Óscar Contardo's Blog, page 94
September 2, 2017
Los saldos y el legado
“Es Chile -dijo el ex Presidente Ricardo Lagos- el que pierde”, al referirse al cambio de gabinete de esta semana. Ojalá eso no ocurra. Lo que sí está claro es que es difícil encontrar ganadores en la operación, aun cuando fue el propio gobierno el que la libreteó, la montó y la orquestó. Rodrigo Valdés tuvo que abandonar su puesto porque ya no le quedaba ninguna otra alternativa tras la escenográfica desautorización que la Presidenta Bachelet protagonizó en El Maule con el ministro de Medio Ambiente.
Al irse lo siguieron el ministro Céspedes y el subsecretario Micco, esto es, el núcleo básico del equipo económico. Si bien su gestión en Hacienda no fue especialmente gloriosa, sí proyectó dentro del gabinete una imagen de solvencia técnica, sentido común y racionalidad política que era importante dentro de una administración que se ha distinguido por sus chapucerías e improvisaciones.
Es probable que el gobierno no haya quedado ni mejor ni peor. Quedó donde mismo, aunque por cierto más desgastado en términos de imagen y conducción. El cambio ministerial, sin embargo, bien podría ayudar a transparentar lo que hasta aquí ha sido su hoja de ruta. De alguna manera la salida de Valdés hace caer algunas máscaras. Entre otras, la máscara de una administración que valoriza el crecimiento. A estas alturas importa poco el apellido que se le ponga: crecimiento sustentable, inclusivo, equilibrado, ciudadano o como quiera llamársele. El fracaso ha sido parejo, cualquiera sea la métrica que se utilice, y en el fondo representa el costo que la Presidenta decidió pagar, convencida como lo estuvo y lo sigue estando -legítimamente, por lo demás- que eran otras las variables que su segunda administración estaba llamada a priorizar. Otro cuento, por cierto, es que hubiera sido preferible, en tributo a la higiene política, explicitarlo desde el principio.
Con el tiempo, cuando se conozcan todos los antecedentes que condujeron al rechazo del proyecto minera Dominga, el país recién podrá empezar a calibrar la forma enredosa, oblicua y visceral en que se tomaron muchas de las decisiones de este gobierno. Cada día se hace más evidente que en ese rechazo lo que menos pesaron fueron las consideraciones ambientales. Al final este fue un mero juego de pulsos que convirtió un proyecto de inversión de 2.500 millones de dólares en una mera carta de desaires, estrellones, desquites y cahuines. En ese sentido es que cabe afirmar que el crecimiento nunca fue tema.
Al parecer, por desencuentros anteriores, las cuentas entre la Presidenta y su equipo económico estaban muy cargadas emocionalmente. Pero no cabe duda de que existían terapias bastante más económicas para limpiarlas. Un oportuno cara a cara, por ejemplo, hubiera sido harto más sano y más barato.
La renuncia de Valdés pone en su lugar también otro mito: que uno o dos ministros pueden ser capaces de conducir al norte un gobierno resuelto a navegar al sur. Eso no funciona. No al menos si no son empoderados y de ninguna manera si no cuentan con la confianza irrestricta de los mandatarios. Los gobiernos son máquinas en las cuales con frecuencia los gabinetes son apenas engranajes de un todo mayor y son tantos los factores que inciden en el rumbo de una administración que no tiene mucho sentido sobredimensionar lo que puedan hacer los llaneros solitarios.
La decisión de Bachelet, Mandataria que volvió a La Moneda con el más ideológico de los programas de gobierno que ha conocido el país desde el año 90 en adelante, es no mostrar deserción alguna en los meses que le restan de mandato. A eso vino y nadie la convencerá de otra cosa. Ni siquiera su propia coalición, con la cual, por lo demás, mantiene sus distancias. Su manera de entender las funciones de gobierno pasa mucho antes por un tema de lealtades incondicionales a su persona que por un proyecto histórico del cual los partidos y las bancadas parlamentarias puedan sentirse parte.
Porque, ¿de qué proyecto estamos hablando? La verdad es que no es fácil visualizarlo. Es borroso. El discurso presidencial insiste en la igualdad, en la inclusión y en los derechos sociales. Veta el crecimiento a cualquier costo, como si alguien estuviera por eso. Insiste en que el país debe comenzar a hacer las cosas de otra manera, lo cual es un eufemismo para instar a la demolición de la obra de la Concertación.
