Óscar Contardo's Blog, page 104

August 19, 2017

Los ángeles caídos

El Frente Amplio debería tener un gesto con todos -con la prensa, la opinión pública- y elaborar un manual de instrucciones para entenderlos. Una especie de Biblia que nos indique cómo reaccionar adecuadamente a sus torpezas, impericias y ansiedades mal administradas, sin que como respuesta tengamos una eterna monserga en torno a nuestras malas intenciones y sesgos, o peor aun, nuestra incapacidad para comprender que detrás de una maraña de imprudencias no hay otra cosa que un hervidero de virtudes que los impuros somos incapaces de apreciar.


Necesitamos un documento preventivo que nos ayude a entender cuáles son sus estilos, las maneras de relacionarse y los pulsos temporales en los que trabajan. Quizás así podríamos entender con nitidez la razón para que una persona, Alberto Mayol, a quien hasta hace un mes ellos mismos presentaban a la ciudadanía como un digno representante suyo como candidato presidencial, en un lapso de semanas se haya transformado en un monstruo manipulador, ególatra y misógino, que ahora han desenmascarado. Porque eso han hecho. Exhibir un relato al estilo Gremlins, la película ochentera que mostraba cómo unos bichos importados mutaban de peluches mimosos a engendros del demonio si se los alimentaba después de la medianoche. Lo dijeron tan tranquilos y lo que esperaban era que todos acatáramos -sobre todo el propio Mayol- sin que surgiera una erupción de dudas y una sorna monumental.


Si despejamos la chimuchina -los audios, declaraciones, la comisión funeraria de medianoche que va a anunciar la sentencia- y nos quedamos con el nudo argumental, tenemos un relato básico: el del Gremlin o Señor Hyde súbitamente descubierto. Frente a esa historia -que tomaremos como real para estos efectos- nos caben al menos dos explicaciones. La primera es que realmente hayan sido engañados desde un principio y desconocieran totalmente el desarrollo conductual del personaje. Esa posibilidad no sólo los deja como ingenuos, sino también como irresponsables. ¿Qué hubiera sucedido si Mayol gana la primaria? ¿Lo apoyan a pesar de todo? ¿O estaban tan seguros de que no ganaría y que sólo serviría para darle visibilidad al proyecto y a la candidata favorita? La segunda opción es que junto con apoyar a Alberto Mayol hicieran vista gorda a las aspiraciones que el candidato de ocasión -y subrayo de “ocasión”, porque lo mismo que Beatriz Sánchez, la candidatura de Mayol no surgió de la militancia del Frente Amplio- tendría una vez finalizado el proceso. Lo que ambas opciones tienen en común es la falta de previsión, un regusto instrumental en donde los medios se ajustan a los fines y a una ansiedad de poder similar a la del monstruo que nos acabaron describiendo durante esta semana.


En el camino se arregla la carga, dicen en el campo. Un dicho tradicional, agrario, al ritmo de la yunta de bueyes que poco se ajusta a la imagen modernosa y cosmopolita que muchos dirigentes del Frente Amplio insisten en difundir; un atributo luminoso que le suma encanto al boceto de monjes guerreros semilaicos, redentores comprometidos con una causa a la que adhieren de puro justos. Allí dentro nadie tiene intereses personales, sólo el deseo de hacer el bien sin mirar a quién. El inconveniente es que mientras insisten en proyectar esa imagen de pastoral juvenil de universitarios burgueses que ocupa sus feriados visitando miserias ajenas, lo que vemos desde acá afuera son las pugnas habituales a cualquier coalición política, que es justamente lo que son. El error de origen ha sido asumirse como santos antes de que se les conociera milagro.


“No somos ángeles”, dijo un distinguido dirigente del Frente Amplio, candidato a diputado, en una entrevista en televisión, luego de las bochornosas jornadas de esta semana, cuando empapelaron a los medios con comunicados públicos explicando una teleserie que a nadie, excepto a ellos, les concernía mantener bajo control. Lo dijo como si realmente creyéramos que habían caído del cielo y no bajado en bici desde el oriente de Santiago hasta las marchas de la Alameda. Como si realmente hubiéramos pensado que eran algo diferente. “No somos ángeles”, dijo el candidato, añadiéndole un nuevo elemento a una lista que suelen repetir los dirigentes del flamante Frente Amplio: no somos la Concertación, no somos la Nueva Mayoría, no somos el duopolio, no somos izquierda. Ya sabemos lo que no son. Espero que en el manual de instrucciones para comprenderlos en sus infinitos recovecos venga la respuesta clave a algunas preguntas que sospecho nunca han querido enfrentar: ¿Qué son? ¿Qué es realmente el Frente Amplio?


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Published on August 19, 2017 23:20

Las reglas dela democracia

El ambiente puede resumirse como sigue: Guido Girardi insta al Tribunal Constitucional a no convertirse en “operador político de los sectores conservadores”; Fernando Atria afirma que, de no validarse la ley de aborto, Chile quedaría en ridículo “a nivel internacional”; la misma Presidenta Michelle Bachelet espera que el Tribunal acoja “la voz de la mayoría”; y, para no ser menos, Beatriz Sánchez pega autoadhesivos en la sede del Tribunal, acusándolo de ser autoritario y representativo de la “vieja política” (ya sabemos que el Frente Amplio carece de vicios).


Uno podría pensar que estas declaraciones forman parte de la rutina: diversos actores ejercen presión para inclinar la balanza de su lado en un tema especialmente polémico. Sin embargo, y más allá de la opinión que nos merezca el proyecto en cuestión, hay en el tono de estas afirmaciones algo  inquietante. En el fondo, ellas son sintomáticas de un compromiso extremadamente débil, por no decir instrumental, con la democracia y sus mecanismos más básicos; como si el respeto por las reglas del juego dependiera del resultado obtenido.


