Víctor Fernández García's Blog, page 29
September 25, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte final
Parte XVI
Parte XV | Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Cuando se inicia un camino, suele ser común encontrarse con todo tipo de consejos venidos de diferentes direcciones.Sean de la naturaleza que sean, hacer o no caso de ellos queda sujeto a la personalidad y situación personal que estemos experimentando.En mi caso, atesorarlos ha resultado ser de lo más útil y constructivo, haciendo de la senda que recorro una especie de caja de sorpresas continua en cuanto a aprendizaje.
No he dejado de seguir mi camino. Sin embargo, bien es cierto que a cada meta que he ido alcanzando en la desintoxicación he podido comprobar la validez de aquellas sugerencias y advertencias que me fueron dichas antes, durante y después del inicio del proceso.
Uno de los puntos en los cuales más resistencia opuse es a frecuentar los lugares donde en su día se llevó a cabo un consumo activo.Siento que podría haber mantenido el pulso de la abstinencia por el tiempo que fuese necesario, aunque comienzo a darme cuenta de lo innecesario de exponerse a constantes recuerdos que, relampagueantes, nos muestren la decadencia de tiempos pasados.
Soy consciente ahora de ello porque mi camino me ha conducido a un nuevo hogar.Al parecer, la otoñal escena que evoqué en la ‘Parte VI’ desde un caluroso amanecer veraniego va a tomar forma con todo su potencial.Ahora mi entorno, mi hogar, lo conforman playas y espigones, horizontes lejanos de magnos cielos y montañas distantes, olor a mar y bosque y todo lo que conforma un conjunto que ejerce un contraste bestial con la vida urbana que siempre he llevado.
Todo ello se debe a que, una vez más, debo jactarme de estar rodeado de excelentes personas en constante búsqueda de un bienestar que me permita alzarme de los abismos donde un día la problemática maníacodepresiva me lanzó.
Un lugar donde cobró vida e identidad un monstruo.En ocasiones siento como puja por regresar, de qué modo lanza melancolía y nostalgia hacia un proceso autodestructivo que tiñe de lo precioso de la autocomplacencia. Resulta una amenaza constante, en un asedio a una entereza que a lo largo de los meses que acumulo sin beber ha demostrado ya gozar de robustez. Al menos de la suficiente como para no dejar de asumir que nuestra negativa al tóxico se va a mantener.
La peor parte del camino, aquella que según se dice conduce a los primeros seis meses de abstinencia, nos descubre cerca de ser superada la validez de dicho pronóstico.En mi caso siento que me he topado con la mayoría de patrones a los que, con mayor o menor intensidad, deberé enfrentarme en cualquiera que sea el futuro que me encuentre. Éstos se disfrazarán en función de las diferentes situaciones que la vida plantee, pero su raíz siempre será la misma, pues la simplicidad oculta en la dificultad a la hora de desintoxicarse es algo que en todo momento he tratado de dejar traslucir a través de toda esta serie de ensayos.
Así pues, ahora que contemplo la cima de la montaña que llevo meses escalando, aquella desde la cual medio año de desintoxicación nos permita contemplar el horizonte con confianza a la hora de abordarlo, puedo finalizar el mapa que he tratado de dibujar.Ha resultado ser un camino difícil, en el que considero que, del mismo modo que alegremente uno bebe despreocupándose de la problemática que desarrolla, también debe aprovechar cada pequeña oportunidad que le permita ser feliz y disfrutar del camino.La ilusión que ha palpitado en mí desde el comienzo de este proceso no sólo se ha retroalimentado a medida que vencía batallas, sino que ha acabado por trasladarme a un nuevo hogar donde plantar la semilla de una nueva vida resulta del todo ineludible.
La inercia natural del beber que hace que miremos atrás, preferiblemente hiriéndonos con ello, ahora me empuja más a ese horizonte que se perfila alrededor de la cima que representa el medio año sin consumo, con el trastorno estabilizado.
Atrás queda un vida que algunas de mis obras literarias tratan de fotografiar.Y en cuanto al camino que separa esa vida de la siguiente, en la que ya me encuentro, poco más puedo decir que se trata de una intensa y bella experiencia.La que tantos y tantos años han tratado de invitarme a vivir.
Una experiencia bipolar sin alcohol.
Parte XVI
Parte XV | Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on September 25, 2016 19:51
September 20, 2016
Vuelta de vacaciones: Un montaje y una noticia
Ha habido un parón en la frecuencia de actualización del blog este mes de septiembre.
Eso se debe a que, tal como podéis ver en el montaje que he preparado, he disfrutado de unas vacaciones en un lugar de lo más especial.
De entre las muchas ideas que se agolpan buscando su sitio en el blog, puedo deciros que mi tercera novela está a muy poco tiempo de ver la luz.
Muy pronto, tanto el título como una primera hornada de información llegará a 'Un universo en palabras'.
¡Saludos!
Published on September 20, 2016 03:05
August 30, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte XVI
Parte XVI
Parte XV | Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
En un vaso metafórico, muchas pueden ser las gotas que lo colmen.De nosotros depende el identificar la adecuada y actuar en consecuencia, o bien ir dejando pasar todas y cada una de ellas hasta que quizá sea demasiado tarde.
La vida de cada persona bipolar guarda coincidencias con las de otros enfermos, siendo siempre individual y distintiva en su día a día.Lo mismo podría decirse de las personas con problemas con el alcohol.Si bien es cierto que está contrastado el elevado tanto por ciento de maníacodepresivos que mantienen una problemática con las drogas en general y la bebida particularmente, para abordar una desintoxicación creo que resulta beneficioso atajar el problema de modo independiente.
Todos los que beben tienen sus propios motivos para hacerlo. Sus propias excusas, podría decirse, y es que cuando se desarrolla una forma de adicción es inevitable que aparezcan las desagradables coincidencias que guardan los alcohólicos, cualquiera que sean la forma y cantidades.
