César González's Blog, page 2
April 18, 2020
Sin resurrecci��n.
Parlante detonado que nadie pide apagar sombras sin silueta computadoras lentas
Yoamante de las madrugadas lamento que mi hocico ya no sea sensibley no andar sin freno de mano
mi religi��n ahora es hu��rfanaahora cargo esta voluntaria fatiga llevo este devenir mendigo
escondo deseos vuelvo en cada fronteratengo temor a estar callado luego maldigo hablar mis desechos solo se cagarlosmis escombros no se reciclanadentro m��o habita un clamor sin verano
quieren que aprenda a traer de nuevo el hueso.
Published on April 18, 2020 12:40
Sin resurrección.
Parlante detonado que nadie pide apagar sombras sin silueta computadoras lentas
Yoamante de las madrugadas lamento que mi hocico ya no sea sensibley no andar sin freno de mano
mi religión ahora es huérfanaahora cargo esta voluntaria fatiga llevo este devenir mendigo
escondo deseos vuelvo en cada fronteratengo temor a estar callado luego maldigo hablar mis desechos solo se cagarlosmis escombros no se reciclanadentro mío habita un clamor sin verano
quieren que aprenda a traer de nuevo el hueso.
Published on April 18, 2020 12:40
April 12, 2020
Los dialectos son milagros.
Sanguinario lenguaje aterciopelado de manualidad y carisma. Como los ecos del mito, surge allá a lo lejos en la nuca de la llanura. Allí, donde hasta el más macho con más horas de gimnasio tiembla. Un solo paso de su danza, del guacho que en calma tira berretines, haría que una multitud de esclavos bajándose del tren se sumerja en la risa fascista. Pero en el fondo solo se atreven a linchar en masa, saben que si las cuerdas vocales de los condenados de la tierra, pudieran eyacular sus milenios de latigazos, romperían las barreras del sonido. Oprimidos, masacrados, mutilados, objetos de experimentos, estrellas que guían la tecnología cobarde de la burguesía, con cadenas que muerden las arterias, igual sobrevivieron. Dialectos y canciones, ajenas conscientemente, de la cultura legítima. Quizás sea el mismo dios el que eligió refugiarse entre los neologismos constantes, que se actualizan cada año, que cada generación se encarga de remodelar con una estética más refinada. Y allí están el batallón de espíritus viejos, putrefactos, dispuestos a desalojar la frescura de un guacho que expresa su oralidad, por ser incomprensible para ese afuera que es el adentro del mundo, la estructura emocional ensamblada al reino semiótico global. El mismo guacho se asusta de su poder mágico, ¿Por qué yo no puedo inventar palabras y tener un lenguaje secreto con mi tribu? ¿Por qué se rien todos estos mulos de mi prosa? Se pregunta el guacho extrañado, pero a la vez feliz de ser portador de un misterio inatrapable. Sabe que mucha gente adulta y colega de miserias, en antiguas temporadas libertarias también eran científicos de la jerga y hoy son solo otro espectro necesario para colmar las cifras. Y agobiados por la burla social, del escolar llamado de atención constante, decidieron aplastar su fortuna lingüística. Está prohibido que un pibe común pueda inventar un concepto, eso es trabajo de los académicos. La cultura tiene una música específica que no tocan las clases bajas. La clase media se cree original pero habla toda igual, con el similar movimiento de mandíbulas y acompañado de idénticos gestos corporales. Ellos se burlan de los guachos que dicen "gato" y los parodian, y en sus fiestas excluyentes de esos mismos pibes, usan al término con gracia y oscura ironía. La risa burlesca es solo el primer momento, el chiste pasa a ser desprecio. Pero quien emite un término de la jerga callejera, tumbera, cuatrera o delictiva sabe que tiene en sus manos la espada del arcángel Miguel. Así de supremo se siente un guacho tirando berretines en el patio de un penal, haciendo sonar la faca contra el piso o rebotándola contra las rejas. Un lenguaje de palabras y de gestos que mezcla un montón de disciplinas artísticas, desde la danza al happening, una reserva de vitalidad y belleza, pero siempre subestimada o ridiculizada, por la cada vez más pálida estética de vida pequeño-burguesa.
Published on April 12, 2020 13:51
Escenas de la vida gendarme.