La dificultad estriba en que la democracia no es solo el gobierno de mayorías, sino que es también conjunto de procedimientos. Éstos pueden parecernos engorrosos o innecesarios, pero son fundamentales para limitar el poder y proteger derechos. En ese sentido, como bien lo notaba Kelsen, el control de constitucionalidad no tiene por finalidad realizar un juicio definitivo sobre la bondad o maldad intrínseca de una norma, sino simplemente indicar si ésta es compatible con el orden constitucional (que, desde luego, puede ser modificado siguiendo ciertas reglas). El oficialismo está lejos de ignorar todo esto, pues ha recurrido muchas veces al TC; y, más aún, fue bajo el gobierno de Ricardo Lagos que sus atribuciones se vieron reforzadas. ¿Por qué extrañarse entonces de que una ley que afecta el derecho a la vida pase por un control de esta naturaleza? ¿Acaso no es al menos plausible pensar que una norma que permite atentar directamente contra la vida de un feto está en abierta tensión con el mandato constitucional que brinda protección al que está por nacer?


En tiempos de crispación política, resulta fundamental cuidar las instituciones que tienen la difícil e indispensable misión de arbitrar nuestras diferencias. Si esos mecanismos se desgastan y pierden legitimidad, la vida pública puede degradarse de modo acelerado, como lo saben algunos de nuestros vecinos latinoamericanos. Por lo mismo, resulta peligroso e irresponsable, antes de siquiera conocer el fallo, calificar al Tribunal de operador político de tal o cual sector, de autoritarismo, o de exponernos al ridículo si no obedece a nuestros deseos. Tampoco es serio suponer que su función es refrendar mecánicamente lo dispuesto por la mayoría. La auténtica prueba del demócrata es precisamente la contraria: debemos respetar las instituciones sobre todo cuando el resultado no nos agrada. Sin embargo, como bien sabía Aristóteles, los peores enemigos de la democracia suelen ser aquellos que más gárgaras hacen con ella.


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Published on August 19, 2017 23:20

El día de la pataleta

Lo único sorprendente de los incidentes recientes en el Frente Amplio es que alguien se sorprenda. ¿No es esto lo que pasa en todas las inscripciones parlamentarias? ¿Es novedosa la disputa por un cupo en una lista de candidatos? Es verdad que el lenguaje de algunas personas -no de los directamente involucrados- ha sido un tanto excesivo, ¿pero no es a esas modalidades rabiosas, viscerales, pataleteras, a las que mejor se adecua el estadio actual de las llamadas redes sociales?


El origen del incidente son unas grabaciones -¿por qué se graban, por qué necesitan registrar una conversación privada y, además, irrelevante?- en las cuales el exprecandidato presidencial y ahora aspirante a diputado Alberto Mayol maltrataría verbalmente a otra candidata al Congreso. Nadie insultaría a Mayol tratándolo de moderado y las cosas que ha dicho de figuras relevantes de la política chilena, en su cara o en ausencia, no calificarían de gentilezas ni en un mundo al revés. En relación con ese estándar, lo que se oye en esas grabaciones no se parece ni vagamente a un maltrato.


Pero la verdad es que no se parece a un maltrato en relación con ningún estándar. La queja de la supuesta maltratada tiene el aire de un berrinche, el enojo de alguien que no entiende bien en qué se está metiendo. O de alguien que realmente cree que la fantasía adolescente de la “nueva política” es algo distinto de la política a secas, es decir, ejercicio de poder.


El caso es que en la conversación tan dramáticamente denunciada Mayol trataba de obtener un espacio para competir en el mismo distrito donde compite Giorgio Jackson, que no sólo es el líder de Revolución Democrática, sino una de las figuras principales del Frente Amplio. La exclusión de Mayol de la lista parlamentaria de ese distrito -y en algún momento, de todos- fue leída como una decisión dirigida a evitar la competencia contra Jackson. No terminará este diputado de sufrir por aquella elección -la única que ha tenido- donde la Nueva Mayoría se omitió para que pudiese ser elegido, y por supuesto que será inútil su alegato de que salió con votos propios. La figura de “niño protegido” ya se instaló y será utilizada por quienquiera sea su adversario. Allí sí que ha habido maltrato.


Jackson se queja de que ha tenido poco que ver en el caso Mayol. Mmmmm. Pero, bueno, quizás en verdad no le importa que sea candidato en su mismo distrito. Quizás está seguro de superarlo. Quizás no le teme. Pero, con su desafío, Mayol completa el circuito que inició compitiendo en las primarias (que la dirigencia del Frente Amplio no deseaba): meterse entre el binomio Jackson-Gabriel Boric, quebrar su “duopolio” y estrechar el firmamento del Frente Amplio. Mayol no acepta dar por sentada la hegemonía de los dos diputados, ni tampoco que sean los únicos con vitrina parlamentaria por los próximos cuatro años.


¿Y la candidata? Con perdón, es lo que menos importa. Fue seleccionada por Boric y Jackson como la mujer de paja para el año fundacional, no para el futuro. Si no se ha enterado, si no se lo han dicho, si nadie lo admite, es justamente porque se trata de política y no del juego de la oca. La subordinación de la candidata a sus dos padrinos no ofrece ningún indicio de que vaya a tener un peso relevante en el futuro del Frente Amplio. Mayol sí: su conducta apunta a obtener cosas que Beatriz Sánchez no ha llegado a soñar.