Peleas.Peleas constantes con la familia, la pareja y los amigos. Que el alcohol suelta la lengua no es ningún secreto, y si vivimos en una época permanentemente salpicada por su vertiente depresora, de nuestro constante malestar se van a ir cociendo unos pensamientos de los que no puede salir nada bueno.Si ya de por sí puede resultar frustrante e incluso desagradable, para personas que nos conocen, el observar cómo cambiamos al estar mínimamente drogados; el hecho de que cuando llegue el bajón manen uno tras otro los conceptos que, podridos, hemos estado barajando en privado, resulta tan hiriente como desesperante.
Malestar.Malestar por el estado depresivo que subyace a cada cosa que se nos ocurra construir.Las constantes resacas, unidas a una vida que no recordamos como deberíamos, van convirtiéndonos en predecibles y vacíos seres que se arrastran por la vida siempre a la espera de la siguiente ronda que, según se cree a pies juntillas, nos abrirá de nuevo los ojos.Ir saltando de flor en flor en el jardín de lo pasajero e intrascendente es, curiosamente, la única manera que acaba por dar cierto sentido a este estilo de vida. Pues lo único que obtendremos de los que nos acompañen durante tramos prolongados en nuestro camino será la constatación de que no se nos puede ayudar, con la consecuente partida de nuestro lado, de más o menos dolorosa despedida. Aunque como hemos observado, dichos tramos habrán sido sembrados con el malestar y las peleas que sí son comunes a cualquier persona que encuentre una problemática en el alcohol.
Al mismo tiempo que las gotas van cayendo en cascada por nuestra garganta, también lo hacen en el vaso metafórico que he mencionado al comienzo de esta parte.Resulta todo un clásico querer hacer de una gran borrachera la gota que colme el vaso y nos lance a un proceso de desintoxicación, aunque igual de clásico es el corto lapso de tiempo que transcurre hasta que nos encontramos ingiriendo de nuevo.En este campo, las coincidencias entre adictos al alcohol no creo que se den, pues ya dependerá de las prioridades y convicciones de uno mismo el que la dichosa gota no solo caiga, sino que lo haga con la rotundidad necesaria como para que la identifiquemos y actuemos en consecuencia.En mi caso no fue la continua promesa de que mi trastorno se estabilizaría en mayor medida si abandonaba el alcohol lo que colmó el vaso.Tampoco lo fue el que la bebida interactuase con la medicación, anulándola o afectando al hígado.Tampoco el hecho de que se me adormilase la cara una noche. Como punta de un iceberg de desgracias, estos hechos encumbran una estructura llena de todos y cada uno de los problemas característicos que se pueden asociar al beber.
Sin embargo, padezco de un trastorno bipolar, algo crónico y grave que durante mucho tiempo mantuvo la lucha de la defensa del alcohol en pie de guerra.Los alcohólicos eran una cosa, y yo otra bien diferente.Yo encontraba estabilidad mental en la bebida, me ahorraba vaivenes de manía o depresión de fatal destino.Hasta que buen día, conocí a un alcohólico que cayó en mi vida como un inmenso gotarrón que colmó el vaso en un chapuzón tan impactante que ese mismo día comenzó mi proceso de desintoxicación.
Presumió, como es habitual en el beber, de conectar y empatizar conmigo a gran nivel. Y en un abrazo dialéctico me invitó a considerarme su igual, regocijándose de en su día haber roto con todo aquel que quisiese mantenerle sobrio para lanzarse a una vida alcohólica de la que se sentía plenamente orgulloso.Esa, según él, era la única vía para que la mirada triste y preocupada desapareciese de mi rostro.Durante unas horas, esa misma noche, llevé a cabo un seguimiento de la conversación y actos de esa persona, alcanzando el clímax cuando la que era su pareja sentimental llegó a mí lamentándose de unos malos tratos que, sin embargo, excusaba por habituales y debidos al alcohol.En ese momento, la imagen de ese hombre se tatuó en mi futuro de una forma que pude incluso sentir como el agua desbordaba el vaso metafórico de mi vida bañándome en el tibio y estancado fluido que contenía.Como un jarro de agua fría, me hizo abrir los ojos.
¿Cómo puede nadie jactarse de ser adicto al alcohol y defender actos indefendibles?Yo se bien cómo eso puede acontecer, dado que durante casi una década he tenido el problema delante de mis narices, y lo he ido moldeando a mi conveniencia para así continuar con lo que creía acertado.Al final se trata de una cuestión de concienciación.Si se es consciente de un problema que puede resolverse uno puede ponerse a ello sin dilación.Cualquier otra actitud ante ello indicará que hemos puesto un vaso quizá demasiado grande, y las gotas, por mucho que caen sin pausa, no llegarán nunca a desbordarlo haciéndonos ver lo desgraciados que hemos podido llegar a ser.
Continuará...
Parte XVI
Parte XV | Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on August 30, 2016 22:13
August 28, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte XV
Parte XV | Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Ir con unas copas de más es ir drogado, cuanto menos levemente.Eso afectará a nuestro comportamiento inevitablemente, con las habituales características que lleva asociadas el consumo de alcohol, como desinhibición, alegría artificial o incremento de osadía, todo ello en su fase más primeriza.Actuar desde esa condición puede resultar agradable y divertido, de hecho hasta el punto de que la sociedad ha aceptado a un señor tóxico en su día a día en un ejercicio de hipocresía.
El alcohol nos cambia, y ese hecho si uno dispone de unos cimientos sólidos en cuanto a su identidad, no tiene porqué suponer un problema a la hora de regresar a la forma raíz, el estado natural.Sin embargo, si una enfermedad mental como el trastorno bipolar nos acompaña desde bien pequeños, latente o con episodios desapercibidos a niveles profesionales, los problemas de identidad pueden hacer acto de presencia.¿Quién es uno? ¿Una amalgama de inseguridades blanda como la mantequilla?¿Un ancla autodestructiva que se hunde sin remedio ni tregua en las profundidades de los abismos más oscuros de la vida?¿Un ser iluminado destinado a lograr todos y cada uno de sus sueños personales y ajenos?La lista creció para mí demasiado pronto, patrocinada por los latigazos de un trastorno que daba forma, sustentaba y sacaba adelante cada una de las posibilidades, que enfrentadas entre sí requerían de un nexo, algo en común de lo que hacer una especie de hogar para la identidad.El alcohol, con el paso de los años y la creciente adicción, me concedió ese ansiado deseo. Con la pequeña salvedad de que, como he comentado anteriormente, su naturaleza tóxica invalida por completo el que los actos que se perpetúen nazcan de uno mismo con limpia honestidad.Se genera, pues, una alternativa a cómo enfocar las diferentes situaciones frente a las que la vida nos ubica.