El oficialismo, que se emocionó y embriagó con esa propuesta, solo ahora comienza a tomarle el peso. Y se lo está tomando porque -como dicen todas las encuestas- a la ciudadanía no le gustó la aventura. Los indicadores de rechazo al gobierno no aflojan. La izquierda está más fragmentada que nunca desde el retorno a la democracia. Y la candidatura presidencial DC sigue debatiéndose en la irrelevancia.
Como saldo, qué duda cabe que es decepcionante. A la Presidenta, sin embargo, el asunto no le importa, porque solo estaría preocupada de su legado. La pregunta es si se puede, a partir de malos resultados, construir una pirámide perpetua de reconocimiento histórico. ¿Para quiénes se gobierna? ¿Para chilenos de hoy o para los que se cuenten cuentos en cien años más?
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September 1, 2017
Incompetencias
Queman cerca de 50 camiones en La Araucanía en una semana y le siguen las declaraciones del Fiscal Nacional, el mismo día que lo visitara el ministro del Interior, comprometiendo su autonomía e imparcialidad. ¿Cómo calificamos este asunto?
Si nos atenemos a lo que dice la Constitución es bien claro: bastante más que meras incompetencias. El Presidente de la República debe velar por el gobierno y la administración a fin de conservar el orden público (Art. 24), impidiendo que se produzcan hechos como los de Los Ríos. El Ministerio Público, por su parte, debe atenerse estrictamente a lo prescrito en su Art. 83: investigar, determinar la participación punible, y adoptar las “medidas para proteger a las víctimas”. En ningún caso, ejercer funciones jurisdiccionales, atribuir a los lesionados descuidos o negligencia, y menos tratar de cubrirle las espaldas al gobierno (¿incompetente?).
Demos otros ejemplos también de esta semana. Bachelet desautoriza a su equipo económico y descarta el peso de “los números” (i.e. bajo crecimiento, alto desempleo), porque lo que realmente importaría es “cómo lo están pasando las familias en sus casas, cómo están resolviendo sus problemas día a día”. ¿También incompetencia de su parte? Digamos que recuerda a cuando, semanas antes, dijo que desconocía ciertos estudios de su propio gobierno y si eran suficientemente serios al desaconsejar medidas de su también administración (no habiendo leído la prensa esa mañana que los citaba).
Valgan estas otras tres intervenciones también recientes de la Presidenta: (1) “La igualdad no admite matices ni prejuicios” (sobre su proyecto de matrimonio igualitario anticipando críticas); (2) “Me parece que en democracia las minorías no pueden buscar cambiar la decisión de las mayorías” (contestándole a Piñera, su probable sucesor en La Moneda, respecto a lo de las causales de aborto); y (3) “La reforma educacional no va a ser reversible por caprichos ideológicos” (refiriéndose a los antojos doctrinarios no de su gobierno sino de “otros”, pérfidos por supuesto). ¿También estas afirmaciones suyas hemos de calificarlas como incompetentes?
Grados no menores de ineptitud se dejan entrever en algunos de estos casos, pero lo que más llama la atención es la actitud defensiva-agresiva de ahora último del gobierno y su principal autoridad. Como si sintieran que están en las cuerdas y tienen que demostrar que están a cargo del buque que apenas manejan en medio de la tormenta que ellos mismos han desatado. Alexis de Tocqueville lo decía: el peor momento de un mal gobierno es cuando le da “por reformar” para salvarse. Se apodera una ansiedad por hacer y decir cualquier cosa con tal de no quedar mal (más que frente al resto, ante sí mismos). Es que intuyen que no les queda tiempo, y se les acaba ese efímero poder que es el poder.
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Queda poco
La frase no es mía; es de un antiguo partidario de Bachelet, el que, superado por los hechos, lo único que quiere es que este gobierno se acabe. Me asegura que no son pocos los que piensan lo mismo. Que lo sucedido esta semana con la renuncia del equipo económico es solo una prueba más del desánimo que cunde en su sector. Que, en fin, la casi seguridad de perder la elección, hoy no aparece tan mala, porque es mejor volver a ser oposición que participar de esta administración.