Una camioneta de gendarmería transita lentamente por una angosta calle del barrio, arriba van cuatro efectivos enchalecados y con casco de guerra puesto, del estéreo del móvil sale música de Damas Gratis a todo volumen, avizoran un grupo de pibes en una esquina, la camioneta frena, se bajan los efectivos con las armas apuntando a la cabeza, todos contra la pared, requisa minuciosa, un cachetazo por acá, una patada por allá, no les encuentran nada y los invitan a que se retiren a paso redoblado. En continuado uno de los gendarmes frena un auto que se acercaba por la calle e invita a su conductor a que se baje, lo revisan rápidamente, a él y a su auto, se termina la canción de Damas Gratis y empieza otra de la misma banda, dejan ir al conductor y se vuelven a subir a la camioneta. Hay carcajadas entre ellos, se ríen de lo asustado que estaba uno de los pibitos que requisaron antes. Para los gendarmes esto es mucho más divertido que estar todo el día custodiando la inmensidad absorta en alguna frontera. La brutalidad con la que trata esta fuerza a los habitantes de los barrios populares es quizás la más dolorosa herencia que dejaron los gobiernos populares de CFK. Empezaron a mediados del 2010, con Nilda Garré de ministra de seguridad.Las escenas de razzias indiscriminadas, invasiones intimidatorias a hogares sin orden judicial, maltrato físico, arrogancia y burla a los vecinos son omnipresentes en estos barrios. Sobre todo en aquellos que aparecen ya desde el nombre propio como una maldición en el imaginario de la sociedad, una negatividad permanente difundida en los noticieros, en productos del espectáculo, una negatividad que se construye con la alianza indispensable de las imágenes. Al mal la sociedad necesita verlo para creerlo. Los barrios populares son hiper-mostrados como ejemplos concretos del mal. El bien en nuestros tiempos es la doctrina policial, entonces el bien debe ir a donde está el mal y combatirlo hasta ganarle, por el bien de los buenos, que viven separados de donde está el mal.Desde que desembarcó esta fuerza, de índole casi militar, instruida para enfrentamientos armados masivos, la vida en los barrios no ha sido la misma. Una fuerza armada como un ejército para combatir (aunque la cantidad de combates en lo real es inexistente) a banditas de pibes que salen a robar, en muchos casos con revólveres sin percutor o sin gatillo, eso de bandas de narcos que gobiernan los barrios con arsenales sofisticados no es más que una fantasía, el promedio de armas de alto calibre encontrada en los allanamientos, que son diarios en los barrios, es más que bajo. Lo importante es imponer un nuevo esquema para la cotidianeidad, donde es casi imposible pasar unas horas sin ser requisado. Se perdió la libertad ambulatoria. A la hora de las rutinarias vejaciones no se discrimina edades ni géneros, tanto estudiantes y trabajadores son siempre frenados y obligados a rendir cuentas de todo tipo.Luego de más de una década de convivencia ciertos bandos intercambiaron estéticas, lenguajes y formas de ser; los gendarmes a veces se comportan como pandilleros, y los vecinos del barrio han adquirido comportamientos de gendarmes, adoptaron un modo policial de existencia, empezaron a denunciar a sus propios vecinos por motivos absurdos, a exigir más mano dura, a festejar la caída en desgracia de algún jovencito, e incluso muchos empezaron a anotarse en las convocatorias para reforzar las filas de las legiones de la represión, situaciones que antes eran escasas o nulas en los barrios populares. Así como existe un sector de la comunidad que apoya y adora el verdugeo constante de los gendarmes, hay otro sector que resiste, que se niega a bajarles la mirada y que los enfrenta con la frente en alto, esos son, sobre todo, los adolescentes y jóvenes, tanto varones como mujeres, que si bien en número son los menos, su presencia constante en la calle los hace parecer una multitud. Son los adolescentes quienes más tiempo están fuera del hogar, lo que los convierte en blanco fácil para los represores, pero también son quienes menos temor tienen a la lucha cuerpo a cuerpo. Hace pocos días en La Gardel una jovencita se trenzó a golpes con otra muy joven gendarme, previo a la riña las contrincantes acordaron el protocolo; la piba del barrio pidió que sea mano a mano y gritó a los compañeros de su rival que no se metan, exigió que la gendarme se saque el chaleco y el cinturón, la uniformada aceptó, y pidió las mismas garantías al grupo que respaldaba a la joven vecina, también acordaron no agarrarse de los pelos ni patearse en el piso. La pelea fue bastante limpia, un empate técnico de puras piñas. Desde las ventanas de los monoblocks el público observaba en su mayoría en silencio.Pero no es lo habitual este choque mediado por los buenos modales, lo habitual es que la vida en estos barrios pareciera regir bajo toque de queda; pasó a estar casi prohibida la reunión, donde se ven a más de 3 personas juntas en una esquina no pasa mucho tiempo hasta que irrumpen los gendarmes a maltratar, y a aclarar, que si vuelven a hacer eso volverán a estar ahí. Se amparan en muchas de las cámaras de seguridad instaladas adentro de los barrios y villas mismas, al estar el centro de monitoreo adentro de los barrios, el control social no solo es muy eficaz, sino que por cuestiones de cercanía, permite una inmediatez que no existe ni siquiera en Capital Federal. Los niños juegan en los pasillos acostumbrados a ver pasearse efectivos armados como para la guerra, niños acostumbrados a ver como se llevan a algún familiar de los pelos por el simple hecho de estar parado afuera de su casa. No existen los feriados para esta forma de vida, pero los fines de semana la rabia recrudece; los gendarmes llegan adonde haya un cumpleaños, una “jodita”, adonde haya música fuerte o un grupo de amigos bebiendo, para cortar el mambo. Entonces surgen las escaramuzas, los jóvenes que aún no apagaron su rebeldía, que aún no se dejaron enfriar el alma popular, se le plantan a los gendarmes e inevitablemente terminan arrestados con unos cuantos golpes encima. El arresto se cumple en las mismas mini comisarias colocadas en los barrios desde la llegada de Cambiemos. Un gobierno que se aprovechó de la herencia de estos planes de seguridad para llevar a cabo más impunemente sus macabros lineamientos de mano dura. Gendarmería Nacional no es la única fuerza presente en los barrios, en algunos lugares del Gran Buenos Aires se reparten el control con la policía bonaerense, una fuerza que mantiene otros ritos y conductas en su relación con los habitantes. Muchos vecinos tienen mejor consideración por la policía. Afloran internas y micro-rivalidades entre las distintas facciones de la “seguridad”. Hace unos días atrás en la Villa Carlos Gardel hubo un partido de futbol entre jóvenes del barrio y policías, resultando ganadores estos últimos. En medio del juego aparecieron los gendarmes como en un acto de celos, como queriendo justamente marcar la cancha, a requisar a parte de los pibes que estaban observando la afrenta. Una vez que los verdes se fueron los pibes y los policías hacían chistes sobre ellos. Si la policía tiene que disparar a un vecino lo va hacer y efectivamente lo hacen, si tiene que encubrir a un colega gatillo fácil no habrá duda, pero a diferencia de la gendarmería es una fuerza de seguridad con una presencia más arcaica en los barrios, conocedora y parte de los códigos de los subsuelos de la marginalidad. Más allá de estas paradojas entre las fuerzas represoras, lo que resalta en la atmosfera de los barrios es la resignación absoluta de sus habitantes a tener que vivir así, en perpetua requisa, con la posibilidad del arresto siempre abierta, más allá de cometer un delito o no. Abruma el sentimiento de: “nos merecemos esto por vivir donde vivimos”.