Alimentar esa alternativa, en el contexto de las relaciones sociales, puede enterrar de tal manera la forma en la que nos comportaríamos sobrios, que perdamos de vista la noción de nosotros mismos hasta el punto de identificarnos con el estado que provoca una droga.Si ya de por sí un trastorno bipolar potencia lo complejo de una personalidad, una identidad alcohólica no hará más que complicar el camino con empujones hacia los estados de desequilibrio.Por mucho que lo que pretendamos sea sentirnos nosotros mismos ante los demás.Por mucho que percibamos mayor estabilidad al estar bebidos.
Sin embargo me ha hecho falta un periplo de casi una década desde que fui diagnosticado para darme cuenta de que esta perspectiva existe. Para observar de un modo claro como el agitador, el extrovertido o el bufón no eran precisamente parte del núcleo de mi identidad.Esos calificativos resultan un imán para muchas personas, y se puede sembrar un camino con una vida social bien rica que guardará en su recorrido una desagradable sorpresa. La recogida de frutos, escueta y podrida, de gran parte de lo que creíamos sembrar con esfuerzo por nuestra parte.
Curiosamente, de aquellas personas que denunciaban nuestros actos y estilo de vida, con suerte, algunas quedarán, en caso de que nos demos cuenta a tiempo de que el alcohol no es en absoluto una vía razonable, ni un estilo de vida, ni un modo de supervivencia.Y esas personas son las que valen tanto, tantísimo la pena, que el hecho de poder seguir compartiendo su tiempo ya debería considerarse un verdadero regalo.Otros llegarán, en esta senda que habremos iniciado libre de alcohol, y lo que nazca en esas circunstancias tendrá más peso, y será más tangible, que todo el contacto y las emociones vertidas en torno a las jarras de cerveza del pasado.Porqué cuando personas que están cayendo por un abismo, o sobrevolando los cielos de la euforia, se encuentran, no son ellas las que mandan, sino unos sentimientos alterados que claman a gritos ser ahogados en un mar de alcohol para renacer en pasajeras llamaradas de una magnificencia, pasión y trascendencia largo tiempo evocadas.Mientras esas llamaradas arrasan con el tiempo con todo lo verde del bosque de la amistad, el gota a gota que cae, sin pausa, con las personas que se interesan por nosotros sin que estemos alterados por la droga, construye con cemento en lugar de con arena mojada.Quizá sin las grandes y ostentosas torres de un castillo de arena que, en forma de momentos, la corriente se llevará en poco tiempo; pero con la base de confianza que el hecho de ser uno mismo aporta a cualquier tipo de relación.
No es tarea sencilla conocer a alguien que cicla velozmente entre estados de ánimo.Bastante complicada suele ser la vida de uno mismo como para inmiscuirse en una problemática como esta.Sin embargo hay personas que, por lazos familiares, por amistad, por empatía o simplemente por amor obtienen de la pelea constante con los síntomas de una enfermedad mental unos resultados que, de variopintas maneras, sacan a relucir a la persona que muchas veces parece quedar enterrada.A esa persona que aprecian, y que quieren en sus vidas.Que el velo del sufrimiento me haya dejado paulatinamente pasar de ver sus siluetas a llenarme con sus sonrisas es algo que no puedo extender a quienes se encuentren en una problemática alcohólica.Pues no hay nada más cruel para uno mismo y para los demás que darse cuenta de algo así para, al cabo de unas horas o unos días, abandonar la identidad propia y seguramente los modales, probablemente la buena fe, pillando una buena.Es una dinámica por la que tuve que pasar antes de dar el paso definitivo, pero que me gustaría haber acortado o, simplemente, ahorrado.Sin embargo aquí estoy, ya camino de los cuatro meses sin alcohol, sonriendo a las personas que sé de buena tinta me leerán con cariño a través estas líneas.Con la esperanza de que sientan el calor del que quizá fui y por consiguiente fueron privadas en las partes XIII y XIV de esta serie.
Antes las caídas a los pozos que conducen a los abismos eran frecuentes y me lesionaban durante semanas con el alcohol como tratamiento.Ahora transcurren como jornadas de la vida, con sus tormentas, su oscuridad, su sufrimiento… Y ese sol que, cuando amanece, hace que recuperes la energía y la vitalidad agradeciendo una y mil veces haber iniciado un camino en el que al parecer esas personas van a estar muy presentes.
Continuará...
Parte XV | Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on August 28, 2016 12:27
August 25, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte XIV
Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Cada vez que había creído encontrar un sentido a la vida, dentro del marco de la existencia, aquello tenía lugar.Le sedaban, le ponían un número y una bata, le arrebataban toda posibilidad de seguir avanzando por su camino.Su hogar sería un psiquiátrico donde ser tratado con la fría y severa profesionalidad de los que engrasan su engranaje.
Lejos de sus seres queridos, privado del ritmo de vida que se le antojaba esencial para alcanzar sus metas, corría en sueños asaltado una y otra vez por la incómoda y aterradora idea de ser atrapado por aquellos que solo querían quitarle de circulación.
El horizonte, si era capturado, serían días y noches eternas en un lugar donde el sentido es el orden y la prioridad la ofuscación.Un lugar donde resistirse a iniciar la senda del sufrimiento por vacío era inútil.Sumido en la pesadilla, no se percataba de que su deseo era despertar.Tan sólo contenía lágrimas de impotencia, ante la idea de ser privado de todo orgullo, dignidad y libre pensamiento.
Montaje creado con Sharefactory en Playstation4 para esta 'Parte XIV'
Ignoro si asociada a la problemática del trastorno va implícita otra con los sueños.El caso es que desde bien pequeño me acompaña el hecho de recordar con excesivo detalle los avatares del campo onírico, sean de la naturaleza que sean.Al parecer se debe a que realizo una mala desconexión de la fase REM, lapso de gran actividad cerebral, lo que me provoca despertares súbitos en los que el sueño vivido se me presenta con claridad.
