Roberto Cofresí's Blog

April 22, 2016

De Machuchal al Mundo


Se acabó. Me fui. En un 747 despegué. En un pájaro de acero lleno a capacidad volé por encima de mi barrio, desde Punta las Marías hasta la Avenida De Diego, y por ahí lo seguí. Le dije adiós al parque, a la escuela, a la acera rota y la brea caliente, al mar verde y a la arena blanca, a mis noches de playa y a los amigos míos y también a mi familia que tanto quiero. Adiós. Adiós desde las nubes donde solito me lleva esta guagua aérea que va rompiendo la cortina de nubes que esconde mi futuro. Pero, coño, estas sillas de avión sí que son incomodas, deja ver cómo me acomodo aquí sin darle un codazo al vecino. Hace como cinco horas en el aeropuerto de Isla Verde abrasé a mi mamá y le di un beso y le dije que la llamaba tan pronto aterrizara.

En Miami se bajaron casi todos los latinos y se montaron los americanos y hasta un par de vaqueros con sombrero y botas. Cuando despegamos de Miami, pedí una taza de café y ahí fue que empecé a comprender. Desde nene he tomado café por la mañana con mi abuela, mi abuela lo cuela en una media de gamuza bajo agua hirviendo y después ese liquido negro lo guarda en un potecito que se queda en la mesa. Entonces calienta la leche sobre la estufa y nos sirve una taza de leche caliente a cada uno. Yo agarro el potecito de café y le añado dos sorbitos a la leche, hasta que esta se vuelve ese color crema tan delicioso. Después, una cucharadita de azúcar y me lo tomo con galletas con mantequilla que cuando las remojo en el café se queda la mantequilla flotando en la taza, mmm, que rico. Pero eso se acabó, un sipi de ese Míster Coffee, y ya. A cuarenta mil pies de altura, en un asiento incomodo y apretujado, y con una taza de aguachirre frente a mi, entendí el futuro.

Para esto es lo que me estado preparando. El camino conocido termina aquí con esta taza de café. Ahora entro en el umbral del gran misterio. Ahora empieza la gran aventura. Ahora soy el explorador que siempre he soñado ser, y voy camino a descubrir los nuevos continentes de mi vida.

¿Y que es lo que quiero de mi futuro? Lo quiero todo. Quiero volcar un carro en California y salir sin un rasguño gracias a unos Hell's Angels que me van a dar la mejor demostración de porque nunca se debe juzgar a las personas por las apariencias. Quiero perderme sin una gota de agua en la Barranca de Cobre hasta que encuentre a un leñador que me lleve a un pozo en medio del bosque para probar de verdad la vida que nos da el agua, aunque sea agua sucia de pozo. Quiero estar toda la noche a la deriva en un barco con el motor dañado en el Golfo de Baja California hasta que otro barco nos encuentre y nos remolque hasta la orilla para saber lo que se siente caer de rodillas sobre la tierra y besarla con amor de hijo. Quiero cruzar las Montañas Rocosas llenas de hielo y nieve mientras me acecha una tormenta eléctrica y presenciar la majestad peligrosa del mundo. Quiero ir en búsqueda de una cascada escondida y terminar aprendiendo a vivir de lo que da la tierra con una familia de descendientes Coahuiltecos. Quiero tener música, arte, belleza, miedo, amor, tristeza, alegría. Quiero conocer a locos, a artistas, exploradores, aventureros, experimentadores, científicos y poetas de todas las esquinas del mundo, y con ellos quiero bailar, beber, dormir, y correr desnudo por la selva de la vida. Y quiero contarles a todos ellos sobre las penas y la alegrías de mi isla de Puerto Rico y mi barrio Machuchal.

Les podría seguir contando sobre todo lo que quiero hacer, pero ya estamos aterrizando. No se ni donde. ¿Cuantos años llevo viajando? ¿Cuantos cuentos he hecho? ¿Cuantas veces los he contado cada uno, una y otra vez, alrededor de fogatas, con cervezas en barras, parado en esquinas, sentados en comedores, acostados bajo las estrellas? No se, ni me importa tanto, el tiempo viene y se va y nos da vueltas en el coco, pero el maternal pañuelo nunca lo pierdo de vista, y el olor a salitre y la mancha de plátano y el canto del coquí siempre me acompañan, y ahora mismo, aquí mismito donde sea que estoy, este es el Barrio Machuchal, aunque estuviera en la luna.

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Published on April 22, 2016 11:24

April 15, 2016

El Tiempo



Jay y yo estamos al final de la calle, mirando al mar, sentados en las piedras grandes que pusieron frente a las casas para reducir la erosión del mar contra las casas. Es el final del verano, y en un par de días me voy para los Estados Unidos a estudiar. El mar está bravo, huele a bomba y sargazo. Un par de surfers esperan olas en la distancia. Jay me mira y me dice, ¿que tú haces con eso? ¿Que qué hago con qué? Eso, dice Jay, y apunta a mi reloj Casio digital. Es el mismo reloj que uso desde por lo menos sexto grado, tal vez antes. Plástico negro, con cronometro, alarma y se puede usar bajo el agua hasta una profundidad de 200 metros. Perfecto para las expediciones de snorkling en Culebra. Ese es mi reloj, le contesto. Jay me mira con la confianza que siempre tuvo y dice, un tipo como tú no debe usar reloj. ¿Un tipo como yo? Si, tú sabes, un tipo como tú, artista, músico, free spirit, tú sabes.

Desde niños aprendimos el reloj, el show de las doce, el noticiero de las seis, la novela de las siete. Vístete para la escuela que son las siete y cuarto y te vienen a buscar a las siete y media. Entrada a las ocho, merienda a las diez y veinte, timbre de salida a la una y media. La misa de las siete, la de las nueve, diez y once, a las seis los sábados. Llegamos tarde, llegamos temprano. ¿A qué hora es el matiné del Grand? ¿A qué hora abre Kasalta? ¿A qué hora cierra el correo? Sesenta segundos en un minuto, sesenta minutos en una hora, veinticuatro horas en un día, treinta o trentiún días en un mes (excepto febrero), doce meses al año, cien años en un siglo. Por los siglos de los siglos, amén.

No importa, los boricuas llevamos nuestro propio tiempo, no tenemos que seguir esas reglas.

Pero esas son las reglas, todos los segundos iguales, todos los minutos iguales, todas las horas, días, meses, años, siglos, todos iguales y el reloj mide que mide. El tiempo en una cajita. Un ñame. Tic toc. Así cualquiera.

Raitrú, loco, le digo a Jay. Y así mismo camino hasta la orilla del mar mientras me desabrocho el reloj. Me meto en el agua hasta la rodilla, agarro el reloj en la mano, y lo tiro lo más fuerte que puedo. El reloj hace un arco en el aire sobre el mar, y al llegar al punto más alto, para en seco. Así mismo, loco, a medio vuelo. Como un fotofinish en el hipodromo. Ahí mismo me tiro en mi cama con sábanas del Correcaminos bip bip, y me pongo a mirar mi colección de sellos. Tengo un sello de la Isla de Navidad, me pregunto si será Navidad todos los días, tal vez un día pueda ir. También quiero ir a Mónaco y a Umm al-Quwain (mas que nada por el nombre). Y aunque me gustaría ir a Niasalandia y a Río Muni, sé que es imposible porque esos países ya no existen. Desaparecidos, puf, como los segundos del reloj. Los que nacieron ahí, ahora no tienen país donde nacieron. Yo por suerte todavía tengo, pero es una lucha. Me pregunto qué tipo de país seremos en el año 2000. Pero para eso falta mucho todavía. Esto va a ser todo un magical msytery tour.

¿Mami, le puedo subir el volumen? Esta es mi canción favorita. ¿Y no era la del Walrus? me pregunta ella. Si, esa también, pero esta es mejor en el carro. ¡Roll up! Vamos a la biblioteca de San Juan en el Mustang Mach Uno color mostaza de mami. Parece un carro de carrera, con una franja negra sobre el bonete y todo. Me pregunto, si uno fuera bien rápido en un carro ¿podría ir más rápido que el tiempo? Como Supermán, que le da vueltas al mundo tan rápido que mueve los relojes para atrás. Voy a sacar dos libros más de Salgari. El tipo escribió más de setenta y me los quiero leer todos. Me hubiera gustado vivir en los 1800s, en un barco y tener todas esas aventuras en el delta del Ganges, o en Damasco, o en el Lago de Maracaibo. Yo con Wan Stiller, Carmaux, Moko y el Corsario Negro escapándonos en una chalupa a mitad de noche. Un grupo de soldados españoles nos está buscando. Gracias al Conde de Lerma que nos ayudó a escapar de la casa del notario donde estábamos escondidos. Ya que lleguemos al Rayo estaremos a salvo. ¿Oyes los manatíes cantando?

¡Flaco! ¡Ese es Mick Shagger cantando! ¡Lo reconozco en cualquier lugar, esa es una canción nueva! El Marcelo se excita fácilmente, pero no tanto. Estamos en los bleachers de San Jorge viendo un torneo de volibol, sentados en la parte más arriba de los bleachers, no conocemos a nadie allí. Marcelo me cae bien y a mi me gusta explorar así que ok. Loco ¿tu estas seguro? ¿Los Rolling Stones? Si, flaco, es inconfundible. ¿La oyes?

Oigo, y lo que oigo es el plop del reloj cayendo sobre las olas que rompen en la playa de la Gertrudis. Los pececitos se revuelan al sentir la maquinita electrónica acercarse. Vamos a Obregón que tengo que comprar comida para los peces, me dice mami. ¡Siii! Me encanta ir a Obregón en la Loíza, en esa tiendita no cabe ni una pecera más. ¿Mami, cuántos años tiene el óscar de Obregón? Ay bendito, ese óscar debe tener como treinta años, es viejísimo. Mis favoritos son los peces disco, cuando yo sea grande voy a tener peces discos. Por lo menos dos. Y neones. Bien cool. Mi pecera va a ser una discoteca. El disco es mi música favorita y mi pez favorito. Bueno, de los de agua dulce, de agua salada es el pez león. El pez león se ve cool, pero en verdad es súper venenoso y además invade a todos los sitios donde se mete, debería llamarse pez imperial o pez americano. Pero son de por allá de Indonesia. Cuando vaya a Malasia voy a ir a bucear y a ver un pez león, igual que Sandokán. ¡Al abordaje!

Y el reloj se reposa sobre el fondo del mar y en par de minutos esta completamente cubierto por la arena. Pero, tic toc, sigue marcando el tiempo por varios años más. La arena lo entierra y lo desentierra y las olas lo mueven de aquí a allá y de allá a acá. Vive en el mar marcando el tiempo para los peces que lo miran y se ríen. Hasta que un día por fin se le gasta la batería y el plástico se descompone y el metal se corroe y el reloj se convierte en arena, igual a la que usaban para marcar el tiempo hace siglos, y esa arena llega a la orilla donde un nene la recoge para hacer una bola de arena. ¡La mejor bola de arena del mundo!