La candidata halla una extraña salida a la extraña posición en que la deja el debate entre Mayol y uno de sus mentores: aprueba sin ambages la exclusión de Mayol, pero luego retrocede y exige arreglar el problema. Y, además, se entiende, hacerlo sin personalismo, una palabra que usa con frecuencia como acusación contra la derecha. ¡Pero si de eso se trata! Sin personalismo no hay Frente Amplio, porque el carisma es el pegamento en la naturaleza movimientista de la coalición. Sin líderes que puedan representar y proteger al colectivo, el movimiento deja de existir, se disgrega y se fulmina; las fuerzas centrífugas que operan en todo grupo humano quedan sin contención: la gente se va.


En el mundo frenteamplista, tan proclive al eufemismo como todos los otros mundos de la política, se denuncia el “personalismo” como un pecado, pero se suele exaltar el “liderazgo” como una virtud. Son dos atributos diferentes, desde luego, pero hablando de dirigentes políticos, la diferencia es tan mínima, que cuando alguien se proclama “gran líder” es casi seguro que se trata de un dictador. Hay que atribuir a las imperfecciones del ser humano la imposibilidad de ser uno y muchos al mismo tiempo.


Esta es una mejor perspectiva para ver el alcance del debate entre Mayol y Jackson. El retador cree tener un carisma más fuerte y más nítido que el incumbente, o a lo menos igual. Todavía no es necesario pronunciarse sobre tal afirmación. Pero por mucho menos que eso, el líder de Podemos (el espejo español del Frente Amplio), Pablo Iglesias, fulminó y mandó al escaño trasero a su proverbial mano derecha, Iñigo Errejón.


El desafío de Mayol puede ser desilusionante para quienes han creído que desde la ideología estudiantil se podría refundar la política chilena, pero en verdad inaugura la existencia del Frente Amplio como una fuerza política y no como la simple entelequia de un grupo de partidos con nombres excéntricos.


Tampoco se trata de que esta inauguración asegure una larga y buena vida, porque para eso hay que esperar las elecciones de noviembre. ¿Lo afectará esta discusión en ese torneo? Es improbable: después de todo, se trata de una discusión marginal, la disputa de un cupo electoral, que sólo puede ser amplificada con la lupa distorsionada de la moralina. El Frente Amplio no será más ni menos que lo que los electores quieran que sea.


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Published on August 19, 2017 23:15

El castillo de la pureza

Ocurre siempre y en la escena política local ha ocurrido ya dos veces en menos de un mes. Cada vez que se levanta el discurso ético como base de la acción política los resultados, que en principio deberían ser mucho más sanos y clarificadores, terminan siendo claramente decepcionantes. Le ocurrió a la abandera democratacristiana, la senadora Carolina Goic, que en tributo a sus profundas convicciones morales amenazó con bajar su candidatura si su colectividad, a raíz de la repostulación de un diputado condenado civilmente hace años por un caso de violencia intrafamiliar, no establecía estándares éticos superiores a los legales en su plantilla parlamentaria. Al final, la ética operó solo para el caso del diputado; todo el resto siguió igual, y tanto el partido como la senadora, dimensionando seguramente que el proceso podría transformarse en una caza de brujas, prefirieron llegar hasta ahí. Ahora el espectáculo se trasladó al Frente Amplio, donde de nuevo en nombre de los altos valores de la ética, de “cosas que no se pueden dejar pasar”, de límites que la política no puede cruzar so pena de transformarse en otra cosa, en algo turbio, sombrío y repulsivo, la mesa electoral del conglomerado resolvió, en una verdadera noche salvaje de furor y lealtad a principios inclaudicables, vetar el nombre de Alberto Mayol de su lista parlamentaria, quien, por lo demás, también estaba haciendo su propio juego. Su juego político, desde luego.


Una de las tantas razones que hacen recomendable no mezclar literalmente la ética con la política estriba en que la primera opera en el plano normativo de la virtud y la política, en cambio, lo hace en un terreno mucho más infestado por conveniencias, intereses, circunstancias históricas, posibilidades y márgenes concretos de acción. Si bien una política enteramente disociada de la moral puede convertirse en una cloaca, entenderla desde el castillo de la pureza como un puro aterrizaje del discurso virtuoso en el ámbito público puede llegar a convertirla en una suerte tiranía del púlpito.


La verdad es que a eso estuvieron jugando los damnificados de este mes. Se han dado muchas explicaciones sobre lo ocurrido: exceso de puritanismo, exceso de entusiasmo, falta de experiencia, una cuota no menor de oportunismo, bajezas puras y duras, falta de sentido común y, peor, falta de sentido de realidad. Puede ser. Faltó carácter, también. El carácter es esa serenidad que se espera de los políticos a la hora de resistir un poco -solo un poco, algo, digamos- las dinámicas compulsivas y excluyentes que se apoderan de algunos colectivos cuando sienten estar librando una guerra en nombre de los valores absolutos, de la pureza o de la moralidad. Suponiendo que era eso lo que los movía, porque también cabe la posibilidad de que la ética estuviera encubriendo cosas bastante más pedestres que eso, puesto que lo que estaba en juego era solo un cupo parlamentario -un miserable cupo-, aquí los líderes no solo se plegaron a la jauría, sino que además la espolearon y justificaron. Unos invocando pinches argumentos procesales. Otros impostando un fuerte sentido de alarma ante lo que consideraban un escándalo imperdonable. La candidata, por su parte, con una lapidaria falta de perspectiva, respaldando al día después la condena desde donde siempre habla: desde su más profunda indignación.