En la ‘Parte XIII’ trataba de analizar uno de esos sueños que, en forma de pesadilla, me trasladaba unas sensaciones muy desagradables experimentadas en las fases del trastorno más depresivas.Tan sólo sería un ejemplo de las casi infinitas aventuras a las que me lanzo cada vez que logro conciliar el sueño.Con tintes exagerados de lo dejado atrás o las inquietudes del presente, es común que la sensación de ‘estar viviendo’ la experiencia que se plantee sea extrema.
Uno de los temas recurrentes es la aparición de la ‘amenaza’ de un psiquiátrico en el destino de la trama argumental del sueño.Mi actitud respecto a ello en el sueño es la que he tratado de captar en la introducción de esta parte.El horrible recuerdo que guardo de mis experiencias ingresado se debe a que, con la lejanía y mi paulatina recuperación, la información que mantengo en mi memoria se me plantea de muy difícil abordaje desde la perspectiva con la que ahora lo contemplo.En su día era tal la carga psicótica de la desestabilización del trastorno que la deformación de la realidad incluso salpicaba las estancias en los psiquiátricos, convirtiendo la vivencia en una suerte de sufrida aventura que superar cíclicamente.Dicha psicosis suele beber de las creencias más enraizadas de uno, elevándolas a su máxima expresión.
Ilustración de ErikShoemaker en DeviantArt
Recuerdo que el daño cerebral al que soy sometido tras un brote psicótico aletarga la capacidad de vivir y recordar lo que sueño.Sin embargo, la agresividad que está caracterizando mis sueños se ha intensificado con el abandono del alcohol. Como si la ausencia de tóxicos conectase de nuevo ciertos mecanismos que habían quedado oxidados al llevar una vida lo más alejada posible de la correcta percepción de lo que nos rodea.Una de esas conexiones es, sin duda, la que habilita a cuestionarse temas de naturaleza existencial a niveles que requieren de una claridad mental y concentración rara vez compatibles con las cervezas de más.Así pues, una parte de mis sueños actúa de martillo en forma de miedo a ser ingresado, y otra parte ya consciente puja por abordar los diferentes temas que actualmente abarco con una profundidad olvidada.Un sandwitch cuyo contenido suena de primeras a estabilidad, dado que si dejas que un martillo te golpee sin freno será inevitable venirse abajo, mientras que dejar que algo se dispare sin control puede conllevar, padeciendo una enfermedad mental, a una temida descompensación.De modo que disponiendo de esas variables apuntándose en contra dirección, uno puede desmenuzarlas por separado consciente de que en ningún caso escaparán de su control.
Por un lado se puede abordar una vuelta a la esencia de uno, anclada en unos tiempos que el diagnóstico del trastorno quizá dejaron atrás.Perfilar las inquietudes que la vida y la propia existencia generan, sin el peligro de verse seducido por ellas hasta el punto de abandonar toda rutina en su desarrollo.Por el otro, ubicar la experiencia psiquiátrica en su justo lugar.Si bien es razonable que pueda resultar traumática inicialmente, un dilatado periplo debería aportar la suficiente información como para aceptar el hecho de que su concepción parte de la idea de ayudar a los enfermos y su entorno a superar los momentos más críticos de sus procesos.En función de los centros y los casos, como en tantos ámbitos, esa ayuda puede no llegar, hacerlo en cuentagotas o, en ocasiones, suponer un punto de inflexión.
Delimitar esos límites de un modo que no resulte dañino es la táctica que he decidido adoptar en mi carrera por la estabilidad.Quizá los sueños sigan siendo intensos y generalmente impregnados de las luces y las sombras enaltecidas de los tiempos pasados, pero, cuanto menos, esa fórmula colabora a la hora de catalogarlos y, en frío, canalizarlos de un modo correcto que limpie de inquietud su eco en el día a día.
A aquellos que imaginen o huyan de ser ‘capturados’ por el lugar más desagradable de la salud mental pública, decirles que incluso en los lugares más oscuros puede brillar la luz.Que pueden encontrar profesionales o personas muy especiales, incluso clave en su vida.Que pueden ayudar desde allí a muchas personas con una buena actitud.Que en el camino del descubrimiento personal, las experiencias nunca sobran, sino que enriquecen si se saben catalogar, ordenar y aprovechar.
Montaje de imágenes sacadas de Google
Continuará...
Parte XIV | Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on August 25, 2016 23:02
August 23, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte XIII
Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Encajar la felicidad en tu vida abre de par en par las puertas de la percepción de su naturaleza pasajera.Aferrarte demasiado a esos buenos momentos bloquea el sano manar de éstos, aunque es común en personas con dilatada experiencia el consejo de que hay que saber disfrutarlos al máximo.Eso se debe a que el incierto umbral de la muerte acecha a la vuelta de una metafórica esquina ubicada en cada caso en sorpresiva posición.
Acabo de emerger de una experiencia asquerosa que por desgracia me es familiar.Ha resultado el colofón a un día en el que paulatinamente mi mente se ha ido viendo asaltada por pensamientos destructivos hacia el proceso de desintoxicación que estoy viviendo.Por el momento, en ningún caso iban encaminados a su abandono, pero los he identificado como una primera piedra hacia esa supuesta obra de regresión.Como si un necio pesimista estuviese analizando fría y cruelmente la ilusión de estar inmerso en proyectos de toda índole por parte de un renacido soñador; por momentos he llegado a creer que me encuentro en una constante huida de algo en vez de caminando con entereza por un nuevo camino.