Tengo sueño y me duermo y sueño en el futuro. Estoy casado y tenemos una máquina del tiempo. Es como un carro cualquiera, parece un volky medio destartalado. Mi esposa y yo nos montamos como si fuéramos a ir al cine o al colmado. ¿Quién es mi esposa? Le quiero ver la cara pero no puedo, lo que si se, es que en la máquina del tiempo vamos a ir diez años al pasado, exactamente diez años. Diez años hasta hoy mismito donde estoy yo con Jay hablando al final de la calle. O sea, dentro de diez años yo voy a estar casado y con un volky que viaja por el tiempo, y mi esposa y yo vamos de vacaciones a visitar a Puerto Rico en 1984. Vamos a verme a mí allí en la playa hablando con Jay, y después caminando hacia la orilla y mira como tiro el reloj al mar, que decisivo. Todo como si fuera una película, pero allí mismo estamos, mi esposa y yo, en trajes de baño, cómodos, sobre toallas de playa en la arena, viendo al reloj volar por el aire y caer sobre las olas. Y vemos a Roberto dar media vuelta y caminar hasta donde Jay está riéndose al final de la calle. Roberto camina hasta él y le dice ¿Viste que fácil? Ya, libre del tiempo. Loco, estoy súper ready para la universidad. Y se chocan la mano bien en alto. Y ahí me despierto del sueño, y es el año 2016 y me quedé dormido frente a la computadora escribiendo un cuento. Mi hija me despierta, papá, papá ¿qué día es hoy?






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Published on April 15, 2016 07:46

April 8, 2016

Mensaje en Botella

¿Cuantos años tienen que pasar para que más vale tarde que nunca se convierta en para tan tarde, mejor nunca? Perdón por no contestar tu última carta. Perdón. Muchas vueltas ha dado el mundo y muchas vidas he vivido desde esa última carta que hoy por fin contesto, demasiado tarde y sin esperanza de que llegue. Es un mensaje en una botella tirada en el mar del tiempo.

Aquel verano fue mi último verano viviendo en Puerto Rico. El verano empezó con el crucero de mi clase. Nos acabábamos de graduar y un grupo grande nos fuimos por cuatro días en barco a Santa Cruz, Santo Domingo y no recuerdo donde más. Fue la conclusión de trece años de escuela y una fiesta continua desde que zarpamos. El futuro empezaba en agosto y el verano era la gran pausa antes de empezar el largo viaje, como dice Alberto Cortez, solo de ida el pasaje.

En el crucero conocí a Blanca. Nos conocimos en el crucero y entre las conversaciones que tuvimos, me preguntó qué carro yo guiaba. Imagínate ¿carro, yo? Los únicos carros que había guiado eran el Datsun destartalao de mi abuela y el Hondita de mi abuelo que estaba un poco mejor, pero ni tanto. Yo miro a Blanca y de chiste le contesto, Pfft, mija, yo tengo dos carros, un Porsche y una Corveta, nunca se cual escoger. Hay un mundo donde un chamaquito de 17 años pude decir algo así sin estar chisteando, pero ese mundo ni me lo podia imaginar.

Después del crucero llamé a Blanca y la invité a salir. La fui a buscar en el Hondita de mi abuelo, y lo primero que me preguntó al montarse en el carro fue ¿Porque no me viniste a buscar en el Porsche? Ajajaja, me reí, pensando que estaba chisteando, pero inmediatamente me di cuenta que ella de verdad creía que yo tenía un Porsche y una Corveta. Le expliqué que yo no tenía ni carro propio, mucho menos un Porsche y este Hondita es el de mi abuelo que me lo presta de vez en cuando. Nunca he podido olvidar la cara de desilusión de la pobre Blanca. Esperaba que la viniera a buscar en un caballo blanco, y en vez me aparecí en un burro como Sancho Panza.

Pero todo tiene su rayito de luz. En el Hondita destartalao, Blanca y yo fuimos a una fiesta de una de sus amigas y allí te conocí. Un par de días después, vino el grupo completo de ustedes a visitar el área metropolitana y Blanca me llamó a ver si las podía llevar a pasear. Pues seguro que sí. Las paso a buscar como a las ocho, y las llevo a donde quieran.

Lo de a donde quieran no resultó exactamente según planeado. Sorprendentemente, lo recuerdo todo como si fuera ayer. Recuerdo que iban dos de ustedes en el asiento de al frente y no sé cuántas atrás. Todas apiñonás en el Hondita de mi abuelo.

No sé de donde yo saqué la botella de vodka pero tan pronto las recogí en Isla Verde la abrimos y empezamos a darnos shots. Tú sabes cómo eran las cosas. Felices de estar todos juntos y camino al Viejo San Juan y nada mejor para celebrar que un par de shots de vodka.

¿Tú te acurdas como fue que terminamos en el Castillito? Yo creo que camino a San Juan alguien dijo que nunca había ido, y pues, ah no, eso hay que remediarlo, pues pa'l Castillo de San Gerónimo. Ahí metí la pata de ir a la tiendita que había en la calle de entrada a comprar otra botella de vodka. La otra ya se estaba acabando. Y después de esa metía de pata, se me pasó la mano y como la vodka es media traicionera, de momento me encuentro vomitando directamente sobre el bonete de un carro. Uno deportivo, brillosito, acabadito de lavar y encerar. Un Porsche. En serio. Me acuerdo que justo después de vomitar, me sequé los ojos y vi el vómito escurriéndose por todo el bonete hasta el suelo y pensé, un fokín Porsche. Y en ese momento aparecieron Vitín y Lito, me vieron la cara de medio muerto que seguro tenia y el vomitado bonete y dijeron, Cofre, estas malito. Si, mano, balbuceé yo. Nos reímos todos, pero de verdad estaba bastante malito, tan malito que no podía guiar. Ahí fue que el resto del grupo hicieron como Cheo y se desaparecieron. Bien echo porque yo iba a estar desactivado un buen rato. Creo que los mismos Vitín y Lito le dieron pon a Blanca y tus otras amigas. Pero tú no te fuiste con ellas, tú te quedaste conmigo. Reclinaste el asiento del carro para que yo me recostara, me trajiste agua y después café y me secaste el sudor de la frente y me agarraste la mano y me la acariciaste. Yo te miraba entre el aguachirre de mis ojos y solo veía tu cariño.

Después de varias horas bajo tu cuidado en el estacionamiento del Caribe Hilton, me sentía mejor. Tu guiaste el Hondita hasta donde te estabas quedando con tus amigas y me preguntaste si estaba bien para guiar. Si, gracias a ti.

Que fácil se volvió todo. Salíamos de paseo por el pueblo, íbamos al cine, salíamos con amigos, o nos quedábamos en tu casa sentados en el sofá hablando hasta todas horas. El verano se volvió verano y el tiempo paró su marcha.

¿Te acuerdas cuando fuimos al Holiday Inn? Eso fue el día antes de irme. Momentos antes de que el tiempo empezara otra vez. El Holiday Inn tenía una discoteca bastante estéril, como pedida por catalogo. No había nadie, un piso de baile vacío, luces de colores y un disc jockey tocando los hits del día. Deniece Williams, Pointer Sisters, Madonna... nadie quería estar ahí, pero para nosotros era Xanadú. Un mundo mágico en otra dimensión. Bailamos por horas, tú y yo y las luces y la música. Cuando por fin cerraron te llevé a tu casa, nos dimos un beso y nos vemos ya mismo, me vas a hacer mucha falta, otro beso, te voy a escribir y otro beso, y al final me fui al aeropuerto a montarme en aquel avión, para aquel largo viaje.

Nadie hubiera podido prepararme para lo que se asomaba por el horizonte. El futuro acecha y el presente llama y pasan las olas del tiempo, algunas más grandes, otras más suavecitas, y a veces algunas vertiginosas que nos llevan de revolcón, vueltas y vueltas y más vueltas, y cuando por fin salgo a respirar, el mundo cambió. Estoy sentado en un dormitorio colegial, paredes de ladrillos, camas con marcos de metal, pienso en ti, en inglés, how I wish you were here, we're just two lost souls swimming in a fish bowl... y te escribo y por la ventana es un caleidoscopio de colores brillantes, y unicornios brincan sobre nubes de algodón y azúcar, y yo salgo por la ventana, volando con alas de papel hacia un mágico futuro.

Y el tiempo pasó. Pasó porque nunca paró. En tu última carta me dices que hace mucho que no te escribo. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuanto tiempo ha pasado?

Nunca boté ninguna de tus cartas. Las acabo de encontrar todas. Páginas y páginas. Hablan sin tener que leerlas, el papel, la letra, dibujos, comentarios, correcciones, como si las hubieras escrito ayer y yo las recibí hoy. Todas a la vez. Lindas, bellas cartas. He leído pedacitos aquí y allá, cada palabra vive en la página, cada palabra viva. Cada palabra, cada letra, una máquina del tiempo, del espacio, escrita con tu propia mano. Me transportan y te veo, y me veo, tan jovencitos, mira, mira como el futuro abre sus puertas...



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Published on April 08, 2016 11:39

April 1, 2016

El ��ltimo D��a de Clases


7:35am. Me levant�� antes de que sonara la alarma. Hoy es el ��ltimo de los ��ltimos d��as de clase. Parece que fue ayer cuando empezamos en el k��nder de Misis Ruiz con lloriqueos y crayolas y el ABC y visti��ndonos de pastores y reyes magos cantando Pastores a Bel��n, vamos con alegr��a. Diantre, eso hace trece a��os, y hoy es el ��ltimo d��a que vamos a asistir a esta escuela que nos has visto crecer, nos ha visto aprender a escribir y a leer, a jugar y a joder, a hacer asignaciones y recibir rega��os, a ser independientes y hacer amigos para toda la vida. ��Seremos amigos para toda la vida? Quien sabe, pero hoy tenemos el d��a de hoy, y este es el ��ltimo de nuestros ��ltimos d��as de clase en la Academia Santa Teresita.

Todos los a��os desde k��nder, a finales de mayo es babai a la escuela y despu��s en agosto volvemos. Pero esta vez no. Este es el ��ltimo ��ltimo d��a de clase, en agosto nada. En agosto los juniors van a ser seniors y nosotros vamos a corretear por el mundo, en carros, aviones, botes, bicicletas, a pie, como sea y como se pueda. Mira ese futuro que se expande y expande hacia el horizonte, ese es de nosotros. Ya no vamos a ponernos el uniforme, y llegar a la escuela con el segundo timbre a pedirle a Gisela una notita de excusa por llegar tarde. ��Gracias Gisela por siempre ser tan cool! Ya no vamos a joder en los pasillos entre clase y clase, ni a hacer chistes mientras cambiamos libros en los lockers. No vamos a hacer fila en la merienda para comprarle a Conchita una empanadilla de pizza y quemarnos la boca de lo caliente que est��, ni vamos a sentarnos en los bleachers de la cancha a jugar brisca o en las escaleras de la iglesia a hacer planes para el fin de semana. No vamos a contar los minutos hasta que suene el timbre de salida para salir corriendo del sal��n, adi��s Misis Caraballo, adi��s Padre Tom��s, adi��s Misis Gonzales, Misis Santiago, Doctor Garc��a, Labiosa, M��ster Sosa, adi��s a todos los maestros que nos ense��aron, algunos m��s, algunos menos, pero todos algo... Adi��s.