El diagnóstico es puntual, pero no es muy distinto del que hace la mayoría de la gente. Ayer, la encuesta CEP mostró lo mismo. Piñera se afianza como el seguro ganador de las elecciones de noviembre, con un porcentaje de adhesión que dobla al de sus seguidores más cercanos: Guillier y Sánchez. Pero eso no es todo. El expresidente aparece como el candidato más honesto y confiable, el más preparado para ser Presidente y que ostenta el mayor liderazgo.
En suma, si todo sigue igual, en la próxima elección puede suceder algo inédito: que todos ganen. Los partidarios de Piñera, que quieren volver a gobernar; y sus opositores, que lo único que quieren es dejar de ser del gobierno. Todo gracias a la gestión de Bachelet, que ha conseguido algo que pocas veces se logra: unir las fuerzas contra ella.
Nada de aquello está, por supuesto, en el radar de la Presidenta. Ella navega como si nada pasara. Ayer, luego de la crisis del gabinete, dijo que, lamentablemente, la política se ha transformado en proyectos más individuales que sociales. Es claro que ella sabe de aquello, ya que su proyecto es el más personalista que recuerde la historia reciente. Solo ella parece entenderlo, toda vez que casi todo lo que hace tiene un alto rechazo de la gente.
Frente a todo esto, Bachelet insiste en la importancia de su legado. En que entregará un país mejor del que recibió, pese a que nadie parece estar de acuerdo con su diagnóstico. Es más, tiene casi todas las prioridades cambiadas. En las encuestas, la gente señala, en forma muy consistente, que las urgencias del gobierno deben ser la seguridad, la salud, educación y el crecimiento. Muy por debajo de ellas, casi sin menciones, aparecen los temas favoritos de la Mandataria: la inclusión, la gratuidad o la Constitución.
Es cierto, pese a todo, Bachelet puede jactarse de que dejó instalados ciertos temas, pero lo que también debe reconocer es que casi ninguno de ellos logró entusiasmar a la gente. Al final, solo ella y su hoy pequeño grupo de seguidores pueden estar contentos. Por ello, su mayor legado será el haber transformado la Nueva Mayoría en una minoría, fracturada a extremos nunca vistos.
Dicen que Bachelet sueña con la fotografía que se tomará en los próximos días con Leonardo DiCaprio, que viene a Chile a un seminario ecológico. Será una buena postal para el fin de su gobierno: el Titanic.
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Autoridad presidencial
La renuncia de los ministros Valdés y Céspedes y del subsecretario Micco tuvo que ver con algo aún más importante que el proyecto Dominga. Era la autoridad presidencial la que estaba en juego. Había sido muy poco seria la actitud del ministro de Economía de retirarse y no votar en el Comité de Ministros, al cual por ley pertenece, con el pretexto de no contar con todos los antecedentes de un proyecto que se viene discutiendo por meses. La verdad es que él legítimamente estaba por la aprobación del proyecto y sintió que su voto no era suficiente para inclinar la decisión en esa dirección.
Vinieron luego las declaraciones del subsecretario Micco respaldando la actuación del ministro Céspedes. Y la guinda de la torta, el ministro Valdés, jefe del equipo económico, se suma al coro del cuestionamiento a una decisión que, mal o bien, había sido tomada por una instancia prevista en la institucionalidad medioambiental.
Los ministros son funcionarios de la confianza de la Presidenta. No disponen de autoridad propia. Fueron designados por ella y le deben lealtad. Por cierto, tienen derecho a tener sus puntos de vista, pero deben agotar las instancias internas a fin de hacerlos valer. Lo que no pueden es disentir públicamente una vez tomada una decisión. Fui ministro durante casi tres años. En más de una ocasión tuve diferencias con alguna medida que el gobierno pensaba adoptar. Con el ministro Foxley teníamos un compromiso que cumplimos fielmente: resolver internamente nuestras discrepancias, no polemizar nunca en público. Más que de cuestión puramente disciplinaria, se trataba de proyectar siempre la imagen de un equipo bien cohesionado. Esa es una condición fundamental para generar confianza.