Dicho colofón ha venido producido al asaltarme un cansancio extremo que me ha invitado a retirarme a una siesta no habitual en mi. Si los problemas con las pesadillas son habituales en mis noches, durmiendo a deshoras multiplican la gravedad de su impacto.He despertado aún en el sueño, realizando las labores que tenía en mente sin darme cuenta de que en realidad estaba dormido. Se trata de las peores circunstancias si lo que te espera es un mal sueño en el que la brujería hace acto de presencia, hechizando y maldiciendo tu casa. Con mi querida gata desaparecida, la tecnología averiada y mostrando tan solo un vomitivo material errante entre lo terrorífico y lo desamparador, las salidas de mi piso inutilizadas y, por momentos, mi propio cuerpo inmovilizado, un par de brujas se comunicaban conmigo riéndose de los estados que iban infringiéndome.El despertar, ese despertar en el qué ignoras si has pasado a lo real o a otra fase onírica, me ha lanzado a un escalofrío que no se me ha quitado en horas.Una casa en silencio, totalmente a oscuras, aún teñida de los sentimientos fríos y cargados de desazón que me habían asaltado durante lo que se me antojaban horas; aguardaba a que recuperase el movimiento en el cuerpo y tratase en vano de revertir lo acontecido.El escalofrío permaneció ahí, pues conocía sobradamente la sensación.
En una época en la que mi trastorno estuvo completamente exento de estabilidad, la problemático no solo fue derivando en visiones de naturaleza psicótica, sino que el barruntar nacido de haber conocido los abismos más desoladores de la depresión me conducía a un terreno permanentemente salpicado por las sensaciones a las que mi pesadilla vívida me hizo experimentar.
De modo que por momentos ves como durante toda una jornada has ido poniendo en tela de juicio lo positivo que has logrado en tus más de tres meses de desintoxicación, mientras sufres el revivir de algo tan terrorífico como real.Con esas premisas sobre la mesa, uno podría lanzarse a todo tipo de elucubraciones. En el pasado ya estaría bien metido en la excavación de esos túneles en los que la salud mental siempre es puesta en entredicho. Sin embargo, la noción de que explorar esa dirección me alejaba de algo sumamente importante me ha hecho mantenerme firme, estático, hasta recuperar las sensaciones habituales de la época de mi vida en la que me encuentro.
Ese algo tan importante es el estar cerca de los míos.
Desde que tomé la decisión de dejar de beber, he experimentado un acercamiento tangible a todas las personas que de verdad me importaban, me importan y me importarán.Es importante recordar y guardar como oro en paño los motivos por los que uno emprende el tedioso camino de alejarse de algo que considera vital, útil o simplemente placentero.En mi caso el hecho de que, haciéndome un bien, lo hago extensible a los que quiero, resulta algo que se retroalimenta a lo largo del camino sin aparentemente desfallecer en intensidad.Pues la vida es intensa si tú quieres que lo sea.
No obstante, debo echar la vista a las primeras líneas de esta parte.No es que mi mal sueño me haya herido hasta el punto de lanzarme a pensar en la muerte, sino que simplemente ha acariciado la cicatriz de una herida que arrastro desde prácticamente toda mi vida.Las sensaciones que he experimentado a lo largo de mi camino, revolcándome en ellas en tiempos donde el alcohol manaba con abrumadora continuidad, son definitivas e imbatibles. Solo aceptables por la ilusión de que poseen una naturaleza pasajera.El hecho de que el tejido de una hipotética realidad tras el velo de muerte esté hecho de algo tan frío, desesperanzador, vacío y hostil como yo percibo esos momentos, me estremece tanto que el eco del largo escalofrío regresa.Pues de algún modo considero que los que me gustaría volver a ver se encuentran a salvo, mientras es mi destino el que se encuentra poseído por unas características que no deseo ni al más ruin de los infames.La muerte pertenece al propio ciclo de la vida, siendo una parte inseparable de ella.Lo que trato de describir sería algo así como lo opuesto a ella.
Sin embargo, el brotar de buenos momentos hace apenas unos meses que se ha activado para no detenerse, en este camino normalizado que todos recorremos donde se intercalan una de cal por cada diez de arena.El anticipar es algo que puede írsele a uno de las manos, aunque en este caso, de la gestación de lágrimas contenidas por recrear la partida de aquellos a los que ni en pintura quiero ver lejos de mí, he podido concluir que estoy viviendo junto a ellos una de las épocas más bonitas que me voy a llevar de esta vida.
Eso me hace sonreír.Desbloquea mi escritura.Aunque dos brujas sigan riendo quizá delante mío, invisibles, conscientes de que han logrado estremecerme haciendo uso de lo único que puede destruirme ya.Por el momento es una oda a la vida lo que está sonando, y aunque tenga la batalla contra el tiempo perdida de antemano, se trata de hacerla tan emocionante que apetezca escuchar los ecos de su repetición por toda la eternidad.
Continuará...
Parte XIII
Parte XII | Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on August 23, 2016 21:17
August 21, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte XII
Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Podríamos comparar un trastorno bipolar desestabilizado con una montaña rusa de emociones.Sin embargo no tenemos protección alguna al subirnos en ella, y los continuos virajes nos castigan con su virulencia, si no es que acabamos por pegarnos el gran porrazo al salir proyectados a lo largo de su trayecto.
A medida que remo hacia la marca de cuatro meses sin alcohol, explorando y conociendo un terreno desconocido para mí, comienzo a sentir como esa montaña rusa en la que un día quise instaurarme dio paso, al dar con la estabilidad, a algo menos agresivo. Donde el disfrute venía dado por la ingesta de alcohol así como por la mayoría de golpes emocionales.Ahora se ha transformado en una atracción no menos emocionante, pero digamos que cumpliendo con todas y cada una de las medidas de seguridad.
Considero un error, estando sumido en la problemática de la adicción a un tóxico, el etiquetar de tranquila y liviana una hipotética vida sin él.Sin ninguna duda sentir es lo más bonito que alberga el vivir, y privarnos de emociones intensas que puedan y, de hecho, muten nuestro día a día es algo que puede hacernos perder la batalla durante el proceso de desintoxicación simplemente constatando ese hecho.Se trata de seguir caminando, acumulando las salpicaduras que suponen las buenas sensaciones que hallamos en ciertos momentos del proceso, hasta lograr entender que provienen de las inmensas cascadas de la vida a la que nos estamos acercando de nuevo.En su regazo podremos volver a entender que una vida siendo nosotros mismos, sin trampas, no solo no tiene porque ver menguada la intensidad de lo experimentado, sino que gozará de un valor mucho más real, tangible y duradero que los fugaces momentos que la naturaleza de los tóxicos tienden a difuminar en nuestra memoria y perder en el tiempo.