Cuando venga agosto no volvemos, pero no importa, todav��a nos queda un d��a mas, y lo vamos a gozar bien cabr��n broder.

Durante los primeros a��os de escuela elemental el ultimo d��a de clase no significaba casi nada, la escuela terminaba y empezaba y terminaba y empezaba y algunos d��as hab��a clase y otros d��as no, y no entend��amos muy bien el calendario ni lo que significaba pasar de un grado al otro y tener un verano completo sin clases.

Creo que fue como en cuarto grado cuando en verdad nos empezamos a dar cuenta de lo que significaba un verano completo sin escuela, con paseos a Boquer��n con Jay, al Verde o a Vieques con la familia, o correr bicicleta todo el d��a por el barrio, o d��as y semanas completas en la playa, acost��ndonos tarde, viendo televisi��n hasta la hora que quisi��ramos.

Yo hab��a visto los anuarios de mi mam�� cuando ella estaba en la escuela, librotes gordos de caratulas acojinadas y paginas brillosas, y lleno de mensajes y firmas de sus amigos en el ��ltimo d��a de clases. Nosotros en la elemental, no ten��amos, as�� que a falta de pan, galleta, a falta de anuario, camiseta. No recuerdo como empez�� la cosa, pero por ah�� por quinto grado se aparecieron Alina, Arlene, Sheryl y varias otras de las muchachas, pluma en mano y por favor f��rmame la camiseta. Esa fiebre de escribir en las camisetas se reg�� como fuego en sequ��a y por varios a��os, el ��ltimo d��a de clases estaba dedicado a llenar las camisetas de sobaco a sobaco con mensajes, dibujos y firmas de todos nuestros compa��eros de clase.

Yo llegaba a casa y me cambiaba la camiseta lo m��s r��pido posible y la escond��a en la ��ltima gaveta del gavetero debajo de todo. Por alguna raz��n, pensaba que a mi mam�� no le iba a caer bien que yo estuviera da��ando camisetas, aunque todos los a��os hab��a que comprarme nuevas por lo r��pido que crec��a. No hab��a raz��n, pero igual las escond��a. Hasta que un d��a mami fue a buscar algo en mi gavetero, y yo me paniqui�� y no quer��a que abriera la gaveta de abajo donde estaban las camisas firmadas.

��Mami, no, no abras la gaveta! ��Por favor! Mi mam�� se sorprendi��. ��Pero que es lo que t�� tienes ah�� que no quieres que yo vea? No es nada mami, pero por favor no mires. ��Qu�� tienes, magazines de mujeres? ��Noooooooooo! Y ah�� me di cuenta que el no decirle iba a ser peor. Abr�� la gaveta y mami se ri�� y yo me re��. Y nos re��mos juntos.

En sexto grado descubrimos la euforia. Lillian fue la primera maestra a la quien llam��bamos por su primer nombre. La adoramos. Nos trat�� de una manera diferente a todas las otras maestras que hemos tenido. Un poquito m��gica la relaci��n que formo con nosotros. Tan cool, que el ��ltimo d��a de clases nos dej�� hacer una monta��a de pupitres, si as�� mismo, una monta��a en medio del sal��n. Uno de los m��s grandes momentos de nuestra clase. Tal vez el m��s grande. Amontonamos los pupitres en el medio del sal��n y empezamos a a��adirle los libros y libretas mientras bail��bamos al rededor como si estuvi��ramos celebrando un ritual primitivo de crecimiento. Todav��a no puedo creer que Lillian confiara en nosotros lo suficiente como para permitir eso. Gracias Lillian. Si me preguntan, yo dir��a que ese fue el d��a que dejamos de ser un grupo de estudiantes y nos convertimos en una clase.

Dos a��os m��s tarde la euforia del ultimo d��a en la escuela elemental, result�� en lo que fue b��sicamente una revuelta (sin causa) estudiantil. Alguien trajo un bizcocho a clase y despu��s de un par de bocaos, fulano le tir�� bizcocho a mengano, y en un dos por tres, se form�� una guerra de bizcocho que r��pido se reg�� a los pasillos. Y cuando se acab�� el bizcocho, empezamos a rompernos las camisas con todas sus firmas y mensajes de amistad, y as�� mismo, medio salvajes, con las camisas desgarradas, entramos a la biblioteca y tumbamos los estantes de libros como si fueran fichas de domin��. Nos volvimos un torbellino que paso por aquel pasillo del tercer piso de un extremo al otro, desordenando todo lo que encontramos. Y al final bajamos por las escaleras de atr��s y salimos a la calle frente a la iglesia, sin camisetas, sudados, con comida en el pelo, y gritando como locos que se acababan de escapar del manicomio.

Al llegar a la escuela superior las cosas se tranquilizaron. Chicos y chicas nos integramos m��s, aparecieron algunas parejas y otros medio aparejados y los ��ltimos d��as de clase nos ��bamos a la playa a nadar, tomar cerveza y jugar volibol. Jug��bamos backgammon en la arena o habl��bamos y hac��amos cuentos y chistes. Pero este ��ltimo d��a es diferente, y co��o, que espaceo, mejor me voy a la escuela que ya mismo suena la campana. Hoy salimos temprano y no hay que ir en uniforme, solo un par de horas en la escuela gufeando y haciendo no s�� qu��, y despu��s nos vamos a la finca de Rey. ��A celebrar!

10:15am. Que despelote, aqu�� estamos api��onaos en la guagua de Rey camino a la finca. Al frente van Rey, Patri y Jorgito, y en la parte de atr��s Panchito, Boom Boom, Maf��z, Juan Carlos y yo. Con la neverita y ya abrimos una botella. No s�� ni donde es la finca, pero que importa, estoy con mis panas. Dale Maf��z, comparte la botella.

12:40pm. Paramos en las Pailas por un rato y all�� nos encontramos con Osvaldo, Oscar, Denise y otro bonche de gente de la clase. El Patri se resbal�� y baj�� media jalda de culo. La verdad que tratar de bajar y subir cuestas fangosas y piedras mojadas con par de tragos encima no es lo m��s sadubable del mundo. Oscar se tir�� de pie, sin miedo, como se tiran los chamaquitos que viven por all��, parao por la chorrera hasta llegar abajo. La velda que el tipo se las trae. Co��o, mejor ser�� que paremos a comer algo. Oye, no se olviden que tenemos que estar de vuelta a las seis para la misa de graduaci��n. Y mira ��Rey, para en los quioscos! ��El once de Lola!
Las Pailas2:30pm. Esta finca de Rey esta relaxisisisima. Me mand�� como seis bacala��tos y esdoy comomo nuevo. Qu�� clase de gufeo. Mera broder, dame otra bier. Diantre, mira como explot��. Cabr��n, las cosas no se tiran, pasa otra pero en la mano, animal. Ok, ok, le tomo una foto a la explosi��n. Buena idea traer la c��mara, he cogido un par de fotos s��per cooleas. Sobre todo el acshon shot de vomito a medio vuelo. Jajajaja. Esa foto va pal peri��dico. El titular: Proyectil de vomito mata vaca en el Yunque. Dale, dale, otra foto del grupo. Que salga el sapo ��el sapooooou!
La Finca y el Sapo4:05pm. Mano, esta playita de Playa Azul es lo que nezezib��bamos, dezpu��s del despletote en la finca, un buen chapuz��n da fuerrrrrrza. Co��o, Rey, gracias mi broder, gracias. Mano, te apuesto que en veinte a��os vamoa re��rnos de este d��a. Loco, y ��el crucero la semana que viene! ��Va estar brutalinski! ��Otro shot, Georgie! Ey ey, esp��ratele, vamo toel mundo, atenci��n, brindiskirakatiski. Dale Patri, di algo que t�� eres el que sabe dar discursos, practica el de graduazi��n. Ahora si creo que vamoa llegal talde a la mizzzzzzz... ��Ok, ok, no jodan que estoy despierto! ��Por la clase Santa Teresita 1984, los mejores amigos! Los mejorezezzzz!
Autoretrato en Playa Azul5:55pm. Me soltaron en casa, justo a tiempo para una ducha fr��a de gato y ponerme el gab��n. Mano, odio esto de gab��n. Si fuera por m�� me iba en traje de ba��o igual que llegu��. Pero aqu�� estoy, foto finish, mira a Rey llegando tambi��n, Panchito, Jorgito... Todos bonitillos y a tiempo. As�� se brega. Por favor, no lo intenten esto en sus casas sin la supervisi��n apropiada.

Vamos, Padre, que empiece la misa ya. ��A graduarnos!


Dedicado a Reynaldo QEPD.

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Published on April 01, 2016 19:37

El Último Día de Clases


7:35am. Me levanté antes de que sonara la alarma. Hoy es el último de los últimos días de clase. Parece que fue ayer cuando empezamos en el kínder de Misis Ruiz con lloriqueos y crayolas y el ABC y vistiéndonos de pastores y reyes magos cantando Pastores a Belén, vamos con alegría. Diantre, eso hace trece años, y hoy es el último día que vamos a asistir a esta escuela que nos has visto crecer, nos ha visto aprender a escribir y a leer, a jugar y a joder, a hacer asignaciones y recibir regaños, a ser independientes y hacer amigos para toda la vida. ¿Seremos amigos para toda la vida? Quien sabe, pero hoy tenemos el día de hoy, y este es el último de nuestros últimos días de clase en la Academia Santa Teresita.

Todos los años desde kínder, a finales de mayo es babai a la escuela y después en agosto volvemos. Pero esta vez no. Este es el último último día de clase, en agosto nada. En agosto los juniors van a ser seniors y nosotros vamos a corretear por el mundo, en carros, aviones, botes, bicicletas, a pie, como sea y como se pueda. Mira ese futuro que se expande y expande hacia el horizonte, ese es de nosotros. Ya no vamos a ponernos el uniforme, y llegar a la escuela con el segundo timbre a pedirle a Gisela una notita de excusa por llegar tarde. ¡Gracias Gisela por siempre ser tan cool! Ya no vamos a joder en los pasillos entre clase y clase, ni a hacer chistes mientras cambiamos libros en los lockers. No vamos a hacer fila en la merienda para comprarle a Conchita una empanadilla de pizza y quemarnos la boca de lo caliente que está, ni vamos a sentarnos en los bleachers de la cancha a jugar brisca o en las escaleras de la iglesia a hacer planes para el fin de semana. No vamos a contar los minutos hasta que suene el timbre de salida para salir corriendo del salón, adiós Misis Caraballo, adiós Padre Tomás, adiós Misis Gonzales, Misis Santiago, Doctor García, Labiosa, Míster Sosa, adiós a todos los maestros que nos enseñaron, algunos más, algunos menos, pero todos algo... Adiós.

Cuando venga agosto no volvemos, pero no importa, todavía nos queda un día mas, y lo vamos a gozar bien cabrón broder.

Durante los primeros años de escuela elemental el ultimo día de clase no significaba casi nada, la escuela terminaba y empezaba y terminaba y empezaba y algunos días había clase y otros días no, y no entendíamos muy bien el calendario ni lo que significaba pasar de un grado al otro y tener un verano completo sin clases.