Los ministros, hoy día renunciados, debían haber agotado las instancias internas para hacer valer sus razones. Si un eventual rechazo al proyecto Dominga les parecía tan grave y no podían evitarlo, en ese momento debían haber dado un paso al costado. Pero no lo hicieron. Confiaron en que la supremacía del equipo económico, y especialmente del ministerio de Hacienda, terminaría por imponerse. Cometieron un grave error de cálculo. Desafiaron de una manera inaceptable la autoridad presidencial. Su presencia en el gabinete se hizo así insostenible.
El costo para el país es alto. Se agudiza la sensación de desprolijidad y falta de dirección política. En momentos en que el gobierno debía estar festejando su éxito con la aprobación del proyecto de aborto en tres causales, terminó instalando una crisis de gabinete que solo favorece a la oposición. El episodio pudo haberse evitado.
Pero, mayor aún habría sido el costo de la impunidad. La autoridad presidencial, factor clave en un sistema como el nuestro, habría sufrido un daño irreparable. La aceptación de la deslealtad ministerial habría sido interpretada como el fin prematuro del gobierno cuando todavía le falta más de medio año.
El nuevo equipo económico constituido por Eyzaguirre y Rodríguez Grossi no implicará ningún cambio trascendente. El equipo saliente justificó su renuncia en la falta de convicción de una parte del gobierno respecto del crecimiento. Ahora, la verdad sea dicha, su propio desempeño en este plano fue más que mediocre.
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Fallo del TC y aborto libre
Siempre es factible realizar acrobacias argumentativas para sostener la tesis que de antemano se pretende, sustituyendo la fiel interpretación de un texto por el vaciamiento de su contenido y el reemplazo de su sentido. Quien conozca el texto Constitucional y lea desapasionadamente el voto de mayoría del fallo del TC se hará esta simple pregunta: ¿dónde dice la Constitución tal cosa?
Es que la Constitución en parte alguna dice o permite inferir que “la maternidad es un acto voluntario, que exige el compromiso vibrante de la mujer embarazada. No puede ser una imposición del Estado a cualquier costo de la mujer” (c. 47); tampoco que “el que está por nacer es un bien jurídico, de mucha importancia” (c. 78); y, menos aún, que “a partir de cierto límite, los derechos de la mujer deben primar” (c. 79). Si tomamos por ciertas esas premisas la conclusión es evidente: el fallo del TC efectivamente abriría las puertas al aborto libre. Pero no es así.
Primero, porque esas opiniones -cargadas de ideología de género- no son representativas de la mayoría del TC. Las prevenciones de los ministros Hernández, Brahm y Vásquez cambian el panorama: Hernández expresamente rechazó la tesis de que el que ésta por nacer sea un simple interés jurídico protegido y reconoció el derecho a la protección de su vida; por su parte, los ministros Brahm y Vásquez declararon que “no existe en norma alguna constitucional un supuesto derecho general de las mujeres a abortar. En efecto, el aborto libre sin causales no está permitido constitucionalmente”. Es claro: la tesis más radical del voto de mayoría fue sostenida por sólo 3 de los ministros del TC, luego es imposible concluir que del resultado final se sigue un derecho al aborto libre.
Segundo, considerando los 4 votos disidentes que reconocen al que está por nacer como persona y titular del derecho a la vida, más el voto del ministro Hernández que, según lo dicho, es consistente con ese planteamiento (tanto así que invoca a favor del no nacido la aplicación del principio pro homine o favor persona), resulta que el fallo tiene 5 votos en este sentido y 5 en el contrario. Este empate no permite decir que la cuestión sobre la personalidad del no nacido y su derecho a la vida fue definitivamente zanjada a favor de la agenda progresista; menos, entonces, cabe afirmar un derecho al aborto libre.
Con todo, la verdad es que la puerta al aborto libre fue abierta hace décadas. Los hitos recientes son cosecha de una siembra antigua (denigración social de la maternidad, corrupción del amor conyugal, libertad reducida a mera autonomía, el Derecho deshonrado como herramienta servil al poder y la política rebajada a técnica para su administración). Siguiendo ese derrotero de traiciones, el fallo del TC es una más, y la docta y rabiosa pluma desplegada en su voto de “mayoría/empate” es una espada que infringe una profunda herida en el alma de Chile. Se ha legitimado la muerte directa de una persona inocente, condicionando así la dignidad humana a diversas circunstancias.