Van a aprender, se dice. Aprender qué, se pregunta uno. ¿Aprender que no se puede hacer nueva política sin caer en los denostados códigos de conducta de la vieja politiquería, cosa que sería lamentable, porque equivaldría a una claudicación? ¿Aprender que hay decisiones que más vale tomar con la cabeza fría? ¿Aprender que en política, como en la guerra, bien vale dejar abierta una vía de escape por si el ataque no resulta, cosa que a los maximalistas siempre les ha gustado poco? ¿Aprender que el espacio público de discusión es algo un poco más complejo que las guerruchas de Twitter, cosa que ciertamente les haría bien tener en cuenta? En fin, ¿aprender que no puede hacer política desde la altanería de la superioridad moral, cosa que obviamente ellos mismos alimentaron y que es de suyo una pretensión estúpida?


Estos episodios finalmente son sanos. Sanos, porque son clarificadores y por aquello que prescribe un antiguo proverbio según el cual la medida de los hombres -y también de las mujeres, por cierto- no la da el tamaño de sus ideales, que puede ser formidable, sino la que le permiten alcanzar sus debilidades y flaquezas, cosa que, por cierto, es bastante menos heroica.


El saldo político que dejan las ordalías éticas siempre es deprimente. Las resacas tienen algo de vergonzosas. Hay que echar pie atrás, hay que esconder la toga del inquisidor y vestir el hábito de la fraternidad, hay que comerse las palabras duras y aprender a decir las que sean benévolas y acogedoras. Y hay que presentar como normal y positivo lo que antes se execró.


La primera parte de la representación por lo general es épica. La segunda, invariablemente cómica.


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Published on August 19, 2017 23:12

Argentina se enrumba

Lo que acaba de suceder en la Argentina reviste una importancia superior a la que sugiere el hecho de que se celebraran unas primarias abiertas para decidir quiénes serán los candidatos a las elecciones legislativas de octubre. Se trata, nada más y nada menos, que del Rubicón que Mauricio Macri debía cruzar para que él y algunos millones de compatriotas suyos puedan dar a su país un vuelco hacia la modernidad tras siete décadas de populismo y autoritarismo intermitentes, y de deterioro institucional.


Las PASO, como se denomina al proceso de primarias abiertas, son un invento muy extraño que no viene al caso explicar en detalle, pero tienen una virtud: permiten anticipar lo que sucederá en las elecciones reales. En otras partes, las primarias sólo sirven para dirimir las rivalidades internas y definir las candidaturas de los distintos partidos. En la Argentina, sirven para eso pero también para dirimir las disputas entre candidatos de distintos partidos. Por tanto, se trata, en la práctica, de unas elecciones generales anticipadas. Precisamente por ello, las conclusiones más importantes de lo que sucedió el domingo pasado son de alcance nacional. En este caso, no sólo permiten medir al gobierno y la oposición de cara a las elecciones parlamentarias, sino también proyectar escenarios presidenciales.


La conclusión principal de las PASO es que Mauricio Macri obtuvo una victoria determinante para el futuro de su gobierno y, más trascendentalmente, para el modelo de país que él y algunos millones de compatriotas suyos, hastiados del declive de tantos años, tienen en la cabeza.


Macri (Cambiemos) obtuvo 36% de los votos y su principal contrincante, Cristina Kirchner (Unidad Ciudadana) logró 21%. Por detrás quedaron el justicialismo (del que Kirchner se separó), el disidente peronista Sergio Massa (Frente Renovador) y otros.


El triunfo de Macri es significativo por muchas razones. La primera es su amplitud nacional. Hasta hace poco el bastión de Macri era la capital. Contaba con alguna presencia en el interior, en las grandes ciudades, insuficiente para hablar de un proyecto nacional. Su situación en la provincia de Buenos Aires, donde se concentra buena parte del clientelismo tanto kirchnerista como peronista, era precaria. Su triunfo angustioso contra Daniel Scioli en las presidenciales de hace dos años no le daba una base sólida, en suma, que permitiera pronosticar su supervivencia en el cargo a la hora de enfrentar la inevitable batahola política de la oposición.


Es cierto que en esas presidenciales se había producido un fenómeno extraño. María Eugenia Vidal, del partido de Macri, había ganado las elecciones para la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Pero esto era considerado un hecho aislado y coyuntural, sólo explicable por el desprestigio del gobierno de Cristina Kirchner y las denuncias graves contra el candidato oficialista de entonces.


Para colmo, conspiraba contra Macri el “ajuste” económico que debió realizar al llegar al poder, con el fin del “cepo” cambiario, el aumento de las tarifas y el recorte de algunos gastos. También le estaba haciendo la vida difícil lo mucho que tardaba la inversión privada en volver al país. Ni Durán Barba, el asesor ecuatoriano que lo ayudó a ganar las presidenciales, creía que Macri estaba en condiciones de obtener en estas PASO un resultado como el que ha obtenido. En un país donde el populismo es una característica cultural antes que una corriente política, la impaciencia popular por lo mucho que estaba tardando en llegar la recuperación, sumada a la agitación social del kirchnerismo contra el gobierno “hambreador”, auguraba unos resultados pobretones o, en todo caso, insuficientemente victoriosos.


Si ese resultado se hubiera dado, el escenario se habría tornado peligroso para Macri, pues sería casi imposible articular una mayoría parlamentaria que votara por las reformas pendientes -sobre todo la laboral, la fiscal y la del Estado-. Sin esas reformas, la posibilidad de transformar el país e impulsar el despegue habría quedado cancelada. La consecuencia sólo podría haber sido el crecimiento del populismo opositor y, como tantas veces ha sucedido con gobiernos no peronistas, la caída prematura del gobierno.