Creo que fue como en cuarto grado cuando en verdad nos empezamos a dar cuenta de lo que significaba un verano completo sin escuela, con paseos a Boquerón con Jay, al Verde o a Vieques con la familia, o correr bicicleta todo el día por el barrio, o días y semanas completas en la playa, acostándonos tarde, viendo televisión hasta la hora que quisiéramos.

Yo había visto los anuarios de mi mamá cuando ella estaba en la escuela, librotes gordos de caratulas acojinadas y paginas brillosas, y lleno de mensajes y firmas de sus amigos en el último día de clases. Nosotros en la elemental, no teníamos, así que a falta de pan, galleta, a falta de anuario, camiseta. No recuerdo como empezó la cosa, pero por ahí por quinto grado se aparecieron Alina, Arlene, Sheryl y varias otras de las muchachas, pluma en mano y por favor fírmame la camiseta. Esa fiebre de escribir en las camisetas se regó como fuego en sequía y por varios años, el último día de clases estaba dedicado a llenar las camisetas de sobaco a sobaco con mensajes, dibujos y firmas de todos nuestros compañeros de clase.

Yo llegaba a casa y me cambiaba la camiseta lo más rápido posible y la escondía en la última gaveta del gavetero debajo de todo. Por alguna razón, pensaba que a mi mamá no le iba a caer bien que yo estuviera dañando camisetas, aunque todos los años había que comprarme nuevas por lo rápido que crecía. No había razón, pero igual las escondía. Hasta que un día mami fue a buscar algo en mi gavetero, y yo me paniquié y no quería que abriera la gaveta de abajo donde estaban las camisas firmadas.

¡Mami, no, no abras la gaveta! ¡Por favor! Mi mamá se sorprendió. ¿Pero que es lo que tú tienes ahí que no quieres que yo vea? No es nada mami, pero por favor no mires. ¿Qué tienes, magazines de mujeres? ¡Noooooooooo! Y ahí me di cuenta que el no decirle iba a ser peor. Abrí la gaveta y mami se rió y yo me reí. Y nos reímos juntos.

En sexto grado descubrimos la euforia. Lillian fue la primera maestra a la quien llamábamos por su primer nombre. La adoramos. Nos trató de una manera diferente a todas las otras maestras que hemos tenido. Un poquito mágica la relación que formo con nosotros. Tan cool, que el último día de clases nos dejó hacer una montaña de pupitres, si así mismo, una montaña en medio del salón. Uno de los más grandes momentos de nuestra clase. Tal vez el más grande. Amontonamos los pupitres en el medio del salón y empezamos a añadirle los libros y libretas mientras bailábamos al rededor como si estuviéramos celebrando un ritual primitivo de crecimiento. Todavía no puedo creer que Lillian confiara en nosotros lo suficiente como para permitir eso. Gracias Lillian. Si me preguntan, yo diría que ese fue el día que dejamos de ser un grupo de estudiantes y nos convertimos en una clase.

Dos años más tarde la euforia del ultimo día en la escuela elemental, resultó en lo que fue básicamente una revuelta (sin causa) estudiantil. Alguien trajo un bizcocho a clase y después de un par de bocaos, fulano le tiró bizcocho a mengano, y en un dos por tres, se formó una guerra de bizcocho que rápido se regó a los pasillos. Y cuando se acabó el bizcocho, empezamos a rompernos las camisas con todas sus firmas y mensajes de amistad, y así mismo, medio salvajes, con las camisas desgarradas, entramos a la biblioteca y tumbamos los estantes de libros como si fueran fichas de dominó. Nos volvimos un torbellino que paso por aquel pasillo del tercer piso de un extremo al otro, desordenando todo lo que encontramos. Y al final bajamos por las escaleras de atrás y salimos a la calle frente a la iglesia, sin camisetas, sudados, con comida en el pelo, y gritando como locos que se acababan de escapar del manicomio.

Al llegar a la escuela superior las cosas se tranquilizaron. Chicos y chicas nos integramos más, aparecieron algunas parejas y otros medio aparejados y los últimos días de clase nos íbamos a la playa a nadar, tomar cerveza y jugar volibol. Jugábamos backgammon en la arena o hablábamos y hacíamos cuentos y chistes. Pero este último día es diferente, y coño, que espaceo, mejor me voy a la escuela que ya mismo suena la campana. Hoy salimos temprano y no hay que ir en uniforme, solo un par de horas en la escuela gufeando y haciendo no sé qué, y después nos vamos a la finca de Rey. ¡A celebrar!

10:15am. Que despelote, aquí estamos apiñonaos en la guagua de Rey camino a la finca. Al frente van Rey, Patri y Jorgito, y en la parte de atrás Panchito, Boom Boom, Mafúz, Juan Carlos y yo. Con la neverita y ya abrimos una botella. No sé ni donde es la finca, pero que importa, estoy con mis panas. Dale Mafúz, comparte la botella.

12:40pm. Paramos en las Pailas por un rato y allí nos encontramos con Osvaldo, Oscar, Denise y otro bonche de gente de la clase. El Patri se resbaló y bajó media jalda de culo. La verdad que tratar de bajar y subir cuestas fangosas y piedras mojadas con par de tragos encima no es lo más sadubable del mundo. Oscar se tiró de pie, sin miedo, como se tiran los chamaquitos que viven por allí, parao por la chorrera hasta llegar abajo. La velda que el tipo se las trae. Coño, mejor será que paremos a comer algo. Oye, no se olviden que tenemos que estar de vuelta a las seis para la misa de graduación. Y mira ¡Rey, para en los quioscos! ¡El once de Lola!
Las Pailas2:30pm. Esta finca de Rey esta relaxisisisima. Me mandé como seis bacalaítos y esdoy comomo nuevo. Qué clase de gufeo. Mera broder, dame otra bier. Diantre, mira como explotó. Cabrón, las cosas no se tiran, pasa otra pero en la mano, animal. Ok, ok, le tomo una foto a la explosión. Buena idea traer la cámara, he cogido un par de fotos súper cooleas. Sobre todo el acshon shot de vomito a medio vuelo. Jajajaja. Esa foto va pal periódico. El titular: Proyectil de vomito mata vaca en el Yunque. Dale, dale, otra foto del grupo. Que salga el sapo ¡el sapooooou!
La Finca y el Sapo4:05pm. Mano, esta playita de Playa Azul es lo que nezezibábamos, dezpués del despletote en la finca, un buen chapuzón da fuerrrrrrza. Coño, Rey, gracias mi broder, gracias. Mano, te apuesto que en veinte años vamoa reírnos de este día. Loco, y ¡el crucero la semana que viene! ¡Va estar brutalinski! ¡Otro shot, Georgie! Ey ey, espératele, vamo toel mundo, atención, brindiskirakatiski. Dale Patri, di algo que tú eres el que sabe dar discursos, practica el de graduazión. Ahora si creo que vamoa llegal talde a la mizzzzzzz... ¡Ok, ok, no jodan que estoy despierto! ¡Por la clase Santa Teresita 1984, los mejores amigos! Los mejorezezzzz!
Autoretrato en Playa Azul5:55pm. Me soltaron en casa, justo a tiempo para una ducha fría de gato y ponerme el gabán. Mano, odio esto de gabán. Si fuera por mí me iba en traje de baño igual que llegué. Pero aquí estoy, foto finish, mira a Rey llegando también, Panchito, Jorgito... Todos bonitillos y a tiempo. Así se brega. Por favor, no lo intenten esto en sus casas sin la supervisión apropiada.

Vamos, Padre, que empiece la misa ya. ¡A graduarnos!


Dedicado a Reynaldo QEPD.

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Published on April 01, 2016 19:37

March 25, 2016

Un Centro de Amor y de Instrucci��n


Jefe, tan pronto termine de comer, venga a mi oficina que tengo que hablar con usted.

M��ster Sosa quiere hablar conmigo. ��Y en la oficina!

Te jodiste, Flaco, me dice Marcelo ri��ndose. Mejor echa a correr ahora y tal vez te salvas. Para eso le diste tantas vueltas a la iglesia.

Estamos terminando el noveno grado, primer a��o de escuela superior, sentados en los bleachers de la cancha bajo techo, hora de la merienda, comiendo empanadillas de pizza y coca cola. Yo tratando de encontrar como decirle a Marcelo que las cosas tienen que cambiar, pero no se ni como empezar.

Llevamos a��o y pico d��ndole duro al jangueo sin rocheo y no podemos seguir as��. Las cosas est��n poni��ndose complicadas. Marcelo esta empezando a tener problemas con los maestros en la escuela, y como si eso fuera poco, Mariel me dijo que los pap��s de ella le dijeron que tuviera cuidado con nosotros. Imag��nate, preocupando a pap��s, eso no me gusta nada. Marcelo es mi mejor amigo, pero algo tiene que cambiar. Los problemas que vienen por ah�� ya se ven bien baja nota. Co��o, esto de crecer es una jodienda, y ahora M��ster Sosa quiere hablar conmigo.

M��ster Sosa es nuestro maestro de educaci��n f��sica y coach de todos los deportes masculinos en la Academia. Un tipo legendario. Mi mam�� me cont�� que cuando ella estaba en la Academia las maestras eran todas monjas, hasta que lleg�� M��ster Sosa, el nuevo maestro de matem��ticas. Primer maestro que no era ni mujer, ni monja. Mami dice que todas las muchachas inmediatamente se enamoraron de ��l, el ��nico hombre en toda la Academia (no, los padres Carmelitas no cuentan).

Despu��s de un par de a��os M��ster Sosa cambi�� de matem��tica a educaci��n f��sica y coach de deportes. Fue coach de mis t��os y de mis primos, y de todo el que pas�� por la Academia. Llev�� a la Academia a muchos campeonatos.

Yo lo conoc�� en primer grado cuando empezamos clases de educaci��n f��sica y la cancha era al aire libre y de brea dura y negra. Nos ense���� a hacer jumping jacks, push-ups, sit-ups, mi favorito - dar vueltas de carnero en unos colchones azules, a driblear la bola de baloncesto de un lado al otro de la cancha, a tratar de subir la soga, a jugar pelota con bate y bola de pl��stico y a correr vueltas y vueltas y mas vueltas alrededor de la iglesia.

Con Misis Caraballo y Misis NameyPero yo no soy muy atl��tico que digamos. Tal vez por eso siempre le he tenido miedo a M��ster Sosa. Adem��s el tipo tiene un car��cter brutal comparado con las maestras que he tenido. En la escuela elemental las maestras son todo amor y alegr��a. Me enamore de Misis Morales en primer grado y de Misis Namey en tercer grado. Bueno en tercer grado tambi��n estaba Misis Caraballo, no la que es principal ahora, sino otra Misis Caraballo que ten��a fiebre de hacernos escribir 100, 500, 1000 veces "no voy a hablar en clase". Hasta yo, que era de los m��s calladitos y timido, tuve que llenar libretas con esa maldita frasecita. Pero con todo y eso, no le ten��a miedo, solo que me ca��a mal.