Algunos de los principales responsables de su custodia han derogado el principio basal del orden jurídico. Otros, fieles a la Constitución y al sentido común, con verdadero (y obligatorio) heroísmo, lo han defendido. Por eso, la lectura del fallo del TC confirma que la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos… ¡Pues qué pluma, qué lengua, y qué alma! En definitiva, cuánta razón tenía Don Quijote… Tal es el modelo para recuperar una sociedad que ha caído en “la razón de la sinrazón”: luchar incansablemente, sin afán de poder o vanidad, por defender la belleza de “Dulcinea”, la belleza de la vida.
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Mujer como sujetos de derechos
De vez en cuando, el Tribunal Constitucional (TC) nos sorprende con decisiones que tienen un profundo impacto en el reconocimiento, ejercicio y protección de los derechos de las personas. Muchas veces, a consecuencia de una restricción en esos derechos; pero hay ocasiones en las que sus decisiones suponen -al menos en principio- una ampliación. Es el caso de la decisión conocida esta semana, relativa a la ley que despenaliza el aborto en tres causales específicas.
Las bases desde las cuales el TC tomó su decisión marcan un hito muy significativo en el proceso histórico de reconocimiento de derechos, especialmente al explicitar que “la mujer es persona; como tal, sujeto de derecho” (C. 35º). El que haya sido necesario explicitarlo, da cuenta de la envergadura del cambio de paradigma que esta decisión puede significar para la mujer, para sus derechos y, por cierto, para la sociedad. Se trata de un punto de inflexión, tanto para el movimiento social que ha liderado este proceso, como para el constitucionalismo chileno, cuyas matrices conceptuales debieran estar en constante revisión; en otras palabras, podemos afirmar que la perspectiva de género se ha integrado -quizá definitivamente- en el sistema constitucional de protección de derechos fundamentales.
Ahora bien, que la proyección de esta decisión suponga profundizar los derechos de la mujer, dependerá de cómo las fuerzas sociales sean capaces de articularse en el futuro.
Esta decisión puede ser el punto de partida para una regulación normativa de la interrupción voluntaria del embarazo, que vaya más allá de las causales aprobadas esta semana. No se trata, por cierto, de una consecuencia necesaria, pues los efectos de esta decisión son muy acotados, no solo por su validez particular respecto de este proyecto de ley, sino por las dificultades que tendrá su implementación. La ampliación impropia de la objeción de conciencia a las instituciones de salud -objeción que ya es excepcionalísima respecto de las personas-, adelanta las dificultades que deberá enfrentar la normativa infralegal (decretos, reglamentos, instrucciones) para la adecuada implementación de la ley.
Sin embargo, la progresiva regulación del aborto es una de las alternativas que podrían discutirse en el futuro. En una correcta lectura del conflicto que ha sido sometido a su conocimiento, el TC ha zanjado cuestiones nucleares para comprender cómo se articula, desde el Derecho, la garantía de los derechos de la mujer y la protección del que está por nacer. En concreto, el TC estableció que i. la mujer es persona y titular de derechos; ii. la mujer no puede ser utilizada como un instrumento utilitario de protección del no nacido; iii. el Legislador no puede imponerle su voluntad; iv. ningún derecho fundamental es absoluto (tampoco lo es el derecho a la vida); v. la existencia legal de la persona comienza con el nacimiento y solo ésta es titular de derechos; vi. el que está por nacer es un bien jurídico, cuya protección tampoco es absoluta; vii. la Constitución asigna al Legislador la competencia para sancionar penalmente ciertas conductas, así como para proteger la vida del que está por nacer; viii. en la protección de la mujer y del que está por nacer, el Legislador tiene un límite: los derechos de la mujer deben primar. No es poco.
Sobre la base de estas definiciones, el TC ha dotado de contenido material una serie de enunciados constitucionales y legales cuya interpretación, hasta ahora, había sido objeto de controversia. En lo que se refiere a la regulación del aborto, dicha controversia ha sido zanjada, al señalar los primeros elementos de lo que, en el futuro, podremos llamar el estatuto constitucional de derechos de la mujer.