Pues bien: Macri ha ganado en casi la mitad de las provincias argentinas, sumando a las que ya tenía consigo (o al alcance de la mano) otras que ni el más esperanzado macrista hubiese creído posibles: distritos electorales como La Pampa, San Luis, Neuquén y nada menos que Santa Cruz, el bastión del kirchnerismo, ahora han votado mayoritariamente por los candidatos del gobierno federal. Una verdadera hazaña.


Pero quizá más importante aun que este éxito nacional sea lo sucedido en la provincia de Buenos Aires, emblemática por donde se la vea y electoralmente decisiva tratándose del 40% del electorado. Lo que se ha producido allí es un empate técnico entre el candidato del gobierno, Esteban Bullrich, y Cristina Kirchner. Todavía están contando los últimos votos, de manera que no se sabe a ciencia cierta quién ganará, pero es probable que lo haga Cristina Kirchner por un pelo. Las encuestas vaticinaban que ella ganaría con holgura.


Este empate implica la alta probabilidad de que en las legislativas de octubre el oficialismo derrote al kirchnerismo en la provincia bonaerense, ya que la dinámica de las cosas empujará a los votantes de Sergio Massa, el disidente del peronismo que quedó muy por detrás, a votar por el macrismo para cerrarle el paso a la ex presidenta, a quien detestan.


Es cierto que también existe la posibilidad de que muchos votantes del justicialismo apoyen a Cristina Kirchner, que corrió por fuera de ese partido, en esos comicios. Pero, hechas las sumas, la probabilidad de que Bullrich supere a la ex presidenta es mayor que la probabilidad contraria. Y en todo caso lo que importa es esto: el oficialismo, que tenía cerrada a cal y canto esa provincia, bastión del peronismo tradicional y el populismo clientelista, ahora se confirma allí como una fuerza determinante. Cuenta con la lealtad de una gobernadora, María Eugenia Vidal, que es la política más popular de la Argentina. Ella será, probablemente, candidata presidencial del macrismo en 2023 (en 2019 será el propio Macri, autorizado a buscar una reelección).


El kirchnerismo ha quedado reducido, como fuerza importante, a una de las cinco secciones de la provincia bonaerense -aquella que concentra pobreza, subvenciones y clientelismo- y a otras tres provincias más (de un total de 23 más la capital federal). No significa que dejará de ser una fuerza política considerable: de hecho, aun perdiendo en la provincia, Cristina Kirchner será senadora con toda seguridad tras los comicios de octubre y dispondrá a partir de diciembre de una plataforma política de alcance nacional para seguir con su prédica opositora y agitar la calle. Pero los comicios recientes demuestran que no tiene posibilidades serias de volver a ser presidenta. Además, su capacidad de intimidación frente al peronismo, donde tiene tantos rivales, se reducirá mucho tras estas primarias abiertas.


La figura de Macri, en cambio, crece y ello será de vital importancia para la aprobación de sus reformas después de que amplíe su bancada parlamentaria tras las elecciones legislativas. Como no logrará una mayoría absoluta aun si obtiene una victoria parecida a la que ha logrado en las PASO, necesitará votos del peronismo disidente. Tal como funciona la política argentina, obtenerlos depende de tres cosas: la negociación del oficialismo con los parlamentarios peronistas, la presión de la Casa Rosada sobre los gobernadores peronistas de ciertas provincias que tienen mucho ascendiente sobre esos parlamentarios y la capacidad de los líderes peronistas nacionales, en este caso Cristina Kirchner, para intimidarlos.


Todas estas variables arrojan, tras las PASO, ventajas para Macri y desventajas para Cristina Kirchner. Si las reformas son aprobadas, Macri habrá podido demostrar que su estrategia fue la correcta desde el principio. ¿Cuál estrategia? La del gradualismo por oposición al radicalismo que le pedían muchos críticos del populismo desesperados por avanzar lo más rápido posible en el cambio de modelo y aprovechar la derrota peronista de las presidenciales de 2015 para ir desmontando la herencia kirchnerista antes de que el peronismo pudiera reagruparse.


Macri, consciente de que en siete décadas ningún presidente no peronista electo por el pueblo pudo terminar su mandato, tenía la fijación de romper el “maleficio”. Para ello optó por el gradualismo aun sabiendo que la lentitud de la recuperación podía jugar en contra suya. Más le temía a la reacción popular si aplicaba un “shock” radical de entrada y a su aprovechamiento por parte del kirchnerismo y el peronismo en general.


Hay argumentos para ambas posturas y muchos casos de reformas radicales que han logrado para quien las aplicó buenos resultados. Pero si Macri puede hacer aprobar las reformas con la nueva composición parlamentaria, desde el punto de vista estrictamente político su estrategia gradualista será percibida como exitosa, algo que, de cara a la oposición populista, representa una ventaja psicológica.


Esas reformas son indispensables. La economía por fin -después de un lustro de recesión o estancamiento- muestra indicios de recuperación. El crecimiento de este año estará entre el 2,4 y el 2,8%, el crédito está creciendo y los índices que miden la expectativa del consumidor registran cifras esperanzadoras. Lo que no hay todavía es el chorro de inversión privada que se esperaba, pero muchos empresarios nacionales y extranjeros han dejado saber que tienen planes de poner su capital a trabajar en la Argentina si Macri les demuestra que puede acabar con la tradición de presidentes no peronistas derrocados. Esa demostración se sellará con los comicios legislativos de octubre. La perspectiva de un Macri reelecto en 2019 empieza a tener un efecto anímico en el mundo de la empresa. Si Macri logra, con sus reformas, poner en marcha el entusiasmo inversor, las cifras de crecimiento recobrarán su antigua lozanía y la oposición kirhnerista lo tendrá cada vez más difícil.