Pero M��ster Sosa me da miedo. La vez que Rodney, como en segundo grado, se meti�� en un locker de los grandes y alguien le dio una patada a la puerta y la meti�� para adentro y el pobre Rodney se qued�� estoquea�� y M��ster Sosa tuvo que venir con una palanca para abrir el locker y al salir agarr�� a Rodney por la oreja y bien serio le dice ��Jefe, usted se cree Houdini? Despu��s nos reiamos de eso, pero yo nunca quer��a estar en la posici��n de Rodney.

Juan Carlos era el que se pasaba d��ndole vueltas a la iglesia. M��ster Sosa lo castigaba casi todos los d��as, por no driblear bien o por correr fuera de orden o por hacer cualquier tonter��a que hacen los nenes chiquitos. Jefe, dele diez vueltas a la iglesia. Tal vez por eso es que Juan Carlos ha salido tan buen corredor de larga distancia. A mi que ni me viera.

Porque, como ya dije, yo de atl��tico no tengo nada. De chiquito siempre me escog��an de los ��ltimos para los equipos en educaci��n f��sica. No pod��a subir la maldita soga ni con gr��a, mis push-ups me hac��an reir a m�� mismo y lo ��nico que pod��a hacer m��s o menos bien era driblear la bola porque en casa hab��a un canasto y ten��amos bola de baloncesto. Pero b��sicamente yo siempre he sido un flaquito debilucho y cabez��n y prefiero leer comics y o��r discos de los Beatles, que estar metido en ning��n l��o de competencias atl��ticas.

A M��ster Sosa no le perd�� el miedo ni siquiera en tercer grado cuando empec�� a jugar baloncesto. No s�� ni porque me met�� a jugar baloncesto, pero creo que era como cierta obligaci��n porque aparentemente yo iba a ser alto. Y si uno es alto tiene que jugar baloncesto. Si tuviera un vell��n por cada que vez que alguien me ha preguntado si juego baloncesto, tendr��a por lo menos diez pesos. Pues me met�� al baloncesto y jugaba mal��simo, le ten��a terror a que la bola me diera en la cara (que me dio varias veces) o a caerme y destrozarme las rodillas contra la brea (que tambi��n pas�� varias veces). Ya en esa ��poca hab��an hecho la cancha bajo techo, pero no s�� porque, nosotros practic��bamos en una cancha detr��s de la iglesia que daba a la Calle Tapia y que todav��a es de brea. Pero m��s miedo que la bola o la brea le ten��a a M��ster Sosa, as�� que me fajo lo mejor que puedo y ni pa'lla miro.

Ya despu��s en quinto grado vino Willie que fue asistente de M��ster Sosa y se encargaba de los equipos de la escuela elemental mientras Sosa bregaba con los de la superior. Empezamos a practicar en la cancha bajo techo y Willie era buena gente y podiamos gufear con el. Tan bajito como nosotros, pero s��per prenzao, y bregaba con nosotros como si fuera otro muchacho, hasta tiraba chistes y se re��a, algo que nunca le hab��a visto hacer a M��ster Sosa. As�� que por varios a��os M��ster Sosa pas�� al trasfondo.

Y ahora que empec�� la escuela superior, tengo a M��ster Sosa de coach otra vez. Pero eso no me preocupa tanto. Ya yo soy grande, ya mismo cumplo quince. Mi mam�� se mud�� a Europa y yo vivo en casa de mis abuelos. Me levanto solo por la ma��ana, me hago mi propio desayuno, cereal, huevos revueltos, tostada, y me voy a la escuela en mi skateboard, y al salir despues de la practica de baloncesto, hago lo que me da la gana. Entro y salgo a la hora que quiera. La ��nica regla que me dieron es que sea respetuoso con su casa. Que si iba a hacer loqueras, las hiciera en la calle.

Ok, pues a la calle a hacer loqueras. Y as�� ando por la calle, con pelo largo, un jacket de Playero que no me quito ni aunque la temperatura llegue a 98, pantalones de la escuela o traje de ba��o y chancletas de cuero o tenis Converse Chuck Taylors. Me las paso por la calle con Marcelo en el skateboard o de playa en playa, en Flipperland, acampando por toda la isla, realengo, haciendo lo que quiera, a mi gusto. Pero siempre soy respetuoso, y siempre me ocupo de mis estudios y saco buenas notas y no busco problemas con nadie. Pero las cosas se est��n poniendo complicadas. Primero con los problemas de Marcelo, despu��s con lo de Mariel y los pap��s, y ahora M��ster Sosa me llama a su oficina. Solo con o��r ese "jefe" me vuelvo un nene de primer grado que no puede subir la soga. Ya me van a mandar a darle vueltas a la iglesia.

Pero, esta bien, termino mi empanadilla, me aprieto la correa, cruzo la cancha bajo techo como si fuera a mi funeral, hasta llegar a la oficina de M��ster Sosa y toco a la puerta de metal.

Entre, dice M��ster Sosa. Estoy hecho un manojo de nervios. La oficina es chiquita y estrecha, suficientemente grande para tener un escritorio y la silla frente al escritorio. Jefe, si��ntese ah��.

***
M��ster Sosa me dio sendo discurso. Sin enojarse, sin alzar la voz, sin castigos, nada de lo que me esperaba. Me hablo directamente, serio, pero sin presi��n, como si yo fuera el adulto que me cre��a ser. Me habl��, como se dir��a, sin pelos en la lengua. Pero no me hizo sentir mal, al contrario, todo lo que me dijo, ya yo lo ten��a pensado. No fue tanto lo que me dijo, sino como me lo dijo. No como a un nene, no me mand�� a darle vueltas a la iglesia ni hacer push-ups. Me dijo lo que el pensaba sobre las decisiones que yo estaba por tomar. Jefe, usted decide.

Sal�� de su oficina m��s seguro que nunca de m�� mismo y nunca m��s le he tenido miedo ni a M��ster Sosa ni a ninguna de las muchas complicaciones que nos tira la vida. Ese discursito estuvo bien dado. Gracias M��ster Sosa.



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Published on March 25, 2016 19:44

Un Centro de Amor y de Instrucción


Jefe, tan pronto termine de comer, venga a mi oficina que tengo que hablar con usted.

Míster Sosa quiere hablar conmigo. ¡Y en la oficina!

Te jodiste, Flaco, me dice Marcelo riéndose. Mejor echa a correr ahora y tal vez te salvas. Para eso le diste tantas vueltas a la iglesia.

Estamos terminando el noveno grado, primer año de escuela superior, sentados en los bleachers de la cancha bajo techo, hora de la merienda, comiendo empanadillas de pizza y coca cola. Yo tratando de encontrar como decirle a Marcelo que las cosas tienen que cambiar, pero no se ni como empezar.

Llevamos año y pico dándole duro al jangueo sin rocheo y no podemos seguir así. Las cosas están poniéndose complicadas. Marcelo esta empezando a tener problemas con los maestros en la escuela, y como si eso fuera poco, Mariel me dijo que los papás de ella le dijeron que tuviera cuidado con nosotros. Imagínate, preocupando a papás, eso no me gusta nada. Marcelo es mi mejor amigo, pero algo tiene que cambiar. Los problemas que vienen por ahí ya se ven bien baja nota. Coño, esto de crecer es una jodienda, y ahora Míster Sosa quiere hablar conmigo.

Míster Sosa es nuestro maestro de educación física y coach de todos los deportes masculinos en la Academia. Un tipo legendario. Mi mamá me contó que cuando ella estaba en la Academia las maestras eran todas monjas, hasta que llegó Míster Sosa, el nuevo maestro de matemáticas. Primer maestro que no era ni mujer, ni monja. Mami dice que todas las muchachas inmediatamente se enamoraron de él, el único hombre en toda la Academia (no, los padres Carmelitas no cuentan).

Después de un par de años Míster Sosa cambió de matemática a educación física y coach de deportes. Fue coach de mis tíos y de mis primos, y de todo el que pasó por la Academia. Llevó a la Academia a muchos campeonatos.

Yo lo conocí en primer grado cuando empezamos clases de educación física y la cancha era al aire libre y de brea dura y negra. Nos enseñó a hacer jumping jacks, push-ups, sit-ups, mi favorito - dar vueltas de carnero en unos colchones azules, a driblear la bola de baloncesto de un lado al otro de la cancha, a tratar de subir la soga, a jugar pelota con bate y bola de plástico y a correr vueltas y vueltas y mas vueltas alrededor de la iglesia.

Con Misis Caraballo y Misis NameyPero yo no soy muy atlético que digamos. Tal vez por eso siempre le he tenido miedo a Míster Sosa. Además el tipo tiene un carácter brutal comparado con las maestras que he tenido. En la escuela elemental las maestras son todo amor y alegría. Me enamore de Misis Morales en primer grado y de Misis Namey en tercer grado. Bueno en tercer grado también estaba Misis Caraballo, no la que es principal ahora, sino otra Misis Caraballo que tenía fiebre de hacernos escribir 100, 500, 1000 veces "no voy a hablar en clase". Hasta yo, que era de los más calladitos y timido, tuve que llenar libretas con esa maldita frasecita. Pero con todo y eso, no le tenía miedo, solo que me caía mal.

Pero Míster Sosa me da miedo. La vez que Rodney, como en segundo grado, se metió en un locker de los grandes y alguien le dio una patada a la puerta y la metió para adentro y el pobre Rodney se quedó estoqueaó y Míster Sosa tuvo que venir con una palanca para abrir el locker y al salir agarró a Rodney por la oreja y bien serio le dice ¿Jefe, usted se cree Houdini? Después nos reiamos de eso, pero yo nunca quería estar en la posición de Rodney.

Juan Carlos era el que se pasaba dándole vueltas a la iglesia. Míster Sosa lo castigaba casi todos los días, por no driblear bien o por correr fuera de orden o por hacer cualquier tontería que hacen los nenes chiquitos. Jefe, dele diez vueltas a la iglesia. Tal vez por eso es que Juan Carlos ha salido tan buen corredor de larga distancia. A mi que ni me viera.

Porque, como ya dije, yo de atlético no tengo nada. De chiquito siempre me escogían de los últimos para los equipos en educación física. No podía subir la maldita soga ni con grúa, mis push-ups me hacían reir a mí mismo y lo único que podía hacer más o menos bien era driblear la bola porque en casa había un canasto y teníamos bola de baloncesto. Pero básicamente yo siempre he sido un flaquito debilucho y cabezón y prefiero leer comics y oír discos de los Beatles, que estar metido en ningún lío de competencias atléticas.

A Míster Sosa no le perdí el miedo ni siquiera en tercer grado cuando empecé a jugar baloncesto. No sé ni porque me metí a jugar baloncesto, pero creo que era como cierta obligación porque aparentemente yo iba a ser alto. Y si uno es alto tiene que jugar baloncesto. Si tuviera un vellón por cada que vez que alguien me ha preguntado si juego baloncesto, tendría por lo menos diez pesos. Pues me metí al baloncesto y jugaba malísimo, le tenía terror a que la bola me diera en la cara (que me dio varias veces) o a caerme y destrozarme las rodillas contra la brea (que también pasó varias veces). Ya en esa época habían hecho la cancha bajo techo, pero no sé porque, nosotros practicábamos en una cancha detrás de la iglesia que daba a la Calle Tapia y que todavía es de brea. Pero más miedo que la bola o la brea le tenía a Míster Sosa, así que me fajo lo mejor que puedo y ni pa'lla miro.