Son aspectos que no tienen porqué suponernos una novedad, pero la adicción te va hundiendo en lugares desde los cuales pierdes el acceso a cierto tipo de raciocinio, quedando ciego pudiendo ver tan solo lo que se adecue a ese estilo de vida. A esa atracción que sin protecciones te hace sentir como la adrenalina del bienestar artificial recorre tus venas. A esa montaña rusa en constante movimiento donde acudes, hastiado por una rutina que te aplasta, para sacudirte todos y cada uno de tus problemas en busca de una plenitud que intuyes en el horizonte pero mantienes bien lejos atrapado en el bucle de ese recorrido.Es siempre de la repetición de ese recorrido de donde acaba emergiendo la semilla de la desestabilización en un trastorno que a no mucho tardar añadirá tramos de naturaleza maníacodepresiva y psicótica al conjunto de la atracción estrella de nuestro parque emocional.
Así pues, regresando al punto de sentirnos salpicados por una apreciación de la esencia de la vida que metaforizo con una gran cascada, podríamos decir que, sin alcohol, pasado ya un tiempo notable de abstinencia, nos encontraríamos con que la temible montaña rusa que antes hacía las delicias de nuestra experiencia vital, en realidad es más bien algo parecido a un paseo por canales de agua más o menos embravecidos; cuyos momentos especiales aparecen en contadas pero muy destacables ocasiones.
El conjunto de pensamientos que manan del fúnebre sentimiento con el que nos embarga la partida de un ser querido.Disfrutar de una agradable tarde en compañía de amistades de toda la vida libre de pensamientos de naturaleza tóxica.Volcar toda la energía positiva que uno pueda tener en un cumpleaños especial.Son ejemplos de acontecimientos que antes hubiesen hecho saltar el disparador de borrachera, para ser sentidos desde lo que considerábamos el verdadero prisma de nuestro ser. Para ser llorados o sonreídos desde la cima de esa montaña rusa tras la cual un caótico y desorganizado raíl los desfiguraría almacenándolos de la forma que nos viniese en gana, nunca ajustada a una realidad que manteníamos esquiva.
En lugar de eso, el sobrepasar el trimestre de desintoxicación, en mi caso me ha permitido afrontarlos y encajarlos con una grata sorpresa en su experimentación: El control de su intensidad.Tanto si lo que sentimos es de naturaleza oscura como luminosa, el zambullirnos en su sentir nos conducirá de nuevo a esa metafórica cascada que he perfilado con anterioridad.Su propia naturaleza hará que su agua nos abrace con máxima intensidad en un principio, para después alejarnos de ella paulatinamente.De modo que tras el impacto que supone el experimentar una situación inesperada, uno puede ya ser consciente de lo que ha sentido y en qué medida, para entonces seguir su camino por un canal de agua que en algún momento lo conducirá a de nuevo la cascada.Resulta un error quedarse anclado en un sentimiento puntual, nadando a contracorriente para mantener su presencia. Es precisamente uno de los objetivos que se persigue con el consumo de alcohol.Así pues, tanto si el sentimiento resulta incómodo como si resulta agradable, permitirnos sentirlo en su máxima intensidad para luego continuar la marcha resulta de lo más natural.
Todo ello acaba desembocando en plenitud.En la ‘Parte X’ hablaba de la ausencia de emociones que ciertas épocas de un trastorno desequilibrado presentan, regadas cómo no por cantidades constantes de alcohol.En esta ocasión, con lo expuesto, no pretendo irme al otro extremo, sino indicar que en la senda de la desintoxicación he dado, un tiempo después, con no solo la posibilidad de sentir, sino más importante aún con el hecho de poder canalizar esas emociones.
Acabó siendo algo automático el tener que beber para sentir que lo hacía correctamente.Sin embargo, de este modo no solo resulta más sólido el pasado inmediato de uno, sino que el conjunto de experiencias vividas queda teñido por cierta paz. Una paz que, en ocasiones, incluso irrumpe en terreno onírico permitiéndome descansar mejor.Como si hubiese caído por una cascada desfondándome nadando en el lago donde aterriza y, de repente, fuese consciente de la tranquilidad a la que sus aguas me han conducido.
Emocionalmente, el latir de mi corazón empieza a buscar más esa tranquilidad, renegando de la montaña rusa más temible que uno puede concebir.El murmullo lejano de una cascada resulta relajante. Puede ser la que hemos dejado atrás o la que nos espera.
Continuará...
Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on August 21, 2016 23:52
August 20, 2016
Reseña de 'La cabaña' (Eva Gavilan)
RESEÑA DE 'LA CABAÑA'
por Eva Gavilan
Para leer la reseña en Goodreads sigue el siguiente enlace
Al principio me sentí envuelta en un torbellino de sensaciones y emociones difíciles de controlar. Me sorprendió la forma de tratar a los personajes hasta el tercer capítulo entonces poco a poco me fui sumergiendo en la amalgama que los conjuga a todos y logrando a su lado el equilibrio entre sus polos.
En algún momento me consideré tan cerca de los acontecimientos, que sentí la incomodidad de estarme asomando a la ventana del escritor. Eso es un logro por parte de Víctor. No siempre se logra llevarse al lector hasta la propia cabaña.
Es un relato intenso y bien estructurado que nos lleva a viajar los caminos de la mente, explorar sentidos y analizar sentimientos.
Las escenas de la cabaña representando en varios personajes a uno solo, se fusionan perfectamente a los anexos. Lo que debe ser y lo que es… todo en un núcleo único y personal. Las moralejas ilustran a la perfección la intención del relato.
Vale la pena leer este ejercicio psicológico y es admirable que alguien tenga la suficiente amplitud de criterio para reconocerse desde diferentes prismas.
Published on August 20, 2016 13:12
August 14, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte XI
Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Tras media vida desarrollando ciertas costumbres en las cuales el alcohol se encontraba presente, el hecho de sentir su llamada se convierte en algo permanentemente sorpresivo.