Una conclusión adicional de las PASO es que los rivales de Macri han quedado muy empequeñecidos, empezando por Sergio Massa, que no superó el 7% a escala nacional, y el radicalismo, que es parte de la coalición oficialista. Los radicales fueron barridos en la capital por una Elisa Carrió -aliada complicada e independiente de Macri- cada vez con mayor peso político nacional.


El proyecto de modificar la tradición populista argentina ha dado otro paso importante. Buena noticia para América Latina.


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Published on August 19, 2017 23:08

August 18, 2017

Sin novedad en el Frente

Al parecer, el progresismo de centro y la izquierda desatada están teniendo problemas, y no solo en Chile. En el último número de la revista The New Yorker, publicación progresista, viene una reseña sobre la conveniencia de las protestas como vías de cambio (“Is There Any Point to Protesting?” de Nathan Heller) en torno a una serie de libros recientes, escépticos de esta manera de hacer política. Sostiene Heller que, aunque un gran número de personas salga a las calles y se manifieste -e.g., contra la guerra en Iraq, los Occupy Wall Street, o la Marcha de las Mujeres de enero 2017- el efecto a la larga resulta poco alentador. ¿“Teatro social” para que los manifestantes se sientan “virtuosos, útiles y en lo correcto”?, se pregunta. En efecto, tres de cuatro republicanos continúan respaldando a Trump, al grueso de su electorado aún no le asaltan dudas, y el personaje, se le abomine o no, sigue siendo presidente.


Si podría discutirse incluso el éxito de movilizaciones emblemáticas como las de derechos civiles y contra la guerra de Vietnam de los años 60; más provechosos habrían sido los canales políticos convencionales que vinieron después. La mera capacidad de convocatoria -hoy día mediante redes sociales que además amplifican expectativas imposibles (“folk politics” a modo de pasatiempo y droga recreacional)- no bastaría; en esa misma línea, el ministro Valdés, refiriéndose a la crítica de las AFP, ha dicho: “no podemos darles el gusto a todos los gritones”. Entre las causas que estarían exacerbando estas apuestas puramente testimoniales y contestatarias se menciona la inflada importancia atribuida a los movimientos sociales por activistas e historiadores de izquierda. En fin, se necesitan menos marchas y más alcaldes, concluye uno de los libros tratados.


¿De ahí que sea válida una opción como la del Frente Amplio?, podría preguntarse uno aterrizando el asunto a nuestra experiencia local. En principio sí, si no fuera que el FA no está dando el ancho. Sus operadores siguen pegados a prácticas y lógicas gastadas que por años hemos visto en nuestras universidades con sus federaciones hidras, voluntarismos maximalistas, pendencias, máquinas y canibalismo cismático. La de ellos nunca ha sido una convivencia pacífica interna; rara vez lo es habiendo sectas que compiten por quién es el más fiel al absoluto que persiguen. La Surda y los Autónomos son maestros de la intriga (cuando es dirigida contra sí mismos, hasta se superan), y a Revolución Democrática se le ha imputado oportunismo y traición en repetidas ocasiones; Bachelet nada menos, con motivos de sobra para cobrarles cuenta, les recordó su filiación materna. Lo de la paternidad sea quizá más turbio; según cómo se haga el análisis de ADN, los del FA descienden o de la Nueva Mayoría o la antigua Concertación.


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Published on August 18, 2017 23:00

Falta de seriedad

Uno puede imaginar la indignación de Bachelet luego del papelón que vivió en una entrevista radial, cuando consultada sobre el impacto en el empleo que puede provocar su proyecto de pensiones, afirmó desconocer el estudio y dudó de la seriedad del mismo. Peor aún, cuando la periodista le dijo que se trataba de un informe preparado por los ministerios de Hacienda y Trabajo, y que estaba publicado ese día en la prensa, se limitó a decir que no tuvo tiempo para leer los diarios. O sea, peor imposible.


Exponer a la Presidenta de esa manera habla, en primer lugar, de lo mal que está funcionado su equipo de asesores, que ni siquiera le advirtieron de la situación antes de la entrevista. Algo que el diputado Andrade calificó como incompetencia de aquellos que se supone deben cuidar a la Mandataria de este tipo de situaciones.

Pero hay un problema mayor. Porque una cosa es no leer el diario y otra es no entender el impacto de las reformas que se impulsan. Y esto parece ser una constante de este gobierno, al que le sobran ideas, pero le falta mucha seriedad y análisis. Y los resultados están a la vista. Pasó con la reforma tributaria, la laboral y la educacional. Ahora con la de pensiones. Todo parece ser improvisado, mal calculado y mal financiado.


Pensemos solo en la gratuidad universal universitaria. A Bachelet le ha costado mucho tiempo entender algo que es bastante obvio: no hay recursos para financiarla. Ahora, ni nunca. Pese a ello, insiste en ella, propone aumentar la cobertura al 60% más pobre y, en el camino, desfinancia el sistema universitario. Para ella, todo eso parece ser secundario. No es lo que números no sean su fuerte. Da la impresión de que no le importan.


En el caso de la reforma de pensiones, la situación se repite. El informe de productividad que acompaña el proyecto, habla de que se podrían perder hasta cerca de 400 mil empleos formales. Un dato no menor, pero que la Presidenta dice desconocer. Y las explicaciones para esto solo empeoran la situación. El ministro de Hacienda dijo que se trata de informes largos, llenos de letras griegas y muy técnicos. La vocera, Paula Narváez, agrega que se trata de hipótesis económicas más bien teóricas.