Ya después en quinto grado vino Willie que fue asistente de Míster Sosa y se encargaba de los equipos de la escuela elemental mientras Sosa bregaba con los de la superior. Empezamos a practicar en la cancha bajo techo y Willie era buena gente y podiamos gufear con el. Tan bajito como nosotros, pero súper prenzao, y bregaba con nosotros como si fuera otro muchacho, hasta tiraba chistes y se reía, algo que nunca le había visto hacer a Míster Sosa. Así que por varios años Míster Sosa pasó al trasfondo.

Y ahora que empecé la escuela superior, tengo a Míster Sosa de coach otra vez. Pero eso no me preocupa tanto. Ya yo soy grande, ya mismo cumplo quince. Mi mamá se mudó a Europa y yo vivo en casa de mis abuelos. Me levanto solo por la mañana, me hago mi propio desayuno, cereal, huevos revueltos, tostada, y me voy a la escuela en mi skateboard, y al salir despues de la practica de baloncesto, hago lo que me da la gana. Entro y salgo a la hora que quiera. La única regla que me dieron es que sea respetuoso con su casa. Que si iba a hacer loqueras, las hiciera en la calle.

Ok, pues a la calle a hacer loqueras. Y así ando por la calle, con pelo largo, un jacket de Playero que no me quito ni aunque la temperatura llegue a 98, pantalones de la escuela o traje de baño y chancletas de cuero o tenis Converse Chuck Taylors. Me las paso por la calle con Marcelo en el skateboard o de playa en playa, en Flipperland, acampando por toda la isla, realengo, haciendo lo que quiera, a mi gusto. Pero siempre soy respetuoso, y siempre me ocupo de mis estudios y saco buenas notas y no busco problemas con nadie. Pero las cosas se están poniendo complicadas. Primero con los problemas de Marcelo, después con lo de Mariel y los papás, y ahora Míster Sosa me llama a su oficina. Solo con oír ese "jefe" me vuelvo un nene de primer grado que no puede subir la soga. Ya me van a mandar a darle vueltas a la iglesia.

Pero, esta bien, termino mi empanadilla, me aprieto la correa, cruzo la cancha bajo techo como si fuera a mi funeral, hasta llegar a la oficina de Míster Sosa y toco a la puerta de metal.

Entre, dice Míster Sosa. Estoy hecho un manojo de nervios. La oficina es chiquita y estrecha, suficientemente grande para tener un escritorio y la silla frente al escritorio. Jefe, siéntese ahí.

***
Míster Sosa me dio sendo discurso. Sin enojarse, sin alzar la voz, sin castigos, nada de lo que me esperaba. Me hablo directamente, serio, pero sin presión, como si yo fuera el adulto que me creía ser. Me habló, como se diría, sin pelos en la lengua. Pero no me hizo sentir mal, al contrario, todo lo que me dijo, ya yo lo tenía pensado. No fue tanto lo que me dijo, sino como me lo dijo. No como a un nene, no me mandó a darle vueltas a la iglesia ni hacer push-ups. Me dijo lo que el pensaba sobre las decisiones que yo estaba por tomar. Jefe, usted decide.

Salí de su oficina más seguro que nunca de mí mismo y nunca más le he tenido miedo ni a Míster Sosa ni a ninguna de las muchas complicaciones que nos tira la vida. Ese discursito estuvo bien dado. Gracias Míster Sosa.



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Published on March 25, 2016 19:44

March 18, 2016

Por Una Medianoche


Todos los caminos llegaban a Pagán. Si salíamos de noche, eventualmente terminábamos en Pagán. Centro Cervecero, la marginal del Condado, Viejo San Juan, eventualmente: Pagán. Dunbars, Loíza Station, eventualmente: Pagán. Concierto en el Coliseo o el Hiram Bithorn, Cheap Trick, Peter Frampton, Cindi Lauper, quien fuera, ya te lo sabes: Pagán. Adonde nos llevara la pata suelta que teníamos, tarde o temprano terminábamos en el truck de Pagán matando monchis con una medianoche o un sándwich de bistec y una coca cola.

Pagán fue el primer truck de comida que yo tuve el placer de patrocinar, allá por el 1981 y por varios años después. Los sándwiches que hacia curaban de todo mal. Una medianoche después de la media noche, o un bistec al amanecer curaba corazones rotos, euforia, bobera, mala suerte, fufúes, mal de ojo, dolores de cabeza, estomacales, delirio, pavera, mal humor, de to. Como brujería.

Pagán parqueaba su truck frente al colmado que había sido Grand Union, después Pueblo, después no sé qué, y ahora creo que es un Súper Max. Hasta que saliera el sol. Tan pronto cerraba el colmado, el parking se transformaba en comivete nocturno servicarro vacilón de última hora. Nereidas calle. Generaciones anteriores habían tenido Las Nereidas, un restaurante en el cuchillo de la Ashford y la Magdalena en el Condado que estaba abierto 24 horas y si lo pedias, te traían la orden al carro. Un lugar histórico y legendario que siempre me sonó como la versión Casablanca de Pagán. O como dije antes, Pagán era una versión "calle" de las Nereidas. To el mundo estaba en Pagán en algún momento, comiendo un sándwich o esperando por uno, mira, ahí esta Filo, de palique con algún pana, y allá están Pachín y Gato sentados contra el carro ya medio explotaos, y más allá Néstor mandándose unos últimos refuerzos para coger impulso hasta la casa. Gente llamándose de un lado al otro, discusión por aquí, abrazos por acá, el fin, el último bocao de la noche, y como decía el conejito, Que triste cuando se acaba.

Pero antes de acabarse, un despelote más, en el parking de Grand Union. Y en el medio de ese despelote se alza Pagán en su truck blanco como si fuera un ángel en su ángel-mobíl, flotando a par de pies sobre la brea del parking, y esparciendo sándwiches benditos a los pecadores que con bocas abiertas los esperábamos. Maná del cielo.

Pero Pagán no era un tipo muy angelical que digamos, era más como una estrella de merengue, o disc jockey de discoteca, tal vez de Julianas o Neons, no no no, ¡Peggy Sue! Una súper estrella en su truck, el show de cierre. Delantal blanco, bigotito, pelo al estilo mulet - corto por delante pa'l negocio y largo por atrás pa'la fiesta. Y por siaca, los jheri curls a to fuete. Se parecía a Wilfrido Vargas pero hincho. Soy más superestrella que Wilfrido, decía. ¿Mami que será lo que quiere el negro? ¡Lo que quiere es una medianoche con extra pepinillos! Así se tiraba los chistes, hablando con tres personas a la vez mientras hacía tres sándwiches, saluda a Pancho que acaba de llegar, cobra dos órdenes, otro chiste, pan, jamón, pernil, pepinillo, otro chiste, mostaza, salió, vuelve, otro, ¿viste lo que pasó en el programa de Charitín? Cuatro pesos. Suave. Vaya Flaco, ¿Medianoche? Un genio el tipo. No lo hacía solo, su esposa e hijo lo ayudaban preparando, cobrando, pasando refrescos, servilletas, lo que hubiera que hacer, pero la estrella era Pagán.

Esta noche en particular, Mafúz, Panchito y yo salimos. Mi abuelo me presto el Hondita Accord plateado que tenía y por ahí nos fuimos. Hicimos todas las paradas, Centro Cervecero, marginal, San Juan, Neons, y después de vuelta por el Condado par de paradas, Shannan's Pub hasta llegar a Dunbars en la McLeary.

La barra de Monas se había convertido hace poco en Dunbars y había cogido auge. Entre Kasalta y la Maria Moczo, era la única barra que había en la McLeary y solo a par de bloques de mi casa. La vez que se me perdieron los espejuelos en la playa y no podía guiar a ningún sitio, todavía podía caminar hasta Dunbars a darme la cervecita aunque no sabía quién era que me estaba hablando. ¡Estaba ciego!

En Dunbars la escena estaba hevi. To el barrio estaba allí y mitad de varios otros barrios adyacentes. To el mundo dándose el trago y comiendo nachos. Prendío. El área de atrás con billar siempre era lo último en llenarse así que pa'lla apuntamos. Con permiso, con permiso, entre el gentío, hola, besito, hola ¡Georgie! saludos, con permiso, un medio empujón, abrazo, empujón, hola, hola, empujón y medio, besito, hola, y por fin llegamos a la ventanita de atrás, coño. Pedimos nuestras cervezas y nos fuimos al billar.

Después de un par de horas jugando billar y jangueando en Dunbars, ya lo saben porque se los dije antes. No hay que avisarlo porque era inevitable. Pagán. Dale Mafúz, Panchito, vamos a darnos un Pagán. No titubean. A culcul las cervezas y nos montamos en el carro. Imagínense que poder tenían esos sándwiches que yo estaba a dos bloques de mi casa, a las tres o cuatro de la mañana, pero igual quería esa medianoche. En el Hondita seguimos por la McLeary hasta el Parque Barbosa, le dimos la vuelta al parque, Último Trolly, y subimos por la Guerrero Noble y al llegar a la Laurel, nos encontramos frente a frente con Rey y Patri en la guagua de Rey. Era de madrugada y no había ni un alma por eso lares. Rey tenía su truck azul gigantesco con un camper blanco atrás donde podía vivir cómoda una familia de cuatro. Esa máquina la reconocíamos donde fuera.

Toque de bocina, señas con los brazos. Nos vieron. Ey Cofre ¿van a Pagán? Loco, hay una medianoche que me está llamando, digo yo. Mafúz hace con las manos como que se está comiendo un sándwich y babeándose, se limpia con una servilleta invisible. Eso, dice Rey, no te me cueles en fila que yo voy antes que tú. Y con eso la chilla y sale a la millas por la Laurel camino a Isla Verde.

Bueno, aquí tengo que hacer un paréntesis. Aunque no lo crean, yo no soy, ni de loqueras, ni de carreras en carro. Como decía el Chapulín, todos mis movimientos están fríamente calculados. Pero qué carajo, juventud, cuna de errores, no había carro por ningún lado, eran las cuatro de la mañana y yo tenía hambre. Además yo sabía el atajo perfecto para llegar más rápido. Así que salí detrás de Rey por la Laurel a ver si podía llegar antes que él. Di un corte por la calle Almendro para evitar la luz de Punta Las Marías, y a la izquierda en la Loíza. Pero cuando llego a la calle Doncella para virar, me doy cuenta que Rey había cortado por la Bucaré y nos encontramos frente a frente otra vez. Nos miramos uno al otro como duelo en película de vaqueros y nos reímos. Y así mismo nos metimos los dos por la Doncella que por suerte estaba vacía, yo por el carril de ida y Rey por el de vuelta. Y pisamos los carros. Como bólidos por la calle, que trate de cruzar ningún gato.