Published on April 12, 2020 13:26
Puerta de entrada.
La agricultura es una magia ascética, austera, simple, que no contiene pasos innecesarios. Pero su simpleza no debe ser confundida con facilidad, se requiere estar atento y en seria comunión con datos duros de la naturaleza. El milagro puede ser observado en simultáneo a la sensación. Nunca hay que convencerse de haber arribado a la totalidad de la información. La agricultura invita a la terca y arrogante razón a que intente no experimentar siquiera el más microscópico de los movimientos en el ángulo más inmediato de una emoción. Hasta la persona más acostumbrada y aburrida de cultivar no puede evitar ser alcanzada por alguna chispa de esas estatuas verdes animadas creciendo. No se trata de respetar a la tierra, una palabra tan represiva y arcaica como respeto poco puede tener que ver con la anarquía de la tierra. La tierra no habla nuestro lenguaje, no entiende nuestros códigos pero descifra rápidamente nuestros supuestos enigmas. Por lo tanto si se cultiva cannabis en tímidos números al macho apenas descubierto hay que devolverlo a los infiernos. En caso de que la persona cultivadora esté dando sus primeros pasos o incluso momentos previos, como el primer gateo, es inevitable caer en la tentación de los placeres que brinda la soberbia. Nadie nace sabiendo, enseñan las tablas, la mayoría nos burlamos de esa advertencia. Ante el derrumbe de una verdad que considerábamos inmortal nuestra reacción cultural es presentar un recurso de amparo. Dilatar los tiempos hasta el juicio oral, elevar aún más la curva de la frente, espantar el brillo de la retina, secar las cejas. El no quiso escuchar a su novia cuando vino y le dijo que había que sacar al macho. Ella fue tierna para explicarle, el macizo, bruto, trucho en su cinismo. El macho siguió y siguió sacando semillas, se calcula que polinizó unas 27 plantas en un radio de 430 metros. Muchas de esas plantas dejaron sin mesías a la mayoría de los que esperaban una monarquía de cogollos. El siguió acompañando a su machito hasta el último de sus días y negándose a comprender la arbitrariedad de su infortunio decidió fumarse las hojas. No aceptó siquiera googlear. En soledad sometió su garganta a tormentosas picazones. Una vez que consumió todo decidió tomarse revancha y tiró a la basura todos los elementos y símbolos con algún tipo de relación con la planta que hasta ayer adoraba en fanáticos rituales. Su agresividad aumentó y su novia cortó la relación, pero él seguía con el pecho erguido y redoblaría la apuesta. En cuestión de meses se convirtió en un enemigo titánico del cannabis. Interviniendo en cuanta discusión, foro o meme se cruce por el camino. Con argumentos que competían en ridiculez y delirio aturdió el oído de sus amigos más cercanos, que también empezaron a suspender los vínculos con él. Pero no estaba solo, mientras más crecía su odio y su enojo más compañeros hallaba, que compartían su aversión a la marihuana. El sentía por primera vez estar involucrado en una causa justa, tanto lo habían acusado de egoísta que ahora se pasaba la semana entera yendo de reunión en reunion, siendo el primero en llegar y el último en irse. Hasta armó una página de Facebook llamada “La puerta de entrada”, luego con ese mismo nombre bautizaron a la asociación que en solo 1 mes llegó a juntar 300 solicitudes de socios y socias y en 3 meses 6.000. Empezaron a recibir apoyos oficiales de funcionarios y donaciones de sectores evangelistas. Su fama se incrementaba por minuto gracias a una carismática oratoria. Con una bolsa llena de leyendas llegó a pasearse por algún que otro micrófono mediático. Advertía de riesgos diabólicos a los padres aunque se defendía con supuestos criterios científicos. También se usaba como ejemplo, relatando en primera persona anécdotas de su antiguo vicio, exponía los malestares y horrores que sufrió por fumar cannabis, invitaba a que lo consuelen pero sobre todo a que lo perdonen. Los sábados a la noche se juntaban en su departamento sobre avenida Libertador a escabiar las personas más comprometidas de “La Puerta de entrada. Crearon canciones de protesta, procrearon, formaron familias entre varios de los integrantes. Todos se sentían parte de algo grande, algo que daba un sentido certero a sus vidas. La existencia ahora valía la pena. Casi nunca había disenso entre ellos, utilizaban la herramienta de la asamblea, y las votaciones transcurrían en calma y siempre con rápidas resoluciones. Exhibían una envidiable seguridad de sí mismos.Una tarde fría pero soleada de Junio se cruzó con ella, su ex, que caminaba con una sonrisa resplandeciente alrededor de la plaza donde se había juntado el grupo anticannabico a repartir volantes. Ella lo vio y lo saludó a la distancia, el no devolvió la gentileza. Ella sintió pena por él mientras daba el último beso a un grueso porro armado con las flores de su propia cosecha.