Uno puede estar tranquilamente andando por la calle un atardecer de verano y, al pasar por un lugar concurrido donde las terrazas de los bares están a reventar, sentir súbitamente unas irrefrenables ganas de comenzar a beber.En una cena romántica la tesitura puede llegar a la magnitud de echar enormemente de menos la botella, o botellas, de vino que en su día la alargaban y la llenaban de momentos que siempre se antojaron divertidos y agradables.
Una de las cosas que he podido constatar en estos meses de desintoxicación es que el alcohol hace a uno propenso a padecer de baja tolerancia a la frustración.Si bien en un principio uno puede hacer uso del consumo con variopintos fines, suele ser común que finalmente se acabe filtrando la frustración que uno pueda sentir en un bálsamo de alcohol. Y la frustración puede tomar un inmenso número de formas.
En los dos ejemplos que he puesto parece claro que el ver a cierto número de personas bebiendo y mostrándose animadas, o bien la ausencia de una actitud ebria en una cena, son la causa directa de la frustración que uno pueda sentir. Pero no siempre resulta tan sencillo.En ocasiones el malestar hace uso de argumentos nacidos de los diferentes problemas que puedan rondarnos, empujándonos a tomar una actitud negativa. Una vez ofuscados y sumidos en un tedioso bloqueo creativo y de actividad, es cuando, aparentemente de modo mágico, surgen las ganas de beber. De por sí se trata de una situación que tan solo requiere de tiempo para ser superada, pues a poco que el oxígeno de cierto empuje positivo nos haga reaccionar y lanzarnos a alguna actividad se iniciará un efecto en cadena que nos sacará de allí. Si eso no acontece, dejar transcurrir la jornada o las sucesivas será suficiente para pasar ese ‘mal trago’.
No obstante, existe el peligro de caer en las aguas del pasado. Y eso sí resulta más complicado.En ellas se encuentra un trastorno bipolar que en mi caso dispuso de más de una década para llenar de recuerdos alterados el bagaje de las experiencias que viví.Uno, al retroceder mentalmente en su camino, puede cargar la medida de frustración que en un momento determinado pueda sentir con altas dosis de melancolía al nadar en el mar de sus años de mayor juventud.Es algo que afecta a todo el mundo, y puede antojarse igual de simple que los ejemplos que hemos ido viendo hasta ahora.Sin embargo el componente de un trastorno bipolar sin estabilizar convierte las aguas de ese pasado en una suerte de arenas movedizas en las que podemos quedar atrapados.
La canción sonaba, abrazada a una madrugada en la que debería estar durmiendo.En lugar de ello el humo de tabaco negro impregnaba el ambiente de una vivienda en la que se sentía, como toda su vida, fuera de lugar.En unas horas el sol presidiría un alud de actividad en la cual él se movería ilusionado y algo exaltado.En la gran ciudad, los actos ilógicos y los secretos de uno mismo se diluían en la constante renovación de acontecimientos que se proponía.La grandeza y la incertidumbre de un futuro lleno de posibilidades motorizaban su avance. Sin embargo, no daba importancia al hecho de que, cada paso dado dejaría huella.
La misma canción, una y otra vez, le tendía la mano posándole en cada recuerdo, como si de una abeja de flor en flor se tratase.Una vida desfigurada.Como grandes bloques de hielo que una vez debieron pertenecer al suelo de un mismo continente, sus diferentes etapas le pesaban tanto que tan sólo deseaba aligerar la carga.Ante el paisaje que los recuerdos mostraban, una vida sin más timón que la constante lucha entre estados de ánimo extremos, las salpicaduras de traumáticos momentos en psiquiátricos o abominables peleas con personas muy cercanas reflejaban el aura de unos fuegos con permanente ansia de destrucción.Propia. Ajena. Global.
Resulta difícil mantenerse firme cuando estímulos tales como ver a otros sumirse en el inicio de un proceso de embriaguez aparecen.Es más complicado afrontar el bloqueo que la frustración de nuestros problemas presentes plantean.Si caemos en los recuerdos alterados de nuestro pasado, a parte de incrementar la carga de frustración y sentir como aumenta nuestro deseo de evasión, corremos el riesgo de despertar la parte más destructiva de nosotros mismos.
Como una identidad independiente, la aparición de ese ‘monstruo’ es de lo peor que podemos propiciar si nuestro deseo es el de no sufrir una recaída en el alcohol.Con sus llamaradas de rencor hará uso de cada pequeño dato a su disposición para dejarnos a solas con nosotros mismos, solo que una parte de nuestro interior estará ocupada por él.Hubo un tiempo en el que prácticamente lo invocaba con la mayor frecuencia posible.En los últimos meses he lidiado contra él en varias ocasiones, y puedo afirmar que el único beneficio que considero que aporta es un conocimiento mayor de nosotros mismos para poder así evitar con mayor éxito sus futuras apariciones.
El alejarse del alcohol propicia a ver las cosas desde diferentes puntos de vista, a soportar durante más tiempo la frustración.Entre otras posibilidades aparece la de completar un proceso de luto que nos libere de lo que inicia este sendero hacia las llamaradas de la morada del monstruo.Si asumimos que lo que considerábamos disfrutable de tomarse una cerveza cuando apetece, de saborear un buen vino en una ocasión especial, no va a poder volver a repetirse, poco a poco iremos colocando tierra de por medio con nuevas experiencias que no tienen porqué ser menos enriquecedoras.
Cenar en un ocaso de verano con tu pareja, sintiendo como una agradable brisa conduce las risas que esporádicamente van surgiendo de una agradable conversación, es una excelente culminación a un par de jornadas donde tus pensamientos te han mantenido en cuanto he expuesto.A cada batalla superada me voy dando cuenta de lo difícil y a la vez sencillo que resulta mantener la estabilidad en el trastorno maníacodepresivo.Pues se trata de completar luto múltiple.Renunciar a la evasión tóxica. A su sensación de estabilidad instantánea.Renunciar a la libertad de la manía.Renunciar a dejarse caer hasta tocar fondo.