La Doncella cruza la Júpiter y se convierte en la calle Venus, Amalia vive a par de calles. Debe estar durmiendo, pienso yo. La Venus llega a la Neptuno y ahí tiene un sendo badén inter-galáctico, como si fuera un agujero negro en el espacio. El truck de Rey, cuatro por cuatro con shock absorbers reforzados rebota en el badén y sigue sin problemas, pero para mí era ya muy tarde para frenar, solté el acelerador y agarre el guía tan fuerte como pude, los nudillos blancos, y le avise a Mafúz y a Panchito como hacía mi abuelo ¡Aprieten el fuiche! Y ¡acangana! El cantazo retumbó por la calle. Se desfondó el carro, pensé yo. Pero no, las gomas no se explotaron, el tren no salió volando, no se destartaló nada, y lo seguimos.

La calle Venus en esa época cruzaba hasta la parte de atrás del supermercado, era la entrada medio secreta para llegar hasta Pagán. Llegamos un poco sobresaltados, pero nada serio. Rey y Patri ya estaban en fila pidiendo sus sándwiches. Yo me bajé y miré el carro por abajo. Estaba goteando un líquido, no era gasolina, creo que es aceite. Si aceite, confirmó Panchito. Pero yo de carros no era muy experto. Fuimos y pedimos nuestros sándwiches, gufeamos un rato, comimos y ya por fin, llegó la hora de irse a dormir.

El mundo cambia su ritmo después del Pagán. Ahora está todo tranquilo. Hay paz en el mundo aunque sea por un par de horas. Las estrellas brillan, la brisa refresca, el murmullo del mar mientras pasamos por el Trolly se combina con el ronroneo del Hondita por la carretera vacía. Todo está en orden. Entramos por la Cacique, la camita llama a dormir. Cuando de momento, horror de horrores, uñas de hojalata desgarrándose contra una pizarra de hierro mohoso. El carro da cuatro pasos y no va más. Lo pongo en parking, lo pongo en drive, y el horrible sonido otra vez. El carro se fue al carajo. Coño, puñeta.

Mafúz, Panchito y yo empujamos el carro los cuatro bloques hasta treparlo en la acera frente a casa. Gracias, mano, si no es por ustedes, lo hubiera tenido que dejar en la Cacique. Buenas noches. Y Mafúz pa su casa, Panchito pa su casa, y yo a dormir.

Un par de horas después me levante muy a pesar mío, y le fui a decir a Pachu lo que le había hecho a su Honda. Me sentía como un idiota. Estábamos sentados al borde de su cama en su cuarto. Mi abuelo no se enfadó. Esas cosas pasan, me dijo. Tu error fue guiar el carro sin aceite. Ese fue el único regaño que me dio. Un cantazo así y tu vez que el carro está botando aceite, no lo puedes guiar pa-ra na-da. Lo dijo así, con énfasis en la última oración. Allí lo tenías que haber dejado. Y ahí me di cuenta del gran abuelo que me gastaba.


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Published on March 18, 2016 03:58

March 11, 2016

Los Babil��nicos - de la Loza


En el 1997 cuando viv��a en Nueva York, me lleg�� una carta de Ganso. A Ganso lo hab��amos conocido Diane y yo cuando pasamos el verano de 1995 en Guadalajara. Lo conocimos caminando por las calles vestido con pantalones y camisa de cuero negro y con rastas rubias que le llegaban casi hasta la cintura. El tipo era una visi��n de rebeld��a, un chileno trasplantado a M��xico, fiel al sue��o de Bol��var y al rock en espa��ol. Juntos caminamos por todo Guadalajara y juntos le tiramos piedras al carro que nos di�� un tortazo y nos tumb�� al piso y se fue a la fuga (por suerte el ��nico da��o que nos hizo fue el susto). Nos quedamos en su apartamentito un par de d��as, y al irnos yo le di mi direcci��n en Houston y no volv�� a o��r de ��l hasta ese d��a que el correo de Houston me reenvi�� la carta que el hab��a mandado a mi vieja direcci��n.

Cuando nos fuimos de Guadalajara, yo le regal�� a Ganso, entre otras chucher��as, un casete de Los Babil��nicos que ten��a. En la carta que acababa de recibir, el me dec��a que se lo hab��a prestado a unos amigos que estaban sacando un magaz��n de m��sica rock y quer��an llamarme para hacerme una entrevista y hablar sobre Los Babil��nicos.

Los Babil��nicos era la banda que hab��amos formado Enrique, Cesar y yo all�� por el 1982 en la escuela superior, la Academia Santa Teresita. Desde la primera vez que o�� los discos de los Beatles de mi mam��, hab��a quedado hipnotizado con la m��sica rock, y cuando llegu�� a noveno grado, decid�� que quer��a tocar bater��a. En verdad la bater��a es el motor de la m��sica rock sin la cual no se mueve su locomotora. Yo ten��a una bater��a de juguete que alguien me hab��a regalado, pero estaba ya media destruida. Pues consegu�� una ruta de peri��dico y trabaj�� todo un verano repartiendo el San Juan Star por el barrio desde la King's Court hasta la Elena y con el dinero que me gan�� me compr�� una bater��a Yamaha blanca con todos los hierros. Entonces me fui a coger clases de m��sica a Villa Piano en la Ponce de Le��n, detr��s de la Universidad de Sagrado Coraz��n. Por otro lado, mi abuelo Pachu me ofreci�� el uso de un cuartito que hab��a al lado del garaje. Me ayud�� a forrarlo con cartones de huevos para que afuera no se oyera el esc��ndalo que iba a formar, y ah�� tuve mi cuartito de m��sica. Me pas�� horas all�� metido oyendo m��sica con los aud��fonos y tocando la bater��a hasta que se me explotaban las ampollas en las manos y no pod��a m��s.

Mientras tanto, un d��a en la escuela, la maestra tuvo que salir del sal��n por no s�� qu�� raz��n. Cesar y yo aprovechamos y empezamos a tocar los pupitres como si fueran tambores, cuando de momento, Enrique empieza a cantar con una voz de tenor que nos dej�� a todos deslumbrados. Y encima de eso estaba improvisando unas letras muy buenas. La cosa tuvo tanto ��xito que empezamos a hacerlo en cualquier momento que encontr��bamos y eventualmente decidimos juntarnos en el cuartito de m��sica en casa a ver qu�� pasaba.

Ya para ese entonces yo tambi��n hab��a aprendido un poco de guitarra. En casa hab��a una guitarra con una cuerda que mi t��o hab��a dejado atr��s. Con esa ��nica cuerda empec�� a aprender a tocar. Por meses estuve tocando solo con una cuerda, aprendiendo la linea del bajo de la canci��n 25 or 6 to 4 de la banda Chicago. Hasta que por fin me di cuenta que necesitaba el resto de las cuerdas. Fui a Villa Piano, compr�� un set completo de cuerdas y se las puse. Entonces fui a la escuela y le ped�� a Carlos, a quien una vez hab��a o��do tocar Stairway to Heaven, que por favor me ense��ara a tocar esa canci��n. Carlos, muy generoso, accedi��, y all�� nos sentamos durante muchas meriendas hasta que por fin aprend�� la canci��n, Despu��s de eso pude empezar a aprender por mi cuenta oyendo a otros tocar.

En el cuartito de mi casa, Enrique, Cesar y yo empezamos a practicar. Aunque yo lo que sab��a era solo un par de acordes en la guitarra, era el ��nico que pod��a tocarla. As�� que Cesar usaba mi bater��a, Enrique cantaba y yo tocaba la guitarra. Ah�� le pusimos m��sica a varias de las canciones que hab��amos escrito en la escuela y escribimos un par m��s. Un d��a decidimos hacer una grabaci��n. H��ctor ten��a una cocolera que grababa casetes as�� que lo llamamos a que viniera a hacer de productor. Ese d��a estaba jangueando Osvaldo y tambien sale haciendo una aparici��n especial en la grabaci��n.

Despu��s, hicimos una caratula con una fotocopia de una foto que yo ten��a del hotel Normandy, le pusimos A Naufragar, hicimos algunas copias y lo pasamos por ah��, y poco a poco crecimos en popularidad en la escuela. Todo culmin�� en el talent show del 1984 cuando tocamos en tarima por primera y ��nica vez. Mi amigo Rafy, a quien yo hab��a conocido en Villa Piano, y quien ya era un m��sico hecho, se nos uni�� para ese show con su bajo. Mientras tanto, Enrique se busc�� un teclado Casio de bater��as y tan peque��o que casi le cab��a en la palma de la mano. Nos vestimos de pantal��n azul y camisa blanca y tocamos nuestro hit Fuego y un par de canciones m��s como si el mundo estuviera en llamas. Recuerdo a Enrique brincando por todas partes y pas��ndose el teclado por el pelo como si fuera una peinilla haciendo sonidos psicod��licos, a Cesar entregao y a to flete en la bater��a, a Rafy sonre��do de oreja a oreja como quien dice, con que locos me he juntado, y a las chicas de la escuela gritando como si fu��ramos los Beatles. Fue un gran d��a.

La presentaci��n termin��, nos graduamos, y yo me fui a Houston a la universidad. No s�� ni por qu��, pero me llev�� varias copias del casete, y una de esas copias termin�� en manos de Ganso en M��xico y de ��l pas�� a manos de los j��venes que estaban empezando el tal magaz��n.

Cuando recib�� la carta de Ganso, yo le escrib�� de vuelta y le mand�� mi tel��fono. Que me llamen cuando quieran, le dije. Tambi��n le mand�� un casete del segundo disco de Los Babil��nicos, de la Loza, que hab��amos grabado diez a��os despu��s del primero. En este, H��ctor toc�� las congas como si fueran una bater��a, Jos�� Emilio y Ram��n (hermano de Enrique) tocaron bajo, Enrique cant�� y yo toqu�� la guitarra y grabamos cinco canciones y un par de loqueras. Y aunque lo hab��amos grabado en el 1993, no lo terminamos hasta justo antes de yo recibir la carta de Ganso en el 1997. As�� que le mand�� uno con la carta y me olvide del asunto.

Imag��nense mi sorpresa cuando casi un a��o m��s tarde, me lleg�� por correo una copia del magaz��n La Crema. El magaz��n lo perd�� hace a��os en una de las mudanzas de un sitio a otro, y no he podido encontrar en ning��n lugar prueba de que este magaz��n existiera. Tal vez lo so����. Pero si fue un sue��o, fue un sue��o muy vivo. Lo le�� varias veces y en sus p��ginas descubr�� un mundo de m��sica nueva.

El magaz��n tendr��a unas 30 p��ginas y estaba escrito a maquinilla e impreso en papel como de comic. En la portada ten��a una foto en blanco y negro de Rub��n Albarr��n, el cantante de Caf�� Tacuba, y abajo dec��a "��Qui��n es?" Se refer��a al art��culo principal escrito por Pepe LePerdido (todo el magaz��n estaba escrito por individuos con nombres obviamente inventados). El tal Pepe investigaba la identidad del cantante de Caf�� Tacuba quien hasta ese entonces hab��a usado un nombre diferente en cada producci��n del grupo. El Se��or LePerdido aparentemente anduvo por todas las barras y recovecos de Guadalajara con esa foto de Albarr��n investigando como si fuera un detective, y concluy�� que el cantante de Caf�� Tacuba era un producto de su propia imaginaci��n.