Bueno, gobernar no se remite a un acto voluntarista. Requiere seriedad y eso pasa por informes largos y técnicos, los que hay que entender, porque eso determina muchas veces las consecuencias de las acciones. Y claro, uno puede criticar mucho a los economistas y sus modelos. Pero, al final, las cifras no mienten. Y los datos son claros. Ayer supimos que el Chile creció el primer semestre un 0,5%, la peor cifra desde el 2009, cuando también Bachelet era presidenta. Supongo que eso sí lo sabrá la Presidenta. Y asumo que su vocera no dirá que es un ejercicio teórico. Se trata más bien de la cifra que resume la acción de un gobierno donde la improvisación llega a niveles que superan cualquier medida que se conozca.


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Published on August 18, 2017 22:55

Clarososcuros de los gobiernos progresistas

La pasada década será recordada por muchos como la “década dorada” de América del Sur. Por primera vez en la historia confluían democracia, crecimiento, reducción de la pobreza, estabilidad macroeconómica e incluso desendeudamiento externo. No era poco para un continente conocido por sus dictaduras, su crecimiento espasmódico, sus desigualdades, sus inflaciones galopantes y sus recurrentes crisis de deuda externa.


La proliferación de gobiernos progresistas se transformó en esos años en la tendencia ampliamente dominante. La ola parecía incontenible. Fueron pocos los países en donde las fuerzas conservadoras pudieron mantenerse en el poder.


Sin el glamour de los primeros años de la revolución cubana, estas experiencias atrajeron, sin embargo, la atención mundial. Luego del colapso del comunismo soviético y la crisis de la social democracia europea, los gobiernos progresistas de América del Sur aparecían, como un punto de referencia en las luchas de la izquierda en el mundo. Con sus respectivas particularidades, Kirchner, Chávez, Vásquez, Mujica, Morales, Correa, Lagos, Bachelet y Lula representaban el sueño ya no de la vieja revolución pero si de una transformación profunda. Todos estos gobiernos, a pesar de sus enormes diferencias, tenían en común la búsqueda de la inclusión social.


En la actualidad, predomina la tendencia opuesta. El triunfo de Macri, el golpe en Brasil, la derrota de Morales en el referéndum, las dificultades de Correa para asegurar su sucesión, la baja adhesión de las reformas de Bachelet han generado un ambiente de fin de reino. La descomposición de la revolución bolivariana y su deriva anti democrática contribuyen poderosamente a la generación de esta percepción.


Está de moda afirmar que se cerró un ciclo. Domina una ofensiva conservadora que busca mostrar que estos gobiernos fueron populistas, ineficientes y corruptos. Hay detrás de esta ofensiva un interés mayor: desacreditar la idea de reformas profundas, de cambio estructural. No se ha buscado propinarles simplemente una derrota electoral. Se busca, algo más, una derrota ideológica, cultural.


Entre la crítica demoledora y la defensa a ultranza es necesaria una reflexión algo más serena. Ese es el objetivo que nos propusimos con la publicación del libro “Claro obscuros de los gobiernos progresistas de América del Sur” (Editorial Catalonia).

Se reúne en el libro un conjunto de reflexiones de un importante grupo de intelectuales de la región. Esos textos tienen en común el reconocimiento del enorme esfuerzo realizado por estos gobiernos en materia de erradicación de la pobreza e inclusión social. Pero, exploran también sus zonas oscuras: la ausencia de transformación productiva, la dependencia malsana de liderazgos que terminan siendo insustituibles, el estancamiento de la integración económica de la región, la corrupción.


En contraposición a la idea de fin de ciclo se asume que la historia no es lineal, que el proceso político está abierto y su desenlace dependerá de manera decisiva de la capacidad de las fuerzas progresistas de asumir críticamente sus limitaciones, errores y excesos. Para que sea creíble la autocrítica tendrá que ser profunda, severa y dolorosa.


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Published on August 18, 2017 22:53

El foco de la reforma previsional

La idea de aumentar la cotización de cargo del empleador apareció al final del gobierno de Piñera y hubo consenso transversal en torno a avanzar en esa dirección. Este gobierno no pretendía realizar una reforma, pero la realidad de las bajas pensiones se impuso. Dada la gravedad de la situación, debemos celebrar que tengamos un proyecto razonable. La mala comunicación del informe de productividad no invalida esta conclusión.


La oposición critica la propuesta diciendo que resulta incomprensible que no se incremente el Pilar Solidario porque las pensiones básicas son muy bajas. ¡Es evidente que son bajas! Pero, ¿quiere esto decir que nunca más podremos hacer reformas, salvo incrementar el Pilar Solidario? Sería ridículo.


Los sistemas de pensiones deben dar solución a dos problemas relacionados, pero distintos. El primer problema es prevenir la pobreza en la vejez cuya métrica para medir éxito es cuánta población sobre 65 años vive en condiciones de pobreza. El segundo problema es mantener la calidad de vida entre la etapa activa y la pasiva de la vida. Desde la perspectiva de un economista, esto se refiere únicamente a que la persona tenga capacidad financiera para mantener un cierto estándar de consumo. La métrica para evaluar el logro de este objetivo se llama “tasa de reemplazo” que se define como la relación entre la pensión que obtiene la persona como alguna proporción de su ingreso previo al retiro.