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Una película inteligente
Tal vez El viajante está lejos de ser la mejor película iraní que hayamos visto. Pero pertenece a ese género de películas inteligentes que buscan clarificar no solo las motivaciones de sus personajes sino también nuestros propios sentimientos como público. Su realizador, el iraní Asghar Farhadi, que antes dirigió La separación y El pasado, no llega a esta realización con una tesis bajo el brazo. Tampoco con un discurso interpretativo de lo conservadora o liberal que pueda ser la sociedad iraní. Llega simplemente a ver el efecto que produce en una pareja más bien occidentalizada y muy unida (ella es actriz y él, siendo profesor de literatura, también la acompaña en el teatro) la traumática experiencia de la esposa luego que ingresa al departamento un sujeto que encontró la puerta abierta. Sabemos que antes en ese lugar había vivido una mujer de vida ligera y en algún momento todo pareciera indicar que hubo posiblemente un antiguo cliente que se despistó.
Desde el momento en que la pareja decide, para cuidar el honor, no hacer la denuncia a la policía -tampoco está claro si iba a ser por maltrato, por invasión de morada o por violación- la cinta hace suya la perspectiva del marido y comienza a acompañarlo en sus propósitos, en principio razonables, de identificar al abusador intruso. La historia se robustece con los progresos que el protagonista va teniendo tanto en su investigación como en sus propósitos de hacer justicia por mano propia. Y aunque todo lo que va a apareciendo es más equívoco de lo que había supuesto, la película y nosotros igual lo seguimos acompañando en su obsesión por identificar al culpable y clarificar lo ocurrido. El problema es que mientras más lejos avanza en lo suyo, que ya es una venganza, mayor se va haciendo la distancia emocional que lo va separando de su mujer. ¿Es razonable que ese marido no lo advierta? ¿Qué vale más para él, llegar a la verdad o salvar su matrimonio? ¿Cuál debiera ser la prioridad en su caso, encontrar al culpable o contener emocionalmente a su esposa descompensada por el shock?
La cinta responde bastante bien a estas interrogantes. Lo más notable, sin embargo, es que a medida que les va respondiendo nos va quitando el piso de percepciones que nos dio al comienzo como espectadores. Quizás sea porque el marido lleva las cosas demasiado lejos. O tal vez porque al otro lado no está exactamente la figura patológica del violador. Quizás, en fin, porque el entorno hace jugar prejuicios y presiones que, lejos de clarificar, terminan oscureciendo el caso. Como sea, lo cierto es que las cosas se dan vuelta como en un boomerang y mucho antes que la película termine somos obligados a reevaluar no solo la historia sino también nuestras propias emociones.
El viajante es una gran película que no solo pone en entredicho a sus personajes. Pone también contra las cuerdas a nosotros los espectadores. Se aparta de los lugares comunes; deja entrar ráfagas de libertad, de imprevistos y complejidades, a una trama que en otras manos pudo haberse dormido en el sofá de las verdades consabidas y en blanco y negro, la huesera donde van a parar las películas previsibles y mediocres. Aquí en cambio el resultado es muy distinto. Y las sensaciones de frustración con que salimos de la proyección apuntan, tanto o más que a las heridas de la pareja, al disgusto con nosotros mismos.
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Mercados: ni frío ni caliente, agradablemente tibio
Luego de una semana convulsionada por eventos político-económicos en nuestro país, las acciones chilenas reaccionaron subiendo, en un año en que llevan una rentabilidad de casi 25% en pesos (más de 30% en dólares), entre los primeros lugares en el ranking de la región, y del mundo. Es el caso opuesto en cuanto al lugar que ocupa la economía chilena en el ranking de tasas de crecimiento regional y global, creciendo menos de 1,5%.
Los mercados anticipan e incorporan en sus precios eventos futuros, gradualmente, en la medida que éstos aumentan su probabilidad de ocurrencia, lo que explicaría esta dicotomía local. Se diga lo que se diga, se tome la medida que se tome, el pueblo chileno tiene cada vez más claro que el bienestar, el progreso y la equidad no son posibles sin crecimiento, o sea sin generar recursos. Por lo tanto, la bolsa se anticipa cada vez más a que las elecciones presidenciales de diciembre próximo traerían un giro decidido hacia la búsqueda de la prosperidad por medio del crecimiento.