Published on April 12, 2020 13:24
La vida del miedo.
Un fantasma recorre nuestra sociedad y es el fantasma de los pibes chorros. Los resultados que arrojan todas las famosas encuestas de la Hegemonía cultural ubican al problema de la inseguridad a la cabeza de todos los males. El espectro de estos jóvenes faunos ya no solo atemoriza sino que ha modificado la vida misma de nuestras sociedades. La gente vive con miedo real. Todas sus conductas y costumbres pasaron a estar organizadas en torno a ese miedo. Las familias se gastan fortunas en adquirir equipos de seguridad, tanto tecnológicos (cámaras, alarmas) como humanos; es decir, los vigilantes, guardianes, etc. Pero ese miedo, no se agota en la definición clásica del diccionario que habla de una “Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o imaginario”. No es un miedo pasivo, que se queda a la espera del arribo de las bestias, es un miedo activo, que hace vivir, que fecunda motivos de conversación, que junta y une a las personas, que las ayuda a encontrar rápidamente un sentido existencial. Encuentran una razón para justificar sus días remodelando los cuidados para que no les roben algo. El peligro latente del “caco” los mantiene alertas, los hace pensar y sobre todo les ayuda a expresar y liberar emociones. Se manifiesta un odio visceral que se corresponde con un amor cada vez más grande hacia la propiedad y objetos de consumo. A más amor hacia las cosas más odio hacia quien pretenda quitármelas. Por eso podemos hallar todos los días en los muros de Facebook el relato de aquellos que cuentan a través de insultos y maldiciones que les fue robado su celular. Marcando su furia, exigiendo venganza.
Siempre se considera robo el robo directo de los objetos, pero pocos tienen en cuenta la planetaria administración delictiva que tutelan esos objetos. Pocos asignan con el mismo rotulo de robo a las cifras que debemos abonar cada mes a las compañías multinacionales que administran nuestros equipos telefónicos, los aumentos repentinos, los precios de servicios que supuestamente iban a ser unos y terminan siendo otros. No, la gente común como se dice, no puede ni quiere aceptar que eso es un robo, le buscan otro nombre, a veces corrupción, otras avaricia o ambición. Se justifica de mil maneras diferentes el hecho de que no podemos igualar y equiparar a los sujetos dueños de compañías, o al empresariado en general, con los pibes chorros. Quien escribe, sabe que al plantear este tema se somete al peligro de la malinterpretación nerviosa, y a ese grito ridículo de la ira ciudadana que inmediatamente si uno habla de estos problemáticas te bendice con frases del estilo: “Eso porque a vos no te robaron, espera que te roben y vamos a ver si seguís pensando lo mismo” “¿Qué, estás haciendo apología del delito?”. El rechazo, el silencio y la violencia que genera remarca su actualidad, afirma su urgencia y la profunda necesidad que tiene el campo intelectual de engordar el tamaño y la calidad de la bibliografía al respecto. Es un problema para nuestra sociedad que pocos pueden abordar este problema desde un lugar original. El sentido común y la dinastía mediática nos empujan a odiar a esos pibes, y es un odio ni siquiera productivo, que transforma a todos los análisis en balbuceos llenos de ira.
La mayoría de los llamados pibes chorros son aquellos que cometen delitos contra la propiedad y nunca o casi nunca cometen ataques del orden sexual. Se busca sobre todo sustraer el bien material. La mayoría de ellos se declaran delincuentes y el violador para sus códigos marginales es digno de desprecio y muerte. En cambio en el ámbito público el criterio moral de las masas frente al violador no suele ser el mismo con el juzga a los pibes chorros. Por dar un ejemplo; en el vagón de un tren una chica empieza a gritar que algún hombre está acosándola, es muy probable que muchas de las personas que viajen en ese momento no intervengan, y si lo hacen lo harán muy tímidamente. Muchas mujeres conscientes de esta indiferencia no se animan a estallar de furia cuando sufren todos los días estas aberraciones. En cambio sí alguien gritara que alguien le robó el celular todo el vagón, el tren (y los que esperan en la estación también), harán lo posible e imposible en capturar, linchar y si pueden despedazar al ladrón.