Adem��s de ese art��culo, hab��a varios art��culos sobre grupos que jam��s hab��a o��do. Hab��a uno sobre Los Saicos (de Per��) de los cuales qued�� enamorado sin haber o��do ni una nota (serian varios a��os antes de que pudiera encontrar algunos de sus discos). Tambi��n hab��a un art��culo sobre el grupo La Revoluci��n de Emiliano Zapata que dec��a que tocaban rock en espa��ol en ingl��s (porque cantaban en ingl��s) y otro sobre el grupo Toncho Pilatos (el mejor nombre) que tambi��n era rock en espa��ol aunque no se les entend��a en que idioma estaban cantando.

Tambi��n hab��a una entrevista con Julio Haro Gracia, de la banda El Personal, una rese��a sobre un concierto de un grupo de ska llamado Oveja Negra, y varias rese��as de discos nuevos. Entre ellos uno de Cuca (El Cuarto de Cuca), uno de La Dosis (Radio Acapulco), otro de Garagilos (Historias Fuera de este Mundo) y para gran sorpresa m��a, que casi me caigo de culo cuando lo vi, hab��a una rese��a de nuestro disco, del disco nuevo de Los Babil��nicos, de la Loza.

Por suerte, en alg��n momento antes de perder el magaz��n yo hice una copia de la rese��a, tal vez para mand��rsela a alguien, aunque creo que nunca la mand��. Pero gracias a esa copia estrujada, la puedo transcribir.

Ah�� lo tienen. Pasaron diez a��os entre el primer casete y el segundo, y el a��o que viene van a ser veinte a��os desde que sali�� el segundo. Pero quien sabe, tal vez en el 2017...

Pero no se sienten a esperar. Aqu�� pueden o��r los dos discos:


A Naufragar by Los Babilonicos
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Published on March 11, 2016 08:38

Los Babilónicos - de la Loza


En el 1997 cuando vivía en Nueva York, me llegó una carta de Ganso. A Ganso lo habíamos conocido Diane y yo cuando pasamos el verano de 1995 en Guadalajara. Lo conocimos caminando por las calles vestido con pantalones y camisa de cuero negro y con rastas rubias que le llegaban casi hasta la cintura. El tipo era una visión de rebeldía, un chileno trasplantado a México, fiel al sueño de Bolívar y al rock en español. Juntos caminamos por todo Guadalajara y juntos le tiramos piedras al carro que nos dió un tortazo y nos tumbó al piso y se fue a la fuga (por suerte el único daño que nos hizo fue el susto). Nos quedamos en su apartamentito un par de días, y al irnos yo le di mi dirección en Houston y no volví a oír de él hasta ese día que el correo de Houston me reenvió la carta que el había mandado a mi vieja dirección.

Cuando nos fuimos de Guadalajara, yo le regalé a Ganso, entre otras chucherías, un casete de Los Babilónicos que tenía. En la carta que acababa de recibir, el me decía que se lo había prestado a unos amigos que estaban sacando un magazín de música rock y querían llamarme para hacerme una entrevista y hablar sobre Los Babilónicos.

Los Babilónicos era la banda que habíamos formado Enrique, Cesar y yo allá por el 1982 en la escuela superior, la Academia Santa Teresita. Desde la primera vez que oí los discos de los Beatles de mi mamá, había quedado hipnotizado con la música rock, y cuando llegué a noveno grado, decidí que quería tocar batería. En verdad la batería es el motor de la música rock sin la cual no se mueve su locomotora. Yo tenía una batería de juguete que alguien me había regalado, pero estaba ya media destruida. Pues conseguí una ruta de periódico y trabajé todo un verano repartiendo el San Juan Star por el barrio desde la King's Court hasta la Elena y con el dinero que me gané me compré una batería Yamaha blanca con todos los hierros. Entonces me fui a coger clases de música a Villa Piano en la Ponce de León, detrás de la Universidad de Sagrado Corazón. Por otro lado, mi abuelo Pachu me ofreció el uso de un cuartito que había al lado del garaje. Me ayudó a forrarlo con cartones de huevos para que afuera no se oyera el escándalo que iba a formar, y ahí tuve mi cuartito de música. Me pasé horas allí metido oyendo música con los audífonos y tocando la batería hasta que se me explotaban las ampollas en las manos y no podía más.

Mientras tanto, un día en la escuela, la maestra tuvo que salir del salón por no sé qué razón. Cesar y yo aprovechamos y empezamos a tocar los pupitres como si fueran tambores, cuando de momento, Enrique empieza a cantar con una voz de tenor que nos dejó a todos deslumbrados. Y encima de eso estaba improvisando unas letras muy buenas. La cosa tuvo tanto éxito que empezamos a hacerlo en cualquier momento que encontrábamos y eventualmente decidimos juntarnos en el cuartito de música en casa a ver qué pasaba.

Ya para ese entonces yo también había aprendido un poco de guitarra. En casa había una guitarra con una cuerda que mi tío había dejado atrás. Con esa única cuerda empecé a aprender a tocar. Por meses estuve tocando solo con una cuerda, aprendiendo la linea del bajo de la canción 25 or 6 to 4 de la banda Chicago. Hasta que por fin me di cuenta que necesitaba el resto de las cuerdas. Fui a Villa Piano, compré un set completo de cuerdas y se las puse. Entonces fui a la escuela y le pedí a Carlos, a quien una vez había oído tocar Stairway to Heaven, que por favor me enseñara a tocar esa canción. Carlos, muy generoso, accedió, y allí nos sentamos durante muchas meriendas hasta que por fin aprendí la canción, Después de eso pude empezar a aprender por mi cuenta oyendo a otros tocar.

En el cuartito de mi casa, Enrique, Cesar y yo empezamos a practicar. Aunque yo lo que sabía era solo un par de acordes en la guitarra, era el único que podía tocarla. Así que Cesar usaba mi batería, Enrique cantaba y yo tocaba la guitarra. Ahí le pusimos música a varias de las canciones que habíamos escrito en la escuela y escribimos un par más. Un día decidimos hacer una grabación. Héctor tenía una cocolera que grababa casetes así que lo llamamos a que viniera a hacer de productor. Ese día estaba jangueando Osvaldo y tambien sale haciendo una aparición especial en la grabación.

Después, hicimos una caratula con una fotocopia de una foto que yo tenía del hotel Normandy, le pusimos A Naufragar, hicimos algunas copias y lo pasamos por ahí, y poco a poco crecimos en popularidad en la escuela. Todo culminó en el talent show del 1984 cuando tocamos en tarima por primera y única vez. Mi amigo Rafy, a quien yo había conocido en Villa Piano, y quien ya era un músico hecho, se nos unió para ese show con su bajo. Mientras tanto, Enrique se buscó un teclado Casio de baterías y tan pequeño que casi le cabía en la palma de la mano. Nos vestimos de pantalón azul y camisa blanca y tocamos nuestro hit Fuego y un par de canciones más como si el mundo estuviera en llamas. Recuerdo a Enrique brincando por todas partes y pasándose el teclado por el pelo como si fuera una peinilla haciendo sonidos psicodélicos, a Cesar entregao y a to flete en la batería, a Rafy sonreído de oreja a oreja como quien dice, con que locos me he juntado, y a las chicas de la escuela gritando como si fuéramos los Beatles. Fue un gran día.

La presentación terminó, nos graduamos, y yo me fui a Houston a la universidad. No sé ni por qué, pero me llevé varias copias del casete, y una de esas copias terminó en manos de Ganso en México y de él pasó a manos de los jóvenes que estaban empezando el tal magazín.

Cuando recibí la carta de Ganso, yo le escribí de vuelta y le mandé mi teléfono. Que me llamen cuando quieran, le dije. También le mandé un casete del segundo disco de Los Babilónicos, de la Loza, que habíamos grabado diez años después del primero. En este, Héctor tocó las congas como si fueran una batería, José Emilio y Ramón (hermano de Enrique) tocaron bajo, Enrique cantó y yo toqué la guitarra y grabamos cinco canciones y un par de loqueras. Y aunque lo habíamos grabado en el 1993, no lo terminamos hasta justo antes de yo recibir la carta de Ganso en el 1997. Así que le mandé uno con la carta y me olvide del asunto.

Imagínense mi sorpresa cuando casi un año más tarde, me llegó por correo una copia del magazín La Crema. El magazín lo perdí hace años en una de las mudanzas de un sitio a otro, y no he podido encontrar en ningún lugar prueba de que este magazín existiera. Tal vez lo soñé. Pero si fue un sueño, fue un sueño muy vivo. Lo leí varias veces y en sus páginas descubrí un mundo de música nueva.

El magazín tendría unas 30 páginas y estaba escrito a maquinilla e impreso en papel como de comic. En la portada tenía una foto en blanco y negro de Rubén Albarrán, el cantante de Café Tacuba, y abajo decía "¿Quién es?" Se refería al artículo principal escrito por Pepe LePerdido (todo el magazín estaba escrito por individuos con nombres obviamente inventados). El tal Pepe investigaba la identidad del cantante de Café Tacuba quien hasta ese entonces había usado un nombre diferente en cada producción del grupo. El Señor LePerdido aparentemente anduvo por todas las barras y recovecos de Guadalajara con esa foto de Albarrán investigando como si fuera un detective, y concluyó que el cantante de Café Tacuba era un producto de su propia imaginación.

Además de ese artículo, había varios artículos sobre grupos que jamás había oído. Había uno sobre Los Saicos (de Perú) de los cuales quedé enamorado sin haber oído ni una nota (serian varios años antes de que pudiera encontrar algunos de sus discos). También había un artículo sobre el grupo La Revolución de Emiliano Zapata que decía que tocaban rock en español en inglés (porque cantaban en inglés) y otro sobre el grupo Toncho Pilatos (el mejor nombre) que también era rock en español aunque no se les entendía en que idioma estaban cantando.

También había una entrevista con Julio Haro Gracia, de la banda El Personal, una reseña sobre un concierto de un grupo de ska llamado Oveja Negra, y varias reseñas de discos nuevos. Entre ellos uno de Cuca (El Cuarto de Cuca), uno de La Dosis (Radio Acapulco), otro de Garagilos (Historias Fuera de este Mundo) y para gran sorpresa mía, que casi me caigo de culo cuando lo vi, había una reseña de nuestro disco, del disco nuevo de Los Babilónicos, de la Loza.

Por suerte, en algún momento antes de perder el magazín yo hice una copia de la reseña, tal vez para mandársela a alguien, aunque creo que nunca la mandé. Pero gracias a esa copia estrujada, la puedo transcribir.

Ahí lo tienen. Pasaron diez años entre el primer casete y el segundo, y el año que viene van a ser veinte años desde que salió el segundo. Pero quien sabe, tal vez en el 2017...

Pero no se sienten a esperar. Aquí pueden oír los dos discos:


A Naufragar by Los Babilonicos
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Published on March 11, 2016 08:38