Pasando de Chile al mundo, hemos visto también desde principios de este año, que a pesar de riesgos primero, geopolíticos, sociales y comerciales, dada la nueva configuración política del mundo y, segundo, los temores a los efectos de una potencial alza fuerte de la tasas de interés en Estados Unidos y los países desarrollados, los activos de riesgo llevan entregando rentabilidades atarctivas, de dos dígitos en el año. Los episodios de “sustos”, llamados en la jerga financiera de “risk-off”, son breves y limitados; se vuelve rápidamente al opuesto modo “risk-on”, como si los inversionistas en forma paranoica prendieran y apagaran la radio del apetito por riesgo, que desde hace más de un año permanece mucho más tiempo prendida que apagada, impulsando los mercados de acciones y bonos hacia mayores rendimientos.
El escenario base que da soporte a lo anterior es que, al menos en lo que a variables cuantificables concierne, en los próximos 6 a 12 meses, i) el mundo crece y los indicadores líderes de actividad señalan que seguirá haciéndolo, ii) la inflación es baja y las expectativas inflacionarias están ancladas y iii) las tasas de interés están en niveles aún bajos y lo seguirán estando.
A esto se suma, desde el ámbito corporativo a nivel global, en general, que la situación financiera de las empresas se muestra saludable, empresas que a partir de la crisis se hicieron más eficientes y que han seguido viendo crecimiento en sus utilidades. En este sentido, y es el caso también para los niveles de los precios de los activos financieros, los mercados desarrollados, liderados por Estados Unidos, están en una etapa más madura del ciclo y hay menos espacio para que siga acelerándose el ritmo de crecimiento de las ganancias. Mientras tanto, los mercados emergentes están en una etapa más temprana de recuperación y aún con holguras para generar más valor. Todo lo anterior lleva a que se favorezca la inversión en acciones relativo a la renta fija y en mercados emergentes versus los desarrollados.
Los riesgos están, como siempre, y son los “mismos sospechosos” del último año: geopolíticos, sociales, políticos y en el comercio internacional. No son cuantificables y sus potenciales efectos son muy graves, pero el consenso es que prevalecerá la cordura en el actuar de las autoridades políticas y económicas en Chile y en el mundo.
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Acoso y derribo contra Kuczynski
La decisión del Congreso peruano de privar al Presidente Pedro Pablo Kuczynski del permiso para viajar a la Asamblea General de la ONU y al Vaticano en septiembre mediante una maniobra dilatoria importa poco en la práctica, pues la autorización le acabará siendo concedida. Pero ejemplifica la degradación que el poder más importante del Estado está sufriendo en manos del fujimorismo y sus aliados de ocasión durante la Presidencia de Kuczynski. Una degradación que es también la de la política. Ambas cosas -el Congreso, la política- llevan años devaluándose, pero ahora empieza a ser más evidente el peligro que a mediano plazo corre la democracia.
Ningún país puede asistir a un desprestigio sistemático de la política y las instituciones que la enmarcan -los partidos, el Parlamento, la prensa- sin que surjan oportunidades para el aventurerismo o el populismo, de izquierda o derecha.
El fujimorismo, la fuerza principal pero no la única del populismo de derecha, ha convertido su aplastante mayoría parlamentaria -que, contando a sus aliados, como el Apra y a veces la izquierda o la centro derecha centrifugada en bancadas menores, se vuelve inverosímilmente desproporcionada- en un acoso y derribo contra Kuczynski. A medida que aumenta la posibilidad de que las investigaciones relacionadas con Odebrecht afecten al fujimorismo, crece su hostilidad contra el poder ejecutivo. El Presidente, con la flema, buen humor y sentido de lo importante que lo caracteriza, evita la confrontación. Esta actitud ha suscitado el debate sobre si PPK está arruinando su posibilidad de éxito (lo piensa una mayoría de quienes votaron por él) o si, como cree una minoría respetable, su decisión de sacrificar lo anecdótico en favor del largo plazo es la única garantía de que su quinquenio pueda exhibir logros.
La economía crece poco, pero más que la de muchos vecinos y su “seriedad” todavía es correspondida con premios como el mantenimiento por parte de las tres grandes calificadoras de riesgo del grado de inversión de que goza el Perú. El problema es que la economía va por inercia más que por nuevos impulsos y, según admiten las previsiones oficiales, dependerá en el futuro cercano del gasto público antes que la inversión privada. La inversión pública aumentará en principio un 17%; la privada, sólo un 3,5% tras cuatro años de contracción. Para un Presidente que cree en la empresa privada como motor del desarrollo, esto es decepcionante. Lo ha dicho él mismo.
