en su totalidad, jamás fue en verdad rebelde o contestatario, hoy sería un mal chiste pretender que lo sea. Nunca como ahora grupos y solistas se encuentran en una zona de confort de la que no se quieren mover, mientras puedan tocar en el Vive Latino y demás festivales patrocinados por empresas representantes –¡San Carlos Marx nos ampare!– del horrendo capitalismo.
Nuestros roqueros son rebeldes, sí, pero de telenovela.
(Ensayo publicado hoy en "Acordes y desacordes", el sitio de música que coordino para la revista Nexos)
Published on August 11, 2016 20:00
August 10, 2016
¿Fechas indeterminadas?
Pocas cosas tan determinadas como una fecha. Si decimos que la revolución mexicana se inició el 20 de noviembre de 1910 es porque el hecho sucedió ese día y no otro. Si afirmo que nací el 26 de marzo de 1955 es porque nací precisamente ese día. Son fechas perfectamente determinadas y por ello se les antepone el artículo determinado.No entiendo entonces esa bárbara tendencia a decir o escribir cosas como "Benito Juárez vino al mundo un 21 de marzo de 1806". ¿Cómo que un 21 de marzo? ¿Pues cuántos 21 de marzo hubo en 1806? No debe aplicarse por tanto el artículo indeterminado a un día determinado y preciso. Puede decirse, sí, que don Benito nació un 21 de marzo, pero sin precisar el año. Entonces si queda indeterminada la fecha exacta. Pero al momento en que ponemos que fue en 1806, el artículo tiene que ser determinado por necesidad.
Published on August 10, 2016 10:30
August 9, 2016
Marca Guadalajara
Eso de ponerle marca a las ciudades parece ser una nueva tendencia, tal como vimos desde hace dos o tres años con las famosas siglas CDMX del ex DF gobernado por Miguel Ángel Mancera.No me queda claro si se trata de algo igual, pero el caso es que el 1 de agosto pasado fue subido a YouTube (y difundido también en redes sociales y otros medios) un video bastante sui generis. Se trata de un arreglo sobreproducido e híper nice de la canción “Guadalajara” de Pepe Guízar, con el que alguien, desde un extraño anonimato (no me queda claro si se trata de una empresa privada o de la propia alcaldía de la capital jalisciense), decidió lanzar “la marca” Guadalajara Guadalajara, según esto para difundir los valores positivos de la ciudad, etcétera.
Con dicho fin, se convocó a algunos músicos del pop y el rockcito nacionales (varios de ellos sin relación alguna con Guadalajara) para producir uno de esos clásicos videos cursilones en los que cada “artista” va cantando una línea de la canción. Todos los participantes se ven en extremo sobreactuados, como si trataran de mostrar un entusiasmo que a todos luces se ve falsísimo. Aparecen, entre otros, Javier Martín del Campo (ex de La Revolución de Emiliano Zapata, tapatío él), Alfonso André (?), Cecilia Toussaint (?), José Fors, la Cuca, Dr. Shenka de Panteón Rococó (¿?), Celso Piña, ¡Pato Machete! (¿pues no son de Monterrey estos dos?), Radaid (menos mal), Telefunka, Mike Laure Jr. (no miento), un mariachi, un grupo huichol con un chavito cantante medio higadezco y hasta un tipo rarísimo que trata de emular al cantante de Café Tacuba y que pertenece a un grupo llamado Fantástico.
Por supuesto, todos se miran sonrientes y felices y lanzan grititos de ¡ayayay! (Speedy González style) a diestra y siniestra. Una cosa indigesta que nos hace preguntar: ¿y todo esto como para qué?
Curiosamente, hace algunos años varios de los músicos del video grabaron el mismo tema, en apoyo a la candidatura del candidato de Movimiento Ciudadano a la presidencia municipal y actual alcalde de Guadalajara. ¿Será este video el inicio de una nueva campaña política del mismo personaje? Piensa mal y cantarás “¡Guadalajara, Guadalajaraaaaa!”.
(Publicado hoy en mi columna "Gajes del orificio", en la sección ¡hey! de Milenio Diario)
Published on August 09, 2016 17:00
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