Linchar a un pibe chorro es una puerta hacia la redención, siente el ciudadano. Cree que así se transforma en un verdadero héroe moderno. No alcanza con decir que a esta situación se llega por la manipulación incesante de los grandes medios de comunicación, que necesitan de la inseguridad para generar contenidos y rellenar el tiempo al aire. La inseguridad como nos dijo Foucault se sabe ya hace décadas es una materia instalada en los medios como el clima o los deportes. Pero si imagináramos un panorama donde los medios dejan de existir, el sentimiento de odio y venganza que siente la población civil hacía los pibes chorros no decrecería en nada, se mantendría tal cual o se inventarían otros medios para exhibirlo y educar a las masas bajo la sombra del miedo. “Uno vive "del", "por", "con", "en contra" y "en favor del" delito, pero no son sin él” decía el gran Elías Neuman. También me resulta necesario aclarar que intento no pensar a los pibes chorros como simples chivos expiatorios del capitalismo o feroces consecuencias de la desigualdad del sistema. Marx, en su texto que nunca me cansaré de citar “Elogio al crimen”, resalta que el delincuente produce riqueza, tanto material como simbólica, por lo tanto si produce es causa más que consecuencia, es lo que produce, no el producto. Por eso es una presencia necesaria y fundamental para el armado de nuestra sociedad. Una pieza indispensable del rompecabezas. En el plano económico, siguiendo la reflexión de Marx, el pibe chorro es la razón del salario de múltiples y variadas disciplinas. Desde el policía al abogado, desde el trabajador social al psicólogo social y el psiquiatra, pasando por los periodistas de policiales a los empresarios que vendan sistemas de alarmas, todos están determinados conscientemente a la labor del pibe chorro. Y en el plano imaginario también es generador de empleo y una renovable materia prima, ya que son muchísimas las películas y series de televisión que desde un punto de vista ridículo, morboso e inverosímil viven abordando el tema de la delincuencia y la marginalidad. El público para obras artísticas que representen el mundo delincuencial no falta ni escasea, al contrario sobra. “Vuestra literatura, vuestras bellas artes, vuestras diversiones de sobre mesa celebran el crimen. El talento de vuestros poetas glorifican al criminal, que en la vida odiáis” decía con una precisión Jean Genet en su pequeño gran texto “El niño criminal”.
La figura del pibe chorro es imprescindible para el capitalismo, este es un correlato de aquel, una miniaturización de su esencia. La violencia del pibe es una representación menor de la violencia sistemática de dicho sistema. El pibe es una continuidad del orden, no una ruptura de este. Un sistema sustentado en el robo, organizado en base a la propiedad (que es el primer robo como decía Bakunin) un sistema donde se nos obliga a consumir, donde el prestigio, la felicidad y el placer son determinados por la capacidad adquisitiva y el capital simbólico, es decir por la cantidad de dinero que se posea o la cantidad de saber acumulado. Donde pocos dudan en exhibir opulentamente sus adquisiciones materiales y simbólicas frente a la miseria. Pero la violencia in-nata del capitalismo en todas sus formas es naturalizada por el ciudadano, no molesta, no se cuestiona, al contrario se defiende, se lucha por ella. Me pueden robar la fuerza de trabajo, la mayor parte de mi tiempo biológico, pueden sacarme mi trabajo, mi casa, pero un negro de mierda no puede robarme nada. El asaltado accede a una ira cósmica, sobrenatural. El robo sufrido los hace descubrirse a fondo. Gracias al pibe chorro el ciudadano se involucra en su realidad social, protesta, sale a marchar, convoca a otras víctimas como él, se reúnen, hacen pancartas, piensan consignas, logran modificar leyes etc. Otros gracias al delito sufrido se transforman en flamantes políticos profesionales.
Ahora es necesario hablar de los lugares de donde suelen salir esos pibes chorros. Vaya casualidad y aunque duela que la información sea tan evidente, la mayoría de ellos viven en villas miserias o barrios populares, quizás puede haber casos de pibes no provenientes de un ambiente de pobreza ni de estructuras familiares rotas, pero en la estadística ese número es irrisorio. Basta pegarse una vuelta por cualquier cárcel a realizar una encuesta y se encontrará con lo que todo el mundo sabe; a la cárcel van los que cometen delitos, sí, pero con la condición indisoluble de que sean pobres. Actualmente en esos espacios de donde provienen la gran parte de los pibes chorros encarcelados no hallaremos ningún síntoma de piedad por parte de la población de sus pares hacia ellos. Todo lo contrario, se lincha también a los pibes chorros, se los denuncia, se llama a la policía y se los apunta en la villa misma. Lo llamativo es que esos pibes chorros muchas veces son hijos o familiares directos de los denunciantes, que antes de intentar contener o escuchar las razones que tiene el pibe para salir a robar prefiere entregárselos a las fieras del universo penal.