La prevención de la pobreza fue el objetivo de la reforma de 2008 y los resultados han sido exitosos. Según la encuesta Casen la pobreza entre los mayores de 65 años se ha reducido de un 16,5% en 2006 a un 6,6% en 2015. El instrumento para mejorar las pensiones más bajas es el Pilar Solidario y si hubiera recursos habría que inyectárselos. ¿De dónde los sacarán Piñera y Guillier? En este último caso no lo sabemos. En el primero sí: reduciendo la extensión de la gratuidad universitaria solo al 50% y apostando a un incremento en el crecimiento (opción que merece legítimamente el calificativo de “apuesta”). Este gobierno ya incrementó el Pilar Solidario cuando aumentó la Pensión Básica Solidaria.

Esta reforma focaliza sus esfuerzos en el segundo objetivo: la mantención del estándar de consumo entre las fases activa y pasiva de la vida. Es una opción justificada porque las tasas de reemplazo son inaceptablemente bajas para el 60% de la población. Por ejemplo, entre el segundo quintil más pobre y el cuarto quintil más rico, las tasas de reemplazo son 55%, 41% y 35% respectivamente. Estos números son bajos porque usualmente se usa como meta un 70%. Este problema requiere urgente solución y es al cual se aboca la reforma.


Algunos plantean que este 5% debiera ir íntegro a la cuenta individual. Esto no resuelve el problema de bajas pensiones actuales. Por ejemplo, si se incrementa a 15% la tasa de cotización a una persona cuya cuenta individual obtiene una rentabilidad real del 4% anual y le faltan 10 años para jubilar, su pensión subiría solo 11,9% al momento del retiro. Para que su pensión subiera un 20%, que es lo que el gobierno propone como aumento hoy, deberá esperar 25 años.


Por el contrario, la propuesta permite incrementar las pensiones dicho 20% hoy. Para la clase media, los 25 años que separan los efectos de la propuesta del gobierno y la de Piñera hacen que la primera sea más eficiente, justa y fiscalmente responsable en términos del incremento de pensiones para el grupo de la población que más lo necesita hoy. Se podría mejorar, pero sería un error dilapidar esta oportunidad.


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Published on August 18, 2017 22:50

Pensiones: coincidencias y discrepancias

Existe bastante coincidencia respecto de la necesidad de mejorar las pensiones de los actuales y futuros jubilados, aumentar el límite imponible, subir la tasa de cotización, incrementar la competencia en el sistema, incorporar obligatoriamente a los independientes, mejorar aspectos del sistema de pensiones solidarias, y varios otros temas más que forman parte del diagnóstico y propuestas de los proyectos de ley. Sin embargo, también existen discrepancias de fondo.


La primera es que desde un punto de vista económico no se justifica la creación del Consejo de Ahorro Colectivo para administrar los nuevos fondos. Las AFP cuentan con las capacidades y las economías de escala para hacerlo bien y a menor costo. Respecto de las comisiones tampoco hay elementos que permitan pensar que cobrarían precios más altos. A lo menos, por los tres puntos porcentuales que irían a la cuenta de cada afiliado el costo sería cero ya que la comisión que cobran es sobre la renta mensual imponible.


Otro aspecto negativo es que este nuevo organismo estatal será un monopolio donde los aportantes estarán cautivos, independientemente de cuán bien o mal les administren sus fondos. A las críticas anteriores se agregan los riesgos políticos asociados a la conformación de la alta dirección del Consejo y a la gestión de las inversiones.


La propuesta de aporte solidario intergeneracional si bien logra el objetivo de mejorar las pensiones actuales, presenta serios problemas de focalización, generando efectos redistributivos y de equidad del todo cuestionables. A modo de ejemplo, una persona que tiene una pensión mensual autofinanciada de $300.000 recibirá un aporte de $60.000 por mes, mientras que quien tiene una pensión de $600.000 recibirá $120.000. Más aún, una persona con una pensión de $1 millón igualmente recibirá un aporte de $120.000. Si a esto agregamos que las personas de mayores rentas en general viven más que las personas de bajos ingresos el esquema propuesto es todavía más regresivo.


Será difícil de explicar también que la mejora en pensiones no se aplique ni a los jubilados del sistema antiguo ni a los beneficiarios de la pensión básica solidaria. Cómo explicar que un adulto mayor pobre, que nunca pudo ahorrar en una cuenta individual, obtenga una pensión básica solidaria mensual de $104.636, mientras que alguien con una pensión de $1 millón obtenga un beneficio de $120.000 por mes.


El bono compensatorio para las mujeres que se jubilen aborda un problema real, y que requiere de una solución, pero no lo hace del todo bien. Al igual que en el caso anterior, presenta falencias ya que aun cuando existe un tope en pesos para el beneficio, éste se extiende a todas las mujeres, independientemente de su nivel de pensión, y del hecho de que las mujeres de rentas más altas tienen mayores oportunidades reales de postergar su edad de jubilación hasta los 65 años.


Para terminar, el cómo financiar los mayores beneficios también es una materia donde se presentan fuertes discrepancias. El proyecto propone que 2 de los 5 puntos porcentuales en que se incrementaría la cotización obligatoria se destinen al financiamiento de un fondo colectivo. Los problemas de esta propuesta son su impacto negativo en el mercado del trabajo, al ser visto como un impuesto al salario, y porque excluye del financiamiento a todas las personas que reciben otras rentas, en particular a las rentas del capital. Desde un punto de vista de eficiencia y equidad, es mucho más conveniente que los nuevos beneficios sean financiados con fondos generales de la nación, que provienen de impuestos que son pagados por todos y no solo por los trabajadores asalariados.


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Published on August 18, 2017 22:48

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Óscar Contardo
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