Una pelea continua por la estabilidad.
Continuará...
Parte XI | Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
MENÚ PRINCIPAL
Published on August 14, 2016 22:56
August 12, 2016
Experiencia bipolar sin alcohol: Parte X
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
La lluvia caía intensamente, azotando el asfalto de la carretera que atravesaba la pequeña ciudad.La noche cerrada sólo interrumpía su amenazadora oscuridad con furiosos relámpagos que llenaban el cielo de un brillo hostil.La chica, sin embargo, permanecía quieta, con el semblante impávido.No le resultaba un esfuerzo, la desesperación que la atenazaba no nacía de su interior. Más bien sentía que su mente había salido a caminar bajo la tormenta en busca de un desbloqueo.Llevaba meses vacía.Perdiendo su mirada donde sabía que se alzaban las montañas que la habían visto crecer, un grito ahogado quiso emerger.El largo y fúnebre sonido de un trueno provocó que su torso se moviese espasmódico.Apretaba los dientes con fuerza mientras comenzaba a abrir la boca.Cuando sintió sus lágrimas mezclarse con la lluvia que bañaba su cara, el grito se hizo escuchar.Solo quería sentir algo.
La intensidad con la que percibimos nuestros sentimientos varía según la época o el momento que estemos pasando.
Una fase maníacodepresiva aguda acrecenta la dimensión con la que las emociones que despiertan esos sentimientos no sólo son recordadas, sino también vividas.Ya estemos persiguiendo la constatación de algo milagroso o simplemente disfrutando de una sucesión de pistas musicales, es común que nos embargue una sensación de plenitud casi mística. Ésta nos invade abarcando con su abrazo todas nuestras emociones, ya vengan nacidas de sentimientos característicos de una depresión o bien de una manía.Dota al conjunto de esa etapa de nuestra vida de una intensidad que hace que pasemos a valorarla como ‘especial’.Especial es un término con el que me he topado en varias ocasiones a lo largo de mi vida, sobretodo antes de ser consciente de que el estallido de mi trastorno en realidad llevaba marcando toda mi vida desde la infancia.El mero flujo de las emociones en una persona ya la hace especial, sin embargo bien es cierto que en función del punto en el que se encuentre en su vida podrá sentirlas, apreciarlas o darles forma con mayor o menor capacidad.Así pues, lo especial de cada uno está ahí, latente, tendiendo constantes puentes a ser descubierto y aprovechado.
Otro asunto bien diferente es la intensidad con la que esas emociones pueden percibirse.Resulta muy bonito sentirse vivo uno mismo, pero si la situación degenera en serias y constantes dificultades para poder desarrollar el día a día entonces habría que hablar ya de una problemática. Para eso está la solución que alberga el problema: La medicación.Si bien para gozar de estabilidad unos tienen más fortuna que otros y con leves dosis pueden salir adelante, es mayormente común que la vida quede salpicada por un torrente de efectos secundarios de múltiple e incómoda naturaleza, entre los que se encuentra lo que nos ocupa: La intensidad con la que se perciben las emociones.Tras una fase de descompensación en cualquiera de las fases del trastorno, la cantidad de medicación que se aplica es mayor y más potente.En el estado de shock que suele producirse al verse repentinamente detenido en los procesos cuasi místicos que comentaba, quizá uno no lo perciba con demasiada claridad, pero siempre el paso del tiempo constata que se pasó de una percepción de las emociones muy intensa a prácticamente algo nulo.Una especie de niebla de pasividad enturbia el bosque de nuestra existencia, aclarando los grises oscuros de la depresión hasta tornarlos igual de intrascendentes que los claros de la euforia que al mismo tiempo oscurece.
Aquí es donde aparece el alcohol, ese compañero de viaje que tanto tiempo ha estado a mi lado y uno de los pilares sobre los que giran estos ensayos.Su consumo, en un principio, actúa como terapia de choque contra esta discapacidad que uno siente a la hora de sentir sus emociones.La excitación de sentir una subida en el estado de ánimo hace que, relampagueantes, recuerdos de la época donde recordamos que todo se sentía al máximo aparezcan.El bajón posterior hace lo propio con las sensaciones cargadas de melancolía, nostalgia, sufrimiento y angustia; crudas pero bonitas en sí mismas.De ese modo se alimenta el círculo vicioso en el que, unas veces por ciertos motivos y otras por otros, uno permanece intoxicado.No obstante, hay que tener en cuenta que el alcohol retira paulatinamente la belleza de los buenos y los malos momentos que nuestro interior revive tirando de recuerdos alterados, bien por el trastorno bien por el consumo, o bien por una coalición de ambos.Finalmente lo que queda en nuestras manos es una información manipulada que representa la esencia de esos sentimientos, en realidad mucho más plenos y completos, pero que sin embargo son teñidos por la tristeza, el desamparo o la falsa esperanza característicos del beber.Al mismo tiempo, el consumo activo cada vez incrementa más las dosis, hasta el punto de poder provocar una nueva desestabilización del trastorno, momento en el cual se recupera la sensación de percibir al máximo las emociones, dando otra vuelta de tuerca al proceso degenerativo en el que muchos bipolares han estado atrapados como un hámster corriendo en su rueda.
Ahora que empiezo a gozar de cierta perspectiva a medida que los meses de estabilidad sin consumo se van sumando, puedo afirmar que dicha estabilidad no solo permite reducir y ajustar la medicación necesaria sino que no incapacita a la hora de sentir las emociones.Evidentemente uno puede echar de menos una vida en la que no hubiese barreras ni señales de alarma asociadas a ciertos factores en el comportamiento, pero la certeza de cada risa emitida, cada lágrima derramada, son la consecuencia lógica a un sentimiento que se ha despertado en nuestro interior es algo muy disfrutable.El mero hecho de que algo te recuerde a un paraje de tu infancia puede llenarte de cierta melancolía, pero la ausencia de alcohol permite que la belleza de lo triste prevalezca tan real como moldeable.
Continuará...
Parte IX | Parte VIII | Parte VII
Parte VI | Parte V | Parte IV
Parte III | Parte II | Parte I
Published on August 12, 2016 01:08