¿Qué puede pensar alguien que pasa con el colectivo y ve una villa rodeada de patrulleros, perros, caballos, y hasta un helicóptero sobrevolando continuamente? ¿Qué se genera en el alma de los niños que crecen sumergidos en esas imágenes de decenas de efectivos exhibiendo sin pudor sus armas, cascos y tanquetas al lado de ellos? Los pibes chorros están abandonados hasta por su propia familia, son perseguidos y odiados por su propia aldea, que quizás eran los únicos y los últimos capaces de poder ayudarlo a que dejen el camino de las armas y la violencia. Ante toda una sociedad que los ubica en el lugar de la monstruosidad los pibes no hacen más que asumir su rol. Me recuerda a una frase de Iván el terrible II, la obra maestra realizada por Eisenstein, cuando en un momento Iván dice algo así; “Soy el que quieren que sea, ¿acaso no dicen de mí que soy terrible?, pues seré ese entonces”.
Lo que la sociedad, los gobiernos, las ciencias sociales parecen o simulan no entender, es que todas los pibes chorros no son ningunos monstruos ni cuerpos poseídos por el demonio que es necesario exorcizar. Son pibes que siguen la lógica del capital y su ilusión de acceso, seres determinados a nunca tener capital pero que tienen fe en él y en sus ofertas, como la mayor parte de la sociedad, que los medios para alcanzar los fines capitalistas (Comprarse cosas, tener éxito, ser respetado por la cantidad de posesiones, etc.) irremediablemente necesitan de la violencia. Los pibes quieren tener el lujo que les ofrece el sistema cómo único garante de placer. La manera que tendrán miles de jóvenes de nuestro país en subirse a un buen auto será robándoselo. Las alternativas para ellos como se sabe son los trabajos que nadie quiere hacer, siempre y cuando exista la demanda de esas tareas laborales. Los pibes de las villas también quieren bailar por un sueño, quieren el brillo de la fama de los futbolistas. La publicidad les dice que todos somos parte del mismo mundo, pero no todo el mundo vive en las mismas condiciones materiales.
El pibe chorro es una pequeña escala del gran capitalismo, una remake de bajo presupuesto de los grandes delincuentes, que nadie nunca ha linchado ni ha pensado en linchar. Por un lado está la derecha que solo propone como solución asesinar a esos pibes o bajar la edad de imputabilidad. Por el otro lado está la izquierda, que clásicamente los considera Lumpen-proletariat en un sentido despectivo, es decir como saboteadores de la conciencia de clase, traidores a la clase trabajadora, etc. Y luego está la tercera posición, la que cree que la solución es un tímido paternalismo más discursivo que tangible, ya que en los hechos luego también se los segrega, margina o se los trata como a monitos. Todas estas reflexiones en torno a los pibes chorros, parten de una premisa; anularles la voz y su fuerza subjetiva.
Muchos de los pibes chorros antes de serlo fueron niños de la calle. Nuestras vanguardias iluminadas afirman que detrás de los niños de la calle hay siempre un adulto manejándolo como un títere. Es la excusa predilecta para no brindar siquiera unas limosnas a esos niños de la calle. Pero si se investiga con seriedad uno se va encontrar que existen niños que ya no son niños, sino veteranos. Indudablemente existen adultos que se aprovechan de alguno de ellos por la diferencia de fuerza física. Pero hay cientos de niños de la calle que son autónomos y reyes absolutos de su realidad. “Más el joven criminal rechaza la indulgente comprensión, y la solicitud, de una sociedad contra la que acaba de rebelarse cometiendo su primer delito. Habiendo adquirido a los quince o dieciséis años, o antes, una mayoría de edad que los más valientes no tendrán ni siquiera a los sesenta, él desprecia su bondad” (Jean Genet).
Published on April 12, 2020 13:23
La espalda de una amistad.
Enojada la lluvia empezó a caer justo un momento después del último disparo. Un rayo hizo temblar toda la zona cuando el policía se acercó sin dejar de apuntar hacía el cuerpo tendido en el piso, de una elegante vereda de baldosas con forma de estrellas.-¿Está muerto?-. Preguntó su compañero desde el patrullero. Asintió con la cabeza, sin dejar de apretar firmemente su arma con las dos manos. Dio vuelta al cadáver para verle la cara a su víctima y casi el arma se le cayó de las manos, a quién había asesinado era a uno de sus mejores amigos de la primaria. Sintió un pequeño magnetismo que lo arrastraba hacía adentro, casi le gana la desesperación pero rápidamente encontró que su acción estaba justificada. El mismo clamor social era su respaldo. Pero desde las profundidades de su cabeza lo perturbaba un sonido. Pidió una ambulancia. Sus ojos no podían desclavarse de esos otros ojos ahora inertes y secos, de su viejo amigo. Recordó un dato que le pinchó la nuca, cumplían años con 3 días de diferencia, se agachó y como pudo prendió un cigarrillo, la lluvia ahora eran latigazos a causa del viento, fumó con fuerza para que no se apague. A su espalda su compañero lo quedó mirando desde el patrullero, no adivinaba pero intuía lo que estaba pasando. Gritó desde su lugar;-¿Lo conocías?