Hay aquí factores que escapan a Kuczynski y a cualquier gobierno. Pero hay otros que son receptivos al liderazgo y el clima general en que se desarrolla la vida pública e institucional. Es allí donde la sensación de acorralamiento de la Presidencia provocada por el acoso y derribo de una bancada fujimorista que parece haber tocado fondo intelectual y éticamente tiene efectos perversos. Los tiene más dado que otras agrupaciones le hacen el juego en detrimento del gobierno, cuya propia bancada, de apenas dieciocho parlamentarios, no sólo es pobre sino que para colmo está dividida.
Sería bueno para Perú que todo este ruido resultara a la postre poco importante y el país recuperara, gracias al sentido del largo plazo de PPK, el ritmo del éxito. No puede descartarse, aunque no resulta demasiado probable. Ciertamente, no augura un futuro fiable: se está incubando un desprecio por la política superior al que las sucesivas elecciones han delatado desde la recuperación de la democracia.
El fujimorismo se está degradando tanto, que le puede surgir un competidor populista de derecha aun peor. Y el antifujimorismo se está degradando tanto por no traducir sus reiteradas victorias electorales en gobiernos entusiasmantes, que le puede surgir un competidor populista por la izquierda. No será un espectáculo edificante.
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Pedropiedra: Bomba Nuclear EP
Nadie tiene tiempo para escuchar un álbum tradicional, dicen. En estos tiempos el camino es el EP. En Chile la modalidad ha tenido entusiastas. En marzo Oddó presentó Mala Suerte, asombrosa conversión del indie pop a la música urbana; López Vol.1 (2016) fue el debut de menos de media hora de los ex Bunkers, y ayer Nano Stern publicó un primer EP convencido de las cualidades de un formato que no exige tanto tiempo de trabajo y más fácil de conceptualizar. Pedropiedra (39) viene de Ocho (2016), álbum conciso y concentrado en la música de los 80 contenido en apenas 31 minutos. Bomba Nuclear registra apenas cuatro títulos de su catálogo reversionados en clave tecnocumbia y ritmos derivados.
Por supuesto, las suspicacias.
La cumbia goza de un arrastre impensado hace un par de décadas cuando aún era ninguneada por clasismo. Jorge González y Dandy Jack montaron Gonzalo Martínez y sus congas pensantes (1997) y ahora sabemos que fueron unos adelantados, pero en su momento se descifró como una extravagancia. Luego Chico Trujillo abrió las puertas y la escalada popular fue irrefrenable. Hoy bandas del género de esta generación repletan el teatro Caupolicán. El prejuicio susurra entonces cierto oportunismo. Al estrado Tropiflaite, banda donde Pedropiedra era miembro y que hace 15 años circulaba en fiestas acomodadas practicando funk y fusiones latinas, incluyendo algo de cumbia. Los ritmos sabrosones para bailar no son precisamente una novedad en su carrera.
Bomba Nuclear es material propicio para las comparaciones. En la primera canción, Inteligencia dormida, del álbum debut de 2009 que solo lleva el nombre Pedropiedra -tema definitorio de su estética nostálgica de la infancia-, gana por un pelo la refacción, cumbia media narcótica que se mueve en cámara lenta.
Para Ti, con bronces, vocoder y tiempo de bailanta reemplazan convincentemente los aires gitanillos del original. El efecto electrónico ayuda una enormidad a encarrilar la entonación siempre frágil de Pedropiedra. En Sol Mayor canta Jorge Delaselva (ex vocalista de Tropiflaite) protagonizando la mejor versión del EP según el manual de Los Auténticos Decadentes. El reggae de Rayito/Olita también se reconvierte en bailanta. Es la transformación más superficial del EP.
Estas mismas canciones de Pedropiedra podrían tener una versión punk, bossa nova o para arrullar a un bebé. Ahora van envueltas de tecnocumbia. Da un poco lo mismo. Son las bondades del formato. Apuestas elásticas, menos pretenciosas y pasajeras.
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