-No, no lo conocía. Fui su amigo.Valentino y Tiziano vivían a menos de 50 metros de distancia en un barrio popular. Fueron a la escuela juntos y también compartieron algunos años de futbol infantil. Valentino era arquero, Tiziano un delicado 5. Una tarde de invierno, Tiziano, en el segundo recreo de la escuela tuvo problemas con la banda de Séptimo grado, 2 años más grandes que ellos. Cuando ya estaba acorralado, ya había recibido algunos cachetazos y un gigante estaba a punto de aplastarlo, apareció Valentino y en un salto le abrió la cabeza con una virgen de macizo yeso al gigante, que luego de unos pasos en falso perdió el conocimiento para el susto de todos. Al otro día Valentino era el personaje más aclamado de la escuela, mientras el líder de la banda de séptimo se quedó en su casa, avergonzado de aparecer con un moño blanco en su cabeza. Valentino fue suspendido 2 días, la virgen no sufrió un rasguño gracias a la calidad del material con la que estaba hecha. Ahora era respetado y querido por haber saltado en favor de un débil.Esa no había sido la primera vez que uno acudía en rescate del otro, elevada era la cantidad de peleas, de guerra de piedras contra enemigos del mismo barrio o que se cruzaban en alguna plaza. Pero no eran el clásico dúo de acero, se veían muy cada tanto por fuera del ámbito escolar. La disciplina familiar con la que era criado Tiziano lo impedía. Su padre era albañil y su madre empleada de limpieza. Ambos estrictos practicantes del evangelismo criaban al mayor de sus 3 varones con leyes de fuego. Pero no vivía en una burbuja, sabía manejarse muy bien en la calle y gracias a ir a karate desde chico tenía un comodín para manejarse en ese mundo. Valentino en cambio vivía bajo otros colores, era el mayor de 4 hermanos, único varón, y quedaba siempre al cuidado de las 3 niñas, ya que su padre estaba preso desde hacía mucho tiempo y su madre siempre se la rebuscaba trabajando de distintas cosas o saliendo a cirujear, aunque solía derrochar parte de su pequeño sueldo en el bingo. -Al menos tengo una relación rara con la suerte, hay gente que tiene solo relaciones malas con ella- Decía y no era una exageración, había días donde efectivamente le iba muy bien. A pesar de vivir en un pequeño rancho con techo de chapa, con solo 2 piezas y un improvisado piso de cemento, la casa contaba con algunos relucientes electrodomésticos, arribados después de alguno de esos momentos de buena suerte. Pero el azar y la contingencia eran luego del resultado favorable, en la incertidumbre o en la ausencia de la providencia pasaban meses enteros de arroz o de fideos hervidos, ya que también debían tratar de ayudar con lo que se podía a su padre enjaulado. Cuando Valentino cumplió 14 años no tuvo ningún regalo, no hubo para ninguna torta ni fiesta alguna. En sus pies había unas zapatillas muy gastadas y ambas con su pico ya descocido. Su mamá también cumplía, pero 6 meses de no conseguir un empleo. Habían vendido la mayoría de los electrodomésticos. Valentino había defendido a capa y espada al televisor, pero un incendio cerca había arruinado la conexión clandestina del cable. Así que como autoregalo de cumpleaños decidió venderlo. Con ese dinero alcanzó a comprarse unas zapatillas de imitación que a la semana se le habían roto. Quizás eso fue un quiebre. El desembarco en la pubertad, la adolescencia superior generaron en él una severa angustia. No supo soportar más la miseria de su casa que ahora ya no contaba con el consuelo de al menos contar con algunos aparatos. La suerte parecía haber renunciado indeclinablemente a volver a aparecer por la vida de su madre, que había empezado a gastar en alcohol los pocos ahorros cosechados a lo largo del tiempo. Valentino nunca fue de drogarse y tomaba muy poco alcohol, todo el dinero que conseguía en sus robos iba para renovar su vestuario, comprarse perfumes, sentir en algo la fragancia del capitalismo. Tiziano y Valentino estuvieron bastante tiempo sin verse ya que el segundo había dejado la escuela hace 2 años, recién se volvieron a encontrar cara a cara para los 15 de una amiga en común. Valentino vestía con ropa reluciente y recién comprada, Tiziano en cambio había ido con uno de los 2 o 3 vestuarios fijos que tenía. Sintió un poco de envidia al verlo al otro vestido así, además rápidamente se dio cuenta de donde había sacado la plata. Pero ya adentro bailaron, sonrieron y tomaron con genuina camarería. Al finalizar el cumpleaños una lluvia furiosa sorprendió a Tiziano mientras volvía caminando a su casa. Temblaba de frío, era otoño y había ido al cumpleaños en remera. Desde atrás apareció Valentino tirando corte en una moto. -¡Subí amigo que te llevo hasta el barrio! Tomá, ponete esta campera.Fue bendita esa aparición, estaban como a 30 cuadras del barrio y el diluvio hizo que Valentino tenga que hacer muchas maniobras jugadas subiendo y bajando de veredas, frenando incluso a veces para buscar refugio. En una de esas paradas, mientras observaban la furia del agua pinchando el asfalto, volvieron a recordar el día de la virgen abriendo la cabeza de ese Goliat del séptimo grado. Unas bellas carcajadas se mezclaron con las primeras sonatas de los pájaros. No se fueron a dormir, se quedaron ranchando en una esquina con otros pibes y pibas. Tiziano sacó de un bolsillo una bolsa de merca, se tomó un pase y le ofreció al resto, para su desgracia casi todos aceptaron, menos Valentino.-Esa mierda te arruina amigo, no sabía que tomabas, cuando se entere tu papá el pastor te va a matar- Reprochó molesto.-¿De quién te pensás que aprendí?- Valentino quedó perplejo, no podía relacionar la imagen de un adicto a la cocaína con la de ese padre severo, disciplinado, que parecía que hacía todo bien y se la pasaba sermoneando a todo al que cruzaba. Valentino no sabía que la inmaculada familia de Tiziano había comenzado a desintegrarse, ya no iban a la iglesia y la madre había abandonado a su padre, cansada de los golpes y las humillaciones. Valentino se fue a dormir, pero el resto se quedó en la esquina. Esa tarde lo detuvieron, porque en una de las razzias caminantes de la gendarmería por el barrio le encontraron dos balas, una en el bolsillo de un pantalón Adidas rojo, la otra en una de sus medias. “Es para la suerte” les dijo a los gendarmes. Pasaron 2 años de ese amanecer en la esquina hasta que Tiziano y Valentino se volvieron a cruzar. Fue en un colectivo. Valentino iba a comprarse ropa y Tiziano volvía con su bolsito de la academia de policía. -¡Te hiciste ortiva amigo!- Tiziano no era el mismo, sin mover un musculo de la cara le respondió;-Ningún ortiva amigo, un servidor de la comunidad-. Todo el colectivo escuchó esa frase y casi hubo un aplauso, lo miraron con pleitesía. Valentino se rio y un poco odió su alrededor. Antes de bajar Valentino con picardía le gritó a su amigo y a todo el colectivo;-¡Mirá que el uniforme no te borra que sos un villero!-. Esas palabras no hicieron ningún eco positivo en Tiziano, más bien todo lo contrario. Lo enfurecieron, le molestó que le recuerden de donde era en público, en los meses que llevaba de formación lo había ocultado a sus colegas, trataba de refinar su vocabulario, se esforzaba por formatear el pasado. Aunque no había dejado la merca, y según había escuchado de la mayoría de sus compañeros era una droga fundamental para su trabajo. Te mantenía despierto y alerta para las guardias largas y habituales de un oficial. Te daba adrenalina y hacía que todo sea menos aburrido. Sus padres se reconciliaron y una de las motivaciones fue la alegría de ver a su hijo con un uniforme. Iban los 3 juntos a la iglesia. Para su sorpresa el barrio recibió con brazos abiertos su profesión elegida. En los almacenes le regalaban mercadería, lo saludaban casi todos los vecinos, lo felicitaban, lo aconsejaban, aprovechaban cada vez que se lo cruzaban para denunciar y blasfemar contra otros. Más pibes del barrio y sus hermanos menores le siguieron el ejemplo y decidieron anotarse en la fuerza. A Valentino pasaron meses y no se lo cruzó.-Mató a un soldado de un transa y se tuvo que ir del barrio, él y toda la familia, le prendieron fuego la casa.- Le contó uno por ahí. El orden social de la villa había cambiado, ahora se adulaba a los policías y los transas eran los que tenían el poder real y simbólico. Todo al revés de como eran las cosas en su infancia.-¿Y sabes en que barrio anda?-Acá cerca.Ese jueves de otoño empezó con nubes y pequeños truenos que anunciaban una tormenta, la luz era opaca y la humedad espesaba todo. Tiziano y Valentino acababan de cumplir 20 años y ambos sentían que habían nacido para esto. Arriba del patrullero Tiziano era el copiloto, luego de unos mates y unas medialunas, el dúo policial aspiró cada uno por su lado tres fragmentos del veneno color nube. Por la radio avisaron que estén atentos a una moto negra, con “dos masculinos de 20 años aproximadamente, quien maneja lleva una campera Azul, posiblemente armados, vienen de hacer una salidera”. Prendieron las sirenas y el patrullero salió arando, como hacen los pibes chorros cuando se roban un auto. A las 5 cuadras casi chocan a la moto que buscaban, pero no eran 2, sino solo el que manejaba. Empezó una persecución. Ni 50 metros duró, cuando Tiziano que iba del lado del copiloto saco su arma reglamentaria por la ventana y empezó a disparar, los 3 tiros que salieron de su arma dieron en la espalda de Valentino a pesar que este iba por la vereda aprovechando su experiencia de contorsionista en la conducción de rodados. Tiziano, desde el comienzo de su formación, había demostrado una relación afectiva con la puntería. Valentino había descartado su arma con su compañero, quien también logró huir con el botín. Tiziano en ese momento no lloró, los vecinos de la cuadra que salieron y acudieron al lugar de los hechos empezaron a aplaudirlo y a expresar loas. Dos vecinos escupieron el cuerpo a la altura de la cara, una chica muy joven lo pateó para luego maldecir haber manchado sus relucientes zapatillas con la sangre del “malviviente”. Cuando Tiziano pudo después de todo, estar sin gente cerca, en el lecho del sueño, solo con la noche y los misterios, rompió en un llanto leve, le habrán caído como mucho 4 lagrimas. El detalle que lo atormentaba era haber matado a su amigo y que este justo lleve puesta en ese momento la campera con la que lo había salvado y asistido en el pasado, en otro día de lluvia furiosa. Tiziano a los pocos días fue recibido por el mismísimo intendente, lo ascendieron, se mudó de inmediato, se compró una muy buena moto y en su ropero ya tiene varias elegantes camperas.
Published on April 12, 2020 13:22
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